Pasión en hollywood - Jules Bennett - E-Book

Pasión en hollywood E-Book

Jules Bennett

0,0
2,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

¿Una verdadera historia de amor en Hollywood? ¿Quién era la exótica belleza que iba del brazo del atractivo Bronson Dane, el más perseguido por todas las mujeres? Era Mia Spinelli, de la que se rumoreaba que había sido la amante de su jefe anterior, el enemigo de Bronson desde hacía muchos años. Ahora, ella era la asistente personal de la madre de Bronson. ¿Estaba Mia asistiendo también íntimamente a Bronson? A él se le había visto acompañándola a la consulta del médico y el vientre de Mia no podía ocultar ya su embarazo. Tal vez aquella hermosa mujer hubiera conseguido robarle el corazón al atractivo playboy y productor cinematográfico.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 172

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2012 Jules Bennett. Todos los derechos reservados.

PASIÓN EN HOLLYWOOD, N.º 1862 - julio 2012

Título original: Caught in the Spotlight

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Publicada en español en 2012

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-687-0663-4

Editor responsable: Luis Pugni

ePub: Publidisa

Capítulo Uno

Bronson Dane ni siquiera trató de evitar mirarle ávidamente el cuerpo a la mujer empapada que gritó su nombre.

Con tan solo una toalla blanca pequeña cubriéndole la reluciente y morena piel italiana, la mujer que llevaba siendo la asistente personal de su madre desde hacía solo seis meses sabía muy bien cómo captar la atención de un hombre.

–Señor Dane –repitió ella mientras se recogía la toalla sobre el pecho con ambas manos.

–Las formalidades son innecesarias cuando solo llevas puestas unas gotas de agua y una toalla. Llámame Bronson –dijo él–. Me gustaría saber dónde está mi madre y por qué te estás bañando en su cuarto de baño privado.

Con los ojos, casi tan oscuros como su piel de ébano, abiertos de par en par, ella lo observó atentamente antes de parpadear.

–Olivia ha salido. Yo utilizo a menudo el gimnasio y, dado que me voy a quedar a trabajar esta tarde, me dijo que me podía asear aquí en vez de regresar a la casita de invitados.

Bronson lanzó una maldición. Su madre era tan ingenua… Ya estaba bastante mal que Mia Spinelli viviera en la finca de los Dane, pero que tuviera libre acceso a toda las instalaciones de la casa… ¿Acaso no había aprendido su madre la lección que le había dado su última y «leal» asistente? ¿Cuándo se daría cuenta de que no podía confiar en una persona tan solo porque pareciera ser buena gente?

Después de todo, estaban en Hollywood. Las mentiras y la manipulación eran tan comunes como los implantes de pecho y las inyecciones de colágeno.

–Lo siento, señor Dane. No tenía ni idea de que iba a venir alguien por aquí –añadió Mia–. ¿No se suponía que usted iba a estar filmando en Australia hasta la próxima semana?

–Llámame Bronson –le recordó mientras apretaba los dientes al notar el aroma floral que salía del cuarto de baño–. Hemos terminado la película una semana antes. He venido a hablar con mi madre sobre el festival de cine de la semana que viene. ¿Ha dicho ella cuándo regresaría?

–Vendrá esta tarde. Va a almorzar con su abogado para repasar el contrato para su próximo libro –dijo. Los nudillos se le habían puesto blancos de tanto apretar la toalla. Se dispuso a cruzar el despacho–. Si me perdona, me dejé mi bolsa de aseo sobre la silla del escritorio cuando entré porque el teléfono estaba sonando.

Antes de que ella pudiera pasar a su lado, Bronson le bloqueó el paso y extendió la mano para agarrar la sencilla bolsa de aseo que había sobre la butaca de cuero. Ella trató de quitársela, pero él la alejó un poco más para que no pudiera agarrarla.

No se fiaba de ella, en especial porque acababa de dejar de trabajar para Anthony Price, el hombre que Bronson más despreciaba en toda la industria del cine. Lo odiaba con cada fibra de su ser, pero no quería pensar en todas las razones que tenía para hacerlo en aquel instante.

Su madre le había asegurado que Mia era una monada y que podía confiar plenamente en ella. Victoria, la hermana de Bronson, se había puesto también del lado de Mia y afirmaba que era un placer estar a su lado. Afortunadamente, Bronson no estaba ciego. Estaba seguro de que Anthony había enviado allí a su ayudante para que le informara de todo.

