Las políticas de la locura - Enric Josep Novella Gaya - E-Book

Las políticas de la locura E-Book

Enric Josep Novella Gaya

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Beschreibung

En los últimos años, el estudio de la evolución de los discursos y las prácticas psiquiátricas durante el franquismo se ha convertido en un capítulo relevante de la historiografía de la ciencia. A pesar de que dicha evolución se desplegó en coordenadas cambiantes y comprendió aspectos muy dispares (como el cultivo de la especulación clínico-teórica, la introducción de novedades terapéuticas, el afianzamiento institucional de la especialidad o la difusión del nuevo ideario de la salud mental), en el franquismo la medicina mental se vio particularmente condicionada por el marco sociopolítico reinante. Considerando los principales ejes en torno a los que fue articulándose la dimensión política y social de la psiquiatría a lo largo de los cuarenta años de dictadura (la ideología, la doctrina, el gobierno, la gestión y la ciudadanía), la presente monografía ofrece una nueva interpretación de conjunto de la peculiar constelación "psicopolítica" de la España de Franco como una compleja y proteica amalgama de reaccionarismo, conservadurismo, totalitarismo, autoritarismo, tecnocracia y (finalmente) desbordamiento cívico.

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HISTÒRIA I MEMÒRIA DEL FRANQUISME / 69

DIRECCIÓ

Ismael Saz (Universitat de València)

ulián Sanz (Universitat de València)

CONSELL ASSESOR INTERNACIONAL

Paul Preston (London School of Economics)

Walter Bernecker (Universität Erlangen, Núremberg)

Alfonso Botti (Università di Modena e Reggio Emilia)

Mercedes Yusta Rodrigo (Université Paris VIII)

Sophie Baby (Université de Bourgogne)

Carme Molinero i Ruiz (Universitat Autònoma de Barcelona)

Conxita Mir Curcó (Universitat de Lleida)

Mónica Moreno Seco (Universidad de Alicante)

Javier Tébar Hurtado (Universitat de Barcelona)

Teresa M.ª Ortega López (Universidad de Granada)

Esta monografía se ha elaborado en el marco del proyecto«La clínica de la subjetividad: Historia, teoría y práctica de la psicopatología estructural»(PID2020-113356GB-I00), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación,y se ha beneficiado de una ayuda del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD).

Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente,ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información,en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico,electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

© Enric Novella Gaya, 2023

© De esta edición: Universitat de València, 2023

© Juan Genovés, «Alfonso», VEGAP, València, 2023

Publicacions de la Universitat de València

https://puv.uv.es

[email protected]

Coordinación editorial: Amparo Jesús-Maria

Ilustración de la cubierta:

Joan Genovés, Agresión (1975),

Museo de Bellas Artes de Cáceres

Maquetación: Inmaculada Mesa

Corrección: David Lluch

ISBN: 978-84-1118-261-4 (papel)

ISBN: 978-84-1118-262-1 (ePub)

ISBN: 978-84-1118-263-8 (PDF)

Edición digital

A la memoria de Filomena Gaya

Has viscut plenament i dolorosament en un temps i un país.Vicent ANDRÉS ESTELLÉS, Llibre de meravelles (1971)

Todos nos hundimos en una charca y al salir de ella,los que salimos, hemos quedado manchados y tarados para siempre.

Julio CARO BAROJA, Los Baroja (1972)

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN: LA PSICOPOLÍTICA DEL FRANQUISMO

  I. LA DISPUTA CON LA MODERNIDAD

La impugnación de la ciencia liberal

La psicopatología del hombre fáustico

El fundamento de la alienación

  II. LA POLÍTICA DE LA PSICOPATOLOGÍA

La poesía de la psiquiatría

Filosofía y análisis existencial

La crisis de la psicopatología

III. PSIQUIATRÍA Y GUBERNAMENTALIDAD

La psicopolítica interventora

La higiene mental en el «Nuevo Estado»

De la higiene a la salud mental

IV. LA TECNOCRACIA PSIQUIÁTRICA

El Patronato Nacional de Asistencia Psiquiátrica

El aggiornamento autoritario

La promoción de la salud mental

 V. SALUD MENTAL Y CIUDADANÍA

Una cuestión palpitante

La cultura de la participación

De la reforma a la represión

EPÍLOGO: HACIA EL DESENCANTO

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

INTRODUCCIÓN:LA PSICOPOLÍTICA DEL FRANQUISMO

Era aquel un tiempo de alienación y embrutecimiento generalcon […] toda aquella retórica […] fabricada de acuerdo con laestatura mental y moral de un tipo como aquel.

Antonio MARTÍNEZ SARRIÓN, Infancia y corrupciones (1993)

En 1938, el comandante médico Antonio Vallejo Nágera publicó un volumen de Divagaciones intrascendentes que compilaba una serie de escritos de exaltación del «Glorioso Alzamiento» y de combate «contra los enemigos de España». En uno de ellos, y dentro de sus expeditivas propuestas de «reforma de las costumbres», el jefe de los Servicios Psiquiátricos del Ejército Nacional animaba a «emprender activa campaña contra la neurastenización e histerización de la sociedad española», las cuales, a su juicio, habían sido activamente «fomentadas por las fuerzas secretas revolucionarias desde el Poder, en manos de psicópatas y dementes».1 Como es sabido, en aquellos años este tipo de afirmaciones tan estridentes fueron constantes en las obras de Vallejo Nágera, que, en un alarde insuperable de cinismo, no vaciló en declarar en el prólogo a La locura y la guerra (1939) que sus aportaciones a la «psicopatología de la guerra española» se hallaban desprovistas de «toda intención política partidista»:

Exponemos imparcialmente y con ortodoxo criterio científico los fenómenos observados y los analizamos sujetándonos a los cánones de las investigaciones psicológica y psiquiátrica, desentendidos de nuestra fervorosa adhesión a la Causa Nacional. Si la criminalidad y las reacciones antisociales fueron bárbaras y sanguinarias en el campo marxista, favoreciendo la razón que asiste a los nacionales, ha de culparse a sus monstruosos instigadores y autores y no al psiquiatra, limitado al estudio en el gabinete de trabajo del material de observación ofrecido a sus investigaciones.2

