Nietzsche y el cristianismo - Karl Jaspers - E-Book

Nietzsche y el cristianismo E-Book

Karl Jaspers

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Este texto fue escrito en 1938 por uno de los grandes pensadores del siglo XX. Muestra tanto la radicalidad con la que Nietzsche rechazó el cristianismo como las diversas declaraciones totalmente incompatibles con tal rechazo. Karl Jaspers interpreta esta contradicción diciendo que Nietzsche jamás llegó a asumir las ideas cristianas. Por lo tanto, tampoco tuvo necesidad de rechazar nada que previamente hubiera aceptado. Sin embargo, la fuerza de estos impulsos cristianos, aun despojados de contenido, sí que constituyó la base del pensamiento de Nietzsche hasta su filosofía tardía. Estos impulsos lo llevaron a postular su revisión de todos los valores. Nietzsche dio el paso a la edad posnihilista con todo el arrojo y la pretensión de absolutez que tenían los primeros cristianos, pero sin compartir sus valores. La interpretación que hace Jaspers se basa en todo el proceso filosófico de Nietzsche que, reflejándose en la historia universal, parte del cristianismo y a través del nihilismo conduce hasta la idea del hombre superior.

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KARL JASPERS

NIETZSCHE Y EL CRISTIANISMO

Traducción de ALBERTO CIRIA

Herder

Título original: Nietzsche und das Christentum

Traducción: Alberto Ciria

Diseño de portada: Purpleprint Creative

Edición digital: Agustina Luengo

© 1952, 1985, Piper Verlag GmbH, Múnich/Berlín

© 2021, Herder Editorial, S. L., Barcelona

ISBN digital: 978-84-254-4509-5

1.ª edición digital, 2021

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com).

Herder

www.herdereditorial.com

ÍNDICE

Introducción. La lucha de Nietzsche contra el cristianismo surge de su propia cristiandad

I. Exposición de la visión que Nietzsche tenía de la historia universal

1. La crisis de la época contemporánea

2. Procedencia y transformación del cristianismo

a) ¿Quién fue Jesús?

b) La tergiversación del cristianismo de Jesús

c) Los orígenes del cristianismo tergiversador

d) El desarrollo del cristianismo

3. Historia universal

II. De qué manera el pensamiento de Nietzsche obedece de hecho a impulsos cristianos, pero sin conservar su contenido

1. El conocimiento total de la historia universal

2. «En el hombre hay algo básicamente fallido»

3. La ciencia como ilimitada voluntad de saber

Resumen: La pregunta por el adónde

III. La nueva filosofía de Nietzsche

1. Las posiciones fallidas y el movimiento

2. Jesús y Dioniso

3. Autoidentificación con el adversario

4. Rechazo de las oposiciones

5. Lo extremo y la medida

6. El conjunto

7. Los aspectos superficiales y el auténtico Nietzsche

8. Las exigencias que impone el estudio de Nietzsche

9. Los límites de nuestra comprensión de Nietzsche

10. Nuestra actitud ante el pensamiento de Nietzsche

11. La maldición de Nietzsche

Notas

Información adicional

INTRODUCCIÓN

LA LUCHA DE NIETZSCHE CONTRA EL CRISTIANISMO SURGE DE SU PROPIA CRISTIANDAD

Es legendaria la inaudita rudeza con la que Nietzsche rechazaba el cristianismo. Un ejemplo: «Si hoy me encuentro con alguien que mantiene una relación siquiera ambigua con el cristianismo, no le hago ni el más mínimo gesto de confianza. La única respuesta decente que cabe aquí es un rotundo no».1

Nietzsche lleva a cabo un desenmascaramiento del cristianismo, y lo hace usando un lenguaje cargado de indignación y de desprecio y empleando un estilo que abarca desde la serena investigación hasta el enardecido panfleto. Con una extraordinaria riqueza de perspectivas deja en evidencia las realidades cristianas. Al asumir como propios los argumentos de antiguos antagonismos, el propio Nietzsche se convirtió en el nuevo origen de una lucha intencionada contra el cristianismo, una lucha tan radical y librada de tal modo hasta sus últimas consecuencias como quizá jamás la había habido antes.

