Los lunes también son viernes - David Montalvo - E-Book

Los lunes también son viernes E-Book

David Montalvo

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Hay personas que aman los lunes y que disfrutan lo que hacen. Son difíciles de encontrar, forman parte de un bajo porcentaje de la población y no tienen una fórmula mágica ni le vendieron el alma a su jefe o a alguno de sus clientes. Nada de eso. Existen y claramente tienen una forma diferente de afrontar las cosas. Seas CEO o freelancer, trabajes desde tu casa o en un corporativo, seas un emprendedor o un reconocido inversionista, un vendedor o un gerente de mercadotecnia. Con un lenguaje directo y relajado, en Los lunes también son viernes encontrarás un modelo para recuperar y resignificar la pasión que necesitas para todo lo que emprendas en el mundo laboral. Un libro divertido, práctico e inspirador que te ayudará a darle otra definición a tu profesión para que puedas hacer el negocio de tu vida, aquel en donde verdaderamente disfrutes y ganes no solo dinero, sino además vida. Sí. Los lunes también pueden sentirse como viernes.

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A Balbi, por enseñarme

a escuchar con el corazón.

ADVERTENCIA

Todo lo que leerás a continuación son ideas, estrategias y herramientas que han funcionado para enriquecer mi vida profesional y para continuar en la construcción de la mejor versión de lo que hago.

Las quiero compartir contigo; eso no quiere decir que todas ellas te vayan a servir a ti, pero estoy seguro de que de esta lectura saldrá algo positivo para ayudarte a ver el lado más divertido, más apasionado, más amable y más productivo de tu trabajo.

De cualquier manera, te advierto que este libro no sustituye ningún tipo de coaching, consultoría, mentoría o consejería laboral. O… tal vez sí.

ÍNDICE

PORTADA

CONTRAPORTADA

DEDICATORIA

CITAS

ADVERTENCIA

INTRODUCCIÓN. La mancha amarilla de los lunes

PRIMERA PARTE. SIGNIFICADO

1. ANTES DE QUE RENUNCIES

2. ¿PARA QUÉ TE LEVANTAS DE LA CAMA?

3. NO ERES STEVE JOBS

4. CUESTIÓN DE PERSPECTIVA

5. MERAKI

SEGUNDA PARTE. MENTALIDAD

6. NO VENDAS TALADROS

7. MINDSET

8. SALTA AL AGUA

9. CÓMO SÍ…

10. DOSIS DE BASURA

TERCERA PARTE. CONEXIÓN

11. CONECTA

12. PEQUEÑAS DIFERENCIAS

13. JEFES MALOS

14. VER, ESCUCHAR Y HABLAR

15. ESPÍRITU COLABORATIVO

CUARTA PARTE. COMPROMISO

16. QUE TE DUELA

17. REACCIÓN VS. RESPONSABILIDAD

18. LEARNABILITY

19. RITUALES

20. PRODUCTIVIDAD PERSONAL

QUINTA PARTE. TRASCENDENCIA

21. SENTIDO DE CONTRIBUCIÓN

22. HAZ-LO VALIOSO

23. RESIGNIFICAR

24. LIDERAZGO

25. HAY ALGO MÁS: TU LEGADO

FICHA SEMANAL

BIBLIOGRAFÍA

PÁGINA LEGAL

AUTOR

PUBLICIDAD LID EDITORIAL

INTRODUCCIÓN

LA MANCHA AMARILLA DE LOS LUNES

Pasamos más tiempo trabajando que haciendo cualquier otra cosa. No resulta lógico que el trabajo nos genere una experiencia desmotivadora y poco humana.

Laszlo Bock,

ex vicepresidente senior de

Gestión de personas de Google

Hay personas que odian los lunes. Sobre todo, por el regreso al trabajo.

Laborar en un lugar que detestas o al que simplemente no le encuentras sentido ni motivación suficiente es muy mal negocio. De verdad… no es nada redituable. Ni para ti, ni para la organización en la que estés. Mucho menos, si estamos hablando de tu propio proyecto.

Si supieras la cantidad de dinero, tiempo, energía, oportunidades y de salud que dejas escapar por hacer como que «medio trabajas» o como que «medio te gusta».

Hay infinidad de personas que se sienten desbordadas, desmotivadas, descorazonadas o desinteresadas (lo «menos peor»), sin hallarle siquiera un sentido lógico o trascendente a su trabajo. De esas que solo esperan el viernes para poder respirar un poco. Esto, sin duda, impacta en sus resultados, en su productividad, en su familia y hasta en su bienestar general.

