Mientras agonizo - William Faulkner - E-Book

Mientras agonizo E-Book

William Faulkner

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El mundo creado por Faulkner es un trasunto imaginario de su tierra natal, un espectáculo sorprendente, rico y variado, de hechos y dramas casi siempre directa o indirectamente motivados por el recuerdo y las secuelas de la Guerra Civil. Profundo conocedor de la historia de su país, ilustra y describe en "Mientras agonizo" la decadencia del Sur tradicional.

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Veröffentlichungsjahr: 2023

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WILLIAM FAULKNER

Mientras agonizo

Edición de Javier Coy

Traducción de Mariano Antolín Rato

INTRODUCCIÓN

Faulkner junto a su granero en Oxford, Mississippi.Fotografía tomada en 1960 por Martin J. Dain.

Los precedentes y el ambiente de la época

LA novela norteamericana nace realmente en el siglo XIX, inmersa en una joven cultura que empieza en ese siglo a encontrar su peculiar identidad. Esa peculiar identidad americana, que Emerson describiría en alguno de sus ensayos como «la declaración de independencia cultural», con respecto a la madre patria, a Inglaterra, eclosiona con brillantez e intensidad en la obra de varios novelistas en torno a 1850: en La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne, y sobre todo, en mi opinión, en ese gran monumento de las letras universales de todos los tiempos, que es Moby Dick, de Herman Melville: esta obra, novela de aventuras en el mar, alegoría de la lucha entre el bien y el mal, reflexión profunda, aguda y singularmente moderna sobre la condición humana, todo en una pieza, marca, más que ninguna otra obra individual, el nacimiento de una literatura ya específicamente americana. Junto a ella palidecen los predecesores: Washington Irving, James Fenimore Cooper, el mismo Edgar Allan Poe, poeta crítico y narrador, sobresaliente sobre todo en ese último aspecto (aunque sea el relato corto su vehículo narrativo favorito y no la novela).

Esto, muy esquemáticamente expuesto, por lo que respecta a la parte del siglo anterior a la Guerra Civil. Hay una generación posterior a ese gran cataclismo, probablemente el conflicto bélico más sangriento de la historia americana, hasta el punto de que se haya podido afirmar que «si los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial hubiesen sufrido bajas al mismo ritmo que los Ejércitos Confederados las sufrieron, hubiesen muerto entre 1941 y 1945 seis millones de americanos, en lugar de los pocos más de 300.000» que se contabilizan (Tom Wicker, Unto This Hour, Nueva York, Viking, 1984, pág. 642. La traducción es mía). Esa nueva generación se aglutina en torno a dos figuras más descollantes: Mark Twain (1835-1910), cuya obra más universal es Las aventuras de Huckleberry Finn (1884) y Henry James (1843-1916), que ya en 1881 produciría una de las que se suelen considerar sus mejores novelas, El retrato de una dama. Ambos escritores produjeron su obra narrativa, muy distinta la una de la otra, después de la Guerra Civil (1861-1865), y la prolongarían hasta los comienzos del siglo XX.

En estas fechas, finales del XIX y principios del XX, coexisten, sin dejarse influir por él, con el movimiento naturalista, cuyos representantes más importantes son Stephen Crane, muerto en 1900 sin haber cumplido aún los treinta años, que en 1893 publicó Maggie, una chica de la calle (piedra de escándalo en su época) y en 1895 El rojo emblema del valor, dejando con ellas y con el resto de su breve producción una intensa huella en la novela norteamericana; y Theodore Dreiser (1874-1945), que desde Hermana Carrie (1900) hasta Una tragedia americana (1925) mantendrá vivo ese movimiento o escuela y servirá de puente entre los escritores anteriores a la Primera Guerra Mundial y los grandes maestros del periodo de entre guerras.

El naturalismo americano, con sus peculiares características que lo diferencian del europeo de Zola, por ejemplo, también contribuye a perfilar la identidad cultural americana, enriqueciéndola con nuevos matices y nuevas actitudes, de las que se sabrían beneficiar, en mayor o menor medida, sus inmediatos sucesores, entre ellos John Dos Passos, que, no obstante, se sale de los límites técnicos y temáticos naturalistas, merced a su educación esteticista y elitista y la aplicación a su obra creadora de un tono poético y simbólico, que es específicamente suyo. Más influida por la sequedad y dureza que la visión de la vida y del mundo naturalista significan está en parte la obra de John Steinbeck, especialmente por lo que respecta a su novela más respetada Las uvas de la ira (1939) aun a pesar de sus ocasionales y perjudiciales caídas en el sentimentalismo.

En conjunto, la novela americana aprende, con la escuela naturalista, a enfrentarse con temas hasta entonces considerados tabú, por su crudeza. A mirar el mundo con objetividad y a bucear en las profundidades del alma humana, sin rehuir sus aspectos más sombríos o despreciables. Aprende también a valorar la fidelidad a los lenguajes más adecuados para la naturaleza de los personajes que describe y, aunque todavía conserva ciertos remilgos expresivos impuestos por los códigos morales de una sociedad en la que el componente puritano y calvinista es muy fuerte y omnipresente, va ensanchando los límites de esos lenguajes, derribando barreras y abriendo el camino a la casi absoluta libertad de expresión de la novela contemporánea. Una buena ilustración de este dato lo constituye parte de la obra de Ernest Hemingway.

