La última batalla de Naleb - L. Blacksmith - E-Book

La última batalla de Naleb E-Book

L. Blacksmith

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Beschreibung

La última batalla de Naleb es un libro que habla de sentimientos, de conflictos humanos, de situaciones en las que nos podemos ver todos identificados a pesar de la fantasía y la ficción que lo envuelven. En él, un grupo de jóvenes pertenecientes a una facción militar de la Organización de Planetas Aliados son enviados al planeta Naleb para acabar con el ataque de los Onach. Ralok Trevin, hijo de uno de los consejeros de Arkas, descubrirá que es alguien más importante de lo que piensa.

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Primera edición digital: septiembre 2016 Colección Uqbar

Imagen de la cubierta: Skeeze Diseño de la colección: Jorge Chamorro Corrección: Juan Francisco Gordo Revisión: Sandra Soriano

Versión digital realizada por Libros.com

© 2016 L. Blacksmith © 2016 Libros.com

[email protected]

L. Blacksmith

La última batalla de Naleb

A Miguel Regalado Díaz, desde que no estás prefiero la fantasía a la realidad.

Índice

 

Portada

Créditos

Título y autor

Dedicatoria

La última batalla de Naleb

Epílogo

Agradecimientos

Mecenas

Contraportada

1. La patrulla

 

«En las grandes cosas, los hombres se muestran como les conviene. En las pequeñas, como son».

Chamfort

 

Se dirigía junto al resto de la tripulación en la nave Oasis hacia aquel mundo nuevo para él, del que tantas noticias llegaban últimamente. En los noticiarios era el tema principal: unas fuerzas invasoras atacaban las ciudades rompiendo así el pacto intergaláctico establecido por la Unión Planetaria. Ralok Trevin era miembro de una de las patrullas militares de la OPA (Organización de Planetas Aliados), que tenían como misión defender al planeta Naleb de la invasión y proporcionar ayuda humanitaria.

Estaba en una de las cámaras preparadas para habitar observando la pantalla de luz que tenía en su cama, viendo una teleserie terrestre, ya que estaban en su órbita. La última parada para recoger a los miembros de la patrulla que faltaban había sido la Tierra y de nuevo retomaban su rumbo. Desde que salieron de Arkas, su planeta natal, habían pasado dos semanas y empezaba a cansarse de estar en la nave, pero no se quejaba, había algunos de los tripulantes que llevaban todavía más tiempo. Lo trataban bien y se sentía bastante cómodo, ya que estaba solo en la cámara que le habían asignado porque en ella iban los agentes procedentes de la Tierra. Todos los miembros de la patrulla acababan de graduarse y esa iba a ser su primera misión en un campo de batalla, prácticas aparte.

El arkiano escuchó ruidos y se giró al ver que la puerta de la cámara se abría. Vio entrar a dos chicos, uno de piel negra y otro blanca, y tras ellos iba una chica que llevaba a duras penas su equipaje. Sus ojos se olvidaron de los otros dos y se fijaron en ella. Su melena no llegaba a caer sobre los hombros y era rubia, un color de pelo poco habitual en Arkas; el semblante de la mujer era demasiado serio. Ralok se levantó y se dirigió hacia ella:

—¿Me dejas que te ayude? —se ofreció amablemente.

—No hace falta. —Su tono áspero y frío le advirtió de no ir tan confiado la próxima vez.

—¿Dónde debemos dejarlo? —preguntó el chico de piel morena.

—Tras la puerta de la derecha —le indicó Ralok.

Los tres se dirigieron a la puerta y tras dejar sus objetos personales volvieron a la habitación. El primero de todos en presentarse fue el chico que le había preguntado antes.

—Soy Kimbo Mandé, vengo de Dire Dawa, en Etiopía, que está en África, uno de los continentes de la Tierra —y le extendió la mano.

—Mi nombre es Ralok Trevin, provengo de Matsuz, la capital de Arkas. Soy el único arkiano que hay a bordo de la nave.