Por su parte, y justo en 1975, el psiquiatra Ramón García, protagonista destacado de algunas de las experiencias de transformación asistencial más rupturistas del momento, editó una recopilación de «textos críticos sobre el hecho psiquiátrico […] desde el ángulo de la sociopolítica» en cuyo prólogo señalaba que el manicomio era el lugar en el que «afloraban de una manera más clara y patente las verdaderas coordenadas del orden social y sus contradicciones, fuertemente empañadas, habitualmente, por la ideología».3 En la estela de los análisis críticos de Michel Foucault en torno al silenciamiento epistémico y cultural de la locura operado por la medicina mental y sus instituciones, y siguiendo muy de cerca las tesis del movimiento italiano Psiquiatría Democrática, García llamaba a una suerte de alzamiento asistido de aquellos a quienes no dudaba en calificar como «oprimidos», pero también alertaba de la extraordinaria resistencia a la que debía enfrentarse semejante proyecto emancipador:

En las muy contadas ocasiones en que, últimamente, ha querido surgir la palabra de la locura –a través del loco y del personal a su cuidado– se ha hecho nuevamente patente el contrato social que liga a la psiquiatría con los poderes políticos: los psiquiatras se han unido explícitamente con las fuerzas del orden público para acallar, salvajemente, la palabra que surgía.4

Desde luego, resulta difícil imaginar un contraste más acusado entre las figuras, las retóricas y los propósitos de Vallejo Nágera y García, pero lo cierto es que –teniendo en cuenta sus años exactos de procedencia– sus testimonios resultan muy significativos y reveladores del clima ideológico de partida y de llegada que enmarcó la evolución de los discursos y las prácticas psiquiátricas durante el franquismo. Como es lógico, dicha evolución constituyó un proceso que se desplegó en coordenadas cambiantes y en escenarios muy diversos, de manera que es obligado renunciar al retrato simplista y sesgado de una especialidad entregada inicialmente al ideario fascista, la especulación solipsista o las intrigas académicas, y, posteriormente, a la revolución social, la crítica contracultural y las asambleas interminables. Pero, en todo caso, no hay duda de que, al menos en sus etapas fundacional y terminal, la dictadura fue una época en la que, como ocurrió en muchos otros sectores de la sociedad española, la actividad y la cultura profesional de los psiquiatras se vieron particularmente afectadas por las grandes tensiones ideológicas del momento. Y una prueba incuestionable de ello es el hecho de que –como hemos visto– lo que arrancó con la más cruda (psico) patologización (fascista) del adversario político se cerró con un novedoso reconocimiento (democrático) del enfermo mental como sujeto político.

En ese sentido, no es casual que las primeras aproximaciones de conjunto a la historia de la medicina mental española durante el franquismo, publicadas a finales de la década de 1970 por profesionales de filiación progresista, destacaran fundamentalmente la militancia reaccionaria de los psiquiatras más afines al régimen y su negligente inoperancia en materia asistencial. De este modo, el desinterés de los próceres de la especialidad, la rigidez de las estructuras de poder y la impronta ultraconservadora de la política social de la dictadura habrían condenado a la psiquiatría y sus instituciones a una «profunda desmoralización» y a un «absoluto inmovilismo» que cercenaron cualquier posibilidad consistente de desarrollo e innovación.5 Por supuesto, en los años de la posguerra se asistió a un drástico «ajuste ideológico» en el seno de una profesión que en las décadas previas se había comprometido mayoritariamente con el impulso modernizador de la Edad de Plata;6 y, asimismo, es innegable que, a pesar de algunas iniciativas aisladas, el inmovilismo fue la actitud dominante e invariable de la autocracia franquista frente al calamitoso estado de la asistencia psiquiátrica.7 Pero, como ya se ha apuntado, la evolución de la psiquiatría durante el largo periodo de la dictadura también se caracterizó por la presencia de otros elementos que, al cabo de los años, han sido objeto de aproximaciones más desapasionadas. Entre ellos cabe señalar, por ejemplo, la apropiación selectiva y fluctuante de ciertas corrientes de pensamiento y la elaboración de diversas aportaciones de índole clínico-teórica; la introducción de importantes novedades terapéuticas (desde los tratamientos de choque y la psicocirugía a los nuevos psicofármacos que desembarcaron en el país a mediados de los años cincuenta); la consolidación del proceso de institucionalización de la disciplina desde el punto de vista corporativo, académico y asistencial; o la (tardía aunque) progresiva difusión de un nuevo ideario profesional centrado en el concepto de salud mental, la atención comunitaria y las intervenciones de carácter psicosocial.8

Sin duda, los rendimientos de esta historiografía más reciente –que no ha olvidado subrayar la clara ruptura que supuso el advenimiento del «Nuevo Estado», pero tampoco reconocer las numerosas continuidades con la medicina mental anterior a la Guerra Civil–9 permiten esbozar un panorama mucho más rico y matizado que el sugerido por el relato de trazo grueso y vehemente propagado en los años de la Transición. No obstante, y con todas sus virtudes, es necesario advertir que las investigaciones en curso todavía no se han acompañado de una progresión equivalente en el orden de las narrativas. Como ocurre, sin ir más lejos, con la historia de la psiquiatría del siglo XX en su conjunto –para la que, a pesar de la gran cantidad de trabajos disponibles sobre sus múltiples vertientes y desplazamientos, carecemos aún de un marco interpretativo comparable al de la «edad de oro» del manicomio y el primer alienismo–,10 lo cierto es que la reconstrucción más completa y detallada de los avatares de la psiquiatría española en el franquismo no ha propiciado hasta el momento (y quizá incluso ha pospuesto) un análisis integrado de las particularidades que confieren una relativa sustantividad a la psiquiatría del franquismo.11

Seguramente, la vía más provechosa para avanzar en esta dirección y adoptar una perspectiva más amplia que, por un lado, recoja el fruto de las investigaciones de los últimos años, pero, por el otro, evite las simplificaciones del pasado, consiste en poner de nuevo el punto de mira en la dimensión política y social de los discursos y las prácticas psiquiátricas. Y esto es justamente lo que se propone la presente monografía por medio de la articulación de una serie de investigaciones centradas en los principales ejes o ámbitos en los que se manifestó dicha dimensión durante el franquismo, a saber, la ideología, la doctrina, el gobierno, la gestión y la ciudadanía. A pesar de que su papel puede rastrearse a lo largo de toda la dictadura, estos ejes o ámbitos fueron cobrando protagonismo de forma sucesiva con el paso de los años, de manera que, en gran medida, su enumeración sigue un cierto orden cronológico y su examen secuencial permite recorrer las distintas etapas de la medicina mental española desde el final de la Guerra Civil hasta la muerte de Franco.

