Memorias de un cronista vaticano - José Ramón Pin Arboledas - E-Book

Memorias de un cronista vaticano E-Book

José Ramón Pin Arboledas

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Año 4344 d. C. Se declara un misterioso incendio en la cocina de la Nunciatura apostólica de Nueva York, que requiere de la intervención de la Policía global. Calixto X es nombrado papa. Es el primer pontífice que proviene de la luna, base pionera en el proceso de colonización espacial que empezó unas décadas antes y que se ha convertido en el último reducto de la humanidad de los valores católicos. "El cronista", enviado especial del Vaticano, narra en esta sorprendente e interesantísima novela la crónica de las relaciones políticas, religiosas y sociales de una época futurista en la que la Tierra está bajo un Gobierno global con sede en la capital del mundo, New York, de ambiciones y enredos que involucran a las más altas esferas y jerarquías políticas y eclesiásticas, a una Policía global, a los medios de comunicación y a coaliciones financiero-políticas-teológicas que quieren dominar el mundo.

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Memorias de un cronista Vaticano

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

José Ramón Pin Arboledas

María Pin Gómez

Título original: Memorias de un cronista vaticano

 

Primera edición: Noviembre 2021

© 2021 Editorial Kolima, Madrid

www.editorialkolima.com

 

Autores: José Ramón Pin Arboledas y María Pin Gómez

Dirección editorial: Marta Prieto Asirón

Maquetación de cubierta: Sergio Santos

Maquetación: Carolina Hernández Alarcón

 

ISBN: 978-84-18811-49-4

Impreso en España

 

No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares de propiedad intelectual.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A María del Carmen, esposa y madre

El soneto del cronista

 

Un cronista no suele ser ni un santo ni un simple relator de la realidad. Ni un monje que escrito en su manto lleve un certificado de la verdad.

 

Un cronista tampoco debe ser el juez que notifique lo malo y lo bueno. Ni el fiscal que acuse con acidez ni abogado defensor de lo ajeno.

 

Mi profesión es constatar lo que veo sin añadirle cosas a la crónica que al lector distraigan o le den mareo.

 

Construir un relato que no sea un jaleo,hablar de este mundo sin retórica, describirlo todo como en un museo.

 

El cronista, Ciudad del Vaticano, anno (IV) CCCXLIV (4.344 d. C.)

Personajes por orden alfabético

 

Albert Kennedy: empresario americano de la industria farmacéutica, presidente de una asociación para la ética empresarial y patrocinador del pope Sajarof como diputado al Parlamento global por una circunscripción lunar.Boris Jarolpek: periodista, sutil analizador de la situación en el Vaticano. Brigitte: sobrina del cronista vaticano. Doctora experta en la investigación sobre conflictos en los grupos humanos de exploración y colonización espacial.Calixto X: papa, antes arzobispo de una sede lunar, y de nombre de Illibrando Musti.Couteau (monsieur): CEO y propietario de una «oficina gestora» del clan narcotraficante de Bucaramanga, con sede en París.Cristian Damarif: abogado jefe de seguros en Attorney Associates Co. (A.A.C.), bufete internacional que representa a la familia del diputado Mark. Cronista: relator de los hechos, sacerdote católico nacido en Castilla-La Mancha. Cronista de la Santa Sede residente en el Vaticano y, como tal, colaborador de los pontífices.Diernez (cardenal): obispo senegalés que el papa envía a conocer a monseñor Pasquali. Es uno de otros muchos a los que Calixto X manda a la Nunciatura de NY para concienciarlos de la situación. DuÁlvez (reverendo Dr.): segundo en la Secretaría de Estado de la Santa Sede (Ministerio de Exteriores), representante de la «Alianza Teológica» y miembro destacado de una orden religiosa con sede en Brasil.Franz Kewman: diputado en el Parlamento global por una circunscripción lunar y miembro de la comisión que estudia la proposición de ley para la exploración y colonización estelar.Françoise: delegada de la Policía global en Francia que ayudó a Brigitte en sus pesquisas.George Nerwin: presidente del Gobierno de la Unión de Pueblos Humanos, el Gobierno global.Ghuam: arzobispo católico de la luna; con él se entrevistó el empresario Kennedy durante la campaña electoral del pope Sajarof para conseguir su apoyo.Inspector Braum: de Asuntos Internos de la Policía global, encargado del expediente de la teniente Julia.Jacky Suensi (honorable): secretario (ministro) de Orden Público del Gobierno global. De él depende el cuerpo de la Policía global. Jalm (doctora): facultativa encargada de los certificados de salud de la compañía de seguros para los viajes a la luna. Firmante del certificado del diputado Mark que le permitió viajar a la luna.Jeremy Ladien: CEO de la ONG GHA (Ayuda Sanitaria Global) con sede en NY y cuentas en Bahamas que contrató a Jorge Raúl, fundación de la que Paul Corvine es patrono. Jorge Raúl Gómez: sicario del cartel narcotraficante de Bucaramanga (Colombia).Jorodich Han: inspector de seguros encargado de analizar las pólizas de cobertura en los viajes a la luna. Funciona con un exoesqueleto debido a una enfermedad de nacimiento.Julia (inspectora teniente): miembro de la Policía global y compañera del capitán Valit en la inspección relacionada con monseñor Pasquali.Julián Grau: diputado español y católico en el Parlamento global: miembro de la Comisión para la Colonización Espacial. Luigi Camerón: dircom (director de Comunicación) de Attorney Associates Co. (A.A.C.). Contacto de Boris en el bufete.Lucy: periodista adjunta al dircom Luigi Cameron que pasó un fin de semana en Roma con Boris.Mark Destory: diputado en el Parlamento global por una circunscripción lunar. Católico y el primero que contacta con el cronista sobre la proposición de ley de Colonización Espacial.Nicola Sajarof: pope de la Iglesia ortodoxa rusa, candidato a diputado por una circunscripción lunar y posteriormente miembro de la comisión del Parlamento global encargada del estudio de la proposición de ley de Colonización Espacial.Pasquali (monseñor): nuncio (embajador) de la Santa Sede ante las instituciones globales (Gobierno y Parlamento). Reside en NY.Paul Corvine: CEO de L’ Airreal Co. y representante de un grupo empresarial farmacéutico con intereses en la colonización espacial. Primer jefe de Brigitte.Randia Wisfall: secretaria (ministra) del Gobierno global de relaciones con las instituciones.Relic Cienter: portavoz de la Santa Sede. Valit (inspector capitán): miembro de la Policía global encargado de la investigación relacionada con monseñor Pasquali.Yuan Pinaô: Abogada representante de monsieur Couteau.

