Mundos alternos - Judith Merril - E-Book

Mundos alternos E-Book

Judith Merril

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 ¿Quién no se ha preguntado por la existencia de otros mundos y ha imaginado cómo descubrirlos? Escritos en la primera mitad del siglo XX, los cuentos de Judith Merril, Zenna Henderson, Joanna Russ, Doris Pitkin Buck, Wilmar H. Shiras, C. L. Moore y Mildred Clingerman muestran posibles vías para llegar a ellos. Ya sea a través de viajes que desafían el valor de sus protagonistas, la convergencia de dimensiones en la cotidianidad del hogar, las mutaciones genéticas o los pueblos escondidos, estas escritoras nos sugieren que hay universos distintos que se tocan, que multiplican el presente pero también las posibilidades del futuro.    Mundos alternos   es el primer tomo de   ¡El futuro es mujer!  , una antología editada por la académica Lisa Yaszek que reúne cuentos de veinticinco escritoras estadounidenses que encontraron en la ciencia ficción un espacio de libertad para jugar con la sorpresa y el asombro, pero también para experimentar, disentir y confrontar temas sociales y políticos de su presente. A lo largo de cuatro décadas, estas autoras no solo contribuyeron a edificar un género literario desde sus cimientos sino que lo transformaron al desarrollar personajes complejos, replantear la relación entre hombres y mujeres, humanos y alienígenas, y preguntarse cómo la ciencia y la tecnología podrían reconfigurar el género, el sexo, la maternidad y la supervivencia posibilitando nuevas formas de vivir. Dividida en tres tomos temáticos que reagrupan la antología de Yaszek, Almadía presenta esta colección por primera vez en lengua castellana gracias a la traducción del colectivo Falsos Amigos.  

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Mundosalternos

Selección de cuentosescritos por las pionerasde la ciencia ficción delsiglo xx a partir de¡El futuro es mujer!

Antologadora:Lisa Yaszek

Traducción:Colectivo Falsos Amigos

DERECHOS RESERVADOS

© 2018

Lisa Yaszek, por la selección, notas, fichas biográficas e introducción. Publicadas con autorización de Library of America

© 1948,

1976 Judith Merril, por “Que solo una madre”. Título original: “That Only a Mother”, publicado por primera vez en Astounding Science Fiction 41.4 (junio de 1948): pp. 88-95. Posteriormente compilada en Homecalling and Other Stories (NESFA PRess, 2005). Publicado con autorización de los Herederos de Judith Merrill y Virginia Kidd Agency, Inc.

© 1952,

1980 Zenna Henderson, por “Ararat”. Título original: “Ararat”, publicado por primera vez en The Magazine of Fantasy and Science Fiction 3.6 (octubre de 1952): pp. 103-122. Posteriormente compilada en Ingathering: The Complete People Stories (NESFA Press, 1995). Publicado con autorización de los Herederos de Zenna Henderson y Virginia Kidd Agency, Inc.

© 1968

Joanna Russ, por “Salvaje”. Título original: “The Barbarian”, publicado por primera vez en Orbit 3, editado por Damon Knight (G. P. Putman’s Sons, Nueva York, 1968): pp. 84-108. Publicado con autorización de Diana Finch Literary Agency en representación de los Herederos de Joanna Russ

© 1948

Wilmar H. Shiras, por “Incógnito”. Título original: “In Hiding”, publicado por primera vez en Astounding Science fiction 42.3 (noviembre de 1948): pp. 40-70. Publicado con autorización de los Herederos de Wilmar H. Shiras

© 1934

C. L. Moore, por “El beso del Dios Negro”. Título original: “The Black God’s Kiss”, publicado por primera vez en Weird Tales 24.4 (octubre de 1934): pp. 402-421. Publicado on autorización de Don Congdon Associates, Inc. Autorización otorgada por Casanovas & Lynch Literary Agency

© 1956

Mildred Clingerman, por “La estación de Mr. Sakrison”. Título original: “Mr. Sakrison’s Halt”, publicada por primera vez en The Magazine of Fantasy and Science fiction 10.1 (enero de 1956): pp. 122-127. Posteriormente compilado en The Clingerman Files (Size 51/2 B Publishing, 2017). Publicado con autorización de A Cupful of Space LLC

© 2022

Colectivo Falsos Amigos, por las traducciones

© Fotografía de portada y portadillas: portada de la revista Vea, años 30

© Diseño: Alejandro Magallanes

© 2022

Almadía Ediciones S.A.P.I. de C.V.Avenida Patriotismo 165,Colonia Escandón II Sección,Alcaldía Miguel Hidalgo,Ciudad de México,C.P. 11800RFC: AED140909BPA

SE REALIZARON INTENSAS PESQUISAS PARA LOCALIZAR A LOS TITULARES DE LOS DERECHOS DE REPRODUCCIÓN DE TODO EL MATERIAL CONTENIDO EN ESTA ANTOLOGÍA. SI ALGUNO DE ELLOS HA SIDO OMITIDO INADVERTIDAMENTE, ESTE ERROR SERÁ CORREGIDO EN FUTURAS EDICIONES.

www.almadiaeditorial.com

www.facebook.com/editorialalmadia

@Almadia_Edit

Edición digital: 2022

eISBN: 978-607-8851-05-8

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

Hecho en México.