En el contexto bélico y en los años inmediatamente posteriores, era de todo punto lógico que, en un momento en el que los psiquiatras llevaban ya un tiempo posicionándose públicamente a nivel político, algunos de los profesionales alineados primero con el bando sublevado e identificados después con el nuevo orden tomaran partido y apoyaran de diversas formas la causa de los vencedores. Y, del mismo modo, también lo era que, una vez sofocado el ardor de la contienda y estabilizado el régimen, estos y otros profesionales promovieran o avalaran en sus escritos el reaccionarismo –esto es, el rechazo más o menos rotundo de la modernidad en (casi) todas sus manifestaciones y consecuencias– compartido por la mayor parte de los grupos y actores sociopolíticos que sustentaban la dictadura.12 Capitaneados en la primera etapa por Vallejo Nágera y en la segunda por Juan José López Ibor, algunos «psiquiatras de Franco» se hicieron así dignos acreedores de dicha condición con las más burdas proclamas de exaltación y combate, como hemos visto, o con análisis más sutiles de crítica cultural, como veremos.13

Por supuesto, la «orientación espiritual» del «Nuevo Estado» también dejó su impronta conservadora en el campo del pensamiento propiamente psiquiátrico. Como era de esperar, y a pesar de que la comprensión de las enfermedades mentales era muy similar en lo esencial entre los psiquiatras «nacionales» y «republicanos» (no en vano todos se habían formado en el contexto de la hegemonía de la neuropsiquiatría germana y, particularmente, de la nosografía kraepeliniana),14 los vencedores también aplicaron su «ajuste» al discurso psicopatológico. De este modo, el psicoanálisis (que había sido acogido hasta entonces con una actitud no entusiasta pero sí receptiva por muchos profesionales españoles) fue severamente impugnado y (casi) proscrito durante décadas, al tiempo que se difundían correctivamente los presupuestos y las aportaciones de la psicopatología fenomenológicoexistencial, pero se insistía en la naturaleza «procesual» y «endógena» (y no «conflictual» o «reactiva») de la práctica totalidad de los cuadros clínicos. Ciertamente, el franquismo fue en su mayor parte una época de escaso dinamismo y, por lo tanto, muy propicia a una especulación teórica –«poética», llegó a sugerir López Ibor– que fue adaptando sus objetivos a las nuevas realidades sobrevenidas en el curso de la dictadura.15

En cualquier caso, y bajo el manto de ensimismamiento e inmovilismo que cubría los discursos y las prácticas de la psiquiatría «oficial», el franquismo también asistió a una importante mutación en las estrategias biopolíticas y en la morfología básica de la gubernamentalidad que tuvo importantes consecuencias a nivel psicosociológico y, por ende, psiquiátrico. Como es sabido, los conceptos de biopolítica (esto es, la regulación de los grandes procesos biológicos que afectan a la población) y gubernamentalidad (a saber, las técnicas que modelan a los seres humanos como sujetos con el objeto de conducirlos o «gobernarlos» de un determinado modo) proceden de la obra tardía de Foucault y han sido ampliamente explotados en las últimas décadas como herramientas de análisis histórico-social.16 En el contexto de la España franquista, la atmósfera totalitaria de la posguerra radicalizó (ideológicamente) los presupuestos de la higiene mental, de manera que el horizonte de la acción psiquiátrica se mantuvo centrado en la gestión del riesgo colectivo representado por la enfermedad mental; pero el advenimiento del desarrollismo autoritario transformó la sociedad española y propició la paulatina infiltración del nuevo paradigma de la salud mental impulsado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros organismos internacionales, tendente a someter a los individuos a la racionalidad optimizadora del bienestar emocional y la competencia psicosocial.17

En esas coordenadas, algunos estamentos del régimen vinculados a la administración sanitaria trataron de paliar la inacción y el marasmo general con una serie de iniciativas «modernizadoras». Creado en 1955 y (significativamente) disuelto en 1974, el organismo que encarnó el espíritu tecnocrático del segundo franquismo en este ámbito fue el Patronato Nacional de Asistencia Psiquiátrica (PANAP), que promovió diversas actividades formativas y de divulgación y, sobre todo, algunos planes de reorganización y aggiornamento de unos recursos asistenciales (restringidos casi enteramente a varias decenas de manicomios y a otros tantos dispensarios y consultorios neuropsiquiátricos) totalmente míseros y obsoletos que vegetaban en la incuria más absoluta desde el final de la Guerra Civil. Ciertamente, dichas propuestas no aspiraban todavía a superar la tradicional centralidad y preeminencia del hospital psiquiátrico, a impulsar una política activa de desinstitucionalización o a integrar plenamente la atención a la salud mental en el marco de la asistencia sanitaria general, pero –siguiendo las líneas maestras de la OMS– ya preveían algunos elementos que se impondrían en las décadas siguientes como la reestructuración de la asistencia ambulatoria con un modelo sectorizado de servicios y equipos multidisciplinares, la creación de unidades psiquiátricas en hospitales generales, el énfasis en las técnicas psicoeducativas y socioterapéuticas, la necesidad de reforzar el papel de los médicos generales o la conveniencia de crear una red paralela de dispositivos para hacer frente a la problemática específica del alcoholismo y las toxicomanías.18 En cualquier caso, la escasa preparación e iniciativa de los responsables de las instituciones, la fragmentación de competencias y la ausencia de un genuino interés transformador por parte de las autoridades del tardofranquismo impidieron que estas propuestas se tradujeran en realizaciones apreciables,19 de manera que la renovación efectiva de las prácticas asistenciales solo pudo iniciarse de forma consecuente y concertada tras la consolidación del nuevo régimen parlamentario surgido de la Transición a lo largo de la década de 1980.