Todas estas lecciones, junto a las ofrecidas en otra dirección por la novela europea, especialmente por James Joyce, con su desarrollo de la técnica del «monólogo interior», que abre las puertas a la llamada stream of consciousness, o «corriente de conciencia» de sus personajes, están bien aprendidas en la obra narrativa de William Faulkner, y se manifiestan con riqueza y variedad en muchas de sus novelas. En relación con la «corriente de conciencia», ese flujo continuo del pensamiento humano, conviene quizá precisar que su soporte teórico se encuentra en la obra del filósofo y psicólogo William James (hermano del novelista Henry James) en The Principles of Psychology (Principios de Psicología, 1890). En el capítulo IX, titulado «The Stream of Thought», William James acuña las expresiones stream ofthought, stream of consciousness y stream of interior life («corriente de pensamiento», «corriente de consciencia» y «corriente de vida interior») para contradecir las teorías hasta entonces prevalentes de John Locke con respecto a la naturaleza del pensamiento. Para Locke, este, la consciencia, el pensamiento, se produce en la mente del hombre por medio de unidades aisladas unas de otras y separadas por lo que él llama gaps o «pausas» o «interrupciones». James, a través de sus análisis del pensamiento y de sus reflexiones, llega a una conclusión distinta: el hombre piensa en una corriente que nunca se interrumpe, ni siquiera durante el sueño, de modo que a través de una cadena enlazada por la casualidad, la asociación de ideas o la de imágenes, produce una línea continua de reflexión, consciente o no, que no se rompe jamás. Así, Joyce, en su Ulises, lo habrá de poner de manifiesto por medio de la técnica narrativa que se conoce con el nombre de «monólogo interior». Que no es, pues, lo mismo que la «corriente de consciencia», o «de conciencia»: esta es un hecho de la realidad humana que existe independientemente de que se identifique y se revele, o no. El escritor, con la técnica del «monólogo interior», descubre al lector esa realidad íntima y subconsciente de sus personajes de ficción: Faulkner utilizará intensamente esa técnica en muchas de sus obras, como por ejemplo El ruido y la furia (1929), Mientras agonizo (1930), etc.

Faulkner: resumen biobibliográfico

La familia Falkner (la «u» de Faulkner la añadiría el propio novelista a su apellido al empezar a publicar en su juventud) se encuentra establecida en los Estados del sur desde poco después de la Guerra de la Independencia, o «Guerra Revolucionaria» como los americanos gustan de llamarla frecuentemente. Su origen no está claro: puede ser escocés, irlandés, e incluso descender de hugonotes franceses (ver la obra de Joseph Blotner, Faulkner a Biography, 2 volúmenes, Random House, Nueva York, 1974, vol. I, págs. 3 y ss., y también la de Michel Gresset, A Faulkner Chronology, Jackson, University Press of Mississippi, 1985, pág. 4).

El primer Falkner en suelo americano es un emigrante escocés, Joseph, cuyo hijo participó en la guerra de Méjico y fue herido en el sitio de Monterrey en 1847. Se trata de William Clark Falkner, bisabuelo del novelista, más tarde héroe de la Guerra Civil y conocido como el «Old Colonel», o «el Viejo Coronel»; al final de la guerra abandonó el ejército y participó en actividades de contrabando, rompiendo el bloqueo del norte a los territorios del sur, para introducir mercancías, especialmente quinina, en esos Estados asediados. Esta actividad le apartó de la milicia, pero le llenó los bolsillos, de modo que al final de la Guerra era un hombre acomodado, y se pudo dedicar a los negocios, especialmente en relación con los ferrocarriles y la banca.

Su hijo John Wesley Thomson Falkner, nacido en 1848, abuelo del novelista, que sería llamado el «Young Colonel», o el «Joven Coronel», tuvo en 1870 un hijo, Murry Cuthbert, padre a su vez de cuatro hijos, el mayor de los cuales recibió el nombre de William Cuthbert cuando nació en 1897: este sería más tarde el famoso novelista.

Por aquel entonces la familia está viviendo en New Albany, en el estado de Mississippi, aunque al año siguiente se trasladan durante un tiempo a Ripley, donde nacerían dos de los hermanos menores de William: Murry Cuthbert Falkner jr. (llamado «Jack» por la familia, en 1899) y John Wesley Thomson Falkner III (conocido como Johney, en 1901).

En 1902, finalmente, la familia se traslada a Oxford, Mississippi, sede de la Universidad de Mississippi, la llamada «Ole Mis», que tan prominentemente habrá de figurar en la obra del escritor. En Oxford inicia William su educación formal, acudiendo por primera vez a la escuela cuando ya tiene ocho años.

En 1907 nacería Dean Swift Falkner, el menor de los hermanos, que moriría trágicamente en un accidente de aviación, en 1935.

Su estancia en la escuela se caracteriza por sus continuas faltas de asistencia, de modo que su permanencia en ella se alarga hasta 1915. En 1914 había dejado de asistir, pero volvería en el año siguiente para incorporarse al último curso, y jugar al fútbol americano de donde solo sacó una rotura de la nariz, abandonando en el otoño de ese año definitivamente sin, como es lógico, lograr el diploma de Enseñanza Media.

Durante el invierno de 1916 trabaja brevemente como oficinista en el banco de su abuelo, en el otoño empieza a frecuentar las instalaciones de la Universidad de Mississippi, y simultáneamente se dedica a escribir poesía (su primera y frustrada vocación), para más tarde contribuir con dibujos (de corte típicamente modernista) al year book, el anuario, de la Universidad de Mississippi, cuyo volumen XXI correspondiente a 1917 publica la primera obra conocida del escritor, un dibujo firmado como William Falkner.

