La vida es sueño - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

La vida es sueño E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

La obra 'La vida es sueño' escrita por Pedro Calderón de la Barca es un clásico del teatro barroco español. Esta obra se destaca por su compleja exploración de temas filosóficos y morales, como el destino, la libertad y la realidad. La trama se centra en Segismundo, un príncipe encerrado desde su nacimiento por temor a una profecía, quien cuestiona su existencia y su papel en el mundo. El estilo literario de Calderón de la Barca se caracteriza por su rica prosa poética y su capacidad para combinar tragedia y comedia de manera magistral. Pedro Calderón de la Barca, dramaturgo y poeta del Siglo de Oro español, se destacó por su profundo conocimiento de la naturaleza humana y su habilidad para crear personajes complejos y situaciones trágicas. Es probable que la profunda crisis política, social y religiosa de la época haya influido en la creación de 'La vida es sueño', una obra que cuestiona la realidad y la percepción de la verdad. Recomendaría este libro a aquellos lectores interesados en la literatura clásica española y en la exploración de temas existenciales. 'La vida es sueño' es una obra atemporal que sigue siendo relevante en la actualidad.

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Pedro Calderón de la Barca

La vida es sueño

 
EAN 8596547767527
DigiCat, 2023 Contact: [email protected]

Contenido

Personajes

PRIMERO ACTO

SEGUNDO ACTO

TERCERO ACTO

Personajes

ROSAURA, dama

SEGISMUNDO, príncipe

CLOTALDO, viejo

ESTRELLA, infanta

CLARÍN, gracioso

BASILIO, rey de Polonia

ASTOLFO, infante

GUARDIAS

SOLDADOS

MÚSICOS

PRIMERO ACTO

(En las montañas de Polonia)

Salen en lo alto de un monte ROSAURA, en hábito de hombre, de camino, y en representado los primeros versos va bajando

ROSAURA: Hipogrifo violento

que corriste parejas con el viento, ¿dónde, rayo sin llama,

pájaro sin matiz, pez sin escama,

y bruto sin instinto

natural, al confuso laberinto

de esas desnudas peñas

te desbocas, te arrastras y despeñas?

Quédate en este monte,

donde tengan los brutos su Faetonte; que yo, sin más camino

que el que me dan las leyes del destino, ciega y desesperada

bajaré la cabeza enmarañada

de este monte eminente,

que arruga al sol el ceño de su frente.

Mal, Polonia, recibes

a un extranjero, pues con sangre escribes su entrada en tus arenas,

y apenas llega, cuando llega a penas; bien mi suerte lo dice;

mas ¿dónde halló piedad un infelice?

Sale CLARÍN, gracioso

CLARÍN: Di dos, y no me dejes

en la posada a mí cuando te quejes; que si dos hemos sido

los que de nuestra patria hemos salido a probar aventuras,

dos los que entre desdichas y locuras aquí habemos llegado,

y dos los que del monte hemos rodado, ¿no es razón que yo sienta

meterme en el pesar, y no en la cuenta?

ROSAURA: No quise darte parte

en mis quejas, Clarín, por no quitarte, llorando tu desvelo,

el derecho que tienes al consuelo.

Que tanto gusto había

en quejarse, un filósofo decía,

que, a trueco de quejarse,

habían las desdichas de buscarse.

CLARÍN: El filósofo era

un borracho barbón; ¡oh, quién le diera más de mil bofetadas!

Quejárase después de muy bien dadas.

Mas ¿qué haremos, señora,

a pie, solos, perdidos y a esta hora en un desierto monte,

cuando se parte el sol a otro horizonte?

ROSAURA: ¿Quién ha visto sucesos tan extraños!

Mas si la vista no padece engaños

que hace la fantasía,

a la medrosa luz que aun tiene el día, me parece que veo

un edificio.

CLARÍN: O miente mi deseo,

o termino las señas.

ROSAURA: Rústico nace entre desnudas peñas un palacio tan breve

que el sol apenas a mirar se atreve; con tan rudo artificio

la arquitectura está de su edificio, que parece, a las plantas

de tantas rocas y de peñas tantas

que al sol tocan la lumbre,

peñasco que ha rodado de la cumbre.

