Noche de muertos: La leyenda encantada de la Ciudad de México - Carlos Yaír Hernández González - E-Book

Noche de muertos: La leyenda encantada de la Ciudad de México E-Book

Carlos Yaír Hernández González

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Beschreibung

Noche de muertos: La leyenda encantada de la Ciudad de México es una novela de alta prestancia literaria y viva narrativa ambiental, cuya trama es vivida por las familias del astuto Sr. Mortus Inquisidor de la Cruz e hijos (Meztli e Ikal) y del científico José Santiago Mendoza e hijos (Christopher y Lupita), así como por Arturo Leonardo de la Cruz Quintana (humorista), Dr. Richard Siller (filántropo) y Rogelio (pepenador); todos apostados en el exclusivo barrio de Polanco de la Ciudad de México, puntualmente en el "Parque Lincoln". Comprende una leyenda contemporánea original en la que concurren elementos de realidad, fantasía y romance para abordar temas de familia, amor, amistad, comedia, suspenso, tragedia y desarrollo humano. Para ello, el drama acoge tópicos de las bellas tradiciones de "Día de muertos" y de "Halloween", aunque infaustamente en la historia acaecen una serie de muertes durante la noche de una misma celebración, vinculadas a dos responsables innegables.La obra cuenta con uno de los capítulos más románticos que se hayan escrito desde hace varios años a la fecha, donde un joven personaje dedica a su enamorada una prosa romántica en náhuatl. Como plus, cuenta con la letra de cinco canciones escritas para la trama: 1.- Quiero saber, 2.- Buen papá, 3.- Soy inmortal, 4.- AR-LE-QUIN y, 5.- Vida, sangre y dolor. Así, y a lo largo de sus 23 capítulos, el portador del libro percibirá que sus emociones van de piso a techo hasta alcanzar el deleite pasional con ayuda de la letra de las canciones de alto impacto contextual y sensorial.Como producto literario, además de su glosario de 762 palabras, la obra fue pensada para situarse como un clásico en las materias de literatura contemporánea y universal, al igual que para atraer el interés de los grandes lectores por asiduidad.

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NOCHE DE MUERTOS

La leyenda encantada de la Ciudad de México

© Carlos Yaír Hernández González, Juan Carlos Hernández Santoyo

© Noche de muertos: La leyenda encantada de la Ciudad de México

Noviembre 2023

ISBN ePub: 978-84-685-7951-1

Editado por Bubok Publishing S.L.

[email protected]

Tel: 912904490

Paseo de las Delicias, 23

28045 Madrid

Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Novela

Obra literaria

“Noche de Muertos: La leyenda encantada de la Ciudad de México”

Registro Público del Derecho de Autor 2023

Registro Público del Derecho de Autor 2022

Instituto Nacional del Derecho de Autor

Secretaría de Cultura

143 Puebla, col. Roma Nte. Cuauhtémoc, 06700

Ciudad de México, Estados Unidos Mexicanos

ISBN: 978-84-685-7951-1

Reserva de derechos correspondientes a:

© 2023 by Carlos Yaír Hernández González

© 2023 by Juan Carlos Hernández Santoyo

Titulares de ampliación (2023) y de transformación (2022)

con fundamento en el artículo 163, f-II de la Ley

Federal del Derecho de Autor

Obra dramática

“Día de muertos vs. Halloween”

Registro Público del Derecho de Autor 2019

Instituto Nacional del Derecho de Autor

Secretaría de Cultura

143 Puebla, col. Roma Nte. Cuauhtémoc, 06700

Ciudad de México, Estados Unidos Mexicanos

Reserva de derechos correspondientes a:

© 2019 by Carlos Yaír Hernández González

Titular (2019) con fundamento en el artículo 168 de la Ley

Federal del Derecho de Autor

Diseño y arte de la portada y de la contraportada

Obra pictórica

“Preludio de una noche de muertos”

Registro Público del Derecho de Autor 2023

Instituto Nacional del Derecho de Autor

Secretaría de Cultura

143 Puebla, col. Roma Nte. Cuauhtémoc, 06700

Ciudad de México, Estados Unidos Mexicanos

Reserva de derechos correspondientes a:

© 2023 by Carlos Yaír Hernández González

© 2023 by Juan Carlos Hernández Santoyo

Titulares (2023) con fundamento en el artículo 83 de la Ley

Federal del Derecho de Autor y Diseñadores de la

portada y de la contraportada.

Elementos pictóricos comprendidos en el diseño:

1) Perfiles de los personajes Mortus Inquisidor

de la Cruz y Arturo Leonardo de la Cruz Quintana,

2) Reflejos sobre agua de ambos personajes, 3) Torre

del Reloj del “Parque Lincoln” ubicado en el Barrio de

Polanco, 4) Camino de luz y rayos de Sol

representados con pétalos de cempasúchil y

veladoras, 5) Luna llena, 6) Espejos de agua del

“Parque Lincoln” en representación simbólica,

7) Fresnos y, 8) Nubes autorales.