Sin embargo, quien no conozca más que esta animadversión se asombrará cuando estudie a Nietzsche, pues encontrará frases que parecen totalmente incompatibles con las tesis anticristianas. Nietzsche puede decir del cristianismo: «No obstante, es el mejor ejemplo de vida ideal que realmente he conocido: lo he seguido desde niño, y creo que en mi corazón jamás me porté vilmente con él» (carta a Gast del 21 de julio de 1881). Es capaz de afirmar la repercusión que ha tenido la Biblia: «El modo como hasta ahora se ha conservado íntegra e intacta la veneración a la Biblia en toda Europa quizá sea la mejor muestra de educación y refinamiento de las costumbres que Europa debe al cristianismo […]».2 Es más, Nietzsche, que por parte paterna y materna procedía de familias de pastores protestantes, dice que «el tipo más noble de hombre» que ha conocido es el cristiano perfecto: «Considero un honor proceder de una estirpe que se ha tomado totalmente en serio su cristianismo».3

Si examinamos una a una las declaraciones de Nietzsche referentes a temas cristianos, encontraremos casi siempre estas valoraciones difícilmente compatibles —por ejemplo en relación con los «sacerdotes» y con la «Iglesia»—, aunque por su extensión las valoraciones negativas acaparan el primer plano en todos estos temas, hasta el punto de que las valoraciones positivas prácticamente desaparecen:

Llama a los sacerdotes «enanos taimados», un «tipo parasitario de hombres», «ungidos calumniadores del mundo», «arañas venenosas de la vida», los «más hábiles hipócritas, y encima con la pretensión de serlo»; y sin embargo es capaz de hablar reiteradamente «en honor de las naturalezas sacerdotales»: «El pueblo tiene mil veces el derecho a venerar precisamente a este tipo de hombres: las clementes, seriamente ingenuas y castas naturalezas sacerdotales, que le pertenecen y proceden de él, pero como seres consagrados, escogidos, sacrificados por su bien, ante los que puede abrir su corazón impunemente […]».4 Nietzsche siente respeto y casi hasta recato ante cierto tipo de sacerdotes: dice que el cristianismo «ha forjado quizá las figuras más refinadas de la sociedad humana: las figuras de las jerarquías superiores y supremas del clero católico. […] Aquí alcanza el semblante humano aquella espiritualización que solo engendra la continua alternancia de bajamar y pleamar de los dos tipos de felicidad (el sentimiento de poder y el sentimiento de entrega). […] Aquí impera aquel noble desdén de la fragilidad del cuerpo y de la felicidad que es propio de soldados natos […]. La poderosa belleza y finura de los prelados le ha demostrado al pueblo de una vez por todas la verdad de la Iglesia […]».5 De los jesuitas, a quienes habitualmente difama, Nietzsche admira «la autosuperación que cada uno de los jesuitas se ha impuesto, y cómo esa vida aligerada de cargas que los manuales jesuíticos predican no tiene por objeto beneficiar a los propios jesuitas, sino al laicado».6

Nietzsche ve que la Iglesia es enemiga mortal de todo lo noble que hay en la tierra. Ella representa para él la moral de los esclavos. Ella lucha contra toda grandeza humana, es la organización de los enfermos, es una maligna mistificadora. Pero por otro lado, Nietzsche puede respetar a la Iglesia como poder, concretamente como esta forma de poder:

Una Iglesia es, ante todo, un organismo de gobierno que les asegura el rango superior a los hombres de mayor talante intelectual, y que cree hasta tal punto en el poder de la espiritualidad que descarta todo otro medio de poder que sea más bruto. Ya solo por eso la Iglesia es, en cualquier circunstancia, una institución más noble que el Estado.7

Nietzsche piensa que la fuerza de la Iglesia católica se basa «en aquellas naturalezas sacerdotales que todavía hoy son muy numerosas» y «que se hacen a sí mismas la vida más difícil para darle así mayor sentido».8 Por eso no es cierto que Nietzsche aplauda siempre la lucha contra la Iglesia:

La lucha contra la Iglesia es también, entre otras cosas, la lucha de las naturalezas más vulgares, más satisfechas, más confiadas y más superficiales contra el gobierno de las personas más graves, más profundas, más reflexivas, es decir, más malignas y más desconfiadas, las cuales, tras recelar desde hace tiempo del valor de la existencia, cavilan también sobre su propio valor…9

Basten estos ejemplos para mostrar las interpretaciones y valoraciones contradictorias que hace Nietzsche. Toda comprensión de Nietzsche exigirá dar cuenta de estas contradicciones, pues en él no son casuales. Tratemos de dar una primera indicación de cuál sería una interpretación fiel de esta relación contradictoria con el cristianismo.

