Niñas, niños y adolescentes en tiempos de desamparo colectivo - Beatriz Janin - E-Book

Niñas, niños y adolescentes en tiempos de desamparo colectivo E-Book

Beatriz Janin

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Beschreibung

La pandemia trastocó el mundo. Niñas, niños y adolescentes sintieron el desamparo colectivo y sufrieron importantes consecuencias psíquicas, que persisten en el presente y seguramente impactarán en el futuro. Se han agravado manifestaciones ya existentes y han aparecido nuevas. Los profesionales han debido reinventarse en la clínica y en las escuelas, y posiblemente tengan que seguir haciéndolo a diario. Pero también será necesario ligar, zurcir los agujeros que quedaron, y trabajar las ausencias, los dolores y las angustias. Este libro plantea ideas y propuestas surgidas en estos tiempos de incertidumbre y también narra experiencias. Reflexiona acerca del impacto de la pandemia y sus efectos en los diferentes momentos de la constitución psíquica, así como en las familias y en las escuelas, a la vez que señala el lugar de los profesionales de la salud mental y de la educación, cuando infancias y adolescencias quedan a la intemperie.

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Beatriz Janin

Niñas, niños y adolescentes en tiempos de desamparo colectivo

De la incertidumbre a la esperanza en salud mental y educación

Beatriz Janin

Niñas, niños y adolescentes en tiempos de desamparo colectivo : de la incertidumbre a la esperanza en salud mental y educación / Beatriz Janín. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico, 2022.

(Conjunciones / 76)

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-538-934-2

1. Psicoanálisis. 2. Psicología Clínica. 3. Salud Mental. I. Título.

CDD 362.2042

Colección Conjunciones

Corrección de estilo: Liliana Szwarcer

Diagramación: Patricia Leguizamón

Diseño de cubierta: Pablo Gastón Taborda

Ilustración de cubierta: Laura Jaite

Los editores adhieren al enfoque que sostiene la necesidad de revisar y ajustar el lenguaje para evitar un uso sexista que invisibiliza tanto a las mujeres como a otros géneros. No obstante, a los fines de hacer más amable la lectura, dejan constancia de que, hasta encontrar una forma más satisfactoria, utilizarán el masculino para los plurales y para generalizar profesiones y ocupaciones, así como en todo otro caso que el texto lo requiera.

1º edición, octubre de 2022

Edición en formato digital: noviembre de 2022

Noveduc libros

© Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico S.R.L.

Av. Corrientes 4345 (C1195AAC) Buenos Aires - Argentina Tel.: (54 11) 5278-2200

E-mail: [email protected]

ISBN 978-987-538-934-2

Conversión a formato digital: Libresque

BEATRIZJANIN. Licenciada en Psicología (UBA, 1971). Psicoanalista. Directora de las Carreras de Especialización en Psicología clínica con niños y Psicoanálisis con Adolescentes de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) y la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. Presidenta de la Asociación Civil Forum Infancias. Directora del Curso de Actualización sobre Adopción en la la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata. Profesora de posgrado en la Universidad Nacional de Córdoba y en la Universidad Nacional de Rosario. Profesora invitada en la Diplomatura en Clínica Psicológica con niños en la Universidad Diego Portales (Santiago de Chile), en la Universidad de San Buenaventura (Colombia) y en la UNAM (México). Dicta seminarios en España, Francia, México e Italia. Autora de Infancias y adolescencias patologizadas (Noveduc, 2018); Intervenciones en la clínica psicoanalítica con niños (Noveduc, 2013) y El sufrimiento psíquico en los niños (Noveduc, 2011). Autora y compiladora de Niños desatentos e hiperactivos. Reflexiones críticas sobre el trastorno por déficit de atención con y sin hiperactividad (ADD/ADHD) (Noveduc, 2004). Autora y cocompliadora de Marcas en el cuerpo de niños y adolescentes (Noveduc, 2009) y Dislexia y dificultades de aprendizaje (Noveduc, 2017). Es autora de capítulos en los libros Le mouvement. Entre psychopathologie et créativité (In Press Éditions, 2015); Paura del futuro (Borla, 2005); Culturas adolescentes (Noveduc, 2015); De pánicos y furias (Lugar Editorial, 2016) y Novas capturas, antigos diagnósticos na era dos trastornos (Mercado Letras, 2013), entre otros. Ha publicado numerosos artículos sobre clínica psicoanalítica con niños y adolescentes y psicopatología infantojuvenil en diferentes países.

