Lika - Jorge Raúl Olguín - E-Book

Lika E-Book

Jorge Raúl Olguín

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Beschreibung

Lika era hija de un hombre lobo. Su madre falleció cuando ella era pequeña y se crió sola en los bosques de Viena. Fue atacada por un vampiro, pero la sangre de licántropo la protegió y sobrevivió. Tuvo la suerte de ser adoptada por una señora mayor y educada en los mejores colegios. Todo iba bien, hasta que en el segundo año de secundaria conoció a Dominik, un cazador de vampiros y hombres lobo.

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Seitenzahl: 185

Veröffentlichungsjahr: 2024

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JORGE RAÚL OLGUÍN

CON LA COLABORACIÓN DE

DIEGO DÍAZ SILVA, QUIEN TUVO LA

GENTILEZA DE TRANSCRIBIR ALGUNOS

DE LOS AUDIOS A TEXTO.

SUMARIO

Capa

Folha de Rosto

Créditos

EL COMIENZO

EL ATAQUE

LA VERDAD

MI MADRE

SOLA

FAMILIA

RECUERDOS

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA PRIMARIA 1

PASEO CON ELFRIEDE

1 EL BOSQUE DE LAS SOMBRAS

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA PRIMARIA 2

2 CÁPOSTA, EL VAMPIRO

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA PRIMARIA 3

3 LOS CUATRO AMIGOS

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA PRIMARIA 4

4 SARA

LA MAESTRA KESLER

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA PRIMARIA 5

5 LA CABAÑA EN EL BOSQUE

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA PRIMARIA 6

6 EL CEMENTERIO

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA PRIMARIA 7

7 CÁPOSTA Y LA PAREJA

DIFERENCIAS ENTRE LA ESCUELA PRIMARIA Y LA ESCUELA SECUNDARIA

LA ESCUELA SECUNDARIA

8 EL SECRETO DE LA CABAÑA ABANDONADA

RECUERDOS DE LA ESCUELA SECUNDARIA

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA SECUNDARIA 1

CONVERSACIONES CON JENELL

EL TORNEO DE AJEDREZ

EL VAMPIRO DEL CALLEJÓN

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA SECUNDARIA 2

ALINA PERDIDA EN EL BOSQUE

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA SECUNDARIA 3

LA JOVEN VAMPIRO EN EL BOSQUE

DOMINIK

VENCIENDO EL PUDOR

HOMBRE LOBO EN EL PARQUE AUGARTEN DE VIENA

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA SECUNDARIA 4

LYKA Y DOMINIK

CONVERSACIÓN CON DOMINIK

EL BOSQUE DE GFÖHL

UN VAMPIRO EN LA CIUDAD

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA SECUNDARIA 5

TERROR EN EL BOSQUE

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA SECUNDARIA 6

FELIZ CUMPLE 16

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA SECUNDARIA 7

EL VAMPIRO DEL BOSQUE DE LAS SOMBRAS

ANÉCDOTAS DE LA ESCUELA SECUNDARIA 8

LUCHA A MUERTE

EL ÚLTIMO AÑO EN LA ESCUELA SECUNDARIA

CONVERSACIÓN CON ELFRIEDE Y TANJA

EL DÍA DE GRADUACIÓN

EL ATAQUE DE LOS VAMPIROS

DIÁLOGO ENTRE LYKA Y DOMINIK

LYKA Y DOMINIK EN USA

LUCHA LIBRE PROFESIONAL

PASEO POR MANHATTAN

VIVIAN, LA VAMPIRA

EL DOLOR DE VIVIAN

LA SOMBRA DE LA NOCHE

EL DESPERTAR

CONVERSANDO CON PETER NIGHTMAN Y LUCÍA MORNINGSUN

MEDIODÍA EN NEW YORK

EL NIÑO HUÉRFANO

EL CEMENTERIO DE GREEN-WOOD

CENA Y PASSEO

EL ACECHO DE LA SOMBRA

NUEVO ENCUENTRO CON UNA SOMBRA

REGRESO A VIENA

Landmarks

Tapa

Hoja de rostro

Página de Créditos

resumen

EL COMIENZO

A partir de mis cuatro años comencé a caminar sola por la espesura del bosque, mientras mi mamá iba a trabajar al poblado

Los animalitos eran mis amigos: Zorros, tejones, conejos, ardillas y hasta venados grandes que comían de mi mano.

