La Literatura española en 100 preguntas - Felipe Díaz Pardo - E-Book

La Literatura española en 100 preguntas E-Book

Felipe Díaz Pardo

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Beschreibung

Todo el conocimiento básico sobre este rico tesoro cultural: movimientos, estilos, obras y autores fundamentales. Aprenda a distinguir épocas, formas o estilos literarios y a reconocer movimientos o generaciones literarias. La mejor forma de entender la literatura española de manera entretenida y rigurosa. Géneros literarios– Formas y estilos literarios – La sociedad y la literatura– Movimientos y generaciones literarias– El argumento y la historia– Personajes y tipos literarios – temas y tópicos literarios – Ambientes literarios – Los autores – Las obras ¿Cuáles son los premios Nobel de la Literatura española?, ¿Qué obras representativas reflejan los temas característicos de la generación del 98? , ¿Y por qué se dice que Lázaro de Tormes es el antihéroe? , ¿Cuántas historias cuenta el Quijote? , ¿Qué hizo Lope de Vega para revolucionar el teatro de su época?, ¿Por qué no se consideran a Gustavo Adolfo Bécquer y a Rosalía de Castro plenamente románticos? , ¿Influye la literatura en la sociedad de su época? , ¿Cuándo explotó el boom de la novela latinoamericana? Rigor y amenidad reunidos en una colección de "alta divulgación". Libros rigurosos pero de fácil lectura, que podrá disfrutar incluso cuando solo disponga de unos momentos. Un recorrido completo y seductor por los grandes temas del conocimiento humano. Un viaje maravilloso al mundo de la ciencia y la cultura.

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La Literatura española

La Literatura española en 100 preguntas

Felipe Díaz Pardo

Colección: 100 preguntas esenciales

www.100preguntas.com

www.nowtilus.com

Titulo:La Literatura española en 100 preguntas

Autor: © Felipe Díaz Pardo

Director de la colección: Luis E. Íñigo Fernández

Copyright de la presente edición:© 2016 Ediciones Nowtilus, S.L.

Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid

www.nowtilus.com

Elaboración de textos:Santos Rodríguez

Diseño de cubierta:eXpresio estudio creativo

Imagen de portada: JÁUREGUI, Juan de.Retrato de Miguel de Cervantes[atribuido]. Real Academia Española, Madrid.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación públicao transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiaro escanearalgún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 27204 47).

ISBN Digital:978-84-9967-819-1

Fecha de publicación: Noviembre 2016

Depósito legal:M-33108-2016

A todos aquellos que encuentran en la literatura la fuente del

conocimiento, un motivo para el placer y el sentido de sus emociones.

Índice
Presentación
I. Géneros literarios
1. ¿Cómo se estudia una obra literaria?
2. ¿Es innovadora la literatura española?
3. ¿Qué quería criticar Cervantes con el Quijote?
4. ¿Hay literatura de fábula en nuestras letras?
5. ¿Qué trajo de Italia la literatura renacentista?
6. ¿Qué hizo Lope de Vega para revolucionar el teatro de su época?
7. ¿Cuál era la principal polémica literaria del siglo XVIII?
8. ¿Cuándo brilla con más fuerza el género de la poesía?
9. ¿Por qué el ensayo fue tan útil a los ilustrados?
10. ¿Hay mucho cuento en la literatura española?
II. Formas y estilos literarios
11. ¿Se puede ser original en la literatura española?
12. ¿Cómo influye la ideología o el estado de ánimo de cada época en el estilo de los escritores?
13. ¿Qué modos distintos de hacer literatura existían en la Edad Media?
14. ¿A qué llamaban los ilustrados «enseñar deleitando»?
15. ¿Es el costumbrismo un estilo literario típicamente español?
16. ¿Cómo se experimentaba en la segunda mitad del siglo XX en España?
17. ¿Por qué eran tan proporcionados en el Renacimiento y tan recargados en el Barroco?
18. ¿Cómo expresaban sus ansias de libertad, su protesta y su rebeldía los escritores románticos?
19. ¿Por qué no se considera plenamente románticos a Gustavo Adolfo Bécquer y a Rosalía de Castro?
20. ¿Cómo apreciamos que una obra utiliza un estilo popular o un estilo elaborado y culto?
III. La sociedad y la literatura
21. ¿Consumían la misma literatura los distintos sectores de la sociedad medieval?
22. ¿Por qué sabemos que una determinada obra es una obra de transición entre dos épocas?
23. ¿Por qué los corrales de comedias del siglo XVII parecían un patio de vecinos?
24. ¿Influye la literatura en la sociedad de su época?
25. ¿Cómo combaten los escritores ilustrados del siglo XVIII la ignorancia y la incultura de la época?
26. ¿Por qué se llama realista a la novela de la segunda mitad del siglo XIX?
27. ¿El amor cortés es un amor verdadero?
28. ¿Cómo cambia el español de nuestras obras literarias a lo largo de las distintas épocas?
29. ¿Influyen determinadas ideas de la época en las obras literarias españolas del siglo XIX?
30. ¿Cómo es el teatro anterior a la Guerra Civil?
IV. Movimientos y generaciones literarias
31. ¿Tiene edades la literatura española?
32. ¿Existen reliquias en la literatura española?
33. ¿Triunfó el Naturalismo en España como en otros países europeos?
34. ¿Qué diferencia al Modernismo de la generación del 98?
35. ¿En qué siglo se concentran las generaciones literarias?
36. ¿En qué momento podemos hablar de una nueva Edad de Oro de la lírica española?
37. ¿Para qué sirven los premios literarios?
38. ¿A qué llamamos literatura del exilio?
39. ¿Cuándo explotó el boom de la novela latinoamericana?
40. ¿Cuánto ha cambiado la literatura española en los últimos cuarenta años?
V. El argumento y la historia
41. ¿Por qué a veces los romances empiezan en mitad de la historia o nos cortan el final?
42. ¿Cómo trata la Virgen a sus siervos en los Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo?
43. ¿Es tan bueno el amor del Libro de buen amor como su título indica?
44. ¿Es Lázaro de Tormes un buen discípulo de sus amos?
45. ¿Es lo mismo ser místico que ser asceta?
46. ¿Cuántas historias cuenta el Quijote?
47. ¿Es tan realista la literatura española como se dice?
48. ¿Por qué tiene tan mala suerte el protagonista de Don Álvaro o la fuerza del sino, del Duque de Rivas?
49. ¿Importa mucho la historia que cuentan los escritores de la novela experimental?
50. ¿Existe la ciencia ficción en la literatura española?
VI. Personajes y tipos literarios
51. ¿Es el Cid un personaje mítico, un héroe en toda regla?
52. ¿De qué manera enseña Patronio tantas cosas al conde Lucanor?
53. ¿Por qué se dice que Lázaro de Tormes es un antihéroe?
54. ¿Por qué los personajes mitológicos se instalan en los Siglos de Oro (Renacimiento y Barroco)?
55. ¿Qué otros pícaros encontramos en la literatura española?
56. ¿Quién es el gracioso de nuestra literatura?
57. ¿Qué personaje de la literatura española se rebela contra su autor?
58. ¿Qué elementos comunes y qué diferencias existen entre Madame Bovary, Ana Karenina y La Regenta?
59. ¿Qué personajes femeninos de la literatura española es necesario conocer?
60. ¿Qué personajes masculinos de la literatura española es necesario conocer?
VII. Temas y tópicos literarios
61. ¿Qué son los tópicos literarios?
62. ¿Por qué se mata por honor en la comedia española del siglo XVII?
63. ¿Por qué el amor es más poderoso que la muerte?
64. ¿Qué escritores españoles dedicaron poesías al dinero?
65. ¿Cuáles son los símbolos preferidos del Modernismo?
66. ¿Qué obras representativas reflejan los temas característicos de la generación del 98?
67. ¿Cuál es la fórmula de las greguerías?
68. ¿Los caligramas fueron hechos para ser vistos o para ser leídos?
69. ¿Por qué es tan tremendo el tremendismo?
70. ¿A qué se llamó la generación de la berza?
VIII. Localidades y ambientes literarios
71. ¿Qué importancia tienen los lugares de Santo Domingo de Silos y San Millán de la Cogolla en la creación de la lengua española?
72. ¿Quién se inventó la naturaleza idealizada en nuestra literatura?
73. ¿Por dónde transcurren las aventuras de don Quijote?
74. ¿Qué ciudades o lugares de nuestro país han quedado unidos a la literatura española para siempre?
75. ¿Por qué gustan los paisajes agrestes y los ambientes tenebrosos a los escritores románticos, así como las épocas del pasado y los lugares lejanos y exóticos?
76. ¿Qué calles y lugares reflejan el Madrid galdosiano?
77. ¿Cómo influyen los ambientes y los espacios en las obras de nuestra literatura?
78. ¿Dónde se encuentra el callejón del Gato y a qué obra literaria debe su fama?
79. ¿Desde cuándo los cipreses forman parte de nuestro paisaje literario?
80. ¿Qué tiene que ver Salamina con la Guerra Civil española?
IX. Los autores
81. ¿Qué escritores tomaron «ora la pluma, ora la espada»?
82. ¿Qué escritores tuvieron una biografía de literatura?
83. ¿Existieron amistades y enemistades entre los escritores de nuestra literatura?
84. ¿Son los religiosos buenos escritores?
85. ¿ Habría triunfado Leandro Fernández de Moratín con su teatro si hubiera nacido un siglo antes?
86. ¿Qué autores españoles empezaron como modernistas y evolucionaron hacia un estilo propio?
87. ¿Cómo participaron los intelectuales de la época en las letras españolas de principios del siglo XX?
88. ¿Cómo representa García Lorca la doble vertiente de tradición y vanguardia propia de los poetas de la generación del 27?
89. ¿Qué autores consideraban la poesía un «arma cargada de futuro»?
90. ¿Quiénes son los Premios Nobel de la literatura española?
X. Las obras
91. ¿Era Alfonso X el Sabio tan sabio como se dice?
92. ¿Por qué no triunfó Cervantes en el teatro?
93. ¿Por qué se dio tanta prisa Cervantes en acabar la segunda parte del Quijote?
94. ¿Es la cebolla un buen alimento poético?
95. ¿Se puede hablar de eclecticismo en la novela española posterior a 1975?
96. ¿Ha contado alguna vez algo el cuento?
97. ¿Qué obras en verso de la literatura española es necesario conocer?
98. ¿Qué obras en prosa de la literatura española es necesario conocer?
99. ¿Qué obras dramáticas de la literatura española es necesario conocer?
100. ¿Qué conocimientos literarios debemos poseer para movernos por el mundo de la literatura?
Bibliografía

