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La autora alcanza en estas páginas una serenidad augusta, ratificación de una aptitud que sabe hacer muy suyos legados verbales tan diversos como tan puntuales. Los ecos de Rubén Darío y César Vallejo, de Pablo Neruda y Eliseo Diego, de Heberto Padilla y Enrique Lihn –y hasta algún instante cáustico de Roberto Bolaño– podrá encontrar el lector en estos poemas donde la añoranza de los días y el testimonio de su calado adquieren plenitud de nombradía en el ámbito de la lengua española en estas orillas.
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Seitenzahl: 49
Veröffentlichungsjahr: 2017
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Título
Mañana el cisne
© Lourdes González Herrero, 2016
© Sobre la presente edición:
Editorial Letras Cubanas, 2016
ISBN: 978-959-10-2201-1
E-Book -Edición-corrección y diagramación: Sandra Rossi Brito / Dirección artística y diseño interior: Javier Toledo Prendes
Tomado del libro impreso en 2016 - Edición y corrección: Boris A. Badía / Dirección artística y diseño: Alfredo Montoto Sánchez / Ilustración de cubierta: Zaida del Río
Instituto Cubano del Libro / Editorial Letras Cubanas
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La Habana, Cuba.
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AUTOR
Lourdes González Herrero (Holguín, 1952). Poeta, narradora y editora. Ha publicado, entre otros, los poemarios Tenaces como el fuego, La semejante costumbre que nos une, Una libertad real, La desmemoria, Afuera sangran los caballos, El hijo de la arpista,En la orilladerecha del Nilo (Ediciones Unión, 2000; Premio Nacional de Poesía Julián del Casal, 1999), Los días del verano (Editorial Oriente, 2003; Premio Especial de Poesía Bicentenario de José María Heredia, 2003) y Escripturas (Editorial Caserón, 2015; Premio de Poesía José María Heredia, 2012). Dentro de su obra narrativa se destacan La sombra del paisaje, Papeles de un naufragio (Ediciones Holguín, 1999; Premio de la Ciudad, 1997), las novelas María toda (Editorial Oriente, 2006), Las edades transparentes (Editorial Oriente, 2006; Premio de la Crítica, 2007) y El amanuense (Letras Cubanas, 2011; mención en el Premio Casa de las Américas ese mismo año). Su obra también se ha editado en diferentes países, como Italia y Francia. Ha sido merecedora de varios premios, a los ya mencionados se suman los de cuento La Llama Doble y Guillermo Vidal, y el de novela José Soler Puig. Actualmente dirige el sello editorial Ediciones Holguín y la revista de arte y literatura Diéresis. Es miembro del Consejo Nacional de la UNEAC y ostenta la Distinción por la Cultura Nacional.
El quehacer poético de Lourdes González, que desde sus textos iniciales se ha distinguido por fijar la sustancia del tiempo desde las entrañas más recónditas de una escritura afincada en la vivencia y en sus lecturas, siempre fiel en la notación memoriosa de lo vivido y lo soñado, permutable en sus designios —al decir de Eugenio Marrón—, alcanza en estas páginas una serenidad augusta, ratificación de una aptitud que sabe hacer muy suyos legados verbales tan diversos como tan puntuales. Los ecos de Rubén Darío y César Vallejo, de Pablo Neruda y Eliseo Diego, de Heberto Padilla y Enrique Lihn –y hasta algún instante cáustico de Roberto Bolaño– podrá encontrar el lector en estos poemas donde la añoranza de los días y el testimonio de su calado adquieren plenitud de nombradía en el ámbito de la lengua española en estas orillas.
Hace años dijiste: En el fondo soy un asunto de luz.
Y hoy todavía, al apoyarte en la ancha espalda del sueño,
aun cuando te hunden en el pecho aletargado del mar,
buscas rincones donde la oscuridad se ha gastado y no resiste,
buscas a tientas la daga destinada a perforar tu corazón
y abrirlo a la luz.
Giórgios Seféris
Ni parcela sembrada, ni manantiales llenos
Mi cabeza trabaja contra estructuras móviles.
La fuerza del crepúsculo reduce la frontera
que debería existir, pero se oculta, detrás
de las gloriosas arterias del agotado tiempo.
Estallan de belleza las flores incisivas
pero yo las convierto en seco paraíso
donde pastan los héroes del poeta.
Las maderas articuladas se cierran
al golpe de los vientos, mientras yo
me encargo de castrar los ardores
para que no me guíen,
para que no me expongan,
para que no sean más un desconcierto.
Cohíben las altas fumarolas del deseo,
restringen la manera pueril
de comprender el tedio,
congelan las caricias que podrían bastar
para que el amor tuviera su clemencia.
Trabajo con los brazos abiertos,
en posición erguida que persigue
resistir ante esas estructuras
que de pronto parecen absorber
los simples derroteros.
Explotan los frutos nacidos al amparo
de la espera, y en mis manos se convierten
siempre en usables especies.
Trabajo contra estructuras móviles.
Mi cabeza va descubriendo sus ejes.
Creo que ya no habrá ni edén ni oasis.
Ni parcela sembrada, ni manantiales llenos.
Mi cabeza trabaja.
Para dormir tengo que hacer silencio.
Las máscaras al fuego
Después de haber echado las máscaras al fuego, después de haber sentido el placer de verlas estallar, cerrarse, convertirse en ceniza dentro del mundo.
Después de alentar el vibrante latido que acelera la sangre, cercano al día de admitir que el soñar es un enorme peligro en el que flotan vehementes las acciones aplazadas.
Después de programarme, de mirar insistente los segundos rozando mi antebrazo, verticales, cayendo sin cesar en el cemento.
Después de programarme, enfática, queriendo y creyendo, sin posibilidades de mañana será un día atractivo en el que soles y hombres van a buscar en mí. Después, después.
Más allá de las glorias del saludo, de las glorias del oiga, la conozco, más allá de las miradas astutas, de las bocas sonrientes, del abrazo, del disculpe, del perdón. Más allá, donde se tienden como un solo cuerpo la muerte y la vida, donde se confunden, donde se exploran y seducen.