Nietzsche consideraba un privilegio incomparable haber vivido entre cristianos y proceder de familias de pastores protestantes. Pero esta cercanía al mundo cristiano pasa a significar para él algo totalmente distinto en cuanto se da cuenta de que, en la mayoría de los casos, los cristianos no son perfectos como tales cristianos. La discrepancia entre la exigencia y la realidad fue desde siempre el motor del cristianismo. Muy a menudo la exigencia que demanda lo imposible y la realidad que se resiste a obedecer discurren paralelamente sin tocarse. Pero cuando no se dan tregua, entonces puede surgir lo extraordinario. En este sentido observa Nietzsche que «en Alemania el audaz escepticismo interior [ha surgido] precisamente de los hijos de pastores protestantes». ¿Por qué? «Ya ha habido demasiados filósofos y eruditos alemanes que por ser hijos de predicadores pudieron ver cómo se comportan los sacerdotes (!), de modo que acabaron perdiendo la fe en Dios. […] La filosofía alemana es esencialmente falta de fe en los homines religiosi y en los santos de segundo rango, en todos los párrocos rurales y urbanos, incluidos los teólogos de universidad […]».10

Con esto se alude a un rasgo fundamental de la propia pasión de Nietzsche: su animadversión hacia el cristianismo como realidad es inseparable de su apego real a él como aspiración. Y el propio Nietzsche consideraba que no había que desprenderse de este apego, sino que este era para él algo muy positivo. Él es consciente de que fue el impulso moral del cristianismo lo que engendró una ilimitada voluntad de verdad, y de que «incluso nosotros, los actuales hombres de conocimiento, nosotros los ateos y antimetafísicos, aún tomamos también nuestro fuego del incendio que desencadenó una fe milenaria».11 Por eso Nietzsche exige «superar todo lo cristiano con algo supracristiano, en lugar de desprenderse sin más de aquello».12 Así es, pues, como Nietzsche se entiende a sí mismo: su pensamiento ha surgido del cristianismo al haber sido alentado por los propios impulsos cristianos. Su lucha contra el cristianismo no pretende en modo alguno renunciar sin más a él, revocarlo ni salirse de él recayendo en una fase previa, sino que Nietzsche quiere superar el cristianismo y trascenderlo, pero con unas fuerzas que el cristianismo, y en todo el mundo solo el cristianismo, ha desarrollado.

Nietzsche sabe muy bien esto: «Hemos dejado de ser cristianos». Pero enseguida añade: «Es nuestra propia piedad más severa y exigente la que hoy nos prohíbe seguir siendo cristianos».13 Cuando contrapone a toda moral su «más allá del bien y del mal», en realidad quiere convertir la moral en más que moral: «Queremos ser los herederos de la moral después de haberla destruido».14 Tenemos «el sentido moral como el noble legado de la humanidad que nos precedió».15 «Todo lo que hacemos no es otra cosa que una moralidad que se opone a su forma anterior».16

Pero los verdaderos impulsos cristianos, es decir, una veracidad elevada hasta su máxima expresión moral, han llevado desde siempre a una lucha cristiana contra la cristiandad real, que es la que se encierra en el poder de la Iglesia y en el carácter y el comportamiento reales de las personas que se hacen llamar cristianas. Esta lucha en el seno del cristianismo ha acarreado consecuencias, y Nietzsche se siente como la última de esas consecuencias. De esta educación cristiana cree ver surgir una tremenda posibilidad, a la que él mismo se encomienda:

La lucha contra la milenaria opresión de la Iglesia cristiana ha generado en Europa una formidable tensión del espíritu, una tensión como jamás la hubo en la tierra: con un arco tan tensado se podrá apuntar desde ahora a los objetivos más lejanos […]. ¡Nosotros, como buenos europeos y como espíritus libres, muy libres, todavía la tenemos, todavía tenemos toda la necesidad del espíritu y toda la tensión de su arco! Y quizá tengamos también la flecha, la misión y quién sabe si hasta el objetivo […].17

Resumamos: la experiencia biográfica fundamental de Nietzsche —oponerse al cristianismo desde los propios impulsos cristianos— es para él representativa de un proceso universal. Teniendo de fondo una historia bimilenaria, los acontecimientos de la propia época han alcanzado un punto que para el alma del hombre, para la verdad de sus valoraciones e incluso para la esencia de la humanidad representa a la vez el máximo peligro y la posibilidad suprema. Nietzsche tiene conciencia de situarse en el centro de este acontecimiento universal.