En 1915 había conocido a la joven Estelle Oldham, a la que corteja sin éxito, pues esta se casa en 1918 con Cornell Franklin, abogado en Hawai. En este mismo año intenta alistarse en el ejército de su país para participar en la Primera Guerra Mundial, pero es rechazado, según Blotner por falta de talla (solo medía 1,65 m). En su lugar, se alista en la R.A.F. canadiense como voluntario en el mes de junio. Se le destina a un campo de entrenamiento cerca de Toronto, aunque la pronta firma del Armisticio frustra sus intentos bélicos. Parece (de nuevo, según Blotner) que no llegó en su entrenamiento a empezar a volar, ni desde luego participó en la Guerra en Europa, a pesar de que a su regreso a Oxford, vestido de uniforme, tras su licenciamiento en diciembre, finge una ligera cojera y hace correr la especie de que es consecuencia de una herida de guerra, producida por el derribo de su avión sobre territorio francés. Esta es la primera de las «máscaras» que adoptaría a lo largo de su vida. Poco después adopta la de «dandy», apareciendo siempre en público escrupulosamente vestido y arreglado: sus conciudadanos pronto le bautizarían irónicamente con el apodo de «The Count» («el Conde»). Más tarde se pasaría al extremo opuesto: «el bohemio», descalzo por las calles de la ciudad, vestido con ropas casi de mendigo, con el pantalón sujeto a la cintura por medio de un trozo de cuerda. El apodo se tranforma en «Count No ‘Count» («conde de pacotilla»). Ya escritor maduro y de éxito, rechazaría una invitación a la Casa Blanca, junto a otros escritores y artistas: su rechazo se basaba en su afirmación de que él no era un escritor profesional, sino un granjero que escribía en su tiempo libre.

Los años siguientes, con el apoyo de su amigo Phil Stone, que le ayudaría intensamente durante sus primeros años de escritor, y al que había conocido en 1914, empieza a publicar poesía: «L’Apres-Midi d’un Faune» aparece en el número del 6 de agosto de 1919, y ya firmado William Faulkner, del semanario The New Republic. En septiembre ingresa en un programa para «estudiantes especiales» (special students) en la Universidad de Mississippi, aunque abandonaría al año siguiente: se matricula en francés, español y literatura inglesa.

Durante los primeros años 20 trabaja en diversos empleos: instructor de Boy-Scouts, vendedor en una librería de Nueva York, contratado por Elizabeth Parr, que más tarde se convertiría en la esposa del conocido y respetado novelista Sherwood Anderson: a través de ella conocería y trataría con el «maestro», durante la estancia de la pareja en Nueva Orleáns, años más tarde; en Nueva York solo permanecería unos meses: a fines de 1921 regresa y poco después (primavera de 1922) consigue trabajo en la oficina de correos de la Universidad, mientras actúa otra vez como jefe de los Boy-Scouts. En octubre de 1924, a causa de su afición manifiesta por la bebida, pierde su puesto al frente de los Scouts y abandona su trabajo en la oficina de correos, acusado de no cumplir con su deber de forma eficiente (prefería leer a atender a los clientes, e incluso abría los envíos postales de revistas para leerlas antes de hacerlas llegar a su destino).

En este año, 1924, una editorial de Boston publica su primer libro, una colección de poemas con un título tomado de Hawthorne: The Marble Faun. El contrato le proporciona 400 dólares, sus primeros ingresos por su obra literaria. Para la editorial, la Four Seas Company, escribió la siguiente nota biográfica:

Nacido en Mississippi en 1897. Biznieto del Coronel W. C. Faulkner (sic), C. S. A., autor de The White Rose of Memphis, Rapid Ramblings in Europe, etc. Pasó su infancia en Mississippi, y desde entonces ha sido 1) estudiante universitario, 2) pintor de casas, 3) vagabundo, peón, lavaplatos en diversas ciudades de Nueva Inglaterra, 4) dependiente de la librería Lord and Taylor de Nueva York, 5) oficinista de banco y empleado de correos. Sirvió durante la guerra en la Real Fuerza Aérea Británica. Miembro de la Fraternidad Sigma Alpha Epsilon. Dirección actual, Oxford, Miss. Escribió The Marble Faun en la primavera de 1919 (Joseph Blotner, ed., Selected Letters of William Faulkner, Nueva York, Random House, 1977, pág. 7. La traducción es mía).

Y también viaja a Nueva Orleáns, donde conoce como he dicho a Sherwood Anderson, en cuyo piso vive durante una corta temporada.

En 1925 termina el manuscrito de Soldiers’ Pay (La paga de los soldados), que, por recomendación de Sherwood Anderson, envía al editor Horace Liveright, el cual la acepta enseguida con un anticipo de 200 dólares. Poco más tarde consuma su sueño, que es el de casi todos los jóvenes, escritores o no, de su generación: viaja por Europa desde julio hasta diciembre, en compañía de un amigo, visitando Italia, Suiza y Francia, y acabando con una estancia de una semana en Inglaterra. El 19 de diciembre desembarca en Nueva Jersey, de vuelta a casa. Mientras tanto ha ido convenciéndose de que su futuro creador no se encuentra en la poesía y ha comenzado a escribir relatos en prosa.

De esta época es una anécdota que dejaría profunda huella en el joven y todavía impresionable William Faulkner (ahora ha añadido definitivamente a su apellido esa «u» que no figuraba anteriormente en él, desde que uno de sus antepasados la eliminó por desavenencias con otra rama de la familia) y que tendrá profunda influencia en su prosa, hasta encontrar su desarrollo completo en Sanctuary (Santuario, 1931), y luego en la secuela que publicaría más de veinte años después, Requiem for a Nun (Requiem por una mujer, 1952). Durante una noche en que tomaba una copa en un club nocturno con una acompañante, se les unió una joven, que pronto inició una serie de confidencias. Nacida en un pueblo de Tennessee, se había trasladado a Memphis en su juventud, donde pronto se vio asociada a un joven gángster, probablemente un individuo llamado Neal Kerens Pumphrey, apodado «Popeye» («ojos saltones»). A pesar de su aparente virilidad, de este Popeye se decía que era impotente y que en sus relaciones con las mujeres usaba todo tipo de objetos extraños para consumar la relación sexual. Al parecer, había violado a una de esas chicas con un objeto especialmente sorprendente, y había mantenido a la joven secuestrada en un burdel durante algunos meses.