CLARÍN: Vámonos acercando;

que éste es mucho mirar, señora, cuando es mejor que la gente

que habita en ella, generosamente

nos admita.

ROSAURA: La puerta

-mejor diré funesta boca-abierta

está, y desde su centro

nace la noche, pues la engendra dentro.

Suena ruido de cadenas

CLARÍN: ¿Qué es lo que escucho, cielo!

ROSAURA: Inmóvil bulto soy de fuego y hielo.

CLARÍN: ¿Cadenita hay que suena?

Mátenme, si no es galeote en pena.

Bien mi temor lo dice.

Dentro SEGISMUNDO

SEGISMUNDO: ¡Ay, mísero de mí, y ay infelice!

ROSAURA: ¡Qué triste vos escucho!

Con nuevas penas y tormentos lucho.

CLARÍN: Yo con nuevos temores.

ROSAURA: Clarín…

CLARÍN: ¿Señora…?

ROSAURA: Huyamos los rigores

de esta encantada torre.

CLARÍN: Yo aún no tengo

ánimo de huír, cuando a eso vengo.

ROSAURA: ¿No es breve luz aquella

caduca exhalación, pálida estrella, que en trémulos desmayos

pulsando ardores y latiendo rayos, hace más tenebrosa

la obscura habitación con luz dudosa?

Sí, pues a sus reflejos

puedo determinar, aunque de lejos, una prisión obscura;

que es de un vivo cadáver sepultura; y porque más me asombre,

en el traje de fiera yace un hombre de prisiones cargado

y sólo de la luz acompañado.

Pues huír no podemos,

desde aquí sus desdichas escuchemos.

Sepamos lo que dice.

Descúbrese SEGISMUNDO con una cadena y la luz vestido de pieles

SEGISMUNDO: ¡Ay mísero de mí, y ay infelice!

Apurar, cielos, pretendo,

ya que me tratáis así,

qué delito cometí

contra vosotros naciendo.

Aunque si nací, ya entiendo

qué delito he cometido;

bastante causa ha tenido

vuestra justicia y rigor,

pues el delito mayor

del hombre es haber nacido.

Sólo quisiera saber

para apurar mis desvelos

-dejando a una parte, cielos,

el delito del nacer-,

¿qué más os pude ofender,

para castigarme más?

¿No nacieron los demás?

Pues si los demás nacieron,

¿qué privilegios tuvieron

que no yo gocé jamás?

Nace el ave, y con las galas

que le dan belleza suma,

apenas es flor de pluma,

o ramillete con alas,

cuando las etéreas salas

corta con velocidad,

negándose a la piedad

del nido que dejan en calma;

¿y teniendo yo más alma,

tengo menos libertad?

Nace el bruto, y con la piel

que dibujan manchas bellas,

apenas signo es de estrellas

-gracias al docto pincel-,

cuando, atrevido y cruel,

la humana necesidad

le enseña a tener crueldad,

monstruo de su laberinto;

¿y yo, con mejor instinto,

tengo menos libertad?

Nace el pez, que no respira,

aborto de ovas y lamas,

y apenas bajel de escamas

sobre las ondas se mira,

cuando a todas partes gira,

midiendo la inmensidad

de tanta capacidad

como le da el centro frío;

¿y yo, con más albedrío,

tengo menos libertad?

Nace el arroyo, culebra

que entre flores se desata,

y apenas sierpe de plata,

entre las flores se quiebra,

cuando músico celebra

de las flores la piedad

que le dan la majestad

del campo abierto a su huída;

¿y teniendo yo más vida,

tengo menos libertad?

En llegando a esta pasión,

un volcán, un Etna hecho,

quisiera sacar del pecho

pedazos del corazón.

¿Qué ley, justicia o razón

negar a los hombres sabe

privilegios tan süave

excepción tan principal,

que Dios le ha dado a un cristal,

a un pez, a un bruto y a un ave?

ROSAURA: Temor y piedad en mí

sus razones han causado.

SEGISMUNDO: ¿Quién mis voces ha escuchado?

¿Es Clotaldo?

CLARÍN: Di que sí.

ROSAURA: No es sino un triste, ¡ay de mí!, que en estas bóvedas frías

oyó tus melancolías.

