N.A.E.S. Agencia para el estudio del espacio - Ángel Parrilla de la Fuente - E-Book

N.A.E.S. Agencia para el estudio del espacio E-Book

Ángel Parrilla de la Fuente

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Beschreibung

Tras recibir un mensaje del otro lado del universo, los dirigentes mundiales se ven forzados a colaborar para descifrarlo pero, como siempre, no todos juegan limpio. El propio proceso de traducción entraña sus riesgo, ya que uno de los grupos destinados a tal tarea se verá en grave peligro debiendo trabajar de forma estrecha no solo para lograr su objetivo, sino para salvar sus vidas. Fruto de la interpretación del comunicado recibido, la humanidad se embarca en un proyecto de dimensiones titánicas, cuya meta es la de contactar con una civilización desconocida, desarrollando una misión que les llevará más allá de lo imaginable, afrontando grandes dificultades, pues las amenazas no provendrán únicamente del exterior…

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Ángel Parrilla de la Fuente

Magdalena Lozano Tejedor

N.A.E.S.

Agencia para el estudio del espacio

1ª edición en formato electrónico: febrero 2024

© Ángel Parrilla de la Fuente y Magdalena Lozano Tejedor

© De la presente edición Terra Ignota Ediciones

Diseño de cubierta: TastyFrog Studio

Terra Ignota Ediciones

c/ Bac de Roda, 63, Local 2

08005 – Barcelona

[email protected]

ISBN: 978-84-128088-6-5

THEMA: FLU 2ADSL

Las ideas y opiniones vertidas en este libro son responsabilidad exclusiva de su autor.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

(www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45)

Ángel Parrilla de la Fuente

Magdalena Lozano Tejedor

N.A.E.S.

Agencia para el estudio del espacio

El inicio del acuerdo

La toma de declaración

El comienzo

Formas de destrucción

Derramamiento de sangre en china

Monte Hacho, fortaleza segura

Sabotaje en Oblast de Murmansk

La línea Sigfrido

Descuartizado de cadáveres

Secretos

Oda a la burocracia

Una semana para vivir

El sexto superviviente

La trampa de Margot

El Tribunal de incapacitación de 090

Las preguntas de Ablard

La selección

El despertar de Ablard

Maldito efecto invernadero

La comunicación secreta de Sandra

Crimen a bordo

Enano agujero negro

Declaración unilateral de independencia

Nave e hijo

La dependencia de las emociones

El asteroide de la codicia

El planeta de hielo

Erloj, la cuasipiedra

El planeta de los carnesoles

La Sideral Space II

El secreto de la SPC-ST

Orden de arresto universal

El acuerdo interespecies

¿Qué te pasa, Erloj?

SPC-ST VS Sideral Space II

Levógiro

Un encuentro inesperado

Tecnología alienígena

Una propuesta a tener en cuenta

Final=∏ por tiempo más 1

Final=∏ por tiempo menos 1

Agradecimientos

El inicio del acuerdo

En un lugar remoto en el universo, demasiado alejado del centro del mismo, donde los planetas se formaron más tarde, pero no demasiado lejos, existe un planeta conocido por sus habitantes como la Tierra; como todos los planetas, no es una esfera perfecta; en todos se refleja la pátina de su creación. Este planeta desde el espacio se ve de un intenso color azul, es el único en su sistema con vida inteligente, su principal fuente de vida se basa en el H2O o, como ellos lo llaman: AGUA; sus habitantes son muy variados. Quienes dominan el orden en este mundo: los autodenominados inteligentes, se hacen llamar humanos y son una especie bastante extraña porque, pudiendo disfrutar infinitamente de lo que poseen, lo mal utilizan y desprecian su propia existencia, provocando en algunos momentos masacres por motivos egoístas de unos pocos, no tienen bastante con lo que, por naturaleza, ya puede destruirlos.

En una época, que ellos llaman «era tecnológica» tienen capacidad, aunque limitada y curiosidad sobre si hay más habitantes en el universo.

En algún momento decidieron enviar un mensaje al espacio, un lugar desconocido para ellos, con información sobre quiénes son y con la vaga esperanza de una respuesta, porque se creen envestidos de la exclusividad de habitar el universo, algunos solo intentan demostrar esa condición.

Pues en ese planeta con preciosos océanos azules, montañas de cumbres blancas por la nieve, límites entre el agua y la superficie sólida: la costa, algunas rocosas y con grandes acantilados, otras de kilómetros de arena fina y ésta también varía en color, desde el negro al marrón claro, e islas de todos los contornos y naturalezas.

Un grupo de esos humanos está congregado en una «informal reunión secreta» en un atolón cercano a la Polinesia francesa, antiguamente usado por piratas y hoy deshabitado, evidentemente sin lujos, sin cámaras, sin conexión telefónica, ni internet.

El atolón, un pequeño trozo de tierra blanca rodeada de coral y aguas cristalinas, con una pequeña pero exuberante selva tropical en el centro y con un clima agobiante por la humedad con temperaturas agradables que, por otro lado, sería el paraíso de muchos de los habitantes del planeta, posee un improvisado aeródromo robado a la vegetación, así como un embarcadero que aprovecha la orografía de la misma y el antiguo uso que hacían los navegantes prófugos y todo ese espacio se encuentra ocupado de vehículos cubiertos con telas del mismo color que la arena para ocultar su presencia desde el aire.

Cerca de la playa una edificación de madera, reconstruida a toda prisa, con ventanas pequeñas y rejas metálicas de color blanco y revestida de un material para evitar que se pueda mantener cualquier comunicación con el exterior, el tejado está hecho de ramas y tiene algunos agujeros por donde entran rayos de luz difusa.

Dentro hay poca luz, sus antiguos ocupantes iban allí a curar sus heridas y no necesitaban lujos, era una gran sala vacía y tenía dos puertas: una, la de entrada y otra que comunicaba con una improvisada cocina y también hacía las veces de escondite de emergencia para aquellos bandidos en caso de que llegaran las fuerzas de la ley en su busca.

En la sala se habían instalado unos bancos de madera oscura formando un semicírculo alrededor de cinco sillas cercanas a la puerta trasera, todo ello era de distinta manufactura, como sacado de una chatarrería; al no haber energía eléctrica se ilumina el espacio sofocante con velas y para dar más sensación de luminosidad unos espejos reflejan la escasa luz, convirtiendo el lugar en un viaje al pasado, únicamente hay un generador de energía que alimenta un potente inhibidor de frecuencia y así garantizar la opacidad de lo que allí se diga.

A dicha reunión asisten representantes de los Estados de casi todas las naciones con la intención de llegar a algún acuerdo y conocer el progreso de la investigación en la que han invertido; se considera de interés planetario. Se tenía la certeza de que no eran los únicos habitantes del universo y tampoco los únicos con capacidad para mandar mensajes a otros mundos.

Que los habitantes de este planeta llegaran a estar de acuerdo es algo inédito, nunca se había conseguido; ni con enfermedades, ni con el cambio climático provocado por su forma de vida y avances tecnológicos, ni con las múltiples guerras que enfrentaron a todos los países en algún momento de su corta historia, sus dirigentes estaban obligados a reconocer, al menos de cara a los demás, que en esta ocasión no había bandos, pero claro, para estos seres eso era mucho pedir.