Índice

CubiertaPortadaCréditosSobre la autoraDedicatoriaAgradecimientosIntroducciónCapítulo 1. Los atravesamientos histórico-sociales en las infancias y adolescencias en tiempos de incertidumbre y desamparoNiñas, niños y adolescentes en pandemiaFingir demencia, o la tendencia a desmentir el sufrimientoLas niñas y los niños no son máquinasCómo nos posicionamos los profesionales de la salud y la educaciónCapítulo 2. Primera infancia en pandemia. Las dificultades en la adquisición del lenguaje en situaciones de desamparo colectivoLa adquisición del lenguaje verbal. Sus avataresEl proceso de adquisición del lenguaje verbalLos comienzos del lenguaje¿Qué es necesario para que un niño hable?Del sustantivo a las preposicionesDel lenguaje íntimo al lenguaje socialEl jardín maternal y los cuentosLa genética y los diagnósticosCapítulo 3. El juego y la motricidad en la primera infanciaDe la impulsión al juegoLa motricidadLos niños nos desafían¿Niños violentos o niños violentados?La situación durante los años de pandemiaCapítulo 4. Niñas y niños “latentes” en situaciones de incertidumbreLa virtualidad como medio de comunicación, juego y refugio frente a la intemperiePatologización y medicalización¿Niños desatentos e hiperactivos?Capítulo 5. Adolescentes en pandemia y después. Conductas autolesivas, dificultades con la alimentación, uso de sustanciasConsecuencias de un tiempo de incertidumbreEl papel de los profesionales de la salud y la educaciónCapítulo 6. Tratamientos psicoanalíticos durante la pandemia y después. Lo virtual y la vuelta a la presencialidadEl trabajo on lineLa vuelta a las sesiones presenciales¿Todos los niños son trastornos o están trastornados?La violencia en la clínica: dispositivos predeterminados, cuestionarios y protocolosCapítulo 7. Madres y padres en crisis. La familia en situaciones de desamparoLas entrevistas con madres y padresDe maternidades y paternidades o de vínculos ambivalentesLa transmisión de las normas en juegoEl trabajo psicoanalítico con madres y padresCapítulo 8. Escuelas en pandemia y pospandemiaLa vuelta a la escuela presencial¿Qué supone aprender?“Recuperar lo perdido”La escuela es el lugar de la exogamiaCreer en el otroCapítulo 9. Niños, niñas y adolescentes vulnerados, y pandemia“Inexistentes”Tres generacionesEn épocas de pandemiaCapítulo 10. Nuestra tareaBibliografía

Dedicatoria

A las niñas, niños y adolescentes que vienen compartiendo conmigo trayectos de su vida, de sus pasiones y esperanzas, de sus dolores y angustias. Y a sus padres, que confiaron en mí.

Agradecimientos

Este libro refleja una época de turbulencias y duelos.

Por eso mismo, más que nunca agradezco a todas las personas con las que pudimos sostener tramas afectivas y solidarias, aun en los momentos de mayor aislamiento.

Mi agradecimiento, entonces:

✓ A los niños –incluso a algunos muy pequeños– que continuaron sus análisis de manera virtual.

✓ A los adolescentes que se animaron a compartir conmigo sus duelos y pesares.

✓ A los compañeros del Forum Infancias de todo el país y de otros países, con quienes pudimos transformar momentos de incertidumbre en espacios de pensamiento e intercambio creativo, y hasta de fiesta colectiva. Desde la virtualidad, logramos sostener y ampliar redes. Y crecimos.