ÍNDICE

APUNTES DE LAS TRADUCTORAS SOBRE ESTA EDICIÓN Y LAS GANANCIAS DE LA TRADUCCIÓN COLECTIVA

INTRODUCCIÓN, Lisa Yaszek

QUE SOLO UNA MADRE, Judith Merril

ARARAT, Zenna Henderson

SALVAJE, Joanna Russ

EL NACIMIENTO DE UN JARDINERO, Doris Pitkin Buck

INCÓGNITO, Wilmar H. Shiras

EL BESO DEL DIOS NEGRO, C. L. Moore

LA ESTACIÓN DE MR. SAKRISON, Mildred Clingerman

FUENTES

APUNTES DE LAS TRADUCTORAS SOBRE ESTA EDICIÓN Y LAS GANANCIAS DE LA TRADUCCIÓN COLECTIVA

¿Qué pasaría si el mundo que habitamos tuviera magia? ¿O si pudiéramos volver a ver a quienes ya no están? ¿O si nuestros sueños de la infancia, como mover cosas con la mente o volar, fueran una realidad? Quizá el mundo que siempre deseamos que existiera está en la punta de una pluma, al otro lado de la página.

En este primer tomo de la colección ¡El futuro es mujer! se encuentran historias de ucronías, universos paralelos y puntos del espacio-tiempo donde el multiverso converge. Las autoras de este libro nos llevan a una travesía que abarca desde las fantasías medievales, donde descender al infierno es cuestión de tenacidad, hasta las realidades alternas en las que alienígenas y mutantes se esconden a plena vista.

La ciencia ficción es un género de interrogantes y posibilidades. Quizá es por esa apertura que siempre parece provocar controversia, por su cercanía con otros géneros o posibilidades hermanas, como la fantasía o cualquier “subgénero” especulativo.

Lo que siempre parece haber estado fuera de discusión es el papel central de los grandes nombres masculinos del género, los cuales sería redundante e innecesario mencionar aquí. Sin embargo, la mayor parte de ellos y de la crítica reconoce que tanto el origen como el desarrollo de la ciencia ficción y otras ficciones especulativas siempre se escribieron en femenino.

El germen de estos tres tomos de ciencia ficción escrita por mujeres en Estados Unidos está en una antología publicada en 2018 y editada por Lisa Yaszek, académica y crítica literaria.1 Esta colección, en palabras de su editora, “presenta veinticinco cuentos escritos por tres generaciones de mujeres estadounidenses, entre el lanzamiento de las primeras revistas especializadas en el género durante los años 1920 y el surgimiento de la ciencia ficción que se identificaba a sí misma como feminista en los 1970”. Estas mujeres representan a la ciencia ficción del pasado, pero son también la puerta de entrada para toda la ciencia ficción que se escribe en la actualidad y para tantas y tantas autoras que están escribiendo ahora e incluso para las que están a punto de empezar.

El gran abrevadero de la ciencia ficción es la especulación, ese famoso “¿y si…?”. Al momento de hacer la selección de los tomos nos preguntamos cómo podía dividirse de forma cohesiva la edición de Lisa Yazsek, de forma que los cuentos se acompañaran los unos a los otros y que les lectores pudieran contrastarlos y se incitara una conversación orgánica. Así comenzamos un ejercicio de análisis donde buscamos encontrar la naturaleza del “¿y si…?” de cada uno de los mundos y decantar los textos hasta las premisas más básicas.

De esta forma es que decidimos que el primer tomo sería el hogar de los otros mundos. Tan inmersas estábamos en ¡El futuro es mujer! que la selección fue un proceso natural, como ver los fractales que conformaban estos cuentos, los trazos esenciales que los esbozaron. La premisa cienciaficcional de estos cuentos parte de imaginar mundos alternos; este lugar es el de las ucronías, la fantasía, las historias donde el universo nos es familiar pero solo como fachada de lo extraordinario, siendo lo extraordinario el mundo en sí mismo o sus habitantes.

La protagonista de los mundos alternos de este tomo es la mente. Sin embargo, las mentes brillantes retratadas en estos cuentos, tal como las mujeres que los escribieron, no son todas iguales. Hay mentes inteligentes y prodigiosas que el mundo rechaza u obliga a mantener un perfil bajo porque no cumplen con sus expectativas (como la que origina los poderes extraños en “Ararat”, la que es tan asombrosa que puede crear sus propios escondites en “Incógnito”, o la genialidad que surge de una inesperada fuente en “Que solo una madre”). También existen mentes maravillosas o extremadamente sensibles que son subestimadas, cuya sofisticación pasa desapercibida ante los estándares convencionales (como en el caso de la estructura social retratada en “La estación de Mr. Sakrison” o la relación marcada por el paternalismo en “El nacimiento de un jardinero”). La tercera categoría de las mentes en este tomo abarca aquellas que son indomables, aquellas de las heroínas de ficción fantástica que toman las riendas de sus destinos (“El beso del Dios Negro” y “Salvaje”).