—Intuí que eras arkiano por tu pelo, ese azul no es muy corriente. —Era la chica la que hablaba ahora—. Yo soy Nicole Stanford. Vengo de Sidney, Australia.

—Encantado —y también le extendió la mano.

—Yo vengo de Rusia, en Europa. Vivo en Moscú y mi nombre es Dimitri Borodín. —Le dio un abrazo directamente, eso le hizo intuir que se llevarían bien, aunque quizá fuera algo precipitado. Demasiada cercanía para tratarse de un auténtico desconocido.

Ralok les enseñó las cámaras donde pasarían todavía una semana más, les mostró la nave y les presentó a los demás componentes de la patrulla. Estuvo hablando un poco con Dimitri y con Kimbo, pero perdió de vista a Nicole rápidamente. Después no se sintió animado para seguir hablando y decidió ir a la cámara a navegar por la red intergaláctica. Recorrió uno de los pasillos del ala este hasta llegar a la puerta de su habitación, metió la tarjeta de acceso y pronunció su nombre, en unos pocos segundos se abrió la puerta y pudo acceder a la cámara. En el pequeño salón no había nadie y contempló por los grandes ventanales de cristal especial la oscuridad del Universo, las pequeñas estrellas brillando a unos centímetros de él. Después fue a la habitación y esperó de nuevo a que se abriera la puerta, se dirigió a la litera y vio a Nicole tumbada en su cama, la de debajo de la suya. Todos los objetos de las habitaciones y de toda la nave estaban asignados, cada miembro debía estar sólo en las zonas que se le permitían y si no, podía ser sancionado, así nadie podría utilizar las cosas de los demás. Subió por la escalera hasta su cama sin dirigirle la palabra a Nicole.

Encendió el ordenador de pantalla táctil que había en la pared superior y lo conectó a la red intergaláctica, marcó el código de su casa. Esperó un momento la respuesta y el rostro de su madre apareció de forma etérea.

—Hijo, no esperaba tu llamada, ¿ocurre algo?

—No, mamá, quería hablar con vosotros. Tengo tiempo libre hasta la hora de cenar —recordó que en casa siempre se cenaba pronto. Su madre seguía tan hermosa como siempre, con el pelo recogido y su sonrisa imperturbable.

—Tu padre está en un consejo de la Unión, todavía intentan averiguar por qué se ha roto el pacto intergaláctico atacando Naleb.

—¿Ya saben quién ha sido?

—Creen que fueron los Onach, pero están investigando porque ellos solos no tienen potencial para atacar Naleb. Tu padre está muy preocupado, pasa muy poco tiempo en casa yendo de un lugar para otro.

—Ya sabes que se lo toma todo muy en serio, no te preocupes.

—Gheir está triste desde que te fuiste. Todos te echan de menos por aquí, sobre todo tus amigos, y esa chica, ¿cómo se llama? —pensó que lo hacía a propósito.

—Atmis, se llama Atmis, mamá. ¿Está Gheir por ahí? Tengo ganas de hablar con ella.

—Sí, ya se pone. Gheir, corre, es Ralok —se escuchó el ruido de unos pasos apresurados.

—¡Ralok! ¡Hermanito!

—Yuris (así se saludan en Arkas), Gheir. ¿Cómo estás?

—Quiero que vuelvas, ahora todos están muy raros y estoy aburrida sin ti.

—Tranquila, volveré, pero aún tardaré un tiempo —dijo esbozando una sonrisa en sus finos labios.

—Me voy porque si no Freidik me riñe, debería estar haciendo los trabajos. —Freidik era el tutor de la familia, le había hecho comprender a Ralok la importancia de la enseñanza.

—No hagas enfadar a Freidik y hazle caso en todo lo que te diga, ¿vale?

—Sí, tranquilo, yo siempre me porto bien.

—Vale.

—Hijo, yo también me tengo que ir —dijo mostrando cierta tristeza en su rostro.

—Tranquila.

—Fortaleza y esperanza, hijo, recuérdalo.

—Lo haré, mamá —se despidió y extrañado por las palabras de su madre repitió para sus adentros—, fortaleza y esperanza.

