No me mires así... - Nazarena Galiano - E-Book

No me mires así... E-Book

Nazarena Galiano

0,0
15,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

"Siempre se me complica cuando tengo que decidir entre lo que hace que mi corazón lata fuerte y lo que mi mente dice...". Tabatha es una chica como todas las de su edad, que esconde sentimientos e inseguridades. Su vida a los diecisiete años transcurre con normalidad en un pueblo chico, haciendo lo que le gusta y disfrutando de sus amistades. Pero su mente y su corazón se encuentran en una encrucijada entre alguien que conoce de toda la vida y quien puede llegar a ser su compañero de nuevas aventuras. ¿Escuchará a su corazón o seguirá actuando a través de lo que piensa?

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 401

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Galiano, Nazarena

No me mires así / Nazarena Galiano. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2023.

316 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-689-5

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. 3. Novelas Románticas. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2023. Galiano, Nazarena

© 2023. Tinta Libre Ediciones

A todas las personas que necesitan

un empujón para ir por lo que realmente

les apasiona… ¡Esta es la señal!

Para Andrea, Candela, Catalina,

Darío, Eugenia y los que ya

no están físicamente.

No me mires así…

Nazarena Galiano

Parte 1

¿Quién hubiese dicho que el último año del secundario iba a ser tan divertido y emocionante? Cada día que pasa me pregunto eso, ya que algunas personas decían: “El secundario es una etapa más, Tabatha, vas a ver que te vas a olvidar de cada momento que vivas en esos años”. Pero ¿cómo podría olvidarme de tan lindos días y noches compartidos con los amigos de toda la vida? Sí, toda la vida. A la mayoría los veo desde la guardería, desde los dos años o antes, y ahora que estamos en el último año del secundario, con diecisiete o dieciocho años, ya nos conocemos de memoria.

Nuestras semanas son un poco rutinarias: desde muy temprano estamos en el secu, almorzamos en nuestros hogares y, por la tarde, contraturno en el colegio. Pero al terminar las horas de clase nos juntamos en mi casa, casi todos los días, para repasar algunos temas del colegio; eso decimos, porque lo que menos hacemos es estudiar. Hablamos de todo un poco y si nos queda tiempo, estudiamos. Algunos hacemos actividades extra, como fútbol, tenis, patín, música o inglés, por lo que nuestro día suele terminar tarde. Pero somos jóvenes, estamos en el 2010 y no queremos dormir mucho.

Nuestros fines de semana comienzan los viernes. Asistimos a un pub local de mala muerte, que es lo único que tenemos los adolescentes para divertirnos y despejarnos. Solo los viernes, sí. Los sábados solemos ir a un pueblo cercano, a una discoteca, y los domingos nos juntamos en alguna casa o en la plaza del pueblo. Repito, somos jóvenes y sin ganas de dormir.

Mi grupo del colegio es el mismo con el que me junto por la tarde, con el que salgo a divertirme y con el que siempre puedo contar para todo. Somos pocos, pero nos conocemos tanto que ya casi somos hermanos. Como en toda familia en ocasiones hay disputas, pero se resuelven rápido.

Pero bueno, dejo de hablar de los demás para centrarme un poco en mí... Tengo diecisiete años, soy introvertida con los nuevos y extrovertida con los que conozco de hace tiempo. Tengo altura media, melena rubia y con rulos, ojos miel. Soy tan activa que hago varios deportes, en la escuela y por fuera también; uno de ellos es el vóley, del cual me enamoré de muy chica mientras jugaba cada verano. Y ahora, como capitana del equipo sub-18 del secundario, debo llevar a mis compañeras al campeonato zonal y esperemos que al provincial.

***

Aprovecho los tiempos de Facebook y les aviso a mis compañeras de equipo y amigas que hoy, porque está bastante frío ya que es junio, la práctica va a ser más temprano pero doble. Algunas se quejan, pero todas comprenden que el zonal es el mes siguiente, por lo que asisten con todas las energías a practicar al salón del colegio. Al llegar, nos encontramos con el grupo de básquet masculino; algunos son amigos y otros cursan en un año menos que nosotros. Las chicas se alborotan y comienzan a mirar con otros ojos a los chicos; yo las freno un poco, ya que me propuse dedicarme todo este año a mí y no a las relaciones. Si se da algo, no tiene que ser nada serio, ya que quiero disfrutar cada momento de este último año que estamos todos juntos. Obviamente que me dedican unas miradas fulminantes, ya que como siempre dicen: “Se puede mirar y estar concentradas a la vez”... Yo no lo creo posible.

Parte 2

Nos disponíamos a comenzar a jugar con el segundo grupo de chicas de vóley de la escuela. Como capitana, las ordené y les di aliento antes de comenzar, aunque no pude dejar de notar las miradas de los chicos del equipo de básquet puestas sobre todas nosotras; miradas de juego y seducción, como las de todos a esta edad. Hice un revoleo de ojos y me dediqué a sacar con todas mis fuerzas desde el fondo de la cancha. El punto fue nuestro, ya que la pelota iba tan fuerte que ninguna de las contrincantes la pudo parar o devolver para nuestro lado de la cancha. Todas festejamos en el centro chocando nuestras manos, y mi mejor amiga, como siempre, me dio una palmada en las nalgas, lo que hizo que los chicos se babosearan por el solo hecho de ver a dos chicas en contacto; podrán imaginar que mis ojos se voltearon al ver esa reacción primitiva. Aunque me guardé lo que sentía en ese momento (una mezcla de placer y satisfacción), mi cara se ruborizó por completo.

—¡Vamos, chicas, que esto recién comienza!

—¡Vamos, vamos, a ganar! —gritaron todas a coro.

Toda la primera parte del partido siguió como lo teníamos planeado, hicimos puntos a lo loco y dejamos que las rivales hicieran algunos para no tener que terminar el partido por derrota moral. Todas transpiradas como estábamos, en shorts y camisetas, pasamos por la cancha de básquet (las dos canchas están enfrentadas, separadas solamente por unas marcas en el piso) y recibimos los silbidos de los chicos; los entrenadores de ambos lados trataron de calmar a los hormonales. Mis amigas pasaban como ladies frente a ellos y recibían esos silbidos como piropos; yo lo único que quería era salir al patio para refrescarme.