Eleuterio Cruz Marín

Artista pictórico responsable de plasmar el arte

a partir del diseño de la portada y de la contraportada.

Obra de arte realista y surrealista.

Géneros de retrato y paisaje.

Soporte físico tradicional al óleo sobre lienzo (80 x 52 cm.).

Pintura digitalizada para la portada y la contraportada.

Marin Art (@marinoelliot)

Canciones

Obras musicales con letra

Registro Público del Derecho de Autor 2018 y 2019

Instituto Nacional del Derecho de Autor

Secretaría de Cultura

143 Puebla, col. Roma Nte. Cuauhtémoc, 06700

Ciudad de México, Estados Unidos Mexicanos

Reserva de derechos correspondientes a:

© 2019 by Carlos Yaír Hernández González

© 2019 by Samuel Dorantes Valverde

1. Quiero Saber

Titulares (2019) con fundamento en el artículo 168 de la Ley

Federal del Derecho de Autor

Reserva de derechos correspondientes a:

© 2019 by Carlos Yaír Hernández González

2. Buen Papá, 3. Soy inmortal

Titular (2019) con fundamento en el artículo 168 de la Ley

Federal del Derecho de Autor

Reserva de derechos correspondientes a:

© 2018 by Carlos Yaír Hernández González

4. Ar-Le-Quin, 5. Vida, Sangre y Dolor

Titular (2018) con fundamento en el artículo 168 de la Ley

Federal del Derecho de Autor

Carlos Yaír Hernández González nace el 25 de julio de 1998 en la Ciudad de México. En junio de 2012, es intervenido quirúrgicamente y recibe la indicación de guardar reposo durante tres meses, lapso en el que aprende a tocar guitarra de manera autodidacta, lo cual lo lleva a descubrir su pasión por las artes. El 5 de mayo de 2016, logra su primera entrevista en colaboración con una estación de radio por Internet. Es la internacionalmente reconocida cantante Mon Laferte quien concede la exclusiva gracias a la sagacidad del autor. Para entonces, ya contaba con el canal “Escenario Jordan” en Youtube donde ha publicado entrevistas, coberturas especiales, producciones originales y canciones de su autoría con artistas de la talla de Joaquín Bondoni, Matisse, Alejandra Ávalos, Jahvel Johnson, Lalo España, Daniela Luján, Pablo Valentín, Moisés Suárez, Gilberto Gless, Violeta Isfel, banda de rock Interpuesto, Aranza, Homero Ferruzca, Diego de Erice, Christian “Chaco” Giménez, Tres 8 Uno, Ricardo Silva, al igual que con los influencers Germán Garmendia y Mario Aguilar. En 2016, ingresa a la Licenciatura en Administración de Empresas de Entretenimiento y Comunicación. En 2019, escribe y registra su ópera prima bajo el esquema de guion teatral “Día de Muertos vs. Halloween”. A los 21 años, cuando la OMS lanza la alerta por la Pandemia de SARS-Cov-2, concluye en línea el último cuatrimestre de su carrera profesional y se gradúa en abril de 2020. En ese período, se le complica el montaje de la obra debido al cierre de los recintos de arte y cultura como consecuencia del confinamiento social, situación que lo impulsa a invitar, en noviembre del mismo año, a Juan Carlos Hernández Santoyo al proyecto para transformar su guion teatral en obra literaria. El 27 de julio de 2021, ambos autores culminan su novela bajo el título de “Noche de Muertos: La leyenda encantada de la Ciudad de México”, quedando formalmente registrada en febrero de 2022. En agosto de 2022, Carlos Yaír concluye su posgrado y en septiembre es galardonado con el diploma y la medalla “Al Mérito Académico” por egresar de la Maestría en Mercadotecnia Digital con el estatus de excelencia.