Esta diversidad de mentes y pensamientos no es solo temática. Cada cuento posee una voz particular y visiones del mundo únicas. Ya sea a través de lo epistolar, lo barroco, la épica o la narrativa colmada de diálogos, la pluralidad no significa homogeneidad. Y esa pluralidad ha sido la fuente de nuestra traducción colectiva; la multiplicidad de estilos y puntos de vista de las autoras originales se ve reflejada en la diversidad de plumas encargadas de su traducción.

Falsos Amigos somos un colectivo de traducción formado en su mayoría por mujeres y traducimos con la intención de ser altavoces que transmitan y suban el volumen de esas voces que no se escuchan tanto. La ausencia en español de las voces de estas mujeres de los primeros años de la ciencia ficción es el mejor ejemplo de nuestra tarea. Traer a tus manos este libro es poner peso en el lado más subestimado de la balanza, es sumar a las relaciones horizontales dentro de un género que está reclamando el lugar que le corresponde en la literatura universal con cada vez más fuerza.

Para nosotras, traducir colaborativamente se vuelve un ejercicio de empatía que termina reflejándose en cómo nos lees. En el proceso de traducción siempre consideramos quién nos va a leer, empezando por nuestras compañeras traductoras y terminando por ti, lectore. Queremos que quien se acerque a nuestras traducciones pueda verse en ellas, en el dialecto, en el género o en las ideas. Y precisamente por esa intención de crear relaciones entre todas las personas que forman parte de los procesos de lectura (ya sea al escribir, editar, traducir o leer) es que traducimos con nuestro dialecto, siempre procurando que no aliene a otros hispanohablantes, y echamos mano de herramientas inclusivas del lenguaje que se han vuelto indispensables para nuestra generación y, por lo tanto, para nuestra práctica.

Cada tomo es el resultado del proceso colaborativo, cada uno de los cuentos, sin importar quién realizó la traducción inicial, fue examinado por las miradas de cada una de las traductoras de Falsos Amigos. Es una combinación de estilos y de voces narrativas.

Creemos que una antología es la unión de un grupo de personas que habitan diferentes mundos y se encuentran en un espacio común que, en este caso, es un objeto: el libro. Un “no-espacio”. Una antología es un no-espacio en el que conversan voces que no se conocen, pero que reverberan de manera involuntaria y con comodidad. Es como si, al ser seleccionadas y reunidas, hubieran encontrado su lugar.

Las traductoras de esta colección queremos formar parte de ese grupo de mujeres al que pertenecían las autoras de los cuentos, pero sobre todo queremos que al leerlas tú también seas parte de este mundo alterno que imaginaron.

COLECTIVO FALSOS AMIGOS, febrero de 2022

1Yaszek, Lisa, ed. The Future Is Female!, Library of America, 2018.

INTRODUCCIÓN

Lisa Yaszek

Las historias que especulan sobre el futuro de la ciencia, la tecnología y la sociedad comenzaron a aparecer alrededor del mundo en el transcurso del siglo XIX. Pero la ciencia ficción (CF) solo se consolidó cuando aparecieron las revistas estadounidenses del género a inicios y mediados del siglo XX. Docenas de nuevas publicaciones periódicas, que incitaban a los lectores con un sensacional arte de portada y títulos aún más sensacionales como Amazing Stories, Fantastic Universe y Astounding Science Fiction, prometían revelar la forma de lo que vendría. No solo ofrecían narraciones de aventuras repletas de acción, sino también crónicas bien informadas, a veces incluso proféticas, del descubrimiento científico y la innovación tecnológica del mundo real. A lo largo del camino, se volvieron también laboratorios para la exploración estética. Los autores usaban estas revistas para probar los temas y las técnicas que se asociarían al género, sondeando y expandiendo los límites de la ficción; los editores destilaban los resultados de estos experimentos, comentando las historias compartidas y las futuras trayectorias para la CF; los aficionados ofrecían ideas y opiniones acerca de todo, desde la exactitud científica hasta la necesidad del sexo en la escritura especulativa. Este proceso verdaderamente colaborativo, todavía en curso, ha establecido a la CF como la principal forma que toman las historias de la modernidad tecnocientífica.

Como afirma el título de este libro, la CF nunca se trató solamente de los chicos y sus juguetes. En cambio, el futuro siempre ha sido mujer también. Esta colección presenta veinticinco cuentos escritos por tres generaciones de mujeres estadounidenses, entre el lanzamiento de las primeras revistas especializadas en el género durante la década de 1920 y el surgimiento de la CF que se identificaba a sí misma como feminista en la década de 1970. Las mujeres, adoptando personajes que iban desde reinas guerreras y astronautas heroicas hasta amas de casa infelices y alienígenas sensibles, fueron pioneras en el desarrollo de nuestro sentido de la maravilla por los distintos futuros que podríamos habitar; compañeras en la formación de prácticas creativas asociadas con la mejor ficción especulativa y revolucionarias que expandieron el género para hablar de los sueños y temores de las mujeres estadounidenses cuando fue necesario.

