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«Nelly» es una novela de Eduardo Ladislao Holmberg que reúne varias historias de misterio y extraños fenómenos. Cinco amigos se reúnen en la estancia de uno de ellos para pasar unos días de descanso. Tras algunas partidas de caza, el tiempo se pone malo, la tormenta los congrega en torno del fuego y la conversación se orienta hacia las experiencias extrañas que a cada uno le ha tocado vivir.
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Seitenzahl: 113
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Eduardo Ladislao Holmberg
Folletín de “La Prensa” de Enero 27 de 1896.
Saga
Nelly
Copyright © 1896, 2022 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726681048
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
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NOVELA ESCRITA POR EL DR. EDUARDO L. HOLMBERG.
(folletín de “la prensa”).
Mañana tendremos la satisfaccion de ofrecer á nuestros lectores el primer número de la novela del Doctor Eduardo L. Holmberg, uno de los más originales escritores de nuestra historia literaria, muchas veces enriquecida con obras suyas, en las que el propósito trascendental se ha unido siempre á la forma agradable, ligera, encantadora, que es patrimonio del autor, y en la cual se advierte una vigorosa fusion de la noble raza de orígen con la riquísima naturaleza de nuestra salvaje América.
Holmberg no es de aquellos que deban ser presentados con ceremonia, como uno de esos nobles aparecidos de la noche á la mañana en la sociedad democrática, ó como genio ignorado, autor de maravillas inéditas: sus pergaminos literarios están suscritos por las más autorizadas firmas, y ni se encierran en herméticos tarros de lata, para salvarse de la descolorante accion del aire, cual si dijéramos, de la destructora influencia del análisis.
No tal; este escritor es de los que ponen sus títulos de nobleza y sus placas honoríficas á la disposicion del pueblo, seno fecundo de donde salimos todos y á donde todos volvemos al fin, por más arriba que nos lleve á veces el remolino de la casualidad ó de nuestra inconsciente fortuna. Tampoco hace comedia ni papel para aumentar en importancia social sus méritos positivos, como los quilates de fino que tiene una pieza de oro, que siempre de oro ha de ser donde quiera que se encuentre. El vale porque vale; y descuidado, mal vestido, franco, irreverente, supersticioso, sábio é infantil, en cualquiera balanza que se le ponga pesa lo mismo.
Pero terminemos estos prolegómenos, y digamos que Nelly es una de esas creaciones propias de Holmberg, con mucho mas espíritu novelesco que de ordinario acostumbra, llena de un interés vivísimo que se apodera del lector desde los primeros pasajes para llevarlo de emocion en emocion hasta el último, al cual el lector llega deslumbrado, enceguecido por la riqueza del elemento imaginativo, la variedad de los tipos y los cuadros, movidos muchas veces por magia diabólica, aprendida en los misterios de Walpurgis, y por la pericia con que el autor, hombre de toda ciencia, ha sabido aprovechar los recursos artísticos de las novísimas ciencias psico-físicas, que en los nebulosos tiempos de Raimundo Lulio habrían hecho creer en la presencia substancial de Lucifer.
Narracion intensamente atractiva es esta, en la cual, gracias á la manera cómo han sido combinados los lugares de la accion, nos encontramos, ya en plena Europa, ya en plena Pampa argentina, y si se quiere, en pleno ideal, siguiendo la peregrinacion de un jóven, sediento de conocer un secreto de ultratumba, secreto de mujer que sólo allí será revelado, cuando estén de nuevo reunidos en el último lecho nupcial....
«Te lo diré al oido»,— que pudiera ser el título de la novela,—«te lo diré al oido», fueron las últimas palabras de la dulce, amorosa y pálida Nelly, aquella almita ténue, pero cálida y vibrante, que tenía la virtud de los verdaderos amores, la de adivinar lo que su amado sentía lejos de ella, y más aún, de sentir ella misma á distancia, y en espíritu y en verdad, los efectos reflejos de las pasiones que á su adorado amigo asaltaban en pueblos y climas remotos.