 

Preludio

 

Nunca pensé en mis años mozos de seminarista en Toledo, mientras estudiaba simultáneamente Filología Clásica en la Universidad Pontificia de Salamanca, que llegaría a ser cronista de la Santa Sede en la Ciudad del Vaticano.

Hijo de una humilde familia manchega, mi vocación era ser lo que en esa tierra llaman «cura de pueblo». Mi sorprendente facilidad lingüística, heredada de un abuelo croata emigrante políglota, y mi suerte de ignorante atrevido me fueron llevando hasta mi destino actual. Un recorrido en el que tengo la fortuna de haber conocido ya a tres papas; entre ellos, Calixto X, el primer papa procedente de la luna. Un destino en el que inesperadamente me vi envuelto en las peripecias que voy a narrar.

Jamás esperé a lo largo de mi vida tener relaciones con miembros del Gobierno de la Tierra, como la impresionante secretaria del Gobierno Global, Sra. Randia; ni codearme con cardenales como monseñor Pasquali, nuncio (embajador de la Santa Sede) ante el Gobierno global con sede en la capital del mundo, Nueva York; o al reverendo Duálvez, segundo en la Secretaría de Estado de la Santa Sede (su Ministerio de Asuntos Exteriores), cada uno de ellos representante de dos escuelas teológicas enfrentadas.

Tampoco imaginé toparme con personajes como Paul Corvine, CEO de una multinacional farmacéutica poderosa, L’ Airreal Co, protagonista de una historia de ambiciones y enredos en la que me encontraría con mi sobrina Brigitte, una brillante doctora investigadora psicosocial de las reacciones de los equipos humanos en los viajes de colonización espacial, historia en la que se entremezclan las acciones de una ONG caribeña, el narco-cartel de Bucaramanga, sus sicarios y sus oficinas gestoras esparcidas por todo el mundo y en la que, Luigi, el dircom de un importante bufete de abogados internacional con sede en Londres actuaría de manera sibilina.

Ni soñando llegué a fantasear con que conocería a diputados del Parlamento global de distritos lunares como Kewman y Sajarof, o a Mark, diputado selenita al que la doctora Jalm dio un certificado de buena salud para un viaje espacial. Ni supuse nunca las sospechas del inspector de Seguros de Viaje, Sr. Jorodich, sobre la validez de ese certificado, sospechas que desencadenaron acontecimientos que influyeron en la legislación del Parlamento global y las pesquisas policiales del capitán Valit y Julia, la inspectora teniente de la Policía global, hechos que atañeron al secretario de Orden Público del Gobierno global, el honorable Jacky Suensi.

