Neutrino - Frank Close - E-Book

Neutrino E-Book

Frank Close

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Beschreibung

En 1930, el físico teórico Wolfgang Pauli postuló la existencia de una diminuta partícula que se emitiría en ciertas transiciones radiactivas: no tendría carga ni prácticamente masa, y apenas interaccionaría con la materia. Pero ¿cómo detectar esa partícula fantasma? Fue Enrico Fermi quien la bautizó como Neutrino, y hoy sabemos que billones de estas partículas extraordinarias, reliquias del Big Bang, que generan constantemente el Sol y otras estrellas, atraviesan la Tierra como si no hubiera nada.

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Título original: Neutrino.

© Frank Close, 2010.

Publicado originalmente en inglés en 2010.

Traducción publicada por acuerdo con Oxford University Press.

© de la traducción: Joan Vilaltella Castanyer, 2012.

© de esta edición digital: RBA Libros, S.A., 2014.

Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.

www.rbalibros.com

REF.: OEBO753

ISBN: 978-84-9056-350-2

Composición digital: Víctor Igual, S. L.

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Todos los derechos reservados.

Índice

Ray Davis

Prólogo

1. Una solución desesperada

2. Ver lo invisible

3. Ganar la lotería

4. ¿Sigue brillando el Sol?

5. ¿Cuántos neutrinos solares?

6. Ciencia subterránea

7. Uno, dos, tres

8. Más neutrinos ausentes

9. «Soy tan feliz que me pondría a bailar»

10. Neutrinos extragalácticos

RAY DAVIS

Con rayos X, que penetran mucho más que la luz ordinaria, puede mirarse dentro de la mano. Con neutrinos, que penetran mucho más incluso que los rayos X, puede mirarse dentro del Sol.

Ceremonia de entrega

del Premio Nobel, 2002

Ray Davis fue la primera persona que miró dentro del corazón de una estrella. Lo hizo capturando neutrinos, partículas fantasmales que se producen en el centro del Sol y salen despedidas hacia el espacio. Mientras usted lee esto, miles de millones de ellos están atravesando sus ojos sin ser vistos, casi a la velocidad de la luz.

Los neutrinos están más cerca de no ser nada que ninguna otra cosa que conozcamos, y son tan elusivos que son prácticamente invisibles. Cuando Davis empezó a buscar neutrinos solares, en 1960, muchos pensaron que estaba intentando lo imposible. Casi resultó serlo: tendrían que pasar cuarenta años antes de que se demostrara que tenía razón, lo cual le valió el Premio Nobel de Física en 2002, a la edad de ochenta y siete años.

La longevidad es una gran baza en el oficio de los neutrinos. No todos serían tan afortunados.

PRÓLOGO

En junio de 2006, el periódico The Guardian me pidió que escribiera el obituario de Ray Davis. Me sentí sorprendido y honrado cuando, al año siguiente, dicho obituario ganó el premio al «mejor escrito sobre ciencia en un contexto no científico». Estoy seguro de que una de las razones de aquel éxito es que, en cierto modo, el relato de la extraordinaria carrera de Davis se escribió solo.

Un obituario se centra necesariamente en una persona, pero la aventura de los neutrinos solares afectó las vidas de varias personas más, de científicos que dedicaron la totalidad de sus carreras a perseguir esta presa tan elusiva, solo para perder la oportunidad de recibir un Premio Nobel por ironías del destino, mala suerte o, más trágicamente, por haber muerto ya. Porque esta búsqueda duró medio siglo, y Davis ganó su Premio Nobel a la edad de ochenta y siete años. De todos ellos, el personaje más trágico quizá sea el genio Bruno Pontecorvo. Aunque cuando empecé a escribir Neutrino esperaba que fuera la historia de Ray Davis, descubrí que Pontecorvo parecía estar ahí, entre bambalinas, con tanta frecuencia que esta historia se convirtió también en la suya. También es la historia de John Bahcall, el colaborador de Davis de toda la vida, a quien, para sorpresa de muchos, no se le incluyó en el Premio Nobel. Así que, con toda humildad, dedico este libro a la memoria de estos tres grandes científicos, cuyas propias vidas atestiguaron en qué consiste realmente la ciencia, y demostraron la afirmación de Thomas Edison de que el genio es «un 1 % de inspiración y un 99 % de transpiración».

Tengo una deuda particular con cuatro de mis colegas, cuyas propias carreras se han centrado en los neutrinos, por aportar algunos de sus propios recuerdos, y por corregir algunas de mis ideas equivocadas. Si no lo he logrado, la culpa no es suya sino mía. Se trata de Nick Jelley, Peter Litchfield, Don Perkins y Jack Steinberger.

FRANK CLOSE

Oxford, octubre de 2009