Carlos Roberto Darwin - Eduardo Ladislao Holmberg - E-Book

Carlos Roberto Darwin E-Book

Eduardo Ladislao Holmberg

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Beschreibung

Esta obra contiene el discurso que Eduardo Ladislao Holmberg leyó con motivo de la muerte de Darwin en el Teatro Nacional de Buenos Aires, el día 19 de mayo de 1882, en presencia de tres mil personas, reunidas por la invitación del Círculo Médico Argentino. Esta es, además, una reflexión sobre la ciencia y sobre el lugar que tiene en la sociedad: «Exponer una doctrina científica no es atacar a nadie en sus creencias, porque ciencia y religión significan una dualidad perfecta y aislada».

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Seitenzahl: 201

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Eduardo Ladislao Holmberg

Carlos Roberto Darwin

 

Saga

Carlos Roberto Darwin

 

Copyright © 1882, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726681000

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

OTRAS DOS PALABRAS

Las dos primeras las escribí hace ocho años: Dos partidos en lucha.

Se dijo que era un libro político y me callé la boca.

Á los veintidos años, es preciso callarse.

Á los treinta, es preciso decir otras dos palabras.

Este discurso, leido, con motivo de la muerte de Darwin, en el Teatro Nacional de Buenos Aires, el dia 19 de Mayo de 1882, en presencia de tres mil personas, reunidas por la invitacion del Círculo Médico Argentino, las contiene.

Ya no me han dicho que es un trabajo político.

Pero me han dicho que me saqué los guantes al comenzar la lectura y tambien he callado.

Cuando á los treinta años no sabe uno leer en público con los guantes puestos, debe callarse la boca.

Me han dicho tambien que mi discurso es intolerante. Lo he revisado bien antes de hacerlo imprimir y no le he hallado intolerancia alguna.

La tolerancia es un sentimiento y aquí se trata de una cuestion científica. La educacion, que es la tolerancia en actividad, me impedirá siempre decirle á un indivíduo: «Vd. no sabe!» porque la educacion me enseña á decirle: «como Vd. sabe.»

Los nombres de personas, á semejanza de las nubes en el aire, se desvanecen en la doctrina.

Las doctrinas pueden cambiar.

Pero la majestad del Universo es inmutable.

E. L. H.

_________

CARLOS ROBERTO DARWIN

Señoras! Caballeros!

 

Esta solemnidad no es sólo el tributo que una nacion civilizada rinde á la memoria de un sábio eminente.

Es una pompa de la libertad Argentina.

Y nó os alarmeis los que abrigais sentimientos religiosos.

Exponer una doctrina científica, no es atacar á nadie en sus creencias, porque ciencia y religion significan una dualidad perfecta y aislada.

¿Por qué no ha de tener el pueblo religion, si ella basta para consolarle en sus penas; si ella le dá esperanzas, á falta de ciencia y fortaleza?

Pero sostener que la religion y la ciencia puedan marchar unidas ....jamás! No se comprende una religion científica, ni ménos una ciencia religiosa.

Y sin embargo, un sentimiento cristiano nos reune aquí: el profundo sentimiento de la tolerancia.

Ella ha dictado estas páginas, y la libertad sirvió de antorcha.

Y no creais que esa libertad es un fantasma. La nacion que hoy puede tributar publicamente este homenage á Darwin es una nacion libre. En los pueblos esclavos no se conoce el nombre de Darwin.

El dia en que las doctrinas de. Darwin se enseñen en las escuelas rusas, los emperadores habrán garantido su cuerpo de las bombas del nihilismo.

¡Sólo un demente puede hacer fuego sobre la reina de Inglaterra! . . . . .

¡Sólo un loco puede herir á Garfield!

Seamos tolerantes y seremos hermanos en la Tierra!

La vida es un soplo y sólo la Eternidad y el Infinito son estables.

DARWIN

El hombre no puede salir de la Naturaleza ni con el pensamiento.

Baron de Holbach

I

Cuando se compara, señores, el estado actual de nuestros conocimientos con el que constituía el tesoro de los siglos pasados, es imposible no experimentar un sentimiento de profundo respeto por los infatigables observadores que, hebra por hebra, han tejido la inmensa red en que, fatalmente, como en el célebre Laberinto de Creta, se pierde toda inteligencia, por poderosa y brillante que sea 1 .