La conexión se cerró y Ralok se quedó callado mirando y recordando su hogar. Puso música y se tumbó en la cama moldeable. Los catres de las cámaras eran bastante cómodos y su espalda apenas se había resentido. El chico notó que Nicole se había movido y escuchó el tintineo de la escalera, vio asomar su cabeza y sus ojos azules resplandecieron ante la luz. Ella pareció observarlo con cierta incredulidad.

—Yo también tengo una hermana pequeña, se llama Sarah, tiene catorce años.

—Gheir tiene once.

—Tu padre es miembro de la Unión Planetaria por lo que veo —dijo subiendo totalmente y sentándose en la cama, dejando por un momento la distancia de lado.

—Sí, es el representante de Arkas en el consejo, pero tampoco es un cargo realmente importante. —A decir verdad, ser consejero en la Unión Planetaria era algo realmente relevante, acercándose a lo que significaba antiguamente pertenecer a la realeza.

—Mi padre formó parte de una patrulla de la OPA como nosotros, pero en una misión murió. Mi madre no quería que a mí me pasara lo mismo, pero yo tenía que continuar lo que empezó mi padre.

Se quedaron unos minutos sin decir nada, intentando averiguar si estaban siendo realmente sinceros el uno con el otro. La observó de nuevo y vio una vez más sus intensos ojos azules, sus labios delgados y sonrosados, su cara delicada. Sintió que ella también lo examinaba y eso lo acabó poniendo nervioso.

—¿Por qué no vas con los demás? —preguntó, intentando seguir hablando.

—¿Y tú? —contestó otra vez en tono frío. Parecía que había decidido que ya había hablado lo suficiente.

—Porque no me apetece, simplemente.

—A mí tampoco. —Mientras tanto se bajó de nuevo a su cama.

Ralok se quedó otra vez frente al ordenador, pero había perdido las ganas. Todavía quedaban varias horas para la cena. Se miró reflejado en la pantalla, su pelo azul profundo, casi negro, caía sobre las orejas y se lo echó hacia atrás, vio la firme mirada de sus ojos turquesa reflejada en la pantalla luminosa y se sonrió a sí mismo, dándose unas pocas esperanzas.

Bajó de la cama con cuidado por la escalerilla hasta que saltó sin hacer ruido al suelo. Nicole ni se giró, estaba ensimismada en el ordenador, o por lo menos lo aparentaba. Se arregló los pantalones del uniforme de la OPA, se puso bien las botas y salió de la habitación. Iba a la sala donde se reunían para hablar o jugar en grupo. Tenía que salir del ala este donde estaban las habitaciones para dirigirse por el pasillo central hasta un recinto que parecía estar ya en el espacio. Estaba hecho completamente de cristal especial; era especial simplemente porque estaba reforzado por algún tipo de campo magnético. Parecía que las mesas y las sillas estuvieran flotando, a veces podía ser engañoso. Cuando entró, escuchó una voz que lo llamaba:

—Ralok, ven y juega con nosotras —le dijo Hasys, una muchacha procedente de Kunt, el planeta del viento. Era esbelta y morena y como la mayoría de los kuntís, tenía el pelo blanquecino y sus ojos eran de color miel. Habían congeniado desde el primer momento.

Ralok no contestó pero se acercó tranquilamente observando al resto de los compañeros. Dimitri y Kimbo estaban junto a los tanhadíes, que procedían de Tanhad, un planeta cercano a Arkas y a Kunt. Eran muchachos agradables y amistosos con una peculiaridad que saltaba a la vista, sus cuerpos tenían un color amarillento. Pero, a decir verdad, la galaxia estaba llena de seres mucho más extraños que los habitantes de Tanhad.

—Hola chicas —saludó Ralok.

—Hola —respondió Brina, la chica que estaba junto a Hasys.

—No te he visto en todo el día, ¿dónde estabas? —le preguntó Hasys.

—En la cámara, no me apetecía mucho salir.

—¿No te encuentras bien?