Como era de esperarse, los chicos consiguieron que el entrenador les diera tiempo libre “para refrescarse”, aunque sus intenciones eran muy obvias: juntarse con nosotras a charlar y coquetear. Pasamos unos minutos charlando de sus juegos y los nuestros, de la técnica y de cómo teníamos el partido en nuestras manos. Los chicos no paraban de mirar a sus presas; sí, éramos sus presas. La mirada de depredadores se podía ver en sus ojos y en cómo nos recorrían de arriba abajo con total impunidad.

El capitán de básquet se acercó a mí mientras estaba sentada en una pila de pelotas. Se apoyó en un pilar y dejó ver los músculos marcados de sus brazos, su pelo morocho desarreglado y sus ojos verdes, que se habían tornado de un color vibrante. Declaró muy seguro:

—Tabi, deberíamos salir vos y yo… Los dos somos capitanes, los dos estamos solteros y nos llevábamos muy bien. Somos amigos desde jardín de infantes, nos conocemos muy bien.

Mis ojos respondieron por mí dando un vuelco, y giré mi cara hacia un costado. Él se acercó más para preguntarme nuevamente qué opinaba, y fue entonces cuando la entrenadora hizo acto de presencia para salvar a Thomas de lo que hubiese sido una negativa.

Me puse de pie y reuní a mi equipo, que estaba disperso. Cada una estaba en su mundo y con su “principito”, conversando.

«Madre mía, a estas chicas las dejás dos minutos solas y te conquistan América», pensé.

No era que no me gustaran los chicos, y más estos chicos, pero ya los conocía demasiado bien: eran muy enamoradizos, y yo no estaba para relaciones formales en este momento.

Nos dirigimos al salón, cuchicheando sobre las propuestas de los chicos... A la mayoría de las chicas las habían invitado a salir, pero ellas aún no les habían contestado nada. Mi amiga me preguntaba por qué no quería salir con Thomas, si era un lindo chico y lo conocíamos desde siempre. No pude responder en ese momento; ella concocía muy bien mis intenciones para este año, y no quería discutir por algo tan pavo. Le dije que debía pensarlo, así como ellas pensaban si salían o no con los demás.

Cuando nos posicionamos nuevamente en la cancha, la entrenadora se acercó para decirnos que quería tomarnos una foto con su celular; la subió a Facebook y nos etiquetó a todas. Los chicos, desde los bancos, vieron esta acción e instantáneamente entraron en Face para dar like y comentar.

Leo, otro de nuestros amigos, comenzó a leer los comentarios en voz alta e hizo que nos desconcentrásemos un poco y perdiéramos algunos puntos. Uno de los comentarios de la foto quedó resonando en mi mente: La capi, más que el 10, debería tener un 1000. No me había hecho pensar el comentario en sí, sino el hecho de que no reconocía a quien lo había escrito. Los equipos del colegio siempre comentábamos nuestras fotos con cargadas y demás, pero este usuario no era del colegio ni era conocido.

Me quedé desconectada, a punto tal que recibí un pelotazo en mi cabeza. Fue un golpe fuerte, tan fuerte que me dejó en el piso y un ratito inconsciente. Cuando me desperté, con un terrible dolor de cabeza, todos estaban frente a mí para darme aire y con cara de preocupados. Mi mejor amiga, casi llorando, y la chica que me había dado el golpe, casi descompuesta. Obviamente no me lo esperaba ni yo, por lo que les dije a modo de broma que si iban a ponerse a leer los comentarios, al menos esperaran a que estuviéramos sacando nosotras. Por un momento la tensión se disipó y las caras comenzaron a cambiar. Me trajeron hielo, pero yo, como cabezona que soy, solo aguanté unos minutos y ya quise volver a jugar. Ver el partido desde el banco no es lo mío.

Luego del susto, el partido terminó a nuestro favor y la práctica doble llegó a su fin. Al retirarnos el sudor en las duchas, estuvimos recompuestas; con las chicas salimos del salón y conversamos un rato sobre todo lo sucedido. Algunas iban a decirle que sí a la salida con los chicos, y otras preferían ver cómo se daban las cosas espontáneamente; yo no emití palabra, aunque ellas ya sabían mi postura.

Leo pasó por detrás de mí y nos saludó a todas, ya que su práctica también terminaba. Yo hice que se detuviera para consultarle si conocía al usuario que había escrito el mensaje que me dejó en el suelo por unos minutos. Literal.

—Obvio, nena, es uno de los chicos de básquet de otro pueblo. Ya te gustó, ¿eh? —bromeó conmigo.

—Pero no, solo me llamó la atención. No era conocido para nadie, solo eso. Bah, creo que para nadie era conocido. —Le quité importancia.

—¿Querés saber más, picarona? Te cuento un poco cómo es… —musitó Leo.

—No, no. Chau, me vuelvo con las chicas, es más interesante esa charla.

Y sin creérmelo ni yo, di media vuelta para ir con mis amigas mientras Leo gritaba de fondo:

—¡Es rubio, alto!, ¡altísimo, diría! Ojos claros, juega al básquet y es más chico que nosotros. Ah, ¡también es capitán de su equipo! Y por lo visto… está interesado.

Esas últimas dos palabras quedaron resonando en mi interior, y al llegar con las chicas no podía dejar de pensar en el misterioso usuario @EneEne.

—¡Eh, Tabi!, ¿estás acá o todavía estás dañada por el golpe?

«Mi mejor amiga sí que sabe traerme a la Tierra».

Todas se echaron a reír y yo me uní a su risa y su cotorreo. Luego de un rato, cuando ya estaba anocheciendo, agarramos nuestras bicis y nos despedimos para ir a nuestras casas. Obvio que yo no me fui sola… Ari venía casi todas las noches a mi casa para charlar antes de despedirnos hasta el día siguiente.

—Hey, a mí no me podés engañar. ¿En qué te quedaste pensando? Desde que hablaste con Leo, parece que estuvieras en otro planeta. —Ni que me conociera tanto esta chica.

—De hecho sí, estoy como en otro planeta. Desde que escuché sobre ese usuario y su comentario, no dejo de pensar en quién será. —Seguimos pedaleando hasta mi casa, que queda a pocas cuadras del salón.

—¡No le des tanta bola, seguro es uno de los chicos haciéndose pasar por otro! Es más, hasta puede ser Thomas, siempre estuvo obsesionado con vos. —Mi cara de sorpresa la podría notar cualquiera que me mirase.