Adquirir una nocion general de esos conocimientos, tomar, refundir con las propias ideas las leyes generales que otros formularon, los grandes cuadros, la esencia hasta cierta punto de la universalidad del saber humano, de todas sus adquisiones. . .. . . hé aquí una dificultad cuya resolucion no es improbable 2 . Basta sólo que cada ciencia sea susceptible de condensarse en una série de proposiciones fundamentales, que constituya un conjunto accesible de sus diversas partes expresándose por sus principales elementos, y ella con las otras podrán asimilarse facilmente, agruparse en un todo armónico é imprimirse, bajo esa forma, en muchos cerebros bien dotados que, preparados así, con ese fundamento, podran alcanzar la significacion é importancia de las nuevas verdades que diariamente revelan el mundo físico y el mundo inmaterial 3 .

Pero conocer todos los componentes de cada una, sumergirse en el indefinible archipiélago de conocimientos sucesivamente adquiridos por la labor sin tregua, ser especialista de todas las especialidades, sentirse penetrado por los rayos de cada una de esas verdades mínimas, si así pueden llamarse, identificarse en cierto modo con cada especialidad, llevarla de frente, alcanzar su valor íntimo, envolverse en una aureola de reconocida competencia y superioridad individual, es imposible en el estado actual de la inteligencia y de la vida del hombre 4 .

No hay cavidad suficiente en cada cráneo para encerrar todas las células que han de guardar esas riquezas 5 , ni para vibrar con la misma intensidad con que vibran todos los cerebros ilustrados y que alcanzan aisladamente, en la universalidad ó conjunto de la ciencia, la expresion mas acabada de un saber especial 6 .

Dificilmente puede olvidarse aquí los grandes nombres de Leibnitz y de Humboldt — el primero, de quien se dijo que llevaba todas las ciencias de frente, que marchaba á la vanguardia del saber de su época, y el segundo, de quien nó se dijo, pero que fué realmente el centro hácia el cual convergieron los más brillantes destellos del saber humano, durante la primera mitad del siglo en que vivimos, como para devolverle la luz que, á semejanza de una estrella, esparcía en torno de su persona y de su nombre 7 .

Hoy conocemos ya los secretos de esa universalidad del saber de Humboldt, de ese enriquecimiento diario con que doraba su mágico cerebro — de esa omnisciencia en las especialidades—porque usaba otros cerebros que destilaban el rico extracto de los libros nuevos. Alguien ha echado cenizas en el suelo circumyacente del ídolo—y las huellas de un pueblo que se alimentaba á expensas de la credulidad de otro pueblo se han manifestado á los Nabucodonosores de nuestra época 8 . Cierto es que el encanto se ha disipado, que la mágia se ha desvanecido, que el artificio se ha revelado, mas nó por eso se ha perdido el lustre adamantino que destellaba en el gran núcleo, en el génio poderoso de Humboldt. Y al fin ¿qué importaba? si sólo era oropel para conservar un prestijio personal sobre cierto núcleo en el que, en gran parte, no dominaba sinó el sentimiento, sublime facultad que para nada necesita de los números 9 !

¡Cuántas veces, así, no habremos quedado repentinamente sorprendidos con la aparicion de una entidad desconocida, que dejaba destellar de cuando en cuando los fulgores de su saber profundo, adquirido pocas horas antes en la última lectura de un pésimo diccionario enciclopédico, y que, iluminando á un auditorio poco preparado, no le dejaba mas que la impresion de su ciencia fugaz, sin fundamento para elevarle á la categoría de un verdadero sábio, ya que solamente era hábil para representarlo 10 ! Ciencia de oropel, fantasma de sabiduría, capaz de subyugar á cierto número de entendimientos bien dispuestos para entusiasmarse, pero completamente inhábil para remontarse á esas regiones de la concepcion creadora, á que el pensamiento puede tender su vuelo y conservarlo sereno y majestuoso, como el Cóndor sobre los valles americanos 11 !

Si Humboldt no hubiera sido una de las figuras científicas de que más pueden enorgullecerse todos los siglos, su artificio le habría derrumbado: pero su ciencia y su gloria eran tan grandes, que las modernas revelaciones no han podido conmover una molécula del pedestal en que se asienta el coloso.