Con esta historia como base Faulkner escribió un relato breve titulado «The Big Shot», no publicado hasta 1979 en The Uncollected Stories of William Faulkner, editado por Joseph Blotner (Nueva York, Random House, 1979, págs. 504-525). Ahí se describe a Popeye como «a slight man with a dead face and dead black hair and eyes and delicate hooked little nose and no chin» («un hombrecillo pequeño, con un rostro cadavérico y cabello negro y ojos como sin vida, y una nariz aguileña, delicada y pequeña y carente de barbilla», pág. 504. La traducción es mía). Viste a tight black suit («un traje negro muy ajustado», pág. 504) como el propio personaje de Santuario hará más tarde.

El primer resultado alentador, no obstante, es la publicación, en febrero de 1926, de su primera novela, Soldiers’ Pay, sobre los efectos que la guerra ha producido en los combatientes, que ya a su regreso tras la paz se encuentran desplazados, marcados e incluso destruidos física y moralmente. Una novela para colocar al lado de Three Soldiers (Tres soldados, 1921) de John Dos Passos, The Enormous Room (La habitación enorme, 1922) de E. E. Cummings y Farewell to Arms (Adiós a las armas, 1929) de Ernest Hemingway como índice de la visión descarnada y desilusionada de la guerra que transmiten estos jóvenes escritores, de la generación que años más tarde Gertrude Stein calificaría de «perdida» («The Lost Generation»), aunque, en realidad, ni Cummings ni Faulkner se pueden vincular plenamente a ese grupo, cuyos nombres más representativos son Dos Passos, Fitzgerald y Hemingway.

A partir de aquí, se inicia su prolífica y rica carrera como novelista. Mosquitoes (Mosquitos) su segunda novela y quizá la más floja, se publica al año siguiente. En 1929, su antiguo amor, Estelle Oldham Franklin, se divorcia y unos meses más tarde Estelle y William Faulkner se casan en College Hill, Mississippi. Ese mismo año ha publicado Sartoris, la primera de sus novelas correspondientes a la llamada «saga del condado de Yoknapatawpha», que será el escenario de la mayor parte de su ficción posterior, y en donde se presenta al lector a la familia Sartoris, que junto a los Compson, los Snopes, los MacCaslin, etc., poblarán ese mundo complejo, multifacético y fascinante, que constituye el bloque de la obra novelística de Faulkner. De ella se ha dicho que atina a construir «un mundo imaginario, completo en sí mismo» (Irving Howe, William Faulkner, Nueva York, Vintage, 1952, pág. 3) y lo que en un libro determinado se nos describe tiende a ser un aspecto parcial y fragmentario de ese mundo. En efecto, la obra de Faulkner, salvo por algunas escasas excepciones, no se puede leer parcialmente: en su conjunto es como adquiere su pleno sentido y su profunda significación. Así, Santuario presenta la historia de tres personajes, cuyas vidas completas, cuyas conductas, no acabaríamos de entender sin acudir al Réquiem por una mujer, en la que las historias de Temple Drake y Gowan Stevens se acaban de perfilar y explicar ante nuestros ojos. Los Sartoris ocupan las páginas, no solo de la obra de ese título, sino también las de The Unvanquished (Los invictos, 1938, en la tal vez inadecuada traducción del título en la versión española), y otras, como la trilogía de los Snopes, e incluso la última, The Reivers (Los rateros, 1962). Los Snopes, además de en su propia trilogía aparecen también en The Unvanquished, Sartoris, As I Lay Dying, etc. Referencias a los distintos miembros de la familia Compson se pueden encontrar (aparte, naturalmente, de en The Sound and the Fury), en Requiem for a Nun, Go Down, Moses, Absalom, Absalom!, The Mansion, The Town, The Reivers y muchas otras. Es decir, raramente, en el mundo de Faulkner, una novela, o incluso una trilogía, agota la información con respecto a uno de sus personajes y menos todavía a una de sus familias.

A partir de Sartoris, inspirada en la figura de su antepasado —héroe de la Guerra Civil, constructor de ferrocarriles, político, escritor de novelas de éxito en su tiempo (como, por ejemplo, The White Rose of Memphis, 1880, que llegó a vender 160.000 ejemplares a través de 35 ediciones, y que fue reeditada de nuevo en 1952) y asesinado de un tiro por un antiguo socio y después rival—, salen en rápida sucesión The Sound and the Fury (El ruido y la furia, también en 1929), As I Lay Dying (Mientras agonizo, 1930), Sanctuary (Santuario, 1931) y Light in August (Luz de agosto, 1932). En El ruido y la furia, una historia sobre la decadencia de una vieja familia aristocrática del sur, desarrolla su manejo del «monólogo interior» para transmitirnos esa «corriente de conciencia» de sus personajes, de modo brillante. En la siguiente lleva esta técnica hasta sus últimas consecuencias: si en El ruido y la furia nos revelan su alma los miembros de la familia Compson, a través de los cuales se nos perfila la atractiva figura de la hermana Candace (conocida como Caddy) en la que se puede observar un cierto parecido con la Temple Drake de Santuario, en Mientras agonizo son la veintena aproximada de personajes los que lo hacen.