Los años 2020 y 2021 fueron muy reveladores frente a ese enorme reto que sacudió a todos y que ni el futurista más competente habría predicho con exactitud. Para muchos, trabajar desde casa en plena pandemia representó un calvario, mientras que otros se sintieron muy cómodos. Lo que antes era una posibilidad estigmatizada, como laborar de forma remota o bajo un sistema híbrido, hoy ya es la forma común de operar de muchas organizaciones.

En estos años, la supervivencia de muchas empresas y emprendimientos en medio del caos solo fue un reflejo interno de la preparación frente a la crisis, así como de lo que cada dueño o colaborador había construido con anterioridad y que gestionaba regularmente con sus empleados.

Muchos que se encontraban en un limbo laboral continuaron ahí por meses, padeciendo cada minuto que pasaban encerrados entre cuatro paredes. Todos deseando que el tiempo transcurriera rápido y que el reloj marcara la hora de salida. Aunque para algunos fuera ir del escritorio a la cocina y de ahí a la sala de televisión.

Ahora tenemos interesantes desafíos. Vivimos en una época compleja. Hay que desarrollar nuevas compe­tencias y otros estilos de trabajar. Es momento de replantear las cosas, pero tenemos un grave problema para que esto ruede como debería: no a todos les agrada lo que hacen. Y muchos terminan sacrificando sus gustos y pasiones por diversos motivos, como la recompensa económica, por ejemplo. «Todo se vale por el sueldo», parecieran decir algunos. Por eso su energía está puesta en la llegada del tan ansiado fin de semana.

Por otro lado, hay buenas noticias. A lo largo de mi vida he conocido a la contraparte: a los que ansían los lunes para ir a trabajar. Ciertos seres, un tanto «extraños», que realmente disfrutan lo que hacen y que, no conformes con esto, se divierten. Y además lo hacen más allá de la paga que reciben, que también en la mayoría de los casos es buena.

Estos sujetos son difíciles de encontrar; forman parte de un bajo porcentaje de la población y no tienen una fórmula mágica ni le vendieron el alma a su jefe o a alguno de sus clientes. Nada de eso. Existen y claramente tienen una forma diferente de afrontar las cosas, desde el esfuerzo, la voluntad y la creatividad.

Picasso, el pintor y escultor español, decía:

«Hay personas que transforman el sol en una simple mancha amarilla, pero hay también quien hace de una simple mancha amarilla el propio sol».

Me encanta la metáfora de Picasso, desde una visión laboral. Cada lunes, tienes la decisión de observar tu empleo de dos maneras: por un lado, puedes percibirlo simplemente como una burda mancha amarilla en una pintura. Imagínatela fea, compleja, deforme, incómoda y pesada de ver. Por otro, si miras detenidamente esa mancha y descubres sus bondades, aquella puede ir evolucionando hacia una figura amarilla un poco más amigable. Incluso, con el tiempo, poco a poco y si así lo decidimos, esa mancha amarilla (o ese trabajo) puede transmutarse ¡en un brillante sol de viernes por la mañana, todos los días!

Un gran ejemplo es lo que sucedía en la Edad Media, cuando a los artesanos principiantes se les exhortaba a elaborar su magnum opus (obra maestra), con la finalidad de que dichos aprendices obtuvieran no solo mayor reputación y reconocimiento, sino además el derecho para elaborar sus propias obras y venderlas en su taller, así como el de adoctrinar a otros.

Me queda claro que tanto para ellos como para Picasso y para los artistas de nuestros días, el verdadero arte es el de conseguir observar, dentro de las manchas amarillas que surgen a diario y que están al alcance de todos, la belleza y la armonía de esos soles cálidos y brillantes que pocos alcanzan a vislumbrar. En otras palabras: lo que dejas de hacer o haces con tu trabajo es la ligera diferencia entre una vida laboral opaca y la versión brillante de la misma. Entre detestar los lunes a disfrutarlos tanto como los esperados viernes.

Eso que estos extraños «artesanos» saben: el «secreto» del doble empleo. Por un lado, el que eligieron o que les fue asignado, y por otro, el que reinventan cualquier día de la semana. Así lo asumen y así lo deciden. Son los que de verdad moldean una obra maestra en sus profesiones y negocios. Justo de esto se trata Los lunes también son viernes.