Por supuesto que nunca creí que pudiera ser cierta la idea de mi amigo, el periodista Boris, corresponsal de «Global News» en el Vaticano, sobre la posible la existencia de una Triple Coalición financiero-político-teológica cuyo objeto es dominar el mundo e imponer su ideología, una ideología basada en el legado de prohombres del siglo XX y XXI de corte capitalista y radical-laicista iniciada por personas social y económicamente poderosas. Una coalición que intentaría imponer sus ideas hasta en la Iglesia católica y sus entornos mediante tentaciones de poder y honores, como las que recibieron tanto Boris como mi sobrina Brigitte, la teniente Julia y otros muchos.

Todo ello fue lo que viví desde mis estancias alternativas en Roma y Nueva York, lo que les intentaré contar de acuerdo con el soneto que un día encontré en el Vaticano y encabeza este relato. Para eso necesito describir el contexto en que se movía la ideología dominante en este siglo mío, que hunde sus raíces en los siglos XX y XXI, en los que se produjo una confluencia entre dos corrientes que parecen contrapuestas pero que en realidad son complementarias y sinérgicas.

La primera era la de los defensores de un capitalismo radical. En ella se encontraban personajes financieros como un tal Soros, hábil en finanzas e impulsor de un foro anual de discusión en la ciudad de Davos, donde asistían y aún asisten cada año casi todos los personajes que ellos consideran importantes en el mundo. También había empresarios con capa de filántropos, como un tal Bill Gates, fundador de una empresa de éxito, Microsoft, y luego animador de campañas sociales a través de su fundación. La convicción de esta corriente filosófica era que el hombre puede desafiar cualquier reto y llevar a la humanidad por sí sola al éxito global, despreciando cualquier referencia a algo que supere la propia naturaleza material del ser humano.

La segunda corriente ideológica era un conjunto de teorías a las que se suponía liberadoras de ese ser humano. No solo suponían la ignorancia de un ser superior como Dios sino que también pensaban que el hombre podía despreciar a su propio espíritu, que la materia era lo único importante. En ambos principios coincidían con los capitalistas. Por último, el avance científico les había llevado a la conclusión de que el ser humano también podía superar su propia naturaleza y construirse a su voluntad o deseo. No importaba, por ejemplo, qué características tuviera al nacer; podía ser lo que quisiera. Incluso se pensaba que en el futuro podría trasladar su consciencia a organismos cibernéticos, rayando los límites de la vida permanente.

Estos conjuntos de ideas se habían reunido bajo un paraguas denominado Humanismo Liberador (HL), y por supuesto estaban en contraposición en muchos casos con el pensamiento judeo-cristiano y, dentro de él, la doctrina católica defendida por la Santa Sede.

A principios del siglo XXI la suma de todas estas ideas se convirtió en lo que se llamó «pensamiento políticamente correcto». Toda aquella persona que mantuviera ideas fuera de este horizonte era considerada reaccionaria y, en algunos casos, fascista, mientras que los que se mantenían dentro de sus coordenadas ideológicas se autocalificaban de progresistas, demócratas y todos los calificativos favorables que se le ocurran al lector.

Debido a este contexto puede que los primeros capítulos le resulten algo densos. No se desanime. Si consigue sobrepasarlos, le asombrará lo que ocurrió, lo mismo que a mí. De hecho, yo aún no he salido de mi asombro. Especialmente, después del misterioso incendio iniciado en la cocina de la Nunciatura Apostólica en Nueva York (¿accidente o acción criminal?) que supuso la intervención de la Policía global y sus pesquisas y consecuencias posteriores.

Libro I

 

En donde se plantea una batalla en el Parlamento Global

I. Un mundo dominado por las teorías del «Humanismo Liberador»

 

En este año del Señor de 4.344 d. C. yo, cronista del Vaticano, relato los acontecimientos tal como los vi. Puede que no sean toda la verdad, pero sí mi verdad. Era el papado de Calixto X, el primer pontífice nacido fuera de la Tierra en la colonia lunar permanente. El Colegio cardenalicio lo había elegido hacía unos meses y en su acceso a la «cátedra de Pedro» ya se anunciaba que iban a ser tiempos turbulentos para la Iglesia. El presidente del Gobierno de la Unión de los Pueblos Humanos (UPH), George Nerwin, mostró su malestar por esta elección.