De hecho, los años finales de la dictadura revelaron su obscena incompatibilidad con los valores (democráticos) que estaban arraigando entre las nuevas clases medias mientras los tecnócratas del régimen operaban al servicio de una frágil legitimidad de ejercicio basada en el crecimiento económico y la apertura internacional.20 Como no podía ser de otra manera, dichos valores fueron trasladándose al escenario de la asistencia psiquiátrica –y, muy especialmente, al degradado entorno de los manicomios– con la incorporación de una generación de jóvenes profesionales que, independientemente de su eventual militancia en la oposición antifranquista, no podían permanecer impasibles ante semejantes muestras de heteronomía y abandono. Como estaba ocurriendo en otros países (en los que una confluencia de postulados teóricos, demandas sociales e intereses políticos estaba propiciando la adopción de ambiciosos proyectos de rehabilitación psicosocial, desinstitucionalización y atención comunitaria),21 la psiquiatría española vivió a partir de 1970 un clima de movilización cívica que se vio notablemente avivado por la restricción imperante de los derechos políticos. Y, de este modo, los sucesivos «conflictos psiquiátricos» del tardofranquismo –inicialmente apaciguados con algunas concesiones, pero finalmente reprimidos con severidad– pusieron cruelmente de manifiesto el inevitable desbordamiento del régimen frente a las exigencias de autonomía y participación (colectiva) emanadas de una conciencia ciudadana cada más asertiva e inclusiva y, a la vez, cada vez más proclive a codificar su malestar y su vulnerabilidad (individual) en términos de salud mental.

Por el momento, estas consideraciones pueden bastar para referir de forma preliminar los principales acontecimientos y transiciones registradas en estos cinco ejes o ámbitos en los que fue desplegándose (y puede indagarse) la peculiar constelación «psicopolítica» del franquismo. Extendiendo así el alcance de dicha expresión en algunos ensayos e investigaciones recientes,22 esta monografía reúne, por un lado, cinco estudios originales sobre la medicina mental española en un periodo histórico muy concreto desde el punto de vista de la ideología, la doctrina, el gobierno, la gestión y la ciudadanía. Pero, tratando de integrar los resultados obtenidos con las aportaciones de otros autores, también aspira a ofrecer, por el otro, una (nueva) visión de conjunto de las relaciones entre psiquiatría, política y sociedad en el contexto específico del franquismo, esto es, de algunos de los aspectos clave en los que los discursos y las prácticas psiquiátricas trascendieron la (aparente) insularidad de la actividad clínica y sus instituciones para situarse de lleno en el marco político y social de la dictadura. Desde este punto de vista, y como ya hemos sugerido, la singular configuración psicopolítica del franquismo constituyó una compleja y proteica amalgama de reaccionarismo, conservadurismo, totalitarismo, autoritarismo, tecnocracia y desbordamiento (cívico) que cabe examinar con detalle en su articulación efectiva.

Teniendo en cuenta, por un lado, la querencia casi constitutiva de la medicina mental por la crítica cultural, y, por el otro, el lugar central que –desde el mismo Rousseau– ha ocupado en ella el análisis de los atributos e implicaciones de la cosmovisión científico-técnica de la modernidad,23 el primer capítulo reconstruye el punto de partida, la evolución y los diversos matices de los discursos sobre la ciencia y la técnica presentes en la producción intelectual de los psiquiatras españoles durante la dictadura. Dentro de su particular litigio con la modernidad, el primer franquismo hizo florecer, como es sabido, un prolífico ensayismo psiquiátrico al servicio de la reacción (ideológica); pero, partiendo inicialmente de la constatación de una hipotética «regresión» física y moral de la «Hispanidad» a causa de la artificiosidad de la vida moderna, la infiltración del liberalismo y la erosión de los valores tradicionales, el género centró luego su interés en un análisis de la «sociedad neurotizada» que, con referentes filosóficos como José Ortega y Gasset o Martin Heidegger, situaba los excesos de la razón instrumental, el «maquinismo» y la «hipertecnificación» del mundo moderno entre las principales fuentes de empobrecimiento espiritual y sufrimiento psíquico. En primer lugar, el capítulo revisa estos discursos en el marco de la voluntad de corte radical con el pasado inmediato y de la mentalidad rabiosamente antimoderna dominante en el bando sublevado durante la guerra y los primeros años de la posguerra; posteriormente, acomete un examen más detallado de las frecuentes alusiones a los fundamentos y las consecuencias de la ciencia «fáustica» dentro de la crítica cultural cultivada de forma insistente por algunos de los representantes más destacados e influyentes de la profesión a nivel institucional; y, por último, señala la pérdida de peso y la dilución de estas preocupaciones en el contexto del fervor tecnocrático y «modernizador» de los años sesenta, así como la (muy significativa) reaparición de una incisiva crítica sociopolítica de la ciencia en los planteamientos de algunos sectores del progresismo psiquiátrico de los últimos años de la dictadura.

Asumiendo la extraordinaria permeabilidad del discurso psicopatológico a las grandes coordenadas epistemológicas, sociales y culturales imperantes en los entornos en los que se (re)produce,24 el segundo capítulo examina la destacada presencia y proyección de la obra del psiquiatra suizo Ludwig Binswanger y el llamado «análisis existencial» (Daseinsanalyse) en la psiquiatría española de las décadas centrales del siglo XX. A primera vista, el interés por una aproximación que partía de la insuficiencia de la perspectiva científico-natural para dar cuenta de la conducta y la experiencia de los pacientes no parecía encajar bien con la orientación esencialmente organicista de los psiquiatras de la época; pero lo cierto es que, fruto en algunos casos de la animadversión hacia el psicoanálisis y en otros de la sintonía con las preocupaciones intelectuales del momento (y, particularmente, con las «filosofías de la existencia»), muchos profesionales españoles (sobre todo, pero no exclusivamente, en el ámbito académico) se ocuparon entonces de forma intensiva o incluso publicaron trabajos sobre las bases filosóficas, las aportaciones clínicas o las (supuestas) aplicaciones terapéuticas de una corriente que, por lo demás, resultaba muy propicia para conferirles una pátina de sofisticación (doctrinal). En primer lugar, el capítulo reconstruye los importantes vínculos personales y profesionales que Binswanger mantuvo con diversos colegas españoles y muestra la notable difusión que tuvieron sus planteamientos en España a través de reseñas bibliográficas, eventos científicos, memorias de cátedra, clases universitarias y traducciones de sus obras; a continuación, revisa la incorporación de los postulados del análisis existencial al discurso de los psiquiatras españoles y presenta las contribuciones más elaboradas y originales de estos con respecto a los fundamentos de la psiquiatría «antropológico-existencial» o la interpretación «analítico-existencial» de determinados trastornos o cuadros clínicos; y, finalmente, intenta esclarecer la apreciación según la cual la instrumentalización del análisis existencial en el contexto de la España de Franco comprometió primero el reconocimiento crítico de sus verdaderas posibilidades (y límites) y contribuyó luego de un modo muy notable al descrédito de la indagación psicopatológica entre los psiquiatras españoles.

