Pablo Diablo y la maldición de la momia - Francesca Simon - E-Book

Pablo Diablo y la maldición de la momia E-Book

Francesca Simon

0,0

Beschreibung

A Pablo Diablo no le gustan nada los juguetes de su hermano Roberto, el niño perfecto. Sin embargo, solo uno de ellos llama poderosamente su atención: una flamante caja de "Momias". ¿Cómo logrará hacerse con ella? Cuatro divertidísimas historias en las que se pone a prueba el ingenio para lograr sus objetivos.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 36

Veröffentlichungsjahr: 2014

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



PABLO DIABLO

Y LA MALDICIÓN DE LA MOMIA

Francesca Simon

Ilustraciones de Tony Ross

Traducción de Miguel Azaola

Para mis amigos y asesores

1

PABLO DIABLO COLECCIONISTA

—¡Fuera de mi camino, gusano! –chilló Pablo Diablo apartando de un manotazo a su hermano Roberto, el niño perfecto, y entrando como un huracán en la cocina.

—¡NO! –gritó Roberto mientras manoteaba detrás de Pablo y se agarraba a su pierna.

—¡Suéltame! –aulló Pablo apoderándose de una caja de Crujifrutis sin abrir–. ¡Rabia, pringado, que yo la he trincado!

Roberto se abalanzó sobre la caja de Crujifrutis y se la arrebató a Pablo.

—¡Esta me toca a mí!

—¡No, me toca a mí! –chilló Pablo. Y rompió la parte de arriba de la caja y metió la mano.

—¡A mí! –chilló Roberto. Y rompió la parte de abajo.

Un juguete dentro de un envoltorio cayó al suelo.

Pablo y Roberto se abalanzaron sobre él.

—¡Dame eso! –aulló Pablo.

—¡Me toca a mí esta vez! –aulló Roberto.

—¡Pablo, deja de incordiar! –gritó su madre–. ¡Y dadme eso ahora mismo!

Pablo y Roberto agarraban el envoltorio con todas sus fuerzas.

—¡NO! –chillaron los dos a la vez–. ¡EL JUGUETE ME TOCA A MÍ!

Tanto Pablo Diablo como Roberto, el niño perfecto, coleccionaban los Moto-Monsters que venían en las cajas de Crujifrutis, el cereal de moda. Lo mismo hacían todos los demás niños del colegio. La colección constaba de diez Moto-Monsters de colores que iban desde un verde corriente hasta un dorado alucinante. Y tanto Pablo como Roberto tenían Moto-Monsters de todos los colores. Todos menos uno. El dorado.

—A ver –dijo su madre–. ¿A quién le toca el juguete esta vez?

—¡A MÍ! –chillaron Pablo y Roberto.

—¡Él se quedó con el anterior! –chirrió Pablo–. ¿No te acuerdas? Abrió la caja y le salió el Moto-Monster azul.

Era cierto que a Roberto, el niño perfecto, le había tocado el azul..., pero dos cajas antes. Aunque no tenía por qué tocarle ni uno solo...

“Al fin y al cabo”, pensaba Pablo indignado, “si no se hubiera puesto a coleccionarlos para copiarme, me habrían tocado todos a mí”.

—¡NO! –gritó Roberto echándose a llorar–. ¡La última caja la abrió Pablo!

—Nene llorica –se burló Pablo.

—Déjame –dijo Roberto.

—Déééjameee –le imitó Pablo.

—Mamá, Pablo me está fastidiando –se quejó Roberto.

—Ahora me acuerdo –dijo su madre–. Le toca a Roberto.

—Gracias, mamá –dijo Roberto,

el niño perfecto.

—¡No hay derecho! –chilló Pablo Diablo cuando vio que Roberto rompía el envoltorio. Dentro brillaba algo.

—¡Qué alucinante! –Roberto se quedó boquiabierto–.

¡Un Moto-Monster dorado!

Pablo se sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Tenía la mirada fija en el fabuloso Moto-Monster dorado.

—¡No hay derecho! –chilló–. ¡Yo quiero un Moto-Monster dorado!

—Lo siento, Pablo –dijo su madre–. El próximo te tocará a ti.

—¡Pero yo quiero el dorado! –aulló Pablo.

Saltó sobre Roberto y le arrancó el Moto-Monster de las manos. Se había transformado en el Huracán Pablo que a su paso todo lo arrancaba de cuajo.

—¡Socorrooooo! –chilló Roberto.

—¡Pablo, si no dejas de incordiar, ahora mismo se acabaron para ti los Moto-Monsters! –gritó su madre–. Así que recoge esos trozos de caja y sube a vestirte.

—¡NO! –rugió Pablo. Y corrió escaleras arriba y cerró de un portazo la puerta de su cuarto.

Tenía que conseguir un Moto-Monster dorado. Fuera como fuera. Nadie del colegio tenía uno dorado. Pablo se veía ya convertido en el centro de atención mientras los demás se empujaban y se daban codazos para poder ver su resplandeciente Moto-Monster. Podría cobrarles medio euro por vistazo. Todos querrían verlo y tenerlo en sus manos. Le invitarían a todos los cumples... ¡Y, mira por dónde, resulta que la estrella iba a ser Roberto y no él! Pablo rechinó los dientes solo de pensarlo.

Pero ¿cómo podría hacerse con uno? Los Moto-Monsters no se compraban en las tiendas. Solo aparecían dentro de las cajas de Crujifrutis. Y su madre era tan mezquina que obligaba a Pablo y Roberto a terminar cada caja antes de abrir la siguiente. Pablo había comido ya verdaderas montañas de cereales para coleccionar sus Moto-Monsters. Pero su esfuerzo sería inútil si no conseguía uno dorado.

Claro que podría robarle el suyo a Roberto. Pero seguro que Roberto lo notaría. Y Pablo sería el primer sospechoso.

Podría hacer un cambio. ¡Eso es! ¡Le ofrecería a Roberto dos verdes! Una oferta generosa. Generosa de verdad. Pero Roberto odiaba hacer cambios. Por alguna razón, siempre creía que Pablo estaba tratando de engañarle.