Después de una época de continuo aumento del poder político del Partido del Humanismo Liberador y su injerencia en todos los aspectos de la vida de las personas, el papado quedó como casi la única autoridad moral independiente. Se manifestaba a menudo en contra de las teorías oficiales del Gobierno de la Tierra. Sus doctrinas se oponían, por ejemplo, al aborto, la eutanasia, los embarazos extracorpóreos en laboratorio (que la Iglesia católica solo aconsejaba cuando había riesgo de vida del feto o de la madre, y solo a partir de un tiempo de embarazo natural), la clonación humana (que por razones éticas había sido prohibida a nivel global) o la transmigración cuántica1 de la teoría del post-humanismo.

El Vaticano también abogaba por la separación del poder temporal y el espiritual, etc, doctrinas que mantuvieron firmes en los concilios de los siglos XX, XXI, XXII… y estaban contra las teorías oficiales del Gobierno global planetario reunidas bajo la denominación de «Humanismo Liberador» (HL).

Junto a la Iglesia católica, la ortodoxa y algunas minorías religiosas (judías, islámicas…) mantenían su moral de siempre. Por el contrario, otras confesiones y escuelas filosóficas habían ido evolucionando o claudicando, aceptando los postulados del HL.

En estos años estaba creciendo un movimiento nuevo, de origen ecologista, llamado Humanismo Natural (HN) cuyo principio era volver a los orígenes civilizadores de la humanidad. Coincidía en muchos planteamientos con la Iglesia católica, pero por razones ecológicas. Por ejemplo, era contrario al aborto y los embarazos extracorpóreos de manera mucho más radical. Tenía una representación muy minoritaria en el Parlamento global, en el que eran muy activos.

1 Es el intento, aún no logrado hasta la fecha de este relato, de transferir la conciencia humana a un ordenador cuántico alargando su existencia fuera del cuerpo humano. La Iglesia católica defiende que el ser humano es cuerpo y alma (o conciencia según algunos) y su separación en la muerte es solo temporal volviéndose a unir en la resurrección. Todo intento de mantener la vida fuera del cuerpo es contrario a la naturaleza humana según la moral católica mantenida hasta la fecha. Tanto en esto como en los embarazos extracorpóreos o la clonación humana había corporaciones industriales que necesitaban rentabilizar sus investigaciones. Constituían poderosos lobbies dentro del Parlamento global que querían que se aprobasen leyes que protegieran y promocionasen sus actividades. Hasta el momento habían sido contenidos por la presión de algunas iglesias, la católica entre ellas, grupos ecologistas y los partidarios del Humanismo Natural que se oponía a estas ideas del Humanismo Liberador.

II. Calixto X, el primer papa selenita, me renueva el cargo de cronista

Calixto X, antes monseñor Illibrando Musti, había nacido en la luna que, aunque bajo la soberanía del Gobierno de la Tierra, tenía autonomía en una serie de aspectos. Su Parlamento dictaba leyes propias. Allí, por ejemplo, se prohibía el aborto por razones de supervivencia de la colonia. Tener un nuevo miembro que naciera adaptado a las especiales condiciones del satélite terrestre era una alegría para sus pocos millones de habitantes. De hecho, era noticia de cabecera de los medios de comunicación selenitas. Al contrario que en la Tierra, donde la sobrepoblación era considerada un ataque al equilibrio ecológico del planeta.

Nacer en la luna comportaba un crecimiento con periodos diarios de gravedad baja y exposición ocasional a rayos solares y de otro tipo más intensos que en la Tierra. Todo eso permitía adaptarse desde pequeño a la vida colonial, algo que costaba mucho a los emigrantes procedentes de la Tierra, que solo podían permanecer unos años en la luna sin fuerte medicación. Los «selenitas», al crecer con periodos de gravedad inferiores a la Tierra, solían ser más altos y sus huesos menos robustos. Por esa y otras causas, para vivir en la Tierra tenían que permanecer medicados de por vida. Esa había sido una de las dificultades para el acceso al papado de monseñor Illibrando, ahora Calixto X. Pero su firmeza en la interpretación de la doctrina y su impecable trayectoria habían inspirado al Colegio cardenalicio, que lo eligió a la muerte de su antecesor en la primera votación. Una elección con mayoría superior a los dos tercios que exigía la norma.

Como cronista del Vaticano fui confirmado inmediatamente. Su Santidad me conocía brevemente de dos escasas visitas personales a Roma (no era fácil conseguir billetes de ida y vuelta, ni siquiera para un cardenal). Acabadas las ceremonias de entronización al papado me llamó y me dijo en un italiano con acento extranjero:

–Espero que siga redactando los acontecimientos con la fidelidad que lo ha hecho hasta ahora. He seguido sus crónicas desde mi sede lunar y no solo me han hecho conocer bien lo que ocurría en el Vaticano y toda la Iglesia; también me han ayudado a fortalecer mi fe.

