No soy Jaime Torres Bodet, soy México el embajador en Francia (1954-1958) : estudio biográfico - Marcio Orozco - E-Book

No soy Jaime Torres Bodet, soy México el embajador en Francia (1954-1958) : estudio biográfico E-Book

Marcio Orozco

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Beschreibung

¿Por qué el único latinoamericano que ha dirigido la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) con sede en París ha pasado en la práctica al olvido? ¿Por qué ha sido Torres-Bodet (sic) el único mexicano miembro de la Academia de Bellas Artes (de Francia) y el tercero en sus prestigiosas Academias, después de José Antonio Alzate y José Yves Limantour? ¿Acierta Octavio Paz cuando afirma que nuestro personaje fue un escritor mediocre? ¿Tiene razón Salvador Novo cuando juzga que Jaime Torres Bodet no tuvo vida, sino solo biografía? ¿Por qué las relaciones diplomáticas (económicas y culturales) entre México y Francia son tan sólidas en la posguerra mundial, a pesar de notorias diferencias en su política exterior? ¿Por qué se puede decir que se trata de unos de los más grandes precursores de la diplomacia cultural y/o pública mexicana? ¿Por qué escribe Torres Bodet que los años de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) fueron los "más convincentes de su existencia"? ¿Se puede decir que era un poeta atormentado? En esta obra densa, el autor responde a estas y otras preguntas, por medio de un estudio biográfico sólidamente fundamentado en los archivos públicos y privados del personaje en cuestión. Dialoga con la historiografía reciente matizando, corrigiendo, y, sobre todo, enriqueciéndola a partir del prisma de una obra de arte y de madurez: los años del embajador Jaime Torres Bodet en Francia en los años 1950.

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Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana.

Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido o por conocerse, sin el consentimiento por escrito de su legítimo titular de derechos.

Primera edición en papel: mayo de 2023

Edición ePub: septiembre 2023

D.R. © 2023, Marcio Orozco

D.R. © 2023, Bonilla Distribución y Edición, S.A. de C.V.

Hermenegildo Galeana 111, Barrio del Niño Jesús,

Tlalpan, 14080, Ciudad de México

Teléfono: 55 5544 7340

[email protected]

www.bonillaartigaseditores.com

D.R. © 2023, Centros Culturales de México, A.C.

Universidad Panamericana

Jerez No. 10, Col. Insurgentes Mixcoac,

Alcaldía Benito Juárez, Ciudad de México, C.P. 03920

Teléfono: 52(55) 5482-1600

Coordinación editorial: Bonilla Artigas Editores / José Alfredo Cabrera Morales

Cuidado de la edición: Priscila Pacheco Castillo

Revisión Técnica: Raúl Figueroa Esquer y Bonilla Artiga Editores

Diseño editorial y de portada: d.c.g. Jocelyn G. Medina

Realización ePub: javierelo

ISBN: 978-607-8838-25-7 (Bonilla Artigas Editores)

ISBN: 978-607-8826-08-7 (Centros Culturales de México, A.C.)

ISBN ePub: 978-607-8956-25-8 (Bonilla Artigas Editores)

ISBN ePub: 978-607-8826-43-8 (Uiniversidad Panamericana)

Hecho en México

Contenido

Introducción

Hacia la madurez de Jaime Torres Bodet (1920-1954)

Juventud (1902-1929)

Años en la diplomacia (1929-1942)

Alto funcionario nacional e internacional

Un tiempo para las letras (1952-1953)

Una perspectiva internacional (1954-1958)

Marco general de la diplomacia mexicana en Francia

El contexto internacional de la diplomacia económica de México en Francia

La diplomacia económica

Visitas francesas a México

El cfcpn y la embajada

El Comité económico Franco-Mexicano

Dos misiones económicas en Francia

La diplomacia cultural

Personal altamente cualificado

La exposición del libro mexicano en la Sorbona

El curso universitario de economía mexicana en la Sorbona

Cincuentenario de la muerte de Julio Ruelas y de Manuel José Othón

Fotografía, prensa y cine

La plaza de la Ciudad de México

La imagen de México

Fama personal y diplomacia

La exposición de pintura mexicana en Burdeos

El embajador en busca del escritor

Entre la diplomacia cultural y económica. Nouvelles du Mexique, la revista de la Embajada

La configuración de la revista

Una lectura de la revista

Los últimos años de Jaime Torres Bodet (1958-1974)

De regreso a la Secretaría de Educación Pública (1958-1964)

Un retiro fecundo

La generación de 1968, Octavio Paz y la posteridad de Jaime Torres Bodet

Conclusiones

Consideraciones finales: los años de la embajada y la vida de Jaime Torres Bodet

Fuentes y Bibliografía

Apéndice 1La Doctrina Estrada

Apéndice 2 Memorándum que concreta los dieciséis puntos en que fueron resumidos los propósitos de la Delegación de México al dirigirse a la Conferencia de Bogotá [por iniciarse el 31 de marzo de 1948]

Apéndice 3Telegrama de la Secretaría de Relaciones Exteriores al embajador en Francia a propósito del voto de México en el Comité General de la Asamblea de las Naciones Unidas, 27 de septiembre de 1955

Apéndice 4Nombres del directorio telefónico de Jaime Torres Bodet en la Ciudad de México

Apéndice 5Colaboradores de la revista Nouvelles du Mexique (1955-1958)

Apéndice 6Distribución de Nouvelles du Mexique el 30 de junio de 1957

Apéndice 7Carta de Lucien Fèbvre a Jaime Torres Bodet

Sobre el autor

A Dios, a mis padres y a mi patria

In memoriam François-Xavier Guerra (1942-2002)

Introducción

En 1989, en una entrevista a Rafael Solana (1915-1992), secretario particular de Jaime Torres Bodet de 1958 a 1964, un alumno de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) le preguntó si podía contar una anécdota de don Jaime. Solana le narró que en Bogotá, en 1948, durante la ix Conferencia Internacional Americana, en plena revuelta política colombiana (“el Bogotazo”), Torres Bodet, como jefe de la delegación mexicana

tenía que llevar al palacio donde se celebraban las conversaciones ciertos documentos y en el momento en que llegó había un tiroteo en la plaza donde estaba el Congreso y él, tranquilamente, sin apresurar el paso, comenzó a subir aquellas escalinatas. Don Rafael [F.] Muñoz, uno de los que iban con él, le dijo: “don Jaime, que nos están tirando”. Y […] él […] respondió: “en estos momentos no soy Jaime Torres Bodet, soy México”. Y siguió con el mismo paso entre los tiros que [silbaban] […] por todas partes, porque México no podía dar el espectáculo de agacharse o de esconderse”.1

Esta anécdota nos abre la puerta a un personaje que despierta la curiosidad, que desconcierta. Y de verdad que es así. Jaime Torres Bodet es todo un descubrimiento personal y pienso que escribiendo este trabajo, que es un estudio biográfico, me queda claro que la historia es magistra vitae (maestra de la vida, según Cicerón). Ella nos enseña, en parte, lo que pueden ser los seres humanos cuando los alienta un ideal de vida elevado. “Quo non ascendo” (hasta dónde no me elevaré), decía el ministro Fouquet en tiempos de Luis xiv. Lo que se reducía a la ambición política de aquél. En el caso de don Jaime fue un ideal espiritual.