PRESENTACIÓN

Los nuevos tiempos imponen la adquisición y el entrenamiento de capacidades y competencias diferentes a las que hasta ahora hemos estado acostumbrados a adquirir. Esta realidad afecta a distintos aspectos del saber, entre los que se encuentran los conceptos de cada una de las disciplinas. La simple presentación de la información no es ya, hoy en día, la actividad principal a la hora de llevar a cabo la labor formativa. Se requiere algo más.

Así, ¿qué mérito tiene mostrar aquello que es fácil encontrar en multitud de repositorios que, por ejemplo, nos ofrecen las nuevas tecnologías? Antes, dictábamos a nuestros alumnos hojas y hojas de apuntes legitimados por la noble atribución del que transmite el saber, un saber que en ocasiones era meramente memorístico, finalista y repetitivo. Ahora, esos conceptos se pueden encontrar a través de multitud de fuentes y lo que importa es saber qué hacer con ellos.

En este sentido, el objetivo principal que se pretende con este volumen es proveer no sólo de conceptos al lector, sino también invitar a la participación, la reflexión y la relación de todo lo que aquí se muestre.

Por tal motivo, el conocimiento de nuestra literatura se plantea de manera distinta. No mediante la exposición cronológica sin más de épocas y movimientos, de biografías y obras, sino a través de la conexión de ideas y núcleos de interés que tienen que ver con las distintas vertientes de la literatura española. Y con esta intención hemos organizado el contenido de este libro en preguntas que provoquen la curiosidad del lector, haciéndolas suyas. Son cuestiones que se organizan alrededor de aspectos propios del hecho literario, considerado este en su significado más extenso, de modo que esas cien preguntas se agrupan en torno a los siguientes bloques:

Géneros literariosFormas y estilos literariosLa sociedad y la literaturaMovimientos y generaciones literariasEl argumento y la historiaPersonajes y tipos literariosTemas y tópicos literariosLocalidades y ambientes literariosLos autoresLas obras

Tras ese objetivo general que hemos expuesto siguen otros que lo concretan, y que son los que a continuación reseñamos:

Evitar, como decimos, la mera exposición cronológica de contenidos.Buscar las relaciones, consecuencias, curiosidades, etc. que motiven el deseo de saber.Dirigir, en relación con todo lo anterior, la atención hacia lo fundamental.Mostrar así, evidentemente, las claves de la literatura española.Llevar, con todo lo anterior, a una reflexión sobre determinados aspectos de nuestra literatura y, por tanto, a una participación activa del lector. Es importante conseguir que la pregunta despierte el interés por conocer la respuesta para, cuando sea necesario, confrontarla con el propio saber de quien la lee.Abordar, por último, toda la literatura española mediante este procedimiento, de tal modo que con la lectura del presente volumen se adquiera un conocimiento lo suficientemente amplio y completo del mundo literario español. Lo novedoso, insistimos, consiste en la forma diferente de concebir, abordar y presentar los contenidos.

Para alcanzar las metas que perseguimos, y sin dejar de ser rigurosos, hemos evitado profundizaciones que compliquen a quienes se inicien en el conocimiento de nuestra literatura o que aburran al que busque un enfoque diferente del meramente teórico.

Asimismo, de acuerdo con el fin práctico e incitador a la lectura que pretendemos –y teniendo en cuenta los límites de espacio que todo proyecto editorial impone–, acompañamos nuestra exposición, en algunos casos, con textos de variada extensión, representativos de las obras y autores mencionados. Deliberadamente hemos permitido algunas reiteraciones, que se han podido producir con el fin, por un lado, de encuadrar como corresponde una pregunta en cuestión y, por otro, de hacer ver al lector que los distintos aspectos o enfoques con que se aborda el conocimiento de la literatura no son estancos e independientes; y que, además, la relación de ideas –ya sea para confrontarlas o para complementarlas– son necesarias.

Cerramos esta presentación advirtiendo de que, al igual que en las antologías –en las que se suele decir, como tópico obligado, aquello de «están todos los que son, pero no son todos los que están»–, este libro no constituye más que una selección personal de preguntas de quien escribe sobre aspectos que se consideran esenciales de nuestra literatura. Obviamente, y con toda seguridad, puede ser mejorada y, sobre todo, completada con más interrogantes que, de acuerdo con diferentes niveles de profundización y núcleos de interés, nos ayuden a conocer un legado cultural tan amplio y excepcional por su calidad como el que se ha configurado a lo largo de los siglos con los autores y obras de nuestras letras.

Mayo de 2016

GÉNEROS LITERARIOS

1

¿CÓMO SE ESTUDIA UNA OBRA LITERARIA?

Una obra literaria es un acto peculiar de comunicación lingüística que cuenta con unos rasgos particulares: es el resultado de una creación con intención artística y con afán de perdurar; es desinteresada, es decir, no tiene un fin práctico, puramente funcional; no va dirigida a un público concreto, sino a una audiencia desconocida y futura, a un receptor universal; y es de naturaleza estética, puesto que su intención es producir un placer de tipo estético.

Por otra parte, y como producto social, fruto del espíritu artístico del ser humano, desde hace muchos siglos ha captado la atención de muchos estudiosos, que han intentado desentrañar sus mensajes, relacionados con el pensamiento y la esencia humana.

