La fiesta más grande del mundo - Cecilia González - E-Book

La fiesta más grande del mundo E-Book

Cecilia González

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Beschreibung

"Una extraordinaria reunión de autoras y autores que narran una selección única e irrepetible. Compiladas por la periodista mexicana Cecilia González, estas crónicas saborean la victoria, el sufrimiento y los goles. Aquí Cecilia González sirve en una sola mesa lo sublime de Leila Guerriero contando todas las cábalas en una: la de un padre que deja de ver el partido por sus hijos. Nos hace picar el paladar con la crónica de Maia Debowicz y su pintura de un Messi que nos saca de la orfandad por la pérdida de un padre: Diego. Los textos proteicos de Alejandro Wall, Roberto Parrottino y Pablo Perantuono satisfacen con un Messi universal que sirve exquisiteces en formas de pases a Julián Álvarez y a todos los que lo amaron en su infancia. Un Messi que cumplió una promesa: no nos dejó tirados. Nos propone la embriaguez del triunfo con Juan José Becerra y el relato de una selección querida a la que nombra como "el equipo fusilado que vive". Nos hace renunciar al colapso hepático como Camila Fabbri se priva de los penales oteando el horizonte porteño para no sufrir. Nos mete en una previa de hinchas que salen del clóset, como los ve Damián Huergo. Nos hace sudar con una Sonia Budassi emocionada por la masa igualitaria del triunfo callejero. Y nos lleva al amor post saciedad con Alejandro Seselovsky, un argentino que le cuenta a la gente de Uruguay acerca de un gol y un amor que lo acompañaron desde el 86 hasta hoy. La fiesta más grande del mundo es un recorrido desde Qatar hasta Antonela y Messi festejando en Rosario con un relato de Victoria De Masi que finaliza con una sentencia: el puro amor no alcanza, pero sin amor no se puede" (Cristian Alarcón).

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Contenidos

Prólogo - Por Cecilia González

La Anticábala - Por Leila Guerriero

Messi, divino tesoro - Por Roberto Parrottino

Mundial Messi, un héroe para la posteridad - Por Alejandro Wall

La selección más querida de la Historia - Por Juan José Becerra

Messi y sus amigos lo consiguieron - Por Pablo Perantuono

Coronados de gloria - Por Camila Fabbri

Solo en Argentina - Por Maia Debowicz

Campeones - Por Cecilia González

La ciudad, un potrero tomado por las masas - Por Sonia Budassi

Un argentino sumergido en ese océano de gente: crónica de un mes de felicidad y sufrimiento - Por Alejandro Seselovsky

La sublevación de la alegría - Por Damián Huergo

Antonela Roccuzzo, toda una vida con Messi: la crianza y el silencio de “una compañera espectacular” - Por Victoria De Masi

Las autoras y los autores

Puntos de interés

Tapa

La fiesta más grande del mundo : crónicas de la tercera estrella / Leila Guerriero... [et al.] ; compilación de Cecilia González ; prólogo de Cecilia González. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Marea, 2023.

Libro digital, EPUB - (Ficciones reales / Cristian Alarcón)

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-987-823-009-2

1. Mundiales de Fútbol. 2. Deportes en Equipo. I. Guerriero, Leila. II. González, Cecilia, comp.

CDD 796.3340982

Dirección editorial: Constanza Brunet

Edición: Víctor Sabanes

Diseño de tapa e interiores: Hugo Pérez

Fotografía de tapa: Festejos en la fuente Pucará, Viedma, Río Negro.

Foto de Vanesa Schwemmler.

De la compilación y el prólogo © 2023 Cecilia González

© de los textos, sus autores

© 2023 Editorial Marea SRL

Pasaje Rivarola 115 – Ciudad de Buenos Aires – Argentina

Tel.: (5411) 4371-1511

[email protected] | www.editorialmarea.com.ar

ISBN 978-987-823-009-2

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Depositado de acuerdo con la Ley 11.723.

Todos los derechos reservados.