✓ A los profesores y alumnos de las Carreras de Especialización de UCES y APBA que permitieron que los posgrados siguieran dictándose on line, zanjando todas las dificultades que esto implicaba. Pudimos hacerlo ayudándonos unos a otros, inventando recursos y haciendo que primara la alegría en cada encuentro.

✓ A mis amigos de Argentina y de otros países, que estuvieron presentes y con los que se afianzaron amistades.

✓ A mi familia, que se mostró cercana y amorosa en todo momento, y con la que compartimos los avatares de la vida cotidiana.

Gracias a todos ellos, estos años difíciles me motivaron a pensar, a escribir, a sostener proyectos y a armar nuevos; a sentir que la vida puede ser maravillosa cuando hay lazos, cuando se es en un “entre” y cuando predominan la solidaridad y la ternura.

Introducción

Circular por la vida conlleva ser modificados imperceptiblemente en nuestra forma de vivir, de ver el futuro, de posicionarnos en nuestro mundo cultural y social.

Janine Puget, 2018

A comienzos del año 2020, la pandemia COVID-19 –un hecho absolutamente inesperado y disruptivo– sacudió al mundo, modificó la vida cotidiana de la mayor parte de las personas del planeta y nos dejó encerrados, aislados y atemorizados.

Debimos hacer duelos por personas que perdimos, por espacios que no podíamos habitar, por modos de trabajo y de aprendizaje a los que estábamos habituados.

Eso nos afectó a todos en nuestra subjetividad y, en los más jóvenes, incidió en la constitución de la misma.

La pandemia arrasó con planes, proyectos, rutinas y con muchas vidas. Y, sobre todo, a diferencia de otras catástrofes, puso el eje en el aislamiento, necesario para no contagiarse y morir. El contacto con los otros se volvió repentinamente peligroso e incluso besar a los hijos podía llevar a la muerte.

Afirma Franco Berardi (“Bifo”):

El virus actúa como un recodificador: el virus biológico recodifica todo el sistema inmunitario de los individuos y, tras ellos, de los pueblos. Luego, el virus opera un cambio de la esfera biológica a la psíquica: produce miedo, distanciamiento. El virus modifica la reactividad al cuerpo del otro, actúa en el inconciente sexual. (Berardi, 2020, p. 13)

Durante la pandemia, los medios de comunicación de todos los países informaban el número diario de muertos, lo que sumía en la angustia y el terror a la población. Los hospitales se desbordaron, los trabajadores de la salud fueron aplaudidos pero también temidos como posibles transmisores de contagio; pasaron a ser potenciales salvadores mientras, al mismo tiempo, se temía su cercanía.

Las escuelas y las plazas cerradas impidieron el contacto de niñas y niños con pares con los que jugar y compartir.

En todos los ámbitos, tanto la solidaridad como el egoísmo se manifestaron sin reparos. Lo que ya estaba quedó potenciado.

Ante la incertidumbre, surgió la necesidad de poner en juego la imaginación, de inventar nuevos recursos. Y este accionar no fue solo individual, sino también colectivo.

Frente al coronavirus, se dijo que los adultos mayores constituían el grupo de más riego y que los pequeños no serían afectados pero, llamativamente, descubrimos que los efectos psíquicos de este hecho novedoso, de este acontecimiento, resultaron muy importantes en niñas, niños y adolescentes.

Las escuelas y plazas cerradas; la imposibilidad de estar con abuelos, primos y tíos; el deber de guardar distancia incluso con los vecinos, más el fantasma de la muerte que rondaba trajeron aparejadas muchas consecuencias.

Así, hoy nos asombramos al ver lo que fue ocurriendo en quienes eran bebés al iniciarse la pandemia y la incidencia de este hecho en la constitución psíquica de ellos.