Seas un CEO o un freelancer. Trabajes desde el sillón de tu casa o en un corporativo. Seas un emprendedor o un reconocido inversionista. Un vendedor o un gerente de mercadotecnia. Estés lanzando una startup o seas colaborador en el negocio de la familia. Con un lenguaje directo, relajado y sin paja, en este libro encontrarás ideas para recuperar y resignificar la pasión que necesitas para ponerle corazón a todo lo que emprendas en el mundo laboral.

En tu lectura, conocerás un sencillo, pero a la vez práctico y útil modelo: un pentágono que al aplicarlo en lo que haces, seguramente revolucionará la forma en la que esculpes tu trabajo.

Cinco valiosos elementos integran este pentágono a prueba de balas, en este nuevo paradigma laboral al que nos enfrentamos.

Los lunes también son viernes igualmente te ayudará a disminuir veinte rayitas a las expectativas y a la fantasía del empleo de tus sueños, para que así accedas a la posibilidad de lo que SÍ está en tus manos modificar o gestionar. De esta manera, lograrás darle otra definición a tu profesión y podrás hacer el negocio de tu vida. Uno en donde verdaderamente disfrutes y ganes no solo dinero, sino además vida.

Deseo que la pases tan bien al leer este libro como yo disfruté al escribirlo, y que descubras que los lunes… también tienen su encanto.

David Montalvo

CAPÍTULO 1

ANTES DE QUE RENUNCIES

Todo hay que volver a inventarlo... el amor no tiene por qué ser una excepción.

Julio Cortázar,

escritor argentino

El trabajo perfecto no existe: esto es algo que he venido predicando con el tiempo. De verdad, no existe. Y si alguien te dijo lo contrario, quiso verte la cara. Por más «ideal» que sea nuestro empleo, tarde o temprano, algunos días (incluso muchos viernes) nos fastidiará la alarma del despertador que suena cada mañana o la junta por Zoom que pudo haberse evitado con un mensaje por correo electrónico.

Solo basta con que te observes frente al espejo «hecho garras» al despertar después de una larga jornada que incluyó unas horas de desvelo. Claro, cuando se suponía que ya ibas a descansar, para resolver los «impostergables» pendientes. Nada cool para la mejor selfie de tu vida.

Tampoco es para culparnos. A muchos nos ha molestado escuchar todos los días la extensa lista de urgencias del jefe o incomodado ese cliente que exige mucho, que quiere pagar poco y que todavía se queja. Muchos hemos aguantado cargas extenuantes con una sonrisa permanente de oreja a oreja.

Yo he estado ahí. Sé lo que se siente despertar en la madrugada con la mente a todo lo que da, preguntándote si lo que estás haciendo realmente es lo que deseas hacer el resto de tu vida. (Y más cuando hay varias deudas revoloteando alrededor de tu cabeza y de tus ingresos.) Muchas veces eso ocurre porque el enfoque solo está en el fastidio de lo que no nos gusta. Y queremos tirar la toalla.

Insisto, no hay que sentirse culpable por ello. Más si entendemos que nuestro cerebro está diseñado para sobrevivir, para protegernos, para lograr lo más indispensable. En otras palabras, para llegar a fin de mes y poder pagar nuestras cuentas pendientes y darnos uno que otro gustito.

Chris Guillebeau, en su libro Born for this menciona que el trabajo ideal tiene que ver con el tridente «dinero, alegría y fluidez». Y aunque, por supuesto, son puntos de suma importancia, creo que hay momentos donde se requiere un poco más que eso.

Muchas veces estamos tan estancados, tan agobiados y tan estresados, que lo último que queremos es darle los buenos días a Esther la de recepción o reírte de los chistes malos de Francisco, el del área comercial. De llegar a las metas y objetivos ni hablamos. Simplemente queremos sacar la chamba y listo. Ya sea para cobrar esa factura que enviamos semanas o meses atrás o para recibir un sueldo que nos otorgue tranquilidad, así sea por un rato.

Me cuesta mucho creer que podemos ser completa y absolutamente felices SIEMPRE en la oficina. Y vaya que te lo dice alguien a quien contratan para transmitir inspiración al personal de las organizaciones. Sí. A veces no dan ganas y punto. Y está bien.