Dejemos tranquilo á Leibnitz, pero no olvidemos el ejemplo y supongamos, sin violencia alguna, ya que sus obras son el único fundamento con que podemos juzgarle, que no llenaba las condiciones necesarias para ser un especialista de todas las ramas del saber humano.

¿Para qué hundirnos en los tiempos tenebrosos de la historia? Moisés, el gran legislador 12 , ha sido sometido hoy á la crítica de los indianistas, que llegan hasta considerarle como un plagiario de las las tradiciones de la India, cuando no discuten su existencia misma. Aristóteles, el padre de las ciencias naturales, sólo pudo desenvolver su génio en horizontes limitados 13 . Plinio ha sido un recopilador, más de una vez sin criterio— y los filosófos de todos los tiempos que no han basado sus doctrinas en principios fundamentales, representan solamente los albores del pensamiento, que pugnan en el horizonte por aparecer como una ciencia.

El gérmen de positivismo que brilla ya en Aristóteles, paraliza gradualmente sus evoluciones, hasta aletargarse por completo durante la Edad Média, esa tiniebla del espíritu humano que, segun la idea de Haeckel, encadena todavía á la civilizacion moderna, no obstante sus progresos.

Despues de varios siglos de barbarie, surge el Renacimiento, como esas flores del Norte que rompen el sudario de nieve para respirar el aire tíbio de una Primavera incipiente. La Europa cansada de sus luchas estériles, fatigada de sus crímenes literarios, hastiada de vomitar Omares que no quemaban bibliotecas, pero que raspaban pergaminos gloriosos para escribir necedades 14 , siente una brisa salvadora, en cuyas ondas se agitaba el pensamiento moderno.

Las naves de naciones poderosas trazaron entónces nuevas estelas en los mares abandonados desde hacía siglos; mundos olvidados ó desconocidos cayeron como ofrendas al pié de los tronos y al enriquecerse los magnates con esos ópimos despojos, que excitaban la realizacion de múltiples empresas, abríanse nuevos derroteros para el pensamiento humano, condenado á evolucionar lentamente por un largo periodo, si una voz profética no se hubiese levantado para señalar la verdadera senda: la de Bacon, iniciando el método. Cual nuevo Deucalion, arrojó la piedra que había de regenerar al mundo intelectual y acumulándose nuevas montañas sobre montañas de observaciones y de experimentos, mundos de abnegacion, de sacrificio y de humildad desconocida, de ardientes anhelos en busca de la expresion tangible de la verdad, iluminaron al siglo XIX lo suficiente para permitirle penetrar en el santuario en que la Naturaleza, callada y misteriosa, ocultaba los íntimos secretos de sus operaciones fortuitas de permutacion.

Habíase buscado la relacion que existía entre tan innumerables cuerpos; las necesidades prácticas exigieron el órden en el acúmulo de hechos y de cosas y los taxónomos aparecieron en el escenario científico para distribuir regularmente, con sus clasificaciones especiales, siquiera fuese una parte mínima de las riquezas acumuladas en tan diversas partes del globo 15 .

Tournefort presenta su método botánico. Fundado en una base falsa, por cuanto señalaba como primer elemento de division la naturaleza herbácea, frutescente y arbórea de las plantas, daba en realidad un sistema, ya que los miembros de una misma familia habian de separarse por la subordinacion equívoca de los grupos 16 .

Magnol vislumbra las familias naturales, pero parece enceguecerse en presencia del enorme trabajo y se detiene despues de lanzar al porvenir su brillante concepcion.

Numerosos botánicos de diversas naciones procuran resolver el problema; mas eran tantas las dificultades que por todas partes surgian, que sus obras se extinguian ante el torrente de nuevas adquisiciones.

Aparece entónces como uno de esos mensageros de las revoluciones de la inteligencia humana, el Aristóteles del Norte, el gran Linneo, cuya actividad vertiginosa, homérica poesía, sagacidad profunda y observacion genial debian imprimir tan singular impulso á aquel vértigo de curiosidad, tan fecunda y tan ardiente 17 .

Dócil al númen interior que le inspiraba, lucha sin tregua por interpretar la Naturaleza en conjunto. Su clasificacion zoológica repite en cierto modo la de Aristóteles, y mientras en ella reune los seres en grupos bastante naturales, en familias, sólo presenta en cambio al mundo científico en espectativa el más artificial de los sistemas botánicos.