—Sí, pero no estaba muy animado, la verdad, empiezo a hartarme de estar en la nave.

—A mí también me pasa —comentó Brina—. Necesito salir de aquí.

—Para eso tenéis la sala de simulación. Podíamos ir esta noche —propuso Hasys.

—Por mí bien, ¿os importa que vengan mis compañeros de cámara?

—No —dijeron al unísono.

—Oye, la chica esa… Nicole, no ha salido desde que llegó, ¿qué le pasa? —Hasys parecía intrigada.

—No le apetece salir, creo que está algo deprimida.

—¿El primer día? Y eso que solamente va a estar una semana… —bromeó Brina. No se parecía a Hasys, tenía el pelo blanco y la piel morena, pero sus facciones eran duras y sus ojos eran negros como el petróleo. Era simpática y Ralok se llevaba bien con ella, ya que bromeaba con frecuencia y les alegraba cuando estaban decaídos. Tenía novio, un kuntí como ella llamado Yiren, de hombros anchos y fuertes brazos.

—¿Jugamos a los Gub’s? —preguntó Ralok.

—Vale, pero hace falta alguien más —dio un grito—. Yiren, ven a jugar a los Gub’s.

Yiren se acercó en poco tiempo y saludó a Ralok dándole una manotada en la espalda, no sintió dolor pero le hizo darse con el torso en la mesa. Nadie se dio cuenta, lo que agradeció profundamente. Jugaron y hablaron tranquilamente, riendo y compartiendo anécdotas de otras partidas jugadas a lo largo de su estancia en la Oasis.

Dimitri se acercó, mientras Kimbo seguía hablando con los procedentes de Tanhad incansablemente. Dimitri estuvo observando la partida, no había jugado nunca a los Gub’s, pero tendría que aprender para pasar el tiempo en la nave y en Naleb, aunque quizá allí no tuvieran tiempo para juegos.

—Es muy sencillo, te lo explico con las verdes —le explicó Yiren—. Se trata de hacer que las piezas lleguen a uno de los otros tres lados, al rojo, al azul o al blanco, en este caso. Se pueden eliminar a las fichas pasando horizontalmente por encima, da igual de izquierda a derecha que al revés. Es bastante simple.

—Entonces hay que cambiar a todas las fichas del mismo color a uno de los lados contrarios. ¿Se puede mover en todas la direcciones? —se interesó Dimitri.

—Sí, pero sólo se mata en horizontal, lo que hace un poco más largo el juego. Dos casillas en cada turno, excepto si matas que son tres —respondió Yiren, que era realmente un experto.

Hasys estaba sentada junto a Ralok, ella había ganado y le estaba aconsejando sobre qué ficha debía mover en el siguiente turno. Ralok no estaba muy pendiente de la partida, estaba pensando en cómo le habría ido la reunión a su padre. La misión en Naleb no iba a resultar sencilla, los soldados Onach estaban muy bien preparados para la batalla y tenían mejor equipamiento y armas que los nalebitas.

—Ralok, te toca —salió de su ensimismamiento con las palabras de Brina.

—Sí, ya —contempló unos segundos el tablero pentagonal y se decidió a matar una ficha roja, que eran con las que jugaba Yiren.

—Las has cagado bien —dijo Yiren mientras sonreía.

—Tenías que haber continuado en diagonal, esquivando sus fichas —le objetó Hasys.

—Es que no estoy muy pendiente del juego.

—Ya veo, ¿no será tu nueva compañera? —preguntó Hasys intentando pinchar a Ralok.

—No, es por la reunión del consejo que tenía mi padre.

—Perdona. Habrá salido todo bien, seguro, y habrán averiguado quiénes son los que ayudan a los soldados Onach.

—Gracias por intentar animarme, pero no estoy seguro. No sabemos a lo que nos enfrentaremos en Naleb.

Continuaron jugando hasta que Yiren consiguió llegar al territorio de Brina, y ella llegó al de Ralok, había perdido una vez más.