Si la idea de un futuro promisorio ya se hallaba en declive, la pandemia terminó de derribar parámetros y sostenes. Las consecuencias posteriores, sumadas a otros avatares, están produciendo aún más padecimiento psíquico.

Cuando aparecieron las vacunas y el panorama general aparentaba aliviarse un poco, una guerra en la que se involucraron muchos países volvió a sorprendernos y a traer derivaciones todavía impredecibles.

Frente a esto, cada persona pone en juego diferentes recursos, desde los materiales hasta los psíquicos; estos últimos son aquellos funcionamientos adquiridos a lo largo de la vida, que pueden o no ser útiles en un momento determinado, pero suponen un conjunto de instrumentos, de defensas con las que se cuenta. Pero los niños no suelen tener una historia suficiente de tramitación de vivencias traumáticas como para contar con elementos que los ayuden a metabolizar tantos sucesos disruptivos o a construir filtros frente a los estímulos del contexto. Quienes tienen que actuar de metabolizadores son los que los cuidan, que a su vez también están asustados, angustiados y deprimidos. Niños y niñas deben llevar a cabo un trabajo de ligar lo vivenciado, que se realizará acorde con las lógicas infantiles y las defensas que posean, en la medida en que cuenten con un soporte por parte de los adultos.

Los niños, niñas y adolescentes, al igual que los adultos, debieron realizar duelos. Y encontraron a madres, padres y maestros que, además de estar sumidos en angustias, depresiones y temores, estuvieron y están a la vez sobreocupados, trabajan en sus casas, realizan múltiples funciones y carecen de disponibilidad para auxiliar a sus hijos.

Así, han tenido que enfrentar tempranamente una doble situación: por un lado, durante más de un año perdieron referencias importantes –como la escuela y el contacto con otros fuera del ámbito familiar– y, a la vez, se encontraron con adultos desbordados, en muchos casos, en duelo.

Esto derivó en mucho sufrimiento por parte de niñas, niños y adolescentes. Un sufrimiento que no está siendo escuchado por los adultos que, en gran medida, como modo de defenderse frente a la angustia, actúan como si nada hubiese ocurrido, desmintiendo la incidencia de esta sucesión de hechos complejos en la infancia y la adolescencia. Pero, cuando lo que predomina es la desmentida o la desestimación del sufrimiento infantil y/o adolescente, se producen efectos importantes en la constitución psíquica. En este contexto, el desamparo infantil y las sensaciones de soledad se acrecentaron.

El trabajo con los padres, siempre importante, se ha tornado imprescindible. Sostenerlos y ayudarlos a procesar la situación resulta indispensable para que ellos puedan, a su vez, amparar a sus hijos.

Los psicoanalistas debimos reinventarnos y pasamos a trabajar on line. Y descubrimos nuevas posibilidades y creamos recursos novedosos, pero también nos desconcertamos y compartimos con los pacientes el mismo escenario. De esto también hablo en estas páginas.

Hoy, a algo más de dos años del comienzo de la pandemia, escribo un libro en el que intento relatar y repensar la experiencia de esos tiempos, pero también las de este presente y sus avatares. ¿Por qué? Porque ya desde mediados de 2021, pero sobre todo en 2022, se hicieron notorios los efectos de lo vivenciado en niñas, niños y adolescentes. Marcas que deberán ser ligadas y tramitadas a riesgo de que queden como un dolor sin nombre.

Son muchos los niños que han nacido en pandemia, en condiciones de aislamiento de sus madres (sin el acompañamiento habitual en el parto ni en los primeros tiempos de la crianza), y que pasaron su primer año en una situación de encierro.

Algunos tenían pocos meses de vida cuando se declaró la pandemia y en 2022, de pronto, debieron afrontar la situación escolar sin haber socializado previamente con otros niños. Y los que llegaron a primer grado después de dos años de escuela on line (o presencial con intermitencias) se sintieron desubicados, sin haber aprendido las normas escolares, explorando el “afuera” del hogar por primera vez.

