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Mari-Nieves es una de las zarzuelas del dramaturgo Pedro Muñoz Seca. Siempre fiel a su afilada disección en clave humorística tanto de la sociedad de su época como de los géneros que trataba, el texto se presenta como una sátira de los temas clásicos de la zarzuela: los celos, el amor no correspondido, las intrigas amorosas y el triunfo del amor.
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Seitenzahl: 41
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Muñoz Seca
Saga
Mari-Nieves Pedro Muñoz SecaCover image: Shutterstock Copyright © 1911, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726507942
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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Queda hecho el depósito que marca la ley
Coro general
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Cima da una elevad í sima montaña. En el centro y en alto grandes riscos que forman una especie de gruta practicable y ante ella un tosco cobertizo hecho con recios troncos y espesas ramas. A derecha é izquierda empinadas rampas que luego en menor declive se pierden por las laterales entre rompimientos de rocas y añosos árboles. Al fondo horizonte de cielo limitado por resplandor rojizo de sol poniente. Es una tarde de Mayo. La acción en un lugar montañoso. Epoca actual.
coro de pastores dentro ; zacarías y calvario
Al levantarse el telón, la escena estará desierta. Lejos una campana toca á Oraciones. Un débil cencerreo de ganados que se alejan, se va extinguiendo poco á poco
Música
Pastores (Dentro.)
Corderito blanco,
ovejita negra,
no te alejes mucho
porque el lobo acecha.
Ven por el atajo,
ven por el carril,
ven á tu rebaño,
ven á tu redil.
(Cesa de sonar la campana. Se pierde el cencerreo del ganado y las voces hostigadoras se escuchan por última vez como un lejanísimo eco. Zacarías y Calvario entran en escena, casi trepando por los riscos de la derecha. Zacarías es hombre de cincuenta años. Calvario, mocetón abrutado é ingenuo, frisa en los veinte. Ambos visten trajes de campo, denotando sus indumentarias que son dos campesinos acomodados. )
Hablado
Zac. ¡Hop! ¡Lucero! (Llamando. ) ¡Toma, Lucero! ¿Ves algo, Calvario?
Cal. (Dejándose caer en el suelo rendido por el cansancio. )
¡Veo todas las estrellas del cielo, señor Zacarías; pero del Lucero en cuestión, ni rastro. ¡Haber subido para esto!...
Zac. ¡Haragán!
Cal. ¿Haragán y llevamos trepando como cabras más de tres horas? Tuviera su merced este calzao tan prieto que yo tengo y otro cantar sería el suyo.
Zac. Tampoco es cosa de dejar que se merienden los lobos al choto más lucío de to el contorno y siendo como es el ojito derecho de mi Mari-Nieves.
Cal. ¿Pero tiró hacia el monte el maldito?
Zac. Por la vereda de los castaños.
Cal. Pues aquí, señor Zacarías, ni las águilas llegan.
Zac. Eso creerás tú: mira. (Indicándole el cobertizo del centro. )
Cal. (Admirado. ) ¡Dios! ¡¡Una choza!!
Zac. La de Rocaviva.
Cal. (Aterrorizado. ) ¡¡La de Rocaviva!! Señor Zacarías, vámonos de aquí...
Zac. ¡Quita allá!
Cal. ¡Por el Cristo de la Ermita!
Zac. Calla te digo; ¿eres de los que creen en cuentos de brujas?
Cal. ¡Señor Zacarías, que no son cuentos!
Zac. Te aseguro que sí.
Cal. Pero, ¿su merced conoce á Rocaviva? ¿Lo ha visto alguna vez?
Zac. Como á ti te veo ahora.
Cal. ¿Y es verdad que nunca bajó al llano?
Zac. Es verdad.
Cal. ¿Y es verdad que nunca vió mujer?
Zac. Tal dicen.
Cal. ¿Y es verdad que tiene medio cuerpo de lobo y medio de hombre, y que echa lumbre porlos ojos, y que habla con los diablos al oscurecer?
Zac. ¡Patrañas! Rocaviva es un hombre como otro cualquiera. Ahí lo alumbró su madre, que murió por cierto al echarlo al mundo, y ahí lo crió á pechos de una cabra el señor Frasquito; murió el pobre viejo, y ahí sigue él como si fuera una peña más.
Cal. Y... ¿está usted seguro de que no muerde?
Zac. ¡Claro, hombre!
Cal. Y diga: ¿cuándo hubo de verlo su merced?
Zac.