En principio, podemos distinguir dos grupos de análisis o investigaciones:

Aquellos de carácter general, relacionados con la poética o teoría de la literatura, que pretenden explicar la esencia de la literatura, sus géneros y cómo se distinguen y evolucionan; los rasgos que caracterizan el lenguaje literario frente al lenguaje normal; la oposición entre el verso y la prosa; la influencia de la sociedad en la literatura, y viceversa; etcétera.Los que se engloban dentro de la denominada crítica literaria, de carácter particular, dedicados al estudio de una obra o conjunto de obras, un autor o una época.

Tal vez la que nos interese ahora sea la vertiente representada por la crítica literaria, referida a las opiniones que una persona experta y con autoridad en el tema por su cultura y sensibilidad emite sobre una obra literaria o sobre ciertos fenómenos literarios concretos. Tales opiniones concluyen en un juicio de valor acerca de la obra o fenómeno literario y por tanto pasan a ser una valoración o apreciación que convierte al crítico, en cierto modo, en un juez. Tal función de estudio o análisis suele ejercitarse también en periódicos y revistas, que cuentan con secciones especializadas para ello y tratan de orientar al lector o espectador sobre la calidad de determinados libros o espectáculos.

Pero frente a esta crítica periodística existe una crítica especializada que más que juzgar pretende observar la obra desde diversas perspectivas. Esta crítica científica ha alcanzado mayor grado de complejidad y rigor, y no está destinada al público general. Sus análisis se publican en libros especializados destinados a profesionales de los estudios literarios.

La crítica literaria es una de las ramas de la Ciencia de la Literatura. Etimológicamente, el término «crítica» procede del griego krino (‘juzgar’). Hay que diferenciar entre el primer acercamiento al texto literario de un lector normal, cuyo objetivo principal es el disfrute, y la lectura del crítico, que interpreta la obra y es un mediador entre el autor y el público receptor. A lo largo de la historia, el estudio de la obra literaria se ha realizado desde diversas perspectivas.

La primera de estas perspectivas fue la normativa o prescriptiva. Partiendo de varios principios estéticos, este punto de vista enunciaba criterios orientadores a los que debía acogerse el escritor para lograr una perfecta obra de arte. Este enfoque prescriptivo fue el primordial en la crítica desarrollada desde el Renacimiento hasta el Neoclasicismo. Con el Romanticismo surgió una reacción contra este carácter normativo del estudio de la literatura y se fueron asentando las bases de la crítica moderna hasta que en el siglo XX surgieron las grandes corrientes de la crítica literaria.

El segundo enfoque de la crítica literaria es el de interpretación. El investigador ha de dar cuenta de todos los aspectos fundamentales de las obras, atendiendo a los elementos de la expresión y el contenido. El crítico debe estudiar los diversos elementos del texto y la interrelación entre ellos.

Un tercer modo de estudio es aquel que sirve de orientación y estímulo de la creación literaria, facilitando a escritores y lectores el conocimiento riguroso de las grandes obras del pasado. Esto ocurrió en el Siglo de Oro, cuando, por ejemplo, una producción poética de tan sorprendente perfección y originalidad como la de Luis de Góngora estuvo acompañada por el comentario estimulante de sus partidarios. Lo mismo pasó con la novela realista del siglo XIX, cuando la labor creadora de Benito Pérez Galdós se vio animada y orientada por la crítica de Leopoldo Alas, Clarín.

Son muchas las corrientes de estudio existentes de la obra literaria. Describimos brevemente las siguientes:

Crítica impresionista. Se basa en la sensibilidad, en la intuición y en la percepción subjetiva de los valores estéticos de la obra.Formalismo. A los formalistas no les interesaba el contenido ideológico de las obras literarias. Hicieron importantes aportaciones ofreciendo una teoría del lenguaje poético, del verso y la prosa, de la historia literaria y de los géneros. Según ellos, la forma define la peculiaridad de la lengua poética; la poesía se convierte en «la conformación de la palabra con valor autónomo»; y se considera la literariedad, es decir, lo que convierte a una obra determinada en una obra literaria, como el objeto propio de estudio.New Criticism. Esta corriente se opone a la crítica existente hasta el momento, lastrada, según sus representantes, por el psicologismo, sociologismo, moralismo, historicismo y falta de rigor científico al utilizar los análisis emotivos e impresionistas. Sus partidarios se plantean un estudio de la obra literaria en donde todos sus componentes interaccionan. Por ello proponen un método descriptivo y pormenorizado, pero específico para cada texto.Estilística. Esta tendencia estudia el estilo por lo general de un autor o una obra. Existe una estilística tradicional, que se basa en la retórica y analiza las figuras de estilo, y la estilística estructuralista, basada en la lingüística y que profundiza en los rasgos relevantes de la estructura de un texto, tanto en su contenido como la expresión del mismo.Estructuralismo. Este enfoque se centra en la obra como tal, con independencia del autor y de la sociedad que la ha producido, es decir, que se ocupa sólo de lo que la obra considera en sí y por sí misma, la cual constituye un sistema en el que todos los elementos son solidarios y desempeñan una función.Nouvelle critique. Esta corriente se caracteriza por constituir una profunda renovación en la metodología de investigación y análisis de textos literarios, basada, sobre todo, en el estructuralismo lingüístico y en el conocimiento de la teoría literaria del formalismo ruso.Psicoanálisis y psicocrítica. Esta corriente presta especial interés a aspectos como la personalidad del escritor, las leyes psíquicas que rigen el proceso creador y el mundo de la ficción, personajes y mitos literarios, etcétera.Crítica sociológica. Este enfoque de estudio relaciona lo literario con lo sociológico al considerar que la obra refleja múltiples facetas de la estructura social, de los conflictos de clase, de las relaciones familiares, de la moral vigente, de los sistemas de producción, etcétera.Semiótica. Esta disciplina, en general, se dedica al estudio de los signos. Por tanto, las obras literarias, consideradas como sistema de signos estéticos, pueden ser objeto de análisis de la semiótica. Un representante de esta ciencia era Umberto Eco, quien consideraba los fenómenos culturales como sistemas de signos y fenómenos de comunicación.Simbólica y mitocrítica. Esta metodología crítica tiene por objeto el estudio de los símbolos, bien en sí mismos, bien formando parte de un mito, que desarrolla la comprensión de un determinado símbolo (mitocrítica). El término simbólica se refiere al arte de interpretación de los símbolos, al conjunto de relaciones e interpretaciones suscitadas por un determinado símbolo (agua, árbol, fuego). También aborda el estudio de los textos, tratando de descubrir las redes o asociaciones de símbolos recurrentes que configuran el universo imaginario y la estructura profunda de los textos.Hermenéutica. Consiste en un método de interpretación de textos, y también es una teoría filosófica contemporánea. Esta corriente, entendida como un sistema de interpretación de textos, se remonta a la exégesis bíblica y a la explicación de mitos y oráculos de la antigua Grecia.Estética de la recepción. Esta corriente propone, frente a la primacía concedida anteriormente al autor y al texto de una obra, volver la atención sobre el lector. Como acto de comunicación, implica tanto al sujeto-actor como al sujeto-receptor. La teoría de la recepción estudia la influencia de los lectores en la creación de la obra literaria.Deconstrucción. Corriente que rompe con el concepto de estructura, en el que se vincula el significante con el significado. Desde esta perspectiva, otro concepto va a ocupar el centro de la reflexión crítica: el de escritura. Este enfoque también ha sometido a revisión nociones fundamentales como las de mímesis, verdad y ficción, sentido literal y metafórico del lenguaje poético, las relaciones entre habla y escritura, entre lectura y significado, etcétera.Lingüística del texto. Esta disciplina tiene por objeto el estudio del texto, entendido como unidad comunicativa fundamental del lenguaje y como discurso o acto de habla completo. Es en el nivel del texto o del discurso donde los enunciados, a través de una articulación coherente, establecida jerárquicamente, adquieren su plenitud significativa.Pragmática. Se considera esta corriente una rama de la lingüística y de la teoría de la comunicación que trata de los principios reguladores del lenguaje en relación con los factores concretos que determinan la utilización del mismo y que trascienden el estudio meramente gramatical. En lo que tiene que ver con la literatura, esta corriente aplica la teoría de los actos de habla al estudio de la naturaleza de los enunciados literarios.