En el interior comienzan a sentarse los asistentes, hombres y mujeres que visten, la mayoría, con trajes de chaqueta y vestidos de colores sobrios, se dirigen miradas desconfiadas en algunos casos, pero también los hay que cuando se reconocen intentan contener la complicidad entre ellos, todos quieren conocer los progresos conjuntos a los que han llegado, pero la mayoría tienen expectativas muy diferentes.

Según van entrando en la sala, dirigen una mirada alrededor observando el lugar tan extravagante al que han accedido, muchos esperan a que otros tomen asiento, bien porque desean estar cerca de alguien o por todo lo contrario, y no siempre esa proximidad se rige por la cercanía de ideas, sino más bien al revés, por lo que acaban sentándose muy próximos el representante de Rusia, el de Estados Unidos y el de China, las tres grandes naciones, aunque cada uno de ellos no ha elegido el lugar por los otros dos, sino porque querían estar cerca de representantes a quienes deseaban influenciar en caso de que se produjera algún tipo de votación.

Las conversaciones, sin ningún moderador presente aún, eran variadas y el murmullo reinante era ensordecedor. Habían decidido que el idioma elegido para la reunión sería el inglés, ese fue un motivo de discusión previo a este momento. Nadie podía utilizar otro idioma para evitar conversaciones paralelas.

Desde la puerta de detrás de las sillas centrales accede un hombrecillo de baja estatura y tan orondo que era más fácil saltarlo que rodearlo, sudaba de forma copiosa y se notaba que estaba incómodo; llevaba un traje marrón con camisa y corbata y unos zapatos negros recién pulidos.

Tomó la palabra y tuvo que acabar dando voces cuando nadie le prestaba atención.

—¡Orden, señores…! ¡Silencio! ¡¡¡Guarden sileeencio!!! —La voz de aquel hombre era profunda, con un marcado acento irlandés—. Estamos aquí para tratar un asunto de extremo interés, por favor, no perdamos el tiempo en conversaciones particulares. —Tras una leve pausa y asegurándose que todos le prestaban atención, continuó—: Voy a dar paso a los técnicos que expondrán los importantes avances obtenidos. ¿Alguien desea realizar observaciones antes de darles paso?

Toma la palabra el representante de China, que hizo de su intervención un parloteo redundante.

—Deseamos conocer los progresos obtenidos, mi país ha destinado miles de millones de yuanes y también una gran cantidad de técnicos y criptólogos. He de informar a mi país de los resultados que hemos alcanzado puesto que, al centralizar y restringir toda comunicación con los integrantes del proyecto, se nos hace difícil creer que se esté produciendo avance alguno.

Vladimof, el representante ruso, manifiesta a continuación, con tono ofendido y una mirada circunspecta hacia el representante chino.

—Rusia y Estados Unidos hemos aportado mucho más que otros países, el mérito debe ser reconocido por los demás Estados, no nos parece de recibo que se nos coarte la información de esta manera, como bien ha señalado el representante chino.

Rosmary, la representante de América del Sur, con un traje ajustado, largo pelo negro recogido en una coleta alta y facciones claramente indígenas, cuya actitud denotaba el cambio que habían comenzado en el continente para depurar las corrupciones, habían formado una coalición y así acabar con el desgobierno y ruina de los países, con su mirada dejaba entrever que no se achantaría ante la supuesta fuerza de ningún otro país o coalición; en sus palabras se vislumbraba cierto resquemor hacia los países del Viejo Continente.

—Todos han aportado lo que está en su mano; nosotros, que tras los expolios sufridos en otros tiempos y habiendo quedado privados de la historia de nuestro continente y mermado el crecimiento económico, aportamos en conformidad a los recursos que poseemos, tenemos que aprender la lección, si sumamos conseguiremos averiguar lo que está sucediendo; boicoteándonos unos a otros no vamos a llegar al final del asunto. Hoy por hoy no se trata de que haya naciones dominantes por el hecho de que aporten más, todos sabemos las capacidades de cada cual, no podemos olvidar cómo hemos llegado hasta aquí.

El moderador, que esperaba aún en el centro para dar paso a los ponentes, estaba muy arrepentido de haber abierto un turno de palabra. Se produjeron más intervenciones y aquello se convirtió en una tormenta de reproches por quién y de qué manera ha aportado más o menos y quién es responsable de la desgracia del otro.

Después de tanta dialéctica banal, en la cual casi se sacan los ojos a causa de las diferencias históricas, y ya cansado de tanta palabrería, el moderador, al que nadie prestaba atención, se encaminó hacia la puerta por la que él había entrado y dejó acceder a cinco personas.

Un hombre con una máscara de Darth Vader, alto y con andares regios; otro, bajito y muy delgado; el tercero llama la atención por su aspecto desaliñado; en cuarto lugar accede una mujer alta que viste ropa muy ancha y la cabeza tapada con un velo, ocultando tanto su pelo como su cara, y por último un hombre moreno con grandes manos y bastante ancho de espalda, gafas redondas y alguna mancha de grasa en su camisa blanca.

Todos los asistentes se dan cuenta de que han entrado a la sala varias personas y poco a poco van dejando que sus conversaciones acaben, se quedan observando a quienes ahora ocupan el centro de la sala y guardan silencio.

El moderador de la reunión, que ha vuelto a ocupar el centro de la sala, toma otra vez la palabra y esta vez sin tener que alzar la voz.

—Les presento a las personas que les darán a conocer lo que, con tanto esfuerzo por parte de todos, es el resultado de las pesquisas realizadas por el equipo de investigación al que todos los países han financiado, ellos darán luz a nuestras dudas. Primero tomará la palabra el ingeniero en telecomunicaciones Ablard Maddela Dumont. —Esto último lo dijo señalando con el brazo al hombre más bajo de los allí sentados.

El hombre al que había señalado se levantó de su silla.

—Buenos días, es un placer estar hoy aquí para poder presentar nuestros avances, les vamos a presentar la información en tres bloques y no creo que de todo lo que les informemos ustedes salgan saciados de información, más bien tendrán más dudas, quiero aclarar que nuestro trabajo es muy complejo ya que nos falta tecnología para desentrañar la emisión recibida, pero les adelanto que estamos muy cerca…

El representante europeo, un hombre de pelo cano y cara de pocos amigos, interrumpe a Ablard.

—¡Cómo puede decir que no nos va a dejar saciados! ¡Ustedes están aquí para rendir cuentas! Y queremos que sean lo más detalladas posibles. —Acaba la frase dando una palmada y dicho esto se vuelve a sentar mirando a los demás buscando aprobación.

Ablard le mira y en ese momento un rayo de sol entra por el tejado iluminando la cara de este, que toma otra vez la palabra como si nadie le hubiera interrumpido.

—La traducción está lejos de poder llevarse a cabo totalmente, hemos tenido que cotejar las muestras de las que disponemos, decidir qué es lo que tiene validez y tras ser analizadas todas ellas, podemos afirmar que en su mayoría están malogradas debido a los primeros intentos de traducción.

»No se ha podido conseguir una muestra sin alterar y eso, comprenderán, nos dificulta nuestro trabajo, pero tras mucho esfuerzo se ha logrado desencriptar algunas partes, gracias a la restauración del mensaje, de lo que no disponemos es de la pieza clave para su traducción.

»Estimamos que de aquí a cincuenta años con el avance de la tecnología y un aumento del personal al triple seremos capaces de llegar a desencriptar por completo el mensaje recibido.