Entonces, ¿quiénes fueron las mujeres de los comienzos de la CF? La historia de las mujeres en este campo ha sido celebrada desde hace tiempo por los aficionados, quienes hacen la importante labor cultural de conservar la historia del género entre ellos; más recientemente, se han sumado a esta labor autores y académicos que comparten esta historia con otras personas fuera de la comunidad de la CF. Sin embargo, dichos esfuerzos son comúnmente opacados por suposiciones de “sentido común” sobre las relaciones históricas entre el género y el género literario. Estas suposiciones casi han asumido el estatus de mito y postulan que: 1) Frankenstein, la novela de Mary Shelley escrita en 1818, es uno de los textos fundacionales de la CF, pero pocas mujeres además de Shelley participaron en el género hasta la llegada de la CF feminista; 2) las mujeres escribieron CF ocasionalmente antes de la década de 1970, pero tuvieron que hacerse pasar por hombres para ser publicadas en una comunidad que era inherentemente hostil con su género; y 3) aun cuando las primeras mujeres autoras de CF escribían con sus propios nombres, siguieron el ejemplo de sus homólogos masculinos, celebrando la ciencia y la tecnología de maneras que reforzaban nuestro entendimiento de la ciencia y la sociedad en vez de transformarlo.

Estos mitos nos recuerdan lo que valoramos en este momento y disfrutamos en creciente abundancia: mujeres que escriben ficción científicamente responsable y socialmente arriesgada que nos anima a ver nuestro propio mundo y sus muchos futuros posibles de nuevas e impresionantes maneras. Pero también nos hacen una pregunta importante. ¿De dónde vienen todas estas escritoras, todas estas Mujeres Maravilla modernas como C. J. Cherryh, N. K. Jemisin, Ann Leckie, Nnedi Okorafor, Jo Walton y Martha Wells, por nombrar solo algunas?

Resulta que las mujeres han estado involucradas en la formación de la CF desde el principio. A mediados de la década de 1920 y finales de la década de 1960, cerca de trescientas mujeres fueron publicadas en las principales revistas especializadas en el género (cerca del quince por ciento de todas las colaboraciones, solo siguiendo los números). La mayoría eran escritoras de ficción, pero también ayudaron a desarrollar el género que eligieron como editoras, críticas, poetas, artistas y periodistas de ciencia. Otras más dejaron su marca en el difícil de cuantificar y aún poco estudiado reino de los aficionados: publicando fanzines, compartiendo fan-fiction, ejerciendo una influencia significativa en la CF como su audiencia más entusiasta. Las mujeres estuvieron activas dentro de las organizaciones profesionales (ayudando a fundar la Science Fiction and Fantasy Writers of America, la Fantasy Amateur Press Association y el Milford and Clarion Writer’s Workshop) y ganaron todos los premios y honores que la comunidad tenía para otorgar (en los apartados de notas biográficas de esta colección se pueden ver los premios Hugo, Nébula y otras distinciones individualmente).

Aunque es cierto que las mujeres en la CF ocasionalmente se enfrentaron a la resistencia por parte de escritores, editores y aficionados hombres a quienes les disgustaba su presencia en el campo, la mayoría recuerdan esos incidentes como aislados. Al parecer, desde el inicio los editores de revistas de CF han alentado las contribuciones de mujeres; como dijo Leigh Brackett: “los editores no están comprando sexo, están comprando historias”. En Amazing Stories, al pionero Hugo Gernsback “le gustó la idea de una mujer invadiendo el campo que él había abierto”, como recordó Leslie F. Stone. C. L. Moore “nunca se sintió ni un poco abatida porque era mujer”; de hecho, se dice que el editor de Weird Tales, Farnsworth Wright, cerró temprano su oficina para celebrar el haber recibido la ahora famosa historia de Moore, “Shambleau”. Para Zenna Henderson, Anthony J. Boucher y Francis J. McComas de The Magazine of Fantasy and Science Fiction parecían “parteras” de su carrera.

Y entonces la pregunta permanece: si las mujeres eran una pequeña pero generalmente bienvenida parte del mundo temprano de la CF, ¿por qué tantas adoptaron pseudónimos andróginos o masculinos? La respuesta corta es que la mayoría no lo hicieron; y aquellas que lo hicieron tenían buenas razones para su engaño que poco tenían que ver con sus carreras en la CF. Casi todas las veintiséis autoras presentadas en esta antología publicaron primariamente bajo su propio nombre –claramente femenino–, o bajo pseudónimos femeninos; otras (Leslie F. Stone, Leigh Brackett, Marion Zimmer Bradley) recibieron nombres andróginos al nacer, pero publicaron como mujeres. (A lo largo de esta colección, hemos usado cada una de las firmas originales de las historias; los nombres reales se proporcionan en las notas biográficas). En los pocos pero bien conocidos casos en los que las mujeres deliberadamente ocultaron sus verdaderas identidades, lo hicieron por razones profesionales complejas. Catherine Lucille Moore se convirtió en “C. L.” para no arriesgar su trabajo en un banco durante la Gran Depresión. Alice Mary Norton se reinventó como Andre Norton (también escribió ocasionalmente como Allen Weston o Andre North) cuando lanzó una primera carrera escribiendo cuentos de aventuras para niños. A Alice Sheldon, cuando vio un frasco de mermelada Tiptree en el anaquel de un supermercado, se le ocurrió el pseudónimo James Tiptree Jr. para proteger su identidad de antigua agente de la CIA y psicóloga experimental en ciernes. Como cada uno de estos ejemplos sugiere, el problema no era la recepción de las mujeres en la CFper se, sino los patrones de discriminación sexual a lo largo de la cultura estadounidense. La autoría bajo pseudónimos era una práctica común también para escritores de CF y es una de las rarezas fascinantes del género: un par de las autoras aparentemente femeninas, que consideramos para el presente volumen, resultaron ser hombres.