En 1930, poco después de casarse, compra la casa de una antigua plantación cercana a Oxford, a la que llama Rowan Oak (que a veces escribe como una sola palabra: Rowanoak; el rowan es una variedad del ash o fresno) y en la que se establece con su esposa. Allí nacerían sus dos hijas: Alabama, en 1931, que solo viviría unos días, y Jill, en 1933, que le sobreviviría y que reside en Charlottesville, Virginia, con su esposo el doctor Summers y sus tres hijos. La adquisición de esta propiedad (cuya casa había sido construida en 1844) y los arreglos indispensables, le obligaron a contraer fuertes deudas, de las que tardó en liberarse. Pero a partir del año siguiente sus asuntos económicos empezaron a mejorar, al unísono con su prestigio: durante 1931 recibe algunas sugerencias para acudir a Hollywood como guionista. Se da cuenta de que sus colegas le respetan: a fines de ese mismo año conoce a Dashiell Hammett, Lillian Hellman, Nathaniel West y H. L. Mencken y en 1932 inicia una larga relación que, aunque esporádica, le resultó económicamente satisfactoria con los estudios cinematográficos de Hollywood, escribiendo guiones [para Howard Hawks algunos de ellos, como Road to Glory (1936), To Have and Have Not (basado en la novela homónima de Ernest Hemingway y de cuyo argumento original queda muy poco en la película, 1944), The Big Sleep (también procedente de otra novela famosa, esta del escritor policiaco Raymond Chandler), etc.]. Además se filmarían sin su intervención las versiones de, entre otras, Santuario (como La historia de Temple Drake, dirigida también por H. Hawks) y El ruido y la furia. Intruso en el polvo, realizada en 1949, es la única, según Blotner, en cuyo guión se avino a colaborar el novelista.

Esta primera época en Hollywood (1932, 1934, 1935, etc.), coincide con un nuevo interés en la aviación. En febrero de 1933 intenta aprender a pilotar haciendo cursos en Memphis y Oxford, y finalmente recibe su carnet de piloto en noviembre del mismo año y compra una avioneta monoplano. Poco después escribe Pylon (1935), no perteneciente al ciclo de Yoknapatawpha, sino situada en Nueva Orleáns, en los ambientes de los aviadores profesionales que van realizando exhibiciones casi circenses, de ciudad en ciudad, basándose en su propia experiencia y en la vida de su instructor de vuelo, Vernon Omlie. También de esta época (1935) es el comienzo de su affair con Meta Carpenter, secretaria de Hawks. No duraría mucho, pero durante su última estancia en Hollywood en 1951 (la mejor pagada, a 2.000 dólares por semana) ambos se reencontrarán y volverán a ser amantes.

En 1936 retoma otra vez el hilo de su crónica del sur, con la que muchos críticos consideran como una de sus mejores novelas, Absalom, Absalom!, a la que siguen The Unvanquished (Los invictos, 1938), The Wild Palms (Palmeras salvajes, 1939, de la que existe en español una excelente versión firmada por Jorge Luis Borges), The Hamlet (El villorrio, 1940) y Go Down, Moses (Desciende, Moisés, 1942). The Unvanquished retoma la historia del coronel Sartoris y su familia, pero esta vez su visión, a través de unos ojos infantiles, es entrañable, tierna y sensible. En Desciende, Moisés, una gran obra entre muchas, relata la historia de los McCaslin, otra de sus viejas familias del sur aristocrático, en sus momentos de decadencia; esta novela es notable por sus divertidas secuencias de humor, y por su examen de lo que constituyen algunos de sus temas favoritos: la relación del hombre con la naturaleza y cómo esta va siendo paulatinamente destruida por el avance de la civilización y del progreso; el sentimiento de culpa colectivo en el hombre blanco del sur, por su inhumano trato al negro y al indio, etc. Otra faceta que la hace especialmente interesante es la repetición de un tema recurrente en la novela norteamericana desde sus primeros tiempos: la relación entre un adolescente blanco y un hombre de otra raza. Cooper ya había explorado este tema en su descripción del joven Natty Bumppo y el jefe mohicano amigo. En Moby-Dick Melville describe a Ishmael, el joven marinero, y al arponero polinesio Queequeg del barco ballenero del capitán Ahab. En Huckleberry Finn, de Mark Twain, la narración gira en torno a la conmovedora relación entre el niño protagonista y el esclavo negro Jim. En Desciende, Moisés, esta relación se ilustra en el trato entre Ike McCaslin y Sam Fathers, medio indio, medio negro, cuyo conocimiento de los bosques y cuya intensa dignidad pasarán al joven Ike, que a pesar de ello no podrá superar sus condicionamientos ambientales, sociales y familiares que le llevarán a su último y ambiguo fracaso. El villorrio es la primera narración de la trilogía de los Snopes y enlaza la obra de Faulkner por encima de la Segunda Guerra Mundial, con las otras dos partes, The Town y The Mansion, de 1957 y 1959 respectivamente. La Segunda Guerra Mundial significa una pausa en su actividad creadora, aunque Hollywood ocupa la mayor parte de su tiempo y de su energía. Su siguiente novela no verá la luz hasta 1948: Intruso en el polvo es casi un «divertimento» de carácter policiaco, a primera vista, pero su preocupación por el problema del racismo la dota de alcance y profundidad.

En cualquier caso, de todos los escritores de su generación, es Faulkner el único que tras la guerra mantiene viva y fresca su imaginación creadora. Fitzgerald vio su obra interrumpida por la muerte en 1940. Y ni Hemingway, ni Dos Passos, ni Steinbeck, producen después de la guerra nada de un valor ni siquiera cercano a su producción de entre guerras.

Faulkner, por el contrario, en 1940 había publicado, como ya se ha dicho, The Hamlet (El villorrio), y la completará con The Town (La ciudad, 1957) y The Mansion (La Mansión, 1959), además de otras obras menores, tal vez, como la ya mencionada Réquiem por una mujer (1952) y algunas otras, que por sí mismas constituyen un bloque de creación literaria que hubiese podido consagrar a cualquiera, aun sin toda la producción anterior.

