La selva del maltrato. Caminos de ida, senderos de vuelta - Ricardo Ramos - E-Book

La selva del maltrato. Caminos de ida, senderos de vuelta E-Book

Ricardo Ramos

0,0

Beschreibung

La intervención en el Maltrato Infantil resulta tan imperativa como delicada para unos profesionales que, además, se encuentran fuertemente implicados emocionalmente por las dramáticas situaciones que tienen que atender. La necesidad de interrumpir el maltrato y reparar o aliviar sus consecuencias choca con la intromisión que los procedimientos de evaluación y la duración de las medidas a tomar ocasionan en familias poco accesibles y colaboradoras, suscitando el riesgo de una victimización secundaria y no previniendo totalmente, tampoco, la eventualidad de la repetición del maltrato en los contextos habilitados para proteger al menor. "Retirar a un niño puede protegerlo del riesgo inmediato de sufrir daño, pero es traumático para él. Ninguna opción conlleva un riesgo cero de daño". (Eilen Munro). Todo el campo del Maltrato, desde su concepción y detección, hasta su tratamiento y resolución, se encuentra permeado por la polémica entre dos posiciones: • El bienestar superior del menor, que prioriza en cuidado sobre el vínculo y tiende a centrar el fundamento de sus intervenciones en el Modelo del Déficit. • La preservación familiar, que prioriza el vínculo y tiende a buscar su fundamento en el Modelo de los Recursos. En el presente libro el autor, haciéndose eco de esta polémica: • Asume el riesgo de borrar las fronteras disciplinares entre intervención y psicoterapia. • Subraya el protagonismo de actores profesionales diferentes en momentos distintos del proceso. Y de esta forma en La selva del maltrato nos ofrece: • Un recorrido detallado por una variedad de prácticas de intervención psicosociales y terapéuticas. • Conceptos e instrumentos para promover la seguridad del menor en su contexto natural o procurar su retorno al mismo a través de un formato de Terapia de Reunificación Familiar sensible a las incertidumbres de la red profesional cuando la retirada del menor no se hubiera podido evitar.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 914

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Ricardo RAMOS GUTIÉRREZ

La selva del maltrato

Caminos de ida, senderos de vuelta

Fundada en 1920

Comunidad de Andalucía, 59. Bloque 3, 3ºC

28231 Las Rozas - Madrid - ESPAÑA

[email protected] – www.edmorata.es

© Ricardo RAMOS GUTIÉRREZ

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Todas las direcciones de Internet que se dan en este libro son válidas en el momento en que fueron consultadas. Sin embargo, debido a la naturaleza dinámica de la red, algunas direcciones o páginas pueden haber cambiado o no existir. El autor y la editorial sienten los inconvenientes que esto pueda acarrear a los lectores pero, no asumen ninguna responsabilidad por tales cambios.

Los casos y viñetas que se exponen como ejemplos, así como las descripciones de las personas que se incluyen, han sido modificados y mezclados para la mejor comprensión y para garantizar la confidencialidad de los pacientes.

© EDICIONES MORATA, S. L. (2021)

Comunidad de Andalucía, 59. Bloque 3, 3ºC

28231 Las Rozas (Madrid)

[email protected]

Derechos reservados

ISBNebook: 978-84-18381-66-9

Compuesto por: M. C. Casco Simancas

Diseño de la cubierta: Equipo Taramo

Nota de la editorial

En Ediciones Morata estamos comprometidos con la innovación y tenemos el compromiso de ofrecer cada vez mayor número de títulos de nuestro catálogo en formato digital.

Consideramos fundamental ofrecerle un producto de calidad y que su experiencia de lectura sea agradable así como que el proceso de compra sea sencillo.

Por eso le pedimos que sea responsable, somos una editorial independiente que lleva desde 1920 en el sector y busca poder continuar su tarea en un futuro. Para ello dependemos de que gente como usted respete nuestros contenidos y haga un buen uso de los mismos.

Bienvenido a nuestro universo digital, ¡ayúdenos a construirlo juntos!

Si quiere hacernos alguna sugerencia o comentario, estaremos encantados de atenderle en [email protected] o por teléfono en el 91 4480926

La Terapia Familiar (en adelante, TF) tiene ya muchos años de desarrollo y abundante bibliografía, aunque la mayoría de ella proviene del discurso dominante de origen inequívocamente anglosajón. Desde los primeros años de la difusión de la TF Familiar se comprobó la necesidad de adaptarla a los contextos culturales de los diferentes países. La actitud de las familias y de los psicoterapeutas, la “cultura terapéutica”, no es la misma. No es descabellado afirmar que buena parte de los modelos psicoterapéuticos utilizados hoy en día tienen su origen en la necesidad de adaptarse a los sistemas sanitarios de los países del “norte”, especialmente el de los EE.UU., modelos que no tienen necesariamente que encajar en los países del “sur” de Europa o de Iberoamérica. En ese sentido, la colección quiere seguir la línea de la Red Relates (www.redrelates.org), organización que agrupa a escuelas sistémicas latinoamericanas, uno de cuyos objetivos es “avanzar hacia la configuración de un modelo psicoterapéutico propio, coherente con las realidades “sur-europeas” y latinoamericanas, capaz de dialogar fructíferamente con los restantes modelos sistémicos.

Esta colección, abierta a propuestas de los autores latinoamericanos, quiere promover el intercambio entre los terapeutas familiares de lengua española y portuguesa, favoreciendo el desarrollo de una TF iberoamericana con sus propias características y señas de identidad, que respondan a las necesidades y contextos de donde se realiza más que al discurso dominante en el campo.

Los primeros textos de la Colección se ocuparon de temas que no han recibido suficiente atención por parte de la terapia familiar.

En el primero, Alfredo Canevaro, psiquiatra argentino y pionero de la Terapia Familiar iberoamericana, aborda el poco editado tema de la psicoterapia individual sistémica. El libro sintetiza la dilatada experiencia de su autor como psicoterapeuta: primero en Buenos Aires, en los años de mayor efervescencia de la psicoterapia, y después en Italia, donde actualmente reside. Canevaro integra, sobre la base del modelo sistémico, técnicas provenientes de otros modelos, en unas sesiones de gran intensidad relacional, en las que se utiliza a sí mismo de manera magistral.

El segundo título de la colección, del psicólogo clínico, profesor universitario, autor prolífico y director de la Escuela Sistémica Argentina, Marcelo R. Ceberio, toca otro tema que ha despertado poco o ningún interés en el campo de la psicoterapia: el de la atención a la “cuarta edad”, la “terapia de los ancianos del siglo XXI”. El cielo puede esperar. La 4ª edad. Ser anciano en el siglo XXIes un libro completísimo, que toca todos los aspectos de la atención a los ancianos en sus diversas facetas, incluida la psicoterapéutica, algo que se echaba mucho en falta. El profesor Ceberio muestra como la psicoterapia puede practicarse en cualquier momento, sin que la edad se erija en un obstáculo insalvable para su práctica.

El tercero, Familias obligadas, terapeutas forzosos de las profesoras de la Universidad de Coimbra Ana Paula Relvas y Luciana Sotero, fue el primero de la colección en incorporar autoras de lengua portuguesa. Con un rigor académico indudable, pero incorporando también la clínica psicoterapéutica, logran esa unión imbatible de los autores que investigan, y, además, practican la psicoterapia. Y el tema de la obra es apasionante y de gran actualidad: cómo desarrollar la alianza terapéutica incluso en las condiciones más complicadas, con familias obligadas a acudir a terapia, en las que con frecuencia el paciente identificado es un adolescente.

En el cuarto título, Terapia Narrativa con Familias Multiproblemáticas: el cambio que viene, Ricardo Ramos, psiquiatra y miembro destacado del equipo docente de la Escuela de Terapia Familiar del Hospital de Sant Pau en Barcelona, nos habla de cómo abordar ese universo de familias complejas, con problemas diversos, atendidas por numerosos profesionales, a las que se adjudicó el dudoso título de “multiproblemáticas”. Y lo hace con una novedad interesante: aplicando las técnicas de las terapias narrativas. Efectivamente, la atención a estas familias era el dominio de la terapia estructural, siguiendo el modelo de “Families of the slums” de Minuchin, Montalvo y cols. Pero la Terapia Narrativa tiene vocación de universalidad, y se propone para intervenir en todo tipo de problemas, por lo que se echaba de menos su propuesta para este tipo de familias. Sus propuestas, siempre prácticas, guían al lector interesado en experimentar la terapia narrativa con estas familias tan presentes en la literatura y la práctica de la Terapia Familiar.