EL ATAQUE

Era más de media noche, me deslizaba suavemente por el bosque. Divisé el corral, me fui acercando lentamente, las cabras ya conocían mi olor; no se inquietaron. Había un jarro viejo, lo cogí y ordeñé suavemente una de las cabras. Llené media jarra de leche y me la bebí. Había un galpón que yo ya conocía. La puerta estaba entreabierta, entré, agazapada, cogí una hogaza de pan y comí… quedé satisfecha, quizás era todo lo que comería en el día. Hacía poco había muerto mi madre y, con seis, años, me asustaba la ciudad. No el bosque, no las criaturas que habitaban en él, las buenas y las otras. Me costaba estar con gente, tenía solo seis años y muy pocas veces mi madre me había llevado al poblado cercano.

En ese momento vi una sombra, no tenía miedo. Era un vampiro de ojos negrísimos. Lo miré fijamente y me observó, relamiéndose.

— Vaya — exclamó — linda criaturita. Sola en el bosque y hoy no he tenido suerte en la ciudad. Acompáñame, niña.

Me llevó a una parte espesa de la foresta y exclamó:

— La verdad, tengo hambre y bueno, pequeña, hoy serás mi cena.

Se abalanzó contra mí, sentí un ardor en el cuello cuando me clavó sus colmillos chupando mi sangre, dejándome agotada. Casi perdiendo el conocimiento, escuché la voz del vampiro que decía:

— Bueno, por la mañana alguien encontrará su cadáver.

LA VERDAD

Cuando abrí los ojos recién estaba amaneciendo. Todavía se veía oscuro porque las copas de los árboles, tan espesas, ocultaban la luz del astro.

Me toqué el cuello. Me sorprendió que no sintiera ningún malestar en mi cuerpo y no palpaba ninguna herida con mis dedos.

Suspiré… me acordaba de mamá, que me decía:

— Lyka, estoy muy enferma. Evidentemente, tu padre lo único que hizo fue poseerme y engendrarte. Luego desapareció de mi vida. Te tuve en un parto normal, pero tú eras distinta. Tu padre era un licántropo. Evidentemente, estaba satisfecho en cuanto al voraz apetito que tiene su especie, porque podía haberme devorado, pero no, lo que hizo fue tomarme del cuello, desgarrarme la ropa y poseerme, y se marchó.

Durante el tiempo de embarazo no sabía qué criatura iba a tener, y mírate, tuve una hermosa hija de cutis blanco, de cabello rubio, de ojos verdes que a veces se ponen grisáceos. Y eres fuerte, definitivamente tienes la sangre de tu padre. Y tenía miedo, a medida que ibas creciendo, de que por las noches la luna llena te afectara y te transformaras en aquello en que seguramente se transformaba tu padre: en un hombre lobo.

MI MADRE

Desde pequeña, madre me contaba esa historia, por lo cual no me asombraba de nada. También sabía que en esos bosques de Austria había vampiros. Pero nunca me había encontrado con uno. Le pregunté a mamá:

— ¿Dónde me has tenido?

— En el hospital de la ciudad. Me preguntaron por tu padre y les dije que tú fuiste fruto de una violación, así que portas mi apellido: Lyka Farkas. Te críe lo mejor que pude, tengo algo de dinero por trabajar como modista en el poblado. Este es nuestro hogar, una casa bien construida de madera, está a pocos kilómetros de mi trabajo. En mi tiempo libre te pude enseñar a leer y a escribir, pero ya tienes edad de ir a la escuela y yo me estoy muriendo.

Quizás un mal en la sangre que me dejó tu padre al embarazarme me está afectando. Pero me pongo contenta, hija, de que a ti no te afecte. Tampoco veo que tengas instintos de licántropo, eres una chica normal. Bueno, más fuerte que lo normal. Sana, nunca te has enfermado, ni en los inviernos más crudos. Aquí tienes tu documentación, tu partida de nacimiento, tu documento con tu nombre completo, algo de dinero. Pero una niña sola en la casa, siendo tan pequeña, ¿qué puede hacer?

SOLA

Pasó una semana y mamá murió. Fui al poblado cercano y avisé el deceso. Obviamente querían llevarme a un internado de menores. Escapé en medio del espeso bosque. Alimentándome como podía en distintas granjas, por la noche, ordeñando cabras o vacas, cogiendo hogazas de pan, frutos de los árboles.