Por su parte, y considerando el importantísimo papel de la psiquiatría y el conjunto de las ciencias de la mente en el imparable proceso de «cientifización de lo social» (a saber, la creciente implicación de los expertos en la concepción, regulación y gestión de los problemas sociales y, en definitiva, de los asuntos humanos) que caracteriza a la modernidad,25 el tercer capítulo aborda el surgimiento, las derivaciones y la dilución final del paradigma de la higiene mental en España desde las primeras décadas del siglo XX hasta un momento que puede datarse aproximadamente en el tránsito del primer al segundo franquismo. Sin duda, las singularidades y la excepcionalidad del régimen franquista chocaban frontalmente con el desplazamiento decisivo en la racionalidad biopolítica y las tecnologías de gobierno que se estaba operando en buena parte del mundo occidental desde las estrategias de intervención disciplinaria y corporativa sobre el cuerpo social a las prácticas «liberales» de promoción de los derechos y la iniciativa de los individuos; pero, en una muestra más del anacronismo de una superestructura política totalmente disociada de los valores emergentes en la sociedad española, algunos de los correlatos de dicho desplazamiento (como la cristalización de la propia cultura de la salud mental) fueron cobrando una creciente presencia en la retórica gubernamental y en el conjunto de la vida pública a partir de los años sesenta. En primer lugar, el capítulo repasa la trayectoria inicial del ideario de la higiene mental en España en el contexto del relativo florecimiento de una profesión que hizo suyas las aspiraciones de perfeccionamiento colectivo que impregnaron el orden psicopolítico del primer tercio del siglo XX; posteriormente, analiza su presencia discursiva, su apropiación ideológica y su proyección práctica en la psiquiatría española del primer franquismo, a la que proporcionó un elemento de aparente ruptura –y, a la vez, de una significativa continuidad– con las realizaciones de la Edad de Plata; y, por último, interpreta su reformulación «técnica» y su sustitución por el nuevo paradigma de la salud mental en función del progresivo abandono de la gubernamentalidad totalitaria de los inicios de la dictadura.

Justamente, el punto de partida del cuarto capítulo se sitúa en el marco de la irrupción de la gubernamentalidad autoritaria y el «triunfo de la administración sobre la política» que representó el despliegue de la racionalidad tecnocrática en la España del segundo franquismo,26 cuando se pusieron en marcha diversas iniciativas «oficiales» en el ámbito de la asistencia psiquiátrica, la capacitación profesional y la «promoción» de la salud mental. Ciertamente, dichas iniciativas tuvieron un alcance muy limitado porque –como veremos– apenas movilizaron recursos frente a los gravísimos problemas de dispersión administrativa, financiación marginal, precariedad estructural o inercia funcional (entre otros) que afectaban a los dispositivos asistenciales; pero, además, resulta inevitable pensar que los conceptos de salud mental, psiquiatría social y atención comunitaria (tendentes a promover una visión de la acción psiquiátrica y psicoterapéutica centrada en el ejercicio y/o la recuperación de la autonomía de unos afectados que han de cultivar el imperativo de la responsabilidad, la autorrealización y el crecimiento interior) no encajaban bien con la naturaleza irremediablemente autoritaria del régimen político, de manera que no es improbable que esta discrepancia (fundamental) imposibilitase la superación del viejo orden manicomial y condenase a la inanidad y al fracaso todo este impulso «modernizador». En primer lugar, el capítulo reconstruye el proceso de creación y la trayectoria del PANAP (que se hizo cargo de la gestión directa de algunas instituciones) desde 1955 hasta su disolución efectiva en 1974; a continuación, analiza las actividades desarrolladas por este organismo dependiente de la Dirección General de Sanidad (y, por tanto, del Ministerio de la Gobernación) que pretendió coordinar la (muy tímida) acción estatal en la materia en consonancia con el ideario de los Planes de Desarrollo Económico y Social; y, finalmente, valora su importante papel (que contrasta con la imagen de inoperancia que lastró su andadura y su legado) en la difusión inicial en España de los nuevos discursos de la salud mental por medio de publicaciones (especializadas y de divulgación), películas, cursos y seminarios de formación.

Enlazando con estos desarrollos (del todo insuficientes y, en gran medida, forzosamente fallidos) y recordando el vínculo constitutivo entre la evolución de las prácticas psiquiátricas y la cristalización de la noción moderna de ciudadanía,27 el quinto y último capítulo examina algunas de las causas y consecuencias del clima de efervescencia emancipatoria que, como ocurrió en otros ámbitos de la sociedad española (y también estaba ocurriendo en otros países del entorno europeo), se apoderó de los discursos y las prácticas psiquiátricas en los años finales de la dictadura. En primer lugar, se analiza la emergencia a principios de los setenta de una nueva sensibilidad pública hacia la situación de las instituciones psiquiátricas y las personas afectadas por trastornos mentales tal como quedó reflejada en los medios de comunicación e incluso en las declaraciones de algunos cargos políticos; posteriormente, se describe la implantación de una nueva cultura de la participación en el campo de la medicina mental con la reivindicación por parte de los profesionales de una implicación más directa en la gestión de las instituciones y la introducción de intervenciones y prácticas terapéuticas más «horizontales» y centradas en la promoción de la autonomía de los pacientes; y, por último, se refieren las medidas represivas con las que el régimen se enfrentó finalmente a la «disidencia psiquiátrica» a la luz de una serie inédita de documentos de archivo relativos a los conflictos desatados en los hospitales psiquiátricos de Oviedo, Conxo (Santiago de Compostela) y Bétera (Valencia). De este modo, el libro se cierra con una simbólica expresión de la incompatibilidad de los entornos sociopolíticos autoritarios con la cultura de la salud mental comunitaria y apuntando –en una breve reflexión final– al inevitable desencanto que (como ocurrió con la propia «transición» política) hubo de provocar en algunos sectores la implementación efectiva y la gestión administrativa de los procesos de desinstitucionalización y reforma psiquiátrica a partir de la década de 1980.28

1 Antonio Vallejo Nágera: Divagaciones intrascendentes, Valladolid, Talleres Tipográficos Cuesta, 1938, p. 121. Por fortuna, el «paso firme por la ruta del imperialismo» iba a permitir «espantar» dichos «fantasmas», «productos artificiales de una civilización decadente y materializada, florecientes –como el moho– sobre las razas degeneradas».