Esperaba el revuelo que se montó, por eso permaneció seguro en su posición y mirando la reacción de cada cual, aunque había más ojos que miraban esas reacciones. Algunos gritaban quejas en dirección a las personas sentadas en medio, otros alzaban las manos en señal de enfado, todos se levantaban de sus asientos con ademán de abandonar el lugar y sin querer saber más, muchos manifiestan que iban a retirar todo su apoyo al proyecto.

Ablard retoma la palabra y en voz muy alta y grave, grita:

—¡Siéntense! —Espera a que se giren hacia él, realmente nadie había dado un paso y cuando tiene otra vez la atención de los asistentes toma la palabra—. Todavía no han escuchado el mensaje, ni visto la imagen.

Al escuchar esto todos los presentes plantan sus culos en los asientos, quieren oír y ver de primera mano lo que tiene que enseñar aquel grupo de técnicos. Se hace el silencio y, para atenuar la luz, alguien mueve algún espejo para que no refleje tanta; gracias a esta acción baja la temperatura consiguiendo que la estancia sea menos sofocante, el silencio todavía se hace más intenso.

Ablard saca una tablet de su bolsillo y tras manipularla durante unos instantes, que a algunos se les hace interminables, empieza a oírse una locución con una voz de autómata y algo de ruido de fondo puesto de manera intencional para teatralizar la situación.

—«Vamos a enviar varias…». «… Ayuda en el universo a todas las civilizaciones inteligentes, enviamos…». «… Solo cuatro intentos…», «… tiempo no…».

Tras finalizar el audio, los asistentes, atónitos, siguen en silencio esperando algo más, esperando a que hable el hombre que les ha mostrado aquel audio; este los mira y se va girando poco a poco para mantener contacto visual con todos, manteniendo así la intriga; estos se miran entre ellos y no terminan de comprender qué es lo que han oído. Tras un largo momento y comprendiendo que no iba a tomar la palabra aquel a quien todos miraban, la representante de Guinea Ecuatorial se dirige a Ablard.

—Disculpe… ¿podemos ver también las imágenes? —Por la forma de hablar dejaba entrever que le parecía poca cosa para tanto misterio.

—Conocemos la estructura del mensaje —levanta las manos a ambos lados de su cuerpo y gesticulando con las siguientes palabras—, la parte del vídeo y la parte del audio, pero nos encontramos ante una civilización muy superior a la nuestra y si añadimos la alteración de las muestras… comprendan que nos obliga a avanzar muy lentamente, para ser franco les diré que el tamaño y la definición de la imagen aún es imposible de mostrar ya que nos falta algo importante y que en cuanto demos con ello resultará mucho más fácil.

De nuevo el silencio se prolonga por un tiempo, nadie sabe muy bien a dónde quiere llegar aquel técnico, bajito, calvo y tan delgado que parecía que se había quedado seco, así que de nuevo Ablard, cada vez más seguro de sí mismo, vuelve a tomar la palabra.

—Tenemos varias líneas de investigación para poder aclarar qué es, estamos casi seguros que aporta algo fundamental, unas coordenadas o un plano y eso es todo lo que tengo que decir de lo que me concierne, muchas gracias por su atención. —Y tras esto vuelve a sentarse en su asiento.

El moderador, que ya no suda tanto como al principio, vuelve otra vez a ocupar el centro y con su acento anuncia un receso invitando los asistentes a salir de la sala.

Fuera el ambiente es más agradable al encontrar una generosa sombra gracias a la vegetación cercana; les espera un refrigerio y aprovechan para comentar lo que han escuchado. Algunos creen que les están engañando y otros toman notas en pequeñas libretas.

Acabado el receso entran en la sala y toman asiento, todos se dan cuenta que las personas que les iban a facilitar la información ya están allí y parecía que no se hubieran movido de su sitio en todo el tiempo; estos habían acordado que era mejor no mezclarse con los demás para evitar que intentasen conseguir información que no estaban dispuestos a proporcionar.

Cuando todos están acomodados, se levanta el hombre de la máscara, el más alto y extravagante, la ropa que lleva tiene las etiquetas sin quitar en un claro intento de evitar cualquier reconocimiento, habla a través de un altavoz que distorsiona su voz al hablar.

El militar, de nombre en clave Cero Noventa o 090, dirige una mirada escrutadora a todos y analiza con ello sus rostros; al fijarse en alguien que estaba cuchicheando al oído con la persona que estaba a su lado, se acerca despacio y tanto que, cuando se da cuenta de la proximidad de aquel hombre de aspecto estrambótico, que además de cesar de hablar, levanta ambas manos como haría si le estuviesen robando, con los ojos muy abiertos y un gemido de miedo; esto consigue que los demás también guarden silencio durante el tiempo de su intervención, pues nadie quería que 090 se fijase en ellos. Tras este momento de tensión inicia su exposición con voz irreconocible.

—Señores, soy el representante militar, mi nombre en clave es 090, intento con mi aspecto y con el distorsionador que no conozcan a qué nación pertenezco porque todos los militares que estamos participando en este proyecto hemos cambiado nuestros nombres clave para que ningún país pueda manipularnos, nosotros tenemos claro que trabajamos para el mundo no para nuestras naciones de origen. Mi experiencia como mando operativo es la siguiente:

Mantiene un largo silencio.

—El mensaje es totalmente veraz, desconocemos quién lo ha cifrado y enviado, pero lo que sí tenemos claro es que nadie en nuestro planeta es capaz de generar algo así, no estamos hablando de que un «niño superlisto» nos está dando «rancio por queso». —Tras observar el cambio en el rostro de los presentes, continúa con su exposición, si vieran su cara notarían como se burla de todos con una expresión inventada—. Disculpen la expresión, lo que vengo a decir es que nadie en la Tierra posee una tecnología capaz de crear un cifrado de estas características, podemos asegurar desde un punto de vista militar y de manera consensuada por todos, que el mensaje no lo hemos hecho nosotros, ningún humano tiene la tecnología suficiente para confeccionar algo remotamente igual de complejo, además, por la forma en que se ha recibido la señal, podemos afirmar que su procedencia es del exterior, ya que se recibió en todas partes a la vez y también podemos concluir que es un mensaje genérico a todos los confines del universo y no específico hacia nuestra civilización.

»Teniendo en cuenta nuestra seguridad consideramos que una civilización con la tecnología que creemos que tienen es peligrosa para nuestro planeta, si sus intenciones fueran acabar con nosotros no tendríamos nada que hacer, desde un punto de vista de soberanía e independencia lo más conveniente es evitar revelar nuestra posición en el espacio y por supuesto nuestro nivel tecnológico. Por lo que la estrategia militar es que de darse una respuesta, y creemos que hay que responder, debe ser la siguiente:

»Primero: enviar un mensaje de audio con la mayor encriptación posible.

Segundo: enviar un vídeo con una imagen distorsionada y también encriptado, aparentando que hemos sido capaces de entender su mensaje y que poseemos tecnología similar.

Así no crearemos un peligro inminente para nuestra supervivencia. En resumen, hacer una demostración de fuerza. Nos encontramos ante el mayor reto al que se pueden enfrentar todos los habitantes del planeta, nada puede compararse, sobre todo porque aún no sabemos qué es lo que quieren.

»Ahora bien, deben darnos un poco más de tiempo para crear los mensajes que enviaremos.