El número cinco de la colección, a cargo nuevamente del profesor Marcelo R. Ceberio, se dedica a un tema clásico en la Terapia Familiar, pero al que sin embargo se ha dedicado poca bibliografía: El Genograma. Un viaje por las interacciones y juegos familiares. Este útil recurso psicoterapéutico, condensa en tan solo una hoja una rica y cuantiosa información que permite establecer relaciones transgeneracionales y realizar hipótesis que guiarán la intervención posterior. El libro analiza y desarrolla un modelo de genograma para su aplicación individual o grupal, proporcionando las herramientas técnicas necesarias para desarrollarlo.

El sexto es un libro largamente esperado, ya que resume toda una vida profesional. Su principal autor, Juan Luis Linares, es Psiquiatra y Psicólogo, director de la Escuela de Terapia Familiar del Hospital de Sant Pau en Barcelona, pionero de la Terapia Familiar en España, y autor prolífico e indispensable, de referencia en campo de la TF Sistémica. Su actividad profesional se ha desarrollado trabajando siempre en un hospital público con los psicóticos y sus familias, desarrollando una comprensión relacional de la esquizofrenia que en este libro se recoge, explica, y desmenuza, con el acompañamiento de un puñado de magníficos colegas de su escuela, que de forma magistral le ayudan en el esfuerzo de hacer comprensible un fenómeno tan complejo como las bases relacionales del que es, sin duda, el trastorno más grave al que se enfrenta la salud mental. Terapia familiar de la psicosis. Entre la destriangulación y la reconfirmación, sin duda, un libro clave para entender las raíces relacionales de la esquizofrenia, y comprobar la utilidad de la psicoterapia sistémico relacional en su tratamiento.

El séptimo título es un grueso volumen de más de 500 páginas que, coordinado por Raúl Medina, Psicólogo social y director del Instituto Tzapopan de Terapia Familiar (México), Esteban Laso, psicoterapeuta y docente en el mismo instituto, y Eduardo Hernández, profesor de psicología en la universidad de Guadalajara (México), reúne a un numeroso grupo de autores, todos ellos terapeutas familiares vinculados a la Red Europea y Latinoamericana de escuelas sistémicas, Relates. Esta red, nacida con el objetivo de avanzar hacia un modelo propio de TF, coherente con las realidades latinoamericanas y de los países del sur de Europa, agrupa a más de 50 escuelas e institutos de formación en TF sistémica, de 15 países diferentes. Está, así mismo, muy vinculada con esta colección de TF iberoamericana, ya que los autores que la integran forman parte de Relates en su práctica totalidad. En este volumen, titulado El modelo sistémico ante el malestar contemporáneo, el lector encontrará una gran riqueza y variedad de propuestas e ideas para iluminar la práctica de la psicoterapia sistémica en el siglo XXI.

El siguiente título de la colección, el octavo, es un compendio de fascinantes viñetas clínicas extraídas de la práctica psicoterapéutica de su autor, Gianmarco Manfrida, psiquiatra y director del Centro Studi e Applicazione della Psicología Relazionale de Prato (Italia). El título del libro describe muy bien su contenido, La narración psicoterapéutica. Invención, persuasión, y técnicas retóricas en Terapia relacional sistémica, y en el que el profesor Manfrida exhibe una cultura vastísima, mostrando de una manera muy práctica los recursos narrativos a los que puede acceder cualquier psicoterapeuta, no solo los que se identifican con esa corriente de la psicoterapia.

En el noveno título, Psicoterapia on line. Recursos tecnológicos en la clínica psicológica, aparece Gianmarco Manfrida, muy bien escoltado, en esta ocasión, por sus compañeras del Centro Studi, Erika Eisenberg y Valentina Albertini, además de otras interesantes colaboraciones. El libro aborda un tema de rabiosa actualidad, la Psicoterapia on line. Recursos tecnológicos en la clínica psicológica, recogiendo los diferentes recursos tecnológicos que, con mucho acierto, incorporan a la psicoterapia: el chat, los mensajes de texto, o las sesiones on line. Manfrida y sus colegas nos explican los cambios inevitables, el impacto que, sobre la terapia familiar sistémica tienen el desarrollo de internet, de las redes sociales, de sus posibilidades comunicativas tanto para la labor terapéutica como para la atención a emergencias. No dejan por ello de señalar los problemas éticos que pueden plantearse, y cuáles son las herramientas tecnológicas más efectivas, dentro del necesario mantenimiento de la confidencialidad de la relación terapéutica.

En el décimo, encontramos de nuevo a Juan Luis Linares, excelentemente acompañado por dos de sus colegas profesoras de la Escuela del Sant Pau, Teresa Moratalla y Ana Pérez, ambas psicólogas y Terapeutas Familiares con una larga experiencia, y con la colaboración de Javier Bou, psicólogo y director de Dictia Valencia, escuela de formación en Terapia Familiar. El libro, Las parejas interculturales, acoge un tema de indudable actualidad en este siglo XXI, mostrando las ventajas y dificultades de este tipo de parejas apoyándose en un buen número de interesantísimos casos extraídos de la dilatada experiencia de sus autores.

El undécimo aborda también otro tema de rabiosa actualidad, el de la reconstrucción familiar. El libro de Corina Ahlers, psicóloga, profesora del Instituto Familiar de Viena, fundadora del centro “Familieneu” dedicado al trabajo psicoterapéutico con familias reconstituidas, escrito con la colaboración de Roberto Pereira, psiquiatra, director de la Escuela Vasco-Navarra de Terapia Familiar y de esta colección, recoge la larga experiencia de los autores con este tipo de familias, en el caso de Corina no solo como terapeuta sino también en su propia vida. Familias reconstituidas en un mundo global: nuevos vínculos que desafían el mito de los lazos de sangre, describe muy bien a las Familias Reconstruidas, adaptándolas al siglo XXI, mostrando no solo sus principales dificultades sino también, a través de un gran número de viñetas clínicas, la manera de enfrentarse a ellas y ayudar a estas familias en la complejidad de su estructura y funcionamiento.

El duodécimo, se enfrenta con valentía a dos temas de gran actualidad y en ocasiones centro de importantes polémicas: las interferencias parentales en la educación de los hijos tras una separación o divorcio y la violencia filio-parental. El libro, coordinado por Mariela Checa Caruana, psicóloga y directora clínica de la Asociación Filio, creadora y responsable del servicio de Intervención post-ruptura en los Juzgados de Familia de Málaga vocal de Salud de la Sociedad española de VFP —SEVIFIP—, lleva por título De las interferencias parentales a la violencia filio parental. Manual práctico para un abordaje terapéutico. Su coordinadora está muy bien escoltada por grandes especialistas de ambos temas, procedentes tanto del ámbito jurídico como psicológico, con una nutrida presencia de miembros de SEVIFIP. Todos ellos desarrollan tanto un abordaje teórico de ambos problemas familiares, así como de la relación entre ellos, como la mejor forma de abordarlos desde las diversas facetas jurídicas y psicoterapéuticas.

En este que tiene en sus manos, el número 13 titulado La Selva del maltrato, Ricardo Ramos aborda con amplitud el difícil tema del maltrato infantil, en el que la intervención resulta tan imprescindible como delicada para unos profesionales que seguramente se van a sentir implicados emocionalmente en las dramáticas situaciones en las que tienen que intervenir. Esta necesidad de intervenir para reparar o aliviar las consecuencias del maltrato genera a veces una victimización secundaria, de complicado manejo. El libro analiza los distintos tipos de maltrato infantil, propone una variedad de prácticas de intervención psicosociales y terapéuticas, sin perder de vista el riesgo del rescate de los menores por el Sistema de Protección, tanto en acogimiento residencial, en familia extensa o en familia ajena, siempre con el objetivo final de la reunificación familiar.