—¿Thomas? Noo, nunca estuvo interesado en mí. Es más, me dijo que deberíamos salir porque somos capitanes de equipos. ¡Este chico ve mucho Disney! Se cree que solo por eso ya tenemos que estar juntos.

—No seas así. ¿Nunca te diste cuenta? Desde primaria que está loco por vos, solo que tu coraza es tan dura que nunca se animó a nada. Y eso que es bastante lanzado y engreído… Pero no me cambies de tema, ¿por qué te interesa este supuesto chico nuevo? —me preguntó tras revelarme toda esa información.

Llegamos a mi casa y frenamos de golpe para terminar la conversación antes de entrar.

—Qué sé yo, Ari… me intrigó. La forma en que comentó, como si ya me hubiese visto. Leo me contó que es un chico de otro pueblo que es capitán del equipo de básquet. Me intrigó —expliqué sin darle tanta importancia.

—Ah, entonces ya sabés quién es… Me parece que esto va a ir para rato, cuando algo se te cruza no parás hasta conseguirlo —exhaló segura. Como dije, esta chica no podía entenderme más. En ocasiones pensaba que ella me conocía más que yo misma.

—Hey, Ari, Tabi, pasen, que se van a morir de frío. ¡Hice chocolate caliente! —Mi madre nos sacó de nuestra burbuja y nos hizo pasar. Dejamos las bicis en la entrada y enseguida pudimos oler el chocolate exquisito que nos había preparado. Nos dirigimos a la mesa con unas tazas muy calientes.

Vivo con mi madre en una casa muy linda y grande, demasiado grande para nosotras dos. Tres habitaciones, dos baños, un living, una cocina enorme y un comedor mucho más grande. Yo siempre digo que la casa está hecha para nosotras, porque es de estilo colonial, con techos rojos y ventanales grandes, pero por dentro es muy moderna. Será por eso que nunca está vacía, siempre hay alguien; si no son mis amigos, son los de mi mamá o los familiares que vienen a compartir momentos con nosotras. Con ella mi relación es muy especial. Siempre estuvimos nosotras dos solas para todo y contra todo, por lo que somos como mejores amigas sin perder el respeto entre una madre y una hija.

—Pensé que Tabi las había hecho entrenar por más tiempo, que no venían más —Mi madre rompió el hielo mirando su reloj.

—Eso podría haber sucedido, Mery, pero esta vez nos salvamos… Le dieron un fuerte golpe en la cabeza, creo que eso nos salvó —comentó mi genial amiga; yo ya me veía venir el sermón de mi madre. Mis ojos se retorcieron en mi cara y luego le lanzaron una mirada fulminante a Ari—. Sorry—murmuró apenada.

—Ay, Tabatha, ¿qué te pasó? ¿Estás bien? ¿Fueron a un médico? ¿Por eso no venían? ¿Qué te dijeron? ¿Te dieron pastillas? ¿Podrás tomar este chocolate? ¿Cómo fue? ¿Quién fue? ¿Te duele? —Y mil preguntas más que ya no quise escuchar. Cuando vi que mi madre no movía más la boca, pude decir unas palabras para calmarla:

—Mami, no fue nada. Solo una distracción, que paré con mi cabeza. Nada grave. Gracias, Ari —le aclaré a mi madre, y mi amiga me hizo una cara rara, como burlona.

Se dispuso a tomar el chocolate que por fin se había enfriado un poco. Mi madre me miró, ahora más tranquila, y nos buscó unas galletitas de miel de la cocina. Una combinación letal: miel y chocolate. Pero las dos la amábamos.

—Sí, fue solo una distracción por un chico que la está coqueteando por Face. —Mis ojos desorbitados, como dos huevos, casi se salieron de mi cara full colorada y se posaron en mi, hasta ese momento, mejor amiga.

—Oops, me fui de boca. Bueno, Mery, no es nada raro. Un chico. —Ambas sonreían, pero yo ya era una chica con una pelota roja por cara. Mi madre no dijo nada, y nosotras procedimos a terminar nuestra merienda en silencio.

Ariana terminó de beber su chocolate y me despidió para ir a su casa, ya que ella suele tomar una siesta para recuperarse; en realidad es de tomar muchas siestas a diario, creo que en su otra vida fue un koala. Yo me dispuse a entrar en mi computadora de escritorio para chatear un rato y, obviamente, averiguar un poco sobre el desconocido. Mi madre había salido y yo tenía el ordenador para mí sola. Puse un poco de música e ingresé en mi Facebook.

Escucho música de todos los géneros. Mi madre siempre dice que mi oído es bien amplio, por lo que mi “aleatorio” no es para todas las personas: música de moda, de los 90, en inglés, algo en portugués, lentos, pop; todo lo que se te pueda ocurrir y más.

Al ingresar en mi Face, vi una nueva solicitud de amistad debajo de los comentarios de la foto del entrenamiento: @EneEne.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza y mi mente no entendía el porqué; «solo es un chico que comentó una foto», pensaba.

—¡Mierda! Este chico es interesante.

Escuchaba mis palabras y no me lo creía. Supuse que el misterio de no saber quién era le estaba ganando a mi frialdad, pero pronto se iba a acabar. Entraría al perfil, lo “conocería” por la red social y listo, fin del misterio.

Y eso hice, entré en su perfil y comencé a mirar sus fotos, la mayoría con su equipo de básquet, algunas en su secundario, con amigos y familia. Un hermano que parecía menor, papá, mamá y… novia. Eso me hizo dejar de mirar fotos; eso, y ver lo guapo que era. Tal como lo había descrito Leo: rubio, alto, muy marcado por su constancia con el deporte, atractivo. Muy atractivo. ¿Ya dije alto?

«Pff, si yo caminara a su lado, parecería que me está raptando. ¿¡Qué estoy diciendo?! ¡Tiene novia, y los dos son muy guapos!».

Necesitaba comentarlo con alguien, y por el momento ese alguien era yo.

Me concentré en su usuario y no le encontré sentido. Así que entré en una de las fotos donde jugaba al básquet y vi que sus amigos le comentaban con el nombre ENEAS. Eneas… Me sonaba, así que busqué en los contactos de mi celular, pero ningún conocido se llamaba así. Opté por ver algunas canciones, tampoco no aparecía su nombre. Terminé por ver los títulos de mis libros y ahí estaba: Eneas, el último troyano.

«¡Nada es casualidad! ¡Eneas tenías que ser!».

Mi expresión era una mezcla de sorpresa y enojo con el Universo. Mandarme a alguien que seguramente me iba a interesar, con novia.