Tras su exposición, 090, sin más muestras de cortesía, se dirige hacia su asiento con andares marciales, se sienta y permanece quieto; aunque algún representante lo intentó, no admitió preguntas.

Dejando un breve lapso de tiempo, y cuando comprendieron que no añadiría nada más, el moderador, que tenía cara como de querer vomitar, blanco como el mármol y despojado de la chaqueta, vuelve a tomar la palabra para dar paso al último portavoz.

—Señores, para acabar la jornada daré la palabra al ingeniero en informática, Marc Goñi Otero.

Se levanta el hombre que tenía aspecto desaliñado, con el pelo desgreñado y la camiseta por fuera de los vaqueros, sus ojos de color claro dejaban presentir que es una de esas personas en las que se puede confiar; se levanta, y sin realizar juegos de miradas o pausas incómodas:

—Buenas tardes, señores, yo soy Marc, el ingeniero informático Marc.

Marc recuerda cuando se presentó la primera vez en el instituto con ese nombre: «Me llamo Marc, bueno… mi nombre verdadero es Marciano, pero creo que es mejor que hubiese ocultado mi verdadero nombre al presentarme». Los compañeros de instituto comenzaron a reír acompañando su propia risa y también pensó que, dadas las circunstancias, era muy gracioso que él estuviera en un trabajo como aquel en el que se debía desencriptar un mensaje presuntamente extraterrestre.

»Tras analizar el mensaje y haberle dado muchas vueltas, podemos concluir que tenemos que utilizar alguna tecnología que han enviado o van a enviarnos los autores del mensaje. Esto nos lleva a preguntarnos ¿qué será lo que nos envían? ¿Cómo va a llegar? ¿De dónde procede? Y también, ¿qué utilidad tendrá? Tampoco sabemos cómo buscarla.

»Esto en gran parte se debe a lo que decía mi compañero el señor Maddela: que nos falta una muestra sin deteriorar; al estar todas las muestras en tan mal estado es muy difícil conseguir progresos, ya que primero tenemos que decidir qué partes están corruptas y de cuáles podemos obtener resultados favorables.

»Mi consejo a los presentes es que sigan invirtiendo en este proyecto para poder esclarecer el mensaje, puesto que no sabemos de cuánto tiempo disponemos… Bueno, en realidad quizá ya sea demasiado tarde, nos hemos debilitado entre nosotros en vez de trabajar juntos y ello nos está haciendo perder un tiempo precioso.

Entonces se puso a divagar en voz alta dando por acabada su exposición; se dirigió hacia su silla, pero tal vez esas últimas palabras dichas para sí mismo en voz alta, darían a más de uno qué pensar.

«El hombre es un lobo para el hombre», ya lo dijo Hobbes, pero es mejor conocer nuestro destino. Con todo, no deberían llevarse una mala impresión porque he diseñado un programa que está muy cerca de poder dar con la pieza clave que necesitamos para solucionar este galimatías.

Aquel técnico, que encontraba graciosa la coincidencia de su nombre con su actual trabajo, finalizó su exposición.

Tras sentarse Marc nadie más se levantó, los técnicos se quedaron allí conscientes de que ya estaba todo dicho y que no había que añadir una palabra. El hombrecillo gordo y sudoroso, volvió a ocupar el centro.

—Se levanta la sesión, antes de abandonar este lugar les invito a una cena de despedida.

Los presentes abandonan el pequeño edificio, solo queda dentro el grupo de ponentes, que tampoco esta vez tienen intención de mezclarse con los demás; afuera ya es de noche y una luna llena ilumina el cielo, también hay antorchas en el lugar que ocupan ahora los mandatarios, luces que no son intensas, ya que no se quiere llamar la atención sobre aquel lugar paradisíaco.

Algunos camareros pasean por el lugar con bandejas de comida, también se invita a participar a los pilotos de naves y aviones y las delegaciones se agrupan. Una música suave, nativa del lugar, embriaga el ambiente.

Pasado algún tiempo se inician las labores de preparación de los diversos medios de transporte de las personalidades, los asistentes comienzan a despedirse, alguno aprovecha para hacer negocios con otros Estados, más bien de tipo particular y todos ellos han tomado nota de la reunión.

Uno de los pilotos cae desvanecido a medio camino de su helicóptero, los que están más próximos se acercan y piden ayuda, acudiendo un invitado que alega ser médico.

—Esto parece una reacción alérgica o… el efecto de algún potente veneno, creo que ha llegado la hora de irnos de este lugar, ¡que alguien se haga cargo de este hombre!

El piloto tose casi sin fuerza en los pulmones y de su boca sale una saliva espumosa de color azul claro, ante lo cual se evidencia que la situación es en verdad peligrosa, los más cercanos a esta escena, con caras de terror se alejan corriendo, nadie quería quedarse allí ni un momento, ni pilotos, ni mandatarios, ni camareros, todos salen corriendo lo más rápido que pueden para abandonar el lugar donde se estaba sirviendo el almuerzo, pero uno tras otro, fruto del mismo veneno, van cayendo al suelo y retorciéndose sobre sí vomitan la terrible saliva azul.

Algunos logran llegar a sus respectivos medios de transporte y emprenden viaje; de seguido, los aviones que han despegado comienzan a caer al mar sobre los barcos anclados, y los que ya habían tomado rumbo de vuelta, huyendo de aquel atolón, ahora maldito, tampoco pueden evitar el mismo destino.

El hombrecillo gordo que había dirigido la reunión a esas alturas estaba en el lado contrario del atolón y se alejaba de aquel escenario atroz en una pequeña embarcación.

Mientras en el interior de la sala y alertados por el griterío proveniente de fuera, las cinco personas que no habían salido, se asoman para ver qué era lo que causaba el griterío de fuera, quedando atónitos con la escena que presencian.

Marc intenta ayudar a las personas más cercanas a ellos, pero con mano firme 090 se lo impide. Observan como hombres y mujeres caen al suelo soltando espumarajos azules, y aviones cayendo antes de haber casi despegado; un caos frenético, varios incendios iluminan el cielo y se oyen gritos de los que aún no les ha hecho efecto el veneno o lo que fuera que provocase la muerte y sufrían por las quemaduras o las lesiones de los accidentes, todo ello en un brevísimo espacio de tiempo, casi fugaz para los espectadores.

Silencio.

—Parece que todos han muerto —le dice 090 a Marc, que tiene los ojos muy abiertos por la sorpresa y la mano del otro todavía sujetándole.

—Tengo que reconocer que yo siempre dije que inteligencia y militar eran palabras antagónicas, pero con haber impedido que participáramos del ágape, nos has salvado la vida, 090.

La impresión se notaba en su rostro porque sus ojos estaban muy abiertos, aquellos ojos verdes que casi siempre estaban detrás de la pantalla de un ordenador, no terminaban de procesar lo que acababan de ver.

Desde el mismo momento en que empezó el viaje, 090 les dijo a los demás que solo comerían lo que preparase Ahmet en el trayecto hacia allí. Ahmet era el cocinero jefe de NAES y nadie entendía porque 090 había puesto tanto empeño en que los acompañara; ambos habían insistido en que no comieran ni bebieran nada sin que antes aquel hombre diera su visto bueno y, evidentemente, como él no había preparado nada de todo aquello, en ningún momento aprobó que su grupo probara bocado.