Al pensar qué más palabras podía escribir como una introducción, reflexioné sobre la etimología latina de la palabra “introducción”: intro, dentro; duco, dirigir, conducir, llevar, etcétera. Se trata de dirigir hacia lo interior. Introducir es partir de lo superficial y llevar al lector en este caso hacia lo más profundo, lo más interior, en términos torresbodetianos, al espíritu. Y ¿qué es lo superficial respecto a Torres Bodet? ¿Decir que fue un escritor y un político y un diplomático muy importante en el siglo xx mexicano?, ¿que dirigió la revista Contemporáneos, estandarte del grupo literario que encabezaba?, ¿que fue secretario de Educación Pública, de Relaciones Exteriores y director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco)?, ¿que se suicidó al final de su vida? ¿Dónde estriba su interioridad?

Desde el primer momento en que conocí al personaje, hojeando el índice de sus Memorias en el año 2002, me llamó la atención el alto nivel de sus puestos públicos y, en particular, los diplomáticos. Poco a poco, al leer esos libros y el resto de su obra literaria, me di cuenta de la profundidad de sus valores humanistas, de su erudición, de su talento y gran experiencia. Fui entrando poco a poco en su interioridad. Sin embargo, también me fui dando cuenta de que es un error pensar que esa interioridad escapa a su trabajo de funcionario público y sólo radica en su obra escrita. Toda su profundidad se plasma en su actuar, desde la escritura de un soneto hasta su presencia en una recepción diplomática; desde un informe diplomático en una legación o en la embajada en París, hasta la lectura de su discurso “El silencio de Cuauhtémoc resuena aún”, el día de la inauguración del Museo Nacional de Antropología, en Chapultepec.

Una de las claves interiores de Torres Bodet es que se rigió por un profundo sentido del deber, quizá jansenista, quizá kantiano, quizá estoico, con todas las reservas que estos adjetivos merecen. Fue prodigioso desde su adolescencia y ya desde los 18 años, funcionarios públicos se fijaron en su valía y lo invitaron a participar en puestos directivos, empezando por la Secretaría de la Escuela Nacional Preparatoria. Desde entonces, empieza una carrera, un cursus honorum largo, que culmina en muy altas responsabilidades en la vida pública nacional e internacional. Su talento literario, concretado en su primer poemario: Fervor, en 1918, y en toda su obra, se desarrolla a la par de sus dones de gobierno y su gran capacidad de trabajo muy cerca de José Vasconcelos, Bernardo J. Gastélum, Genaro Estrada, Enrique González Martínez, Emilio Portes Gil, Francisco Castillo Nájera, Marte R. Gómez, Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos.

Para descubrir al personaje acudamos a las fuentes. Las Memorias son un primer espacio. Fueron redactadas en un primer momento en 1953 –se trata de “Tiempo de arena”, publicada en 1955–, para contar desde los primeros años hasta 1929 cuando Torres Bodet llega a España adscrito a la Legación de México en Madrid. Tienen una fuerte carga literaria: formación, educación, lecturas. Los siguientes libros de Memorias: “Años contra el tiempo” (1969), “La victoria sin alas” (1970), “El desierto internacional” (1971), “La tierra prometida” (1972), “Equinoccio” (1974 y póstumo) narran respectivamente los años al frente de la Secretaría de Educación Pública (1943-1946); su período como Secretario de Relaciones Exteriores (1946-1948); la dirección de la unesco (1948-1952); la temporada posterior a este cargo, en México (1953-1954); más adelante la Embajada de México en Francia, como embajador (1954-1958); y de vuelta a México para fungir por segunda ocasión como secretario de Educación Pública (1958-1964); finalmente los años comprendidos entre 1929 y 1943 en los que nuestro personaje se forma como diplomático (“Equinoccio”). Con excepción de “Tiempo de arena” (1955), se publican todos durante el retiro de don Jaime de la vida pública, iniciado a finales de 1964. Los últimos cinco libros de Memorias hacen hincapié en el desempeño profesional más que en el desarrollo de sus obras literarias o sus lecturas.

En un segundo lugar de las fuentes primarias tenemos la obra del escritor y crítico literario Emmanuel Carballo,2 escrita seis años antes de la muerte de Torres Bodet. Es el resultado de una o varias conversaciones amistosas. Está dividido en dos partes: una sección que estudia los trabajos (la obra escrita, de la página 7 a la 124) y los días (la biografía, de la página 124 a la 154) y otra que presenta una amplia antología de su obra (de la página 155 a la 285). Finalmente, una sección de bibliografía directa e indirecta (de la página 289 a la 321). El escritor hace juicios de valor literario sobre el conjunto de las obras de Torres Bodet, valiéndose de críticos literarios norteamericanos como Forster, Dauster y otros, y de escritores como Luis G. Urbina, José Gorostiza, Elena Poniatowska, Genaro Fernández MacGregor, Octavio Paz. Cita cartas de amigos de don Jaime –que seguramente éste último le permitió utilizar– como las de los escritores extranjeros Antonio Machado, Valery Larbaud, Jules Supervieille, Edmond Vandercammen, Jorge Carrera Andrade, Pedro Salinas, Walter Pabst, Benjamín Jarnés y Ricardo Gullón.

En tercer lugar, conviene referirnos a otra fuente primaria: ésta nos permite conocer al personaje desde la lente de los amigos y ex colaboradores de Torres Bodet en puestos de gobierno. Se trata de la compilación de Marte R. Gómez.3 Este texto presenta sus más importantes logros, a saber: la campaña nacional de alfabetización (1944-1946), sus brillantes éxitos diplomáticos, en particular su destacada participación en la Conferencia de Bogotá, Colombia, en 1948, su labor diplomática y educativa brillante como director general de la unesco, el así llamado “Plan de Once años” (Plan Nacional de Expansión y Mejoramiento de la Educación Primaria).