Con el libro en mi mano, me golpeé la frente y me senté frente al teclado. Eneas, los troyanos, la mitología, algunos de mis mayores gustos en una sola persona. Mis ojos dieron un vuelco por mi cara y un gran suspiro salió de mi boca.

—¡Gran chiste, Universo, gracias!

Con esas palabras guardé mi libro, e intenté dejar con él a ese chico.

El sonido de un mensaje en Facebook me desconcentró, y corrí hacia la computadora para verlo. Era él… el chico que había comentado mi foto hacía algunas horas y había enviado solicitud para seguirme (había aceptado sin titubear).

EneEne:

Hola, Tabatha, ¿todo bien?

Mi cara de sorpresa lo decía todo; si alguien me viera, sabría lo nerviosa que estaba. Tanto, que tropecé con mi CPU y mi dedo gordo del pie quedó dolorido. Pero nada me iba a impedir contestarle de manera tranquila. Maldije para mis adentros aguantando un grito, respiré profundo y me senté.

Tabi:

Hola, todo bien. ¿Vos?

EneEne:

Bien, bien, ¿qué me contás de lindo?

Chamuyo barato para comenzar. Solo podía pensar en eso y en que tenía novia, aunque por un ratito me olvidé y seguí con la conversación.

Tabi:

¿Quién sos? ¿Nos conocemos?

EneEne:

Uy, perdón… Soy Eneas, soy de un pueblito cerca del tuyo. Yo te conozco, bah, te vi varias veces en las competencias de vóley. Yo juego al básquet.

Tabi:

Ah, sí. Algo me dijeron mis amigos, pero no creo haberte visto nunca.

EneEne:

¿Les preguntaste a tus amigos por mí?

Esto se estaba descontrolando, por lo que dejé de contestarle.

Sí, ya sé, muy maduro de mi parte.

Escuché que entraban otros mensajes, pero no los abrí porque eran del mismo chico y yo no sabía qué contestarle.

Mi madre llegó a casa con las compras para la cena: todos los ingredientes para hacer pizzas, muchas pizzas. Al ver mi cara de confundida detrás del ordenador, indagó:

—¿No me vas a ayudar? Hay más cosas en el auto. ¿No te acordás que hoy es martes y vienen las chicas? —Me acerqué para ayudarla con las bolsas y recordé que sus amigas de toda la vida venían a cenar esa noche, porque al día siguiente no podían juntarse todas; ellas cenan juntas cada miércoles desde que terminaron el secundario.

—Cierto, ma. Estaba en otra.

—¡“Estaba en otra”! ¿No será ese chico, el que mencionó Ari? Mmmm, creo que alguien va a derretir el frío de tu corazón.

Odiaba cuando decía eso, y siempre respondía lo mismo: “¡No hay frío en mi corazón, yo soy el frío!”.

—No gires los ojos así, parecés desquiciada. Me hacés retarte para cambiar de tema, se ve que algo de verdad hay en lo que dije —concluyó, y se echó a reír muy sutilmente mientras guardaba las cosas en la heladera.

—Me voy a bañar, ma. Cuando salga te ayudo con la cena.

Dejé las bolsas en la mesada de la cocina y me fui a mi habitación. Mi celular comenzó a sonar. Era Leo, que me preguntaba por qué no había respondido los mensajes de Eneas. Mis ojos se abrieron completamente por la sorpresa de ese mensaje ¿Le estaba contando a mis amigos lo que hablábamos?

Hola, hola… ¿Qué? ¿Él te contó que me estaba hablando?

Mi amigo no tardó en contestarme:

No, boba, solo me dijo que te mandara un mensaje para decirte que le contestaras. No me dijo que hablaron, pero parece muy interesado.

Hice mi movimiento de ojos, dejé el celular en mi cama sin responderle a mi amigo y me fui a bañar.

En el baño, obviamente y como de costumbre, mi mente no paró de maquinar cosas: posibles situaciones con este chico, conversaciones, primeros encuentros. Mi madre me sacó del trance golpeando la puerta, ya que hacía mucho que estaba adentro.

Le grité que estaba por salir y volví a la realidad. Salí de la ducha y me envolví en una toalla. Pasé directamente a mi habitación, que está justo al frente del baño; por eso nunca me llevaba la ropa. Me vestí y agarré mi celular para contestarle a Leo, pero me intrigaban tanto los mensajes de Eneas, que abrí Facebook para leerlos.

EneEne:

Perdón si te incomodé con la pregunta anterior, la hice porque yo sí les pregunté a tus amigos por vos. Me interesé por vos desde la primera vez que te vi, y aunque soy un año más chico que vos… me animé a mandarte una solicitud para charlar un rato.

Mis cachetes ardían, y todo lo que leía hacía que quisiera conocerlo y a la vez no.

«Es más chico y tiene novia. Es de otro pueblo y tiene novia. Es guapísimo y… tiene novia.»

EneEne:

Disculpame de verdad, espero que no te enojes y podamos conocernos.

Ahora sí tenía que responder algo, había visto los mensajes y no quería quedar mal.

Me cambié rápido, desenredé mi enmarañado pelo con rulos y me senté a pensar qué responder.

Las horas de la tarde se habían acabado y ya la noche se hacía presente, y yo aún no sabía qué responder; así que me fui a la cocina con mi madre para preparar la cena.

Ya estaban las amigas de mi mamá, así qué las saludé con un gran abrazo y un beso. Ellas son como mis tías, están conmigo desde que supieron que estaba en la panza de Mery. Obligué a mi madre a sentarse con ellas y yo me dispuse a terminar la cena, para que pudieran charlar tranquilas de su semana.

La cena pasó de lo más bien hasta que, exhausta, me disculpé y me retiré a mi habitación. Ya en ella recordé que debía contestar los mensajes de Eneas, pero mis ojos estaban muy cansados y me acurruqué entre mis sábanas sin tocar mi celular.

Al día siguiente podría pensar una respuesta y contestaría.

Parte 3

Me levanté muy temprano, como cada día, y sin alarmas, lo que todavía me sorprendía. Muchas veces me acostaba muy tarde, como la noche anterior, y me seguía despertando a la hora necesaria para llegar a tiempo al colegio. Saqué las sábanas enredadas en mi cuerpo y me vestí con el uniforme.

«Muy aburrido uniforme, por cierto».