Los adolescentes han sufrido posiblemente más que nadie la pérdida del contacto con otros que no pertenecieran al círculo familiar. En el momento de la vida en que la exogamia se torna imprescindible, ellos debieron encerrarse. Cuando es preciso animarse a enfrentar el mundo y trascender los límites de la familia nuclear, el hecho de explorar nuevos territorios quedó asociado a la posibilidad de morir o, sobre todo, de causar la muerte de padres y abuelos. Más tarde, la salida tampoco les resultó sencilla. Así, los adolescentes están sufriendo consecuencias importantes. Además, es necesario tener en cuenta que la pandemia ha incrementado las situaciones de violencia intra y extrafamiliar.

Por otra parte, en muchos se ha instalado la idea de un “no futuro”, de un eterno presente en el que nada puede modificarse. Frente a esto, aparece la necesidad de ayudarlos a construir un tiempo que se despliegue, que no quede en un puro “ahora”, para que puedan hilvanarse proyectos y se posibiliten fantasías y sueños en relación a un mañana.

Niñas, niños y adolescentes necesitan pensarse en un porvenir y realizar planes de una mejor existencia. Y esto, en los adolescentes cobra una importancia especial: el no futuro puede llevarlos a la desinvestidura del mundo y al repliegue libidinal o a actuaciones autodestructivas.

Por eso, este libro aborda las consecuencias de estas situaciones en la constitución subjetiva de niñas, niños y adolescentes y propone intervenciones en la clínica y las aulas que no patologicen aquello que resulta de un hecho que ha puesto en jaque las posibilidades de elaboración psíquica de gran parte de la población, sobre todo, las de los más jóvenes.

No obstante, quisiera señalar que no todas las consecuencias fueron dañinas. Como ya lo planteara Freud, la diferencia entre lo soñado, lo fantaseado, lo esperado y la realidad produce una conmoción psíquica, pero también promueve pensamientos novedosos. Y eso también ocurrió: en muchos casos, pudieron armarse nuevos proyectos y hubo salidas creativas.

Quizás nunca resulte más adecuada que ahora esta afirmación de Janine Puget: “No somos el centro de nuestro propio mundo; el mundo se y nos construye a saltos” (Puget, 2018, p. 35).

Y las situaciones de incertidumbre y desvalimiento colectivo nos construyen, deconstruyen y reconstruyen…

Capítulo 1

LOS ATRAVESAMIENTOS HISTÓRICO-SOCIALES EN LAS INFANCIAS Y ADOLESCENCIAS EN TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE Y DESAMPARO

Incluir lo social en su interacción con el conflicto psíquico se ha vuelto un desafío ineludible para el psicoanálisis del siglo XXI, teniendo en cuenta que el mundo de hoy es lo suficientemente cambiante, complejo y caótico como para proponer encuadres rígidos y teorías definitivas.

Marcelo Viñar, 2013

La pandemia asestó un golpe brutal al narcisismo de la humanidad, en tanto dejó en claro que nadie puede salvarse solo ni es dueño absoluto de su propia existencia, sino que toda vida se da en un entramado con otros. Aunque esto podía ser pensado con anterioridad, ahora se ha hecho evidente y nos deja aún más desamparados, a la intemperie frente a una tormenta atípica que desencadenó diversas tormentas internas.

A diferencia de otros momentos difíciles, en los que la salida radicaba en estar junto a otras y otros, en este caso tuvimos vedada la cercanía física y debimos inventar cómo estar con otros manteniendo distancia física.

Nos hallamos en una suerte de incertidumbre permanente. Es claro que siempre estuvo presente lo impredecible, lo aleatorio, pero muchas veces nos es preciso aferrarnos a saberes estables, conocidos…

Es posible que las certezas en las que supusimos que podíamos basarnos fueran tan solo ilusiones –porque sabemos que la vida siempre aporta sorpresas–, pero se hizo evidente que las necesitamos.