La primera generación de mujeres que escribían dentro de la comunidad de revistas de CF estadounidense comenzó su carrera en la que es comúnmente conocida como la era del pulp: el periodo de 1926 a 1940 aproximadamente, cuando las publicaciones periódicas de ciertos géneros a menudo se imprimían en papel barato de pulpa de celulosa. La CF no era, en este momento de la historia, un género que irradiaba prestigio social, como el poema lírico o la novela realista. De hecho, C. L. Moore, una escritora a quien se le acreditaba e incluso se le acredita ahora el haber traído una nueva profundidad a los personajes de las publicaciones pulp, recordó después como “un gran acto de atrevimiento” haber comprado su primera revista de CF, al tropezarse con una Amazing Stories en un puesto de revistas en Indianápolis. Mencionó que sus padres “tenían ideas muy definidas sobre literatura” y “no aprobaban ninguna ficción ‘basura’”.

Las y los lectores actuales con ideas similarmente definidas sobre literatura, que están buscando alusiones sutiles o el extrañamiento ingenioso del lenguaje ordinario, seguramente podrían describir a las escritoras de la era del pulp (Clare Winger Harris, Leslie F. Stone y la misma Moore) como pertenecientes a la estética pulpy. Menos interesadas en lo literario de cada oración que en grandes preguntas que empiezan con “¿qué tal si…?” y las aparentemente ilimitadas posibilidades imaginativas del futuro por venir (pues el optimismo era uno de los sellos de la época). Estas mujeres prepararon colaborativamente con valentía todo tipo de suelo nuevo para el género, probando temas especulativos que ahora parecen elementos básicos de la cultura estadounidense. ¿Cuántos de nuestros éxitos de taquilla actuales aún encajan más o menos en las dieciséis “tramas de ciencia ficción posibles” que una despreocupada Harris escribió rápidamente en 1931?

1.Viajes espaciales interplanetarios.

2.Aventuras en otros mundos.

3.Aventuras en otras dimensiones.

4.Aventuras en el micro o macrocosmos.

5.Insectos gigantes.

6.Plantas gigantes comehombres.

7.Viajes en el tiempo, pasados o futuros.

8.Monstruosas o extrañas formas de vida.

9.La creación de supermáquinas.

10.La creación de vida sintética.

11.Telepatía mental y enajenación mental.

12.Invisibilidad.

13.Historias de rayos y vibraciones.

14.Porciones inexploradas de la tierra: submarinas, subterráneas, etc.

15.Superinteligencia.

16.Cataclismos naturales: extraterrestres o confinados a la tierra.

Harris, la primera mujer que publicó en una revista especializada de CF, parece haber sido la primera persona escribiente, del sexo que fuese, que ofreció una taxonomía como esta y ella misma escribió historias basadas en varias de estas posibles tramas. Su contemporánea Leslie F. Stone imaginó la primer mujer astronauta, el primer héroe negro de CF y la primera civilización alienígena que ganó una guerra contra los seres humanos, ayudando a construir una nueva clase de literatura estadounidense desde sus cimientos.

La era dorada de la ciencia ficción (aproximadamente de 1940 a 1960) vio al género moverse de los márgenes de la cultura a su centro. En la estela que dejaron Hiroshima y Nagasaki, las apuestas sobre el futuro se incrementaron exponencialmente, lo que atrajo la atención de la crítica y los autores establecidos de la corriente principal hacia el género. A las mujeres que comenzaron a escribir en estos años, como Judith Merril, Carol Emshwiller, Andre Norton y otras que se han perdido en la historia, las revistas de CF que proliferaban les pagaban cada vez mejor por su trabajo; una nueva generación de editores pedía oraciones mejor construidas y nuevas aproximaciones para temas ya establecidos. Las editoriales, tanto las especializadas como las de la corriente general, cada vez buscaban más colecciones de cuentos, novelas y antologías. Las crecientes audiencias que también disfrutaban de programas de radio, historietas y películas de CF, posibilitaron carreras literarias profesionales para algunas de las escritoras aquí incluidas; Merril se convirtió en la primera mujer, y de los primeros autores de cualquier género, en tener una obra de CF adaptada para la televisión. (Su novela postapocalíptica, Shadow on the Hearth [Sombra en el hogar], apareció como Atomic Attack [Ataque atómico] en el prestigioso programa Motorola Television Hour en 1954).