Por último, diremos que, independientemente de la corriente o método empleado en el estudio de una obra literaria, el crítico debe comportarse siempre con imparcialidad y objetividad, dejando al margen sus opiniones de tipo ideológico y sus preferencias y gustos personales.

2

¿ES INNOVADORA LA LITERATURA ESPAÑOLA?

La literatura española cuenta, entre su amplio tesoro cultural, con obras que pueden considerarse innovadoras en su época. Deben darse, al menos, dos requisitos para determinar que nos encontramos ante un texto novedoso.

El primero, que el autor muestre una actitud innovadora, capaz de aplicar una nueva aproximación formal y temática a la realidad que le rodea. El segundo, que esta intención se traduzca, efectivamente, en la creación de una estructura formal y temática que reproduzca esa nueva forma de ver el mundo que nos rodea. Una vez conseguido lo dicho, la obra se someterá a un proceso de recepción social, a la aceptación por parte del lector de la época en que aquella surgió.

Es el caso, para empezar a ejemplificar lo dicho, del Libro de buen amor. Difícilmente se podría encontrar un autor como Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, con una mayor capacidad de innovación y más atento a los problemas sociales y religiosos de su tiempo, a los que da respuesta con una obra de total originalidad tanto estilística como estructuralmente. Una autobiografía ficticia parece vertebrar esta obra cumbre de las letras hispánicas del siglo XIV. Incluye poemas religiosos, recomendaciones y aventuras amorosas, fábulas, debates burlescos y sátiras, como la pelea de don Carnal y doña Cuaresma, una parodia de las batallas de los relatos épicos. Un rasgo peculiar de esta obra lo constituye también el ambiguo o doble sentido del buen amor, que se puede referir tanto al disfrute de los enamorados como al propósito didáctico sobre el bien obrar y dar ejemplo de buenas costumbres que la obra puede ofrecer.

Algo parecido sucede con la Celestina, de Fernando de Rojas. De hecho, hay quien piensa que esta obra sería la obra cumbre de la literatura española de no existir el Quijote. En ella, su autor –o autores– también muestran innegables cualidades innovadoras, lo que da lugar a una de las más originales estructuras literarias, como es la de la comedia humanística, género ya creado por Francesco Petrarca, cuya obra alcanzó gran difusión en Italia durante los siglos XIV y XV, y que se caracterizaba, entre otros rasgos, por presentar un argumento simple y un desarrollo lento; el deseo de reflejar ambientes y tipos contemporáneos; el interés por los sectores humildes de la sociedad y por lo pintoresco de la vida cotidiana; la variedad del diálogo, a veces enérgico y coloquial, a veces oratorio y culto; el gusto por las frases sentenciosas y, al mismo tiempo, por la obscenidad; la introducción de citas de autores antiguos y alusiones mitológicas e históricas; o los cambios no lógicos de lugar y de tiempo, sin tener en cuenta la verosimilitud.

Igual calificativo podemos aplicar, por lo novedoso, a la novela sentimental, que aparece en el siglo XV y llega hasta el siglo XVII. El modelo queda fijado con Cárcel de amor (1492), de Diego de San Pedro. De carácter autobiográfico, muestra un amor imposible minuciosamente analizado, la idealización de la amada, el vasallaje del enamorado propio del amor cortés y un desenlace trágico. Se trata de relatos breves y argumentos simples sin casi descripciones, con poco desarrollo del orden temporal y, en algunas ocasiones, configuración epistolar, como en el texto citado.

Los libros de caballerías también constituyen un tipo de literatura original, en donde la historia se centra en un héroe que, a lomos de su caballo y, por lo general, acompañado de un escudero, se lanza en busca de aventuras. El caballero andante es un protagonista valiente, refinado y galante que mantiene ciertos rasgos de los héroes épicos y de los protagonistas de la novela cortesana. El amor idealizado hacia su dama resulta fundamental en el relato, ya que por ella es capaz de audaces e increíbles hazañas, como sucede en Amadís de Gaula (1508), Tirant lo Blanch y en el conocido Don Quijote de la Mancha, al que nos referiremos en varias ocasiones a lo largo de estas páginas. Este tipo de novela surgió en la Edad Media, y en ella destacaban el gusto refinado de los caballeros frente a la vulgaridad del pueblo, su capacidad ascética, su valor desmedido, ajeno a cualquier cobardía, su defensa del amor platónico frente al sensual y su marcado idealismo. El protagonista se presenta como ejemplo de virtud, encarna la fidelidad, la defensa de los desvalidos, el amor a la dama y la realización de grandes hazañas, por lo general inverosímiles. El caballero es el primer gran héroe-protagonista de la literatura europea, de ahí su originalidad.

La novela pastoril también da cuenta de la capacidad innovadora de la literatura española de su época. Es esta una novela que exalta la vida en el campo y el amor entre pastores, tópico de la literatura grecolatina reformulado en la Edad Media y en el Renacimiento. En España, son representantes de esta tendencia Jorge de Montemayor, Gaspar Gil Polo y el mismo Miguel de Cervantes. Dentro de nuestra tradición, la idealización del pastor también puede tener influencias evangélicas. Esta novela surge en la Península en el siglo XVII, y toma como modelo Los siete libros de laDiana, del citado Montemayor, obra en la que se concentran elementos de la narrativa bizantina, sentimental y epistolar. Esos relatos se caracterizan por el uso de un lenguaje culto y la combinación de la prosa y el verso. Los personajes son pastores enamorados que conviven con seres sobrenaturales, como ninfas o dioses, ubicados en un espacio natural altamente idealizado. El tema central siempre es el amor, ejemplo de belleza y perfección, autónomo de la propia voluntad, y se desarrolla en una naturaleza idealizada (locus amoenus o ‘lugar idílico’). Obras de este tendencia son: Diana enamorada (1564), de Gil Polo; La Galatea (1585), de Cervantes; y La Arcadia (1598), de Lope de Vega.

Podemos cerrar, por el momento, este catálogo de obras originales de la literatura española con las que ofrece la novela picaresca. Es este un tipo de novela aparecido en España en el siglo XVI de la mano del Lazarillo de Tormes (1554) y que luego continuó con el Guzmán de Alfarache (1599), de Mateo Alemán; con Historia de la vida del Buscón, llamado Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños (1604), de Francisco de Quevedo; y La pícara Justina (1605), de Francisco López de Úbeda. Se caracteriza por ser una narración en primera persona o ficción autobiográfica de un individuo pobre, el pícaro, que cuenta sus desventuras y sus aprendizajes a través de varios episodios, pues cada amo constituye una situación distinta. Este desarrollo intenta justificar el deshonor del protagonista, que suele relatar su pasado para explicar el presente, mediante lo cual, con gracia, sarcasmo y locuacidad, se critica la sociedad del momento. El pícaro recorre diversos grupos sociales para demostrar la escasez de valores y la falsedad de los ideales de la época.

3

¿QUÉ QUERÍA CRITICAR CERVANTES CON ELQUIJOTE?

Cervantes quiso acabar con las novelas de caballerías, tan del gusto del público de su tiempo. Estos libros narraban historias ambientadas en la época medieval. En ellas, el protagonista era un caballero que, por el amor a una dama, se veía empujado a aventuras y hazañas extraordinarias. Los libros de caballerías contaron con un público adepto y enfervorizado, entre el que se encontraban personalidades como santa Teresa, san Ignacio de Loyola, algunos conquistadores de América y el propio emperador Carlos V.