Franco “Bifo” Berardi asegura que:

Es imprescindible un trabajo de elaboración colectiva que tiene lugar a través de signos, gestos lingüísticos, propuestas subliminales y convergencias subconcientes. Es precisamente el campo para la poesía, porque esa actividad modela nuevos dispositivos de sensibilidad y nuevos ritmos respiratorios. (Berardi, 2020, p. 13)

Campo de la poesía, del juego, de la música…

Pero en lugar de la reflexión acerca de lo ocurrido y lo que ocurre, nos encontramos en este momento con el recrudecimiento de una mirada que ubica a niñas, niños y adolescentes como “trastornos”. Así, parecería que hubiera pandemias de TEA (trastorno de espectro autista), de TDAH (trastorno por desatención con hiperactividad) y TOD (trastorno oposicionista desafiante), en tanto todas las manifestaciones del sufrimiento son leídas como conductas patológicas, sin tener en cuenta los avatares sociales en los que están inmersas las infancias y adolescencias.

NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES EN PANDEMIA

No hay muchas dudas acerca de que los niños que llegan hoy a nuestro consultorio tienen muy poco que ver con los que vivían en la Viena de Freud o en el Londres de Melanie Klein. Y sabemos que ambas ciudades fueron atravesados por sucesos históricos (guerras, persecuciones, genocidios) que han dejado huellas en quienes fueron niños en esos tiempos.

Creo que ninguna época fue fácil, pero que cada una tiene sus peculiaridades y estas son las que hay que tener en cuenta al considerar la constitución subjetiva.

Es decir: si bien sigo pensando los modos de constitución del psiquismo con las categorías que hemos aprendido y que se han ido enriqueciendo con el aporte de muchos otros autores, encontramos hoy subjetividades diferentes, construidas en tiempos de consumismo, de aceleración, de urgencias, de conexiones a través de pantallas y, ahora, subjetividades construidas en momentos de aislamiento y terror a la muerte.

Inconciente, preconciente y conciencia siguen siendo pilares teóricos, así como la segunda tópica –Ello, Yo y Superyó–, pero los contenidos de cada una de estas instancias varían de acuerdo con la época y los acontecimientos individuales y sociales.

La pandemia confirmó claramente que estamos constituidos por múltiples historias y marcados por los avatares de la sociedad en la que vivimos y también por su historia.

El modelo de niña y niño en cada momento histórico será diferente, pero también lo serán los efectos en su devenir sujetos de factores como la trama social de la que forman parte, los valores de esa sociedad, los modos de transmisión y hasta las vías de erotización y de tramitación de situaciones traumáticas.

Así, los sucesos de estos años han puesto de manifiesto la fuerza de lo social en la conformación del universo infantil. Niñas y niños se vieron obligados a tramitar temores propios y ajenos, angustias y depresiones de sus padres, ausencia del contacto con otros niños… Esto trajo consigo muchísimas dificultades, tanto en la primera infancia como en la niñez y en la adolescencia y, cuando pudieron simbolizar lo que les ocurría, sueños, dibujos y juegos fueron modos de expresión de sus vivencias.

A la vez, debemos tener en cuenta que, aun en un mismo tiempo y en un mismo lugar, hay infancias y adolescencias diferentes, con desiguales recursos y distintos tipos de sufrimiento. Y eso también quedó al descubierto de un modo brutal durante estos años.

Otro aspecto que constatamos es el rol fundamental de los trabajadores de la salud mental en situaciones de catástrofe y la imprescindible necesidad de un replanteo de las intervenciones en diferentes espacios.

En el terreno de la educación, quedó de manifiesto la importancia de la escuela, y no solo como un lugar de transmisión de conocimientos, sino como el espacio de la exogamia, del encuentro con pares, de la mirada y la palabra por fuera del entorno familiar. Ella también se reinventó y fue variando de distintos modos en diferentes lugares, a veces agobiando con excesos de conexión y otras por no contar con acceso a la misma. La docencia en su conjunto, por su parte, se vio obligada a hacer un trabajo de transformación.