—Esta noche vamos a ir a la sala de simulación, ¿quieres venir, Dimitri? —le preguntó Hasys mientras salían de la sala.

—De acuerdo, se lo diré a Kimbo y a Nicole. —Mientras, sonó la sirena que indicaba que era la hora de la cena.

—Vamos —dijo Yiren—. Nos servirán los primeros.

—Falta Nicole —observó Dimitri.

—Ve tú, Ralok —propuso Hasys, todos lo miraron y él asintió, aunque no con mucha convicción.

Recorrió de nuevo el pasillo central y entró al ala este de la nave, siguió el procedimiento habitual para abrir la puerta y vio a Nicole sentada en uno de los sillones viendo el noticiario.

—Nicole, vamos a cenar.

Ella apagó el haz de luz y se levantó despacio, como si le doliera algo. Mientras recorrían el pasillo hasta llegar al comedor no hablaron mucho.

—Vamos a ir después de cenar a la sala de simulación, ¿vienes con nosotros?

—¿Quién va? —preguntó Nicole tan fríamente como venía siendo habitual.

—Hasys, Brina, Yiren, Dimitri, Kimbo, tú si decides venir y yo.

—De acuerdo —dijo sin demasiado entusiasmo.

Entonces fueron un poco más rápido hacia el comedor, que también estaba en el pasillo central. No intercambiaron ningún comentario más, a Ralok le pareció superficial intentar sacar algún tema del que hablar en esa situación. Cuando entraron al comedor todos estaban sentados y los miraron, haciendo un rápido análisis de la situación. Tenían dos sitios guardados junto a Dimitri y Hasys.

—Sentaos, íbamos a empezar sin vosotros —bromeó Yiren, tenía un gran apetito, y dadas las dimensiones de su cuerpo no era de extrañar. Era un tipo al que enfadarle no parecía una buena opción.

Ralok se sentó junto a Dimitri y Kimbo y Nicole se incorporó a su lado. La cena estaba servida y empezaron a comer. Era comida espacial, así que no era gran cosa, todo compacto y sin demasiado sabor. Pareció que a Nicole no le gustó mucho, pero Dimitri y Kimbo estaban aparentemente encantados.

—Tendrás que acostumbrarte a comer así, no está muy bueno pero es lo único que tenemos para el viaje, el resto de comida se reserva para Naleb —le explicó Brina.

—Mejor, porque allí no tendremos tantas comodidades como aquí —dijo Kimbo, que se desenvolvía muy bien con la gente.

—Añoraréis el hogar —comentó Hasys.

Continuaron hablando un rato más acerca de lo bueno y lo malo de vivir en una nave como la Oasis. Después se levantaron y fueron a mirar qué había en la sala de simulación, en el cartel luminoso ponía: «Atardecer en las playas del Caribe». Asomarse al cartel y ver lo que había cada noche era una tradición, como quien mira las carteleras para elegir película en el cine.

—Eso está en la Tierra —dijo Kimbo con una leve sonrisa en el rostro—. Son unas playas muy exóticas.

Todos entraron animados por las palabras de Kimbo y de repente sus ropas de uniforme se convirtieron en bañadores. En esa sala ocurría algo más que una simulación, era realmente como si estuvieran en las playas del Caribe. No sabían con qué tecnología lograban ese grado de realismo en el que podían tocarlo todo, sintiendo que era tan real como ellos mismos, pero les encantaba. Nadie se había preocupado por investigar más allá, mientras pudieran disfrutarlo no tenían ningún reparo en lo que ocurriera entre los cables y las pantallas de ordenador.