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento sin permiso escrito de la editorial.

Prólogo

Por Cecilia González

Tres estrellas

Que confíen: este grupo no los va a dejar tirados.

–Lionel Messi

Felicidad. Alegría. Gratitud. Admiración. Euforia. Patriotismo. Orgullo. Placer. Alivio. Satisfacción. Éxtasis. Amor. Una sensación de justicia. A ratos, todavía de incredulidad. Y ahora, quizá, hasta de nostalgia.

La gama de sentimientos que nos dejó el Mundial de Qatar es diversa. No queremos salir del encantamiento. ¿Alguien tendría ganas de abandonar un estado de profunda felicidad que es, a la vez, personal y colectivo, que se expande y se fortifica a diario en complicidad con millones de personas?

Pasa el tiempo y seguimos compartiendo y consumiendo todo lo que nos remita a esas semanas en que la pasión futbolera nos tomó, en muchos casos, por sorpresa. Hinchas profesionales y no tanto terminamos abducidos por la atmósfera mundialista que, conforme pasaban los partidos, fue in crescendo. La expectativa era palpable en las calles, no solo en los festejos ante cada victoria. Parecía que algo importante estaba por suceder. La esperanza se atenuaba por el temor a una nueva desilusión. Había que ser prudentes, escépticos, no dejarse dominar por el anhelo.

Así estábamos cuando llegaron las semifinales. Para entonces, el Mundial ya estaba ocurriendo aquí. A casi catorce mil kilómetros de distancia de Qatar, Argentina se había convertido en una especie de sede alterna. Era un tema omnipresente. La procesión de camisetas de la selección era cada vez más numerosa, más visible. Con o sin Copa del Mundo, el enamoramiento masivo con la Scaloneta estaba consolidado.

Después de ganarle a Países Bajos, en un partido que culminó con la siempre angustiante y espantosa tanda de penales –y que pareció un ensayo de lo que después vendría con Francia–, Argentina debía disputarle a Croacia un lugar en la final.

Era martes 13 de diciembre. Ese día, con un país en vilo (o dos, con Bangladesh), una pregunta y un texto comenzaron a viralizarse.

“¿Ya leíste a Leila Guerriero?”, consultaban en redes sociales, a través de mensajes de WhatsApp, en medios tradicionales. Sin esperar respuesta, los emisarios adjuntaban o leían en voz alta “La Anticábala”, una columna publicada en el diario español El País que, de una manera inesperada, abrió una compuerta emocional. Ya no se trataba solo de fútbol, ni de un Mundial, sino de la relación de unos hijos (y una hija) con su padre. Difícil encontrar un tema más universal.

La columna de Leila, que atravesó continentes, acompañó la previa de un partido en el que Lionel Messi y sus amigos no tuvieron sobresalto alguno: golearon 3 a 0 a Croacia. Además, ratificó otra tradición en la que Argentina, al igual que en el fútbol, suele llevarse laureles: la crónica, ese querido género de la no ficción que demuestra que el periodismo puede ser literatura.

De Roberto Arlt, Enrique Raab y María Moreno a Rodolfo Walsh, Tomás Eloy Martínez y Mariana Enríquez. De Martín Caparrós a Josefina Licitra y Hebe Uhart. La lista es larga e incluye a clásicos y contemporáneos, porque, en este país, saben contar eso que llamamos “la realidad”. Y lo saben contar muy bien. Así lo demuestra la historia de su vasta literatura de no ficción que, casi como una obviedad, ha depositado su atención en el fútbol. Difícil no hacerlo, si es un deporte que viven con un fervor religioso, plagado de santos paganos. Las historias y los sentires vinculados con la pelota, las canchas, los clubes, los técnicos, los jugadores, los hinchas son inagotables. Es una herencia, un símbolo identitario.

