¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia? - Viktor Frankl - E-Book

¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia? E-Book

Viktor Frankl

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El presente libro se publica en base a la conferencia que dio Viktor Frankl en 1974 en el Instituto Lindenthal de Colonia. ¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia? expone los conceptos humanísticos básicos del método psicoterapéutico que él creó, la logoterapia. Para Frankl, es primordial reconocer y reflexionar sobre el sentimiento colectivo que está experimentando la humanidad: la falta de sentido ante la vida y el miedo que tenemos a hablar de ello. Es la patología de nuestro tiempo.

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VIKTOR FRANKL

¿NEUROTIZACIÓN DE LA HUMANIDAD O REHUMANIZACIÓN DE LA PSICOTERAPIA?

Traducción de CRISTINA VISIERS WÜRTH

Herder

Título original: Neurotisierung der Menschheit – oder Rehumanisierung der Psychotherapie?

Traducción: Cristina Visiers Würth

Diseño de la cubierta: Gabriel Nunes

Edición digital: José Toribio Barba

© 2018, Herederos de Viktor Frankl

© 2018, Herder Editorial, S.L., Barcelona

ISBN digital: 978-84-254-4110-3

1.ª edición digital, 2018

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com).

Herder

www.herdereditorial.com

ÍNDICE

¿Neurotización de la humanidad o rehumanización de la psicoterapia?

Debate

Otras obras de Viktor Frankl

¿NEUROTIZACIÓN DE LA HUMANIDAD O REHUMANIZACIÓN DE LA PSICOTERAPIA?*

El año pasado, los estudiantes de una universidad estadounidense me invitaron a impartir una conferencia sobre el tema: «Is the new generation mad?».1 Me resistí con todas mis fuerzas a aceptar esta formulación para el título, pero fue en vano. Así que emprendí el camino hacia la Universidad Estatal de Georgia, en Athens, durante el cual me sorprendió una fuerte tormenta. Cancelaron mi vuelo de conexión, por lo que acabé tomando un taxi. Durante el viaje, de varias horas de duración, tuve una conversación con el conductor, un bondadoso anciano negro, charla que debo contarles sin falta.

El taxista me preguntó:

—¿Qué le trae con este tiempo precisamente a Athens?

—Tengo que dar una conferencia.

—¿Y sobre qué?

Le enuncié el tema: «Is the new generation mad?». Rompió a reír. Le dije:

—¿Por qué se ríe? ¿Querría encargarse de hablar del tema mientras yo conduzco su coche?

—Oh, I couldn’t do that2 —me contestó.

—¿Por qué no? Usted conoce a las jóvenes generaciones de su país mejor que yo—repliqué.

Él se mantuvo en su «I couldn’t do that», hasta que me puse serio y le pregunté:

—Dígame honestamente: «Is the new generation mad?».

A lo que contestó, literalmente:

—Of course, they are. They kill themselves. They kill each other and they dope.3

Ante ustedes tienen, señoras y señores, la tríada de estos fenómenos de neurosis colectivas: depression, aggression and addiction. Empecé la conferencia a los estudiantes con las palabras de mi taxista. En California, sobre todo en el sur de California, ha habido un aumento de la tasa de suicidio entre los jóvenes académicos, además de un incremento de la drogadicción y de la criminalidad.

Aquí tenemos uno de los aspectos de la patología de nuestro tiempo, si me permiten llamarlo así. Como médicos debemos dar un paso más allá o, mejor, dar un paso atrás para preguntarnos por la etiología, la causa de la enfermedad. Por aquello que está en la base del problema. ¿Por qué, por ejemplo, tenemos este incremento en la tasa de suicidios?

El abundante material empírico sobre esta temática es tal que me veo en la difícil tesitura de decidir qué exponer en primer lugar. Tal vez pueda hablarles del resultado de una investigación de la Universidad Estatal de Idaho, resultado que me presentó hace tres meses uno de mis estudiantes en San Diego.

Se examinó a sesenta estudiantes que habían intentado suicidarse. En el 85 % de los casos el motivo aducido fue: life meant nothing to them. La vida no tenía sentido para ellos. El 93 % de este 85 % tenía una condición física excelente. Su situación socioeconómica era favorable, su rendimiento escolar era satisfactorio y no tenían conflictos familiares. Por tanto, el 93 % de aquellos para quienes la vida no tenía ningún sentido estaban well off,4 no tenían en realidad motivos de queja.

Black y Gregson detectaron el mismo sentimiento de sinsentido y falta de experiencias de realización de sentido a partir del test cualitativo Purpose-in-Life (pil), desarrollado por dos logoterapeutas estadounidenses. Entre los presos de Nueva Zelanda el valor fue de 86, mientras que en un grupo control en la población general fue de 115. Los presos sufrían de una profunda vivencia de sinsentido.