Cogieron unas toallas y fueron directos a la arena, donde se acomodaron. Ralok fue el primero en lanzarse al agua y sintió por unos momentos que estaba en el lago de Matsuz, bañándose con sus amigos. Pronto le siguieron los demás, Hasys se lanzó encima de él sumergiéndolo, y al salir, él le lanzó agua un buen rato impidiéndole que lo ahogara de nuevo. Después Dimitri y Yiren lo cogieron y lo lanzaron tan alto, que pudo hacer una pirueta en el aire con la que logró impresionarlos a todos. Nicole hablaba con Kimbo y Brina, y Hasys estaba nadando un poco. Ralok, después de bucear un rato y de ahogar a Dimitri varias veces, salió del agua para tomar el sol, se tumbó en la toalla y cerró los ojos. Notaba como el sol se pegaba en su piel y empezó a sentirse relajado escuchando a los otros gritar y reír no muy lejos de él. Notaba que la temperatura de su cuerpo subía, pero sintió algo húmedo que caía sobre él, Hasys le estaba tirando gotas de agua.

—¿Qué haces aquí solo? —le preguntó Hasys con una sonrisa que mostraba unos blancos dientes.

—Aprovechar el poco sol que queda.

—Sí, va a atardecer pronto. —Se sentó junto a él y le agarró el brazo izquierdo.

Ralok la miró sin saber por qué hacía eso y rápidamente, al tiempo que el sol bajaba, todos salieron del agua y los miraron extrañados. Se sentaron y vieron tranquilamente y en silencio cómo sobre el Caribe se cernía la oscuridad y las estrellas y la luna iban adoptando su forma y su brillo de siempre.

Después se quedaron tumbados un rato hablando y mirando las estrellas, no eran los únicos que habían ido a la sala de simulación esa noche y vieron que la gente se iba y empezaban a quedarse sin compañía.

Cuando fueron a dormir y cada uno se fue a su cámara, Ralok comprobó que no había ningún aparato encendido y se fue a la habitación. Vio a Dimitri abrazando a Nicole.

—Buenas noches —dijo Dimitri mientras se iba a la otra litera.

—¿Te pasa algo? —dijo Ralok.

—No, todo está bien —respondió Nicole, sin que pareciera querer añadir nada más.

Ralok permaneció callado, se dirigió a uno de los guardarropas y se quitó el uniforme, poniéndose los típicos pantalones arkianos para dormir, anchos, de color negro y una tela fina. Subió a su cama mientras Nicole ya se había tapado y parecía dispuesta a dormir. La observó unos segundos pensando en lo inocente que parecía así.

—Deja de mirarme y sube a dormir —dijo de repente, y le pareció incluso algo cómico.

—Lo siento —respondió Ralok sintiéndose algo incómodo por que se hubiera dado cuenta. Sus mejillas se tintaron de un color sonrosado.

Subió despacio por la escalerilla hasta su cama y sin taparse con las sábanas se quedó dormido en poco tiempo, sólo recordando a su familia vagamente.

A la mañana siguiente, se despertó y se movió con cuidado intentando no hacer ruido, sabía que la sirena de la mañana no había sonado todavía porque no lo había despertado. Bajó la escalerilla y fue a arreglarse al guardarropa; los demás todavía dormían, o al menos eso creía él.

—Ya te has levantado —dijo Nicole bostezando, su pelo ahora estaba algo alborotado.

—Sí, voy a cambiarme.

Ralok no quiso decir nada más. Nicole ya había demostrado ser una persona distante y bastante reservada, así que había decidido que cuando quisiera algo fuera ella la que se acercara. El arkiano tenía algo de orgullo que había sido magullado. Dio unos pasos más, hasta que abrió la puerta del vestidor y entró; en la sección con su nombre estaban sus uniformes y su ropa de ciudad, aunque sabía que tardaría mucho en utilizarla. Cogió el uniforme blanco y se lo puso sin prisa, metió los pies en las botas, que estaban impecables, como el resto de la ropa, y se peinó mojando su pelo azulado. Se miró en uno de los espejos que había durante unos segundos, un leve rastro de ojeras en el párpado inferior y nada más. Después, salió del guardarropa al tiempo que sonaba la sirena de la mañana, lo que hizo que Dimitri se quejara durante un par de minutos y que Kimbo se levantara sobresaltado. Nicole se había sentado en el borde de la cama y se levantó al ver que Ralok había terminado para entrar a cambiarse.

—Buenos días, chicos —les saludó Ralok—. ¿Habéis dormido bien?