2 Antonio Vallejo Nágera: La locura y la guerra. Psicopatología de la guerra española, Valladolid, Librería Santarén, 1939, p. 9. Por supuesto, Vallejo Nágera no dejó pasar la ocasión de dedicar su obra «al invicto Caudillo Imperial».

3 Ramón García: «A modo de introducción: Orden manicomial y reeducación de la violencia», en Psiquiatría, antipsiquiatría y orden manicomial, Barcelona, Barral, 1975, pp. 13-29, p. 13.

4 Ibíd., p. 29. «La historia de la institución psiquiátrica […] no es sino la de un sutil encubrimiento de la violencia necesaria para domesticar al loco».

5 Las expresiones proceden de los conocidos trabajos de Carlos Castilla del Pino: «La psiquiatría española (1939-1975)», en Josep M. Castellet (ed.): La cultura bajo el franquismo, Barcelona, Ediciones Debolsillo, 1977, pp. 79-102, p. 102; y Enrique González Duro: Psiquiatría y sociedad autoritaria: España 1939-1975, Madrid, Akal, 1978, p. 303.

6 Sobre este «ajuste» puede verse Juan Casco Solís: «Autarquía y nacional-catolicismo», en Sociedad de Historia y Filosofía de la Psiquiatría (ed.): Un siglo de psiquiatría en España. Dr. Gaëtan Gatian de Clérambault (1872-1934). Maestro de l’Infirmerie. Certificateur, Madrid, Extra Editorial, 1995, pp. 197-226.

7 Véase al respecto Josep M. Comelles: La razón y la sinrazón: Asistencia psiquiátrica y desarrollo del Estado en la España contemporánea, Barcelona, PPU, 1988, pp. 153-174.

8 Tomando como punto de partida el importante trabajo de Juan Casco Solís: «Psiquiatría y franquismo. Periodo de institucionalización (1946-1960)», en Filiberto Fuentenebro et al. (eds.): Psiquiatría y cultura en España en un Tiempo de Silencio. Luis Martín Santos, Madrid, Necodisne, 1999, pp. 85-128; cabe destacar, en este sentido, los estudios contenidos en los volúmenes colectivos compilados por Ricardo Campos y Ángel González de Pablo (eds.): Psiquiatría e higiene mental en el primer franquismo, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2016; y Rafael Huertas (ed.): Psiquiatría y antipsiquiatría en el segundo franquismo y la Transición, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2017; así como en los dosieres «Psiquiatría en el primer franquismo: saberes y prácticas para un “Nuevo Estado”», editado por Ricardo Campos y Ángel González de Pablo (Dynamis 37(1), 2017); y «Cultural histories of science in Franco’s Spain», editado por Ricardo Campos y Enric Novella (Culture & History 10(1), 2021).

9 Véase al respecto, a modo de síntesis, Ricardo Campos: «Psiquiatría republicana versus psiquiatría franquista. Rupturas y continuidades (1931-1950)», Letra Internacional 121, 2015, pp. 105-128.

10 Tal como han apuntado Volker Hess y Benoît Majerus: «Writing the history of psychiatry in the 20th century», History of Psychiatry 22, 2011, pp. 139-145. La última expresión procede de la conocida monografía de Robert Castel: El orden psiquiátrico. La edad de oro del alienismo, Madrid, La Piqueta, 1980.

11 Ello contrasta con la historiografía de la psiquiatría española del primer tercio del siglo XX, en la que –después de varias décadas de estudios dedicados a las elaboraciones doctrinales, las prácticas clínico-terapéuticas, las iniciativas legislativas, las estrategias profesionales, las propuestas asistenciales o la novedosa vocación «colectiva» y médico-social de la especialidad– ha cristalizado finalmente un relato que sitúa de forma elaborada y coherente estos desarrollos dentro de las grandes tendencias epistemológicas, políticas, sociales y culturales de la época. A modo de ejemplo, véase el reciente ensayo de Ricardo Campos y Rafael Huertas: «Psiquiatría, modernización y ciudadanía en España (1900-1936)», en Luis Enrique Otero Carvajal y Santiago de Miguel Salanova (eds.): Sociedad urbana y salud pública, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2021, pp. 162-177.

12 La bibliografía sobre la naturaleza del franquismo como régimen político es, como es sabido, inabarcable. Una buena síntesis en la que se apunta su caracterización como «coalición reaccionaria» se ofrece en Santos Juliá: «Un fascismo bajo palio en uniforme militar», en Hoy no es ayer. Ensayos sobre la España del siglo XX, Barcelona, RBA, 2010, pp. 161-171.

13 Sin duda, el autor que más partido editorial ha sacado de la glosa de esta inefable producción (que osciló entre la tosquedad más impúdica y la gravedad más artificiosa) ha sido el psiquiatra Enrique González Duro, de quien me he permitido tomar la expresión entrecomillada. Véase íd.: Los psiquiatras de Franco. Los rojos no estaban locos, Barcelona, Península, 2008.

14 Este hecho se halla muy bien reflejado en el acercamiento de Luis Valenciano Gayá a la trayectoria de su maestro Gonzalo Rodríguez Lafora, una de las figuras centrales y, junto a Emilio Mira y López, más representativas de la «psiquiatría republicana». Véase Luis Valenciano Gayá: El doctor Lafora y su época, Madrid, Morata, 1977, pp. 75-88.

15 Tal como ha mostrado Ángel González de Pablo, el mejor conocedor de la evolución del pensamiento psicopatológico en la España de Franco. Véase, a modo de síntesis, Ángel González de Pablo: «Sobre el conocimiento científico en tiempos de dictadura: el saber psiquiátrico durante el franquismo», en María Isabel Porras Gallo, Lourdes Mariño Gutiérrez y María Victoria Caballero Martínez (coords.): Salud, enfermedad y medicina en el franquismo, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2019, pp. 19-42.

