Las llamas de la culpa - Capítulo 1 - Inger Gammelgaard Madsen - E-Book

Las llamas de la culpa - Capítulo 1 E-Book

Inger Gammelgaard Madsen

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Beschreibung

Johan Boje, oficial de la policía de Central y West Jutland, es asesinado por un auto que se da a la fuga frente a su casa, en una noche de marzo. Su jefe, Axel Borg, es uno de los primeros en llegar a la escena del crimen y allí nota la brutalidad del asesinato. El hijo de nueve años de Johan Boje dice que vio el auto y al conductor y afirma que es un oficial de policía. ¿Es sólo la imaginación del niño? Cuando una cámara de vigilancia confirma la declaración del niño, Rolando Benito, investigador de la Comisión independiente de denuncias contra la policía, es asignado al caso. ¿Alguno de los colegas de Johan tendría un móvil para cometer tan horrendo asesinato?-

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Inger Gammelgaard Madsen

Las llamas de la culpa

Capítulo 1

SAGA

Las llamas de la culpa - Capítulo 1

Original title:

Brændende skyld: Afsnit 1 Copyright © 2017, 2019 Inger Gammelgaard Madsen and SAGA Egmont, Copenhagen All rights reserved ISBN: 9788726233346

1. E-book edition, 2019 Format: EPUB 2.0

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

Las llamas de la culpa

Capítulo 1

Cuando apagó el motor del auto, el garaje quedó en silencio. Sólo se oía su respiración agitada.

Al entrar, las luces habían iluminado la mesa de trabajo. Aparentemente, Lukas había estado trabajando en la pajarera de nuevo y no había limpiado al terminar. Una buena cantidad de polvo de madera cubría el lugar y el serrucho no estaba en su lugar entre las herramientas que colgaban de la pared. Por lo visto, su hijo había abandonado su proyecto... nuevamente. Sintió un cierto regocijo al saber que al menos lo había intentado, en lugar de darse por vencido para hundirse frente al televisor o la computadora. Los chicos de nueve años deberían ser activos y a Lukas no le gustaban los deportes; al contrario de Mia, que practicaba hándbol dos veces a la semana. Claro que ella era unos años menor, sobraba tiempo para que cambiara.

Comenzó a sentirse irritado porque su hijo nunca escuchaba y porque no había heredado la destreza manual de su padre, o su sentido del orden. Habían delineado el contorno de todas las herramientas en la pared, así que, no encontrar el lugar del serrucho dejaba de ser una excusa posible. Su acidez estomacal comenzó a bullir y se le aceleró el corazón.

Se recostó en el asiento con las manos sobre el volante como si aún siguiera conduciendo; cerró los ojos en un intento por ahuyentar la irritación y el enojo. El serrucho no era el problema. Tampoco lo era el desorden, ni Lukas.

Él era el problema, sus frustraciones y sus malas elecciones. Quizás, si en aquel entonces se hubiera sobrepuesto y le hubiera contado todo a Alice, no hubiera pasado nada. La había notado recelosa por un tiempo. Cada vez que había trabajado hasta tarde o cuando le había dicho que tenía una conferencia en el exterior. Ella lo sabía, pero no había dicho nada. ¿En verdad lo amaba tanto? ¿Acaso pensaba que no tenía mejores opciones que él? Era una mujer hermosa y podría tener a quien quisiera.

Abrió sus ojos que se perdieron en la oscuridad. Unos celos apremiantes se apoderaron de él sólo de pensar en Alice con otro hombre. Eso por sí solo le demostraba lo despreciable que era. No tenía derecho a sentirse así, ni tampoco a experimentar el alivio que sintió cuando al pasar frente a la casa vio las luces apagadas, clara señal de que Alice y los niños ya se habían ido a la cama. Por supuesto que sí: los niños se tenían que levantar temprano para ir a la escuela y Alice tenía un turno en el hospital a primera hora. Tal vez el acostarse temprano era su forma de protesta. Debería haber llamado, pero finalmente algo había ocurrido. Al día siguiente lo sabría.

Luego de reencontrarse con ella y verla a los ojos, no podía dejar el caso. Debería haberlo hecho después de tantos años. Había sido un accidente según el informe. Pero había mantenido la sospecha todo este tiempo. ¿Lo guiaba su profesionalismo o era otra cosa? Alice le había preguntado qué lo incomodaba. Ella también lo había sentido, claro, con lo atenta y observadora que era. Podía sentir la tristeza oculta de su marido y cómo sus pensamientos estaban en cualquier lugar menos en ella y los chicos. Él podría haber sido honesto y contarle todo; sincerarse, limpiar su alma y su vida. De cualquier manera, ya no importaba. Nada importaba.

Tragó saliva y apretó con fuerza su nariz con el dedo índice y el pulgar para contener el deseo de llorar. Ella había sido especial y ahora estaba seguro de que la había amado, realmente amado. No se reducía a pasión y sexo como lo había sido con otras. No era otra cana al aire que Alice pretendía desconocer. Por una vez, la atracción no había nacido de la belleza y la juventud. Era otra cosa, algo más cercano e íntimo. Era una conexión indefinible, tanto física como mental, que nunca antes había experimentado con otra mujer. Ni siquiera con Alice.