—Bueno, tengo que acostumbrarme a esta cama pero sí, he dormido muy bien —respondió Dimitri.

—Yo no pongo ninguna pega —añadió Kimbo con una sonrisa.

Cuando todos se hubieron vestido se dirigieron al comedor para tomar el desayuno. Se sentaron de nuevo junto a Hasys, Yiren y Brina, pero también estaban los tanhadíes, Rhiken y Julep, que eran hermanos aunque se parecían poco.

—Buenos días a todos —les saludó Brina.

Tras el intercambio de saludos pronto les sirvieron el desayuno, había comida arkiana, terrestre, kuntí, tanhadí…, para que todos pudieran elegir. No tenía nada que ver con la comida de la noche anterior. Desayunaron bien, incluso Yiren dijo que había comido demasiado. Cuando estaban levantándose, la nave tembló y dio una fuerte sacudida, Ralok tuvo reflejos para coger por los pelos a Kimbo, que había perdido el equilibrio.

—¿Qué pasa? —preguntó Nicole.

—Esto no me gusta nada —dijo Dimitri.

—Voy a preguntarle al comandante Jankh —dijo Ralok intentando calmarlos.

Jankh era arkiano y conocía al padre de Ralok desde muy joven. Un excelente comandante y había estado al mando de misiones muy importantes; era disciplinado, educado y se hacía valer cuando hablaba con cada uno de sus tripulantes. Ralok recorrió los pasillos y secciones rápidamente hasta llegar al puesto de control, su agilidad y rapidez le permitían recorrer las distancias en muy poco tiempo.

—Comandante Jankh, el soldado Ralok Trevin solicita su permiso.

—Adelante, soldado Trevin. —La voz grave y gutural de Jankh siempre le sorprendía.

—Comandante, ¿qué sucede?

—Estamos atravesando un campo de asteroides, puede que durante el día de hoy estas sacudidas sean frecuentes.

—¿Nada grave entonces, mi comandante?

—Nada, soldado Trevin. Puede retirarse si lo desea.

Ralok se quedó mirando un segundo por el cristal del centro de mandos y volvió con paso apresurado al comedor, donde todavía estaban los demás. La nave daba fuertes sacudidas, lo que hacía que por todas partes la gente perdiera el equilibrio.

—¿Qué pasa, Ralok? —preguntó Hasys impaciente.

—Estamos atravesando un campo de asteroides, estas sacudidas serán frecuentes hoy.

—Menos mal, me había asustado —dijo Brina.

—Nada importante —suspiró Yiren.

—He oído que a este ritmo sólo deberíamos pasar dos días más en la nave, ya que la situación en Naleb ha empeorado y debemos llegar antes —comentó Kimbo.

—Por eso notaba que habíamos aumentado la velocidad, todos los motores estarán funcionando al máximo rendimiento —dijo Rhiken.

Otra fuerte sacudida hizo que se agarraran los unos a los otros. Era raro que unos asteroides provocaran esos temblores en una nave como la Oasis, a Ralok le pareció extraño que eso sucediera. Deberían ser unos asteroides muy grandes, demasiado grandes, pensó. Algo estaba pasando y siguió con la idea de que no eran unos simples asteroides. El de Arkas era algo testarudo y las ideas no se le borraban de la mente con rapidez.

Fueron juntos a la cámara en la que se alojaban Ralok y los demás. Entraron como siempre esperando a que la puerta se abriera tras analizar los datos de Ralok. Al pasar se quedaron sorprendidos mirando por el cristal. Unos haces luminosos se dirigían hacia ellos, provenían de una nave de ataque. Tenía una estructura diferente a las comunes.

—¡Agachaos! —gritó Ralok al tiempo que abría sus brazos empujándolos hacia atrás.

Vieron como la nave se acercaba y el cristal se desvanecía ante ellos.

—¡A LA PUERTA! —ordenó Yiren—. ¡CORRED!

La descompresión los arrastraría a todos hacia el exterior y los dejaría abandonados en el espacio. Notaron cómo la nave atacante hacía contacto con la Oasis.