Juan Carlos Hernández Santoyo ostenta el título de Contaduría Pública y el grado de Maestría en Impuestos. Se desempeña como auditor durante sus primeros años de trayectoria. Desde 2002, es catedrático de posgrado y asesor de tesis en varias áreas del conocimiento. A partir de 2005, trasciende por dictar conferencias en el ITAM, Universidad Externado de Colombia, Colegio de Contadores Públicos del Cusco, Perú; Universidad Autónoma del Caribe en Barranquilla, Colombia; Escuela Politécnica del Ejército en Sangolquí, Ecuador; Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación de la Universidad Técnica de Ambato, Ambato, Ecuador; al igual que por moderar el I Encuentro de Docentes Iberoamericanos en Buenos Aires, Argentina. En 2013, participa en la creación de un pacto entre instituciones de educación superior iberoamericanas, por cuyo proyecto le es conferida una medalla al mérito. Es creador de una revista arbitrada internacional y de varios congresos internacionales encauzados a reorientar la educación con base en la investigación. Es escritor y autor de artículos en revistas y periódicos como Ejecutivos de Finanzas, Contaduría Pública, Puntos Finos, Panorama Económico, Reforma y El Financiero. Su libro “Precios de Transferencia: Aplicación práctica total” es considerado como <La obra literaria por excelencia en la materia>. Hoy en día, está por publicar su tercera obra literaria bajo el título de “Investigación: Principios, taxonomías y estructura metodológica”. Es director de planeación estratégica y comunicación de proyectos audiovisuales en los que participan artistas internacionalmente reconocidos. Gracias a ello, ha mostrado efectividad en su habilidad para desarrollar relaciones públicas con las empresas patrocinadoras. En Cartagena de Indias, el magíster es galardonado con el título de Máster Internacional en Gestión Gerencial, debido a su espíritu emprendedor y a su efectividad institucional en el ámbito global, por lo que su trayectoria y su filosofía académicas las finca en el siguiente lema producto de su autoría: <La mejora educativa compete al Universo; la excelencia, a la iniciativa individual>.

NOCHE DE MUERTOS

La leyenda encantada de la Ciudad de México

Carlos Yaír Hernández González

Juan Carlos Hernández Santoyo

Dedicado a:

Angie, Karlis y Kary; a los abuelos Gloria y Carlos, Lupita y Arturo; a los tíos Tela, Moni, Sandy, Juan, Claudia, Lupita Jr. y Arturo Jr.; a los primos Brand, José Luis y Óscar; a las familias Hernández, González, Santoyo, Ortiz y Romero porque, sin importar los núcleos ni la distancia, todos son parte nuestra: de nuestro corazón, de nuestra alma, de nuestra sangre, de nuestro pensamiento. Con cariño, agradecimiento y aprecio para todos ustedes:

Carlos Yaír y Juan Carlos.

Agradecimiento a:

Nivada Swiss

Patrocinador oficial.

Por su invaluable apoyo institucional.

Lic. Mauricio Tabe

Alcalde en Miguel Hidalgo, Ciudad de México, México.

Lic. Leticia Gutiérrez

Coordinadora de Comunicación Social.

Alcaldía Miguel Hidalgo, Ciudad de México, México.

Por el valor de su fina atención institucional.

Dr. Jesús Parets Gómez

Director del Registro Público del Derecho de Autor

desde el 2 de mayo de 2012.

Instituto Nacional del Derecho de Autor.

Por su gran espíritu de servicio.

Natalio Hernández

Poeta, escritor, académico e investigador en lengua náhuatl.

Santos De la Cruz

Poeta y maestro de náhuatl. La Paradoja del Gato.

Jennifer Moreno

Escritora y directora escénica. La Paradoja del Gato.

Por su colaboración en la traducción de la prosa romántica

contenida en el capítulo 9, “Emotividad”, al náhuatl.

Cala de Villa

Cantante

Ricardo Silva (q.e.p.d.)

Cantante

Moisés Suárez

Actor de cine, televisión y teatro.

Daniel Henrich

Actor y dramaturgo.

Por su compañerismo profesional que comporta enseñanzas.

Ing. Miguel Leonardo Cruz Guzmán

Director de Proyectos y Project Management Professional.

Equagen Engineers PLLC.

Raleigh, NC, U.S.A.

Por sus comentarios de elevado valor a la trama de la novela.

Índice

CAPÍTULO 1. “FILANTROPÍA”

CAPÍTULO 2. “MICTLÁN”

CAPÍTULO 3. “ADVERTENCIA”

CAPÍTULO 4. “PROYECTO”

CAPÍTULO 5. “REENCUENTRO”

CAPÍTULO 6. “SOFISMA”

CAPÍTULO 7. “PACTO”

CAPÍTULO 8. “COMPINCHE”

CAPÍTULO 9. “EMOTIVIDAD”

CAPÍTULO 10.“ECLIPSE”

CAPÍTULO 11. “ÚLTIMAS PALABRAS”

CAPÍTULO 12. “CRUELDAD”

CAPÍTULO 13. “TRAGEDIA”

CAPÍTULO 14. “BULLICIO”

CAPÍTULO 15. “DESENCANTO”

CAPÍTULO 16. “BUEN PAPÁ”

CAPÍTULO 17. “APOLOGÍA”

CAPÍTULO 18. “MELANCOLÍA”

CAPÍTULO 19. “ACECHO”