Nelly — ¡ah, la dulce y melancólica criatura, hija de las nieblas septentrionales!—se queda para siempre en la memoria, en ese firmamento infinito de la fantasía, semejante á una vision soñada en sueño venturoso, alta, envuelta en túnica blanca como las espumas de una ola, la ola de pasion casi mística que la arrebata, y la lleva al sepulcro, y le da, todavía, más alta existencia real en la vida de su esposo, de ese misterioso Edwin, inglés perfecto, aristocrático, casi azul de puro noble, pero ligado á la vida por su naturaleza, y á la muerte por su destino y por aquel secreto de Nelly que sólo «te lo diré al oido....»
Seguir mas allá sería develar los encantos que sólo al lector pertenecen: á él le dejamos esa agradable tarea, seguros de que, al empezar la lectura de Nelly, apenas podrá perdonarnos el que no se la demos toda de una vez, para leérsela de un respiro El interés novelesco que despierta, las profundas emociones que procura, y los goces intelectuales que encierra para los que tal prefieren en los libros, son cosas que no debemos anticipar, porque son la sorpresa del obsequio.
Entretanto, y pasando por sobre algunas reglas de modestia, pues se trata de la obra de un querido colaborador de La Prensa, el autor de Nelly reciba nuestras más sinceras felicitaciones por este que será, sin duda, uno de sus mejores triunfos literarios, aunque en él se vea que ha querido más bien hacer una narracion interesante y novedosa, que una obra de intensa y atildada literatura.
Al público, el juicio definitivo.
J. V. G.
Buenos Aires, Enero 26 de 1896.
Sr. Profesor Baldmar F. Dobranich.
Distinguido amigo:
Cierta noche de Abril de 1895 leíamos en la casita rosada del Jardín Zoológico los manuscritos de La bolsa de huesos. La luz de la luna llena inundaba el ambiente agitado de rato en rato por los bramidos de los leones y leopardos enjaulados; y este conjunto, unido á la placidez de la noche de Otoño, á lo semitétrico de la lectura y de la luz artificial que alumbraba los manuscritos, produjo en usted, y un poco en mí, una sensacion extraña que suele experimentarse en los viajes, y á las mismas horas, al escuchar en los mares el chasquido de los rizos en las velas, ó en los bosques el rumor de los árboles—un soplo de misterio que bien podría llamarse aura poética ó de inspiracion, generatriz inmediata ó lejana de ciertas creaciones, en las cuales, por más que disfracemos las formas, queda siempre flotando nuestro propio sentimiento.
¡Qué grande facultad es la atencion!
Para ella todo es sujestivo, y cuanto más creemos emanciparnos de su influencia, cuanto mayor es el esfuerzo que desarrollamos para sustraernos, en las operaciones de la imaginacion, á los encadenamientos de ideas que ella provoca en una fantasía bien desenvuelta, tanto mayor es su actividad avasalladora; y así, cuando hay dos inteligencias que guardan entre sí cierta armonía, no es difícil que haya tambien analogía en la filiacion de aquellas ideas, por más que las inclinaciones de la instruccion y del carácter hayan sido aparentemente diversas.
Así podemos explicarnos que, despues de aquella lectura, regresáramos á su casa ocupándonos de temas que no tenian vinculacion aparente con aquella, pero que, en verdad, hoy podemos considerar como irradiaciones desprendidas de La bolsa de huesos. Conversámos de viajes, de paisajes, de lenguas orientales, de fakires, de serpientes, de música, de política universal, y un poco de Islandia, de California, de Australia y de la Tierra del Fuego—y, cuando llegamos á su casa, sin decir una palabra, tomó un cuaderno, lo abrió sobre el atril del piano y consagró sus impresiones de conjunto interpretando, como usted sabe hacerlo, esa sublime explosion de amor á la Naturaleza, esa nota grandiosa de un alma llena de profundidades de misticismo panteísta, la Sinfonía pastoral de Beethoven... y no tocó más.
Las impresiones que usted había experimentado en el Jardin, y que yo casi no advierto ahora por la fuerza de la costumbre, se sintetizaron quizá para usted al ejecutar aquella obra del exímio maestro, y así, lo que para su espíritu completaba una efeméride mental, para el mio era una nueva fuente de insinuaciones que debian dispersarse en mi propio panorama interno. El canto del Ruiseñor en la Sinfonía no me había impresionado más que los de los pastores, las danzas y el rumor de la lluvia y de los arroyos.