De entre los amigos, participa Alfonso Caso presentando a Torres Bodet como el “Hombre y el Amigo”. José Luis Martínez presenta “Su Vida y su Obra”. Rafael Solana describe su talento como poeta e indica las principales etapas de su producción. Antonio Castro Leal nos muestra al escritor. José María González de Mendoza reflexiona sobre “El impulsor de las artes”. Francisco Cuevas Cancino retrata a Torres Bodet como diplomático. Salomón Kahan aborda a Torres Bodet nombrándolo como humanista. Víctor Gallo Martínez lo presenta como pensador. Luis Álvarez Barret hace una relación de su experiencia educadora (“El educador”) de forma parecida a la de Lucas Ortiz (“El instructor de México”). Ramón García Ruiz y Jorge Casahonda escriben “El Organizador (la expansión de la educación primaria)” y el “Organizador (la reforma educativa)”, respectivamente. Moisés Ochoa Campos escribe un texto analítico acerca del talento de Torres Bodet en la oratoria. Por último, Miguel León-Portilla describe al “humanista indigenista”.

Para acceder cabalmente a nuestro objeto de estudio es necesario recurrir a su archivo particular (Fondo Jaime Torres Bodet –fjtb–), comprado en la década de 1990 por la unam, disponible para la consulta en el Archivo Histórico de la unam (ahunam), Biblioteca-Hemeroteca Nacional - iisue (Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación). Otra fuente es el Archivo Particular Jaime Torres Bodet (apjtb) en el Archivo Histórico Genaro Estrada (ahge) de la Secretaría de Relaciones Exteriores (sre). En este último acervo tenemos documentos que pertenecían anteriormente a un único archivo particular de nuestro personaje pero que fueron separados por Josefina Juárez Montanez, viuda de Torres Bodet, al poco tiempo de la muerte de éste último, y entregados a la Cancillería en 1976. Están disponibles desde hace poco tiempo (2004). No sólo contienen documentos relativos a la labor diplomática de nuestro personaje, sino también muchos relativos a otras facetas de su vida como, por ejemplo, su trabajo como secretario de Educación Pública en dos ocasiones. Por último, el archivo de la Embajada de México en Francia en el mismo ahge.

Analicé el trabajo diplomático de Torres Bodet en Francia. Por eso, haré brevemente mención de los estudios en el área de relaciones internacionales que existen y que fueron pertinentes para esta investigación. El de Héctor Javier Palacios Díaz4 aborda un doble objetivo: la obra diplomática y educativa. En cuanto a la obra diplomática, hace una retrospectiva de la carrera diplomática (1929-1943 y 1946-1948). Después estudia los años en los que lo diplomático y lo educativo se vuelven uno: la dirección de la unesco (1948-1952). Ignora el autor completamente los años de embajador en Francia en la década de 1950. En cuanto al método, respecto a sus años de la unesco, no usa fuentes primarias más que el libro de Memorias, “El desierto internacional”, del propio Torres Bodet, lo que le resta objetividad. En el capítulo correspondiente, Palacios sólo alude a dos libros; cada uno, una sola vez: uno de Billy F. Cowart y otro de Modesto Seara Vázquez.

Dos tesis universitarias abordan de lleno los años de la unesco, la de Francisco Armando Martínez Luna5 y la de Carlos Enríquez Verdura.6 La primera, en su capítulo iii, meollo del texto, sintetiza la labor del director de esta institución basado en “El desierto internacional”. Sin embargo, se echa de menos un trabajo histórico: hay sólo tres notas a pie de página con documentos de archivo (el apjtb en el ahge) en este capítulo central. En cambio, en la segunda tesis, hay un planteamiento en términos de teoría de las relaciones internacionales acerca de las condiciones de una diplomacia internacional de solidaridad. El comportamiento de Torres Bodet es estudiado con este telón de fondo. En este trabajo se utilizan apropiadamente fuentes primarias. En el capítulo central sí se cita el Fondo Jaime Torres Bodet. También se citan relevantes fuentes de archivo de la unesco.

Finalmente, el texto de Citlalli Gutiérrez Javán7 sobre su trabajo de jefe de delegación en las Conferencias de Quintandinha y de Bogotá, en 1947 y 1948, respectivamente. Después de capítulos introductorios en los que se presentó el significado de la diplomacia, la política exterior mexicana en el siglo xx y el sistema interamericano, se abordan las dos conferencias ya mencionadas. Sí se utilizan fuentes primarias. Sin embargo, no hay una utilización sistemática del archivo Genaro Estrada. Sólo se cita una vez el informe respecto a la Conferencia en cuestión y una vez el expediente personal de Torres Bodet en el AHGE. Asimismo, en una única ocasión, se cita México en la ix Conferencia internacional (1948, sre). Es poco trabajo de archivo para el tema central de su obra.

El resto de las obras universitarias abordan cuestiones secundarias para esta investigación, que tiene como objetivo primordial el desempeño de Torres Bodet durante los años en que fue embajador. Examinan temas sociopolíticos en torno a la educación pública durante el sexenio de Adolfo López Mateos (1958-1964);8 el pensamiento y la obra educativa de nuestro personaje, desde un enfoque pedagógico,9 un relato y explicación de historia cultural en torno a la creación del Museo Nacional de Antropología.10 Finalmente, la tesis doctoral en Letras, de José Leonardo Martínez Carrizales, hace fundamentalmente un análisis literario respecto de la tradición poética en la que se inscribe nuestro personaje, y cuenta con un capítulo introductorio de cariz histórico, sobre todo en relación con la recepción de la obra de Torres Bodet.11

Más adelante, disponemos de las fuentes secundarias que no son tesis universitarias. Son escasas. La primera es la única biografía de nuestro personaje publicada después de su muerte, escrita por Fernando Zertuche y publicada en 2011.12 Este libro es la primera reconstrucción histórica del personaje basada en fuentes de archivo, en particular el Fondo Jaime Torres Bodet.13 El estudio se realizó, según las palabras del autor, con el apoyo de “jóvenes historiadores” y “jóvenes investigadores” de la unam y tuvo el apoyo de “funcionarios e investigadores”14 del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones Mexicanas (inehrm). Sin embargo, con frecuencia se nota la ausencia de llamadas oportunas a referencias o fuentes concretas. Es un texto que se publicó con ocasión de los 90 años de la Secretaría de Educación Pública y tuvo el apoyo del secretario del ramo, Alonso Lujambio, quien escribe un texto introductorio. En 2017, se publicó en el Fondo de Cultura Económica el libro con el mismo título y contenidos, con ciertos cambios formales como modificaciones en las fotografías, a los que se agrega una selección de discursos, inéditos en parte.15