Los rumores decían que la relación entre Mia y Anthony era cualquier cosa menos profesional. Eso le escocía aún más. El hecho de que su madre hubiera contratado a Mia mientras él estaba rodando en Australia le dolía. Era cierto que su madre podía tener como asistente a quien deseara, pero, ¿por qué escoger a una que acababa de trabajar con el mayor enemigo de Bronson?

Los rumores decían que la seductora Mia había sido el principal problema del matrimonio de Anthony. Con quién se acostara Mia no era asunto de Bronson, pero sí lo era si ella se estaba apropiando de los secretos de la familia Dane para ir luego a contárselos a su amante.

Bronson y su madre estaban trabajando en secreto en una película muy importante. Llevaban años madurando aquel proyecto y Bronson no tenía duda alguna de que Anthony Price, el director más famoso de Hollywood, quería saber cuál era ese gran secreto. Solo porque su madre no sospechara de nada no significaba que él debiera bajar la guardia. Tenía la intención de descubrir cuáles eran las intenciones de aquella mujer antes de que ella descubriera los secretos del guión y volviera a meterse entre las sábanas de Anthony con él en la mano. Al imaginársela en la cama con otro hombre, sintió que se le hacía un nudo en el estómago.

Le entregó el bolso porque necesitaba que ella se vistiera. El hecho de que confiara en ella o no tenía muy poco que ver en el asunto. Acababa de salir de la ducha y olía a algo sensual y floral y a él le estaba costando mucho centrarse en la tarea que tenía entre manos.

Además, tampoco se sentía muy satisfecho con la atracción física inmediata que sentía hacia la amante de su enemigo.

–Vístete. Después hablaremos.

Ella asintió suavemente, se metió de nuevo en el cuarto de baño y cerró la puerta. Bronson no tenía tiempo para pensamientos pecaminosos y había sido un estúpido por dejar que se adueñaran de él. Su principal preocupación en aquellos momentos era evitar que su madre y su hermana se metieran en más escándalos.

La última asistente personal de su madre le había robado casi medio millón de dólares de su cuenta personal a lo largo de varios meses. En aquellos momentos, los medios de comunicación se alimentaban del apellido Dane, razón por la cual necesitaba tener algo más de cuidado con las personas a las que daban acceso a sus vidas, en especial si él quería mantener oculto el nuevo guión. Olivia Dane era una estrella y a los medios de comunicación les encantaba hablar de ella. Desgraciadamente, eran capaces de tergiversarlo todo, hasta lo más inocente, para darle un aspecto sórdido.

La puerta del cuarto de baño se abrió una vez más. Mia salió vestida con unos pantalones piratas blancos y una camisa negra sin mangas. Se había recogido el largo cabello oscuro en la nuca, pero aún iba descalza, lo que le permitía ver que llevaba las uñas de los pies pintadas de rosa. Un sencillo colgante de oro le adornaba el escote.

Aquella mujer rezumaba inocencia y simplicidad en todos sus aspectos. Entonces, ¿por qué había terminado trabajando para la mujer más glamurosa de Hollywood?

Olivia le había explicado que las credenciales de Mia eran impecables y las razones que esta tenía para dejar de trabajar con Anthony. Supuestamente, no quería ser la causa de más rumores ni suponer tensiones en el matrimonio de Anthony.

Su madre le había dicho que admiraba a una mujer que era capaz de anteponer las necesidades de otros a las suyas. Le había asegurado también que las pesquisas a las que había sometido su pasado también confirmaban lo que en principio había pensado de ella: Mia era absolutamente perfecta para el trabajo.

Ciertamente, una persona podía parecer completamente inocente sobre el papel. Mia parecía ser tan inocente como un ángel, pero Bronson quería saber más sobre la plácida y sutil señorita Spinelli.

El destino le había dado la oportunidad perfecta. ¿Qué mejor modo había de conocer a alguien que pasar un poco de tiempo a solas con esa persona? Con el exótico y sensual ambiente del Festival de Cine de Cannes, que iba a celebrarse la semana siguiente, ¿cómo se podría resistir ella a sucumbir a los encantos de Bronson? La revista People no había tenido dudas a la hora de etiquetarle como el «Hombre vivo más sexy».