Me dirigí a la cocina, donde mi madre ya me tenía preparado el café que casi ni bebí; la saludé y me fui al encuentro de uno de mis amigos, que me esperaba afuera para ir al secu. Mi madre se subió al auto y se fue al trabajo. Todo muy rutinario.

Mi amigo, de un curso más bajo que yo, me esperaba cada día en el horario justo; nada de llegar tarde para mí. Caminamos en silencio las pocas cuadras que tenemos hasta el colegio; en completo silencio, porque estábamos aún un poco dormidos. En la entrada del secundario nos saludamos y cada uno fue a su aula, que estaba vacía porque siempre llegamos primeros.

Yo aproveché para pensar en las excusas que le daría a Leo cuando me preguntase por qué no le había respondido. Y en eso llegó; muy dormido, como siempre.

—Hey, ¿todo bien?

—Sí, con más sueño de lo normal —dijo arrastrando las palabras y las piernas hasta sentarse en el banco detrás de mí.

«Ya no se debe acordar de los mensajes».

—El sueño no me impide estar enojado por que no me respondiste más ayer. —Taché los pensamientos que me sugerían que podría salvarme del interrogatorio y me giré sobre la silla para poder mirarlo.

—No, es que llegaban las amigas de mi mamá, tenía que bañarme y cocinar, no llegaba y me re colgué en responderte, perdón —me disculpé. Él me dirigió una mirada fulminante e incrédula, que se deshizo con un gran bostezo.

—Dale, Tabi, entonces decime ahora, ¿por qué no le contestaste más a Eneas? No tengo idea de lo que hablaron, si querés podés contarme y contestarle a él.

Contarle a mi amigo era como poner un megáfono en el pueblo y contar mis secretos. Lo adoraba, pero era la chusma de barrio.

—No te voy a contar nada, porque no hay nada que contar. A él no le respondí más por el mismo motivo que no te respondí a vos…

No sé mentir, y se nota. Vi que Leo no me creía una sola palabra de lo que le decía, y me reí muy sutilmente.

—Si vos decís. Tarde o temprano me vas a contar. Ahora tengo mucho sueño como para pelear. Vi una peli muy larga y no dormí mucho. —Dejamos de hablar, y me di vuelta para acomodar mis útiles en el banco mientras él dormía un rato. La sala quedó en silencio por unos minutos, hasta que empezaron a llegar mis compañeros.

Thomas ingresó con su tan característica energía desbordante, bailando y cantando una canción muy conocida por nosotros, a la que nos sumamos con nuestras voces: “Mi cama no habla pero fue testigo de lo que hicimos tú y yo”, todos al unísono.

—Paren, paren, tengo entradas para esta noche. Vamos todos al baile. —Nos cortó el coro de ángeles que éramos cantando esa canción de cuarteto.

—¿A dónde? Hoy es miércoles, mañana hay clases —lo interrumpió una de mis amigas.

—No me jodas, es el último año que estamos todos juntos. Esta noche vamos al baile y mañana venimos todos al colegio. Pasamos de largo, tomamos unos cafés y listo. O vienen, o vienen. —Todos asentimos, su discurso era convincente y no podíamos resistirnos a esa banda.

—¿Dónde es? Porque no nos dijiste dónde están —le preguntó mi sabia amiga.

—Ay, Ari, eso es lo que menos importa. Tenemos entrada y una trafic que nos lleva a todos juntos y nos trae a todos, si es que quieren volverse. —Thom seguía enérgico, bailando por toda la sala, pero al ver la insistencia en la cara de Ari soltó—: Es en Marina, está re cerca, tranqui. Es raro que Lara no dijera nada, es su pueblo. —Leo sacó la cara de entre sus brazos, donde dormitaba, y me miró muy fijamente.

—Es de ahí.

—Es de ahí ¿quién? —cuestioné sin entender nada.

—Tu chico.

—No es mi chico, no me interesa. Yo voy a ir al baile con ustedes, como siempre, a divertirme. —Volteé los ojos y le dediqué una mirada fulminante, para que recordase lo que había dicho: nada de amores este año.

Se enderezó y de repente estuvo sin sueño, me miró y comenzó a enumerar con sus dedos:

—Primero, no hagas así con los ojos, a los chicos nos provoca cosas. —Comencé a reírme a carcajadas, y él siguió—: Tercero: sí, te interesa. Si no, no te hubieses puesto colorada cuando te dije que ese era su pueblo.

—Primero, no entiendo qué les causa. Segundo, te lo salteaste, y tercero, nada que ver —lo imité.

—Bueno, sabés que no soy muy inteligente, menos a esta hora. Pero vos me entendiste. Te está comenzando a gustar, ya me vas a dar la razón. Tanto te interesa, que solo dije “tu chico” y ya sabías de quién estaba hablando —sentenció, y se puso de pie—. Thomas, vamos todos. A las once salimos desde la terminal.

Acababa de decir eso cuando llegó la profe, con la que nos esperaban dos horas de silencio y ejercicios de matemática.

Sonó el timbre del recreo y todos comenzaron a salir desesperados, la media mañana era tremenda y nos entraban ganas de un segundo desayuno: un pebete de jamón y queso con café, deliciosa combinación. Cuando iba hacia el patio, mi mejor amiga se me unió y me preguntó qué iba a ponerme a la noche, cosa que siempre hacemos todas antes de salir: preguntarnos por el outfit.

—Supongo que un jean, remera y zapatillas. Es un baile, no da ponerse otra cosa. —Ella asintió.

Al unirnos con nuestras compañeras, comentamos el outfit elegido para la noche. Todas estuvieron de acuerdo, lo que significaba que, como siempre, íbamos a ir casi iguales, uniformadas.

—¿Qué te pasa, Tabi?, ¿estás un poco distraída? —preguntó Ari. Me la llevé de un brazo para alejarla un poco de las demás y contarle todo. Ella quedó un poco sorprendida:

—Woow, ¿llegó alguien para derretir el iceberg? Parecés muy interesada; si no, no le hubieses ni contestado.

—¿Vos y mi madre estuvieron conversando? Me dijo casi lo mismo, y no, no estoy interesada.

—No voltees los ojos, ya vamos a ver cómo resulta todo. Somos dos contra una cabezota —me dijo incluso antes de verme hacer mi movimiento de ojos; al parecer, ya todos sabían cuándo lo iba a realizar.

Volvimos al grupo tomadas del brazo, como siempre. Todos estaban cantando canciones de la banda que iríamos a ver y nos unimos sin dudar, antes de sentarnos en el suelo.