Por estas fechas, sus contemporáneos ya le consideran un gran artista. En 1939 había sido nombrado miembro del prestigioso National Institute of Arts and Letters; en 1948 fue elegido miembro de la American Academy of Arts and Letters; en 1950 recibe la medalla Howells de la American Academy; y para coronar esta lista de honores recibe el Premio Nobel en 1950. Las universidades empiezan a interesarse por él: primero la Universidad de Mississippi le invita a dar unas clases en 1947. Luego, por quedarnos en lo más significativo, es nombrado escritor invitado (writer-in-residence) por la prestigiosa Universidad de Virginia, en Charlottesville, donde volvió varias veces para permanecer allí largas temporadas, donando a su Biblioteca una gran parte de sus manuscritos, cartas y todo tipo de documentos.

Sus últimos años son activos y llenos de reconocimientos públicos: el National Book Award of Fiction y el Premio Pulitzer (1955); es nombrado presidente del Writers’ Group, del programa People to People, en Washington, D. C. (1957), miembro de un programa de la Unesco en 1959 y miembro permanente de la Universidad de Virginia (1960). Viaja a Venezuela, en representación del Departamento de Estado en 1961, entre otros viajes con la misma finalidad.

Su salud, sin embargo, empezaba a quebrantarse. Su abundante consumo de bebidas alcohólicas (siempre fue disciplinado: podía ir a dormir totalmente bebido, y estar trabajando el día siguiente a las ocho de la mañana hasta el mediodía. Tras la comida a las doce, trabajaba unas horas más, escribiendo con su menuda y casi ilegible letra hasta las cuatro; y después de cenar se podía pasar bebiendo bourbon tres o cuatro horas), algunas caídas de caballo (en 1959 se había roto, como consecuencia de una de ellas, una clavícula) de las que sufrió dos en 1962, la segunda de las cuales obligó a hospitalizarle, le fueron minando. De esta última no pudo sobrevivir: el 6 de julio un ataque al corazón acabó con su vida. Al día siguiente fue enterrado en el cementerio de San Pedro en Oxford.

Con él, desapareció una de las voces más potentes, ricas y significativas de la novela del siglo XX. Pero su obra perdurará.

El condado de Yoknapatawpha

El mundo creado por William Faulkner es un trasunto imaginario de su tierra natal. Jefferson está muy inspirada en Oxford; el Lafayette County se convierte en el Yoknapatawpha County faulkneriano: estas son las coordenadas geográficas en que se desarrollan sus relatos y en donde los personajes actúan, hablan y piensan ante los ojos del lector.

El mundo de Yoknapatawpha es un miscrocosmos en el que se desarrolla ante el lector un espectáculo sorprendente, rico y variado, de hechos y dramas, casi siempre directa o indirectamente motivados por el recuerdo y las secuelas de la Guerra Civil. Faulkner utiliza los mitos y las leyendas del viejo sur, así como su profundo conocimiento de la historia de su país, que abarca, además de la Guerra Civil (o Guerra de Secesión, o Guerra por los derechos de los Estados, según el punto de vista desde el que se considere), las dos Guerras Mundiales, para transmitirnos «a deep sense of the burdens and grandeur of history» («un profundo sentido del peso y la grandeza de la historia», Irving Howe, op. cit., pág. 3).

El propio autor elaboraría en 1945 un mapa de su región ficticia, que más tarde iría completando, acabando con el que ilustra estas páginas, al que añadiría la leyenda «William Faulkner, sole owner and proprietor» («William Faulkner, único dueño y propietario»). En ese mapa precisa que el condado ocupa 2.400 millas cuadradas, limitando al norte por el río Tallahatchie (completamente real) y por el río Yoknapatawpha al sur. En los mapas modernos, ese sería el río Yokona, seis millas al sur de Oxford, y que en algunos mapas antiguos recibe el nombre de Yokanapatafa.

LA REALIDAD

Lafayette County, Mississippi, 1912.

LA FICCIÓN

El condado tiene una población de 6.298 blancos y 9.313 negros. Si la precisión de las cifras es caprichosa, la proporción no lo es, como señala Irving Howe. Esta distribución de la población es indicativa de la estrecha relación que el novelista establece entre su mundo imaginario y la reducida zona del Deep South (o sur profundo) donde transcurrió la mayor parte de su vida. La forma y el color de sus lugares, los cambios producidos por las estaciones, el profundo conocimiento de sus tipos humanos: todos estos datos son muy significativos con respecto a su inmersión de por vida en su tierra natal.

Sus libros, sin embargo, no son provincianos en absoluto: en la medida en que escribe sobre la humanidad del condado de Yoknapatawpha, en el estado de Mississippi, se puede afirmar que escribe sobre la humanidad en general. Su concentración en ese sector de la misma que él conoce y ama en toda su extensión, que examina y analiza como bajo la lente de un microscopio, le permite penetrar en sus niveles más profundos y fundamentales, que son básicamente los mismos en todo hombre, que son comunes a todo el género humano. De ahí nuestra capacidad para comprender a sus personajes, para reaccionar ante sus conductas con emoción, con repulsión y odio a veces, con ternura y compasión muchas otras.

Otro factor que hay que tener en cuenta y que es clave en el mundo de Yoknapatawpha lo analizan certeramente Cleanth Brooks (uno de los mejores críticos faulknerianos), y también Irving Howe. Se trata de una diferencia importante entre la obra de Faulkner y la novela social de tipo tradicional. Desde el siglo XVIII una de las principales fuentes de material novelesco ha sido la exploración de las diferencias de forma, hábitos e intereses que definen a las distintas clases sociales. Desde Fielding y Jane Austen, en Inglaterra, hasta W. Dean Howells y Henry James, a finales del siglo XIX, o Dos Passos ya en el XX, en los Estados Unidos.