Para la década de 1960, con el advenimiento de la era espacial, algunas de las imaginaciones más descabelladas de los pioneros del género se habían vuelto hechos: computadoras, robots, láseres y programas de exploración lunar eran ahora completamente reales. Para la generación de mujeres que comenzaron sus carreras durante estos años (escritoras entre las que estaban Sonya Dorman, Ursula K. Le Guin y Joanna Russ), los tiempos cambiantes parecían haber rebasado a mucha de la CF que habían crecido leyendo. Al replantear las adiciones, muchas veces utópicas, que sus predecesores hicieron en cuanto al potencial de las ciencias duras para cambiar el mundo, ellas echaron mano de la psicología, la antropología y la sociología y de muchos de los descontentos de la modernidad, explorando temas como el consumismo, la sobrepoblación, la realidad virtual, el corporacionismo y la manipulación tecnocientífica del sexo y el género. Más notablemente, estas escritoras de la Nueva Ola (como se les llamaría después) experimentaron no solo con material de temas más contemporáneos sino también con forma, estilo y modos de expresión. Para inspirarse, algunas voltearon a las vanguardias en el arte, la música y la literatura, así como al futuro. Más que nunca, vieron aparecer sus historias en revistas literarias o de corriente general y cruzaron géneros deliberadamente; la “ciencia ficción” de generaciones pasadas se volvió, más popularmente, “ficción especulativa”.

Así que, ¿qué atrajo a las mujeres a la CF y cuáles fueron sus contribuciones a este género? Tal como lo recuerdan en conferencias, entrevistas y su propia escritura, las mujeres amaban la franqueza del género. Leigh Brackett apreciaba el “sentido de maravilla” asociado con la ficción especulativa, y se preguntaba “¿dónde más podría viajar entre ‘los grandiosos soles retumbantes del espacio exterior’… disparar a las abrasadoras nebulosas y aplanetizar donde quiera?”. Margaret St. Clair valoraba la CF por guiar “la atención humana hacia áreas de experiencia que de otra forma no habrían sido exploradas”. Y otras voltearon hacia el futuro para confrontar temas sociales y políticos del imperfecto presente. De hecho, a Judith Merril la CF le parecía “virtualmente el único vehículo de disidencia política” disponible para artistas durante la Guerra Fría, pues posibilitaba expresiones de protesta que los editores o las audiencias hubieran rechazado de otra manera. De forma similar, Joanna Russ creía que la CF podría “cristalizar una barbaridad de cosas [que las personas están] sintiendo ya”, y podría ser particularmente útil para autores de minorías que desean transmitir nuevas perspectivas sobre la ciencia y la sociedad para audiencias más amplias.

Mientras reclamaban su participación en el futuro estadounidense, las primeras autoras de CF hicieron tres contribuciones importantes al género que eligieron. La primera y más destacada es que hicieron del desarrollo de personajes complejos una prioridad en un género que inicialmente sobresalía más por sus grandes ideas y artilugios impresionantes que por la profundidad emocional. Como dijo Andre Norton, la ciencia dura y la tecnología bien podrían ser cruciales para hacer una historia de CF, pero lo que realmente le interesaba era “por qué las personas hacen las cosas y cómo podrían reaccionar”. Para explorar mejor estas preguntas, las mujeres replantearon una de las relaciones más antiguas y centrales de la CF: aquella entre seres humanos y alienígenas. Durante el transcurso del siglo XIX y principios del XX, los autores se inspiraron en suposiciones generalizadas sobre la competencia darwiniana entre especies para caracterizar a los alienígenas como monstruos con ojos de insecto cuya horrible apariencia reflejaba su igualmente horrible deseo de robar los escasos recursos de los humanos. Pero ya en 1928, “El milagro del lirio” de Clare Winger Harris desafiaba estas representaciones con la descripción de un hombre que lucha contra su antipatía innata hacia los alienígenas cuando conoce insectos compasivos e inteligentes de Venus. Otras autoras tempranas de CF incluidas en este volumen que elaboran sobre la noción inesperada de que los seres humanos podrían cooperar en lugar de competir con quienes difieren son Zenna Henderson, Rosel George Brown y Ursula K. Le Guin. Las mujeres también desafiaban ideas existentes sobre la hostilidad natural entre especies al contar historias desde el punto de vista de los alienígenas. Leslie F. Stone fue la primera en utilizar esta técnica con su historia de batalla de los sexos de 1931 “La conquista de Gola”, que invita a los lectores a tomar el lado de las habitantes de Venus mientras se protegen del ataque de sus vecinos masculinos de la Tierra. Autoras posteriores como Margaret St. Clair, Carol Emshwiller y Sonya Dorman refinaron esta inversión de perspectiva para explorar una multitud de temas entre los que están el sexismo, el racismo, el ambientalismo, el colonialismo y el capitalismo.