090 tira al suelo la máscara que había cubierto su cara y mira a los tres hombres, piensa en el cocinero turco que hacia el mejor kebab que había conocido y que ahora era lo que más le apetecía en el mundo, sonríe y se da media vuelta para observar otra vez el panorama que tienen ante sí.

Ahmet, que estaba más retrasado, cavilaba sobre los hechos ocurridos y sus consecuencias; entonces hizo una reflexión en voz alta.

—Todos han muerto, y por lo que parece, aquí ya no queda nadie; cuando se den cuenta que aún están todos en este lugar y no puedan comunicarse, porque no habrá respuesta alguna, vendrán a ver qué pasa, al encontrarse solo con nosotros pensarán que hemos tenido algo que ver en sus muertes.

Todos se quedan callados pensando en lo que ha dicho y en las posibles consecuencias. 090, muy serio, se gira hacia el turco y posando la mano sobre su hombro, dice:

—Ahmet, amigo, vendrán a buscarnos, dalo por seguro y efectivamente nosotros también deberíamos estar muertos como bien has señalado y no sabemos cómo se interpretará este escenario, aunque podríamos irnos de este lugar con alguna embarcación, creo que lo mejor es no tocar nada, no hacer nada y esperar a que vengan; diremos que no avisamos porque no queríamos que se nos acusase de modificar el escenario de esta masacre, que es del todo cierto y estoy seguro que de nada pueden acusarnos, ya que nada hemos hecho, aparte de nuestro trabajo.

Mientras 090 está hablando, Ablard, todavía en estado de shock, avanza hacia una mujer que estaba tirada cerca con la cara descompuesta y las manos abriendo su blusa en un intento fútil de poder coger aire, los ojos mirando al cielo desprovistos del brillo de la vida, hace intención de agacharse para observarla más de cerca.

—¡No los toques, Ablard! —dijo con un grito autoritario 090—. ¿No has escuchado lo que acabo de decir? ¿Quieres tener aún más problemas? Están todos muertos y quien haya hecho esto se ha asegurado que no sobreviva nadie. No sabemos qué coño les habrán metido en la comida, desde luego yo prefiero la mierda de cocina de Ahmet. —Le guiña un ojo para que entienda que no es un comentario peyorativo, la historia de estos dos venía de muy antiguo—. Y hablando de comida, yo tengo ganas de cenar y creo que va a ser una noche muy larga con los únicos cuatro hombres supervivientes vigilando nuestras espaldas.

Margot, la mujer que estaba en el grupo con ellos y que ya había discutido con 090 durante todo el viaje de ida, se sintió muy ofendida por excluirla deliberadamente; estaba justo detrás de 090 y le empujó; cuando se dio la vuelta para mirarla, ella le lanzó a la cara el velo que llevaba mientras se celebró la reunión. Se puso con los brazos en jarras, y muy enfadada le gritó:

—Yo también estoy aquí y soy tan capaz de guardar tus espaldas como tú las mías, ¡estoy hasta los ovarios de que me menosprecies! Tendré que darte alguna lección de lo que las mujeres podemos hacer.

Se encaró con él mirándose de frente, la mínima diferencia de altura entre ellos consiguió que sus palabras sonaran a amenaza creíble.

Tanto Ablard como Marc bajaron la cabeza avergonzados, cuando aquellos dos se enzarzaban ninguno se atrevía a mediar, eran dos fuerzas demasiado intensas y parecía que cualquiera podría salir mal si se atrevía a interferir.

—¿Cuántas personas se van a ocupar de cuidar de los demás, 090? ¿Cuántos componentes tiene nuestro equipo? —Sin moverse y aún cara a cara, esperó respuesta.

Ambos mantuvieron la mirada tensa durante un largo rato en el que 090 acaba comprobando que tiene todas las de perder en esta ocasión y cansado de esas disputas se pregunta: «¿Acaso esta mujer no comprende que los hombres somos mucho más capaces que ellas en todo lo que nos comparemos?».

Ninguno de los dos parpadea; al final termina por ceder y mira a los otros tres con los ojos desorbitados, se ven impelidos a dar un paso hacia atrás, saben que están presenciando una escena en la que él va a salir malparado y que ello le iba a dejar de muy mal humor.

—Somos un equipo de cuatro hombres y… —después de una breve pausa en la que se notaba que 090 no quería pronunciar las siguientes palabras, casi en un susurro y muy rápidamente, dice —: … y Margot.

El ambiente está tan cargado que podrían saltar chispas entre ellos, 090 sonríe de una manera peligrosa, sus ojos al afinarse parecen los de un niño pensando alguna maldad para hacer a su hermana pequeña, levanta las cejas varias veces muy rápido queriendo poner nerviosa a Margot que, aguantando la postura y la mirada, no se inmuta ante la provocación y cuando piensa que ya ha sido suficiente se da la vuelta y con voz tranquila dice:

—Nunca me ha gustado que me subestimen por ser mujer, por algo estoy aquí y sabes que soy la mejor en lo mío. —Esto último lo dijo levantando el dedo índice por encima del hombro para que viera el gesto, mientras sin que él lo viera sonreía de manera triunfal.

Ahmet, el turco, se echa a reír porque no está acostumbrado a que 090 pierda en un reto de miradas y eso que le había visto en ocasiones con tipos muy duros. En ese momento, 090 con la cara roja de la ira, se gira y descarga en él todo lo que no puede con Margot.

—¡Qué coño haces aquí! ¡Tengo tanta hambre que me comería un muerto! ¡Ve al lugar donde se guarda la comida y prepara algo de cenar! Se me ha abierto el apetito.

Se giró hacia las otras dos personas a las que podía gritar, pero no les dijo nada porque sabía que solo provocaría que se acabaran riendo de él y eso no lo soportaba.

Ahmet, sin darse por ofendido, se dirige de nuevo a la edificación de madera, esta vez entra por la puerta posterior que da a la cocina donde se había preparado el almuerzo. Él sabía cómo averiguar si la comida estaba en mal estado.

La cocina, por llamarlo así, era una habitación pequeña sin ninguna iluminación y tuvo que encender una linterna que llevaba siempre encima. Había una larga mesa metálica con ruedas y sobre su superficie había bandejas preparadas para ser servidas, en un rincón estaba una nevera que, aparte del inhibidor, era lo único alimentado con el generador de energía. Todavía quedaba comida envasada sin abrir y se dispuso a trabajar de forma metódica; sin dudar un segundo, Ahmet cogió un trapo que aún estaba en su envoltorio y lo empapó en lejía, el bote se encontraba debajo de la mesa metálica, primero lo olió para asegurarse que era lo que él pensaba y empezó a limpiar las superficies y se deshizo de todo lo que había sido manipulado.

Fuera del edificio, 090 da indicaciones como el militar del grupo y asume la toma decisiones.

—Es primordial mantenerse alejado de la edificación por si, quien ha envenenado a todos estos, tiene alguna otra sorpresa para asegurarse de que ha eliminado a todo el mundo.

Marc, sorprendido, señalando la dirección que había tomado Ahmet, y con los ojos muy abiertos, grita:

—¡Pero si acabas de enviar allí dentro a Ahmet para hacer la cena! ¿Nos estás tomando el pelo o quieres acabar con él?

090 se ríe con una gran carcajada.

—Amigo, todos somos héroes y el cementerio está lleno de nuestros camaradas.

Deciden realizar guardias para que nadie les pillase por sorpresa. El peor horario se lo asignó a Margot.