CAPÍTULO 20. “ADAGIO”

CAPÍTULO 21. “NÉMESIS”

CAPÍTULO 22. “EPIFANÍA”

CAPÍTULO 23. “EPOPEYA”

GLOSARIO

REFERENCIAS O CONSULTAS

CAPÍTULO 1. “FILANTROPÍA”

“Parque Lincoln” – atardecer del 2 de noviembre de 2017

Una brillante y fresca tarde de matices rojizos y marrones distintivos de los otoñales días en la Ciudad de México, considerada entre las 20 ciudades más grandes del mundo, caminaban erguidas y sonrientes las personas con sus ropas facturadas en prestigiadas boutiques y sus finos zapatos de cuero recién lustrados, como si se tratara de competir por la más elevada imagen de opulencia, marca y distinción. La mayoría de ellas oficinistas y profesionistas, abogados, contadores y banqueros. Andaban por un atrayente corredor del emblemático “Parque Lincoln”, instituido como el primero de la colonia Polanco, jurisdicción de la alcaldía Miguel Hidalgo, Ciudad de México, justo en los dos cuadrantes que conforman la Av. Emilio Castelar, Luis G. Urbina, Edgar Allan Poe, Julio Verne (que divide al parque por la mitad) y Aristóteles. Tal arbolado lugar ha destacado en el tiempo por “La Torre del Reloj” (que es símbolo del barrio), sus dos espejos de agua situados en el centro, su aviario, el teatro al aire libre Ángela Peralta y, claro está, por su histórico monumento a Abraham Lincoln, quien, desde antes de asumir la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, se opuso a la intervención de su país en México (1846-1848). También es famoso porque le circundan, además, abundantes y variados restaurantes pertenecientes al norponiente de la gran capital, a unas calles de la avenida de mayor actividad comercial, tan exclusiva y fastuosa, de la bonita y afamada colonia Polanco: Av. Presidente Masaryk. Con el transitar peatonal o vehicular a través del sector, acaecen referencias visuales que se capturan y confinan en las memorias biológicas y digitales de quienes se inclinan por venerar el acto de vivir. A modo de representación, las calles de Virgilio y Oscar Wilde, colindantes con el parque, resaltan por sus variados restaurantes en los que degustar constituye otro de los placeres de la demarcación, dada su amplia gama de cafés, panaderías de producto artesanal o especializado como el del <<pretzel>> o <<bretzel>>, aunque <<bréze>> dirían los alemanes; o establecimientos con menús a base de nutritivos <<omelettes>>, churros con chocolate, <<baguettes>> o <<bacchettas>>, refrescantes y energizantes jugos naturales y licuados de todos los sabores; y cualquier otro negocio no análogo, pero sí concomitante como la florería, la frutería o verdulería y hasta la tienda de abarrotes que nunca falta. La peculiaridad de la estampa recae en la atracción y concurrencia de personas con diversas nacionalidades y categorías presupuestales. Sin duda, arterias de un sitio turístico enfocado a ofrecer un festival de exquisito y vivo arte culinario.

Al ras de ese espacio cultural y natural del parque, los árboles con sus hojas quebradizas a causa de la estación y el suelo tapizado de hojarasca; al fondo, los grandes corporativos, hoteles y colosos de espectáculos, representativos todos ellos de las últimas décadas del pasado milenio. En el entorno; sin embargo, deambulaban quienes ejercían el comercio a menor escala a base de globos y cactáceas en sus recipientes de barro para la venta, lo mismo que de canastos con chicharrones, huevos cocidos y golosinas mexicanas donde las palanquetas y las alegrías no podían faltar.

También se encontraban, de manera semifija, quienes atendían su peculiar negocio de comida detrás de su pequeño mostrador de cuatro ruedas y domos de lona colorida; cerca de ellos era fácil identificar el seductor aroma a comida rápida cocinada al carbón. A diferencia de la exuberancia de las primeras personas en mención, los comerciantes lucían como el reflejo de quienes sortean la subsistencia día con día, a través de lo que quizás resulta un interminable acontecer de naturaleza laboral sin principio ni fin.

Cerca de la banca alcanzada por la fría sombra patrocinada por los fresnos monumentales, caminaba un hombre robusto, en realidad obeso, de rostro infantil, de cándido paso al andar, en cierto modo hasta enternecedor; si bien de mentón redondo con barba crecida, oscura y desalineada; cabello algo rizado y alborotado, ojos pequeños, cejas pobladas, boca mediana, labios delgados y nariz ancha. 1.65 metros de estatura. Su voz tenía un discreto tono chillón, su actitud más bien pueril, pero se esforzaba en mantener una apariencia que inspirara respeto. De su vestir no se podía decir mucho, no había moda que procurar, pues portaba un overol cual habitual uniforme naranja de los siempre muy trabajadores recolectores de basura. Más se trataba de una indumentaria recibida en un trabajo temporal pasado que, no obstante, continuaba sirviendo para los fines que la ocupaba en la actualidad.