Pero este sistema satisfacía las exigencias de las pléyades de sistemáticos, por lo mismo que las plantas todas ocupaban provisoriamente un lugar definido, aunque violentando, más de una vez, casi siempre, la expresion natural que Magnol había descubierto y que él fué impotente para interpretar.

Estaba reservado al más humilde de los sabios el descubrimiento y solucion de tan atacado problema—Bernard De Jussieu, el demostrador del Jardin del Rey, traza en el Trianon, con plantas vivas, los grupos naturales que Linneo no había podido formular y que Antoine Laurent De Jussieu debía mas tarde presentar al mundo científico en su Monografía de las Ranunculáceas y mas tarde en su Genera plantarum18.

Desde entónces hasta ahora, las modificaciones han sido leves, y, por no citar las de Lindley y de otros, recordaremos la de De Candolle que, en conjunto, sólo invertía el órden de los factores fundamentales, cambiándoles los nombres.

_________

El Código botánico quedaba escrito.

La subordinacion de los caracteres, esa piedra angular de todas las clasificaciones, estaba asentada, y las relaciones y parentesco de unos seres con otros se destacaban como base de todos los trabajos ulteriores.

Seducidos por esta conquista, los sistemáticos se multiplican. Jorge Cuvier 19 escudriña, analiza, diseca, examina la organizacion interna de los animales, perfecciona los grupos de Linneo, y funda la Anatomía Comparada, que éste no había conocido y que Buffon había ignorado, y á cuya voz poderosa debía renacer un mundo perdido en los abismos del tiempo y sepultado en las entrañas de la tierra, como esperando el génio que la evocara de su letargo secular.

Definidos los grupos con precision, encerrados en límites infranqueables, la tarea se define tambien — los especialistas se amurallan en sus especialidades, penetran los secretos resortes de todos los organismos y acumulan descripcion sobre descripcion, para levantar esa pirámide científica, cuyos componentes todos no puede alcanzar á comprender aisladamente inteligencia alguna.

En medio de tanta observacion, de tanto hecho acumulado, de tanta paciencia y tranquilidad aparente, se incubaba cierto gérmen misterioso, que el substratum de la supersticion impedía desarrollar.

Pero el gérmen estaba vivo.

Así se lo decian los que habian leido y sobre todo entendido á Aristóteles.

Así debieron decirlo los que leyendo á Linneo, encontraran el célebre aforismo: La Naturaleza no dá saltos.

Simultáneamente con los trabajos de sistemática pura, la escuela filosófica, llamando los resplandores aislados de todas las especialidades, procura interpretar hondamente el sistema del mundo, el génesis natural, ya que el mosáico no satisfacía las exigencias positivistas de la época 20 .

En realidad, la investigacion de este género era una consecuencia lógica de aquellos trabajos, cual lo fueron mas tarde, como exposicion general, el Kosmos de Humboldt y la Historia de la Creacion de Burmeister.

No bastaba catalogar, escudriñar, amontonar colecciones.

No era suficiente para el espíritu investigador la eterna creencia en un génesis sobrenatural, que cuarenta siglos había gravitado sobre el pensamiento humano, y al cual habian arrancado algunos errores graves los trabajos inmortales de Hiparco, de los Ptolomeos, de Keplero, de Kopérnico y de Galileo, con ó sin retractaciones.

La Mecánica Celeste de Laplace había dado movimiento inicial á los mundos que Newton vinculara con la Atraccion Universal en el infinito de los cielos; la Química deducía la eternidad de esos mundos observando el espíritu del fuego en los crisoles y el espíritu del Hombre, con los crisoles, con la mecánica, con la atraccion, se lanzaba en la libertad de su vuelo á buscar el génesis de la razon y de la verdad tangible, que no le habian podido dar ni Manú, ni Moisés, ni Cristo, ni Mahoma, por lo mismo que sólo habian hablado al corazon y nó al cerebro de la Humanidad.

Rechazada la autoridad mosáica, como insuficiente para explicar el orígen de las plantas y de los animales, era menester indagar, comparando la esencia de las formas, cuáles habian sido los agentes naturales que intervinieran en su creacion, y por lo mismo, operando las fuerzas ciegas de la Naturaleza, cómo se habian modificado, en la sucesion de los siglos, hasta presentar los organismos superiores.