—¡Tú, Margot! Haces guardia de 00:00 a 01:00 y de 04:00 a 05:00.

Y así fue asignando el horario de guardias a los demás.

—Yo voy a estar sentado bajo aquel árbol, si ocurre cualquier cosa me avisáis. —Y mirando fijamente a Margot dice en alto—: Sí a alguna le da miedo o mieda quedarse sola, que se busque una pareja o que abrace a su osito.

Con ello se ganó una mirada de odio por parte de ella, aunque estaba satisfecha, ya que esa reacción se debía a que la batalla de antes la había ganado, igual que muchas de las que habían tenido desde que se conocieran en la NAES.

Mientras Ahmet, en la improvisada cocina, sacaba una cajita de su maleta que había ido a recoger del helicóptero que les había traído hasta aquel lugar, la abrió y sonrió cuando comprobó que su contenido se encontraba justo como él quería.

—¡Cuánto me alegro de veros bien, pequeños tesoros míos!, me preguntaba cómo os habría sentado el viaje en ese trasto.

Dentro correteaban un grupo de cucarachas negras, de esas que no saben trepar y cuando se caen a un vaso son incapaces de salir; a cualquier otra persona le daría asco o repelús ver a aquellos animales, pero para él eran sus amigas, casi como sus hijas, estas miraban hacia arriba al ver la luz, parecía que supieran quien era y le saludaran.

Metió la mano en el táper y sacó algunas, las depositó en la mesa en la que había colocado muestras de la comida que pretendía utilizar y se quedó esperando a ver qué comían y qué no; mientras esperaba, Ahmet tararea una canción de su tierra que parece que hipnotiza a los animales, las cucarachas pasaron al lado de todo lo que estaba sobre la mesa, pero solo probaron lo que no podía hacerles daño, por lo que desecha la comida que no han probado, así como las bandejas de comida a la que corresponden, acto seguido vuelve a meter las cucarachas en el táper y partiendo una naranja mete un gajo como premio a sus queridas amigas.

Ya sabía qué parte de comida podía utilizar.

Una vez preparada la cena, Ahmet se dirige con una gran bandeja plateada hacia donde están los demás, en ella lleva toda la comida que ha podido preparar y era bastante dado lo que había tenido que tirar.

Estaban reunidos junto a un pequeño fuego que habían situado bajo un árbol muy frondoso, tenían que esconder su presencia y esta era la mejor manera, pero sin renunciar al calor que ofrecía el fuego porque a aquellas horas había refrescado bastante.

—Parece que vosotros también habéis estado ocupados preparando un lugar agradable en el que pasar la noche.

Habían recogido de la sala de reunión algunos bancos y habían encendido un pequeño fuego, Ahmet sonrió y con un gesto servil enseñó el contenido de la bandeja a los demás.

—Compañeros: la cena está servida.

Mira a todos y observa la desconfianza en sus rostros, excepto 090, los demás no parecen interesados en comer, pero era evidente que tenían hambre; por su parte Ahmet sabía que con que tuvieran la comida un rato delante de ellos empezarían a comer todos, seguro que se les caía la baba al ver lo que había preparado.

—Por favor, amigos, estoy seguro de que lo que hay aquí está libre de veneno, yo tengo mis métodos —dijo recordando a sus pequeñas amigas.

Al acabar la cena nadie recoge los platos, se limitan a dejarlos apartados y permitir que bichos y animalillos se acerquen a comer los restos.

Esa noche montaron guardia los tres técnicos, mientras 090 y Ahmet estaban descansando, ya que, dormidos era mucho decir porque la situación no dejaba que ninguno pudiera conciliar el sueño.

Durante la noche oyeron varias veces que sobrevolaba la zona algún helicóptero; la primera vez Marc quiso salir del bosque y llamar la atención, pero le detuvo Margot diciéndole que aún era peligroso. Cada vez que venía un helicóptero, hacía pasadas muy bajas y con una potente linterna rastreaba la zona, alguien estaba comprobando cuál era la situación en tierra y seguramente informaba de lo que veía, pero durante la noche ninguno se posó.

Con los primeros rayos de sol de la mañana se pudo sentir un ruido lejano, un zumbido que según pasaban los minutos se fue haciendo más fuerte, y todos se pusieron alerta, observaron como el cielo se iba llenando de numerosos helicópteros que se acercaban a la isla a la vez y hasta casi tapar la poca luz matutina.

—Es hora de saber si quieren eliminarnos, ¡rápido!, que no nos vean aún.

Nadie era capaz de desobedecer a 090 cuando daba órdenes con tanta autoridad.

Se acercan ocultos entre el follaje a la zona donde han elegido para aterrizar, un espacio amplio y de tierra apisonada que no estaba lejos de donde se encontraban.

Cuando están lo suficientemente cerca, 090 se detiene y todos los demás se quedan detrás a la espera, saca de un bolsillo un par de bengalas que había birlado de algún avión de los que no habían levantado el vuelo y, dirigiéndose a Margot, señala el claro.

—Sal a la vista de todos esos helicópteros y enciende las bengalas, haz indicaciones para que te vean.

Margot otra vez se enfrenta a 090, se vuelve a hacer el silencio y las miradas tensas vuelven a sucederse como la noche anterior, entonces Ahmet interviene.

—Puedo ir yo a hacer esta misión, a un cocinero no le van a hacer nada.

—¡Cállate, turco! Igual da que vayas a hacerlo tú que una mujer, todos tenemos que ser héroes alguna vez y tú ayer ya lo fuiste.

Ahmet no entendió lo que significaba aquello, pero los otros dos hombres sí lo sabían y con la cabeza gacha de la vergüenza no eran capaces de decir nada al respecto.

—¡Escondámonos!

Con la mano indica a los demás que se tumben en el suelo y todos obedecen.

Margot, bengala en mano, se dirige hacia la zona abierta, antes de salir se gira haciendo una peineta a los cobardes de sus compañeros y dirigida especialmente a 090, tras ese gesto continúa caminando con paso firme hacia el claro y cuando se encuentra en un lugar bien visible acciona las bengalas llamando así la atención de los pasajeros de los helicópteros. Distinguió que cada uno tenía la bandera de un país, por lo que se relajó un poco pensando que no serían los responsables de la matanza, sino quienes iban a buscar respuestas.

Desde los helicópteros, los pilotos ven la luz que sostiene Margot e informan a sus mandos de lo que ven y piden permiso para aterrizar, pero es difícil coordinar que todos tomen tierra a la vez, convirtiéndose en un largo espacio de tiempo que a Margot la parece una eternidad, ningún país quiere que otro llegue antes y averigüen primero el porqué de la extraña situación.

Los asistentes a la reunión ya deberían haber dado señales de vida y por lo que pudieron averiguar de las pasadas nocturnas allí había pasado algo muy malo: aviones y helicópteros estrellados, algunos sobre las pequeñas embarcaciones, sin apenas alejarse del lugar, lo que no albergaba buenas noticias.

Y allí, valiente en medio de aquella ventolera debida al movimiento de las hélices, una mujer, bengala en mano y haciendo señas; desde el aire no se ve a nadie más y la tardanza en el aterrizaje tiene a todos muy nerviosos.

Marc, creyendo que la tardanza se debía a que iban a atacar a Margot, se levanta.

—¡La van a matar! Tenemos que ir a ayudarla.