–Tengo una propuesta para ti –le dijo–. Vas a ir a Cannes con mi madre, ¿verdad?

Mia asintió.

–Todas las noches se celebran ceremonias seguidas de una fiesta. Quiero que me acompañes.

–¿Acompañarte? –preguntó ella con los ojos abiertos de par en par–, pero si yo solo voy a acompañar a Olivia para trabajar. No había pensado asistir a ninguna de las fiestas nocturnas.

Bronson no había pensando en pedirle a ella que fuera su acompañante, pero tampoco había planeado que la primera vez que la viera, ella solo estaría ataviada con unas gotas de agua y una pequeña toalla blanca. Él podría invitar a cualquier mujer que quisiera, pero no quería tener que esforzarse con ninguna de las divas que conocía. Aquella mujer, aquella desconocida, sería la compañera ideal. No se le ocurría una mejor manera de conocer a Mia que tenerla como su acompañante durante cinco noches seguidas.

–No creo que sea una buena idea –dijo Mia mientras se sentaba frente al escritorio y arrancaba el ordenador–. Estoy muy ocupada con Olivia y sé que en Cannes estaremos trabajando igual de duro que aquí porque quiere tener el libro terminado para el verano.

Bronson se acercó al escritorio y observó cómo los delicados dedos de Mia volaban sobre el teclado.

–Te aseguro que a mi madre no le molestará en absoluto que tú seas mi acompañante. Tú solo tienes que preocuparte de llegar a tiempo al avión y de no llevar mucho equipaje. Yo haré que Victoria se ocupe de enviar todos los vestidos que necesitarás.

–¿Por qué yo?

–¿Y por qué no?

–Soy solo una asistente personal.

Bronson se encogió de hombros.

–Razón de más, a menos que no quieras que te vean conmigo por el reciente escándalo que tuviste con tu anterior jefe… o que tengas un amante celoso –añadió, inclinándose sobre ella.

Mia abrió los ojos aún más.

–No me puedo creer que, de entre todas las mujeres que conoces, quieras que sea yo la que te acompañe.

–Está bien. No te voy a mentir –afirmó. Apoyó las manos sobre el escritorio y le ofreció una sonrisa–. Soy muy protector con mi madre. Estoy aprovechando la oportunidad para conocerte mejor.

Una hermosa y pecaminosa sonrisa se dibujó en el rostro de Mia.

–Entiendo que quieras proteger a tu familia. En ese caso, me encantaría asistir contigo mientras que a Olivia no le importe.

Bronson se incorporó y le devolvió la sonrisa.

–No le importará. Puedes confiar en mí.

«Puedes confiar en mí».

Habían pasado cuatro días desde que Bronson le había dedicado su sonrisa y la había convencido para que convirtiera un viaje de trabajo en algo más social.

Debería haberle dicho que no. No le habría pedido que asistiera a fiestas y a ceremonias con él, y tampoco le habría dicho que confiara en él, si supiera el secreto que ella guardaba. Un secreto que terminaría con el estrecho vínculo que unía a su familia.

Mia dejó el sentimiento de culpabilidad a un lado y se concentró en la misión que la esperaba. Estaba en Cannes e iba a tener que asistir a fantásticas fiestas del brazo del soltero más sexy de Hollywood. Tenía que tener el mejor aspecto posible.

Eso no debería ser un problema. Observó los elegantes cinco diseños originales de Victoria Dane que estaban a su disposición y dio un paso atrás en la lujosa suite para tomar aliento. Tenía que recordarse que era solo una asistente personal, pero ciertamente se sentía como una estrella. ¿De verdad le estaba ocurriendo aquello? ¿De verdad estaba en Cannes trabajando para Olivia Dane durante el día y, por las noches, vistiéndose de Victoria Dane y codeándose con las celebridades del brazo del afamado productor Bronson Dane?

Olivia y ella habían estado trabajando un par de horas en el largo vuelo desde los Estados Unidos y Olivia le había dado el resto del día libre mientras ella se iba a comprar en las tiendas más exclusivas de la ciudad.

Mia sonrió al recordar lo sorprendida y emocionada que se había mostrado Olivia cuando se enteró de que Mia iba a acompañar a Bronson a las fiestas y a las ceremonias de premios.

–Maravilloso –había declarado mientras entrelazaba los dedos.