La obra es laudatoria de Torres Bodet. Cabe aclarar que es difícil que no lo sea, una vez conocido nuestro biografiado. En un momento solamente este autor descubre lo que parece un defecto: una omisión de nuestro personaje respecto al hecho de que no consignara en sus Memorias los acontecimientos relativos a la huelga del 4 de agosto de 1960 bajo la conducción del sindicalista Othón Salazar. En la represión de la misma murieron dos personas y hubo centenares de heridos. Por eso podemos pensar que Torres Bodet prefirió el silencio.16

Junto con el carácter de nuestro personaje, que llamé estoico más arriba, está su finura, su sensibilidad y talento literarios. Su obra poética, narrativa, de crítica literaria son fundamentales para comprender al personaje y deberían, a mi parecer, sustentar todo trabajo biográfico en el futuro. Reflejan una actitud ante la vida, una filosofía. Este juego de interconexiones entre texto literario y contexto biográfico sólo ha sido explorado –y brillantemente– , hasta ahora, por Susanne Klengel en su obra Die Rückeroberung der Kultur. Lateinamerikanische Intellektuelle und das Europa der Nachkriegsjahre (1945-1952) [La reconquista de la cultura. Los intelectuales latinoamericanos y la Europa de la posguerra].17 Lo realizó en relación con sus años al frente de la unesco y, posteriormente, con respecto a sus años en México, de 1953 a 1954.

Por último, cabe hacer una mención al libro de Froylán Enciso sobre el servicio diplomático del joven Octavio Paz (nacido en 1914) en Francia (1946-1951).18 Si bien, como autor, no analizo esta obra, sí se trata del único libro publicado a la fecha que aborde sustancialmente una dimensión central del oficio diplomático, a saber, los informes diplomáticos de una embajada. Además de bien escrito, nos introduce en una trayectoria personal brillante que empata con los fines propios de una representación diplomática. En este último sentido, mi trabajo sigue las huellas de Enciso al rastrear la “carne humana” –que apetece el ogro de Marc Bloch– en la excelente labor diplomática, sólo que en este caso se trata del hombre maduro, jefe de la Embajada de México en Francia, de 1954 a 1958.

Las fuentes secundarias mencionadas con antelación abordaron facetas humanas, literarias, diplomáticas y políticas de nuestro biografiado y contribuyeron, cada una a su medida, a dar cuenta de su trayectoria. Estas investigaciones, con sus aciertos y errores, me permitieron “escuchar” a otras personas y aproximarme a sus perspectivas y, de esa manera, enriquecer la mía. Fueron indispensables para mi propia reconstrucción histórica. Estoy en deuda con todas ellas.

Los años de la embajada en París, primer objetivo de este trabajo, tienen como telón de fondo la semblanza de este personaje que presento dividida en dos: en el primer capítulo narro los años 1902-1954 y en el capítulo sexto hago un recuento de los años 1958-1974. Además, en un segundo capítulo y antes de abordar los años de la Embajada (tercero, cuarto y quinto capítulos), el autor de esta obra se presenta unos apuntes del contexto internacional vivido por nuestro personaje.

Los años franceses que menciono fueron un tiempo en el que Torres Bodet mostró la maestría adquirida desde sus años en la Escuela Nacional Preparatoria y, más tarde, como colaborador de José Vasconcelos, su tiempo en la diplomacia, su experiencia al frente de la secretaría de Educación Pública en 1943-1946 y de la Secretaría de Relaciones Exteriores (1946-1948), y en las lides intergubernamentales de la unesco (1948-1952). Nuestro personaje se benefició de sus nexos oficiales y redes de amistades para sacar adelante los proyectos de la Embajada. Los años parisienses fueron un período de madurez profesional y humana muy fecunda.

En el tercer capítulo haré un estudio de su trabajo diplomático en el campo económico, promoviendo la inversión francesa en México. Abordaré en el cuarto capítulo la diplomacia cultural. En éste, analizaré sus iniciativas para la promoción de la cultura mexicana de una manera nunca antes vista en la diplomacia mexicana en Europa y en el mundo. Finalmente, dedico el quinto capítulo a presentar una expresión significativa de la diplomacia pública en Francia, a medio camino entre el campo cultural y el económico, concretamente, la diplomacia pública: la revista Nouvelles du Mexique.

Quisiera mostrar en esta investigación su amplitud de miras, fruto de una riquísima cultura personal; la magnanimidad en la promoción de los intereses de México; sus virtudes, entre las que destaca el patriotismo, así como la laboriosidad; su talento y capacidad de gestión. Todo esto le lleva a cumplir con tantas tareas exitosas en sus años en Francia. La dirección de la Embajada de México, de 1954 a 1958, fue uno más de los grandes proyectos de Jaime Torres Bodet. Y, como nos acostumbró, lo hizo con excelencia. Discrepo de la opinión que alude a este periodo como si fuera aburrido para el embajador, tal como nos lo presenta el documental Jaime Torres Bodet. Hombre público, poeta secreto, de Clío TV (2016). Sin duda alguna, hubo momentos en los que el embajador sufrió la soledad o el tedio, como cualquier otra persona, en particular cuando su esposa estaba en México por motivos familiares, pero afirmar que no le motivaba su trabajo es un error. A falta de literatura científica abundante respecto del personaje en estos años en París, este libro dialoga históricamente con lo poco que se ha dicho y escrito.

Esta obra es un botón de muestra de biografía moderna, “modal” (Giovanni Levi) en la que lucen unos años muy particulares de Torres Bodet, que mostrará la grandeza de este personaje, de su trabajo y de su legado. Al respecto, cabe citar a dos mexicanos reconocidos: para el primero, el embajador Francisco Cuevas Cancino, el trabajo diplomático de nuestro biografiado esos años se “ostenta como un verdadero modelo en su género”.19 Para Octavio Paz, a pesar de su conocida animadversión por nuestro personaje y su obra, “Torres Bodet, su obra y su persona, son parte –y parte imprescindible– de la literatura y la historia del México moderno”.20

En el viaje de Nueva York a Le Havre (Francia), a bordo del Liberté, don Jaime coincidió con un escritor francés, Pierre Brisson, a la sazón director del periódico Le Figaro. Comenta que

su mujer había sido una actriz famosa. En la cena ofrecida por el capitán del barco, estuve sentado a la izquierda de aquella dama. Y no dejó de sorprenderme que, al enterarse de que iba yo a París como embajador, la esposa del director de Le Figaro me preguntara, con la mayor inocencia, si existía ya una “embajada de México” en Francia.21

Con esta decepción del autor de “La tierra prometida” termina la introducción a estos años en sus Memorias.