Qatar se convirtió en una nueva inspiración para que autoras y autores plasmaran su mirada, única, intransferible, en valiosos textos, pero la producción escrita aumentaba de tal forma que parecía imposible encontrar, leer, disfrutar todo. De ahí surgió la idea de reunir algunos de los mejores trabajos publicados en medios nacionales y extranjeros. La intención es abonar al registro coral de esos días en que tantas personas –sin importar si éramos o no argentinas– fuimos tan felices.

El arco temporal de las crónicas que presentamos inicia con la incertidumbre de la semifinal contra Croacia y culmina con Messi y Antonela descansando en Rosario, después de ganar la Copa. Entre un momento y otro, transitamos por estados anímicos que son reflejados en estas páginas por una variada gama de voces, procedencias, tonos y estilos. En algunos casos, se trata de autores y autoras cuya obra se mece entre la ficción y la no ficción (Juan José Becerra, Sonia Budassi, Maia Debowicz, Camila Fabbri, Damián Huergo y Pablo Perantuono); otros son periodistas especializados en deportes (Roberto Parrottino y Alejandro Wall); y unos más, simplemente periodistas (Victoria De Masi, Leila Guerriero y Alejandro Seselovsky).

Más allá de las autopercepciones o los casilleros impuestos en el oficio de la escritura, estos nombres forman parte del rico universo literario y periodístico de Argentina que, sin olvidar el orgulloso legado que carga a cuestas, siempre está en construcción. El común denominador de quienes forman parte de este libro es que, a pesar de la urgencia solicitada o autoimpuesta para abordar alguna faceta del Mundial, logran una calidad narrativa que evade lugares comunes, retrata secuencias, ensaya hipótesis y aventura interpretaciones.

Su trabajo contribuye a una memoria colectiva. Parrottino, por ejemplo, rescata el recuerdo de un Enzo Fernández que tenía cinco años cuando Messi jugó su primer Mundial y de un niño llamado Julián Álvarez que le pedía autógrafos a Lio. Hoy comparten la gloria con su ídolo, a quien el autor define como: “el divino tesoro del fútbol”.

Wall y Perantuono nos llevan de la mano a sus coberturas en Qatar. Hay rezos, mezquitas, migrantes, la vida cotidiana alterada por un Mundial; también escándalos previos, las sospechas de corrupción entre la FIFA y el país sede. O el descubrimiento de que hay hinchas de otros países que solo quieren que gane Messi. La selección argentina es secundaria. Wall analiza la transformación en el estilo de juego de un capitán que ha encontrado su épica y que hoy representa “la belleza futbolística en estado puro”. Para Perantuono, “el fútbol sigue siendo infinito”, un arte-deporte que produce obras maestras que, por su belleza y misterio, provocan estupor. El pase de Messi a Julián Álvarez para sellar el 3 a 0 contra Croacia le da la razón.

Apenas terminada la final con Francia, Becerra diagnostica el desempeño, casi trágico, de la Scaloneta: “Es un don colectivo lleno de paradojas […]. Su mayor capacidad no es la de matar o morir –dos clichés a los que les ha pasado por encima– sino un estado intermedio: sobrevivir. Es el equipo fusilado que vive”. Si otros autores destacan la belleza del fútbol, a Becerra hay que agradecerle la belleza de su escritura.

Guerriero, Fabbri y Seselovksy optan por pinceladas íntimas. “Así que esta es mi única certeza: ayer martes, a la hora del partido, un hombre salió a caminar con sus perras, a pleno sol, porque sus hijos todavía creen que él puede cambiar el mundo. Eso es un padre”, dice Guerriero, mientras Fabbri describe con exquisitez el oficio de ser hincha, las cábalas (“ganaremos el partido si todos hacen su trabajo. Si nadie quiebra la ley universal”) y las tradiciones: “El mandato: Deberás hinchar, deberás cantar, deberás sufrir”. Seselovsky llora la final. Habla de la crueldad del fútbol, del sufrimiento inexplicable. Y luego sale a las calles para participar y cronicar los festejos. Rodeado por millones de personas, concluye: “Nada de lo que escribamos hoy va a poder contar esto”.