El día transcurrió con normalidad. En Geografía casi todos nos dormimos, ya que la clase aburre; en Inglés algunos disfrutamos de las conversaciones y otros no captan ni una palabra, salvo el bye con que nos despedimos hasta la tarde. Cada cual partió para almorzar a su casa, pero antes nos enteramos de que tendríamos el resto del día libre porque un profesor había faltado; mis amigos, entonces, se autoinvitaron a mi casa luego de la siesta, para organizar el viaje de la noche y chusmear un poco de todo. Agradecí que respetaran la siesta, así podía adelantar la tarea de Plástica de la semana siguiente.

Llegué a mi casa y almorcé las sobras de pizza de la noche anterior. Mi madre aún no había llegado, por lo que le mandé un mensaje para que supiera que no tenía contraturno y que mis compañeros vendrían a organizar la salida de la noche. Me respondió que ella almorzaba con una amiga y que le parecía bien que saliera, pero dudaba si asistiríamos al día siguiente a clase. Le aseguré que al menos yo asistiría, y me acerqué a la computadora para poner un poco de mi música antes de que mis compañeros llegasen.

Al entrar en el navegador recordé que tenía que responder los mensajes de Eneas, y como si me hubiera leído la mente, llegó un mensaje de él:

EneEne:

Perdoname de verdad, no quise que te incomodaras. No te jodo más.

Mi instinto hizo que comenzara a escribir sin pensar y borrara todo.

EneEne:

Hola, Tabi. Veo que estás conectada. De verdad, si te molestó lo que te dije, olvidalo y sigamos charlando.

Agarré coraje y comencé a escribir:

Tabi:

Hola, hola. No hay problema, solo no sabía qué contestarte. Vi fotos con tu novia y no quería entrometerme.

«Corta y al hueso, como siempre».

EneEne:

Me alegra ver que me volvés a escribir. Sí, tengo novia, pero me interesás vos. No quiero jugar con vos, quiero que nos conozcamos y veamos qué sucede.

Mis ojos se llenaron de sorpresa y mi corazón se detuvo por un minuto al leer esas líneas; otra vez este chico me dejaba sin palabras para responderle.

Tabi:

Creo que si tenés novia, no vas a poder conocerme a mí. Si querés, seguimos charlando como amigos. Todo bien.

Ni yo me creía esa respuesta. Como todos decían: ya estaba en mi mente, e iba a ser difícil sacarlo.

Él comenzó a escribir, pero se detuvo. Después de un rato llegó su mensaje:

EneEne:

Haré lo posible para ser solo tu amigo, no prometo nada. ¿Qué me contás? ¿Qué estás haciendo?

Un poco de alivio sentí al ver que nuestra conversación seguía.

Tabi:

Mmm, te cuento que ya salí del colegio, hoy sin contraturno. Están por venir mis compañeros a casa para organizar el viaje de esta noche, vamos al baile.

Le di a enviar y me arrepentí, ahora él sabría que estaríamos en su pueblo. Maldije en voz alta.

EneEne:

¿Posta?¿Vienen al baile? Genial, yo también voy a ir con mis compañeros. Capaz nos vemos y podemos seguir charlando.

«Dicho y hecho, ni que supiera lo que iba a contestar». Ahora debía hacer como si nada pasara, como si fuera una conversación con un amigo más.

Tabi:

Sí, seguro nos vemos. Tampoco es tan grande el pueblo ja, ja, ja, ja. Pero vas a tener que hablarme vos, yo solo te conozco por fotos.

Y ahí estaba yo, diciéndole que había visto las fotos de su perfil y todas en las que aparecía.

EneEne:

Dale, trato hecho. Si te veo, voy a saludarte. Pero si me ves y me reconocés, podrías acercarte vos… No soy distinto a las fotos. En cambio, vos sí.

Tabi:

¿Qué querés decir con eso? ¿En qué sentido soy distinta?

Mis dudas ya estaban cambiando mi cara. Las inseguridades de siempre comenzaron a asaltarme:

«¿Me está diciendo que en las fotos me veo mejor? ¿Vio que no soy esquelética? Su novia es hermosa y seguro comparó mi cuerpo con el de ella…».

EneEne:

Sí, sos mucho más linda personalmente. Por algo siempre te miro en los partidos.

Mis ojos se entrecerraron como símbolo de descreimiento.

Tabi:

Creo que dijimos como amigos, nada más.

Me reí por la supuesta victoria.

EneEne:

Eso lo vamos a ver. Me voy, Tabi. Tengo contraturno. Besoos, nos vemos a la noche.

Leí las palabras y no pude contestar nada, me había dejado en blanco por unos minutos. Sacudí mi cabeza y volví a la realidad.

Me puse a escuchar algunas canciones de la banda de esa noche, para recordar las letras. Comencé a tararear la que más me gustaba, una versión en cuarteto de “No seas cruel”. Mientras cantaba con toda la pasión y a todo volumen, mi celular comenzó a sonar: Ari.

—Hey, ¿qué pasa?—exclamé sin bajar el volumen altísimo de la música.

—Mira por la ventana, loca, y apagá eso.

Levanté la vista del ordenador y vi que ella estaba haciéndome señas. Corté, bajé el volumen y corrí a abrirle la puerta.

—Hola, hola, muy inspirada, amiga. El baile de esta noche te sienta bien —dijo en tono burlón, y pasó a sentarse en la silla que estaba en la computadora. Abrió los ojos como platos y me miró.

—¿Qué? ¿Qué pasó, Ari? —La miré y miré la pantalla, la conversación con Eneas estaba abierta.

—¿Esto es lo que creo? ¡Vaaamos, Tabi!, voy a tener la razón, cabezota —chilló aplaudiendo.

—No es nada, solo una conversación de amigos —dije, y cerré el Facebook.

—Si es de amigos, dejame verla, no la cierres —se burló.

—Ya vienen todos, después te muestro. ¿Qué nos ponemos esta noche? —Intenté cambiar de tema.

—Lo que vos dijiste. No cambies de tema, ton-ti-ta —bufoneó, y con su dedo índice me tocó dos veces la frente.

—No te atrevas a volver a hacer eso —rezongué.