16 Véanse al respecto la exposición panorámica del propio Michel Foucault: «Governmentality», en Graham Burchell, Colin Gordon y Peter Miller (eds.): The Foucault Effect: Studies in Governmentality, Chicago, University of Chicago Press, 1991, pp. 87-104; y la monografía de Mitchell Dean: Governmentality. Power and Rule in Modern Society, Londres, Sage, 2.ª ed., 2009.

17 Para un análisis de la evolución de la racionalidad biopolítica y la gubernamentalidad que destaca la cesura decisiva que supuso en este sentido el tránsito del primer al segundo franquismo, véase Salvador Cayuela Sánchez: Por la grandeza de la patria. La biopolítica en la España de Franco, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2014.

18 Tal como ha detallado David Simón Lorda, sin duda el mayor especialista en la actividad del PANAP. Véanse, especialmente, David Simón Lorda: «El Patronato Nacional de Asistencia Psiquiátrica (PANAP) y sus contradicciones: entre el enfoque psicosocial y el modelo manicomial», en Rafael Huertas (ed.): Psiquiatría y antipsiquiatría en el segundo franquismo y la Transición, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2017, pp. 15-46; y David Simón Lorda: «Atención psiquiátrica, salud mental y salud pública en el tardofranquismo», en José Martínez Pérez y Enrique Perdiguero Gil (eds.): Genealogías de la reforma sanitaria en España, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2020, pp. 127-154.

19 En este sentido es muy significativa la lapidaria sentencia con la que concluía uno de sus recientes ensayos el psiquiatra, antropólogo e historiador Josep M. Comelles: «En lo que hace referencia a la asistencia psiquiátrica, el franquismo significó simplemente un retorno a las políticas de la Restauración» (Josep M. Comelles y Elisa Alegre Agis: «Del custodialismo y la desinstitucionalización en la psiquiatría bajo el franquismo (1937-1977)», en Silvia Esteban Hernández et al. (coords.): Historias de la salud mental para un nuevo tiempo, Madrid, Asociación Española de Neuropsiquiatría, 2016, pp. 205-217, p. 214).

20 Al respecto pueden verse el ensayo de Santos Juliá: «La sociedad», en Hoy no es ayer. Ensayos sobre la España del siglo XX, Barcelona, RBA, 2010, pp. 173-231; y, sobre todo, la importante monografía de Pamela Beth Radcliff: La construcción de la ciudadanía democrática en España. La sociedad civil y los orígenes populares de la Transición, 1960-1978, Valencia, Publicacions de la Universitat de València, 2019.

21 Sobre estos procesos véanse, a modo de síntesis, Harry Oosterhuis: «Outpatient psychiatry and mental health care in the twentieth century», en Marijke Gijswijt-Hofstra et al. (eds.): Psychiatric Cultures Compared: Psychiatry and Mental Health Care in the Twentieth Century. Comparisons and Approaches, Ámsterdam, Amsterdam University Press, 2005, pp. 248-274; y Enric J. Novella: «Mental health care and the politics of inclusion: A social systems account on psychiatric deinstitutionalization», Theoretical Medicine and Bioethics 31, 2010, pp. 411-427.

22 El uso más popular del término psicopolítica se debe al filósofo surcoreano Byung-Chul Han, que ha aludido con él a las «nuevas técnicas neoliberales de poder» que trasladan el ejercicio de la coerción social al interior del psiquismo y generan una espuria «ilusión de libertad» a pesar de conducir a la más cruda autoexplotación (Byung-Chul Han: Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, Barcelona, Herder, 2014). Más recientemente, el historiador alemán David Freis ha abogado por recuperar el término para la historiografía psiquiátrica como una denominación genérica de los reiterados esfuerzos de la medicina mental por extender sus categorías y sus recomendaciones al análisis político y la intervención social (David Freis: Psycho-Politics between the World Wars. Psychiatry and Society in Germany, Austria, and Switzerland, Cham, Palgrave Macmillan, 2019, pp. 20-24).

23 Véanse, en este sentido, Volker Roelcke: Krankheit und Kulturkritik: Psychiatrische Gesellschaftsdeutungen im bürgerlichen Zeitalter (1790-1914), Fráncfort del Meno, Campus, 1999, pp. 11-30; Georg Bollenbeck: Eine Geschichte der Kulturkritik: von J.J. Rousseau bis G. Anders, Múnich, C. H. Beck, 2007; Richard Tarnas: La pasión de la mente occidental, Vilaür, Atalanta, 2008, pp. 356-366; y Enric Novella: La ciencia del alma. Locura y modernidad en la cultura española del siglo XIX, Madrid / Fráncfort del Meno, Iberoamericana / Vervuert, 2013, pp. 33-35.

24 Sobre la epistemología histórica y la historia cultural de la psicopatología pueden verse Paul Bercherie: Los fundamentos de la clínica. Historia y estructura del saber psiquiátrico, Buenos Aires, Manantial, 1984; Georges Lantéri-Laura: Ensayo sobre los paradigmas de la psiquiatría moderna, Madrid, Triacastela, 2000; y Enric Novella: El discurso psicopatológico de la modernidad. Ensayos de historia de la psiquiatría, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2018.

25 La expresión fue acuñada en 1996 por el historiador alemán Lutz Raphael en un importante artículo (íd.: «Die Verwissenschaftlichung des Sozialen als methodische und konzeptionelle Herausforderung für eine Sozialgeschichte des 20. Jahrhunderts», Geschichte und Gesellschaft 22, 1996, pp. 165-193) y sigue inspirando una rica historiografía sobre la «ingeniería social» (véase, a modo de síntesis, Kerstin Brückweh et al. (eds.): Engineering Society. The Role of the Human and Social Sciences in Modern Societies, 1880-1980, Londres, Palgrave Macmillan, 2012) de la que el estudio del proceso de «psicologización» y «psiquiatrización» de la sociedad y la instauración de la actual «cultura de la terapia» constituye un importante apartado (véanse aquí, por ejemplo, el dosier presentado en Ángel Gordo y Jan De Vos: «Psychologism, psychologising and de-psychologisation», Annual Review of Critical Psychology 8, 2010, pp. 3-7; y las monografías de Frank Furedi: Therapy Culture. Cultivating Vulnerability in an Uncertain Age, Londres, Routledge, 2004; y Eva Illouz: La salvación del alma moderna. Terapia, emociones y la cultura de la autoayuda, Buenos Aires, Katz, 2010).