Me gustaría, antes de terminar esta introducción, agradecer a la editorial Bonilla Artigas por la aprobación de esta obra. También al comité directivo del Instituto de Humanidades de la Universidad Panamericana por el indispensable apoyo para la publicación de esta obra. En particular, a Alberto Ross, Vicente de Haro Romo, María José García Castillejos, Cecilia María Coronado Angulo y Mariana Flores Rabasa. También doy las gracias a Evelia Trejo, Lili Gali y Rodrigo Díaz y por su participación en el proceso editorial. Por último, a todas y todos los que hicieron posible de alguna u otra manera esta publicación. Por último, doy las gracias al historiador de la diplomacia Raúl Figueroa Esquer y a mi padre por la cuidadosa revisión del manuscrito.

Notas de la introducción

1 Entrevista con el escritor Rafael Solana (1989), en Héctor Javier Palacios Díaz, “Obra diplomática y educativa de Jaime Torres Bodet”, tesis de licenciatura en Relaciones Internacionales, México, Universidad Nacional Autónoma de México [en adelante en pies de página, UNAM], 1994, p. 129.

2 Emmanuel Carballo, Jaime Torres Bodet, México, Empresas Editoriales, 1968.

3 Marte R. Gómez et al., Jaime Torres Bodet en quince semblanzas, México, Ediciones Oasis, 1965.

4 Palacios Díaz, “Obra diplomática...”, ya referido.

5 Francisco Armando Martínez Luna, “La labor diplomática de Jaime Torres Bodet en la unesco (1948-1952)”, tesis de licenciatura en Relaciones Internacionales, México, UNAM, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 2009.

6 Carlos Enríquez Verdura, “Jaime Torres Bodet y la unesco. Los límites de la solidaridad internacional”, tesis de licenciatura en Relaciones Internacionales, México, El Colegio de México, 1997.

7 Citlalli Gutiérrez Javán, “Jaime Torres Bodet: escritor y diplomático. Su función como secretario de Relaciones Exteriores. Conferencias de Quintandinha y Bogotá”, tesis de licenciatura en Relaciones Internacionales, México, UNAM, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 2004.

8 Ricardo Cruz Mejía, “Jaime Torres Bodet y la consolidación del Estado corporativo mexicano, 1958-1964”, tesis de maestría en Historia, México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 2015.

9 María de la Gracia Corona Delgado, “Un estudio histórico-pedagógico del pensamiento y obra educativa de Don Jaime Torres Bodet”, tesis de maestría en Pedagogía, México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 2009.

10 Evelyn León Núñez, “La participación de Jaime Torres Bodet en la creación del Museo Nacional de Antropología”, tesis de licenciatura en Historia, México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 2014.

11 José Leonardo Martínez Carrizales, “Una poética de la tradición: Jaime Torres Bodet, lector de Manuel José Othón y Enrique González Martínez”, tesis de doctorado en Letras, México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 2004. Del mismo autor y referido a nuestro personaje, El recurso de la tradición. Jaime Torres Bodet ante Rubén Darío y el modernismo (México, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos, 2006) trata del análisis de la tensión modernidad-tradición, particularmente enfocado en los últimos años de don Jaime.

12 Fernando Zertuche Muñoz, Jaime Torres Bodet. Realidad y Destino, México, Secretaría de Educación Pública, 2011.

13 Otros archivos mencionados junto con la bibliohemerografía de la obra fueron el AHGE, ya referido y el Archivo Histórico de la Secretaría de Educación Pública (AHSEP). Sin embargo, en el aparato crítico no aparece en ningún momento mención alguna de estos archivos.

14 Zertuche, “Agradecimientos”, Jaime Torres Bodet…, pp. 13-14.

15 Fernando Zertuche Muñoz, Jaime Torres Bodet. Realidad y Destino, México, Fondo de Cultura Económica, 2017. De ahora en adelante, Zertuche, Jaime Torres Bodet…

16 Zertuche, Jaime Torres Bodet…, p. 133.

17 Wurzburgo, Königshausen & Neumann, 2011.

18 Froylán Enciso, Andar fronteras. El servicio diplomático de Octavio Paz en Francia (1946-1951), México, Siglo XXI, 2008.

19 Francisco Cuevas Cancino, “El diplomático” en Gómez, Jaime Torres Bodet..., p. 65.

20 Octavio Paz, “Poeta secreto y hombre público: Jaime Torres Bodet”, en Rafael Olea Franco y Anthony Stanton (editores), Los contemporáneos en el laberinto de la crítica. México, El Colegio de México. Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, 1994, p. 3.

21 Jaime Torres Bodet, “La tierra prometida”, Memorias, vol. II, México, Porrúa, 1981, p. 298.

Hacia la madurez de Jaime Torres Bodet (1920-1954)

En estas páginas estudiaremos sus años de juventud (1902-1929). Después, su tiempo en la diplomacia mexicana (1929-1943). En tercer lugar, analizaremos sus cargos como alto funcionario en México, así como en la unesco (1943-1952). Concluiremos con la presentación de sus casi dos años de actividad literaria a su regreso en México de 1953 a 1954.

Juventud (1902-1929)

Primeros pasos

Jaime Torres Bodet nació el 17 de abril de 1902 en la porfiriana Ciudad de México. Su padre, Alejandro Lorenzo Torres Girbent, fue español (catalán, de Barcelona) y un importante empresario teatral, quien nunca quiso abandonar su nacionalidad. Conoció a la madre de Jaime, la peruana Emilia Bodet Levallois, en Lima, Perú, donde contrajo matrimonio con ella.1 La madre de Torres Bodet fue, por su parte, hija de inmigrantes franceses2 en ese país. Su esposo era 20 años mayor que ella.3

La ascensión social de la familia Torres Bodet en México fue rápida. Dejaron atrás Perú para buscar mejores oportunidades de vida. Lograron un estatussocial alto a principios del siglo xx en México. Esto se explica en parte por el carácter del padre, un self-made man “muy dinámico –apunta su hijo–, según se dice ahora de los hombres activos”.4 Al tiempo de la llegada al mundo de Jaime y de Mario, su hermano menor,5 vivían en una casa muy céntrica rentada en los altos del número 4 de la calle Factor (hoy Allende), en contraesquina con Donceles, frente a la Cámara de Diputados.6 Esa ascensión también se explica conjeturando que trabajaba exitosamente para el teatro desde sus años en Lima. Las compañías de teatro de Lima tenían relación con los teatros de la Ciudad de México. En la década de 1900, su trabajo lo lleva a tener contratos para representaciones en el Teatro Arbeu, uno de los más importantes de México.7