Finalmente, el decimocuarto es el último libro publicado por un pionero de la Terapia Familiar europea e infatigable autor, Luigi Cancrini. Psiquiatra y psicoterapeuta sistémico-relacional, fundó uno de los centros de formación y psicoterapia familiar más antiguos de Europa —el Centro Studi di Terapia Familiare e Relazionale de Roma— con 14 subsedes más repartidas por toda Italia. Desde su jubilación como profesor de psiquiatría de la Universidad la Sapienza de Roma, escribe y publica más que nunca. Este último libro suyo hasta la fecha lo dedica al tema de la adopción, causa de complicaciones familiares importantes en buena parte de los casos. Titulado El desafío de la adopción, lleva el subtítulo de Crónica de una terapia exitosa, ya que en él relata el caso de dos hermanos joven adoptados (el varón diagnosticado de Transtorno Límite), que siguen una larga y compleja terapia familiar que le sirve para reflexionar sobre este tipo de familias, que “son un gran experimento natural y un desafío particular para los psicoterapeutas”.

Roberto PEREIRA

Septiembre de 2021

PARTE I: LA SELVA DEL MALTRATO: CAMINOS DE IDA

CAPÍTULO 1. Qué es, cuánto es, cómo es

Que es el maltrato

Dos visiones del maltrato

Términos y leyes

El Concepto del maltrato

Algunos conceptos básicos en protección

Los Tipos de maltrato

De los indicadores a los patrones de riesgo

Cuanto es el maltrato

Datos sobre el maltrato

Frecuencia de los distintos tipos de maltrato

Consecuencias del maltrato

Cómo es el maltrato

El maltrato físico

La negligencia

Abuso sexual

Maltrato psicológico

CAPÍTULO 2. ¿Qué se hace?

El modelo general de intervención

Los problemas de la detección

El procedimiento general

La Notificación

La Investigación: el estudio Diagnóstico-Pronóstico

El Plan de Trabajo

La retirada del menor

El proceso de la Retirada

Significado y Consecuencias de la Retirada

El acogimiento familiar

Generalidades y tipos

Familias acogidas y familias que acogen

Los niños acogidos

¿Cómo transcurre el proceso de acogida?

La relación entre la familia de acogida y la familia biológica

Rupturas de la acogida

La finalización de la acogida familiar

El acogimiento residencial

Modelos de acogida residencial

Residencias ¿para quienes?

Residencias ¿hasta cuándo? niños que esperan

Residencias ¿para qué? Intervenciones en medio residencial

El Modelo 3-5-7

La intervención en crisis: El Modelo A ESCAPE

Algunos temas especiales

El contacto con la familia

Ventajas e inconvenientes

Problemas y actitudes

La relación con los hermanos

La importancia de la fratría

La fratría y la acogida

Contactos y relaciones

El maltrato en menores acogidos

Los perfiles del problema

La intervención en el maltrato en acogida

La Retirada del menor acogido

Y al final ¿qué?

Una panorámica

Los Care Leavers

CAPÍTULO 3. Cómo se acaba haciendo

Un plan de… mejora

El camino que lleva a… protección

Quiénes son, en realidad, los usuarios

Qué se encuentran cuando llegan

Cómo se toman las decisiones

Estudios en vivo… con quienes deberían estarlo

CAPÍTULO 4. Qué dicen de lo que se hace

Otro plan de mejora

Qué dicen los usuarios

Una investigación en Irlanda

Con quiénes se habló

Qué fue lo que dijeron

La implicación del usuario

La participación en el proceso

La percepción de las necesidades de la familia

La valoración de la cualidad del servicio

CAPÍTULO 5. Respuestas alternativas

Un caso para empezar

El camino dual

Países diferentes, enfoques distintos

La Respuesta Alternativa o Camino Dual

Valoración y resultados

El Wraparound

¿Qué es el Wraparound?

Los principios del Wraparound

Fases y prácticas del proceso

Fase 1: Compromiso y Preparación del Equipo

Fase 2: Desarrollo del Plan Inicial

Fase 3: Implementación del Plan

Fase 4: Transición

Teoría del cambio del Wraparound

Los personajes del Wraparound

El Compañero de la Familia (Family Partner)

El Defensor del Joven

La implicación del Joven

Servicios de apoyo directo al Wraparound

Investigación sobre resultados

Un ejemplo clínico

La conferencia de grupo familiar

¿Qué es la Conferencia de Grupo Familiar?

Fases y prácticas del proceso

Fase 1: La derivación

Fase 2: La Preparación

Fase 3: La Conferencia

Fase 4: La Implementación y Seguimiento del Plan

Valoración y seguimiento de la FGC

CAPÍTULO 6. ¿Qué se puede ir haciendo?

¿Es posible controlar y colaborar?

Construyendo soluciones en Protección

Principios y elementos de la Terapia Centrada en las Soluciones

Los instrumentos técnicos

¿Y por qué no derivar?

Los signos de seguridad

De la aversión al riesgo a la colaboración con la familia

Principios y elementos prácticos

La evaluación en los signos de seguridad

Ámbitos e instrumentos de evaluación

La implicación de los niños

El Plan de Seguridad

Resultados del modelo

El Apoyo Colaborativo (Collaborative Helping)

¿Qué es el Collaborative Helping?

El mapa de la ayuda colaborativa

Un ejemplo clínico

PARTE II: CLAROS EN LA SELVA: TERAPIAS DEL MALTRATO

CAPÍTULO 7. Intervención y terapia

Una terapia para la polémica

Explotando el equívoco

Otras dos viñetas

Intervención y terapia

Cómo se llega a terapia

CAPÍTULO 8. Terapias familiares del maltrato

Supuestos, posiciones y contextos

Stefano Cirillo y el modelo de los juegos relacionales

El Concepto de maltrato

El proceso terapéutico

El posicionamiento en la red

Wes Crenshaw y la injusticia familiar

El concepto de maltrato

El proceso terapéutico

El posicionamiento en la red

Juan Luis Linares y el amor complejo

El concepto de maltrato

El proceso terapéutico

El posicionamiento en la red

Laurie Mackinnon y el construccionismo feminista

El concepto de maltrato

El proceso terapéutico

El posicionamiento en la red

CAPÍTULO 9. El abuso sexual (1): Abuso entre hermanos

Por qué empezar por aquí

Las conductas sexuales en la infancia

Características del abuso entre hermanos

Definición, frecuencia y duración

El desvelamiento

Causas y consecuencias

Causas: de la Familia disfuncional al adolescente abusador

Consecuencias para la víctima

El desvelamiento y los padres

¿Qué fue de nuestra familia?

No es tiempo de parálisis

Qué toca hacer a los padres

Apuntes sobre el tratamiento

Sobre el papel de la familia

El trabajo con el abusador

CAPÍTULO 10. El abuso sexual (2): Abuso intergeneracional

Terapias misioneras y terapias antropológicas

Marinella Malacrea: el trauma y la reparación

Los presupuestos básicos

La concepción de la terapia

El proceso terapéutico

Necesidades y objetivos

Marcia Sheinberg y el trauma relacional

El trauma relacional

La situación de la familia

Los objetivos del tratamiento

La organización de la terapia

Las terapias narrativas y los efectos del abuso

Los presupuestos básicos

La insuficiencia de las teorías causales

El secreto y el papel del perpetrador

La Teoría de la Restricción

Apuntes sobre la terapia

CAPÍTULO 11. El trabajo contra y con la negación

La terapia y la negación

De la negación y de su alternativa

El enfoque de la resolución

Con quién y para qué

Las fases del modelo

La fase de Preparación e Implicación

La fase de Palabras y Dibujos

Fase de la Red Inicial de Seguridad

La fase de la Familia Similar pero Diferente

El Plan de Seguridad Final

Evaluación y resultados

CAPÍTULO 12. Injusticia, justicias, disculpas y perdón

Por qué nos interesa la justicia

La Justicia Restaurativa

La Justicia Ordinaria y la Justicia Restaurativa

Las prácticas restaurativas

La Mediación Penal

Las Conferencias

Los Círculos

Las Juntas Reparativas Comunitarias

Críticas a la Justicia Restaurativa

El para quién y el para qué de las prácticas restaurativas

Terapia y perdón

Un concepto controvertido

El perdón y sus estadios

Intervenciones terapéuticas

Las disculpas y sus formas

Condiciones para la sesión de disculpas

La carta de disculpa

La sesión de disculpas

La ceremonia del Perdón

PARTE III: SENDEROS DE VUELTA: TERAPIAS DE REUNIFICACIÓN

CAPÍTULO 13. La reunificación familiar

Objetivos y alcance de la reunificación

Los objetivos de la reunificación

El alcance de la reunificación

Estrategias favorecedoras de la reunificación

La acogida pensando en la reunificación

El trabajo por la reunificación desde los centros residenciales

Indicadores de reunificación

Factores dependientes del menor

Factores dependientes de la familia

Factores dependientes de la acogida

El panorama de la vuelta a casa

El fracaso de la reunificación

La magnitud del problema

Buscando explicaciones

El trabajo por la reunificación

El proceso de reunificación tras abuso sexual

Condiciones y límites de la reunificación

Estadios de la reunificación

CAPÍTULO 14. Un caso con lío

Cómo se presenta el caso

Hablemos del caso

Lo que le decimos a la familia

Cómo está el problema

Cómo está la pareja

Cómo está el futuro

El cierre de la sesión

Comentario

CAPÍTULO 15. Un caso con trampa

Cómo se presenta el caso

Razones de un plan temático

Hablemos del caso

Cómo están las cosas

Y ¿cómo está la Pareja?