Tirant lo Blanch, del valenciano Joanot Martorell, y Amadís de Gaula, de Garci Rodríguez de Montalvo, son dos buenas muestras de gran calidad de este género. En la última se narra el amor perfecto entre Amadís y Oriana, hija del rey de Bretaña. Ambos amantes conviven a lo largo de la trama con magos y gigantes. El auge de esta literatura está relacionado con los ideales de aventura y de expansión que vivió España a lo largo del siglo XVI.

Existía por aquella época un anónimo Entremés de los romances, en el que un ignorante labrador pierde la razón leyendo el Romancero e imita las hazañas de sus heroicos personajes. Parece ser que Cervantes lo leyó y de ahí concibió la idea de escribir una novela corta, tal vez semejante a una de sus Novelas ejemplares, y en donde su protagonista, un hidalgo de pueblo, enloqueciera leyendo libros de caballerías. Así, tan insignificante pieza teatral dio origen a los cinco o seis primeros capítulos de la novela. Pero pronto el autor debió de darse cuenta de las posibilidades que ofrecía el proyecto inicial y decidió continuar la historia. De hecho, esos primeros capítulos constituirían la primera salida de don Quijote. Lo que sí parece claro es que a Cervantes le espantaban los libros de caballerías y su intención era ridiculizarlos. Y así lo afirma en el prólogo: «No ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historia de los libros de caballerías».

Basa esta afirmación en tres razones: morales (enseñaban obscenidades), lógicas (sólo describían absurdos) y estilísticas (estaban pésimamente escritos). Apasionaban de tal modo a las gentes que las distraían de sus quehaceres y les perturbaban la razón. Cuando Cervantes se decidió a escribir esta obra, el género estaba en vías de extinción, pero él consiguió con su parodia que ya no se escribieran más novelas de ese género, aunque no por eso dejaron de leerse. Y el Quijote, durante los siglos XVII y XVIII, fue leído como libro casi exclusivamente cómico. No en vano el humor tiene asignada una función estructural básica dentro de la obra desde el mismo momento en que esta se plantea como una parodia. Y ese objetivo se consigue a través del narrador, quien utiliza diversos procedimientos, como la introducción de elementos ridículos por sí mismos en las situaciones o en el comportamiento de los personajes; los comentarios de dicho narrador con la intención de ridiculizar lo que viene relatando o describiendo; o la actuación lingüística de algún personaje.

Don Quijote en un grabado de Gustave Doré (1832-1883). El hidalgo manchego pierde la razón debido a su afición a la lectura de libros de caballerías. En este sentido, el Quijote es la historia de un loco.

No obstante, esa finalidad paródica, modesta en definitiva, quedó pronto superada por la trascendencia de la obra. Porque el Quijote es más que una simple crítica a este tipo de publicaciones de la época. Muchísimo más que una sátira del género caballeresco. Si sólo fuera por esto, apenas nos interesaría. A partir del Romanticismo y hasta hoy los lectores de la novela han apreciado en el protagonista valores como su ansia de libertad, su valor, su fe en la justicia y su amor absoluto hacia Dulcinea, entre otros.

Por otra parte, además de ser una novela de humor, como decimos, el Quijote es también un libro de crítica y teoría literaria, y los personajes hablan de literatura. Es lo que se denomina intertextualidad, es decir, la relación que un texto literario establece con otros textos anteriores. La obra llega incluso a crear una nueva y original dimensión intertextual, o autotextual, cuando el mismo don Quijote en el comienzo de la segunda parte pregunta sobre la primera parte: «Y dime, Sancho amigo: ¿qué es lo que dicen de mí por ese lugar?».

Asimismo, el Quijote mantiene relaciones no sólo con los libros de caballerías, sino también con otros géneros contemporáneos suyos, como la novela pastoril y la picaresca, y también con géneros y formas de la cultura occidental, desde los clásicos griegos y latinos.

Por otra parte, el Quijote presenta una panorámica de la vida española de su tiempo y se constituye en un amplio retrato social. Por sus páginas desfilan nobles, hidalgos, escuderos, labradores ricos y míseros labriegos. El mismo Alonso Quijano representa uno de esos hidalgos manchegos que desean ascender socialmente. Sancho Panza, por su parte, encaja también a la perfección con la imagen del labriego pobre que ansía prosperar y en el que se mezclan la agudeza y la estupidez, el ingenio y la ignorancia.

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¿HAY LITERATURA DE FÁBULA EN NUESTRAS LETRAS?

Hemos de empezar diciendo que el término fábula tiene diversas acepciones. Palabra de origen latino, designaba en esa lengua diversos tipos de creación literaria, como cuentos, mitos, obras teatrales y, sobre todo, relatos con moraleja protagonizados por animales, a los que se dota de comportamientos humanos. Es este último significado el que nos interesa en un primer momento. Se considera al escritor griego Esopo, nacido alrededor del año 600 a. C. y muerto en 564 a. C., el creador del género. De hecho, a él se atribuyen las fábulas griegas más conocidas. Muchas de estas fábulas fueron conocidas en la Edad Media, como el lobo y el cordero, la zorra y las uvas, etcétera.

Dicho esto estamos en condiciones de afirmar que, efectivamente, la fábula de animales aparece en varias de las obras más importantes de la literatura española. No en vano esta tradición iniciada por el referido autor griego la vemos recogida en varias obras y autores a lo largo del tiempo. Si tomamos como ejemplo la famosa fábula del cuervo y el zorro, podemos verla reproducida en varios momentos de nuestra historia literaria.

Así, ya podemos disfrutar de esta historia en el Libro de buen amor, de Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, con el título de «Enxiemplo de la raposa e del cuervo». En ese mismo siglo XIV encontramos de nuevo este motivo argumental en el «Ejemplo V: De lo que aconteció a una zorra con un cuervo que tenía un pedazo de queso en el pico», incluido en El conde Lucanor. Este género adquirió renovado auge en el siglo XVIII, siglo de la Ilustración, muy volcado a incluir el didactismo y las enseñanzas en sus obras, con autores como Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego. Fue este último quien volvió a retomar el mismo argumento en su conocida composición de El cuervo y el zorro.

Ilustración de Milo Winter, de 1919, en la que recrea la fábula La cigarra y la hormiga, de la que Félix María de Samaniego escribiría su propia versión. En estas composiciones, los animales adoptan comportamientos humanos y se convierten en los verdaderos protagonistas de la historia.

Un segundo significado de fábula es el que se asocia al mito, de donde surge la denominación de fábula mitológica, aplicada a una serie de poemas aparecidos en la literatura española que recrean temas y episodios de la mitología clásica o elaboran, según un modelo similar, nuevos asuntos. Entre las más famosas, en la época del Barroco, nos encontramos con la conocida Fábula de Polifemo y Galatea, que desarrolla el mito clásico del cíclope Polifemo enamorado de la ninfa Galatea.

Por último, y ya en la etapa contemporánea, citamos la Fábula de Equis y Zeda, del poeta Gerardo Diego, perteneciente a la generación del 27. En ella utiliza la técnica vanguardista del creacionismo, recogiendo tópicos y rasgos lingüísticos de las fábulas mitológicas.

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¿QUÉ TRAJO DE ITALIA LA LITERATURA RENACENTISTA?

El Renacimiento literario español se nutre de varias aportaciones, entre las que destacan las nuevas formas llegadas de la literatura italiana. Otras influencias son las que vienen de la literatura popular (romances, villancicos, refranes, cuentos folclóricos), de los clásicos (Virgilio, Horacio o Séneca, por ejemplo) o de la Biblia.

Placa con un fragmento de la carta de Juan Boscán a la duquesa de Alba (jardines de Generalife, en la Alhambra, Granada), en donde el poeta catalán da cuenta de su encuentro con el embajador y poeta veneciano Andrea Navagero, quien le había propuesto hacer versos al modo italiano.