Los primeros años de su vida educativa –después de una breve experiencia en un jardín de niños– los realizó en casa bajo la guía y supervisión de su madre.8 El cuarto de Jaime se convertía en salón de clases: “una mesa transformada en pupitre, una silla, un tintero, cuadernos de trabajo, un globo terráqueo y también un pizarrón plegable”.9 La madre establecía el horario de estudio de las 9 a las 12 horas, de lunes a sábado.10 Alternaban sus libros derivados del programa oficial con una compilación en francés de poesía y prosa del siglo xix.11 Éstos últimos eran el alimento de la tradición francesa que su madre procuró grabar en la mente del pequeño Jaime. Su primera lengua, antes que el castellano, fue el francés.12 Al avanzar Jaime por los grados escolares, los Torres Bodet se dieron cuenta de que el niño necesitaba el roce social para ir madurando.

Jaime estaba a punto de cumplir siete años de edad. Los padres consideraban que la escuela primaria anexa a la Escuela Normal de Maestros13 podía cumplir la función necesaria. La escuela funcionaba con maestros de notable prestigio, tales como Abraham Castellanos –promotor de la educación popular, influido por las doctrinas de Enrique Rébsamen–, Francisco César Morales, Clemente Beltrán y Anselmo Núñez. Ellos eran los responsables de los cuatro ciclos que ahí estudió el joven Torres Bodet.14

El nivel básico de estudios constaba de seis años, de los cuales cuatro conformaban la educación elemental y los dos siguientes la “primaria superior”; normativamente sólo era obligatorio el primer ciclo.15 Jaime fue admitido en tercer grado. Jaime Torres Bodet lamentó años después la excesiva amabilidad con que fue tratado por los maestros. Eso le impidió entablar amistad con muchos alumnos.16 Comentaba que lo que le hacía falta “no era una cura de afectos” –para ayudarle en su iniciación social– sino una crisis: “una inmersión sin piedad en la lucha de la existencia”.17

Su infancia transcurrió de manera semejante a la de un niño capitalino de clase media alta. Fue precoz y sobresaliente. Destacó por su comprensión de lectura y el fácil ejercicio de la escritura que empezó a desarrollar aún antes de ingresar a la escuela. Torres Bodet tenía una preferencia hacia los libros que lo distanciaba de los intereses infantiles habituales. Recordaba años después haber declamado, con dificultad, una poesía frente a Justo Sierra, secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes.18 El profesor Morales disfrutó ser profesor de Jaime, por su habilidad verbal y escrita, por su temprana cultura libresca, apunta el biógrafo Fernando Zertuche. Fue un niño solitario, inhibido, discreto. Los valores familiares y, en especial, los de su madre, lo moldearon y lo convencieron de anteponer a diversiones, gozos o distracciones, el enfrentamiento de las dificultades y el cumplimiento de los deberes y obligaciones.19 Naturalmente, en el niño también influyó el padre, Alejandro Torres, pero pasajes diversos de las Memorias, nos hacen pensar en una más dominante presencia materna a lo largo de la vida. Perduraron del padre recuerdos incomparables de la presencia, las actitudes y las decisiones de su progenitor, de corta estatura, esbelto, ágil y envejecido por la calvicie y una cuidada barba blanca.20 Su padre, interesado en su temprana formación literaria y en hacer valorar sus raíces españolas, al terminar la educación primaria le regaló la colección de los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós.21

De su formación religiosa podemos inferir que fue católica, aunque sin manifestaciones en la vida juvenil y adulta. En “Tiempo de arena” hace una alusión a la religiosidad de su madre:

de rodillas, sobre una banca de las primeras filas, mi madre oraba. Me aproximé. No había ella escuchado mis pasos. O, de escucharlos, no los había reconocido. Bajo la toca modesta, de seda oscura, su semblante pálido me inquietó [….] Su plegaria la aislaba profundamente. La llamé dos veces en voz muy baja. En los sombríos y hermosos ojos con que me vio, al volverse por fin hacia el sitio en que yo me hallaba, creí descubrir unas lágrimas pertinaces.22

¿Tuvo influencias jansenistas el niño Jaime?23 Es una suposición de Zertuche posiblemente basada en el profundo sentido del deber del biografiado: Entre otros aspectos, el rigorismo es propio de esta corriente de pensamiento. A esto se agregaría la afinidad de su madre, ya mencionada, con los escritos de Pascal. Sin embargo, el biógrafo no hace una reflexión al respecto ni se refiere a fuentes. Una referencia solamente en “Tiempo de arena” nos responde: nuestro personaje fue “influido por el jansenismo estético de [su] madre (que rechazaba de todo arte, de toda vida, cuanto no fuera producto de un serio esfuerzo)”.24

Su padre era representante de artistas, patrocinaba espectáculos y se convirtió en agente de empresas que era contratado para organizar funciones y administrar su personal. El 17 de septiembre de 1900 le correspondió participar en la inauguración del Teatro Renacimiento,25 al presentar a la Ópera Italiana de Milán, la cual continuó ahí durante varios años. También administró el Teatro Esperanza Iris y trajo a Enrique Caruso a hacer temporadas.26 En 1906 aceptó una propuesta de la Compañía de Ópera Italiana, que tenía buena y perdurable fortuna con los cantantes Miguel Sigaldi, José Torres Ovando, Rosalía Chalía y Emilia Leovalli.27

De 1907 a 1909 organizó giras y temporadas cortas en Parral, Hermosillo, Guaymas y Mazatlán. También ofreció funciones en San Miguel Allende, Matehuala, Torreón, Guadalajara y Zacatecas. En el mes de febrero de 1910, extendió las presentaciones a El Salvador, Panamá, Colombia y Venezuela.28 El renombre de la Compañía de Ópera hizo que fuera integrada a los festejos gubernamentales del centenario de la Independencia. El señor Torres contrató a intérpretes provenientes de Nueva York, de Boston y del teatro San Carlo de Nápoles que se presentaron en el Arbeu, en función de gala del 11 de septiembre.29 A Jaime lo llevaba a conocer la preparación y el desarrollo de los espectáculos en los teatros más afamados de la capital. Su madre con frecuencia los acompañaba. Así aprendía a conocer el mundo de la ópera en escena, tras bambalinas, en los camerinos.30

Formación en tiempos revolucionarios

El 12 de septiembre de 1910, Jaime concluyó su cuarto año.31 Al poco tiempo, se divulgó el Plan de San Luis, de Francisco I. Madero. En marzo de 1911, el orden porfiriano se derrumbaba. Poco a poco la hostilidad crecía. El ejército federal se defendía. Las tropas revolucionarias avanzaban. Desde tiempo atrás, la familia Torres ya no habitaba la casa de Donceles y Factor, y al mudarse a la calle de Independencia se alejó un poco de los sitios de conflicto: la Cámara de Diputados, la calle de Plateros y el propio centro de la ciudad.32 No presenciaron la llegada del general Díaz al recinto parlamentario el 1 de abril, cuando propuso su último cambio de ministerio y las postreras modificaciones constitucionales, con el ánimo de convencer a los ciudadanos.33 ¿Serían testigos de la llegada de Madero como líder triunfador el 7 de junio de 1911?