La doctrina genealógica ó de la descendencia, del encadenamiento, de la evolucion regular, apareció en el escenario científico como un rayo que iluminaba el oscuro problema, al que mas tarde había de dar su completo desarrollo, y definitiva resolucion, el eminente naturalista que, ha 30 dias, apagó en Inglaterra la antorcha de su vida: Cárlos Roberto Darwin.

_________

II

No es posible darse cuenta de los trabajos de Darwin, ni de la escuela que hoy lleva su nombre, ni de la importancia fundamental de su doctrina, sin trazar préviamente, á grandes rasgos, la historia de ésta, por lo mismo que reina una confusion verdaderamente lamentable respecto de la parte que corresponde al naturalista inglés, atribuyéndosele toda la gloria de descubrimientos que otros hicieron antes que él, siendo ésto tanto mas singular, cuanto que él mismo ha trazado en su obra sintética Orígen de las Especies, un boceto histórico que suministra bastante luz al lector medianamente preparado, toda vez que comience la lectura de dicha obra como debe comenzarla: por el principio.

Ernesto Haeckel, cuyo nombre quedará perpetuamente ligado al de Darwin, expuso, en su conocido libro Historia de la Creacion Natural, conjunto admirable de conferencias, dadas en su cátedra de Jena, no sólo la doctrina, sinó tambien su historia, agregando á ambas el valioso contingente de sus propias investigaciones

Buchner, Vogt, Huxley, Schmidt, Hooker, Herbert Spencer, y muchos otros sábios de la escuela moderna, han contribuido en Europa, con sus publicaciones ó conferencias, á popularizar más aún los principios de la gran doctrina; pero sus obras no llegan ciertamente á nuestras playas con la profusion con que debieran, porque aquí, como en muchas partes, hay razones que se oponen vivamente á su difusion.

En primer lugar, somos un pueblo que recien comienza á penetrar los secretos naturales; carecemos, por lo tanto, del criterio suficiente para desprendernos de todas aquellas preocupaciones cuya muerte nos colocará, de un solo golpe, á la par de las naciones mas adelantadas del mundo, — fenómeno maravilloso que ha de realizarse alguna vez, si la educacion popular llega á convertirse, de promesa de Manifiesto, en verdad palpable y preocupacion incesante de los que gobiernan.

Hay otra razon universal.

Huxley vá á explicárnosla 21 .

«Parece que muchas personas» dice el sábio inglés, «creen que la palabra ciencia significa algo muy distinto del saber ordinario. Para ellas, los métodos que permiten confirmar las verdades científicas exigen operaciones mentales de una naturaleza oculta y misteriosa, comprensibles solamente por los iniciados y tan distintas en su carácter, como en su objeto, de los procedimientos que nos permiten, en la vida ordinaria, diferenciar la ficcion de la realidad.

«Pero el que considera sériamente la cuestion, bien pronto se apercibe de que no existe ninguna razon sólida para separar así el dominio de la ciencia del del sentido comun; al instante comprueba que el método de investigacion que conduce al sábio á resultados tan maravillosos no difiere absolutamente del que empleamos en las circunstancias mas comunes de la vida. Mientras la ciencia observa los hechos sin preocupaciones, es decir, tales como son en realidad; mientras que, en una palabra, se mantiene rigurosamente exacta en la observacion, y mientras que las deducciones que saca de los hechos, estan de acuerdo con los preceptos de una lógica inflexible, la ciencia no es otra cosa que la mas alta expresion del sentido comun.

«El que pretenda poner en duda la validez de las conclusiones de esta ciencia positiva, tiene que hallarse preparado á llevar lejos su escepticismo. Porque apenas existe una de esas decisiones del buen sentido sobre las cuales se apoya toda nuestra vida práctica, que pueda justificarse tan completamente por los principios de sentido comun como las grandes verdades científicas.

«Esta conclusion, á la cual nos conduce el exámen profundo de la cuestion, se verifica igualmente por las investigaciones históricas, y el historiador de cada ciencia puede seguir sus raices hasta aquellos conocimientos primitivos que constituyen el fondo comun de la humanidad entera. . .. . ..»

Pero hay otra razon igualmente universal.

— «El darwinismo es una doctrina infame!»