Trabajar para Olivia Dane era increíble. Al principio, Mia había tenido miedo de dejar de trabajar para Anthony, pero se había dado cuenta de que aquella era la mejor decisión para todos. Había aprendido a apreciar a Anthony como si fuera familia suya, aunque no del modo en el que había reflejado la prensa sensacionalista. Lejos de tratar de destruir su matrimonio y su familia, había esperado que él lograra reconciliarse de nuevo con su esposa.

La relación que había tenido con Anthony jamás había sido íntima, pero la prensa sensacionalista había asumido y publicado lo peor, haciéndole daño así a la esposa de él. Efectivamente, habían tenido que pasar mucho tiempo juntos, pero siempre había sido por motivos de trabajo.

Mia sabía que Olivia la creía, pero ¿y Bronson? ¿También pensaba él lo peor de ella? Seguramente. Los dos hombres no se tenían aprecio alguno, lo que seguramente significaba que él creía los rumores. De hecho, ya lo había implicado.

Mia esperaba que, con el tiempo, terminara ganándose la confianza de Bronson. Él también había tenido sus escándalos con los medios de comunicación y, ciertamente, sabía que no se podía creer todo lo que se oía o se leía en ellos. El mundo de Hollywood no era conocido por su sinceridad.

Mia jamás había esperado algo así cuando empezó a trabajar para Olivia. Mientras trabajaba para Anthony, había viajado con él a los platós de rodaje, pero nunca a un festival de cine. Y allí estaba ella, en Cannes. Solo el viaje había sido emocionante y, añadido a todo lo que estaba viviendo en aquellos momentos, hacía que la experiencia fuera fabulosa.

En primer lugar, había esperado una habitación normal, no una suite. Nunca habría imaginado que se le trataría como una princesa cuando solo era una asistente personal. Sin embargo, se dejaría llevar por aquella oportunidad única en la vida sin cuestionar nada más.

Con mucho cuidado, examinó los vestidos mientras se imaginaba bailando con ellos…

¿Se pasaría la noche bailando con Bronson? ¿Apretaría su cuerpo al de él mientras lo hacían? Se estaría mintiendo si fingiera que no había pensado estar cerca de él, sentir cómo sus fuertes brazos la rodeaban.

Lo más probable era que tuviera un montón de mujeres que bailaran con él en tales acontecimientos, pero la había elegido a ella para que lo acompañara. ¿Qué significaba aquello? Además, se había tomado la molestia de implicar a su hermana. ¿De verdad solo quería conocerla mejor, tal y como había dicho? Podría ser, pero algo en su interior le decía a Mia que debía de encontrarla atractiva, porque, si no, no le habría pedido que lo acompañara todas las noches.

Recordó cómo la había mirado él cuando salió de la ducha. No era vanidosa, pero tampoco era tonta. Bronson no se había mostrado inmune al hecho de que ella estuviera prácticamente desnuda.

Decidió poner los pies en el suelo.

Pensar que Bronson podía encontrarla atractiva sonaba absurdo. Trabajaba con estrellas de la pantalla, salía con modelos y, literalmente, había visto mujeres que ejemplificaban la perfección femenina. Incluso había estado prometido con una impresionante maquilladora. Sin embargo, cuando la vio a ella, la expresión de sus ojos… La temperatura del cuerpo de Mia volvió a subir cuando recordó lo cercanos que habían estado en aquel momento. El aroma de Bronson había sido tan… masculino. Tan poderoso. Tan sexy.

Sacó un vestido corto de gasa negra del armario y se lo colocó por delante antes de mirarse al espejo. Llevaría aquel en la primera fiesta. Todos los vestidos eran muy hermosos, pero aquel… Aquel produciría la mayor impresión. Quería que la primera vez que Bronson la viera en Cannes fuera algo memorable.

La sencillez del vestido negro y de su también negro cabello se complementaban perfectamente. Mia esperaba que aquello la ayudara a fundirse con los ricos y famosos. Ciertamente no quería avergonzar a Bronson. Sabía que los pensamientos que estaba teniendo eran poco realistas, pero quería que él se fijara en ella como algo más que la asistente de su madre.

Los nervios se apoderaron de ella. ¿Cómo podía ella compararse con la clase de mujeres que solían ir del brazo de Bronson?