En Yoknapatawpha, sin embargo, las tensiones no son de clase: son, más bien, de clanes familiares. No existe en el mundo de Faulkner una clase auténticamente acomodada, solo los restos decadentes de una antigua aristocracia sureña (sobre el significado y la naturaleza de la llamada «aristocracia del Sur» es muy significativa e iluminadora la obra histórica de W. J. Cash, The Mind of the South, Nueva York, Knopf, 1941) formada por los Sartoris, los Compson y los McCaslin. No hay industria, luego no existe proletariado industrial. No hay una clase media coherente, con conciencia de tal, sino simples hilos, individuos aislados que podrían ser el germen de ese grupo (los Snopes). La gran mayoría de esos habitantes son granjeros que se debaten duramente en su trabajo por lograr un nivel de vida ligeramente superior al de la mera subsistencia. Bajo ellos, los llamados poor whites («blancos pobres»), jornaleros, cazadores, que subsisten malamente en las zonas rurales más apartadas y a los que se aplican una serie de epítetos que dan idea del desprecio con que el resto de la población (incluidos, a veces, los mismos negros) les trata: white trash («basura blanca»), roughnecks, hicks, hillbillies, crackers, etc. (términos que se podrían traducir, en conjunto, como «paletos», «palurdos» o algo semejante).

Por lo que se refiere a los negros, raramente se les diferencia por su nivel económico, puesto que las diferencias entre ellos mismos carecen de importancia, cuando se las compara con aquellas que, basadas únicamente en factores de raza, les separan de los blancos.

El clan, pues, más que la clase, forma la unidad básica en el mundo de Faulkner. Orgullo familiar, la reverencia por los antepasados y por su antiguo esplendor, son motivaciones mucho más fuertes que las consideraciones de clase, para los comportamientos de sus personajes. Cuando un personaje como Jason Compson reniega de su lealtad al clan y actúa impulsado por ambiciones económicas (casi de «clase social») está repudiando no solo su propia herencia familiar, sino toda una forma de vida.

A través de esta ruptura de los clanes Faulkner ilustra y describe la decadencia del sur tradicional. Los Compson, los Sartoris, los McCaslin fueron terratenientes importantes en origen, plantadores respetados e influyentes de su comunidad. Sus vidas, sus historias familiares, ilustran distintas facetas de su mundo. El heroísmo temerario, imprudente y autodestructivo de los Sartoris, en sus distintas generaciones. La desintegración más trágica, si cabe, y extremosa de los Compson. Los intentos, parcialmente fallidos, de expiación generosa por el mal pasado que decide emprender Isaac McCaslin. Todo ello representa las distintas opciones morales que se ofrecen al sur moderno, oprimido por la carga de su pasado (véase C. Vann Woodward, The Burden of Southern History, Louisiana State University Press, Baton Rouge, 1968), y de las que Faulkner se hace eco en su complejo mundo del Condado de Yoknapatawpha.

«Mientras agonizo»

Conviene revisar, aunque solo sea superficialmente, el panorama crítico que esta novela ha suscitado, panorama que, como ocurre con respecto a casi todo gran autor, ofrece toda clase de opiniones dispares, e incluso contradictorias. Más aun, basta revisar con un poco de atención las bibliografías críticas especializadas, para comprobar, que entre los numerosos estudios dedicados a Faulkner pronto se pueden descartar muchos de ellos y el estudioso hará bien quedándose con unos cuantos autores sobre los que las coincidencias son abrumadoras. Sobre todo cuando lo que se busca son los trabajos de tipo global que puedan servir de introducción al lector interesado. Pero antes de poder llegar a esas conclusiones hay que descartar mucho artículo inadecuado, injusto e incluso erróneo.

En un libro de ensayos sobre la obra de Faulkner publicado en 1982, Warren Beck incluye uno titulado «Faulkner’s Point of View» (cuya publicación original tuvo lugar en College English en 1941, que esta misma revista reimprimió más tarde en 1960, y que se volvió a reimprimir en la antología editada por Leland H. Cox en 1982, William Faulkner: A Critical Collection) en donde pasa revista a una amplia serie de estudios derogatorios e incluso insultantes para la obra de Faulkner: «and such», dice, «is almost always the tone toward him in those volumes on contemporary fiction which American professors write for their students and for one another» («y tal es casi siempre el tono con que se le trata en esos volúmenes sobre novela contemporánea que los profesores escriben para sus alumnos y para sus colegas». Leland H. Cox, editor, op. cit., pág. 425. La traducción es mía). Se trata de un grave fallo de apreciación y de sensibilidad crítica que, en su opinión, parece basarse en dos premisas falsas: «first, that Faulkner has no ideas, no point of view, and, second, that consequently he is melodramatic, a mere sensationalist» («primera, que Faulkner carece de ideas, de punto de vista; y segunda, que como consecuencia es melodramático, simplemente sensacionalista». Ibídem). A esta actitud han llegado, sigue diciendo, «Those who lack Faulkner’s knowledge of good and evil, or lack his courage in facing knowledge» («Aquellos que carecen del conocimiento que tiene Faulkner del bien y del mal, o que carecen de su valor para enfrentarse con el conocimiento». Ibídem, pág. 439). Por el contrario,

a virile critical approach will first recognize the coherent rationality and humanity of Faulkner’s point of view, and might then profitably go on to its particular sources, in Faulkner’s own experience and in his contemplation of his native south, past and present, and so might finally come to a reappraisal of his narrative techniques, so brilliantly adapted to his profound artistic visions

(un acercamiento crítico viril debe reconocer primero la coherente racionalidad y humanidad del punto de vista de Faulkner y podrá entonces dirigirse con buenos resultados a sus fuentes particulares, en la propia experiencia de Faulkner y en su contemplación de su Sur natal, pasado y presente; y así podrá finalmente llegar a una reevaluación de sus técnicas narrativas, tan brillantemente adaptadas a sus profundas percepciones artísticas. Ibídem).