Para medir las dimensiones de esta revolución en las profundidades del alma tendremos que preguntar cómo se produjo en el propio Nietzsche. Queremos ver cuál fue su cristiandad original y cómo se produjo luego la transformación. Acaso se nos ocurra preguntar qué luchas de liberación religiosa libró Nietzsche a lo largo del desarrollo que lo llevó de ser cristiano a convertirse en enemigo del cristianismo. Pero en realidad no se produjo nada de eso, sino que Nietzsche —y las consecuencias de esto serán esenciales para todo su pensamiento— asimiló desde el principio los impulsos cristianos en la forma con la que luego seguirán vivos en él hasta el final, es decir que aunque sintió como propia una necesidad incondicional, una exigencia extrema de moralidad y veracidad, sin embargo los contenidos cristianos, los elementos objetivos del cristianismo, la autoridad cristiana, jamás representaron para él nada real, ni siquiera en su infancia. Por eso después no tuvo ninguna necesidad de desprenderse de nada, ni siquiera de olvidarse de bellas fábulas. Algunos ejemplos muestran esta mentalidad del muchacho:

El cristianismo siempre le resultó ajeno como credo y como dogma. Si afirma el cristianismo, es solo como una verdad humana expresada en símbolos (1862): «Las doctrinas principales del cristianismo no expresan más que verdades fundamentales del corazón humano». Estas verdades fundamentales son para el muchacho las mismas que las de su filosofía posterior, por ejemplo: «Que la fe nos hace bienaventurados significa que lo único que puede hacernos felices es el corazón, no el saber. La enseñanza que sacamos de la encarnación de Dios es que el hombre no debe buscar su bienaventuranza en lo infinito, sino que debe construir su cielo en la tierra». Ya en aquella misma época anota frases que anticipan lo que vendrá después, también en lo referente a la crítica al cristianismo. Contra el dolor universal nacido de la mentalidad cristiana escribe que ese dolor no es otra cosa que un fracaso de las propias fuerzas, un pretexto de la debilidad, la cual no es capaz de forjarse resueltamente por sí misma su propio destino. El muchacho escribe también acerca de la duda «sobre si un espejismo no habrá desorientado a la humanidad durante dos mil años». O: «Habrán de venir grandes convulsiones cuando la masa comprenda que el cristianismo entero se basa en hipótesis: la existencia de Dios, la inmortalidad, la autoridad bíblica o la inspiración seguirán siendo siempre problemáticas. Yo he tratado de negarlo todo. ¡Ay, qué fácil es derribar, y qué difícil construir!». Lo que el muchacho pronuncia así, inicialmente de forma hipotética, vacilante, tentativa, irá cambiando luego su manera de expresarse. Solo más tarde surgirá especialmente el apasionamiento con que Nietzsche siente que todo eso le afecta y aviva su voluntad de lucha. Pero la postura fundamental se da ya desde el comienzo en el niño y se mantiene inalterada.

Si en este punto comparamos a Nietzsche con Kierkegaard, constatamos que la diferencia es radical. La fe cristiana se filtró hasta el fondo en el alma de Kierkegaard, y él mantuvo hasta el final un íntimo apego a ella, como si fuera una verdad histórica, «porque mi padre me lo dijo». A Nietzsche, por el contrario, el contenido histórico del cristianismo le resultó ajeno desde el principio. En lo sucesivo, Kierkegaard fue iniciado en las profundidades de la teología cristiana, mientras que Nietzsche ni siquiera presintió que esta teología pudiera tener profundidades y tampoco se interesó por sus sublimes construcciones conceptuales.

De lo dicho hasta ahora resulta la línea fundamental del análisis crítico que proyectamos: primero observaremos cómo Nietzsche libra su lucha contra el cristianismo movido por impulsos cristianos, y hasta qué punto es consciente de ello. En segundo lugar, veremos cómo, ya desde el principio, los impulsos cristianos se dan en él en cierta manera despojados de todo contenido cristiano, convertidos en la energía del mero impulso hacia delante. A partir de ahí, en tercer lugar, entenderemos cómo el camino de Nietzsche lo conducirá primeramente al nihilismo