En la película Soul (Disney Pixar) también lo plasmaron de una forma muy honesta: «Estamos en el negocio de la inspiración, Joe, pero no es común sentirnos inspirados». Wow. Vaya, hasta a Batman lo hemos visto en medio de una crisis existencial para renunciar a su «empleo» de salvaguardar Ciudad Gótica. Y si no lo crees, «pregúntale» a Garrick en el famoso poema «Reír llorando» de Juan de Dios Peza.

EL QUINCE POR CIENTO

Según el estudio State of the Global Workplace,publicado por Gallup en 2017, solo el 15 % de los trabajadores a nivel mundial está verdaderamente comprometido y conectado con su trabajo. Por lo tanto, cualquier persona que pertenezca al abrumador 85 % restante puede estar dentro de alguno de los siguientes escenarios:

Es infeliz con lo que hace.Ya se fastidió. Ya se cansó. Lo ahogó la rutina. No se siente valorado.Se limita a cumplir con sus tareas diarias.Padece estrés constante.Le gusta, pero no le apasiona. Y le da pereza buscar otra opción.Su jefe es insoportable. Es lo que le tocó. Es en donde lo contrataron. Se frustra por no tener los suficientes retos u oportunidades.Vive ansioso al no tener las suficientes habilidades.Solo está por la paga.

¿Cuál será el problema? No sé si es por demasiada presión o poca motivación. Si no hay incentivos suficientes o si hay pésimos responsables de recursos humanos. Puede ser también por las malas prácticas, la negatividad de algunos, la ausencia de cultura organizacional o incluso la falta de compromiso. Creo que es un poco de todo. Lo único de lo que estoy convencido es de que tu trabajo, ya sea que lo hayas elegido con todas las ganas y el entusiasmo o porque «era lo que había», no tiene ni debe ser una carga o una maldición necesaria.

Se oye muy cursi, pero de verdad:

– Trabajar es una bendición.

– Es dignificar tu humanidad.

– Es ofrecer una parte de ti al mundo.

– Es compartir tus dones y talentos a la sociedad.

– Es heredar un legado.

– Es una forma de darle sentido a tu existencia.

Estoy convencido de que existe un enorme porcentaje de influencia sobre lo que tú haces o dejas de hacer cada día en tu empleo. No son los incentivos, los aumentos, las promociones, las comisiones, el jefe compasivo, ni el que te motiven, lo que verdaderamente hace la diferencia entre tu felicidad y tu infortunio laboral.

Algo diferente e inteligente estará haciendo ese 15 % que el restante 85 % dejó olímpicamente de lado. Como dijo Stephen Covey, autor de Los 7 hábitos para la gente altamente efectiva:

«No soy producto de mis circunstancias. Soy producto de mis decisiones».

MERCEDES

«Quiero renunciar, no puedo más con mi trabajo», me dijo Mercedes a la mitad de uno de mis seminarios. Tenía un notable puesto como directora regional de una importante empresa farmacéutica. Pero no era suficiente.

Estaba desesperada. Su cara lo decía todo. Se desbarrancó en un burnout total. Había estado tan inmersa en su trabajo que acabó abandonándose a ella misma. Padecía ataques de ansiedad, se sentía estresada y vulnerable. El insomnio era el pan de todos los días. La comunicación con la persona a quien solía reportarle ya estaba muy desgastada. Vivía con su madre y la relación no era muy buena. Tener pareja ya era un lujo inalcanzable.

Conforme fuimos platicando, me compartía algunos eventos que habían sucedido en su vida personal y que ahora afectaban su desempeño, además de otras cosas que había dejado de hacer y otras tareas que no había aprendido a delegar. En fin, era toda una telaraña en donde nada fluía bien. La conclusión de Mercedes era que su problema no era propiamente su trabajo per se, sino la forma en que ella lo estaba gestionando.

«Las cosas no cambian; cambiamos nosotros», expresó el escritor y filósofo estadounidense Henry David Thoreau.