Este movimiento literario procedente de Italia y que se desarrolló intensamente en España durante los siglos XVI y XVII se denomina petrarquismo. Surgió en el siglo XV y se extendió a otros países de Europa, como Francia, Inglaterra y España. Dicha corriente se concreta inicialmente en el plano de la retórica y de la métrica mediante la imitación de las formas poéticas utilizadas por Petrarca en su Canzoniere. Por esas mismas fechas del siglo XV tres poetas españoles se hacen eco de esta obra: Juan de Mena, que lo cita expresamente al referirse a su amada; el marqués de Santillana, a través de sus sonetos fechos al itálico modo; y Ausiàs March que, a su vez, influirá en Juan Boscán y Garcilaso de la Vega.

Un momento preciso de la introducción de las formas italianas en la poesía española del Renacimiento tuvo lugar en 1526. Ese año se produjo el encuentro del poeta Juan Boscán con Andrea Navagero, embajador de Venecia, con motivo de la entrada triunfal de Carlos I en Granada. El diplomático italiano, amante de los clásicos y hombre de gran sensibilidad, propuso al poeta catalán introducir en España las formas italianas que estaban triunfando en la poesía de su país. Más tarde ese mismo entusiasmo lo trasladó Boscán a Garcilaso, quien integró a la perfección estas nuevas formas de la lírica.

El mayor influjo del petrarquismo se produce en la renovación métrica. Así, entre los nuevos versos se encuentran el endecasílabo y el heptasílabo, de once y siete sílabas, respectivamente, y surgieron combinaciones estróficas que fueron el cauce expresivo para varios siglos de poesía: el soneto –formado por dos cuartetos y dos tercetos–, la estancia –estrofa formada por endecasílabos y heptasílabos– o la canción italiana, los tercetos encadenados y las octavas reales, que son estrofas de ocho versos de arte mayor con rima ABABABCC. El pesado verso de arte mayor, utilizado hasta ese momento, quedó relegado. De los modelos venidos de allí provienen el sentimiento de la naturaleza, que sirve de marco para la poesía amorosa, la expresión delicada e íntima de los afectos y el gusto por los temas mitológicos, puestos en relación con lo que siente el autor. Por último, se introducen nuevos géneros de raigambre clásica, como la epístola –poema en forma de carta–, la égloga –poema extenso con temas de la naturaleza y ambiente pastoril–, la elegía –poema en el que se llora la muerte de un ser querido– y la oda –poema que trata un tema serio y elevado–, que, igualmente, sirven de continente para lo que se quiere expresar.

También se aprecia la influencia petrarquista en la lengua poética tanto en el uso de recursos literarios como en la selección del léxico. Una muestra de esa utilización de recursos y motivos poéticos es la correlación vinculada al tema de los daños del amor, expresado en metáforas referidas a la herida (flecha, venablo) o el incendio (fuego, llama, chispa).

Esta influencia italiana en nuestra literatura renacentista tendrá su continuación en autores de la segunda mitad del siglo XVI, como fray Luis de León. Este escritor es un poeta moral, anhelante de una armonía universal, tal y como expresa en su producción poética, y hace uso de otra estrofa nueva, la lira, empleada por primera vez por Garcilaso en la Oda a la flor de Gnido. Con esta estructura métrica crea una poesía más prieta, con menos adorno léxico y más intensa, intentando así recrear la expresividad horaciana.

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¿QUÉ HIZO LOPE DE VEGA PARA REVOLUCIONAR EL TEATRO DE SU ÉPOCA?

Después del teatro religioso medieval, del que se conserva el Auto de los Reyes Magos (s. XII), y de los inicios de la segunda mitad del siglo XV con Lucas Fernández y las églogas de Juan del Encina, el Renacimiento aportó una escasa producción dramática. Poco a poco empezó a surgir una demanda de teatro profano frente al teatro religioso, y la corriente dominante que triunfaba en la época era la de un teatro sujeto a las reglas de las tres unidades: acción única, un solo lugar o lugares poco distantes y un tiempo reducido a unas pocas horas, a un día como máximo.

Cartel de la película El perro delhortelano, basada en la obra del mismo nombre de Lope de Vega. Magnífica adaptación de la directora de cine Pilar Miró, que alcanzó siete Goyas de las doce nominaciones que obtuvo.

En la primera mitad del siglo XVI destacaron Bartolomé Torres Naharro y Gil Vicente, aún muy dependientes de dicha preceptiva clásica; en la segunda mitad, Lope de Rueda y sus Pasos, dentro del teatro popular. También destacaron Juan de la Cueva, con sus dramas de asunto épico nacional, y Cervantes. En este panorama, Lope de Vega inició una revolución en el mundo del teatro, que consistió en armonizar con habilidad los aciertos e innovaciones del teatro anterior –como eran la mezcla de elementos cultos y populares o la combinación de elementos líricos y cómicos con dramáticos– con unas formas más libres que se apartaban de las normas clasicistas. De esta forma creó un género nuevo: la comedia española.

En 1609 el Fénix de los Ingenios, sobrenombre por el que conocemos a este autor por su capacidad de creación literaria, presentó públicamente su método para hacer teatro de éxito. Lo llamó Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo. Este método consistía, básicamente, en incumplir los principios del teatro clásico con el fin de ganarse el favor del público.

Veamos los rasgos de esa fórmula que le dio el éxito en los escenarios españoles de su época:

Dividió la trama en tres actos y dejó en lugar secundario los aspectos visuales de la representación, dotando de importancia al propio texto.Rompió también con las tres unidades clásicas: lugar, tiempo y acción.Alargó el tiempo de la obra e hizo aparecer un mínimo de dos acciones paralelas a la principal. Asimismo, la acción podía desarrollarse en espacios muy distantes, no en un único lugar.A imagen y semejanza de la vida misma, mezcló tragedia y comedia.Introdujo canciones y bailes populares, y el diálogo lo escribió en verso. Además, las distintas medidas métricas y estrofas se ponían al servicio de lo que expresaban los personajes.

Lope de Vega también introdujo un tipo de personajes, inspirados en los de la Comedia dell’Arte italiana. Destacamos los siguientes:

El galán, joven, atractivo, idealista. Encarna la fuerza del amor.La dama, joven, hermosa, consciente de su honra, que hará todas las estratagemas necesarias por conservarla.El padre, hermano, esposo, quien encarna la honra, y a él le corresponde defenderla.El poderoso es el noble que abusa de su poder engañando a una dama. Como actúa de modo injusto, rompiendo la armonía social, es castigado por el rey o incluso por el pueblo.El rey es la encarnación de la justicia, que premia y castiga y restaura la honra.El gracioso (v. preg. 56) o figura del donaire es el criado del galán y desarrolla los aspectos cómicos de la obra: es glotón y nunca come, es vago y siempre va corriendo. En general, representa la visión realista de la vida.

Otra de las claves de su éxito fue el hecho de crear un teatro cercano y familiar en sus asuntos y contenidos extraídos de las crónicas, del romancero o de la tradición popular. Proporcionó agilidad al movimiento escénico creando historias dotadas deamenidad, interés, gracia, picardía benévola y actitud apasionada; en resumen, teatralidad. Concibió la pieza teatral como un espectáculo total, con una puesta en escena en la que primaron la peripecia argumental, los bailes, las canciones y las evoluciones del gracioso, un personaje clave. Por último, otro de sus aciertos fue el de convertir el tema del honor y de la honra en uno de los principales motores de su teatro (v. preg. 62).

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¿CUÁL ERA LA PRINCIPAL POLÉMICA LITERARIA DEL SIGLO XVIII?

El teatro sigue siendo un género literario de gran importancia social en el siglo XVIII, al igual que sucedía en el siglo anterior. Con un poderoso influjo, se convirtió en una verdadera escuela pública desde la que difundir las ideas reformistas y pedagógicas. En las primeras décadas del siglo pervivían las comedias barrocas.