Igual lo intentamos. En mi caso, a través de una especie de inventario, una recolección de postales. Budassi opta por un ensayo/crónica que cuenta y analiza la puesta en escena construida por la multitud que se volcó a las calles. Primero para celebrar (segundo, Francia), y luego con la vana ilusión de ver a los jugadores. “Cuando tantos activismos y militancias se dan solamente en el espacio virtual, las calles copadas, y sin protestas, generan el shock de lo inédito; el delirio de estar habitando otro territorio, otro planeta (¿de cuál viniste?), en un tiempo mítico, irreal”, evalúa la escritora en un afán de significar el asombro que produce esa inédita, pacífica y dichosa marea humana.

Hilvanar relatos de fútbol sin pensar, sin hablar de Maradona, es inviable. Por lo menos en Argentina. Debowicz lo sabe (¿lo milita?) e ilumina esa ausencia/presencia: Qatar representa el primer Mundial en el que Diego no estará alentando a la selección desde las tribunas. “Desde el 9 de diciembre paramos de buscarlo desesperadamente porque descubrimos que Diego Maradona habita en Messi”, escribe en un momento en el que abundan quejas de hinchas hartos de las comparaciones entre los dos ídolos. Algunos las consideran, de plano, irrespetuosas. Quieren que Messi sea Messi. Nadie más. Sin sombras. La autora no evade la polémica e insiste: “Messi no es maradoniano por torear al 19 de Países Bajos, sino por devolverle la alegría al pueblo”. El desahogo social, dice, es también “por toda la tristeza que tenemos acumulada desde que Diego ya no está para defender a nuestro país cuando pretenden ofenderlo”. Cuesta no estar de acuerdo. Parece que sí, que el duelo hoy duele menos.

Huergo aporta otra perspectiva más cruda. Habla de Messi y Maradona, pero para diferenciarlos. “Messi fue nuestra oportunidad de ver la fugacidad de la belleza y lo perecedero del tiempo […]. Maradona por más que nos pese fue heredado, un VHS que recibimos de nuestros padres”. Ouch. El escritor se bifurca y recuerda que, desde hace décadas, los diciembres argentinos representaban caos, saqueos, marchas, cacerolas, hambre y desesperación, aniversarios de tragedias. “Esta vez, la sublevación de diciembre fue por alegría”, celebra ante la tajante transformación del clima social lograda gracias al Mundial. La maldición decembrina, por esta vez, se evapora.

De las calles de Buenos Aires nos vamos a Rosario gracias a Victoria De Masi, una de las cronistas más destacadas de su generación que delimita su encuadre en Antonela Roccuzzo. “Es una fortaleza”, dice como punto de partida del perfil de una mujer que ha elegido acompañar a un ídolo mundial con absoluta (y admirable) discreción mediática (“El protagonista es Lionel, no nosotros. Perdón”). La periodista aprovecha para disipar demagogias disfrazadas de feminismos, un mal de época: “También están las que deciden, queridas hermanas, ser jefa de hogar. Porque cualquiera sea la fábula, la moraleja de la historia entre Messi y Antonela es que con amor no alcanza, pero sin amor no se puede”.

Pasó el Mundial y acá estamos, leyendo estas historias en un estado de ensoñación, con una sonrisa perenne y la mirada humedecida. Con el pudor de usar la primera persona del plural sin ser argentina. Disfrutando cada meme, cada compilación de goles y festejos, cada entrevista con los campeones. Sin querer ver nunca más, por el estrés postraumático, la heroica atajada del Dibu en los últimos minutos de la final: todavía da pánico la posibilidad de que entre la pelota y que Francia gane 4 a 3. Y evadiendo los aburridos artículos sobre “las lecciones” que “la sociedad” debería aprender de la Scaloneta. ¿Alguien necesita alguna lección? Yo creo que solo queremos y merecemos ser felices porque Argentina ganó, por fin, su tercera estrella.

La Anticábala

Por Leila Guerriero