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La neurastenia de Satanás es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época. En este caso, el autor vuelve a coquetear con el fantástico de trasfondo católico en la historia de un pobre hombre al que, tras su muerte, sus acreedores deben ir a cobrar al infierno.
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Seitenzahl: 49
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Muñoz Seca
HUMORADA CÓMICO-LÍRICO-BAILABLE en un acto, dividido en seis cuadros
música de los maestros SACO DEL VALLE y FOGLIETTI
Estrenada en el gran teatro la noche del 17 de Diciem bre de 1910
Saga
La neurastenia de Satanás Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1910, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726508178
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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Queda hecho el depósito que marca la ley.
Damas, diablesas, diablos, magnates de la corte de Satanás, danzarinas de Oriente, esclavos, apaches, palafreneros, heraldos, tipos de distintas razas y regiones y cuatro soldados
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Lugar de la acción en el Infierno,—Época actual
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Las indicaciones de derecha é izquierda se refieren á las del actor
Telón corto que representa un pasillo practicables á ambos lados
Renovales y PEREA
Perea ¡Pero, amigo Renovales, si no salgo de mi asombro!... ¡Usted aquí! ¡Y con ese traje! ¡Un maestro de escuela convertido en avia dor!
Ren . ¡Ay, amigo Perea! A tal altura se me han puesto los garbanzos. No sabe usted á lo que obliga la necesidad. En los diez años que llevamos sin vernos me han sucedido cosas terribles, ¡terribles!
Perea ¡Desahogue usted su pecho!
Ren . Usted recordará que fuí destinado como maestro elemental á «Las Cabezas», pueblecito cercano á Sevilla.
Perea Sí, señor.
Ren . Pues en «Las Cabezas» me dió el primer
golpe el infortunio. Allí enviudé dos veces.
Perea ¡Valgame Dios!
Ren . Volví á casarme; y escarmentado por lo mal que le habían sentado «Las Cabezas» á mis otras mujeres, gestioné mi traslado á «Dos Hermanas». ¡Para qué lo conseguí, Perea de mi alma! ¡Allí quedó mi tercera mujer.
Perea ¡Jesús!
Ren . Y no fué eso lo peor; al perder á mi tercera mitad, perdí también á «Dos Hermanas»:
Perea ¡Eh!
Ren . Me dejaron cesante.
Perea ¡Demonio!
Ren . Entonces me vine á Madrid, alquilé un sotabanco y me dediqué á gestionar mi reposición; pero como mi reposición no venía, el perro de mi casero me puso los muebles en la calle, sin tener en cuenta mi situación ni el aguacero que caía en aquel instante.
Perea ¡Horrible! ¡Horrible!
Ren . Mas ¡ah!... Dios aprieta pero no asfixia: leí
este anuncio y lloré de júbilo. (Desdobla un periódico y lee. ) «¡Mil pesetas! al aviador que se atreva á realizar pruebas de altura en el monoplano Olivo, inventado por el ilustre hombre de ciencias don Salustiano Olivo Reventós. Para más detalles, dirigirse al domicilio del inventor, Travesía del Aire, número cuarenta y tres.» Créame usted, amigo Perea; al leer el anuncio, tuve un ensueño; me ví con mil pesetas, corrí á casa del señor Olivo, hablé con él, y aquí me tiene usted perfectamente aviado con este traje de aviador y dispuesto á tomar el Olivo y lanzar el primer aleteo.
Perea ¡Cáspita! Pero ¿usted ha volado alguna vez?
Ren . No, señor.
Perea ¿Y conoce usted el mecanismo del monoplano?
Ren . Tampoco.
Perea ¡Criatura!... ¿Y sabe usted á lo que se expone?
Ren . Hombre... como saberlo... lo sé: sé que puedo caerme con todo el equipo y con el aparato, pero no pasará de ser una caída aparatosa.
Perea ¿Aparatosa?... ¡Mortal de necesidad!
Ren . Y aunque así fuera, amigo Perea; prefiero ser mártir de la ciencia á morir á manos de don Ceferino García, mi casero.
Perea ¡Cómo! ¿Pero su casero es don Ceferino, ese que luchó con Rakú el año pasado? ¡Oh! ¡Entonces comprendido! ¡Es un hombre temible, temible!
Ren