Sale corriendo hacia su compañera, 090 y Ahmet se miran a los ojos pensando que si llegaba en ese momento a ser visto entonces sí corrían peligro sus vidas; Ahmet coge por el tobillo a Marc y este cae al suelo, intenta gritar a su compañera para que saliese corriendo del claro, pero en la caída se le corta la voz y solo emite un leve gemido, se gira mirando a Ahmet con gesto interrogativo.

—Si nos ven ahora aquí escondidos es cuando moriremos todos, solo podemos esperar y ocultarnos, ya habrá tiempo de explicar por qué estamos ocultos.

Ambos, tumbados, vuelven la vista al claro para ver qué pasa.

Entre tanto, las bengalas que había encendido Margot se han apagado; habrán pasado unos 15 a 25 minutos, de todos modos el día ilumina perfectamente el lugar, así que espera de pie mirando lo que hacen los de arriba y evitando mirar atrás, acababa de escuchar ruidos y no sabía a qué se debían, en ese momento se jugaban literalmente la vida.

Siguen pasando los minutos y Margot pasa de estar preocupada a irritada por lo que se pone a hacer gestos para animar a los helicópteros a tomar tierra.

Lo que ella no sabe es que se están produciendo montones de llamadas para coordinar el aterrizaje y quién se hará cargo de trasladarla a ella y cómo se hará un interrogatorio para saber más acerca de lo ocurrido; hay mucha tensión lejos de donde están.

Cuando llega la orden de aterrizar, los pilotos efectúan la maniobra y lentamente van ocupando el claro. No salió nadie de sus helicópteros hasta que todos ellos estuvieron en disposición, todos debían bajar a la vez y nadie estaba dispuesto a que otra delegación les acusara de no respetar las órdenes.

Comienzan a descender de los helicópteros y nadie parece hacer caso a Margot, que aburrida ya de todas aquellas precauciones, se ha sentado en el suelo.

Todos se dirigen primero en busca de sus hombres y al ir encontrando a todos muertos la estupefacción les abruma, algunos salen con cámaras grabándolo todo, tienen que llevar pruebas de lo que ha pasado y así poder investigar mejor los hechos.

En algún momento se generan discusiones por exceso de celo, quienes descubren que son sus delegaciones las que están estrelladas en medio del mar, realizan llamadas a sus países para que manden otros recursos para recuperar a sus hombres y los demás proceden a recoger a sus compatriotas fallecidos desconfiando de los demás.

Los rusos, una vez han hecho las fotografías del lugar donde se encuentra su diplomático, el cual se encontraba boca abajo e hinchado, lo voltean boca arriba y buscan entre sus bolsillos.

Lleva puesta una camisa de color blanco y guardado en el bolsillo izquierdo un papel escrito con su propia letra que ponía: ‘hay que retirar los fondos, es todo inútil’. Asimismo, la camisa estaba abotonada de una forma pactada previamente, era un mensaje en clave que los allí presentes debían transmitir, proceden a fotografiar cómo estaban los botones de la camisa y posteriormente lo llevan a su helicóptero.

Mientras todo esto sucedía, los otros cuatro supervivientes han sido encontrados y todos ellos, incluida Margot, están acusados de los homicidios, es la única explicación inicial a que sean los únicos que no han sufrido ese triste final.

Todos despegan a la vez y toman direcciones distintas, las únicas personas vivas de la isla son trasladadas en un mismo helicóptero con representantes de varios países para garantizar su seguridad y camino de un Tribunal Internacional que tendrá la misión de aclarar los hechos ocurridos en el atolón.

La toma de declaración

Una vez llevados al Tribunal Internacional, los cinco supervivientes del desastre son incomunicados durante 24 horas para posteriormente tomar declaración uno a uno. La sala de interrogatorios era pequeña, pintada de color blanco y gris, en ella había una mesa rectangular y en los lados más estrechos, dos sillas, la puerta estaba algo descolgada y chirriaba al abrir o cerrar, en una de las paredes había un espejo que, por supuesto, daba a otra sala y en ella, aunque debía ser secreto, estaban los comisarios del Tribunal Internacional Permanente para la Misión Internacional del Espacio Exterior (primer tribunal secreto en la historia); del techo solo colgaba una lámpara que daba una luz blanca y mortecina a la estancia y en una esquina por encima del espejo había una pequeña cámara para grabar los interrogatorios.

Cuando llevaron a Margot, la sala estaba vacía y tras hacer que esperase un buen rato, entró un hombre que tenía chepa y poco pelo, aunque el poco que le quedaba lo llevaba despeinado y demasiado largo, llevarlo así hacía que se notase más la calva que tenía en la parte superior de la cabeza, máxime cuando el pelo era de un color negro azabache; tenía gafas y los cristales eran muy gruesos, en la cara tenía algunas arrugas y en general era bastante feo, no parecía que fuera un hombre bajo, pero la chepa hacía que fuera difícil determinar su altura. Se quedó junto a la puerta y fue avanzando poco a poco, sin llegar a sentarse en ningún momento.

—Buenos días señorita, dígame su nombre y su cargo en la NAES.

El hombre no la miraba directamente sino desde el reflejo del espejo que había en la sala, las personas que escuchaban detrás serían las encargadas de supervisar todos los interrogatorios y llegar a una conclusión sobre lo sucedido.

—Mi nombre es Margot y soy técnico superior, encargada de la desencriptación y análisis de la onda de perturbación cíclica recibida por los radiotelescopios de la tierra en el espectro… Bueno, no sé si me sigue porque me pongo a hablar de aspectos técnicos o peor aún, no sé si debo contar más, ya que el proyecto es secreto y no sé con quién estoy hablando realmente.

—Explíqueme, por favor ¿cómo es que ustedes están vivos y los demás no?

Las gafas eran tan gruesas que hacían que sus ojos se vieran muy pequeños.

—¿Es que tal vez sabían que la comida estaba en mal estado?

En ese momento, aquel hombre chepudo se apoyó rápidamente sobre la mesa y se quedó mirando muy de cerca y con los ojos muy abiertos, aunque con lo pequeños que se veían tras aquellos cristales, no es que se vieran unos ojos como platos de grandes sino más bien como dos canicas pequeñas.

Margot se reclinó en la silla, poniéndola en equilibrio sobre las dos patas traseras.

—Lo primero que me gustaría saber es con quién estoy hablando, no puedo confiar en cualquiera, espero que lo comprenda, ¿puede identificarse de alguna manera? A mí nadie me ha comunicado ni dónde estoy, ni ante quién y es por eso mi desconfianza.

El hombre se giró hacia el cristal y esperó unos momentos.

Se abrió la puerta y entró por ella una mujer alta, rubia y con los ojos negros, era la misma que la contrató para aquel proyecto, no dijo nada, solo hizo un gesto con el pulgar para dar a entender que todo estaba correcto y le dio al hombre su identificación, este se la enseñó a Margot para volver a dársela a la mujer, que acto seguido salió de la sala.

—Pues verá, desde que salimos de la NAES hemos tenido buen cuidado de nuestra seguridad, entre otras cosas no hemos comido nada que no hubiera comprobado antes Ahmet, esa fue la razón de que un cocinero nos acompañara.

Margot era sincera, no mostró en ningún momento signos de nerviosismo.