Se le escapó una carcajada de los labios mientras volvía a colgar el vestido. Ella no estaba tratando de conseguir que Bronson fuera su novio o tan siquiera su amante, pero aquello no le impedía desear que el soltero más sexy de Hollywood se fijara en ella. ¿Qué mujer no querría ser deseada por un hombre fuerte y poderoso? No había ninguna mujer que no deseara formar parte de su círculo de amistades.

Entre la excitación y el deseo, la culpabilidad hizo acto de presencia mientras que sacaba otro vestido del armario. ¿Cómo podía aceptar tanto de aquella familia cuando conocía un secreto que podría muy bien destruir su perfecta felicidad?

Desgraciadamente, como el secreto no era suyo, Mia no podía revelarlo y, además, se sentía dividida entre su lealtad hacia su anterior jefe y su lealtad a la que era su jefa en aquellos momentos.

Lo único que podía hacer era seguir sus propios consejos y disfrutar de uno de los lugares más exóticos y memorables de la tierra. Crearse problemas no le ayudaría en nada ni conseguiría hacer desaparecer un secreto de ya casi cuarenta años.

Su teléfono móvil comenzó a sonar y la sacó de sus pensamientos. Lo tomó y apretó el botón para contestar.

–¿Sí?

–Confío en que los vestidos sean de tu gusto.

–Sí, Bronson. Son preciosos. Jamás podría agradecéroslo lo suficiente ni a ti ni a Victoria.

–¿Y las joyas también te parecen bien? Si no, puedo llamar al joyero y hacer que te cambie algunas de las piezas.

Mia observó la cómoda, donde se apilaban los estuches de terciopelo. Ni siquiera los había abierto, pero suponía que contendrían las joyas más glamurosas que hubiera visto jamás.

Se tocó el sencillo colgante que llevaba alrededor del cuello.

–Es mucho más de lo que esperaba. Gracias.

–La proyección de esta noche comienza a las siete y media. Tenemos que estar en la alfombra roja a las siete menos cuarto, por lo que me reuniré contigo en el vestíbulo a las seis y media.

Sin decir otra palabra más, Bronson colgó. Mia no sabía cómo interpretar aquella falta de cordialidad. Durante el viaje a Cannes, habían hablado de cosas impersonales. En ocasiones, Mia había sentido que alguien la miraba fijamente y se había girado para ver cómo aquellos ojos azules como el mar la observaban como si estuviera tan intrigado con ella como Mia lo estaba con él. En esas ocasiones, cuando la sorprendía mirando, Bronson ni siquiera fingía que no había estado observándola. ¿Por qué iba a mostrarse tímido alguien como Bronson Dane? Podía tener a todas las mujeres que deseara. Ella no era una excepción.

Suspiró y se dirigió al cuarto de baño. Un buen baño de burbujas le vendría muy bien para calmar los nervios. Como Olivia se había marchado de compras con unas amigas, podía relajarse.

Al menos, podía intentarlo. ¿Cómo podía relajarse del todo con el secreto que le atenazaba el pensamiento? Había aceptado trabajar para Olivia casi una semana antes de enterarse del secreto mejor guardado de su jefa. Ojalá hubiera dejado de trabajar para Anthony mucho antes, sin cumplir con los quince días de aviso que exigía su contrato. Así no habría sentido el peso de la culpabilidad cerniéndose sobre ella.

Había deseado tantas veces a lo largo de los últimos seis meses no conocer el secreto… Así, su trabajo no sería tan difícil. Desgraciadamente, no era así. Conocía el secreto y, tarde o temprano, la verdad saldría a la luz y dañaría a la familia más querida de todo Hollywood. Los Dane.

Aquella situación le hacía pensar en otra muy similar, en otro secreto que había hecho mucho daño a los que más amaba.

Su madre le había pedido en una ocasión que guardara un secreto, pero a la tierna edad de cinco años, Mia no creía que aquello significara ocultárselo también a su padre. La verdad terminó por acabar con su familia, quitarle la vida a sus padres y hacer que Mia pasara a vivir en una larga línea de familias de acogida. Incluso después de veinticinco años, el sentimiento de culpabilidad seguía acosándola, turbándola, tan fuerte y poderoso como siempre.

Sabía que tenía que guardar el secreto de los Dane. No podía provocar otro desastre. Guardaría aquel secreto por lealtad a un amigo y por respecto a los afectados.

Después de echar un buen chorro de gel de baño de olor a jazmín, se metió en la bañera y suspiró mientras miraba por la ventana.