Zertuche afirma que Torres continuaba con sus actividades con resultados muy favorables ese año al surgir una nueva compañía encabezada por Miguel Sigaldi, quien lo nombró su representante. La nueva empresa fue bastante próspera. Con breves interrupciones, llevó a cabo temporadas en el teatro Colón durante casi 12 meses; realizó giras en provincia.34 Sin embargo el biógrafo se equivoca al escribir, a renglón seguido, que el padre de Jaime obtuvo una concesión del teatro Arbeu para ofrecer funciones populares de ópera. En “Tiempo de arena” leemos que su error fue precisamente no darse cuenta del éxito de ese tipo de representaciones: “cuando mi padre lo comprendió, otros habían tomado su puesto”.35 En 1912, el niño Jaime concluyó sexto grado de primaria.

Según se lee en el primer libro de memorias, la revolución de Francisco I. Madero prácticamente no afectó a Jaime Torres Bodet.36 Sí, en cambio, la llegada al poder de Victoriano Huerta. Principiaba 1913. Llegaba el momento de ingresar en la Escuela Nacional Preparatoria (enp, en adelante). A pocas semanas de haber iniciado sus estudios en esa institución, le afectó la militarización que Victoriano Huerta ordenó ahí: uniforme militar, desfiles, aprender a manejar los fusiles mausers.37 La ilustre institución educativa había sido un foco de irradiación del positivismo. Los estudios íntegros del ciclo escolar se llevaron a cabo en cinco grados e incluyeron 23 asignaturas, entre ellas matemáticas, dibujo, trabajos manuales, lengua española, francés, inglés, geografía, historia, literatura y educación física.38

Sus gustos fueron cambiando con el tiempo. Disminuyó el afán por la ópera. Creció su gusto por la música. Se desarrolló aún más su pasión por la lectura. La burla que le hicieron sus compañeros por su atuendo, cuando no llevaba su uniforme militar, lo condujo a aislarse un poco. “Fiel a sí mismo” según sus propias palabras, aprovechó esa soledad para la lectura.No obstante, comenzó a tener amigos. Tuvo excelente relación con profesores como Alberto Vázquez del Mercado, Manuel Toussaint y Antonio Castro Leal.39 Fue en el contexto escolar que Torres Bodet descubrió su vocación poética. En clase, Jaime entregó un poema a su profesor, el poeta Enrique Fernández Granados (alias Fernangrana). El profesor, una semana después, devolvió el escrito con una nota de elogio. A los 12 años se ilusionaba con la idea de que ser hombre de letras era posible. Empezó a leer con tesón los clásicos españoles y otras obras de literatura universal, algunas poco demandantes. Podemos inferir que se ausentaba de varias clases para ir a leer en la Biblioteca del Museo Nacional.40 Su primera obra –de 90 páginas y que conservó durante dos o tres años– fue un ensayo sobre la influencia de la moral en el concepto de la belleza.41

La oposición constitucionalista, iniciada en marzo de 1913, desde el norte del país, se extendió, se hizo popular y, en año y medio, derrotó al régimen usurpador de Victoriano Huerta. Siguió la lucha entre carrancistas y seguidores de Francisco Villa y Emiliano Zapata, en torno a la Convención Revolucionaria.42 Estos gobiernos tomaron decisiones diversas y contradictorias. Así ocurrió durante 15 meses, desde noviembre de 1914 hasta principios de 1916, en los cuales el gobierno de México fue constitucionalista, zapatista, villista, convencionista y finalmente carrancista.43 Sin embargo la revolución parecía no afectar mucho a la familia Torres Bodet. Hay escasas alusiones en “Tiempo de arena”. A partir de 1913, la familia vivió en la colonia San Rafael.44

En la enp, hizo amistad con Bernardo Ortiz de Montellano, José Gorostiza, Carlos Pellicer y Luis Garrido. Así, fue corrigiendo su perfil de solitario de las letras. Todos ellos aspiraban a convertirse en escritores, pero Pellicer llevaba la delantera.45 Cuando Jaime cursaba el último grado de la preparatoria, escribió y reunió un conjunto de poemas que tituló Fervor (1918) y que fue prologado por el poeta Enrique González Martínez, padre de su amigo Enrique González Rojo.46 Se lee en este prólogo que si bien Torres Bodet no era un Rimbaud de “monstruosa precocidad genial”, la generación del joven autor participaba de un eclecticismo que, aunque los alejaba de la excesiva retórica modernista, los conciliaba con “el ritmo sagrado de la vida” de Rubén Darío. Sigue González Martínez afirmando que a los poetas de la generación naciente “ni les avergüenza pensar, ni les duele el saber, ni ven como futilidad y nonada la salud y el acicalamiento de la inteligencia”.47

Al terminar la Escuela preparatoria, Jaime ingresó a la Escuela de Jurisprudencia de la Universidad Nacional de México. Se inscribió como alumno regular en el primer grado de abogacía, puerta de entrada a un número considerable de profesiones.48 Fue alumno de Antonio Caso en Sociología General y Jurídica en el primer curso. También fueron sus profesores Erasmo Castellanos Quinto, de Literatura Forense, y Fernando Lizardi, en Iniciación a la Ciencia del Derecho y Derecho General Público.49 Al término del primer año de la carrera de jurisprudencia, Torres Bodet aprobó con la máxima calificación (4/4) Derecho Público e Iniciación a la Ciencia del Derecho y el presidente del jurado anotó en los resultados del examen oral y escrito: “Este alumno mereció especial mención del jurado por sus extensos conocimientos en la materia y su notable erudición”.50 Otra materia aprobada con la máxima calificación fue Sociología General y Jurídica.51 Las cátedras del segundo año profesional –Derecho Civil, Derecho Romano, Historia del Derecho Patrio y Medicina Legal– expandieron sus conocimientos.52