–Muchas gracias, Santidad –contesté–; espero merecer la confianza que sus dos anteriores antecesores tuvieron en mí.

Luego entraron personas del servicio y me fui. Unas horas después recibí el mensaje de confirmación de la renovación de mi encargo. Entonces no sabía que los acontecimientos se iban a precipitar.

III. Al papa se le niega el discurso ante el Parlamento Global y viajo a NY

 

La tradición mandaba que una de las primeras salidas del Vaticano de un papa nuevo era un discurso en el Parlamento global, que representaba a toda la humanidad, colonias espaciales incluidas. Ocurría lo mismo con el Dalai Lama y algún otro líder espiritual. Pero esta vez no se había recibido la invitación en la Roma del papado.

El secretario de Estado del Vaticano había sugerido al nuncio ante el Gobierno global que insistiera para que fuera cuanto antes. Calixto X podía no adaptarse bien a la vida en el planeta y sería bueno que pudiera exponer sus convicciones pronto. El secretario de Estado global (adjunto a la Presidencia de la Tierra) respondió con evasivas e indicó que el discurso debía consensuarse con el Gobierno. La capital de la Tierra era Nueva York, por haber sido la sede de la ONU (Organización de Naciones Unidas) en siglos pasados. NY tenía un estatus especial; se denominaba DG (Distrito Global). Allí el Humanismo Liberador era la ideología dominante.

Según la Constitución global, había libertad de expresión. Pero, por razones de equilibrio ecológico, no había libertad de residencia permanente entre territorios súperpoblados. Las leyes de NY permitían al Gobierno global expulsar a personas que, por sus ideas o costumbres, perturbasen la tranquilidad ideológica de la mayoría de los miembros de una comunidad. Esta ley, que se aprobó con mucha polémica, se iba adoptando por cada vez mayor número de territorios y eso hacía que las manifestaciones públicas de la doctrina de la Iglesia católica fueran siendo toleradas en cada vez menos zonas. No se impedía que las personas tuvieran sus propias creencias religiosas y se protegía su práctica en privado, pero se dificultaba su manifestación pública.

Era seguro que monseñor Illibrando, ahora Calixto X, iba a denunciar este hecho ante el Parlamento global. En la colonia lunar no tenían problemas para expresar sus opiniones. Era uno de los territorios donde la población autóctona era necesaria. Por eso, además del aborto, la eutanasia también estaba prohibida. Eso hizo que muchas familias católicas emigrasen ahí durante los primeros tiempos de la colonia. Allí era fácil, y casi un deber, defender las doctrinas cristianas tradicionales.

Al mes de su nombramiento, Calixto X me comentó:

–Cronista –siempre me llamaba así con cariño–, creo que debería viajar a NY para analizar el tema de mi presencia en el Parlamento global. Es necesario que proclamemos el Evangelio a todos los pueblos, como nos ordenó Jesucristo antes de su ascensión a los cielos.

–Santidad –repliqué–, no soy diplomático y mi capacidad es relatar cómo transcurre la historia más que ayudar a que ocurra.

Me miró y afirmó con fuerza:

–Lo sé, cronista. Pero el diablo está metido en todas partes y necesito que alguien me explique desde la realidad, pero con los ojos de la fe, cómo es la situación para poder abordarla. Por eso una persona acostumbrada a analizar las cosas con los criterios correctos es ideal para esta misión.

A los pocos días me encontraba en la sede de la Nunciatura en NY sin un encargo concreto, pero con una misión definida. El nuncio, monseñor Pasquali, era un diplomático de carrera, italiano, prudente como todos los de su especie y buen sacerdote; proclive a la buena mesa, porque, según decía, a los globócratas (nombre que se daba despectivamente a toda la Administración del Gobierno global) se les podía llegar mucho antes por el estómago que por el razonamiento o el corazón; cosas de «la especie humana» a quien Dios dotó del sentido del gusto. Sin ninguna duda, su figura corporal respondía a esa afirmación. Se decía en NY que la cocina de la Nunciatura era el mejor fogón italiano de la capital en una ciudad en la que los restaurantes de esa especialidad eran famosos.

IV. Comida con la secretaria Global de Relaciones con Instituciones

 

Randia Wisfall era la llave para todo tipo de relaciones entre las instituciones civiles y el Gobierno global. Secretaria del Gobierno global (lo que en el siglo XX se llamaba ministra o comisaria), era una activista del Humanismo Liberador conocida por sus planteamientos radicales. También era una de las mejores gourmets del Gobierno. Por eso nunca despreciaba una comida en la Nunciatura. Nada más explicarle la naturaleza de mi misión, Pasquali me dijo: «Debes conocer a Randia».