Cómo se llega a la niña

El cierre de la sesión

La devolución del terapeuta

La respuesta de la familia

Comentario

CAPÍTULO 16. Un caso perdido

Cómo se presenta el caso

La presentación del equipo

Hablemos del caso

Cómo está la situación

Enseñanzas de la vida

De la vida a la pareja

El futuro… si hay futuro

El cierre del caso

Comentario

CAPÍTULO 17. Un caso en sus cartas

Cómo se presenta el caso

La carta de apertura del caso

Cartas del proceso

Coordinación, ahora sí

Si os paráis, igual nos vamos

Si seguimos, pasa esto

Informe de cierre… y algo más

El informe de cierre

Apretando sin estar

Apretando hasta el fina

Comentario

CAPÍTULO 18. Una guía para la Terapia de Reunificación Familiar

El modelo narrativo-temático

Principios básicos

La lógica de la narración

La lógica de la conversación

Instrumentos terapéuticos

El Plan Temático de la Sesión

La posición de Aliado Apreciativo

La Comunicación Escrita

La Convocatoria Condicional

La alimentación de los Foros Conversacionales

Los ejes de la terapia de reunificación

Eje 1: La filosofía de la intervención

Eje 2: Los objetivos de la terapia

La Recuperación de los hijos

La Redefinición de la Relación de Pareja

La nueva Parentalidad

Eje 3: La política de alianzas

Alianza precoz con la Familia

Alianza Preferencial con la Red

Eje 4: La convocatoria

La Convocatoria Condicional

La Convocatoria a los Hijos

La Convocatoria Ampliada

La Convocatoria a la Red

Eje 5: Los temas

La Separación de la Pareja

Los “Motivos” de la Historia

El Ritual de Bienvenida

>La Explicación a los hijos

Eje 6: El Timing

Agilizar el estancamiento Familia-Red

La activación de la Red

La Interrupción como movilización de la Red

Eje 7: El trabajo con la Red

Bibliografía

Qué es el maltrato

DOS VISIONES DEL MALTRATO

Los padres abusadores pueden ser identificados con una precisión del 76% dentro de las primeras 24 horas del nacimiento del niño.

(KEMPE y KEMPE, 1978)

Esta promesa, nunca cumplida, inauguró una concepción del maltrato ligada a la patología personal de los progenitores que desembocaba en la definición de las familias como incurables, peligrosas e intratables. “El mito fundador de la protección de la infancia en Occidente es el de proteger a los niños contra la brutalidad, la bestialidad y la inmadurez de los padres” (Lacharité, 2011, 65).

En paralelo se auspició una intervención centrada en el Rescate del niño, con énfasis en los procedimientos forénsicos, focalizados particularmente en una perspectiva médico-legal que se centraba en protocolos de evaluación del riesgo. La alternativa que se planteaba desde este enfoque era la acogida temporaria o permanente pasando, eso sí, por alto la existencia de maltrato a los niños en instituciones o en familias de acogida.

Y, sin embargo, se sabe que la negligencia es 22 veces más probable que se diagnostique en familias pobres que en familias con recursos (Berg y Kelly, 2000, 31). Y también ocurre que el daño físico en un menor es más frecuente que llegue a ser diagnosticado como abuso en familias pobres y como accidente en familias de mejor posición (Katz y Cols., 1986).

Lo que es considerado como abuso infantil es mucho mejor caracterizado como el producto de una negociación social entre diferentes valores y creencias, diferentes normas sociales, y diferentes conocimientos profesionales, así como perspectivas acerca de los niños, el desarrollo infantil y la paternidad. Lejos de ser una realidad médico-científica es un fenómeno en el que el razonamiento moral y el juicio moral son centrales.

(PARTON y cols., 1997, 67)

O, para decirlo aún más crudamente:

“Los expertos crean o inventan el maltrato, basándose en juicios morales acerca de indicadores de normalidad social y acerca de relaciones paterno-filiales”.

(Martín HERNÁNDEZ, 2009, 56)

El abuso infantil, más que una realidad objetiva y descriptible es un fenómeno construido en la interacción entre, por un lado, los profesionales que están pesadamente influidos por sus creencias y conocimientos, y por el otro lado la familia que está siendo investigada. Esta posición fundamenta la perspectiva de la Preservación Familiar.

Pero en España, entre los años 2007 y 2012 murieron 44 niños víctimas de maltrato, de los que 9 eran menores de 1 año (Molina Facio, 2012).

Estas dos posiciones, la posición de Rescate del niño y la Parentectomía de un lado, basada en el Modelo del Déficit y la posición de la Preservación Familiar, basada en el Modelo de los Recursos permean todo el campo de la concepción, la intervención y la terapia de los casos de maltrato al menor. Entre esas polaridades lo discutimos y nos movemos.

Ambas posiciones se alzan sobre una serie de presupuestos. El Modelo del Rescate se funda en: a) una epistemología individualista, que considera al menor como una identidad independiente de sus padres; b) la distinción entre lo que es el interés del menor y el interés de la familia y el conflicto entre ambos; c) la supremacía del interés del niño por encima del de sus familiares; d) la desvalorización del vínculo a favor de las habilidades parentales.

Los presupuestos del Modelo de la Preservación Familiar serían: a) el menor tiene el derecho a crecer y educarse en su propia familia; b) el valor intrínseco de la familia propia es superior al de cualquier otro recurso institucional o familiar; c) los cuidados no tienen preeminencia sobre el vínculo.

Y entre ambas posiciones se encuadra el dilema de la intervención. Porque: “retirar a un niño puede protegerlo del riesgo inmediato de sufrir un daño, pero es traumático para él. Ninguna opción conlleva un riesgo cero de daño” (Munro, 2010, 19).

El dilema se establece, pues, entre “prolongar la experiencia del menor en un hogar inapropiado, incurriendo en un riesgo… o separarlo prematuramente de un hogar para que entre en dispositivos de protección imperfectos donde se eternice en el limbo de la administración, donde sufra el desarraigo de sus lazos familiares y donde no encuentre una solución alternativa que sea satisfactoria y estable” (Amorós y cols., 2003).

Pero, antes de proseguir, veamos cuales son los conceptos que enmarcan el maltrato y las leyes que lo regulan.

TÉRMINOS Y LEYES

La protección de la infancia por los poderes públicos cobra relevancia en Occidente a finales del siglo XIX y comienzos del XX con la consolidación de la Revolución Industrial. Esta consolidación trajo consigo dos fenómenos; por una parte la migración del medio rural al medio urbano, con el paso de la familia extensa a la familia nuclear y la consiguiente limitación de la posibilidad de colaborar en la crianza de sus menores para familias que vivían en unas condiciones de vida muy duras, en barrios miserables. Y por otro lado, los largos horarios de trabajo de los padres y la escasa escolarización que traían como consecuencia la existencia de niños en la calle, vagabundeando y dedicándose al pillaje, dando lugar al fenómeno de la infancia abandonada y delincuente.

En España aparece el Tribunal Tutelar de Menores, dedicado a corregir estos actos delictivos, retirando a esos niños de las calles e internándolos en instituciones dedicadas a su cuidado. Pero el objetivo de la obra de Protección de Menores no era proteger a la familia, sino prevenir la delincuencia y la marginación, retirando de la calle a los jóvenes infractores. La intervención se centraba en las clases desheredadas, desde la perspectiva de que la pobreza favorece la degeneración moral y física (Martín Hernández, 2009, 61 y sig.).

