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A través de los versos de Mientras esperas. Alma bohemia, corazón inquieto se lucha contra las injusticias, se reclama el derecho a la ternura y a la inocencia. Es una reflexión sobre la cotidianidad. Este es un poemario plagado de metáforas e imágenes de sabor popular que nos recuerdan a otros maestros de la poesía, que dialogan con ellos.
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Seitenzahl: 43
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Primera edición digital: diciembre 2020 Campaña de crowdfunding: equipo de Libros.com Composición de la cubierta: Raquel P. Zarzuelo Maquetación: Álvaro López Corrección: Míriam Villares
Versión digital realizada por Libros.com
© 2020 Pablo M. Ibáñez y Alberto Martín © 2020 Libros.com
ISBN digital: 978-84-18527-02-9
Alma bohemia, corazón inquieto
A todos los buscadores y los que encuentran. A los que viven la bohemia y tienen el corazón inquieto de Verdad.
«La poesía no quiere adeptos, quiere amantes».
Federico García Lorca
Portada
Créditos
Título y autor
Dedicatoria
Cita
Alma bohemia
Bersos
Los poetas
Su vida pudo ser cielo estrellado
Los prejuicios matan el Amor
Cuando dolor y vida se dan la mano
Aléjate
La Revolución de la Ternura
Todo lo que vive mi balcón
Noche de vendetta
Los tuyos
Otoño
Epístola
Mi amor se quedó en Donosti
Este no es el típico poema de amor
Paréntesis
Las princesas ahora llevan pantalones
A los sin patria, a los sin vida
Carta a Federico
En la Madrugá
Autopreguntas
La muerte de una rosa
Quiero
Quizá
Mientras esperas
He soñado que se hacía justicia la muerte de Lorca
Dos
Al Amor
Un árbol de nieve
Corazón inquieto
Del periodismo y el poder
La revolución de la ternura
Guerrilla
Romero de América
La luz de las niñas
Te lo advierto
Los hombres buenos
Insumisión
La palabra precisa
Ojos que no ven
La ciudadela
Lo que hicimos
Miedo y confianza
Letanía
Sudor frío
Zafiro
Alma bohemia, corazón inquieto
Heridas
Recordatorio
La peor de las maldiciones
Los gilipollas
Diluvio
Escribir
La primavera
La gente no sabe lo que es caer
Encerrarte en una imagen
El miedo, viejo amigo
Mecenas
Contraportada
Es un buscarte y encontrarme,
un caer, morirme, sufrirme y encontrarte.
Un nosequé y un queseyó
o un ojalá-lo-sepa.
Unos pájaros en la barriga
y un corazón que lucha por salir.
Es un gracias, un por favor,
un te quiero y a la vez una traición.
Es un me doy,
un hasta luego,
un «espérame, vuelvo enseguida».
Es un saludo, un «¿qué tal?»,
un te quiero y algo más,
un perdón por no agradarte.
Quizá también sea
«corre que pierdo el tren»,
una sonrisa o un
«que sea la última vez».
Es, en el primero,
«pero que sea a la de tres».
Si pasa el tiempo empieza a ser un a ti, a mí y a él.
Es un «en mi país son seis».
Es sugerencia si es despacio,
es cosquilleo en el cuello.
Es un «¡Papá, que pinchas!»
y un «¡Mamá, el carmín!».
Es un sello de cartas,
unas buenas noches,
un «hora de levantarse» o «venga, todos a la cama».
Es la nada y a la vez el mundo.
Es un muchos acompañado de abrazos.
Es, en definitiva,
lo que de ti espero.
Con tus versos enalteces al hombre,
lo llenas de gallardía
y tienes la virtud
de hacer sentir con tu palabra
y provocas en quien te sigue lo extraño
y contradictorio.
Porque eres capaz
de llevar en volandas
al ángel de las artes
con tu locuacidad ininteligible
y tus palabras mordaces.
Porque verde que te quiero verde,
puedo escribir los versos más tristes esta noche
y besando tu noble calavera
me respondes «poesía eres tú».
Porque hablas de amor
tan bien como de odio,
de crítica social,
de historias
inverosímiles pero ciertas.
Porque tus versos
no tienen por qué tener sentido
si es que sentido
es lo que has elegido
para tus versos.
Por eso revolucionario,
amante y cantor
de más de cien poemas e historias.
Y porque amas el pasado
y ves el presente
y eres profeta.
Por eso te alabo
y desde abajo grito:
¡Gloria y eternidad a tus hijos,
los poetas!
Su vida pudo ser cielo estrellado.
Luna-sonrisa entre dorado trigo,
difunto en campo verde, sol helado.
Otro salvado de tan mal castigo.
Amor tormenta, buscado tesoro,
puerta con intenso calor llamada,
raptor de Europa, blanco y bello toro,
lágrima en tu boca recién callada.
Vivió de carnosos corales falto,
sin los suaves humos de ardientes manos,
del pozo almado dio suicida salto
y cayó en tiernos albores vanos.
Siempre acabó en la calle sin sentido
con manos en los versos enterradas,
de musicales letras embebido
y palabras en corazón cerradas.
Drogado de abrazos y senos muertos
anduvo por la vida, sueño en sueño
comiendo solo y cegando tuertos,
esclavo libre, de sus mieles dueño.
Los prejuicios son las voces
que nos dicen que
lo que hay de bueno
en las personas
se oculta tras una máscara.
Nos dicen que su dulzura
se desvanece