Unos años atrás, en 1909, Antonio Caso había integrado el Ateneo de la Juventud en unión con Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y José Vasconcelos, con el propósito de divulgar la cultura humanística en contraste con el positivismo dominante. Aunque los integrantes del ateneo tomaron diversos caminos a partir de 1913, Caso permaneció en la docencia. Para Torres Bodet, el maestro Caso era

un hombre de tipo romántico, apasionado, intenso y sentimental, [un hombre en el que] todo […] convencía magistralmente […] “Virtud es fuerza”, le oíamos repetir, en el aula en que dirigía el concierto mágico de sus clases. Y su fuerza mayor era la virtud. Porque mexicano como el que más, Antonio Caso no puso su patriotismo en la tolerancia. Lo puso en la afirmación de lo que creía. Acertó en ello. El patriotismo genuino es aquel que pide más a la patria, más por la patria.53

Al tiempo que Torres Bodet obtuvo buenas calificaciones mensuales, inició el camino formal de sus preferencias: se inscribió en la Escuela Nacional de Altos Estudios para especializarse en lengua y literatura francesas, con la autorización de asistir al primer y segundo cursos.54 Su voluntad de convertirse en escritor y, sobre todo, en poeta, fue el centro de sus empeños. Colaboró en revistas culturales como La Revista Moderna y la publicación estudiantil San-Ev-Ank. Compartió ideas literarias con José Gorostiza, Enrique González Rojo –hijo de Enrique González Martínez– y Bernardo Ortiz de Montellano. Este último fue su amigo del alma, como lo recordaba más tarde Salvador Novo.55 Los cuatro poetas pretendieron reconstruir el desaparecido Ateneo de la Juventud, con el mismo nombre y objetivos semejantes. En 1919, emprendieron conferencias, discusiones y la divulgación de autores extranjeros de su momento.56

Al término de ese año, no presentó los exámenes finales de Derecho y proyectó la modificación de su inmediato futuro.57 Expuso a sus padres la pretensión de estudiar en París, en la Sorbona, y encontró su aprobación.58 Los planes familiares se alteraron por la enfermedad de su tía Clotilde que fue invitada junto con su marido en casa de los Torres Bodet. Murió poco tiempo después.

Primeros cargos públicos

Iniciaba 1920. En marzo, compraron sus boletos Jaime y su madre para el navío que los conduciría de Veracruz a Saint-Nazaire, en la costa occidental de Francia, en el mes de agosto.59 Sin embargo se atravesó en el camino de lo planeado una oferta de trabajo. La secretaría de la enp se hallaba vacante. El secretario de gobierno del Distrito Federal, Alberto Vázquez del Mercado, ya mencionado, de quien dependía la escuela, le ofreció a Jaime la secretaría, consciente que apenas tenía 18 años de edad y que había egresado de esa misma escuela tres años antes. Para Ezequiel A. Chávez, director de la Escuela, su superior jerárquico, “el trabajo era un rito”.60 Para Jaime, era la representación de un papel, el primero en la función pública.

José Vasconcelos, el admirado61 rector de la Universidad, al inicio del periodo presidencial de Adolfo de la Huerta, en 1920, se enteró de su trabajo y de su incipiente fama62 y le ofreció el puesto de secretario particular. Meses después, Vasconcelos (1921) fungió como titular de la recién fundada Secretaría de Educación Pública en el período presidencial de Álvaro Obregón. De 1922 a 1924, Torres Bodet desempeñó el cargo de jefe del Departamento de Bibliotecas, una de las divisiones estratégicas en la labor educativa del secretario. La importancia de su puesto se entiende al considerar que quien dejó este puesto para ocupar la dirección de la Escuela Nacional Preparatoria fue Vicente Lombardo Toledano.63

Ahí colaboró en la recopilación y adaptación de las Lecturas clásicas para niños, dirigió la revista El Libro y el Pueblo y organizó la primera Feria del Libro en el Palacio de Minería.64 Dirigió junto con Bernardo Ortiz de Montellano la revista La Falange (diciembre de 1922), proyecto literario independiente del trabajo oficial.65 También fue profesor de Literatura general en la Escuela Nacional Preparatoria, de 1922 a 1924.66 A finales de 1922, empezó a percibir la declinación dolorosa de su padre y, al poco tiempo, se enfrentó con su fallecimiento, que provocó varias semanas de silencio y de reflexión.

En 1923, meses antes de terminar el período presidencial del general Álvaro Obregón, Vasconcelos renunció. La sede vacante la ocupó Bernardo J. Gastélum, médico sinaloense con experiencia diplomática y prestigio educativo.67 Cuando llegó a Educación, se relacionó con Torres Bodet y sus cercanos colaboradores. No permaneció como secretario de Estado en 1924, durante el mandato de Plutarco Elías Calles, sino que le correspondió la jefatura de un departamento administrativo, el de Salubridad. Torres Bodet acompañó a Gastélum como su secretario particular.68 Colegas suyos en dicha dependencia fueron Enrique González Rojo, José Gorostiza, Bernardo Ortiz de Montellano y Xavier Villaurrutia. La vida de Torres Bodet entró en una fase que él calificó a posteriori de “provisional” porque quedó comprendido entre el período intenso de trabajo junto a José Vasconcelos y el ingreso en la diplomacia, en 1929. Fueron años de formación y producción literaria. Su evocación ocupa 43 páginas de “Tiempo de arena”.69 Estas páginas incluyen descripciones de sus colegas literatos, reflexiones acerca de libros leídos en esa época, como los de Dostoievski y Proust, consideraciones sobre su novela Margarita de niebla (1927)70 y un apunte sobre la música, en particular la de Beethoven.

Además, ejerció también el cargo de maestro de Literatura Española del Siglo de Oro en la Escuela de Verano para extranjeros de la Universidad Nacional (1924-1928).71 Fue también profesor de Literatura francesa en la Escuela de Altos Estudios (1921-1924) y en la Facultad de Filosofía y Letras (1924-1928).72 Los años en el Departamento de Salubridad fueron también de viajes al extranjero: 1926, viaje de trabajo con el doctor Gastélum a Nueva York, Washington, Toronto y Montreal para representar a México en conferencias sanitarias; 1928, viaje a la Academia Norteamericana de Artes y Letras, en Nueva York, para hablar de la poesía moderna de México; al terminar este encuentro fue a La Habana para presentar una Perspectiva de la literatura mexicana actual (después publicada en el libro de ensayos Contemporáneos).

El año 1928 fue clave para Jaime Torres Bodet. Fundó su segunda revista: Contemporáneos.Revista Mexicana de Cultura,73