—Él desconfía de todo lo que no cocine personalmente, nunca le he visto comer en un bar y tampoco ha probado nada de lo que a veces traemos los compañeros del laboratorio, le gusta que la gente coma lo que él prepara pero no come nada que no haya preparado, de hecho, de los dos días de viaje a la isla no nos dejó comer nada en ningún hotel, pedía permiso al gerente y nos preparaba cualquier cosa que fuéramos a tomar, por cierto, aunque algunos digan que solo sabe preparar kebabs, su verdadera especialidad son los dulces.

—¿Por qué fue usted quien dio señales de vida y no alguno de los otros o todos juntos?

—No sabíamos quién venía, si era amigo o no, imaginamos que una mujer resultaría la opción menos agresiva para darnos a conocer, para ello nos guiamos por los estereotipos, para algo tienen que servir ¿no? —Eso último fue acompañado de una sonrisa inocente.

El interrogatorio continúo con una narración de todo lo que pasó, qué fue lo que vieron y por qué tomaron las decisiones que tomaron; duró bastante tiempo.

A 090 le entrevista un militar de mayor rango jerárquico que él, un hombre demasiado joven con un corte de pelo a cepillo, tan bien afeitado que parecía que no tuviera barba, era alto e iba muy estirado, parecía que le habían puesto una tabla en la espalda, también se notaba a la legua que tenía poca experiencia.

—Le habla el coronel Daniël Dwan, soy el encargado de decidir si se le somete a un consejo de guerra, sabe que tiene el deber de colaborar ante este órgano y mantener en todo momento respeto a este instructor.

«Como se nota que es un enchufado, debe dejar claro que le debo respeto por tener un rango superior, un mando que se gana el cargo poco a poco no tiene que remarcar el deber a respetar a un superior, lo da por ganado»,pensó 090 irritado.

—Diga su nombre auténtico, ¡no puede ocultar su identidad! ¡Necesitamos saber que usted no es ningún impostor!

El mismo hombre que había hablado con Margot ahora estaba muy tenso, permanecía tras el cristal de la sala de interrogatorios y sabía que el hombre al que interrogaba aquel novato no se iba a amedrentar y mucho menos por un niño, también sabía que no daría su auténtico nombre, sino otro en clave, aquel señalado para casos de emergencia como aquel.

—Mi nombre es…

Sabía que tendría que dar el nombre pactado para casos como aquel, pero lo que no imaginaba era que fueran a mandar a un pimpollo, se lo iba a comer con patatas y sus superiores lo sabían.

«¿Qué habrá hecho mal este chaval para que le hagan pasar por este mal rato? Eso sí, yo me voy a divertir de lo lindo». Y en voz alta dijo el nombre pactado.

—Misha Popov.

—Bien, ahora dígame cómo sucedió todo y cuál es su conclusión, ya sabe que informaré puntualmente a nuestros superiores.

—Mi misión es garantizar que no existan filtraciones y la seguridad de los integrantes de la misión a la que estoy asignado también, que todas las naciones dispongan de la misma información al mismo tiempo, el único que tiene el informe previo soy yo mismo. —Señalando su cabeza cuando dice esto, para que quede claro que no deja nada escrito—. Fui enviado, junto con los otros supervivientes, para dar a conocer los avances que los técnicos han conseguido descubrir durante todos estos años a los representantes de los países, esos que ahora están muertos.

El militar corta la conversación y le grita:

—¡Déjese de rodeos y no me haga perder el tiempo! Necesito información detallada de cómo se han producido las muertes de todos los mandatarios.

Mientras lo dijo golpeó la mesa con fuerza, 090 se mantuvo en silencio, miró fijamente hacia su superior sin decir nada y con una sonrisa en los labios.

«Madre mía, va a ser súper divertido… ese golpecito en la mesa mientras se dirigía a mí… ¿lo habrá aprendido en algún curso de técnicas de información o en la academia de formación de mandos sobre resolución de conflictos? Porque es muy típico y muy penoso también, lo que es educación me parece que no tiene. Todavía no he escuchado un simple “Por favor”, vamos, para empezar ni siquiera un “Buenos días”».

La tardanza en contestar irritó bastante al joven militar por lo que, con más énfasis del debido, continúo hablando.

—Le recuerdo que seguramente le retiren de su actual destino y que sea degradado de su rango, así que va a saber usted lo que es subordinación y mando, sobre todo al perder los méritos que tenga acumulados.

Se tuvo que limpiar la cara porque se le había salido algo de saliva al hablar con tanta energía, sabía que estaba perdiendo los nervios, pero no podía aguantar la soberbia de aquel hombre.

090 se miraba el dedo pulgar que tenía un padrastro, decidiendo que tenía que cortarlo cuando le dieran unas tijeras, dejó que pasara un poco de tiempo hasta que por fin tomó la palabra.

—Creo que las divisas de sus hombros y los distintivos que lleva en la parte izquierda de su chaqueta le impiden utilizar un poco de educación.

Le miraba a los ojos y el coronel empezaba a entender que no iba a resultar nada fácil.

«Cálmate, sabes que este hombre tiene mucha experiencia, debes retomar el control»,pensó el instructor y mirando el papel donde tenía que tomar notas, volvió a repetir, esta vez con calma.

—Necesito conocer cómo se han producido las muertes de los mandatarios, tiene el deber de guardar riguroso secreto de todo lo ocurrido, pero esto es una investigación interna y debe colaborar, usted es militar, está entrenado, seguro que algo vio y olió que le llamase la atención.

090 ahora sí que comenzó a responderle, pero no de la forma que esperaba el joven coronel.

—Ahora que me dice lo que vi y lo que olí, le voy a decir lo que huelo ahora mismo: usted lleva puesta una colonia cara, llevamos un rato hablando y le estoy poniendo nervioso y conserva su aroma, no es de las colonias baratas que dejan de oler al poco tiempo sobre todo cuando a uno lo ponen nervioso, esas que yo no suelo usar porque no me da el sueldo para esos caprichos; también veo un chico joven que utiliza cremas para tener la cara como el culo de una mujer, que ha promocionado muy alto y muy rápido, que lleva el uniforme planchado, limpio y nuevo.

»¿Cuánto hace que no se va de maniobras? Gente como usted es la que sobra en los empleos públicos y por esto tenemos un ejército inoperativo, lleno de burócratas y funcionarios, seguro que es hijo de alguien bien situado o conoce a algún político que le va colocando en puestos de confianza y así va acumulando méritos y solamente por vivir próximo a la jefatura ya tiene medallas y reconocimientos que hacen que un niño de papá considere que tiene autoridad sobre un militar de carrera, como el de los pulgares para adentro.

Se señala muy orgulloso con ambas manos, se levantó aproximándose a la cara del otro hombre y al situarse tan cerca queda claro que 090 es más alto, más fuerte y más curtido por el tiempo y las experiencias.

—Seguro que todos los días, coronel, toma café con todos esos funcionarios, ¿sabe por qué estamos vivos los técnicos y yo? Se lo voy a decir sin que me lo pida por favor: Porque no he dejado que tomaran nada y que no se mezclaran con ningún otro asistente, porque le aseguro, niño vestido de primera comunión, que si están vivos mis compañeros de la NAES es porque un militar de los que no le gusta ponerse la gorra en la cabeza, toma sus precauciones y mi misión era cuidar de esas personas.

»Esta es la diferencia entre un militar de verdad y uno que viste un uniforme para ligar con administrativas y camareras y tomar café con civiles. Si hubieran viajado con usted, estaría tan muerto como los demás y también el equipo a quien debía proteger.