Todos se dirigieron rápidamente a la puerta, que se abrió y se cerró de nuevo tras ellos. Ahora los intrusos estaban dentro de la nave. La alarma de la Oasis resonaba en las paredes y todos se movían nerviosos. ¿Quiénes eran los intrusos? ¿Qué querían? ¿Acaso impedir que la patrulla llegara a tiempo a Naleb?

—Tenemos que hacer algo —concluyó Dimitri.

—Hay que coger las armas —gritó Julep entre el barullo.

—Vamos, rápido. —Las palabras de Brina quedaron en el aire, los invasores habían entrado en la nave y Ralok miró desconcertado cómo un haz blanco le impactaba en el centro del pecho.

—¡No! —escuchó que gritaba alguien, pero perdió la conciencia rápidamente sin saber qué ocurría en esos instantes críticos.

Despertó aturdido y en una oscuridad casi total, escuchaba ruidos de respiraciones cerca de él. Intentó moverse pero estaba atado. Sus ojos se adaptaron poco a poco a la falta de luz y consiguió ver que había muchas personas a su alrededor. Todos los de la patrulla estaban allí también. Todavía estaban en la Oasis, lo presentía.

Nicole estaba a su derecha y Rhiken a su izquierda con los ojos cerrados. Ella no parecía herida, pero estaba preocupado. Intentó buscar con la mirada a los demás, pero no veía más que unos metros a su alrededor y los destellos rojos del láser que los mantenía atados.

—Nicole, ¿estás bien? —preguntó con un fino hilo de voz.

—Sí, pero deberías preocuparte por ti, fuiste el herido más grave.

—¿Sabes algo de los demás?

—No, me quedé inconsciente cuando me dispararon con el rayo neutralizador.

—¿Te dispararon? —preguntó preocupado.

—No fue nada.

Ralok la miró, en esos momentos su tono había cambiado respecto a él, se sentía más cercano. Se callaron un momento y se miraron mutuamente, al parecer la terrestre había decidido ya que podía confiar en él, que era alguien que estaba de su parte. Una puerta se abrió y dos sombras entraron, se encendió la luz y le dolieron los ojos y la cabeza fuertemente, todo daba vueltas a su alrededor. Lo cogieron del brazo separándolo de Nicole y del resto. Lo sacaron de la habitación, siguió con los ojos cerrados hasta que escuchó una voz que le resultaba familiar, y los abrió rápidamente debido al sobresalto, lo que le hizo marearse y caer al suelo. Estaban en el centro de mando de la Oasis.

—Bienvenido, Ralok Trevin. —No podía ser, él no. El archienemigo de su padre, Kobr Ghul. El hombre se había opuesto desde el principio a la elección de su padre como representante de Arkas en el consejo de la Unión Planetaria, dado que creía que no estaría a la altura de las circunstancias. Por supuesto, pensaba que la mejor opción era él mismo.

—Tú eres el que proporciona ayuda a los Onach. Desgraciado, estás traicionando a la Unión Planetaria. —Kobr le golpeó en la cara fuertemente pero Ralok se mantuvo firme.

—¡Calla, estúpido! ¿Te crees muy inteligente, no? Os vamos a impedir que vayáis al rescate de Naleb.

—Nunca conseguiste las cosas de un modo limpio, ¿verdad? Conseguirás tu puesto de representante aunque sea de este modo.

—Te equivocas, después de esto aspirar simplemente al puesto de representante sería algo sin sentido, voy a ser el Emperador de la Unión Planetaria.

—En nombre del pueblo de Arkas que te lo impediré, Kobr Ghul, sea como sea te lo impediré —dijo Ralok, que no temía por lo que le pudiera pasar. Su padre siempre le decía que hablaba demasiado, y tenía razón. No tenía miedo, no si debía enfrentarse a gente como Ghul, sin escrúpulos.

—Tú, pequeño engreído, no podrás hacer nada, y además tu padre pagará un rescate desorbitado para que te devuelva con vida a tu casita en Matsuz.