Tras los cambios políticos y sociales que trajo la democracia, la Ley 21/87 por la que se modifican determinados artículos del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de Adopción sientan las bases para un nuevo modelo de Protección a la Infancia. Aparecen las figuras del Desamparo y Tutela como paso previo a la Adopción, con el fin de encontrarle una familia al menor desamparado y como alternativa al internamiento; y se apunta el derecho del niño a criarse en la mejor familia posible, bien sea la suya, si se produce una recuperación de la parentalidad, bien una familia alternativa, por acogida o por adopción. Y complementariamente se establece la obligación de los poderes públicos de procurarle el entorno que ofrezca al menor las mayores oportunidades. Se produce una desjudicialización del proceso, del que pasa a encargarse el Servicio de Protección de Menores.

Con la Ley de Protección Jurídica del Menor 1/96, en cuyo artículo 2º se establece la primacía del “interés superior” del menor sobre cualquier otro interés legítimo que pueda concurrir, se introduce la preeminencia de las administraciones públicas frente a los padres o tutores, marcando la desconfianza hacia ellos y como contrapartida la confianza (ingenua o interesada) en los poderes públicos (Martín Hernández, 2005, 37).

La ley entiende que el maltrato se produce porque hay maltratadores, focalizando así en la dimensión privada del maltrato y dejando aparte tanto la influencia del contexto y de las condiciones sociales y económicas que lo rodean cuanto los factores organizativos y presupuestarios (sobresaturación de los servicios que atienden solo a los casos más graves o cronificados). El resultado es que el sistema de protección actual vuelca sus recursos en el ámbito del desamparo, para proporcionar modelos convivenciales alternativos a los menores que no pueden seguir viviendo con sus familias, pero que por otra parte, constituyen un sector minoritario de los casos atendidos (Rodrigo y cols., 2008, 120). Nuestro ordenamiento jurídico lleva a entender, a la postre, que proteger al menor es apartarle de los suyos.

El Código Civil, determina los derechos y deberes de los padres a través de la Patria Potestad que establece su obligación de velar por sus hijos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles una formación integral, representarles y administrar sus bienes, recabar el auxilio de la autoridad y corregir razonable y moderadamente a los hijos.

Por su parte la Ley Orgánica 1/96 establece las obligaciones de los poderes públicos que comprenderían: a) la protección de los menores (prevención y reparación de las situaciones de riesgo; ejercicio de la guarda; asunción de la tutela en los casos de desamparo); b) velar porque los progenitores, tutores o guardadores desarrollen adecuadamente sus responsabilidades; c) prestar la atención inmediata que precise cualquier menor; d) contar en la intervención con la colaboración del menor y su familia, y no interferir en su vida escolar, social y laboral (no se hace mención, por cierto, a la interferencia en la vida familiar —Martín Hernández, 2009, 75—). Las entidades públicas competentes en materia de protección están obligadas a verificar la situación denunciada y a tomar las medidas necesarias para resolverlas.

El Estado se erige, pues, en responsable de velar que los padres cumplan con sus obligaciones; pero su actuación habría de ser subsidiaria respecto a ellos en cuanto al cuidado y protección que estos prestan a sus hijos, salvo en casos de grave peligro, en los que si que se podría intervenir con prioridad ante los padres (Martín Hernández, 2005, 52).

Las administraciones públicas competentes tendrían, pues, la obligación de intervenir para: a) salvaguardar los derechos de los menores y protegerlos; b) intentar prevenir la ruptura y/o preservar la unidad familiar; c) si es necesario, sustituir temporalmente a los padres en las funciones parentales; d) proporcionar a los padres los servicios y recursos necesarios de apoyo para que sean capaces de cumplir con sus obligaciones; e) proporcionar a los menores un entorno familiar alternativo, estable y seguro, si no es posible su permanencia y reincorporación a su familia de origen (Rodrigo y cols, 2008, 115).

El mensaje de las leyes es que los niños deben desarrollarse en un espacio familiar, preferentemente el de sus progenitores; pero si esto no es posible deben disponer de otra familia alternativa. Las instituciones acogedoras del pasado deben, pues, cesar en sus funciones de alternativa de crianza para menores desprotegidos y pasar a ser un recurso de acogimiento residencial de carácter temporal en tanto se busca alguna solución familiar permanente para los niños (López y cols., 2010a).

Pero ya se nos han deslizado en el texto algunos conceptos legales con los que los terapeutas no siempre estamos familiarizados. Procedamos a algunas precisiones. Ya nos hemos referido a la Patria Potestad que es el conjunto de deberes, atribuciones y derechos que los progenitores ostentan respecto de los hijos quienes, por ser menores de edad, se encuentran de forma natural bajo la guarda, protección y custodia de sus padres; y que se puede suspender temporalmente o perderse de forma indefinida por sentencia judicial.

Otro concepto es el de Tutela, que es la autoridad que se confiere a una persona o entidad para cuidar de un sujeto que no tiene capacidad civil, bien por minoría de edad, bien por otras causas. Se refiere a los aspectos que previamente detallamos de la Patria Potestad y se ejerce respecto de menores no emancipados que no estén bajo esta (bien por no tener padres o porque estos han sido privados de la misma) y también respecto a incapacitados cuando una sentencia así lo establezca.

Cuando se constate que hay un Desamparo, la entidad pública que tenga encomendada la protección de los menores tiene por ley la tutela del mismo y debe adoptar las medidas de protección necesarias para su guarda. Esta tutela que “asume” la entidad pública se denomina Tutela Automática, cuyo efecto fundamental es la suspensión de la patria potestad o tutela ordinaria.

La Guarda, por su parte, se refiere al deber de velar por el menor, tenerlo en su compañía, alimentarlo, educarlo y procurarle una formación integral. Cuando los padres o tutores, por circunstancias graves, no puedan cuidar al menor podrán solicitar de la entidad pública competente que asuma su guarda durante el tiempo necesario. Hay supuestos determinados que llevan a una Guarda de Hecho, situación en que un menor o incapacitado es tutelado o protegido de hecho por una persona que no ostenta potestad alguna sobre el.

Por Situaciones de Riesgo se entienden las que implican la existencia de un perjuicio para el menor, que no alcanza la gravedad suficiente para justificar su separación del grupo familiar, si bien si que suponen un “riesgo” para su desarrollo personal o social. La administración autonómica y la local están llamadas a colaborar a fin de evitar que se llegue a una situación de desamparo.

Desamparo es la situación que se produce de hecho a causa del incumplimiento o del imposible o inadecuado ejercicio de los deberes de protección establecidos por las leyes para la guarda de los menores, cuando estos queden privados de la necesaria asistencia moral y material.

Y, por último, Acogimiento es la medida de protección de menores mediante la cual la persona o institución designada por la entidad pública asume su guarda, bien porque el menor ha sido previamente desamparado, o bien porque sus padres han solicitado de la entidad pública que asuma su guarda por no poder atenderlo. La entidad pública determinará si la guarda se ha de realizar mediante el acogimiento familiar o residencial.

EL CONCEPTO DE MALTRATO

Llega el momento de acercarnos a que es el Maltrato y a la dificultad de definirlo debido a los diferentes parámetros culturales, profesionales y legales con que se lo enfrenta. López (2006) propone dos caracterizaciones en base a dos modelos, el del Déficit y el del Bienestar.

En base al primero, maltrato sería toda forma de violencia, prejuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación mientras que el niño se encuentra bajo custodia de sus padres, de un tutor o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo. En base al segundo, al Modelo del Bienestar, maltrato sería toda acción, omisión o trato negligente, no accidental que prive al niño de sus derechos y su bienestar, que amenace y/o interfiera su ordenado desarrollo físico, psíquico o social, cuyos autores puedan ser personas, instituciones o la propia sociedad.

Las ventajas del primero son que se trata de un modelo predominante, que señala al maltratador y al daño producido, facilitando así la toma de decisiones legales sobre si los responsables de los menores pueden mantener la tutela o no, y que constituye una guía para los servicios jurídicos. Por otro lado sus inconvenientes son que solo abarca a casos extremos y/o denunciados, que no atiende a los recursos y posibilidades de la familia que maltrata y que podrían ser aprovechados para la superación de esas conductas y que no da cabida a una visión global donde se sopesen las consecuencias de una separación del menor.