Su nombre era Rogelio, de 30 años, quien caminaba decidido y contradictoriamente cabizbajo. Buscaba en un cesto de basura algo para llevarse a la boca. Pretendía encontrarse algún trozo de “pan de muerto”, ya que en el envase abundaban ramas secas de las que fueran “flores de cempasúchil”, al igual que los retazos de las que habían servido, otrora, de macetas pequeñas; las cuales, flores y macetas, no habían aguantado para el apreciado momento de la celebración mexicana anual.

No había duda de que en el ambiente se respiraba a tradiciones; tradiciones con sus respectivas costumbres en las que los mexicanos celebran el “Día de muertos” el 1 de noviembre de cada año para honrar a “todos los santos” (muertos chiquitos) y el 2 del mismo mes para recordar a sus “fieles difuntos” (muertos adultos). Así, habitúan ornamentar ofrendas, o bien llamadas “altares de muertos”, con un mantel blanco y sal, como significación de pureza y alegría; agua, para mitigar la sed de las almas que visitan el mundo de los vivos; velas y veladoras, en señal de luz, fe y esperanza; copal o incienso y cruz de ceniza, con la devota intención de limpiar el lugar de las malas vibras y de permitir a los difuntos purificar y borrar sus culpas; calaveritas de azúcar en representación de los cráneos humanos; papel picado para materializar el aire, amén de avivar la celebración mexicana; flores de cempasúchil canalizadas a decorar y alegrar la ofrenda con sus brillantes colores, pero ante todo para guiar el camino de las almas con los rayos del Sol que son sus pétalos; comida, bebida y “pan de muerto” en señal del festín ofrecido a los invitados del más allá; finalmente, retratos en memoria de los agraciados expuestos en el altar. En fin, los restos de flores y macetas en el cesto implicaban hallazgos de la nada absoluta para Rogelio. Ni pan, ni vino ni calaveritas de azúcar. Él únicamente las consideraba, a las flores y macetas, residuos sólidos sin valor, por lo que las arrojó nuevamente al basurero y se sentó en la banca cubriéndose del frío con sus brazos.

De carácter engañosamente agradable, pues definitivamente era parlanchín, soberbio, inquieto, inmaduro y de buena cuna; mentón ovalado, labios finos, nariz mediana de puente alto, piel muy clara, ojos cafés, cejas naturalmente delineadas, mirada segura y de expresión aparentemente amigable. 1.67 metros de altura. Con esas características y con una ligera sonrisa en su rostro empapada de cinismo, apareció Arturo Leonardo de la Cruz Quintana, de 27 años; de un físico alineado con 64 kilogramos de peso y de gustos poco ortodoxos, rayando en lo excéntrico. Vestía traje con piezas de colores extravagantes (traje juvenil en color pistache pastel y camisa en color azul cielo), sedosa corbata de tinte caprichosamente juvenil en fondo morado y estampado de calabazas anaranjadas, brillante calzado, peinado impecable de raya al lado a prueba de viento por efecto de su fijador de cabello; el cual, este último, era de un tono castaño claro. Siempre pulcramente rasurado. Era, en otras palabras, un joven de porte gallardo y audaz del que predominaba su perfil cómico, estrambótico y nihilista. Su sonrisa discreta se ligaba a la pizza familiar que llevaba en sus manos. No había relación con la comida de “Día de muertos” que Rogelio esperó encontrar, pero el hambre que a éste le aquejaba daba pie a que Leonardo tramara algo, y no necesariamente agradable. De ahí la sonrisa. Se acomodó en la banca al lado de Rogelio, abrió ligeramente la caja y observó su contenido a la vez que simulaba molestia.

—¿Cómo puede ser posible? ¡Claramente les pedí mi pizza con extra de queso!

Leonardo lanzó bruscamente el manjar al suelo y fingió abandonar el lugar, escondiéndose tras de algunos espesos arbustos. El pepenador se levantó sigilosamente y miró a su alrededor para asegurarse de que no lo vieran. No logró percatarse de la presencia de Leonardo. Se agachó para recoger la caja; sin embargo, cuando estuvo a punto de alcanzarla, Leonardo la hizo avanzar mediante un hilo que jaló, por lo que Rogelio cayó al piso en su intento de rescatarla. Leonardo salió de su escondite mofándose.

—Eso te pasa por estar de flojo y no dedicarte a trabajar. ¡A seguir buscando comida, gordito!