26 Tomo la expresión aquí de Santos Juliá: «España, 1966», en Hoy no es ayer. Ensayos sobre la España del siglo XX, Barcelona, RBA, 2010, pp. 233-244, p. 237. Sobre la tecnocracia como «ideología de fondo» del desarrollo político en el siglo XX puede verse Dirk Van Laak: «Technokratie im Europa des 20. Jahrhunderts. Eine einflussreiche Hintergrundideologie», en Lutz Raphael (ed.): Theorien und Experimente der Moderne: Europas Gesellschaften im 20. Jahrhundert, Colonia, Böhlau, 2012, pp. 101-128; y sobre su papel crucial en la gubernamentalidad del segundo franquismo Nigel Townson: «Introducción», en España en cambio. El segundo franquismo, 1959-1975, Madrid, Siglo XXI, 2007, pp. XI-XLVI. Véase, por lo demás, la influyente caracterización del franquismo como régimen autoritario en Juan José Linz: Sistemas totalitarios y regímenes autoritarios (Obras escogidas, vol. 3), Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2009, pp. 23-64.

27 En este punto hay que remitir a los trabajos del historiador holandés Harry Oosterhuis, de los que se ha publicado recientemente una buena síntesis en castellano (íd.: «Locura, salud mental y ciudadanía: del individualismo posesivo al neoliberalismo», Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría 38(134), 2018, pp. 515-545). Por lo que respecta a la salud mental como «tecnología de gobierno de la subjetividad» puede verse María José Agüero de Trenqualye y Gonzalo Correa Moreira: «Salud mental y ciudadanía: Una aproximación genealógica», Revista de Historia de la Psicología 39, 2018, pp. 40-46.

28 Independientemente de la disparidad de opiniones que suscitan actualmente los logros y las limitaciones de estos procesos, el tránsito de la emancipación al desencanto se halla bien documentado en las (valiosas) aproximaciones a su «historia oral» realizadas en los últimos años. Véanse, en este sentido, Fabiola Irisarri: Psiquiatría crítica en España en la década de los 70, tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2017; Andrés Porcel y Margarita Medina: Recuerdos del presente. Historia oral de la psiquiatría en Valencia (1960-2010), Madrid, Asociación Española de Neuropsiquiatría, 2020; y Begoña Olabarría y Manuel Gómez Beneyto: La Reforma Psiquiátrica en España. Hacia la salud mental comunitaria. Los años 70 y 80: dos décadas claves. Conversaciones con los protagonistas, Barcelona, Xoroi, 2022.

I. LA DISPUTA CON LA MODERNIDAD

Esos libros puestos en los estantes del cuartito de estar, lejos de la vista de los pacientes, muestran que él sigue contagiado por una forma de pensar que los vencedores calificaron de epidemia.

Rafael CHIRBES, La larga marcha (1996)

En marzo de 1935, un grupo de jóvenes médicos del Sanatorio Psiquiátrico Provincial de Valencia de fuertes convicciones católicas, todos ellos antiguos becarios del Colegio Mayor del Beato Juan de Ribera de Burjassot, fundaba la revista de «exaltación universitaria» Norma. En su primer número (fig. 1.1), Juan José López Ibor, futuro catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Madrid, señalaba que la tarea de las universidades debía ir mucho más allá de la mera transmisión de «técnicas de creación científica» y atender primordialmente «a las necesidades vitales del hombre en [cada] momento histórico».1 A continuación, Francisco Marco Merenciano, futuro director del manicomio valenciano, exhortaba a promover una «formación integral» que, lejos de «introducir en los individuos retazos de cada una de las ciencias», aunara las aportaciones de la «ciencia experimental y el humanismo» y los condujera por vía segura al «concepto de totalidad».2 Y, por último, Pedro Laín Entralgo, futuro catedrático de Historia de la Medicina de la Universidad de Madrid, disertaba sobre «el sentido humano de la ciencia natural» en un ensayo de mayor envergadura cuyos argumentos merecen ser examinados con algo más de detalle. Tras deplorar que el «liberalismo» hubiera difluido «la apretada trabazón que ligaba entre sí, con comunidad de fin y de sentido, el cultivo de las diversas disciplinas», Laín examinaba las causas por las que, según decía, «la ciencia renacentista ha llegado a nuestros días descoyuntada y sin norte». A su juicio, y tras un periodo de esplendor (medieval) «en que el mundo de la cultura [había sido] un todo estructuralmente armónico», el «virus de la Reforma» había contaminado la «prístina nova scientia de Newton, Kepler y Galileo» y había preparado el camino a la «anorgánica e incoherente Enciclopedia», al «liberalismo científico» y a los «innumerables conventículos de la especialización». Felizmente, y como mostraban las recientes aproximaciones holistas y vitalistas en el campo de la biología o la medicina, era posible detectar «actitudes de reacción contra esta dispersión babélica», a la vez que el catolicismo se aprestaba a «reconducir a la universidad a su primitivo molde ecuménico [y a la] ciencia natural newtoniana a una posición orientada y coherente dentro del todo arquitectónico de nuestra concepción del universo».3

De Norma solo llegó a publicarse un número más en abril de 1936,4 pero, teniendo en cuenta el protagonismo posterior de sus promotores, no hay duda de que sus contenidos resultan del mayor interés para trazar la genealogía de las cuestiones que dominarían la producción intelectual de los psiquiatras españoles tras la Guerra Civil. Como es sabido, una parte significativa de dicha producción adoptó durante décadas un formato predominantemente ensayístico y un acusado carácter ideológico, de manera que algunos de los más eximios representantes de la medicina mental de la dictadura franquista cultivaron de forma continuada un género que, en un primer momento, se centró en la exaltación entusiasta de los principios del «Nuevo Estado», pero que poco a poco fue desplazándose al territorio (algo más propositivo y templado) de la crítica cultural conservadora.

Fig. 1.1 Portada del primer número de Norma. Revista de Exaltación Universitaria (Valencia, 1935). Biblioteca de Humanidades Joan Reglà, Universitat de València.