Por su parte, las ventajas del Modelo del Bienestar son que toma como referencia el bienestar infantil (no limitándose por tanto a situaciones de maltrato tan extremo), que reconoce que también puede haber maltrato institucional e incluso social y que obliga a hacer intervenciones no solo orientadas a evitar el maltrato, sino a conseguir el buen trato posterior. Su mayor inconveniente es, quizás, la ausencia de parámetros para valorar el bienestar.

Tomemos como definición concreta la propuesta por la DGAIA (Direcció General d’Atención a la Infancia i Adolescencia), organismo encargado de la atención a menores en riesgo en Catalunya, que dice: “El maltrato a niños y adolescentes se produce cuando cualquier persona, institución o la misma sociedad, por acción, omisión o trato negligente no accidental, priva al niño o adolescente de sus derechos y de su bienestar, lo amenaza o interfiere en su desarrollo físico, psíquico o social” (Amadó i altres, 2007).

En esa definición hay implícitos dos aspectos. El primero es, en base a la Teoría de las Necesidades, que se pueden determinar unas necesidades cuya satisfacción sería necesaria para poder afirmar la ausencia de maltrato. El segundo es que se puede determinar un modelo de buen trato con carácter universal y acultural. Pero ambas afirmaciones han sido puestas en discusión (Martín Hernández, 2009).

Como inventario de las Necesidades Infantiles citaremos el planteado por Barudy y Dantagnan (2005) que establece las siguientes:

1. Necesidades fisiológicas básicas: a) existir y permanecer vivo y con buena salud; b) recibir comida en cantidad y calidad suficiente; c) vivir en condiciones adecuadas; d) estar protegido de peligros reales que puedan amenazar su integridad; e) disponer de asistencia médica; f) vivir en un ambiente que permita una actividad física sana.

2. Necesidades afectivas: a) disponer de vínculos afectivos seguros; b) recibir aceptación por parte de quienes lo rodean; c) necesidad de ser importante para los demás, al menos para un adulto.

3. Necesidades cognitivas: a) necesidad de ser estimulados; b) necesidad de poder experimentar; c) necesidad de recibir refuerzos por los esfuerzos y logros realizados.

4. Necesidades sociales: a) necesidad de comunicación; b) necesidad de consideración y reconocimiento; c) necesidad de estructura de reglas y normas sociales y familiares.

5. Necesidad de valores.

Como inventario de las prácticas de Buen Trato recurriremos al cómic publicado por la FAPMI (Federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato Infantil; Fernandez, M. y cols, 2014) que establece las siguientes: a) aceptar incondicionalmente a nuestros hijos; b) proporcionarles cariño y afecto; c) establecer límites razonables; d) respetar su derecho al juego y a hacer relaciones de amistad con sus compañeros; e) respetar y fomentar su autonomía; f) protegerlo de los riesgos reales o imaginarios; g) aceptar su sexualidad y ofrecer una imagen positiva de la misma; h) comunicación y empatía; i) participación; j) dedicarles tiempo y atención.

Ambos inventarios resultan absolutamente deseables y suscribibles. Pero: “Cerca del 100% de las personas que atendemos en un Servicio de Protección de Menores viven en el umbral de la pobreza y carecen de posibilidades de dedicarse sino a los aspectos más básicos. Sin embargo, eso no es óbice para que puedan mantener intacta su capacidad de amar, de preocuparse por sus hijos y de prestarles los cuidados que necesiten” (Martín Hernández, 2009, 32).

Así que hay que transitar de lo deseable a lo posible. En este camino, el citado autor contrapone a la noción de Necesidades la de Cuidados Infantiles, lo que le lleva a plantear que proteger a un menor ya no es cubrir sus necesidades sino “lograr que su familia le proporcione los cuidados básicos” (Martín Hernández. 2009, 30), así como a proponer una definición restrictiva de maltrato en los siguientes términos: “situación objetiva de grave descuido de los cuidados básicos del niño, que pone en serio peligro su seguridad o su salud. Lo relevante son las condiciones del niño, no los aspectos sociales de los padres” (ídem, 2009, 60).

ALGUNOS CONCEPTOS BÁSICOS EN PROTECCIÓN

Una vez acotada la definición de maltrato pasaremos a referirnos a una serie de conceptos ligados al ámbito de protección con los que nos tendremos que familiarizar (Abril y cols, 2007).

Riesgo de Maltrato: circunstancias, elementos o causas que contribuyen, influyen o facilitan que pueda desencadenarse un maltrato infantil, especialmente si no hay factores de protección.

Indicadores de maltrato: hechos, síntomas o conductas que identifican o señalan la presencia de maltrato.

Factores de fragilidad: situaciones, circunstancias o tránsitos que sitúan al niño y su familia en un período de crisis, dificultad o vulnerabilidad y que generalmente pueden ser superados desde un abordaje preventivo y de apoyo.

Factores de riesgo de maltrato: son factores de fragilidad de mayor riesgo de maltrato, es decir, aquellas circunstancias elementos o causas que contribuyen, influencias o facilitan que se pueda desencadenar un maltrato infantil, especialmente si no hay factores de protección.

Factores de Protección: elementos, circunstancias y/o variables que compensan o disminuyen los elementos de factores de riesgo de maltrato, y pueden llegar a garantizar la protección del niño o adolescente.

Establecidos los conceptos se imponen algunas precisiones. La detección de un riesgo implica una posibilidad, no una evidencia de maltrato, a pesar de que su definición legal (“situación que perjudica el desarrollo personal o social del menor”, Ley 1/96) marca el paso de un daño potencial a uno real; no debería, pues, empujar a actuar para librar al menor del riesgo, sino para ayudar a la familia a manejarlo. Cabría por tanto diferenciar entre distintos riesgos en función de la ayuda que la familia puede necesitar.

Para ello nos puede ser útil una clasificación de las familias como la que propone Crittenden (1992), que distingue 5 tipos:

a) Independientes y adecuadas que tienen un nivel de funcionamiento familiar que las hace capaces de cubrir las necesidades de los menores con sus propias habilidades y con la ayuda de amigos, familiares y servicios, y que son competentes a la hora de resolver problemas y crisis.

b) Vulnerables a las crisis que necesitan una ayuda temporal (6-12 meses) para resolver problemas puntuales (como nacimiento de un hijo con alguna minusvalía, divorcio, pérdida de trabajo, muerte de un familiar, crisis evolutivas) funcionando, por lo demás de forma independiente y adecuada.

c) Familias con necesidad de apoyo a medio plazo que son familias multiproblemáticas que necesitan aprendizaje de habilidades concretas o terapia sobre alguno aspectos específicos, después de lo cual pueden funcionar de manera independiente y adecuada, y en las que puede ser necesaria alguna medida de protección.

d) Familias con necesidad de apoyo a largo plazo, que no se puede esperar que funcionen de forma independiente, pero que con apoyos continuados pueden cuidar de los menores. Son madres con retraso mental, depresivas o problemas crónicos de adicción que pueden necesitar medidas temporales de protección.

e) Familias sin posibilidad actual de intervención en las que los servicios de Protección no son suficientes para que cuiden de sus hijos, ni ahora ni en un futuro previsible y de las que los niños han de ser separados con un pronóstico difícil o dudoso de retorno.

Se podrían diferenciar tres niveles de riesgo: a) riesgo bajo: familias que solo necesitan un apoyo adicional proveniente de servicios de carácter comunitario, para hacer frente a eventualidades puntuales; b) riesgo medio: familias que requieren de modo continuado apoyos complementarios y puntualmente apoyos especializados para hacer frente a retos y dificultades provocados principalmente por circunstancias adversas, tanto personales como del entorno; c) riesgo alto: familias que requieren de modo continuado tanto apoyos comunitarios como especializados, para hacer frente a dificultades provocadas por relaciones familiares muy inadecuadas, maltrato a menores y aislamiento social que pueden conducir a situaciones de disolución familiar.

Esto nos permite movernos mejor con familias cuya ecología natural es el estrés psicosocial, en las que la atención que requiere lidiar con estos problemas compite con la que requiere educar a sus hijos; y nos lleva a usar como parámetro de comparación no a las familias normalizadas de clase media, sino a las familias resilientes que viven en los mismos contextos (Rodrigo, 2008, 41). Así que habría que añadir nuevos conceptos en el campo de la Protección.