Ofendido y humillado, Rogelio replicó:

—Todos los días busco trabajo, otra cosa es que no quieran contratarme por mi aspecto. Piensan que no sirvo para nada. ¿Y qué te hice para que vinieras a burlarte de mí?

Efectivamente Rogelio había tenido las mejores intenciones de encontrar trabajo, pero cómo era de injusta y cruel la sociedad, que tristemente sus entrevistadores lo menospreciaban al calificarlo de aspecto dantesco y poca confianza. Eso a Leonardo ni le iba ni le venía, pues tenía categorizado a Rogelio como su propio bufón, por lo que, desfachatado ante el cuestionamiento de Rogelio, refirió:

—Pues claro que no te van a dar trabajo, Rogelio, si hasta han de pensar que los vas a asaltar. Debo reconocer que tu aspecto impone —Leonardo se rio mientras dio una fuerte palmada a Rogelio—. Deberías aprender a mi tío; él es pobre, pero honrado, trabaja todo el día para llevarle de comer a su familia, ¿o pone a trabajar a su familia para comer todo el día? Ay, qué más da. Bueno, como sea, ya me voy. Trata de no comerte toda la basura de la ciudad. ¡Déjale algo al camión!

Leonardo volvió a reír mientras pasaba la caja de pizza frente a la nariz de Rogelio. Él mismo la olisqueó a la vez que hacía un gesto para revelar su exquisitez. Se retiró del parque sin compartirla.

—¡Deliciosa!

Rogelio disintió con la cabeza y vio con desprecio marcharse a Leonardo. Luego, decidió continuar su búsqueda de alimento en el bote de basura contiguo.

Al instante, se escucharon pasos aproximándose. Pasos de una persona fuerte, determinada, acuciosa, avariciosa, imponente y soez. La personalidad delataba a un tipo desmedido y obstinado. Tendencioso de poder. En el nombre llevaba la fama: hombre que inquiere, indaga o examina terminantemente las cosas, sin importarle nada en su camino, ni siquiera la muerte. Mortus Inquisidor de la Cruz, de 65 años, 1.78 metros de estatura, moreno claro, de escaza cabellera oscura a manera de corona, con canas y obeso. Voz de barítono con muy buen volumen. Mirada fulminante, firme, intimidadora y de ojos marrones con cejas pobladas de una esquina sobresaliente en los extremos externos que lo hacían lucir temerario. Nariz aguileña poco más grande que mediana y de punta redonda, boca amplia, labios gruesos en el centro, mentón redondo y finamente rasurado. Arraigado al clasismo, fanático de la etiqueta (frac en azul Prusia con solapas en ese mismo color, pero brillante, botones en el mismo tono que las solapas y resto del frac en azul Prusia mate de fondo salpicado con motas blancas); aunque verle vestido así en la cotidianidad de los tiempos corrientes, podría dar pauta a pensar que su gusto era producto de alguna frustración. Pero eso no opacaba sus predilecciones, ya que se ufanaba de sus supuestos encantos, lo que le producía altivez. El Sr. Mortus, que caminaba a paso veloz, se dirigió a Rogelio con actitud amenazante.

—Más te vale que hayas encontrado algo bueno en ese montón de porquerías.

Dado que ni comida había encontrado, Rogelio manifestó frustración.

—Lo siento, Sr. Mortus, es el sexto bote que vacío y nada, lo único que he encontrado son flores marchitas, botellas y papeles sucios de oficina.

Rogelio le mostró unos papeles al Sr. Mortus como una prueba de lo que decía. Éste los tomó sin concederles importancia y, en cambio, reaccionó desesperado.

—¡Eres un inepto! Deberías buscar en los basureros de los restaurantes o de las cafeterías, no en un parque con pocas posibilidades. No se requiere de presagios para hallar lo que se busca, hasta por sentido común se puede hacer bien lo que se desea. ¿No te das cuenta de que suman dos días sin nada de comer?

Era un hecho que Rogelio quería ayudar al Sr. Mortus, mas la ventura no le sonreía; de modo que, sumiso y con voz temblorosa, respondió:

—¡Sí, señor! Es solo que tampoco yo he comido y...

Sin tomar en consideración la sinceridad de Rogelio, el Sr. Mortus acometió.

—¿Acaso te pregunté si habías comido? Y no creas que no te escuché hablando con mi sobrino Leonardo. Ni se te ocurra contarle que trabajamos juntos. Él piensa que recoges mi basura y hasta ahí. Por favor, no te atrevas a comprometerme —el Sr. Mortus, con los papeles en la mano, se acercó más a Rogelio para intimidarlo, apuntándole reiteradamente la cara con el dedo índice. Estaba indudablemente encolerizado—. Si su papá, que es mi hermano, se llegase a enterar que recojo basura de la calle, me dejaría de dar el poco dinero que me provee al mes para no arruinar el apellido De la Cruz. No olvides que gracias a esa dádiva es que puedo apenas vestirme. En los negocios la imagen es muy importante —el Sr. Mortus se apartó un poco de Rogelio. Volteó ligeramente la cabeza y entrecerró los ojos, recalcando su malestar con el gesto—. ¡Cómo odio a ese sujeto!, ¡a mi hermano! Se siente tan superior por su dinero, pagándole escuelas caras a su hijo, las mismas que no le enseñan nada. Es un total malcriado.

