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Si en el teatro (como en la poesía) la voz es fundamental, Fabián Casas vuelve en esta obra a sus comienzos. Les da voz a unas criaturas que andan perdidas en la vida, que acaso ya la perdieron y lo que se escucha, lo que se representa, son las voces de unos fantasmas. Leída como una novela, la obra cuenta de unos que venden la casa natal a otro que busca un lugar para vivir. En la casa, los unos vivieron lo mejor de su juventud, su juventud maravillosa. Más que dialogar, los personajes parecen ensimismados en sus propios monólogos. Algo perdieron cada uno, y mucho perdieron como generación. Ahora buscan, a tientas, ayudados por la locución de un GPS. Los Teresos en una obra de teatro que tiene un argumento novelístico y que se canta como un poema.
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Seitenzahl: 41
Veröffentlichungsjahr: 2021
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LOS TERESOS
FABIÁN CASAS
Las personas habitan sus biografías como habitan casas.
A. Kluge.
Una mujer parada con una carpeta en la mano y el pelo mojado. Habla por un celular. Detrás de ella, todavía oscuro, el decorado del interior de una casa. A un costado del escenario, el decorado de un jardín.
MUJER: Sí, como te digo. Soy la campeona mundial de las madres separadas. Como dice el chico: la rompí. ¿Cómo? Hoy. Sí. Ni siquiera nos tuvimos que reunir. Hoy el chico empezó el colegio y tuvimos la reunión de padres. Y yo pensé cuidadosamente lo que le iba a decir. ¿Entendés? (Silencio largo). Exacto. Me pasó a buscar en el auto. Sí, el de él. Yo no puedo manejar y pensar bien. Claro. Anoche repasé lo que le iba a decir. (Silencio largo). Le dije que (silencio porque del otro lado no la dejan hablar) le dije que el chico necesita horarios estrictos, que no podemos dejar que él elija. Eso lo pone mal. Nervioso. El otro día se hizo pis. Así que le dije: el miércoles lo pasás a buscar y lo tenés hasta el jueves a la mañana. Y cada fin de semana una vez cada uno. Listo. Me dijo todo que sí. ¿Te acordás que te conté que el chico me dijo que me quería más a mí que a él? Bueno, eso no se lo dije. No porque (pausa larga). Ya sé, ya sé, debe haber dicho eso para expresar otras cosas, sentimientos, que no sabe expresar con palabras. Al chico le molestaba la indecisión. No sabía nunca dónde dormía y dónde se levantaba. (Pausa). Sí, es mejor. En otro momento le hubiera dicho de una: el chico me quiere más a mí que a vos. Pero ahora no, ahora puedo pensar más despacio. Puedo pensar bien. Y como te cuento, en lo que tardamos en ir y venir de mi casa al colegio… (pausa). ¡No! ¿Cómo voy a hablar adelante del chico? No seas boluda. El chico estaba en el colegio. Ah. Ja, ja ja. See. See. Estoy en la puerta de una casa que tengo que mostrar. ¿Qué decís? ¿Sos boluda? Dale. Dale. Daaaleeee.
Entra por un costado un hombre de unos cincuenta años. Está vestido de manera juvenil, lo que contrasta con su andar, envejecido y derrotado.
HOMBRE: Hola.
MUJER: Hola. ¿Sos (mira la carpeta) Alexander Linshespir?
HOMBRE: Sí. ¿Esta calle está siempre así, vacía? No hay un alma.
MUJER: ¿Vos me contactaste por Fernando, no?
HOMBRE: Sí. ¿Esta calle está siempre así, desierta? ¿O es porque es feriado?
MUJER: Me acuerdo, Fernando, el marido de Maia. Esa mina me volvió loca. Perdoná que yo hablo así, directo. No me como ninguna. Le encontraba mil vueltas a todas las casas. Quería que la casa que iba a comprar fuera el Malba. Y no puede ser el Malba una casa, ¿no?
HOMBRE: ¿Esta calle está siempre así, vacía?
MUJER: Acá tengo el informe de la tasación de tu casa. ¿Quién la fue a ver? ¿A ver? ¿Quién te la tasó? Le pusieron muy buena. Junto a un informe: Casa extraordinariamente cuidada y ordenada. Como si no viviera nadie pero igual alguien limpiara el polvo que inevitablemente se junta. ¡Gran informe!
HOMBRE: ¿Perdón?
MUJER: ¿Sí?
HOMBRE: ¿Cuál es tu nombre?
MUJER: Julita Tikonderoga (le extiende una tarjeta).
HOMBRE: Soy Alexander Linshespir.
MUJER: Sí, me lo dijiste. ¿No te acordás? ¿Fumás mucha marihuana?
HOMBRE: Sí. Mucha. Hace años. Tendría que hacerme ver. Estoy mal de la cabeza y la marihuana me ayuda a soportar la vida.
MUJER: ¿No probaste con la meditación?
HOMBRE: No. No me gusta estar solo. Para meditar hay que estar solo.
MUJER: Podés meditar con otra gente. Claro que es mejor si podés estar solo porque está bueno hacerlo ni bien te levantás. Diez minutos y listo. Es como si recargaras el celular. Nosotros tenemos la respiración de la angustia, que es hasta acá (le muestra) y después está la respiración de la liberación, que es hasta acá. De a poco te acostumbrás.
Se escucha una voz grabada de mujer, española, del GPS. Así es como piensa Linshespir.
GPS: Condúcete a la pregunta que querías hacer.
HOMBRE: ¿Esta calle está siempre así, vacía?
La mujer mira de un lado a otro de la calle.
MUJER: Mirá, hoy es feriado, pero esta es una cortada. Así que no creo que entren muchos autos ni tenga mucho movimiento.
GPS: Haz la otra apreciación que querías hacer.
HOMBRE: No tiene tampoco árboles, eso no me gusta. Quiero vivir en una calle que tenga árboles.
MUJER: ¡Qué lugar común! Todos quieren una calle arbolada. Pero mirá, hay que saber pensar despacio. Con las tormentas que ahora tenemos, tropicales, los árboles se caen y te parten el auto al medio. ¿Tenés auto?
HOMBRE