Supongo que quería que yo mismo palpase lo difícil de su situación en NY, una ciudad en la que, en los templos, como la catedral de San Patricio, solo se permitía el culto religioso de manera restringida.

Randia, además de miembro del Gobierno con rango de ministra, era conocida como «musa» de partido del Humanismo Liberador. Hija de activistas sociales, se destacó ya como líder en la universidad. En las elecciones del movimiento estudiantil del PHL consiguió un triunfo arrollando a sus candidatos competidores con solo veinte años. Su discurso fue difundido a nivel global. En uno de sus párrafos definía su filosofía. 

 

«...Somos hijos de nuestra historia como seres humanos. Ha sido un proceso lento y doloroso a base de sacrificios individuales y colectivos. Sus frutos nos deben llevar al siguiente nivel de evolución. Un nivel al alcance de la mano gracias a la tecnología y la revolución social, en la que nos liberemos de nuestros tabúes, de nuestros prejuicios, de los mitos que coartan nuestra libertad y de nuestra propia naturaleza.

No somos hijos de ningún Dios que, aunque existiera no nos importaría, porque somos nuestros propios artífices. No tenemos un espíritu que haya que salvar. Somos la consecuencia de la evolución de nuestra organización material. No hay un alma humana en cada uno de nosotros y, por supuesto, si la hubiera no sería inmortal. Nuestra organización material nos la ha dado la naturaleza. Pero ahora podemos liberarnos incluso de las leyes de esa naturaleza. Lo podemos hacer porque ya somos capaces de autodefinirnos y llegar a ser lo que queramos, tanto individual como colectivamente. Es cuestión de esfuerzo científico, voluntad liberadora y organización social. La tecnología lo hace posible.

No importa lo que fuimos cada uno de nosotros al nacer: varón o hembra, pobre o rico, de una raza o de otra, con unas capacidades físicas u otras... Podemos ser lo que queramos independientemente de ese Dios, que no sabemos si existe, ni nos importa; también podemos olvidarnos de nuestra alma, un mito que nadie vio, y podemos independizarnos de la tiranía de nuestra naturaleza. Hemos llegado a la cima de la humanidad. Eso nos libera y nos liberará de cualquier limitación. Incluso es posible que dentro de poco nos liberemos del tiempo; viviremos lo que deseemos, seremos transhumanos. Una nueva especie auto-poderosa. Nos dominaremos a nosotros mismos y dominaremos la naturaleza. Ese nivel de libertad absoluta es el que os ofrezco, para…».

 

***

 

Por supuesto tenía detractores. Muchos de tipo político, otros encarnados por personas con creencias religiosas, aunque algunos también buscaban compaginar su pensamiento tradicional con la nueva propuesta ideológica.

Los opuestos a esta ideología eran partidos de corte socialista que acusaban al PHL de permitir desigualdades sociales en aras de la pretendida libertad. También se oponían al PHL los partidos políticos de raíz demócrata porque decían que no respetaba la naturaleza de la persona y eso se acabaría pagando por ser irreal. El nuevo movimiento, el Humanismo Natural, llamaba a volver a los orígenes de la humanidad y respetar la naturaleza, porque no se sabía a dónde llevaba el Humanismo Liberador.

La teología católica chocaba con las ideas del Humanismo Liberador. Algunos teólogos, llamados progresistas, hacían esfuerzos para intentar una renovación de su pensamiento y converger con esta nueva ideología. Pero los dogmas fundamentales de la Iglesia rechazaban sus principios básicos, como el ateísmo o agnosticismo, en relación a la existencia de Dios o la negación de un alma inmortal.

Los más famosos teólogos equipararon las afirmaciones del PHL al grito de Lucifer, el Ángel del Mal, cuando se rebeló contra Dios y dijo: «¡No servían!» (No serviré). Un acto de soberbia contra Dios, el espíritu humano y la propia naturaleza. Eso hizo que el PHL fuera combativamente laicista en su ideología, especialmente contra la Iglesia católica, y radical en la defensa de la libertad contra cualquier limitación, que ellos consideraran un obstáculo. Por eso estaban contra los conceptos de Dios, el espíritu o alma y la ley natural.

Para el PHL, el capitalismo y el mercado eran las estructuras más eficientes en la organización económica. Las administraciones públicas tenían como objetivo ayudar a los menos favorecidos. Para ello pretendía crear un complejo sistema de tributos, que de momento no estaba dando los resultados previstos, aunque se esperaba que fuera siendo cada vez más eficiente, hasta no dejar a nadie desprotegido.