Dando barruntos de lealtad, Rogelio adoptó una actitud obediente.

—De mi boca no saldrá nada, señor.

Bajando de nivel la intolerancia, el Sr. Mortus se esforzó en cambiar el tema.

—No, pues no saldrá. Pero tampoco entrará nada si no te apuras a encontrar alimento. ¿Y cómo va el otro negocio que te encargué?

Entusiasta, Rogelio recogió una revista de la banca, la cual consiguió prestada en una hemeroteca de la alcaldía de Azcapotzalco, cerca de donde trabajó la última vez y de donde, no hacía mucho, alquilaba un pequeño cuarto para vivir.

—Todo listo como me lo pidió, Sr. Mortus. Aquí vienen las 10 personas más ricas y poderosas del mundo; pero sigo sin entender para qué quiere esa revista. ¡No la vaya a extraviar o me la cobran como nueva!

En grado de orgullo, Rogelio le entregó la revista al Sr. Mortus. Éste mostró un semblante de fascinación a causa de la motivante noticia.

—¡Perfecto, Rogelio!, ¡perfecto! Hasta que haces algo bien —el Sr. Mortus leyó detalladamente la revista y cambió con demasiada concentración las páginas—. Veamos... Lord John Shaw de Inglaterra, Ben Campbell de Escocia... ¡Aquí está! —El Sr. Mortus señaló la página y la mostró a Rogelio, a la vez que lo aleccionaba—. ¡Él es el Dr. Richard Siller, uno de los pocos millonarios que viven en esta ciudad!

Rogelio vio con interés la foto mostrada y le vino a la mente material para retroalimentar.

—Sí. ¡Dicen que tiene una casa en cada estado del país! Y en la Ciudad de México muy cerca de aquí: en Las Lomas. Pero, ¿por qué está tan interesado en ese sujeto?

Positivamente estimulado, el Sr. Mortus dedicó una sutil sonrisa a Rogelio.

—Parece que no estás entendiendo. Se rumora que el Dr. Siller tiene una fascinación por la filantropía, área en la que no pretendo adentrarme. Todos los años regala millones a gente en situación de calle.

Con mucha prudencia, recibió Rogelio la información y reflexionó para ambos.

—Usted sabe que hay miles de pobres tan solo en esta ciudad, ¿qué le hace pensar que nos podría dar dinero?

Extrañamente comprensivo, el Sr. Mortus trató de transmitir su convicción al leal pepenador.

—Por eso fue que te pedí esta revista en específico, en ella vienen los datos de los millonarios, como el teléfono de la compañía para la beneficencia del tal Siller. Pero no pretendo que nos done dinero como a unos mendigos cualquiera, los planes que aspiro plantearle son mucho más ambiciosos ¿Dónde estará su número? —El Sr. Mortus examinó exaltado la contraportada de la revista. Sus ojos le brillaban realmente de furor, como cuando un pintor logra apreciar su obra maestra—. ¡Sí, sí! ¡Aquí está! Ahora todo es cuestión de llamar y convencerlo de llevar a cabo una reunión, esa es la parte complicada.

Sin comprender lo que tramaba el Sr. Mortus, Rogelio expuso su confusión.

—No comprendo, si no quiere que nos regale dinero, ¿qué es lo que quiere de ese tal doctor?

Sonriente y determinado, el Sr. Mortus adujo que:

—Richard tiene negocios sustanciosos en muchos ámbitos diferentes. Incluso compró varios restaurantes aquí mismo en Polanco hace poco, pero no ha incursionado en las funerarias o cementerios. Ahí es donde está el dinero: ¿sabes todo lo que se tiene que pagar cuando alguien muere? Lo convenceré de que seamos socios.

Sin dar crédito a lo que escuchaba, Rogelio preguntó con cierto grado de grandilocuencia:

—¿Por qué está tan confiado en que aceptará su propuesta? Las personas son socias por el dinero que le meten al negocio. Aquí, él aportará el dinero, ¿y usted? Además, ¿funerarias? No creo que le interese.

Como pocas veces en su vida, el Sr. Mortus dedicó a Rogelio unos instantes para explicarle con detalle la esencia de su plan, como recurriendo a las ventajas de la pedagogía presentes en los procesos de enseñanza y aprendizaje de la nueva concepción educativa, a fin de producir aprendizaje significativo. Por tanto, su postura fue la de un docente apasionado.