—Hola, hielo. Chau, amor —me dijo con los brazos cruzados. Se levantó y comenzó a soltar—: Tabatha, no es nada malo comenzar a charlar con un chico que te parece lindo, dejá ya esa pavada de no tener ninguna relación este año. No podés negar cuando un chico te gusta de verdad, y puede pasar con este. ¿Cómo se llamaba? —Investigándolo todo, como siempre.

—Eneas, y no creo que sea algo malo. Solo te digo que somos amigos.

Volteé los ojos mientras se lo decía. Luego, nos fuimos juntas a abrir la puerta porque habíamos visto que los chicos comenzaban a llegar, y no estaba el clima lindo como para dejarlos afuera.

Todos entraron en patota y, casi sin saludarme, se fueron al calefactor del comedor para reconfortarse del frío. Al escuchar que tenía cuarteto puesto en la compu, subieron el volumen y todos comenzamos a bailar; es algo que siempre hacemos: bailar y cantar. Comencé a danzar con Leo, ya que estaba más cerca de mí, pero Thom gritó:

—¡Cambio!

Todos intercambiamos parejas de baile, a mí me tocó con él.

—Capi, ¿estuviste pensando lo que te dije en el último entrenamiento? Deberíamos darnos una oportunidad —lo dijo con mirada seductora, y pegando mi cuerpo al de él con la ayuda de su mano en mi cintura.

—La verdad, no lo estuve pensando mucho. Pero no quiero romances, sino algo más casual. No sé si me entendés —pronuncié esas palabras y pasé mi dedo por su torso a modo de broma, jugando con su ego.

—Me encanta, Tabi, podríamos empezar ya. —Me acarició el cachete y mis ojos dieron un vuelco, no creía en su actitud.

—¿No tenés idea de lo que causás con esa mirada, no? —Continuó acercándome, nuestros cuerpos ya se rozaban al bailar. Bailábamos cuarteto, tan cerca como se bailan los lentos.

—Todos me dicen eso, pero no la respuesta, ¿podrías iluminarme? —Le hice cara, como esperando su respuesta, mientras me apoyaba en su hombro.

La música cambió a un rock pesado y todos me gritaron para que pasara la canción. Me aparté rápido de Thomas, agradeciéndole al metal que no todos escuchaban, y me fui riendo a la computadora. Adelanté a otra canción y grité:

—¡Cambio!

Thomas quedó con la boca abierta y cambió de pareja. Me tocó con Ariana, que me miraba atónita.

—¿Qué acaba de pasar con T? —masculló.

—Nada, solo le hice creer que quería tener algo con él, pero nada que fuera serio. Lo que él siempre busca. Y lo dejé ahí, en mitad de la nada —susurré riéndome.

Seguimos bailando por un rato, y después nos sentamos a merendar todo lo que habían traído. Mientras tanto, organizamos el horario de salida y el horario de regreso. También el punto de encuentro, muy importante ya que algunos solían “perderse” con compañías nocturnas.

Luego de conversar por largo rato, y ya de noche, todos comenzaron a irse a sus hogares para cenar y prepararse para el baile. Nos despedimos y Thomas me hizo una seña de que después hablaríamos; yo le dije que sí con la cabeza para despedirlos.

Parte 4

Ingresé en mi casa y me dirigí al baño para una ducha reconfortante. Mis pensamientos comenzaron a surgir en mi mente como el agua de la flor de la ducha. Pensé en el baile que había tenido con Thomas, pero a su lugar lo tomó Eneas; ese coqueteo aumentó mi temperatura corporal e hizo que deslizase mis manos para recorrer cada parte de mi cuerpo mojado, y que descubriera la suavidad de cada centímetro de mi delicada piel.

Sentí que mi madre decía mi nombre desde la cocina, y le respondí desde el cuarto de baño. Se acercó a la puerta y vociferó:

—¿A qué hora te vas, Tabi? ¿Necesitás dinero? ¿A qué hora volvés? ¿Quién los lleva? Sabés que me podés avisar y los voy a buscar si el que maneja está ebrio.

Escuchando todo ese interrogatorio, quise que el agua me llevara.

—Pará, mami, no se escucha muy bien. Vamos en trafic, a las diez salimos, y volvemos en la misma trafic cuando termine el baile. Ni que nunca hubieses salido. Todo bien, vamos todos juntos. ¡Pero cualquier cosa te llamo! —grité esa última parte, ya que era la que más le interesaba a mi mamá.

Sabía que ella dormiría con un ojo abierto hasta que me sintiera llegar, y también que saber que la tenía en cuenta para todo la tranquilizaba.

—Muy bien. Ya sabés: no tomes alcohol y portate bien.—Sacudí mi cabeza, incrédula; me repetía lo mismo cada vez.

—Sí, mami. Todo está controlado. Nada de alcohol —ironicé.

—¡No me digas que sí como a los locos! —sentenció, y las dos nos largamos a reír.

Salí de ducharme luego de un tiempo considerable para mí, innecesario para mi madre. Sequé todo mi cuerpo y me vestí con el outfit que habíamos planeado con las chicas, aunque le sumé una campera por el frío y para que mi madre no me diera otro sermón al salir. Remarqué mis rulos con una crema y me coloqué solo un poco de base, con un gloss transparente en los labios.

Mi madre insistió en llevarme en auto a recoger a Ari para ir a la terminal a esperar a mi grupo. Acepté, porque el aire estaba congelando; en el camino, obviamente, escuché por segunda vez todas las preguntas que me había hecho mientras estaba en la ducha, por si algo no me había quedado claro. Mientras ella me hablaba, torcí mis ojos como signo de agotamiento, ante lo cual me dijo:

—No hagas así con los ojos —¿Cómo podía ser que supiera hasta los movimientos de ojos que hacía, si no había sacado los suyos del camino? Sin dudas era mi madre.

Llegamos a la casa de mi amiga, quien también subió al auto con una gran campera de abrigo.

—Hola, chicas, tremendo frío. Menos mal que coincidimos con las camperas, si no, la iba a dejar acá arriba. —Ella siempre está coqueta: si nadie iba con campera, podría sufrir una hipotermia, pero no se la colocaría.

Estacionamos en la terminal, aún nadie había llegado. Como para variar: las primeras.

—Siempre me hacés salir antes, Tabatha, ¿Seguro era a esta hora? —preguntó mi madre en tono de reto y mirándome directamente a los ojos.

—Sí. Era a esta hora. ¿No es así, Ari? —incité a mi amiga para que se apuntase a mi respuesta.