Considero fundamental que comprendamos que esto que ocurrió, que sacudió los cimientos de lo conocido, dejó huellas capaces –en algunos casos– de transformarse en marcas indelebles…. Y que nada es igual a partir de esto.

Sabemos que todo niño tiene que metabolizar lo que recibe para ir constituyéndose psíquicamente, pero esa construcción se da en un contexto y los que lo conforman están sobredeterminados por múltiples factores, entre los cuales su historia y su presente juegan un papel importante. La sociedad en la que viven, el grupo social al que pertenecen así como los avatares de ese pueblo, a través de varias generaciones, tendrán peso en los modos de vincularse entre padres e hijos.

En este contexto, es preciso tener en cuenta que significantes como “enfermedad” y “muerte” cobran sentidos particulares en la infancia y en la adolescencia. Y que las lógicas de infantes, niños y adolescentes difieren de las de los adultos.

También debemos considerar que la tecnología nos ha permitido estar juntos, pero la web implica un cúmulo de información que suele ser improcesable, sobre todo para niñas y niños, y produce efectos en sus modos de pensar y de sentir, en cómo van ligando lo que les llega de los medios.

En situaciones de angustia y desesperación colectivas, la historia demuestra que la única salida es el establecimiento de lazos solidarios, pero sucede con frecuencia –y este es uno de los efectos de la sociedad neoliberal– que, en lugar de esto, predominen el individualismo, la ruptura de lazos soro-fraternos y caiga el compromiso con los otros. Es claro que cuando esto ocurre, cuando la consigna es “sálvese quien pueda”, quienes más sufren y quedan desprotegidos son niñas, niños y adolescentes, en tanto son los que necesitan de las redes de adultos. El otro elemento imprescindible –además de la solidaridad y el armado de redes– es la creatividad, poder apelar a la imaginación… Pero esto también es algo que el neoliberalismo cercena, al privilegiar una productividad vacía (como cuando se espera que los niños llenen cuadernos y copien del pizarrón) en lugar de fomentar el juego y la fantasía.

El lazo social y el discurso cultural constituyen subjetividades y facilitan o no procesos psíquicos. Deseos, defensas y tipos de pensamiento se van constituyendo con otros en un entramado vincular del que cada niño podrá tomar aspectos, rasgos, segmentos de lo transmitido, pero quedará marcado por esos lazos y ese discurso, y lo tramitará con las herramientas que posea.

En ese marco, los adultos, a lo largo de nuestra historia, hemos ido encontrando recursos para ir enfrentando las dificultades. Pero, en los primeros tiempos de la vida, los mismos se hallan en vías de construcción, por lo que necesitan a otros que amparen y acompañen, sintiéndose respaldados por un discurso colectivo.

No solo el entorno actual –lo sociopolítico de cada época– nos constituye subjetivamente, sino también lo vivenciado por las generaciones anteriores. Y para que esas vivencias no dejen marcas de dolor sino que abran nuevos sueños y posibilidades tienen que haberse convertido en historias.

Es lo que hicieron nuestros abuelos cuando pudieron transmitirnos sus vicisitudes, sus alegrías y pesares; así nos permitieron anudar a ellos, a sus recuerdos, nuestras propias vivencias, nuestros dolores, nuestros ideales y esperanzas.

Por el contrario, si los niños se encuentran con adultos que tienen dificultad para sostenerse a sí mismos, que no pueden armar relatos, les resulta complicado forjar recursos para afrontar el dolor. Y durante los primeros años de la pandemia fue muy difícil sostenerse y poner palabras al sufrimiento.

También notamos que en momentos de incertidumbre se hace más difícil asumir los roles parentales. Si siempre se necesita una red para criar a un niño, ¿cómo hacerlo cuando lo que aparece como cuidado es el encierro endogámico?