Sus dirigentes reconocían que eso tardaría un tiempo y que mientras tanto habría situaciones de injusticia, el precio a pagar por el progreso. Sus partidarios pensaban que el periodo entre el inicio de la liberación y el estadio final de liberación total era un sacrifico temporal hasta su implantación total. En este aspecto, la ideología del Humanismo Liberador también era criticada como insolidaria por utópica, al buscar una sociedad final que nunca llegaría, mientras muchos sufrirían. Estos detractores del HL alegaban que eso pasó con el comunismo soviético durante el siglo XX y al final Rusia volvió a su alma de siempre sin alcanzar su imposible utopía. Randia era una utopista.

Randia se casó con otro activista del PHL y tenían dos hijos. Su fuerza como política era reconocida incluso por sus contrarios más radicales. Lo mismo que su honestidad y congruencia entre su ideología y su vida personal. Su familia seguía viviendo en una zona de clase baja en el Bronx neoyorquino. Los vecinos hablaban con ella tanto visitando su casa como cuando algún fin de semana iba al supermercado a comprar, ella misma, para cocinar en su pequeño apartamento.

Era una mujer extraordinaria. Se veía que cuidaba tanto su mente como su físico porque aparentaba inteligencia y fortaleza dentro de un cuerpo proporcionado y sano. Su peinado a la última moda resaltaba sus rasgos medio asiáticos o medio latinos, que le daban un aspecto atractivo y exótico.

 

***

 

Llegó a la hora convenida en taxi aéreo y descendió del mismo con un traje de corte varonil y a la vez muy femenino. En la terraza de la Nunciatura la esperábamos y la introdujimos, sin más ceremonias, en el comedor de invitados.

Comimos una excelente lasaña, regada con un buen vino chianti, finalizada con un tiramisú y un café expreso muy cargado y con su espuma color avellana. Durante la comida solo se habló de temas personales, de la hija de Randia y sus estudios, y de gastronomía. Al final Randia se dirigió de manera directa a mi persona:

–Espero que monseñor Illibrando (no utilizaba el nombre de Calixto X, ni Santidad para referirse al papa), que no procede de la rancia casta romana, estará a favor de conceder el acceso al sacerdocio a las mujeres y quitar el celibato para los ordenados.

Continuó, mirándome con ojos interrogatorios:

–La Iglesia católica es la única confesión que aún no reconoce la igualdad de género y tiene ministros de culto célibes. Ahora, que casi todos los embarazos se realizan fuera del claustro materno en las clínicas de fertilidad y laboratorios, no veo qué impedimentos hay para dar el paso definitivo.

La interrumpí y dije:

–Estimada secretaria, ya sabe que la tradición, una de las fuentes de nuestra doctrina, siempre ha dicho que el ministerio sacerdotal es exclusivo de los varones. El celibato ha sido una medida que ha ayudado a mantener la dedicación sacerdotal al servicio de los fieles. Aunque hay ritos católicos que no lo tienen por una cuestión de gobierno práctico.

Antes de que me interrumpiera continué:

–Usted misma puede comprobar que en la Iglesia la influencia femenina es total. Aparte de que muchas mujeres ejercen cargos de alta responsabilidad, la Virgen María es venerada como mujer y madre desde el principio. No se puede acusar a la Iglesia de misoginia. Si estudia la historia antigua de las religiones verá que el cristianismo fue decisivo en la liberación de la mujer.

Entonces me cortó con voz pausada:

–Veo, estimado cronista, como creo que le llama monseñor Illibrando, que sus posiciones no cambian a lo largo de siglos, y eso me preocupa. No sería partidaria de que se ofreciera la tribuna del Parlamento a quienes no se alinean con los principios que defiende el Humanismo Liberador que han conducido a la paz mundial de la que gozamos. Una cosa es permitir la libertad de conciencia y otra facilitar la palabra a quienes quieren subvertir la teoría que soporta todo nuestro bienestar.

Pregunté:

–Randia. ¿Me permite que la llame así, secretaria?

Randia respondió:

–Por supuesto.

Cogí la palabra y añadí:

–Lo del bienestar es discutible. En varias partes de nuestro planeta el índice de pobreza es alarmante; las guerras locales, a pesar de la fuerza policial global, siguen proliferando; la adición a la droga abunda en muchas zonas y la xenofobia se ha instalado en los países más ricos. Amén de sitios en los que no se han erradicado muchas enfermedades que, por ejemplo aquí en NY, se olvidaron hace más de trescientos años.

Había cogido carrerilla y seguí:

–La Iglesia es consciente de ello y de ahí su labor asistencial y de ayuda. ¿No es posible que las teorías del Humanismo Liberador, que tienen muchas virtudes, encierren en sí mismas algunos principios que fomentan el egoísmo y tengan efectos perversos? Después de casi dos siglos de su instalación oficial, muchos de los problemas de la humanidad siguen sin resolverse. ¿No es hora de realizar un examen crítico para ver si algunos de sus postulados no son tan correctos cómo piensan?