El panorama teatral del siglo XVIII en España se caracteriza por las frecuentes polémicas entre los defensores del teatro posbarroco –continuador de la tradición de la comedia nacional del siglo anterior y de corte marcadamente popular– y los ilustrados, que propugnaban un teatro ajustado a las normas clásicas y de intención educativa. En la primera mitad del siglo XVIII continuó la producción de obras barrocas, herederas de los dramas de Lope y Pedro Calderón de la Barca. La necesidad de renovación artística era sentida más por las elites ilustradas que por el público, que seguía prestando su favor a las comedias de estirpe barroca. Todavía a la altura de 1770 el autor más representado era Calderón de la Barca.

En relación con la época, y para entender el contexto en el que se producían estas discusiones entre los partidarios de una y otra tendencias teatrales, hemos de decir que el siglo XVIII en España no fue una época homogénea, por lo que es difícil establecer los límites cronológicos de las corrientes ideológicas y estéticas. Podemos distinguir, primero, un período de transición (1680-1725), en el que se mantuvo el gusto por la literatura barroca. Posteriormente, una etapa de clasicismo (1726-1780). El clasicismo es el ideal estético de la Ilustración, que remite a los principios de orden, proporcionalidad y claridad del arte clásico. La literatura siguió el precepto horaciano del «instruir deleitando». Por último, una etapa de prerromanticismo en los últimos años del siglo, en que la libertad expresiva y la sentimentalidad pasaron a primer plano.

Escena de La comedianueva o El café, de Leandro Fernández de Moratín. La obra entraba de lleno en la polémica que en torno al teatro se produjo en el siglo XVIII. Los ilustrados, como este autor, desearon hacer del género teatral una tribuna para difundir su ideología reformista, pero tropezaron con la resistencia del público, que llenaba los locales para aplaudir las obras del siglo XVII.

El teatro neoclásico nació hacia la mitad del siglo. Vinculado a las ideas ilustradas, este teatro estaba dirigido a la clase media y tenía una finalidad claramente didáctica. El pensamiento de la Ilustración fue impregnando poco a poco el género teatral, concebido como un medio para educar al pueblo. Entre sus características se encontraban las siguientes:

La total separación de géneros para evitar confusión.La finalidad didáctica, es decir, la utilización de temas útiles para la sociedad con la intención de enseñar.La aparición de historias verosímiles, parecidas a la realidad.La estructuración de la obra en tres actos.El sometimiento a la regla de las tres unidades aristotélicas: unidad de acción (una historia única), unidad de lugar (en un solo lugar) y unidad de tiempo (en un período máximo de veinticuatro horas). Según los preceptistas de la época, el respeto a estas reglas permitiría, por una parte, la intensificación de la emoción y, por otra, una clarificación de las psicologías de los personajes y de las peripecias del argumento.

Los géneros más representados en este tipo de teatro eran la tragedia y el drama. La tragedia neoclásica fue considerada la forma más adecuada al servicio de la pretensión didáctica y moralizadora del teatro antes referida. No obstante, y a pesar de que era apoyada desde el poder, no se crearon grandes obras de este género. Entre los autores más significativos se encuentran Nicolás Fernández de Moratín, con La petimetra, una sátira de costumbres que se une con elementos sentimentales que contribuyen al desenlace; Vicente García de la Huerta, creador de Raquel, una de las tragedias más interesantes de la época, que cuenta los amores de una judía en la corte del rey Alfonso VIII en Toledo; o el más conocido de todos ellos, Leandro Fernández de Moratín, hijo del primero, cuya obra más importante es El sí de las niñas, en la que se censura la educación de las mujeres de la época y el abuso de autoridad de los padres, al que aquellas se veían sometidas. Por último citaremos a Ramón de la Cruz, creador de los sainetes, que eran pequeñas obras que se representaban en los entreactos de las obras teatrales largas.

En este escenario literario, brevemente descrito, fue en el que se desarrollaron las polémicas teatrales, que eran constantes en España durante el siglo XVIII. Por un lado, los partidarios del teatro barroco postulaban la absoluta libertad creadora del dramaturgo (lances diversos, predominio de la acción, presencia de elementos fantásticos); por otro, los clasicistas, que predicaban la sumisión a las tres unidades, el decoro, la verosimilitud, la enseñanza moral y, en suma, el veto a la fantasía.

Uno de los defensores de la estética barroca fue el mencionado García de la Huerta, y de la estética neoclásica, los también citados Fernández de Moratín y su hijo Leandro. Al igual que sucedía en el territorio de la poesía, se produjeron una serie de luchas teóricas en contra del teatro barroco y a favor de un nuevo estilo.

En resumen, la polémica suscitada en torno al teatro del siglo XVIII se produjo entre los partidarios de dos concepciones diferentes del género. Por un lado, como ya se ha dicho, y siguiendo a Ignacio Luzán –quien en 1737 publicó un tratado sobre poética literaria, titulado La poética o reglas de la poesía en general y de sus principales especies–, estaban quienes defendían la estética neoclásica, la verosimilitud, la finalidad docente y didáctica del teatro, y la prohibición de lo fantástico. Esta concepción neoclásica sugería la existencia de dos características principales: la prohibición de mezclar lo trágico con lo cómico y la aplicación de la teoría horaciana del decoro. Por su parte, los partidarios del Barroco estaban a favor de la defensa de la libertad absoluta del creador, pudiéndose dar, por tanto, cualquier tipo de situación. Para ellos lo esencial era la acción. De lo que se trataba era de divertir y entretener, de acuerdo con los gustos del público. Una obra que ejemplifica esta polémica es La comedia nueva o El café (1792), del referido Leandro Fernández de Moratín, comedia satírica en dos actos y que promovía la dramaturgia defendida por los ilustrados.

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¿CUÁNDO BRILLA CON MÁS FUERZA EL GÉNERO DE LA POESÍA?

A nuestro entender, y sin menospreciar obras y autores de otras épocas, varios son los momentos de la historia de nuestra literatura en que el género lírico destaca de manera especial: los Siglos de Oro, que comprenden las centurias XVI y XVII; el Romanticismo y posromanticismo del siglo XIX; y la generación del 27, en el siglo XX. A continuación haremos una breve descripción de dichos momentos de la poesía española, que sirven de muestra y ejemplo de la gran riqueza lírica de nuestra literatura.

La primera parte del siglo XVI, en que gobierna Carlos I, la poesía italianizante, venida de Italia, influye enormemente en la poesía de Garcilaso de la Vega (1501-1536), nuestro poeta renacentista por excelencia, que encarna en su persona las principales cualidades del cortesano renacentista: hombre de letras y armas, exquisito poeta, hombre refinado y de una intensa vida amorosa.

Garcilaso nos ha dejado una obra poética corta, pero de gran calidad: algunas canciones en metros tradicionales, una epístola, dos elegías, tres églogas, cinco canciones y treinta y ocho sonetos. En su producción poética se distinguen dos etapas: una primera hasta 1532, antes de entrar en contacto directo con la literatura italiana, cuando sus poemas están influenciados aún por la poesía castellana del siglo XV; y una segunda, a partir de 1532, durante la cual Garcilaso se relaciona en Nápoles con poetas y humanistas italianos, y asimila el espíritu y el arte renacentista. En esta época escribe lo mejor de su producción (las églogas, las elegías y la mayor parte de los sonetos).

La segunda mitad del siglo XVII, época en la que gobierna Felipe II, viene marcada por otros dos poetas, cultivadores de la poesía religiosa: san Juan de la Cruz y fray Luis de León. España se cierra a la influencia europea y se convierte, a partir de la Contrarreforma, en paladín del catolicismo, lo que explica la fuerte religiosidad de la época, facilitadora de la existencia de una poesía de tipo religiosa como es la que encarnan los dos poetas citados.

Fray Luis de León (1527-1591) es el poeta del siglo XVI que mejor ha sabido sintetizar y armonizar la influencia del mundo clásico y de la literatura italiana con la tradición bíblica. Fue un traductor admirable de los clásicos, como Homero y Virgilio, y asimiló perfectamente la filosofía platónica. Emplea magistralmente los metros y estrofas italianos (el endecasílabo, la lira) y es un perfecto conocedor de la Biblia, que utiliza muchas veces como fuente de inspiración en su obra.