FINGIR DEMENCIA, O LA TENDENCIA A DESMENTIR EL SUFRIMIENTO

Vengo observando que tanto los padres como los profesionales y los docentes miran a niñas, niños y adolescentes haciendo “como si” no hubiera habido un tiempo de confinamiento, “como si” no hubiera habido un estado de mucho miedo a morir, “como si” la ausencia de la escuela presencial no hubiese significado nada. Es decir, hacen lo que los adolescentes denominan “fingir demencia”. Es decir, hagamos como si no hubiese una pandemia, ni guerras, ni crisis económicas. Hagamos como si nada hubiera pasado ni estuviera pasando… y exijamos a nuestros niños a que se comporten como si no hubiesen estado un año y medio sin escuela presencial, como si no hubieran vivenciado las angustias de los mayores, como si el ir a la plaza no hubiese sido una especie de misión imposible… Finjamos demencia… juguemos a desmentir lo que sabemos y a desestimar cualquier pensamiento que plantee que venimos de una tormenta arrasadora y que niñas, niños y adolescentes son quienes más han sufrido esta situación.

Esto lleva a evaluar su desarrollo usando los parámetros de otros momentos; a exigirles que en la escuela sigan los contenidos del año en el que están (aunque no hayan tenido posibilidades de incorporar conocimientos anteriores y necesarios); a esperar que se comporten en las familias, en las escuelas y en la sociedad como si no hubiesen estado aislados durante muchos meses que, en la infancia y en la adolescencia, tienen una dimensión diferente a la del mundo adulto.

Otra cuestión a tener en cuenta es el aumento de las situaciones de violencia, tanto intrafamiliares como sociales. En lo intrafamiliar, debemos recordar lo señalado por Freud (1920) en Más allá del principio de placer: “Un organismo cerrado sobre sí mismo termina comiendo sus propios residuos”, es decir, termina intoxicado. Esto es lo que ocurrió con la pandemia, sobre todo en la época del confinamiento: las familias, sin poder intercambiar con otras y otros, terminaron intoxicadas, atacándose mutuamente y en medio de muchas situaciones de violencia. La dificultad para tramitar con otros las pasiones y posibilitar así múltiples vías de ligazón llevó a que estas se volcaran en el núcleo primario sin mediación y los vínculos estallaran. Asimismo, el hecho de que el otro –el ajeno al grupo familiar primario– pudiera ser fuente de contagio llevó a que se transmitiera una idea de un peligro en los vínculos exogámicos, que después costó mucho modificar.

Los niños pequeños se han encontrado en un comienzo encerrados en la situación familiar, lo que para un bebé podría no implicar dificultades. Sin embargo, hoy vemos consecuencias importantes en las niñas y niños que transitaron sus primeros años en pandemia. Madres y padres se han sentido agobiados, muchas veces sofocados por la dificultad para compartir con otros la crianza; abrumados por las obligaciones, asustados, intentando proteger a sus hijos y, a la vez, con temor en relación a su propia vida y a la de otros seres queridos. Lo que observamos en este momento son retrasos importantes en la adquisición del lenguaje (que ya existían, pero que se incrementaron) y dificultades para establecer vínculos con otros. ¿Cómo poner palabras a lo que se siente cuando los adultos están desbordados por su propio sufrimiento? ¿Cómo incorporar el lenguaje en un momento en el que faltan palabras, los afectos no son nombrados y, por ende, no son transformados en sentimientos? La ausencia de conexión del otro que lleva a una carencia de juego y de lenguaje los deja sin recursos simbólicos para tramitar las pulsiones, con lo que terminan en funcionamientos impulsivos que son poco tolerados por los adultos. A la vez, la construcción de la representación del propio cuerpo y del cuerpo de los otros se vio afectada en los contactos a través de las pantallas.

Los niños de edad escolar también sufrieron mucho. Y tuvieron una experiencia que no es frecuente a esa edad: la de la muerte de los adultos. Hubo pacientes que me dijeron: “Ya sé que este virus a los chicos no les hace nada, pero si se mueren mis padres y mis abuelos y todos los grandes, ¿nos vamos a quedar solitos?”.