Y aun en invierno, me sumergía en las aguas de algún arroyo... y ese era mi baño del día. Hasta anoche, cuando ese joven vampiro me atacó y me dio por muerta.

No solo no he muerto, sino que no me quedó ninguna marca en el cuello. Quizá la sangre de licántropo haya salvado mi vida. Pero con el correr de los días me fui dando cuenta de que mis reflejos, siempre más rápidos de lo normal, se habían agudizado aún más debido a la mordida del vampiro. Mis oídos percibían sonidos a más de un kilómetro de distancia, podía escuchar el correr de un conejo, de una liebre, el volar de una pequeña ave. Pero no tenía sed de sangre, o sea que mi sangre, mitad humana, mitad licántropo y ahora contaminada con la del vampiro, hizo de mí un ser distinto, un ser con sentidos muchos más desarrollados. Es más, si bien mi fuerza era muy superior a la de una niña de seis años, ahora era todavía mayor. Pero, ¿qué pasaría? No podía vivir todo el tiempo en el bosque. Aunque si iba a la ciudad, me llevarían a un instituto de menores, y lo que menos quería es estar encerrada.

Amaba la libertad, además quería aprender más cosas. ¿Cómo ir a la escuela? Las autoridades se ocuparían de mí encerrándome.

Obviamente, en un instituto aprendería, pero, ¿por qué estar encerrada? Mi alma era libre y mi consciencia era sana; amaba a los animales, a las aves, respetaba a todo ser vivo. Ese instinto depredador de mi padre o de ese joven vampiro que me atacó, no afectaron mis instintos ni mi conciencia. Sí mis sentidos, que se agudizaron; el oído, el olfato, principalmente la vista: podía ver a distancia con total claridad.

Pero no sabía, todavía, cuál sería mi destino.

FAMILIA

Hoy, a mis 25 años, rememoro aquella noche cuando tenía seis años y sufrí el ataque de un vampiro. A partir de ese momento, los acontecimientos fueron desarrollándose de forma precipitada.

Días después iba por el bosque y llegué a un claro en donde había una carretera. Tengo los oídos super desarrollados y escuché el rugido de un animal. Conocía el gañido de los zorros, pero esta bestia que salía de lo profundo de la espesura era un animal bastante más grande y no quise enfrentar lo desconocido. Sabía que tenía fuerza, pero no dejaba de ser una pequeña de seis años. Crucé la carretera y en ese momento me aturdió el fuerte sonido de una bocina y los chirridos de un freno; un coche se detuvo a centímetros de mi cuerpo.

Escuché que un hombre gritaba:

— ¡¿Qué haces pequeña, eres sorda!? Casi te atropello. Y lo que menos me interesa es tu persona. En los graves problemas que me hubieras metido.

El hombre iba acompañado por una mujer. Yo todavía iba sorprendida porque, aparte, es muy poco lo que había tratado antes con otros seres humanos. El hombre le preguntó a la que aparentemente era su esposa:

— ¿Qué hacemos?

— ¿Y qué quieres hacer, Markus? Llevémosla a la localidad de Alland.

— Pero, Mónica, recién venimos de ahí.

— Lo sé… pero no queda otra opción.

— ¡Ah, tú y tus salidas! No hubiera pasado nada si nos hubiéramos quedado directamente en Viena.

— Tú nunca dices que no, ni a mí ni a tu madre. Obviamente, menos a tu madre.

El hombre me miró y dijo:

— Ven, sube.

Estuve a punto de escapar, pero no tenía sentido. Subí a la parte trasera del coche, callada.

La mujer me miró.

— Oye, tú, ¿cómo te llamas?

Puse las manos sobre el pecho y encogí mis rodillas. La mujer dijo:

— No tengas miedo, chiquilla, no te vamos a morder.

Mis ojos se agudizaron, lo mismo que mi olfato. Con lo que me había pasado, la frase la tomé literalmente. Pero mi olfato no detectó que fuesen vampiros y entendí que era una broma.

— Me llamo Lyka.

La mujer no me respondió.

— Markus, ¿qué hacemos? Volvamos a Alland. La dejamos en el municipio y que se arreglen. Seguro la llevarán a un internado.