SEGISMUNDO: Pues la muerte te daré porque no sepas que sé

que sabes flaquezas mías.

Sólo porque me has oído,

entre mis membrudos brazos

te tengo de hacer pedazos.

CLARÍN: Yo soy sordo, y no he podido escucharte.

ROSAURA: Si has nacido

humano, baste el postrarme

a tus pies para librarme.

SEGISMUNDO: Tu voz pudo enternecerme, tu presencia suspenderme,

y tu respeto turbarme.

¿Quién eres? Que aunque yo aquí

tan poco del mundo sé,

que cuna y sepulcro fue

esta torre para mí;

y aunque desde que nací

-si esto es nacer-sólo advierto

eres rústico desierto

donde miserable vivo,

siendo un esqueleto vivo,

siendo un animado muerte.

Y aunque nunca vi ni hablé

sino a un hombre solamente

que aquí mis desdichas siente,

por quien las noticias sé

del cielo y tierra; y aunque

aquí, por que más te asombres

y monstruo humano me nombres,

este asombros y quimeras,

soy un hombre de las fieras

y una fiera de los hombres.

Y aunque en desdichas tan graves,

la política he estudiado,

de los brutos enseñado,

advertido de las aves,

y de los astros süaves

los círculos he medido,

tú sólo, tú has suspendido

la pasión a mis enojos,

la suspensión a mis ojos,

la admiración al oído.

Con cada vez que te veo

nueva admiración me das,

y cuando te miro más,

aun más mirarte deseo.

Ojos hidrópicos creo

que mis ojos deben ser;

pues cuando es muerte el beber,

beben más, y de esta suerte,

viendo que el ver me da muerte,

estoy muriendo por ver.

Pero véate yo y muera;

que no sé, rendido ya,

si el verte muerte me da,

el no verte ¿qué me diera?

Fuera más que muerte fiera,

ira, rabia y dolor fuerte

fuera vida. De esta suerte

su rigor he ponderado,

pues dar vida a una desdichado

es dar a un dichoso muerte.

ROSAURA: Con asombro de mirarte,

con admiración de oírte,

ni sé qué pueda decirte,

ni qué pueda preguntarte;

sólo diré que a esta parte

hoy el cielo me ha guïado

para haberme consolado,

si consuelo puede ser

del que es desdichado, ver

a otro que es más desdichado.

Cuentan de un sabio que un día

tan pobre y mísero estaba,

que sólo se sustentaba

de unas yerbas que comía.

¿Habrá otro -entre sí decíamás pobre y triste que yo?

Y cuando el rostro volvió,

halló la respuesta, viendo

que iba otro sabio cogiendo

las hojas que él arrojó.

Quejoso de la fortuna

yo en este mundo vivía,

y cuando entre mí decía:

¿Habrá otra persona alguna

de suerte más importuna?,

piadoso me has respondido;

pues volviendo en mi sentido,

hallo que las penas mías,

para hacerlas tú alegrías

las hubieras recogido.

Y por si acaso mis penas

pueden aliviarte en parte,

óyelas atento, y toma

las que de ellas no sobraren.

Yo soy…

Dentro CLOTALDO

CLOTALDO: Guardas de esta torre,

que, dormidas o cobardes,

disteis paso a dos personas

que han quebrantado la cárcel…

ROSAURA: Nueva confusión padezco.

SEGISMUNDO: Éste es Clotaldo, mi alcalde.

¿Aun no acaban mis desdichas?

CLOTALDO: Acudid, y vigilantes,

sin que puedan defenderse,

o prendedles o matadles.

TODOS: ¡Traición!

CLARÍN: Guardas de esta torre,

que entrar aquí nos dejasteis,

pues que nos dais a escoger,

el prendernos es más fácil.

Sale CLOTALDO con pistola y soldados, todos con los rostros cubiertos

CLOTALDO: Todos os cubrid los rostros; que es diligencia importante

mientras estamos aquí

que no nos conozca nadie.

CLARÍN: ¿Enmascaraditos hay?

CLOTALDO: ¡Oh vosotros que, ignorantes de aqueste vedado sitio,

coto y término pasasteis

contra el decreto del rey,

que manda que no ose nadie