No es de sorprender que las mujeres también hayan replanteado las relaciones entre hombre y mujer representadas en la CF. “Los lectores están cansados de la historia basada en el superhéroe y la bellísima chica”, les advirtió Leigh Brackett a los aspirantes a escritores de CF en 1944. Para ella las narrativas románticas estereotípicas de la era del pulp, llenas de deportistas fortachones del espacio con sus obligatorias pistolas de rayos que salvan a histéricas damiselas en peligro ante alienígenas monstruosos, eran simplemente “cosas viejas”. Afortunadamente, Brackett y muchas otras contribuidoras a esta antología sintieron que “puedes salirte con la tuya prácticamente con cualquier cosa [en la CF] siempre y cuando esté bien hecho y con sutileza”. Mucho antes de sus sucesoras explícitamente feministas (o en algunos casos sus yos futuros explícitamente feministas), muchas de las mujeres aquí incluidas estaban replanteándose los roles de género que sus contrapartes masculinas y la cultura más amplia solían dar por hecho, a veces a un grado que habría sido difícil de expresar sin la libertad imaginativa o la cubierta alegórica de la CF.

En lugar de las historias que cumplían fantasías de heroísmo masculino, Doris Pitkin, Kate Wilhelm y James Tiptree Jr. ofrecen historias en las que los protagonistas masculinos no solo fracasan en salvar a las mujeres que aman, sino que resultan responsables de las situaciones sociales y científicas que pusieron en peligro a esas mujeres en primer lugar. Katherine MacLean, Andre Norton y otras ponen a las mujeres como expertas que aprovechan modelos alternos de ciencia que enfatizan la intuición y la empatía con el mundo natural. C. L. Moore, Leslie Perri y Joanna Russ transforman a las damiselas de los clichés de la CF en heroínas que se embarcan en aventuras y luchan por la verdad y la justicia con una fuerza casi sobrehumana pero rechazan el estoicismo, el áspero individualismo y la separación de la naturaleza que definen al clásico héroe masculino. Incluso otras historias de Judith Merril, Rosel George Brown y Alice Eleanor Jones presentan a los lectores un tipo de personaje completamente nuevo: la heroína ama de casa cuya relativa felicidad o infelicidad en el futuro se convierte en un barómetro para evaluar los méritos relativos de nuestro orden tecnocultural en el presente (el cuento de Jones, “Fueron creados”, publicado en 1955, dos años antes del estreno de Leave It to Beaver [Déjenselo a Beaver], es un ejemplo notable de esta última categoría. Oscuramente distópica y profundamente antipatriarcal, esta historia hace sonar la nota de protesta de un ama de casa contra las expectativas y conformidades de los años del baby boom –la explosión de natalidad que siguió a la Segunda Guerra Mundial–. Jones es una de esas autoras, y hay otras en esta colección, de las que casi nadie ha escuchado, pero que muchos encuentran que vale la pena leer).

Ya fuese atravesando vacíos interestelares, pilotando enormes naves espaciales o explorando planetas exóticos tan ágilmente como los escritores hombres de CF, las mujeres de la CF temprana también construyeron mundos más íntimos y realistas para la especulación y la reflexión. Las revelaciones de la historia del niño mutante de Wilmar H. Shiras “Incógnito” –un texto que influyó en los cómics de los X-Men– se desarrollan en una oficina ordinaria y en una casa suburbana de hoy en día, espacios que, en manos de Shiras, parecen tan emocionantes como cualquier laboratorio de alta tecnología. El clásico de mediados de siglo pasado de Judith Merril “Que solo una madre” aborda las consecuencias de la proliferación nuclear sin efectos especiales, en modestos interiores del futuro cercano. “Ararat”, de Zenna Henderson, transforma una típica escuela rural y sus alrededores en un escenario de encuentros alienígenas y paranormales. (Henderson, profesora de primer grado durante toda su vida adulta, vio a Kim Darby y a William Shatner retratar sus personajes en The People (El Pueblo), hecha para la televisión en 1972).

La maternidad, la supervivencia comunitaria y el futuro de la reproducción humana son preocupaciones significativas en estas y otras historias presentadas aquí, tanto las pioneras como las que les siguieron. Las maneras en las que la ciencia y la tecnología pueden ser usadas para reconstruir literariamente el sexo, volcando las suposiciones de los lectores sobre el comportamiento “natural” de los géneros y posibilitando nuevas formas radicales de vivir, son un tercer tema prominente a lo largo de la ficción especulativa de las mujeres. Algunas veces anticipado en las historias de la era del pulp y la edad de oro, este tema es particularmente evidente en las historias de la Nueva Ola de Sonya Dorman, Marion Zimmer Bradley y John Jay Wels (Juanita Coulson) y Ursula K. Le Guin. Todas ellas extrapolaron los desarrollos científicos y tecnológicos para imaginar mundos en los que el sexo, el género, la orientación sexual y la humanidad individual han cambiado profundamente. ¿Cómo se dirigirán unos a otros los cohortes de clones? ¿Cómo se sentirán los hombres militares sobre sus embarazos? Cambiaformas y protoplásmicos, ¿recordaremos con nostalgia nuestros cuerpos? ¿o el amor? Desde provocativos experimentos mentales como este, la CF abiertamente feminista de la década de 1970 comenzó a tomar forma. Una cosa es mapear los límites de los roles de género tradicionales y el daño que han hecho a mujeres y a hombres, como muchas mujeres de este volumen hicieron implícitamente; y otra es imaginar y articular nuevos órdenes que podrían significar algo positivo en el presente, como muchas autoras de la Nueva Ola, incluyendo a Ursula K. Le Guin con The Left Hand of Darkness (La mano izquierda de la oscuridad, 1969) y a Joanna Russ con The Female Man (El hombre hembra, 1975), siguieron haciendo durante el curso de sus subsecuentes carreras.