Randia replicó:

–Estimado cronista, no dudo de que la función asistencial de muchas instituciones religiosas, y concretamente la Iglesia católica, ha ayudado a resolver algunos problemas de subdesarrollo o exclusión de muchas personas. Lo que ustedes llaman caridad. Sin embargo, todas esas cosas deberían ser dadas por medios oficiales. Cuando completemos nuestras estructuras administrativas, lo haremos, y no serán necesarios esos servicios. Aunque para ello es verdad que antes necesitamos una reforma del sistema fiscal a nivel planetario para hacerlo más solidario.

Tercié:

–Randia, se equivoca de enfoque en parte. Eso que usted llama caridad es importante porque eleva la humanidad de nuestra sociedad. Los beneficiarios no son solo los que reciben; son más los beneficios para quienes dan cosas, dinero, servicios y ayudas personales. Si ustedes consiguieran que nadie necesitara nada de nadie, algo que es dudoso que se alcance alguna vez, habrían matado lo más importante del ser humano: la capacidad de amarnos y ayudarnos los unos a los otros sin distinción. No olvide que las grandes dictaduras del siglo XX, el marxismo y el nazismo/fascismo, quisieron acabar con el cristianismo, y es que el amor que predicamos es precisamente la libertad.

Y añadí:

–Lo que sí le puedo trasmitir es que, en lo referente a una reforma fiscal más solidaria, el Gobierno global tendrá siempre nuestro apoyo. Recuerde que, de acuerdo con san Pablo, el poder político también tiene procedencia divina y, aunque este y el poder espiritual tienen campos separados, pueden cooperar por el bien de todos. En el Imperio romano empezamos siendo unos proscritos y acabamos siendo una de sus columnas.

La secretaria Randia, con una sonrisa que se podría calificar de maliciosa y a la vez simpática, me cortó:

–Me parece que me está liando. Ya sé por qué monseñor Illibrando lo ha enviado aquí. Es usted un buen polemista. Le auguro muchas conversaciones como estas con mis colegas, aunque no creo que los convenza.

A continuación, mirando su crono, dijo:

–Se me hace tarde y tengo una reunión a las 16:30 h en el edificio del Parlamento (antigua ONU). Seguiremos esta interesante conversación otro día.

Eran las 15:30 h y con el taxi aéreo no creí que le costase más de diez minutos llegar a su reunión. Sospeché que estaba incómoda.

Cuando Randia se marchó, Pasquali se sentó en el sillón del comedor y me miró como preguntándome qué me había parecido. Sin dejar que abriera la boca dije:

–Randia es una especie que conozco de lejos; probablemente ha sido su convicción con respecto a las teorías del Humanismo Liberador lo que la ha encumbrado a la posición que ahora tiene. Por eso es muy difícil que renuncie a ellas. Pero desde que Jesús nos encargó evangelizar al mundo, como le dije a Randia, lo mismo pasaba con el Imperio romano, y al final se hizo cristiano.

Pasquali se movió, farfulló algo que no entendí bien y se quedó plácidamente recostado en el sillón. Yo, muy respetuoso, salí sin hacer ruido. Pensaba que dejarle hacer una siesta tranquila también era caridad.

V. Conversación virtual con Calixto X y mi primera sorpresa

 

Una semana después de mi llegada a NY y de haber tenido algunas conversaciones similares me citaron a una reunión virtual con su Santidad. Era común el uso de las holografías para este tipo de conversación, aunque resultaba más práctico la tele-presencia, más barata y sencilla. Esta vez prescindimos de la holografía.

Comencé diciendo:

–Santidad, el Gobierno global espera que haga algún movimiento doctrinal para acercar a la Iglesia a las teorías del Humanismo Liberador. Algo como la ordenación sacerdotal de mujeres, el celibato sacerdotal o la relajación en materia de aborto, eutanasia… En caso de no ser así, no creo que se produzca la invitación oficial al Parlamento. Los diputados globales católicos son una minoría y una parte de ellos son de la colonia lunar y no tienen fuerza para ello. No sé si merece la pena seguir indagando. Monseñor Pasquali es de la misma opinión.

Calixto X respondió:

–Cronista, su misión no es conseguir la invitación sino tantear el terreno para extraer el clima de opinión del Gobierno y si hay algún plan con respecto a nosotros. Siga usted ahí que me parece que hará progresos. Sobre todo no deje de rezar y ayude a Pasquali en lo que necesite.