—No te preocupes, Mery, Tabi es muy puntual pero los chicos son muy impuntuales. Esta era la hora. Mirá, ahí viene la trafic. —Señaló hacia delante para cortar la conversación.

Ambas bajamos para subir a la trafic y esperar a mis compañeros y nos despedimos de mi madre, quien antes de irse nos dijo nuevamente que nos cuidásemos, le avisáramos cuando llegásemos y no nos dejáramos solas. Ambas asentimos.

En la trafic elegimos los últimos lugares y esperamos unos minutos hasta que llegaron todos. Emprendimos viaje rápido. Marina queda a unos veinte minutos de nuestro pueblo, por lo que habíamos planeado que al llegar iríamos a tomar algo a un bar que estaba al lado del salón donde se realizaría el baile.

En el viaje Ari me comentó que le estaba comenzando a gustar uno de nuestros amigos: Marco. La alenté a seguir adelante pero tranquila, ya que era muy enamoradiza y no le importaba si hacía un día que estaba saliendo con el chico, ya se ponía de novia. Yo entendía que era su forma, no la juzgaba, pero sí le advertí que se relajara un poco.

No acababa de decirle esas palabras, cuando se levantó de mi lado y se cruzó a los asientos donde estaban Marco y Thomas; este último se levantó para dejarlos solos y, obviamente, vino a sentarse a mi lado.

—Hola, Capi, ¿puedo sentarme?

—Hola, ¿desde cuándo pedís permiso vos? —le recriminé sin creer en sus palabras.

—Tenés razón, ni permiso ni perdón. —Se sentó a mi lado y me chantó un beso en la mejilla. Lo miré con cierto desconcierto, y él lo notó a pesar de la oscuridad con la que viajábamos.

—Eh, tanto coqueteo el de hoy a la tarde y ahora me mirás con esa cara de asco. ¿Qué pasa, T, no era que podíamos intentar algo? —Odiaba que me dijesen T, y se lo hice saber.

Me acerqué a su oreja y coloqué mi mano en su pierna, le hablé casi susurrando y sentí cómo se tensaba con cada palabra:

—Si me seguís llamando T, el coqueteo de esta tarde va a ser lo único que puedas recordar. Aunque si te portás bien, mi mano sabe cómo jugar. —Mientras decía eso, ni yo me lo creía. Subí mis dedos desde su pierna, pasando por su estómago, hasta su pecho, que se movía agitado.

—Capi, no sabía que eras así. Pensé que te conocía muy bien. Siempre te veía como la más tranquila del grupo —sentenció con voz entrecortada y sed de más en sus ojos, capturados por la oscuridad.

—¡Las apariencias engañan, Capi! Creo que no me conocés tanto entonces —le dije imitando su tono de voz y sacando mis manos de su pecho tras darle una palmada. Me acomodé en el asiento y saqué mi celular para entrar un rato en Facebook hasta que llegáramos al pub.

El resto del viaje fue tranquilo. Thomas se quedó a mi lado pero solo me miró como tratando de descifrar un cubo Rubik, y yo seguí mirando la pantalla de mi celu pero sin ver nada.

Arribamos al pueblo y bajamos en patota; yo con unos nervios inusuales, como si estuviera por salir a jugar uno de mis partidos. Tomamos unas bebidas en el pub y pasada la medianoche nos fuimos al baile, cuando escuchamos que la banda ya empezaba a tocar sus canciones.

Ingresamos en el salón y fuimos a dejar nuestras camperas al vestidor, ya que allí dentro parecía que estuviéramos en las puertas del mismísimo infierno. Los chicos comenzaron a alejarse para saludar a sus contrincantes en la cancha pero amigos fuera de ella: el equipo de básquet de Marina. Mi vista buscaba por todos lados a una sola persona, pero no lo pude visualizar. Los varones saludaron a todos y nos llamaron para presentarnos; por más que no quisieran que nos relacionásemos con otros chicos, habían dejado de lado sus celos de amigos para socializar y pasar un buen rato. Obviamente que mis amigas se volvieron locas con algunos de ellos, aunque otras siguieron con los ojos puestos en nuestros compañeros. Yo seguía sin encontrar lo que buscaba.

—¡Eh, amigo! ¿Cómo estás, “casado”? No te había visto. —Leo saludó con euforia a un chico alto que no podía ver bien, hasta que lo visualicé. Ahí estaba, con una sonrisa radiante y tan deslumbrante que te podía hacer mal a la vista. Perfectamente alineado con unos jeans negros y una camisa blanca ajustada, que dejaba ver su tallado cuerpo. Eneas, ahí parado, de la mano de su novia. Saludando a todos y cada uno de mis compañeros, presentándola. Hasta que llegó a donde estaba yo. Los saludé a ambos y me presenté.

Su aroma era encantador, un perfume dulce que hipnotizaba, de esos que te hacen olvidarte hasta de tu nombre.

—Eva, ella es la capitana del grupo de vóley, la debés haber visto en los partidos. —Se dirigió a su novia con total soltura, y yo sin saber qué hacer ni dónde meterme.

«¡Tragame, tierra!» pensaba.

—Sí, puede ser que la haya visto alguna vez —respondió “Eva” sin darle mucha importancia; con amabilidad, pero con ciertas ganas de largarse de allí. Las mismas ganas que sentía yo en ese momento.

—Nos vemos luego —expresó él con su enorme sonrisa, y se largaron los dos hacia el frente del escenario.

—Amiga, es muy guapo. ¿Qué estás esperando? —Ariana había corrido hacia mí desesperada por hablar y con una emoción inentendible.

—Amiga, hay un detalle que está de la mano de él, por si no te diste cuenta —señalé a lo lejos y con tono de decepción e ironía.

—¡Vamos a bailar! —gritaron mis amigos, y todos salimos a la pista para gozar.

Algunos se enrollaron con gente que ni conocíamos pero que resultaba interesante para tener algo esa noche, o para algún amorío o amor que pudiera prosperar. Otros bailamos con nuestros amigos o novios; a mí me secuestró Thom, y aproveché para deleitarme con la noche a más no poder. Disfruté y canté como más me gusta hacerlo: con total libertad.

Bailábamos y, a medida que lo hacíamos, nos íbamos acercando al frente del escenario, dando miles de vueltas con nuestras manos entrelazadas. Por encima de mi hombro pude ver que Eneas bailaba enérgicamente con su novia y también me miraba. Lo observé y cruzamos miradas; la mía peligrosamente desafiante, y la de él, confusa.