Y tenía razón. Y no, no te estoy invitando a que te quedes donde estás… con todos tus problemas, con la falta de resultados, con tus jefes difíciles, adversidades y situaciones tóxicas. Para nada. Como dije al inicio: en tu trabajo, está bien de pronto sentirte agotado, cansado, harto, ojeroso y sin ilusiones. Es más, eso te ayuda a analizar el terreno en donde estás parado. Tal vez abandonar o renunciar pudiera ser la opción para ti. Pero antes de que te rindas, te quiero pedir un favor. El mismo que le pedí a Mercedes: asegúrate de revisar tu estrategia y de enfocarte en hacer cosas como:

Conocer tu rol dentro de tu organización, tus alcances y tus límites.Ser sensible frente a las necesidades de tu equipo. Tener claro tu propósito y para qué haces lo que haces. Ser institucional, sin victimizarse ni buscar culpables. Ser leal a la confianza que te han otorgado. Ser flexible frente a los cambios y nuevos retos que se te presenten. Aprender a delegar. Comunicarte de forma asertiva con tus colaboradores y jefes.Resolver cualquier asunto o conversación pendiente.Trabajar con una mentalidad de éxito y una actitud positiva.Poner tu máximo nivel de esfuerzo en tus actividades.Involucrarte activamente en una causa social.Tomar las decisiones correctas, basadas en el impacto positivo al negocio, al equipo, a los socios y, por supuesto, a tu vida. Tener un plan de desarrollo y crecimiento.Entrenarte en tus áreas débiles o que requieren mejora.Conocer la visión, las metas, los objetivos y los valores de tu empresa. Haber leído todos y cada uno de los capítulos de este libro (ya que andamos en eso).

Sí, sé que puede leerse como «mucho rollo». Veamos lo que piensa el consultor de negocios Peter F. Drucker, quien lo mencionó de otra manera:

Vivimos en una época de oportunidad sin precedentes: si se tiene ambición e inteligencia, se puede llegar a la cima de la profesión escogida, sin importar dónde se comenzó.

Pero con la oportunidad viene la responsabilidad. Las empresas de hoy no están gestionando las carreras de sus empleados; los trabajadores del conocimiento deben, en la práctica, ser sus propios CEO. Depende de cada uno abrirse un lugar, saber cuándo cambiar de rumbo y mantenerse comprometido y productivo durante una vida laboral que podría abarcar unos cincuenta años.

Todo esto implica el primer elemento del pentágono que te propongo: SIGNIFICADO.

Darle nombre y apellido a lo que hacemos nos coloca en una posición mucho más favorable e incluso hasta más rentable. Estas personas tan inhabituales de las que hablaba el visionario Drucker y que, además, disfrutan su trabajo, saben que el empleo perfecto no existe, pero que dentro de esa imperfección, al colocar los ingredientes precisos y el significado correcto, pueden diseñar el trabajo que desean.

EL MEJOR TRABAJO DEL MUNDO

Antes de curar a alguien, pregúntale si está dispuesto a renunciar a las cosas que lo enfermaron.

Hipócrates,

médico griego

Cuando firmas tu contrato, decides entrar a una organización o aun al iniciar un nuevo negocio, realmente estás aceptando tener dos empleos, como lo comentaba al introducir el libro. El primero es el que aparece en tu hoja de rol y de responsabilidades. Es al que te comprometiste con tu jefe o con tu socio a cambio de una remuneración económica. Y el segundo y más importante, como decíamos, es el que tú creas todos los días, desde que te despiertas, con base en tus decisiones. Por eso, antes de que renuncies, pregúntate si realmente estás diseñando el mejor trabajo del mundo o estás padeciéndolo debido a las circunstancias.

De verdad, los lunes no son tan difíciles como parecen.

CAPÍTULO 2

¿PARA QUÉ TE LEVANTAS DE LA CAMA?

La gente no te compra lo que haces, sino por qué lo haces.

Simon Sinek,

autor de Start with why

Un día en tu vida: suena el despertador. Sacas la mano y tratas de apagar la fastidiosa alarma de tu celular. Te vas moviendo un poco. Estiras los brazos, mientras torpemente vas abriendo los ojos. Te acomodas un poco y vuelves a tomar tu teléfono para revisar las notifica­ciones acumuladas. Y es ahí, justo ahí, en ese preciso momento, en donde habría que hacerse la primera pregunta del día que, por supuesto, comprende una decisión: ¿para qué te levantas de la cama? ¿Para qué haces lo que haces? ¿Por qué no quedarse todo el día, entre sábanas, viendo series?

Seth Godin hace algunos años publicó un post en su blog en donde marcaba las ocho principales razones, en orden de importancia, por las cuales nos despertamos para ir a trabajar:

– Por el dinero.

– Por el desafío.

– Por el placer o la vocación de hacer nuestro trabajo.

– Por el impacto que puede tener nuestro trabajo en el mundo.

– Para construirnos una reputación dentro de nuestra comunidad.

– Para resolver problemas interesantes.