— ¿No tienes familia? — dijo el hombre — mirándome por el espejo retrovisor.

Negué con la cabeza.

— Así que estás sola. ¿Y cómo has vivido aquí en el bosque sola?

Me encogí de hombros. El hombre frenó el coche. La mujer le preguntó:

— ¿Qué haces, Markus?

— Esta situación no se lo puedo ocultar a madre.

— ¿Y por qué le tienes que contar todo? ¿Qué clase de hijo eres?

— Basta, Mónica, tú también te callas cuando madre dice algo. Si la dejamos en Alland y le contamos, nos va a ordenar que la vayamos a buscar. Ella querrá saber todos los detalles.

— Ahh, con qué clase de persona me casé. Eres un varón domesticado.

— No, soy un hombre civilizado, y eso tú no lo entiendes con tu poco raciocinio.

— No discutas conmigo, Markus, tú fuiste el que me rogó que me casara contigo. Tú fuiste el que lloró cuando perdí el embarazo y sabíamos que iba a ser una niña, tú fuiste el que se puso mal cuando la obstetra dijo: “No pueden tener más hijos”, así que cállate y vayamos a dejar a esta niña en Alland.

— No, no, no… déjame pensar.

— ¿Tanto miedo le tienes a tu madre?

— Yo no le tengo miedo a nada. Lo que no quiero son problemas, ni con madre ni contigo ni con nadie. Encontramos una niña perdida en el bosque que cruza la carretera. Consultemos a madre a ver qué dice, qué propone.

— ¿Y todo lo tiene que proponer ella?

— Mónica, a veces te pones insoportable.

Retrocedió el coche, dio la vuelta y marchó para Viena. En aquel entonces yo no sabía lo enorme que era esa ciudad. Pero un par de kilómetros antes de llegar a la gran urbe, había una enorme mansión de dos plantas. Y vayan a saber cuántas habitaciones.

Un jardín todo enrejado y dos encargados abrieron los portones para que el vehículo entrara.

El hombre llamado Markus estacionó.

— Baja del coche — me dijo Mónica. — Estás toda sucia.

Y los seguí. Antes de que llegaran a la puerta, una señora mayor, de cabello blanco, abrió la puerta. Vi su mirada, era una mirada severa para con ellos, pero me vio a mí y sonrió:

— Vaya, ¿quién es esta niña?

— Madre, volvíamos de Alland y se cruzó en la carretera. Casi la arrolló con el coche. Parece sorda.

La señora ignoró al matrimonio de Markus y Mónica, y me miró:

— Ven, niña.

Me acerqué tímidamente. Se acercó y me levantó en sus brazos.

Mónica dijo:

— Elfriede, ¡Está toda sucia!

— No te pregunté. Entremos a la casa.

Me sentía cómoda en los brazos de la señora.

— ¿Cómo te llamas, pequeña?

— Lyka.

— ¿Lyka? ¿Qué más?

— Bueno, mi apellido es Farkas.

— Ah, muy bien. Yo me llamo Elfriede y mi apellido es Maier. Este es mi hijo, Markus Maier y mi nuera, Mónica Baumber. ¿Tienes hambre?

Asentí con la cabeza.

— ¿Escuchas bien?

Asentí nuevamente.

— Porque mi hijo dijo que no escuchaste el coche que venía.

Me encogí de hombros.

— Habla — me dijo la señora — ¿O los ratones te comieron la lengua?

Saqué la lengua y se la mostré.

— No, señora, no permitiría que los ratones me comieran la lengua.

La señora se sonrió.

— Es un dicho, es una broma.

Entendí que los mayores hacían bromas raras. La mujer en el coche decía “No te vamos a morder” y la señora mayor preguntaba si los ratones me habían comido la lengua.

Me bajó:

— Siéntate.

Me sirvió un vaso de leche con cacao, pan con mantequilla y prácticamente comí todo.

— Vaya, parece que tenías hambre.

— Madre, ¿qué vamos a hacer con la niña?

— ¿Por qué hablas en plural, hijo? Qué VOY a hacer con la niña, yo decido.

— Madre, a esta chiquilla le pregunté en el coche si tenía familia y negó con la cabeza. O sea, es una huérfana. Y ya bastante tenemos con la empresa.

La mujer lo miró al hijo con una mirada más que severa.