El primer concepto es el de Competencia, que se puede definir como la capacidad de la persona para generar y coordinar respuestas (afecto, cognición, comunicación y comportamiento) flexibles y adaptativas ante las demandas que provienen de las tareas vitales y generar estrategias para aprovechar las oportunidades que le brindan los contextos de desarrollo (Rodrigo, 2008, 33). El segundo sería el de Resiliencia, que es la capacidad de conseguir una adaptación favorable y un funcionamiento competente por parte del individuo, a pesar de la exposición a situaciones adversas o traumas severos prolongados en el tiempo. Es un proceso dinámico de carácter evolutivo, que puede cambiar con el tiempo, sobre todo cuando una persona enfrenta riesgos muy altos, y que se puede manifestar en unos aspectos, pero no en otros, pudiendo hablarse de resiliencia educativa, emocional o cognitiva (Rodrigo, 2008, 27).

Habría ciertas características que podríamos encontrar en un niño resiliente, que unas serían intrínsecas (como la autoestima, el CI, tener sentido del humor, o tener un temperamento fácil) y otras contextuales (como tener relaciones cálidas con al menos un cuidador, contar con una red de apoyo formal o informal, tener una buena competencia social, participar con motivación e interés en la realización de tareas y plantearse proyectos de futuro).

Pero también podría hablarse de Resiliencia Parental, que sería un proceso dinámico que permite a los padres desarrollar una relación protectora y sensible ante las necesidades de los hijos, a pesar de vivir en un entorno potenciador de comportamientos de maltrato (Rodrigo, 2008, 68). Y podrían enumerarse como características de una Familia Resiliente la cohesión y la coherencia familiar, los sistemas de creencias que puedan dar sentido a la adversidad, las pautas de resolución de problemas, la flexibilidad ante los cambios, la búsqueda de apoyos y la adaptación después del trauma.

LOS TIPOS DE MALTRATO

Aunque los cuatro tipos básicos de maltrato son la Negligencia, el Maltrato Físico, el Psíquico y el Abuso Sexual, incluiremos una lista un poco más completa, así como algunos indicadores que se suelen usar con el propósito de identificarlos (Soriano, 2005).

Abandono o negligencia: se refiere a la omisión de las acciones necesarias para atender las necesidades básicas y la seguridad de un menor, por quienes tienen la responsabilidad de cuidarlo. Como indicadores se proponen: suciedad muy llamativa, hambre habitual, falta de protección contra el frío, necesidades médicas no atendidas (controles médicos, vacunas, heridas, enfermedades), repetidos accidentes domésticos debidos a negligencia, períodos prolongados de tiempo sin supervisión de adultos, falta de atención a las necesidades educativas (absentismo escolar).

Maltrato psicológico: comportamientos de adultos que ponen en peligro el normal desarrollo psicológico, particularmente en los ámbitos del apego, la autoestima y las relaciones interpersonales. También cuando el menor es testigo de violencia doméstica, aunque no les afecte a ellos directamente. Como indicadores se proponen: rechazar, aterrorizar, privar de relaciones sociales, insultar, ridiculizar, ignorar las demandas emocionales y de estimulación, notable frialdad afectiva. Asimismo la inducción en los menores de comportamientos antisociales mediante la realización de actividades inadecuadas en presencia de los niños (emborracharse, o drogarse).

Maltrato físico: acción no accidental que provoca enfermedad o daño físico en el menor o lo coloca en grave riesgo de padecerlo, como consecuencia de alguna negligencia intencionada. Los indicadores son: heridas, magulladuras o moretones, quemaduras, fracturas, torceduras o dislocaciones, cortes, pinchazos, lesiones internas, asfixia o ahogamientos.

Abuso sexual: cualquier comportamiento en el que el menor es utilizado por un adulto u otro menor como medio para obtener estimulación o gratificación sexual. Se incluye el voyeurismo, exhibicionismo, tocamientos y penetración; también la inducción de un menor a la prostitución por parte de un familiar, aunque la relación sexual se mantenga con terceros. Con los siguientes indicadores: conocimientos, intereses o conductas relacionadas con la sexualidad inadecuadas para la edad; dificultades para andar o sentarse y otros indicadores fisiológicos; trastornos psicosomáticos, vergüenza y culpa, ansiedad angustia y depresión, dificultades de concentración…

Maltrato prenatal: conductas realizadas voluntariamente por la madre o persona del entorno familiar, o conductas negligentes que influyen negativamente en el embarazo y repercuten en el feto. Son indicadores: las situaciones y características del estilo de vida que afectan a la madre gestante, especialmente de manera prolongada; las agresiones al feto, el síndrome alcohólico fetal o el de abstinencia en el recién nacido.

Mendicidad: el menor es utilizado habitual o esporádicamente para mendigar, o bien ejerce la mendicidad por iniciativa propia. Un indicador: es que el menor pida limosna, ya sea solo o en compañía de otras personas.

Corrupción: conductas de los adultos que promueven en el niño pautas de conducta antisocial o desviada, particularmente en áreas de la agresividad, la apropiación indebida, la sexualidad y el tráfico o consumo de drogas. Son indicadores: crear dependencia de drogas, implicar al niño en contactos sexuales con otros niños o adultos, utilizar al niño en conductas delictivas.

Explotación laboral: para la obtención de un beneficio económico, se asigna al niño con carácter obligatorio la realización de trabajos que exceden los límites de lo habitual, que deberían ser realizados por adulto y que interfieren de manera clara en las necesidades y actividades escolares del niño. Son indicadores: la participación del niño en actividades laborales y que el niño no pueda participar en las actividades sociales y académicas propias de su edad.

Síndrome de Munchausen por poderes: Los padres, frecuentemente la madre, provocan o inventan síntomas orgánicos o psicológicos en sus hijos que inducen a someterlos a exploraciones, tratamientos e ingresos hospitalarios innecesarios. Tenemos como indicadores: las reiteradas hospitalizaciones y exploraciones médicas que no resultan en diagnósticos precisos, los síntomas persistentes de difícil explicación etiológica, las contradicciones entre los datos clínicos y conductuales. Los síntomas desaparecen cuando el menor no está en contacto con su familia.

Maltrato institucional. En el centro o institución en que el niño se encuentra (escuela, hospital, sistema de administración de justicia, centro de protección de menores) la seguridad física del menor está en peligro, el menor es objeto de discriminación, se le separa innecesaria y prolongadamente de su contexto familiar, se ejerce una autoridad despótica y no se toman en absoluto en consideración sus características y necesidades evolutivas.

DE LOS INDICADORES A LOS PATRONES DE RIESGO

De los variopintos indicadores mencionados en el epígrafe anterior muy pocos son por sí solos suficientes y suficientemente precisos como para evidenciar por su mera presencia la existencia de maltrato, si este no ha sido confirmado fehacientemente. Se ha sostenido que no existen índices conductuales específicos de maltrato infantil, que algunos son compatibles con el maltrato, pero no exclusivo de él. Y si nos referimos a las variables de riesgo psicosocial, a las que se asocian al maltrato infantil, antecediéndolo o acompañándolo, ocurre tres cuartos de los mismo (Martín Hernández, 2009, 22).

Pero si aisladamente esos indicadores no promueven certeza suficiente, tampoco la suma de indicadores o su número total lo hacen. Así que un camino alternativo para ayudar a la evaluación es recurrir a los profesionales que la practican, buscando combinaciones de indicadores que sean significativas.

En las Islas Canarias se realizó un estudio cuyo objetivo era analizar empíricamente qué combinación de indicadores de riesgo psicosocial permitía discriminar entre los tres niveles de riesgo a los que hemos aludido: alto, medio y bajo. Se investigaron para ello 468 familias, de ellas 245 biparentales y 223 monoparentales conocidas por los Servicios Sociales, en las que se había descartado una situación de desamparo.

Intervinieron 45 profesionales que conocían los casos de primera mano (8-11 casos por profesional), que hicieron un juicio global del riesgo en términos de alto, medio o bajo, utilizando a continuación una lista de 42 indicadores de riesgo. Posteriormente se completó con un segundo estudio, en el que se añadieron otros indicadores, con 201 familias biparentales y 180 monoparentales. Realizado un análisis discriminante se identificaron dos perfiles de riesgo en las familias biparentales y otros tantos en las monoparentales.