– Para ser parte de un grupo y experimentar la solución de tareas.

– Para sentirse apreciado.

Salvo la primera razón, probablemente el orden de las mismas ha ido cambiando con el tiempo.

Teóricos como Maslow, Herzberg, Locke, Vroom, Alderfer y McClelland, por mencionar algunos, han estudiado los principales motivos por los cuales las personas tienen determinados comportamientos, permanecen o desisten de su empleo. Algunos hablan del salario, condiciones laborales o relaciones sociales, y de las necesidades o las expectativas; otros se van más hacia el poder, la consecución del logro y del reconocimiento.

Como soy un poco curioso, fui a mis redes sociales y les pregunté a mis seguidores: ¿para qué haces lo que haces?, ¿qué te hace levantarte cada mañana? Obtuve todo tipo de respuestas, pero no muy diferentes a las que mencionaba Seth Godin o alguno de nuestros amigos teóricos: «lo hago por mis hijos», «para pagarme una carrera universitaria», «para no defraudar a mis padres», «para darle seguridad a mi familia», «para realizarme», «para satisfacer mis necesidades», incluso «para dejar huella», decían algunos. Me levanto «porque hay que hacerlo», «porque si no voy, no me pagan», «porque es lo que toca», «porque hay un pájaro molesto que no me deja dormir», decían otros.

Sea cual sea tu razón, está bien. Incluso si está asociada a una cuestión económica. Vaya, querer percibir un ingreso o tener una mejor calidad de vida para ti y para tu familia no te hace mejor o peor persona. Así funciona el sistema.

Cada quien sabrá sus propios intereses y aspiraciones. Pero, de cualquier manera, siento que esos argumentos son muy «cómodos» y que no deberían ser los únicos para levantarse por la mañana. Sobre todo, pensando que es demasiado tiempo el que pasamos trabajando. Una media de 45 años de tu vida. Incluso si formas parte del club de La semana laboral de cuatro horas, como reza el título del libro de Tim Ferriss, o vives como nómada digital. De verdad, son muchas horas invertidas en ello. Qué mejor que darle un sentido aún más trascendente, con SIGNIFICADO.

Todo tu día cambia cuando despiertas por una razón que hace palpitar tu corazón.

CONOCER TU PARA QUÉ

El ensayista y narrador Sergio Sinay, en su charla en TED «¿Para qué trabajamos?», lo expresa de forma muy clara: «El trabajo ocupa, en el más prolijo de los casos, en el más ordenado de los casos y en el más legal de los casos, la tercera parte de nuestra vida de adultos».

Trabajamos, trabajamos y trabajamos. Y el principal motivo para casi todos es el ganarse la vida, dice Sinay. Él mismo cita al poeta y filósofo alemán Novalis:

«La vida no es algo en sí mismo. En realidad, la vida es una oportunidad para algo».

Alguien en alguna parte del planeta se está beneficiando o dejando de beneficiar de lo que haces o has dejado de hacer. No importa si eres jardinero, cajero de un banco, operario en una fábrica, publicista, administras un pequeño comercio o diriges una enorme compañía.

¿Por qué sonríen tus clientes? Dale una revisada a lo que estás haciendo tú para que ellos reciban algo que antes no tenían. Eso tiene que ver con tu para qué. Tu para qué es lo que te hace dar un brinco cada mañana para iniciar la jornada. Tu para qué es lo que te invita a seguir siendo una mejor versión. Cuando en tu trabajo está involucrado tu para qué, piensas que incluso lo harías gratis.

Lewis Garrad, socio de la consultoría Mercer en Singapur, afirma que: «Las personas tienen más probabilidades de prosperar y crecer en un trabajo cuando piensan que tiene alguna razón de ser. Esta es la razón por la que las empresas con un sentido de propósito más sólido y claro tienden a tener un mejor rendimiento financiero». Es algo que revolotea en tu interior. Y que, aunque quieras, no lo puedes callar. Conocerlo es una bendición. No tener idea puede ser la antesala del hartazgo. Si le preguntas a un médico su principal motivo para levantarse de la cama (su para qué) no es el de ir a dar una consulta o a realizar una operación, es más bien poder sanar y ayudarle a otro ser humano a que viva mejor.Lo mismo con un docente, cuyo para qué no es impartir una asignatura, sino compartir ideas para generar una transformación en sus alumnos y que ellos puedan hacer lo mismo con los demás.

Tu