No sé por qué; pero mi síntesis, mi desahogo, mi efeméride mental, pedía el canto del Chingolo, y con esa impresion me despedí. He oído cantar á la Patti y tambien á la Calandria, á aquella en los esplendores del teatro y á ésta entre las sombras de la selva, y para las dos cantatrices tengo el aplauso que les dedican el entusiasmo y la educacion universal; pero cuando, emocionado de alguna manera, se desenvuelve en mí el sentimiento de la patria con todas las proyecciones al pasado y al porvenir, niña gloriosa que nace coronada de laureles entre los pliegues de azul y blanco, y mañana matrona soberana que tenderá esos mismos colores sobre la multitud de millones de hombres amantes del derecho, de la justicia, de la libertad y de la santa paz del trabajo; cuando escucho todos esos rumores de la vida y de la civilizacion, confundidos en una gran sinfonía intraducible, oigo aquel canto que me parece un símbolo, «melodía nocturna, como una evocacion al porvenir y una promesa de bendicion».
No usted, pero alguien sí, preguntará cómo la contemplacion de una espléndida noche de Otoño en Buenos Ayres, y el bramido de leones enjaulados, podían vincularse con la Sinfonía pastoral de Beethoven. Pues ahí está una de las maravillas de la trama cerebral.
De la misma manera podría preguntarse por qué motivo, en aquella misma noche, y al regresar á mi casa, me senté á escribir, y escribí hasta la mañana siguiente, las páginas que, reunidas despues de otras sesiones de pendolismo, se agrupan en un todo que lleva el nombre de Nelly.
De esto hemos platicado más de una vez, y no hay para qué insistir.
Pero, lo que he reservado para este momento, y se lo he reservado como una sorpresa amistosa, que usted aceptará sin duda, es que mi obra, tal como es, se la dedico, más que como un acto de cortesía, como expresion de aquel conjunto de circumstancias á que aludí al comenzar.
Cierto dia, el Dr. Adolfo Dávila, que conocía su existencia, se empeñó en publicarla como folletin de La Prensa, y el 26 de Enero de este año, el Dr. Joaquin V. Gonzalez, de la redaccion del mismo diario, la anunció á sus lectores por medio de un artículo que incluyo en este librito (y que apénas ha retocado su autor despues de autorizar la publicacion aquí), porque es tambien uno de los pergaminos de que él habla, y lo hago con cierta vanidad infantil que debe parecerse mucho á la de llevar en el pecho condecoraciones y medallas. Si alguien me acusa de inmodesto al estamparlo como prólogo, recuerde ó sepa que el éxito de Nelly se debió, más que á su propio mérito, á esos párrafos elegantes y entusiastas de Joaquin Gonzalez, y si ésto no le parece un motivo, dígaseme ¿ganaron bien las cruces todos los que las llevan? y en último caso ¿por qué no he de recordar á nuestro compatriota el Coronel Rojas, cuando, al penetrar en un salon en que se hallaba Bolivar, dijo éste al verle hacer un saludo seco: «¡Porteño para no ser altanero!» y dando frente al Dictador el guerrero Argentino, se desprendió el capote militar y mostrando sobre el pecho los premios de cien combates, contestó: «¡Mi trabajo me cuesta!»?
Sea lo que fuere, jamás he recibido felicitaciones más expresivas, más sinceras y más altas que las que ha motivado Nelly — ni tampoco he escrito páginas más discutidas en el sentido de determinar si es una obra sentimental ó humorística.
Y yo ¿qué sé de esas cosas?
La única escuela literaria que puedo obedecer es la de la espontaneidad de mi imaginacion; mi única escuela científica es la de la verdad.
Nelly flotaba.
Cierto día, en 1893, la voluntad dijo: «escribe! y escribe como los demás; es necesario someterse á los preceptos!» y dí comienzo á La casa endiablada; pero los preceptos la hicieron dormir un año despues del 2° capítulo, hasta que la espontaneidad triunfó y la terminé.
Pero quedó algo, y á principios de 1895 escribí La bolsa de huesos.
Pero tambien quedó algo.
Nelly flotaba.
Cómo se tradujo, cómo apareció y por qué causa determinante, usted lo sabe ahora.
Una observacion, para terminar.
Nada más grato que la crítica.
Entre las numerosas personas que me han hablado de Nelly, algunas me han dicho que es corta, que el final se precipita.
No comprendo esto.