La venganza de Pablo Diablo - Francesca Simon - E-Book

La venganza de Pablo Diablo E-Book

Francesca Simon

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Beschreibung

Las trastadas de Pablo Diablo no tienen fin. Ahora quiere dar una lección a su hermano pequeño, Roberto el niño perfecto. Lo que ignora el primero es hasta qué punto las cosas se pueden volver en su contra. Cuatro hilarantes historias en las que se muestra la importancia asumir las consecuencias de los propios actos.

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Seitenzahl: 38

Veröffentlichungsjahr: 2014

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1LA VENGANZADE PABLO DIABLO

¡PLAF!

—¡Buuaaaaaaaaaaa!

¡PLAF! ¡PLAF! ¡ÑÑÑÑÑ!

—¡Maamáaaaaaaaa! –chilló Roberto–. ¡Pablo me está pegando!

—¡Mentira!

—¡Verdad! ¡Y además me ha pellizcado!

—¡Pablo, deja de incordiar! –dijo su madre.

—¡Ha empezado Roberto! –aulló Pablo.

—¡Mentira! –gimió Roberto–. ¡Ha sido Pablo!

Pablo Diablo dirigió una mirada asesina a Roberto.

Roberto, el niño perfecto, dirigió una mirada asesina a Pablo Diablo.

Su madre siguió escribiendo una carta.

Pablo Diablo arremetió contra Roberto y le agarró del pelo. Se había transformado en una serpiente cobra desenroscándose y lanzando su veneno mortal.

—¡Aaayyyyyyy! –chilló Roberto.

—¡Pablo, ahora mismo a tu cuarto! –gritó su padre–. ¡Se me acabó el aguante por hoy!

—¡Muy bien! –bramó Pablo–. ¡Te odio, Roberto! –chilló mientras subía a su cuarto dando patadones y se encerraba en él con el portazo más sonoro de que fue capaz.

¡No había derecho! A Roberto jamás le mandaban a su cuarto. Y a Pablo le mandaban al suyo tan a menudo que casi era preferible no salir de él. Pablo no podía ni eructar sin que Roberto le complicara la vida.

—¡Mamá! ¡Pablo está tirando los guisantes al suelo!

—¡Papá! ¡Pablo se está guardando caramelos en el bolsillo!

—¡Mamá! ¡Pablo está comiendo sentado en el sofá nuevo!

—¡Papá! ¡Pablo está jugando con el teléfono!

Pablo Diablo estaba hasta la coronilla. Aquel mocoso santurrón, acusica y cararrana, le tenía más que harto.

Pero la verdad es que no sabía cómo ajustarle las cuentas a Roberto. Había intentado vendérselo como esclavo a Marga Caralarga, pero no creía que Marga volviera a comprarlo. Si al menos supiera hacer conjuros, podría convertir a Roberto en un sapo o un escarabajo o un gusano... ¡Sería fantástico! Cobraría veinte céntimos a todo el que quisiera ver a su hermano-gusano. Y como Roberto-gusano se pasara de la raya una sola vez, lo utilizaría de cebo para pescar. Pablo Diablo sonrió.

Luego dio un suspiro. Sabía que no tenía más remedio que cargar con Roberto. Pero, aunque no pudiera venderlo ni convertirlo en gusano, sí que podía meterle en un buen lío...

Lo malo era que meter en un lío a Roberto, el niño perfecto, solo parecía fácil en teoría. Roberto nunca hacía nada malo. Además, por alguna extraña razón, no siempre se fiaba de Pablo, y la única forma de meter a Roberto en un lío era engañándole... Pues bien, aunque le llevara un año entero, Pablo Diablo se prometió que acabaría diseñando el plan perfecto para meter a Roberto en un buen lío. En un lío muy, muy, MUY gordo. Sería casi tan bueno como convertirlo en gusano.

—¡Me las pagarás, Roberto! –rugió mientras aporreaba una pata de la cama con su osito Don Matón–. ¡Mi venganza será terrible!

—¿Qué estás haciendo, Pablo? –preguntó Roberto.

—Nada –dijo Pablo Diablo, que dejó inmediatamente de escarbar junto al manzano del fondo del jardín y se puso en pie.

—Estás haciendo algo, estoy seguro –dijo Roberto.

—Sea lo que sea, no es asunto tuyo, acusica –dijo Pablo.

—¿Has encontrado algo? –preguntó Roberto mirando al pie del árbol–. Yo no veo nada.

—Quizá –dijo Pablo–. Pero no te lo pienso decir. Tú no sabes guardar un secreto.

—Sí que sé –dijo Roberto.

—Y eres demasiado pequeño –dijo Pablo.

—No lo soy –dijo Roberto–. Soy ya un chico mayor. Lo dice mamá.

—Bueno, pues peor para ti –dijo Pablo Diablo–. Y ahora lárgate y déjame solo. Tengo algo importante que hacer.

Roberto, el niño perfecto, se alejó unos diez pasos, giró sobre sus talones y se quedó inmóvil observando a Pablo.

Pablo Diablo continuó merodeando en torno al árbol con la mirada clavada fijamente en la hierba. De pronto dio un silbido y se arrodilló.

—¿Qué has encontrado? –preguntó excitado Roberto, el niño perfecto–. ¿Un tesoro?

—Es mucho mejor que un tesoro –dijo Pablo Diablo, recogiendo algo del suelo y escondiéndolo en la mano.

—Anda, enséñamelo –dijo Roberto–. Por favor. ¡Porfaaa!

Pablo Diablo se hizo el pensativo por un momento.

—Si te cuento una cosa, lo que aún está por ver, ¿te comprometes bajo el sagrado juramento de la Mano Negra a no decir nada a nadie?

—Lo juro –dijo Roberto.

—¿Aunque te torturen los extraterrestres?

—¡NO DIRÉ NADA! –graznó Roberto.

Pablo Diablo se llevó un dedo a los labios y, de puntillas, se alejó del árbol hacia su guarida. Roberto le siguió.

—No quiero que ellas se enteren de que te lo he contado –susurró cuando estuvieron bien ocultos por el ramaje–. De lo contrario, desaparecerán.

—¿Quiénes? –musitó Roberto.

—Las hadas –dijo Pablo.

—¿Las hadas? –graznó Roberto, el niño perfecto–. ¿Quieres decir que has visto...?

—¡Chiiissst! –chistó Pablo Diablo–. Si se lo dices a alguien, se irán inmediatamente.