Uno de mis antiguos estudiantes, Louis Barber, dirige un centro de rehabilitación de orientación logoterapéutica en California. Según los datos de su tesis doctoral, logró en cuatro meses un incremento del promedio del Purpose-in-Life de 86 a 103. El resultado es el siguiente: mientras que el promedio de recaídas en Estados Unidos es del 40 %, el promedio del señor Barber está en el 17 %.

Hablemos ahora de la drogodependencia. Una de mis doctorandas, Lou Padelford, pudo demostrar estadísticamente que no es cierto lo que se dice y se repite a menudo, esto es, que la causa de la drogadicción sea una figura paterna débil, a weak father image. A partir de diversas baterías de test, pudo determinar que el drug involvement index, entre los que tenían una experiencia de sentido media, era de 4,25. Entre los que sufrían de una experiencia de falta de sentido, el drug involvement index, es decir, la drogodependencia, era más del doble, llegaba a 8,90. Otra prueba contra dicha creencia proviene de mi antiguo colaborador, Fraiser, que dirige el Drug Rehabilitation Center en Norco, California. En Austria, el porcentaje de éxito es del 5 %, en la República Federal Alemana algo menos del 10 % y en Estados Unidos es aproximadamente del 11 %. Fraiser logró entre sus pacientes una tasa de éxito a los dos años del 40 %.

Como ven, señoras y señores, vale la pena reconocer este sentimiento de falta de sentido y tenerlo en cuenta cuando hablamos de la patología de nuestro tiempo. No es algo fácil, puesto que estamos atrapados por nuestros clichés y por nuestro miedo a los tabús. El año pasado se publicó en Estados Unidos una novela de Nicholas Mosley titulada Natalie Natalia. En ella pueden encontrar la siguiente cita: «There is a subject nowadays, which is taboo in the way that sexuality was once taboo. And this subject is, to talk about life as if it had any meaning».5 Hablar así se ha convertido en un tabú. Hoy en día no se puede decir que la vida tenga sentido. Es un tema tabú. En este sentido corresponde hablar de ello en el presente ciclo de conferencias.

En una ocasión empecé una conferencia ante estudiantes de la Universidad de Oslo con la siguiente observación: «Señoras y señores, soy de Viena. Soy de la ciudad de Sigmund Freud. Pero no soy de la época de Sigmund Freud». Y verdaderamente, a nosotros, los neurólogos, las frustraciones sexuales no nos dan tanto trabajo como la frustración existencial. Así como Alfred Adler situó el complejo de inferioridad en el centro de sus observaciones, ese lugar corresponde actualmente al sentimiento de falta de sentido. Un sentimiento de sinsentido que a menudo viene emparejado con un sentimiento de vacío. Yo lo llamo «vacío existencial».

De entre el abundante material existente quisiera destacar la carta de un estudiante estadounidense que me escribió a Viena. «Tengo 22 años, poseo un grado académico, tengo un coche de lujo, soy independiente económicamente y tengo a mi disposición más sexo y más prestigio del que puedo asumir. Y ahora me enfrento a la pregunta: ¿Qué sentido tiene todo esto?». Esta es una carta representativa, describe lo que muchos sienten.

Señoras y señores, el título de esta conferencia habla de la neurotización de la humanidad. ¿Está progresando este estado? Hay indicios de ello. Diane Young, una estudiante que hace el doctorado sobre logoterapia en la Universidad de California, me presentó hace pocas semanas los resultados de su investigación, según los cuales el sentimiento de falta de sentido predomina en la generación de los jóvenes. Los valores difieren de los de la generación de personas maduras y mayores, lo que indica claramente una creciente neurotización de la humanidad. Debo agradecer a Alois Habinger un estudio que señala que la frustración existencial en la misma muestra de aprendices vieneses aumentó rápidamente en dos años del 30 % al 80 %.

Lo que observamos y describimos los logoterapeutas europeos puede leerse también en las publicaciones de los países comunistas. Cabe mencionar aquí al fallecido neurólogo Vymetal, en su época jefe de la clínica psiquiátrica universitaria de Olomouc, quien se calificaba a sí mismo como pavloviano. Vymetal —junto con otros autores de Checoslovaquia y de la República Democrática Alemana— llamó la atención específicamente sobre la presencia de la frustración existencial en países comunistas y, para poder mitigarla, reivindicó la adopción de medidas basadas en la logoterapia. Lo mismo puede decirse de la directora del departamento de psicoterapia de la Universidad Karl Marx, de Leipzig. En sus libros confirma no solo los fenómenos constatados por nosotros, sino que reconoce tener que emplear medidas logoterapéuticas para poder superarlos.