— ¿Bastante tenemos? ¿Sigues hablando en plural? Bastante tengo con la empresa. Bastante TENGO. (Suspira) Hay algo que no me cierra. Ustedes dicen que vinieron de Alland. Eso queda en el distrito de Baden. ¿Qué ruta grande hay por allí?

— Bueno, por Baden está la ruta A21.

— ¿Entonces la encontraron en la ruta A21?

El hombre se encogió de hombros.

— Supongo que sí, madre.

— Así como sabes de localidades, así es como conduces mi empresa.

— Madre, es nuestra empresa. Me has nombrado administrador general de la misma.

— Y sí, eres mi hijo, pero lo único que haces es acto de presencia, otra cosa no haces.

— Madre, yo me encargo de todo.

— Tú no te encargas de nada. Yo me encargo desde aquí. Desde mi ordenador personal. Soy yo la presidenta de Maier Group. Soy yo la que logró que cotice en bolsa, soy yo la que logró que Maier Group atienda a los clientes corporativos y a los de pequeñas empresas. Tú lo que haces es acto de presencia y llevas algunos trabajos contables.

La miró a la mujer.

— Y tú, Mónica, lo único que haces es servirle el café a tu esposo. En casa ni siquiera cocinas.

— Pero, Elfriede, tenemos dos cocineras, tenemos dos mucamas, dos jardineros y dos encargados de los vehículos.

— Obviamente, Mónica. ¿Qué haríais vosotros si no fuera por mí?

— Bueno, madre… hoy estás intolerante — se quejó su hijo.

La señora no le prestó atención y se dirigió a mí:

— Lyka, me has dicho, ¿no?

— Sí, señora.

— Dime Elfriede, no me llames señora.

— Pero, madre, ¿le das tanta confianza a una desconocida? Ni siquiera tiene familia la niña.

— Llámate a silencio, Markus.

Habló con una de las mucamas:

— Prepárale el baño a la pequeña.

La miré a la señora:

— ¿Qué me van a hacer?

— Mónica, ve hasta la tienda. Llévate el coche pequeño y cómprale bastante ropa a la niña.

— ¿Comprarle ropa? Con Markus pensábamos llevarla a un internado. ¿Qué vamos a hacer acá con la criatura?

— Ustedes nada, no están en todo el día. Yo me voy a ocupar de la niña. Voy a hablar con el juzgado de menores; me debe varios favores el juez principal. Será adoptada.

— ¿Adoptada? — dijo Mónica. No queremos una niña.

— Debería darles vergüenza, años atrás han sufrido tanto cuando perdieron a su hija. No fue culpa de nadie, por supuesto, y luego no pudiste tener más embarazos. Hoy la niña tendría la edad de esta pequeña. — me miró — Debes tener cinco o seis años, ¿no?

— Tengo seis años, señora.

— Señora no, Elfriede.

— Tengo seis años, Elfriede.

— Luego me contarás tu historia. Vamos, Mónica, vete... vete a buscar la ropa a la tienda. También calzado deportivo y zapatos. Ah, y un uniforme escolar.

— ¿Uniforme escolar? ¿Uniforme escolar para qué?

— La niña va a entrar a la International School de Viena.

— Madre, no queremos adoptar a la niña.

— Y no la van a adoptar, la adoptaré yo.

— ¿Tú? Eres una persona mayor.

— Ah, mi propio hijo ya me da por muerta. Pienso vivir muchísimos años. –luego entrecerró los ojos y sonriendo irónicamente, agregó:

— Entiendo. Te sacará parte de tu herencia.

— Nunca pensé eso, madre — se defendió Markus.

— Ah, mira qué hijo que tengo. Encima de inútil y egoísta, me llama persona mayor peyorativamente…

— No quise expresarme así, madre.

— Más vale que no, no te atrevas ni a pensarlo.

La señora Mónica ya se había marchado.

Elfriede me sonrió: — Ven conmigo — Y tú, Marcus, ya que estos días te has ido de paseo, es hora de que muevas un poquito tu cintura y vayas para la empresa.

— ¿Y la niña?

— Yo me ocupo. Tengo teléfono de línea, dos teléfonos celulares y dos ordenadores portátiles; no te preciso, tú me precisas a mí. Así que vete a trabajar y, cuando vuelva Mónica, que se vaya en el coche chico para la empresa. Yo me ocuparé de todo.