Familias Biparentales:

a) Perfil de Desventaja Psicosocial: permite distinguir a familias de riesgo alto y medio de las de riesgo bajo. En este perfil se encontraban los siguientes indicadores: Vivienda en malas condiciones de mantenimiento, equipamiento y orden, desconocimiento necesidades emocionales y cognitivas de los hijos, falta de higiene, deficiencia en la organización y economía doméstica, normas excesivamente rígidas e inconsistentes, retraso escolar, carencia de redes sociales de apoyo y relación de pareja conflictiva. En el segundo estudio se añadieron: dependencia de los servicios, historia personal de abandono, ausencia de conciencia del problema y numerosos sucesos vitales negativos.

b) Perfil de maltrato infantil y violencia familiar: permite distinguir las familias de riesgo alto de las otras. Este perfil abarcaba: agresión verbal y física como método disciplinario, abuso de drogas o alcohol en el padre u otro familiar, relación padres-hijos conflictiva, historia de conducta violenta o antisocial en la madre, negligencia parental en los deberes de protección, despreocupación por la salud higiene, educación y ocio de los hijos, trastornos emocionales de los hijos, problemas de conducta escolar. El segundo estudio añadió: impacto alto en el desarrollo de los niños, ausencia de expectativas de los padres sobre el futuro del menor, ninguna motivación para el cambio, grave deterioro de las relaciones familiares, pautas educativas de maltrato y problemas de desajuste del menor.

Entre los casos identificados por los profesionales del estudio como de riesgo alto se encontraban las familias con el perfil de maltrato y violencia, así como algunas del perfil de desventaja psicosocial; entre las de riesgo medio solo se encontraban familias con el perfil de desventaja, y en las de riesgo bajo no se encontraba ninguno de los dos perfiles.

Familias monoparentales:

a) Perfil de negligencia parental y violencia familiar. Abarcaba: negligencia en los deberes de protección, mala alimentación del hijo, relación de pareja y entre hermanos violenta, problemas de conducta en el ámbito social del hijo, trastorno emocional del hijo y carencia de redes de apoyo. También, aunque con menos nitidez, abuso de drogas o alcohol en la madre o en algún familiar. El segundo estudio añadió: dependencia de los servicios sociales, nivel alto de impacto en el desarrollo del menor, discapacidad física y psíquica del cuidador y problemas de toxicomanía.

b) Perfil de malestar y carencia de habilidades del cuidador e inadaptación de los hijos. Abarcaba: retraso y absentismo escolar, malestar psicológico de la madre, problemas de conducta del hijo en la familia y en la escuela, desconocimiento de las necesidades emocionales de los hijos, despreocupación por la salud e higiene de los hijos, historia personal de abandono de la madre y deficiencia de habilidades de organización y economía doméstica. Con menos nitidez aparecen: normas excesivamente rígidas o inconsistentes, historia personal de maltrato de la madre, uso de la agresión verbal o física como método disciplinario, y relación entre hermanos conflictiva. El segundo estudio añadió: ausencia de expectativas de futuro sobre el menor, nula motivación para el cambio, falta de cooperación con los servicios sociales, oposición a la intervención, expectativas ilusorias. Además pautas desconocimiento y despreocupación de las necesidades de los hijos, problemas escolares y de conducta antisocial del menor, falta de apoyo social y conflictos familiares.

Ambos perfiles se encuentran entre las familias de riesgo alto, el segundo en el riesgo medio y en el riesgo bajo no aparece ninguno de los dos. La conclusión es que la evaluación de los profesionales resulta ser sensible a los afectos graduales de la acumulación de factores de riesgo y que tienden más a sobreestimarlo que a subestimarlo, sobre todo en familias monoparentales (Rodrigo y cols, 2008, 42 y sig.).

Complementariamente a esta investigación se realizó otra en Castilla y León, para evaluar los factores protectores que el apoyo psicosocial contrapone al riesgo (Rodrigo y cols., 2008, 48 y sig.). La familia recibe apoyo social de redes sociales formales (profesionales) e informales (familia, amigos, vecinos, voluntariado), pero el apoyo proporcionado por estas segundas no menoscaba los sentimientos de competencia y control sobre sus vidas. Las familias que maltratan suelen ser, por un lado, familias multiasistidas, y por otro familias aisladas de sus redes informales.

Se utilizó una muestra de 614 madres, 315 remitidas por los servicios sociales y 299 asistentes a un programa de educación de padres, a las que se pasó una Escala de Apoyo Personal y Social elaborada en la Universidad de La Laguna (Tenerife) uno de cuyos objetivos es evaluar la percepción de ayuda cuando se tiene un problema con algún hijo o un problema personal.

Los resultados indican que el apoyo formal solicitado por las familias es proporcional al nivel de riesgo en que se encuentran. Las familias sin riesgo, cuando tiene un problema con un hijo acuden a la pareja, a la abuela o a la escuela, mientras que las familias con riesgo acuden al vecino, al amigo, a los servicios sociales o incluso a los servicios de protección. Consecuentemente, las familias en riesgo serían especialmente vulnerables a los entornos sin recursos.

Cuánto es el maltrato

DATOS SOBRE EL MALTRATO

La incidencia de maltrato oscila, dependiendo de los estudios, entre el 0,04 y el 1,5% del conjunto de la población menor de 18 años (Martín Hernández, 2005, 30). Correspondiente a los años 1997-98 Soriano da una cifra de 7,16 niños maltratados por cada 10.000 menores de 18 años, estimación basada en los expedientes de los servicios de Protección al Menor de las diversas comunidades autónomas (Soriano, 2005).

Con esa misma fuente se produjeron en 2013 en España 12.372 notificaciones de maltrato, lo que supone una tasa de 148,1 por cada 100.000 menores (en Catalunya fue de 91,5). Las mayores tasas se producen entre los menores de más edad: mayor de 200 para los mayores de 15 años, y de 184,5 para el grupo entre 11-14 años. Globalmente se trata de tasas semejantes a las de las denominadas “enfermedades raras” (Martín Hernández, 2009, 38).

Estas cifras requieren dos comentarios. De un lado que no todos los casos de maltrato llegan a los servicios sociales; en la literatura se plantea que solo llegan un 20% de los casos (Soriano, 2005), cifra que otros autores sostienen que se trata de una especulación carente de fundamento (Martín Hernández, 2009, 40). Por otro lado no en todos los casos que llegan a los servicios existe maltrato, y mucho menos maltrato grave.

Se estima que solo en un 20% de los casos atendidos existe un maltrato real (Martín Hernández, 2009; Berg y Kelly, 2000); y solo en un 10% habría que recurrir a medidas de separación del niño. En RU entre los años 2008-2010, entre el 22-23% necesitan una evaluación completa, y solo un 6% eran tributarios de un plan de protección (Munro, 2010). Incluso ni en todos los casos en que hay que declarar un desamparo hay que proceder a la retirada de los hijos, oscilando las cifras de los casos en que si es necesario entre un mínimo del 9% y un máximo del 70% según diversos autores (Martín Hernández, 2009, 82).

Referente a la gravedad, en 2013 la tasa de notificaciones por maltrato leve o moderado es mayor que la de maltrato grave, si bien en Catalunya esta proporción se invierte (47,7 por 100.000 grave, por 43,8 leve o moderado). Las notificaciones por maltrato grave se dan por igual en varones que en chicas, pero las de maltrato moderado son más frecuentes en varones. En las franjas extremas (0-3 y 15-17 años) la diferencia entre notificaciones de maltrato leve-moderado y grave se estrecha.

De hecho, uno de los factores de riesgo muy asociado al maltrato es tener menos de dos años de edad y padecer algún tipo de deficiencia o problema, como prematuridad, bajo peso al nacer, hiperactividad o deficiencia mental. En una muestra de niños y adolescentes maltratados casi uno de cada 10 tenía menos de 1 año de edad (Saldaña y cols., 1995). Los niños y bebés son lesionados y mueren con más frecuencia por causas accidentales que por maltrato, pero en el primer año de vida hay un pico alto de muerte o daño grave no accidental a manos de los padres. En Inglaterra y Gales mueren 30 niños al año entre los 0-12 meses por maltrato (Dale y cols, 2005).