—Las ideas, por si no lo sabías, en ocasiones pueden valer más que el dinero mismo. La mía, llevo confeccionándola desde hace algún tiempo y se liga al conocimiento inédito. Posiblemente hace unos años esto jamás hubiera sido una opción para el Dr. Siller, pero gran parte de su familia falleció meses atrás en un incendio suscitado dentro de una de sus mansiones. No querrá abandonarlos en cualquier panteón, ellos merecen uno propio. Mi arquetipo brindará el servicio tradicional y el especial de la casa. De ahí la importancia de mi proyecto de funeraria que no será como ninguna de las que actualmente existen.

De la misma manera, Rogelio asumió el rol de un discente cuando acepta compenetrarse en la dialéctica sugerida por el profesor, en este caso Mortus, quien había fundamentado su apunte en la propuesta de Peter F. Drucker, la cual aseveraba que para la sociedad postcapitalista la moneda de curso legal sería y será el conocimiento. No obstante, el pupilo, con sobradas dudas que le atosigaban, se mostró indignado.

—Oiga, ¿no cree que hay niños huérfanos en la calle que merecen más ayuda que nosotros? A lo mejor no tienen una idea millonaria como la suya, pero tampoco tienen quien los cuide. Tal vez el Dr. Siller deba seguir dedicando parte de su fortuna al cuidado de los chavales desamparados, Sr. Mortus.

El Sr. Mortus se acercó a Rogelio lentamente y, ofendido, le vociferó:

—¿Escuché bien? ¿Preferirías que niños que ni siquiera conoces compraran estupideces con ese dinero, como celulares que les dañan el cerebro o esos tontos videojuegos que los enferman?

De la misma manera que sucede cuando a un cohete le prenden la mecha, Rogelio respondió retador:

—¡Lo único que digo es que usted tiene el par de sacos que le regalaron en el albergue y ni se los pone por supuestamente ser de mala calidad!, ¿por qué no intenta utilizarlos para trabajar? O si no quiere, ¡préstemelos y yo lo intento! Sería una manera honesta de conseguir dinero, en lugar de aprovecharse de la desgracia familiar del Dr. Siller.

El Sr. Mortus dobló con rudeza la revista y con ella golpeó a Rogelio en la cabeza, explicitando su fastidio absoluto.

—¡No te voy a aguantar una más, así que date prisa y busca una tarjeta de teléfono entre este montón de chatarra!

Sin más, Rogelio comenzó a separar el resto de basura del bote mientras pensaba en voz alta: —Juraría que había visto una por aquí, pero no creí que la fuera a necesitar. Ya casi no se usan —apenas Rogelio halló la tarjeta, se la entregó al Sr. Mortus con la misma emoción que un hijo denota al anunciar a sus padres haber rendido excelente en una o todas sus materias—. ¡Sí, la tengo! ¿Cree que tenga saldo todavía?

El Sr. Mortus optó por la cautela y, dubitativo, señaló:

—Lo averiguaremos en este momento —el Sr. Mortus se dirigió hacia la caseta telefónica del parque, revisó nuevamente la revista y marcó el número—. ¡Está marcando!

El Sr. Mortus vio con exaltación a Rogelio. No podía simular la emoción que le embargaba. En ese instante, Leonardo se acercó escondiéndose con sigilo tras los arrayanes, tratando de escuchar la conversación.

Mientras, después del tercer tono de marcaje, se escuchó una encantadora voz femenina, llena de arrogancia y exceso de seguridad. Era la recepcionista de Richard.

—¿Fundación Siller, buenas tardes?

Con la finalidad de disuadir el filtro organizacional, con talante de petulancia en voz de la recepcionista, el Sr. Mortus asumió un tinte jovial y persuasivo.

—Qué tal, habla el Sr. Mortus de la Cruz. Obra en mi poder la propuesta que el Dr. Richard Siller ha estado esperando durante toda su vida, ¿habría la posibilidad de ponerlo al teléfono, Señorita?

Seria y contrariada, porque le vino a la mente que del otro lado podía encontrarse un charlatán, la asistente de Richard optó por no arriesgarse ni descartar la posibilidad de que la llamada fuera legítima.

—Lo siento, señor, pero el Dr. Siller sale de viaje todo el tiempo y es casi imposible encontrarlo en su oficina. De cualquier forma, apuntaré su nombre y teléfono para que, en cuanto tenga la oportunidad, se comunique con usted.

El Sr. Mortus quería colgar con discreción para no hacer evidente su frustración al girarse hacia Rogelio.

—Ok, muchas gracias.