La señora me tomó de la mano, había una chica joven de unos 20 años, muy atenta, muy amable. Era una de las mucamas:

— Niña, ya te tengo preparado el baño.

Había como una especie de recipiente, todo decorado en mármol, de prácticamente un metro de altura. Y adentro lleno de agua con espuma. Toqué el agua y estaba tibia.

— ¿Y esta espuma?

— Es espuma jabonosa.

— Señora, ¿quiere que bañe a la niña?

— No, no, está bien. Vete a hacer tus cosas, yo me encargaré de bañarla.

Me miró a los ojos.

— Lyka, mira lo que haremos, ¿no tendrás vergüenza de mí?

— No.

— Te quitaré la ropa, esta ropa la tiraré, mi nuera te traerá ropa limpia y te cambiarás. Prácticamente estás descalza. Tendrás unas zapatillas deportivas y también unos zapatos e irás a la escuela.

— Pero, ¿no me llevarán a un internado?

— No, te adoptaré como mi hija.

— ¿Se puede hacer eso, Elfriede?

— Sí, Lyka, se puede. Cuando te lave la cabeza con las burbujas, cierra los ojos para que no te ardan. Y luego iremos a una peluquería y te cortarán un poco ese cabello, que va a quedar más hermoso todavía. Pero mírate, ojos verdes, cabello rubio. Bueno, luego de bañarte, iremos a la sala y me contarás tu historia.

Le conté a la señora Elfriede Maier, la dueña de Maier Group, mi historia. Que fui fruto de una violación, que mi madre después cogió una enfermedad y que hace poco había fallecido. Omití decir qué era mi padre, omití también lo del ataque en el bosque del joven vampiro.

Pero todavía no lo podía creer. En el primer piso había una habitación y una puerta con un baño privado.

— Esta es tu habitación. No se usaba, en realidad nunca se usó, salvo que viniera algún invitado. Tendrás juguetes si quieres.

— ¿Juguetes?

— ¿No sabes lo que son los juguetes? Pequeños juegos o muñecas. Ya te mostraré. Vamos a instalar un televisor en tu habitación también. ¿Frunces el ceño? ¿No sabes qué es un televisor?

Negué con la cabeza.

— Vaya, ¿dónde has vivido todo este tiempo? — y agregó — En un rato iremos a la peluquería.

Y así fue como me adoptó la gran empresaria Elfriede Maier.

En la casa vivían su hijo, Markus Maier, al que la anciana nombró director de la compañía, y su nuera, Mónica Baumber.

La orden de la señora que iba a ser mi madre adoptiva era, que tanto su hijo como su nuera, me trataran como a una integrante más de la familia. De lo contrario, ella decidiría quién se quedaría en la casa con ella, y obviamente me elegiría a mí.

Yo era chica y no entendía, lo entendí de grande. Que tanto el hijo Markus como su nuera Mónica se sometían a las órdenes de la señora. Ellos la veían como a una mujer déspota, malvada, pero conmigo era dulce, cariñosa y comprensiva. Me contaba cuentos y al comienzo creía que eran historias reales. Luego me explicó que los cuentos son fantasía de los escritores. Me hablaba de gnomos, de hadas, de príncipes, de castillos. Recuerdo que una vez le dije:

— Yo conocí un castillo, en Araburg, era un castillo en ruinas.

— ¿En Araburg? ¿Y cuándo has ido?

Me encogí de hombros.

— Hace mucho; tendría menos de 5 años.

— ¿Y caminaste desde donde vivías con tu madre hasta allí? Pero supongo que no volviste esa misma noche a tu casa.

— No, pero quien fuera mi madre estaba acostumbrada a que hubiera noches que dormía en el bosque.

— Vaya, bueno, ahora tienes una cama, ahora tienes un hogar.

— La verdad me gusta mucho la casa, me gusta mucho su casa, señora.

— Me canso de corregirte. Primero: basta de señora, llámame Elfriede. Segundo: no es mi casa, es nuestra casa. Respetaré tu apellido, te llamarás Lyka Farkas Maier. Irás a la mejor escuela de Viena, a la Escuela Internacional, y allí harás la primaria y la secundaria. Porque van niños de 6 hasta adolescentes de 18 años.

Me abrazó y me dijo:

— Te mostraré lo que es la televisión.