De esta actitud no participan muchos de los críticos tempranos de Faulkner. Por lo tanto, los pocos que se manifiestan contra corriente, destacan con fuerza. Así, Robert Penn Warren, por ejemplo, en un comentario titulado «William Faulkner» y publicado en dos números de New Republic el 12 y el 26 de agosto de 1946, resalta la gran dosis de compasión y poesía (sympathy and poetry) que se desprende del heroísmo de los Bundren, en As I Lay Dying y a través de un análisis general (que surge motivado por la publicación del Portable Faulkner, editado por Malcolm Cowley) concluye que el mundo de Yoknapatawpha está perfectamente matizado por su creador, o su sole owner and proprietor, como se llamaba a sí mismo el propio Faulkner, de modo que As I Lay Dying demuestra sin ambigüedad que no todos los «blancos pobres» son como los Snopes. En conjunto, Warren considera que «Here is a novelist who, in mass of work, in scope of material, in range of effect, in reportorial accuracy and symbolic, and philosophical weight can be put beside the masters of our own past literature» («He aquí un novelista que, en cantidad de obra, en riqueza de materiales, en campo al que sus efectos alcanzan, en exactitud de información y en sutileza de sus símbolos, en densidad filosófica, se puede colocar junto a los maestros de nuestra propia literatura pasada.» Frederick Hoffman and Olga Vickery, ed., Three Decades of Criticism, Nueva York y Londres, Harcourt Brace Jovanovich, 1963, pág. 124). Y todo ello, en medio de la incomprensión y el desprecio, incluso, de la crítica especializada, como señalaba Warren Beck en su ensayo ya citado.

Entre los estudios de carácter global de la obra de Faulkner destacan el de Cleanth Brooks, The Yoknapatawpha Country (1963), sobre las novelas de esa ambientación (excluyendo, pues, Soldiers’ Pay, Mosquitoes, Pylon, The Wild Palms y A Fable) y el de Michael Millgate, The Achievement of William Faulkner (1966). En el «provincianismo» de Faulkner, coinciden ambos, se encuentra una de las claves que explican la profundidad de la visión del novelista, que llega así al desvelamiento de valores y características del ser humano que son auténticamente universales. Si por lo que respecta a As I Lay Dying Brooks prefiere resaltar el heroísmo de los Bundren y el carácter épico del viaje («Odyssey of the Bundrens», es el título del capítulo dedicado a esta obra) junto a la rica complejidad de voz y tono de la novela, Millgate, por su parte, se detiene más en aspectos externos. La historia de su composición, el proceso de revisión que va desde el manuscrito hasta el texto impreso y el examen de fuentes, son preocupaciones centrales en el estudio de Millgate. No olvida, sin embargo, otros problemas intrínsecos para la apreciación de la obra, y así su análisis de la función que el punto de vista múltiple cumple en el relato, hace de este examen crítico una de las mejores introducciones generales que se han escrito sobre esta novela.

Excelente, también, y muy influyente en críticos posteriores, es el estudio de Olga Vickery, The Novels of William Faulkner: A Critical Interpretation (1959). Hace una lectura crítica de cada una de las novelas publicadas hasta The Ton (1957) y acaba con un capítulo que resume las técnicas de Faulkner, sus temas y su filosofía del mundo y del hombre. El capítulo sobre As I Lay Dying es una versión revisada de un artículo publicado en 1950 en donde considera que el tema central no es el cumplimiento de una promesa, sino la propia Addie y su relación con cada uno de sus hijos y con su marido. Esta obra es la fuente de una serie de interpretaciones, que se han hecho bastante populares, en el sentido de que Cash se desarrolla, evoluciona y crece a través de su sufrimiento.

Un último estudio de interés entre los de tipo general, aunque quizá en un cierto tono menor, es el de Irving Howe, William Faulkner: A Critical Study (1952), que sigue siendo una buena introducción a la obra de Faulkner hasta esa fecha. Resalta la visión moral del novelista, su visión de la historia del sur y su organización social en clanes, más que en clases sociales, según el modelo más convencional. As I Lay Dying queda situada en el contexto histórico y legendario de Yoknapatawpha, y en su opinión es la más cálida y amable de las obras, aunque no la valora demasiado.

De entre la crítica no anglosajona, creo que destaca de un modo muy especial la francesa, especialmente representada por François Pitavy, André Bleikasten y Michel Gresset. Es significativo este último, cuya obra Faulkner ou la fascination, I: Poetique du regard (1982, cuya traducción al inglés acaba de publicarse como Fascination: Faulkner’s Fiction, 1919-1936, Durham, Duke University Press, 1989) constituye un análisis de la visión poética del mundo en la obra del novelista. En su breve sección sobre As I Lay Dying contrasta a Jewel, all eyes, solo ojos, y que acaba ciego a su identidad como Edipo, con Darl, que es pura visión, all glance, y acaba en la esquizofrenia de su último monólogo, al convertirse en objeto de su propia obsesión consigo mismo. Trata también el tema del escándalo, el horror y el asombro que provoca la simple observación y visión externa de la hazaña de los Bundren y de sus diferentes personalidades y circunstancias.

En segundo lugar, el único libro dedicado por entero a esta obra: Faulkner’s As I Lay Dying, de André Bleikasten (Bloomington, Indiana University Press, 1973), y que es el libro indicado para empezar a estudiar esta novela. Es una excelente síntesis de lo ya aportado por críticos precedentes y que va más allá penetrando con nuevas apreciaciones en el mundo implícito de los personajes y de la acción.

Para concluir estas observaciones preliminares, únicamente quisiera mencionar, como ejemplo de la actitud más negativa respecto a Faulkner, el artículo de R. W. Franklin, «Narrative Management in As I Lay Dying», publicado en Modern Fiction Studies