Y es por eso que necesitamos recordar a las mujeres de la CF temprana: son el eslabón perdido entre los experimentos pioneros de Mary Shelley y los finamente afilados y radiantes resultados que cada vez vemos más en el trabajo de las mujeres que escriben hoy. Aún con más conciencia que su famosa antepasada, las veintiséis mujeres aquí incluidas estaban dedicadas a crear una nueva especie de ficción que pudiera comunicar esperanzas y miedos individuales sobre la vida en un mundo tecnocientífico a lo largo de los siglos, continentes y culturas. Al hacerlo identificaron algunos de los asuntos urgentes que las mujeres –y, de hecho, cualquier persona– enfrentaron al inicio y a mediados del siglo XX, sentando así las bases para las autoras contemporáneas que continuamos celebrando y para las escritoras del mañana. Así aprendemos que las mujeres que soñaron nuevos y mejores futuros para todas las personas no llegaron del espacio exterior ni de veinte mil leguas bajo el mar, y ni siquiera de un planeta a la deriva. Por el contrario, siempre han estado entre nosotros, siempre insistiendo en que el futuro es mujer.

QUE SOLO UNA MADRE

Judith Merril

Margaret se estiró hacia el otro lado de la cama, donde Hank debería estar. Su mano tocó la almohada vacía y entonces despertó del todo, preguntándose cómo la vieja costumbre permanecía aun después de tantos meses. Intentó acurrucarse, como gato, para conservar su propio calor; se dio cuenta de que ya no era posible y se levantó de la cama con la plácida conciencia de su creciente volumen, cada vez más torpe.

Los pasos matutinos eran automáticos. De camino a la cocineta presionó el botón que comenzaría la preparación del desayuno –el doctor le había indicado comer lo más posible en el desayuno– y arrancó la hoja de periódico del aparato facsímil. Con cuidado, dobló la larga hoja en la sección de “Noticias nacionales” y la recargó en el estante del baño para echarle un vistazo mientras se lavaba los dientes.

Ningún accidente. Ningún impacto directo. Al menos ninguno que hubiera sido aprobado de manera oficial para su publicación. Ya, Maggie, no empieces con eso. Ningún accidente. Ningún impacto. Créele al buen periódico.

Tres claras campanadas desde la cocina anunciaron que el desayuno estaba listo. Arregló sobre la mesa una servilleta reluciente y los platos de colores vivos en un vano intento de despertar su deficiente apetito matutino. Luego, cuando ya no quedaba nada por preparar, fue por el correo y se permitió el completo placer de la anticipación prolongada porque hoy segurísimo que sí habría alguna carta.

La había. Las había. Dos facturas y una nota preocupada de su madre:

“Cariño, ¿por qué no escribiste antes para contarme? Estoy contentísima, claro, pero… bueno, es odioso mencionar estas cosas, pero ¿estás bien segura de que el doctor está en lo correcto? Hank ha estado rodeado de todo ese uranio o torio o lo que sea todos estos años y ya sé que dices que es diseñador, no técnico, y que no se acerca a nada que pueda ser peligroso, pero sabes que antes sí lo hacía, en Oak Ridge.2 No crees… bueno, claro, solo actúo como una vieja tonta y no quiero que te alteres. Tú sabes mucho más de eso que yo y estoy segura de que el doctor tiene razón. Él tendría que saber…”.

Margaret le hizo una mueca a su excelente café y se dio cuenta de que estaba volviendo a doblar el periódico en las noticias médicas.

¡Detente, Maggie, detente! El radiólogo dijo que el trabajo de Hank no podía haberlo expuesto. Y el área bombardeada que pasamos en el coche… No, no. ¡Basta ya! Lee las notas sociales o las recetas, chiquilla, Maggie.

Un conocido genetista decía en las noticias médicas que era posible saber con absoluta certeza, a los cinco meses, si el niño sería normal, o al menos si la mutación tenía posibilidades de producir algo grotesco. De cualquier modo los peores casos podían prevenirse. Mutaciones menores, por supuesto, desplazamientos en los rasgos faciales o cambios en la estructura cerebral, eran indetectables. Y recientemente se habían dado algunos casos de embriones normales con extremidades atrofiadas que no se desarrollaban más allá del séptimo u octavo mes. Pero, el doctor concluía alegremente, ahora los peores casos podían pronosticarse y prevenirse.

“Pronosticarse y prevenirse”. Lo pronosticamos, ¿o no? Hank y los demás, ellos lo pronosticaron. Pero no lo prevenimos. Pudimos haberlo evitado en el 46 y el 47. Ahora…

Margaret decidió no desayunar. Durante diez años el café le había bastado en las mañanas, así que tendría que bastarle hoy. Abotonó la interminable tela plisada que la vendedora le había asegurado era la única prenda cómoda que podía usarse en los últimos meses. Con una oleada de alegría pura –carta y periódico olvidados– se dio cuenta de que había llegado al penúltimo botón. Ya no faltaba mucho.