Y como casi siempre hay mas tendencia en el espíritu humano á dar mas valor á las palabras que á averiguar si realmente significan lo que suenan, el darwinismo no se estudia generalmente porque ha recibido el estigma de infame!

Agassiz ha dicho (pero Agassiz es incomprensible) que el darwinismo es una doctrina fatal para el progreso de las Ciencias Naturales 22 .

Y sin averiguar si Agassiz tiene razon, él, que ha sido uno de los sábios que más han contribuido con sus descubrimientos al progreso de la doctrina, abandonamos su estudio porque es fatal.

Sí, fatal, como la gloria de Galileo y de Darwin!

Un jóven inteligente manifestaba, en una reunion de amigos, que nada había leído de Büchner, porque cierto profesor, uno de los cerebros mejor dotados que haya producido la República Argentina, había dicho: — «El materialismo abyecto de Büchner!»

Ese jóven es hoy materialista. Lástima grande que no lo sea tambien el profesor!

Cierto es que cada dia progresamos más; que los poderes públicos toman más empeño por la difusion de las ciencias en nuestro país, que el trabajador asíduo es distinguido y colocado en su verdadero rango despues de los primeros vaivenes de la popularidad; mas ésto no es suficiente.

Pero hay otra doble razon, igualmente universal.

Lo que se ha llamado el error geocéntrico y el error antropocéntrico.

Por el primero se supone . . .. nó, para gloria de espíritu humano, se suponía, que la Tierra era el Centro del Universo. ¿Qué niñito de escuela sostendría hoy esto?

Honor á Kopérnico y á Galileo!

La Tierra, átomo de nada, vuela en el Infinito, persiguiendo el centro que huye en la Eternidad.

El error antropocéntrico supone al hombre (es el hombre quien lo supone) centro providencial de todas las creaciones.

De aquí, esa multitud de absurdos con que todavía están plagadas nuestras inteligencias: «las lluvias han sido creadas para que prosperen nuestras sementeras» (error que Aristóteles combatió ya); «las corrientes del mar han sido originadas para que las naves entren fácilmente en los puertos» — como si no hubiera habido corrientes durante millones de años en que no hubo naves, ó como si en esas naves no hubiera, á veces, esclavos ó piratas.

De aquí que el hombre se considere como una creacion especial, independiente de los otros séres, y absolutamente desligado de ellos.

Pero la Anatomía, la Embriología, la Psicología comparadas, han echado por tierra este grosero error, y las imágenes corpórea y anímica del hombre se han levantado más grandes y más sublimes, por lo mismo que han sido rebajadas hasta el animal, inferior á él, para que surgieran más radiantes por la comparacion.

Nuevo error, en que se acaba de incurrir intencionalmente!

Los hombres no son iguales.

Desde el complicadísimo cerebro del matemático Gaus, hasta la forma rudimentaria del de un idiota de nacimiento 23 , hay una cadena de eslabones, apenas diferentes, cuya supresion genera un abismo. Desde la forma divina de la Venus de Milo hasta el cuerpo de mono del Hotentote ó del Akka del Africa Central ¿quién se atrevería á suprimir la inmensa série de eslabones conocidos? Es, pues, un error de raza.

Se confunde la igualdad cristiana, sublime sentimiento, con la igualdad anatómica, que nada tiene que ver con la otra. Pero es que la igualdad cristiana se hace extensiva á todas las criaturas; mas no hay cristianismo que valga, cuando la Naturaleza indiferente nos discute con la Ley de Malthus.

Pero hay otro error universal.

— «El hombre descender de monos! ¡De animales con cola! Qué horrible cosa! Eso es un disparate!»

Pero es que no todos los monos tienen cola.

El Chimpancé, el Gorilla, el Gibon, carecen de ella. Y si hemos de ser más exactos, ya que la cola no se mide por el número de vértebras que la forman ¿quién dice que el hombre no tiene cola? Aquel que jamás ha visto un esqueleto humano.

— «Mi hijo se muere!» —grita una madre desesperada.

— «Eso es horrible! »— pero es verdad.

Cuando la humanidad entera grite con esa madre:

— «¡Mis antepasados eran monos!» — el darwinista podrá decirle, cruzándose de brazos: — «pero es verdad!»

Por ahora se discute.

Despues —ya no se discutirá.

Pero hay otro error universal.