San Juan de la Cruz (1542-1591) representa, junto con santa Teresa de Jesús, la cima de nuestra literatura mística. Nuestros místicos concilian perfectamente la vida contemplativa con la vida activa. Aspiran a la unión total del alma con Dios. Para llegar a este último goce, se establecen tres vías: la vía purgativa, la vía iluminativa y la vía unitiva.

El siglo XVII, conocido también como el Barroco, aportó a la literatura española dos de los poetas más geniales: Francisco de Quevedo y Luis de Góngora. Enemigos declarados, fueron creadores de las dos corrientes estilísticas de la poesía de la época: el conceptismo y el culteranismo, respectivamente.

El conceptismo incide, sobre todo, en el plano del pensamiento, es decir, del fondo de lo que se dice más que de la forma. Para ello, los autores conceptistas se valieron de recursos retóricos, tales como la paradoja, la paronomasia o la elipsis. También emplearon con frecuencia la dilogía, recurso que consiste en utilizar un significante con dos significados distintos. Un claro ejemplo de los efectos que produce el conceptismo es el famoso soneto de Quevedo A un hombre de gran nariz («Érase un hombre a una nariz pegado…»).

El culteranismo se preocupa, principalmente, por la forma, esto es, por la expresión. Sus rasgos más importantes son la latinización del lenguaje y el abundante empleo de metáforas e imágenes. La latinización del lenguaje se logra fundamentalmente mediante el uso intensivo del hipérbaton y la inclusión de cultismos y neologismos, como por ejemplo, fulgor, candor, armonía, palestra. La metáfora es la base de la poesía culterana. El encadenamiento de metáforas o series de imágenes tiene el objeto de huir de la realidad cotidiana para instalarnos en el universo artificial e idealizado de la poesía.

Francisco de Quevedo (1580-1645) es uno de los autores más polémicos e interesantes de la literatura española. Su vida azarosa y la riqueza y variedad de su obra así lo demuestran. Profundamente preocupado por los asuntos de su tiempo, delicado y cruel al mismo tiempo, enormemente expresivo en todas las múltiples facetas de su producción y cuya significación en la cultura de su época y en la posterior es extraordinaria, fue un hombre inmerso en el mundo de contraste en que vivió: el Barroco. La variedad temática y estilística de la obra quevedesca en prosa y en verso es asombrosa. La abundantísima obra poética de Quevedo, al no haber sido organizada y editada por el autor en distintos libros, suele agruparse atendiendo a sus temas: poemas filosóficos, morales, religiosos, amorosos, satírico-burlescos y de circunstancias. Sus poemas graves abordan temas típicamente barrocos, como la muerte, la brevedad de la vida o la fugacidad del tiempo. Su poesía amorosa está impregnada del petrarquismo y el neoplatonismo, aunque a veces el ideal amoroso se ve enturbiado por la presencia de la muerte. Los poemas satírico-burlescos son los que más claramente expresan la agudeza y el ingenio de Quevedo. Los objetos de su sátira son muy variados: mujeres, maridos burlados, judíos, médicos, boticarios, abogados, jueces, escritores, las modas, el poder del dinero, etcétera.

Luis de Góngora y Argote (1561-1627) se inició en las tareas poéticas ya en su época de estudiante en Salamanca, al tiempo que llevaba una vida alegre y desahogada. Amante del lujo y del juego, de vuelta a Córdoba, su ciudad natal, su vida siguió siendo un tanto disipada, aunque también continuó con sus aficiones literarias, hábitos que, de una u otra manera, mantuvo a lo largo de los años. En lo poético, Góngora, con el culteranismo, crea un estilo personal y original en el que el equilibrio entre contenido y expresión, como ya ha quedado dicho arriba, se rompe a favor de la expresión, que pasa a primer plano. Se trata de una poesía artificiosa, con una enorme utilización de elementos ornamentales, de carácter culto, fundamentalmente, y una máxima valoración de los valores sensoriales del poema.

La poesía romántica refleja características propias de ese movimiento, como la libertad y la presencia del yo. Se retoma de nuevo la presencia del sentimiento en la poesía, abandonado en la Ilustración, a través de escritores como José de Espronceda, el Duque de Rivas o José Zorrilla. Por otra parte, las innovaciones en la métrica y en el lenguaje son paralelas a las que se producen en el plano del contenido. La poesía romántica tiene antecedentes inmediatos en el prerromanticismo de algunos poetas del siglo anterior, como José Cadalso y Gaspar Melchor de Jovellanos, que ya habían introducido en sus creaciones la naturaleza, los sentimientos más íntimos del poeta y el colorismo descriptivo

No obstante, a mediados del siglo XIX, cuando el Romanticismo español está agonizando y triunfa la literatura realista, surgen dos figuras de gran relevancia que van a representar lo más importante de nuestra poesía decimonónica: Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. Se produce con ellos una paradoja, pues cultivan una poesía diferente de sus coetáneos, inmersos, como decimos, en el Realismo. Mientras que la poesía de este tiempo es observación de la realidad, objetividad, intención docente y moralidad, la de estos dos poetas posrománticos se nutre de la imaginación y el lirismo, de la subjetividad del yo, del esteticismo y del sentimentalismo. Por otra parte, se diferencian de sus antecesores románticos. Mientras que estos usan un lenguaje sonoro y altisonante, componen una poesía narrativa, superficial y con tendencia a la rima consonante, a los metros largos y a las estrofas cultas, Bécquer y Rosalía muestran un lenguaje depurado y profundo, con el que elaboran una poesía intimista mediante versos cortos, de rima sonante y con estrofas populares.

Un grupo de poetas, nacidos entre 1892 y 1905, dan a la literatura española un nuevo momento de esplendor por la extraordinaria calidad de su producción poética. Son conocidos bajo la denominación de generación del 27, dado que en el año 1927, con motivo del tercer centenario de la muerte de Góngora, celebraron una serie de actos en su honor. Entre ellos destacamos a Pedro Salinas (1891-1951), Jorge Guillén (1893-1984), Gerardo Diego (1896-1987), Federico García Lorca (1898-1936), Dámaso Alonso (1898-1990), Vicente Aleixandre (1898-1984), Luis Cernuda (1902-1963) y Rafael Alberti (1902-1999).

Cada uno de estos grandes poetas del 27 constituye una brillante personalidad y logra conformar un estilo propio e individual, si bien una serie de características generales pueden ser aplicables, en mayor o menor medida, a la mayoría de ellos. Desde el primer momento les unía el objetivo común de renovar la poesía, pero respetando la tradición literaria española. Dicho entronque con esa tradición les lleva también a revalorizar la poesía popular. Por el aspecto formal, las imágenes se convierten en un recurso esencial en la poesía de la generación, y en cuanto a la métrica, el repertorio es riquísimo. Utilizan las estrofas tradicionales, tanto cultas como populares (el soneto, el romance, los villancicos), y experimentan con el verso libre, el verso blando y el versículo.

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¿POR QUÉ EL ENSAYO FUE TAN ÚTIL A LOS ILUSTRADOS?

Empezaremos diciendo que el ensayo es un escrito en prosa, generalmente breve, de carácter didáctico e interpretativo, en el que el ensayista aborda, desde un punto de vista personal y subjetivo, temas diversos, con una gran flexibilidad de métodos y clara voluntad de estilo. A Michel de Montaigne, autor francés de la segunda mitad del siglo XVI, se le considera como el verdadero iniciador del género y quien abrió nuevos caminos a la prosa francesa de la época. La principal obra de Montaigne son los Ensayos, formada por un conjunto de piezas breves en las que el autor argumenta a partir de su experiencia directa.

De este modo nació el género del ensayo, que en España fructificó durante el siglo XVIII