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Sic transit Gloria Swanson. El libro manual que tiene en sus manos no es otro aburrido diccionario enciclopédico, onomástico o biográfico más. En realidad se trata de un altar, en que brilla el reflector sobre figuras míticas que iluminaron la pantalla y han sido eclipsadas por el paso del tiempo y por otros ídolos. En estas páginas encontrará, ilustrado por el lápiz magistral de Ana Bustelo, un ejercicio formidable de memoria irredenta, un monumento al anecdotario y la trivia como ejercicio de fervor idólatra. ¿Qué dijo Tony Richardson al oído de Vanessa Redgrave mientras paría a su malograda primogénita, Natasha? ¿Cómo se las gastaba Bette Davis para hacer rabiar a sus múltiples enemigas? ¿Por qué era tan absolutamente detestable el padre del tierno ciervo Bambi? ¿Sabía usted que el primer nombre de pila de John Wayne era Marion? ¿Fue Joan Crawford tan mala madre como se afirma? ¿Por qué se aborrecen Olivia de Havilland y Joan Fontaine, siendo hermanas? ¿Sabía que Sharon Tate disfrazada de jovial surfista californiana sirvió de modelo para Barbie Malibú? Miguel Cane, excéntrico a tiempo completo, practicante del dandismo y la mitomanía amateur, en tiempos reputado 'party boy', ofrece una lectura imprescindible para aquellos que son devotos del séptimo arte y saben que todos estamos hechos de estrellas.
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Seitenzahl: 472
Veröffentlichungsjahr: 2013
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Un altar portátil de la más
varia idolatría cinéfila
Miguel Cane
Introducción de
Daniel Krauze
Con hermosas ilustraciones de
Ana Bustelo
Para Audrey
(aunque no pueda leerlo)
Daniel Krauze
Abro pista con una confesión al lector: no conozco personalmente a Miguel Cane.
Nunca lo he visto, jamás he estrechado su mano, ni hemos compartido un café o una cerveza. Vaya, si me lo encontrara por la calle quizás no lo reconocería. No obstante, en la era de las redes sociales, como esta en que vivimos, tal vez no sea necesario toparse con alguien y verlo frente a frente para conocerlo. Después de todo, siempre he creído que sabe más de mí el que me lee que el que me escucha. Y, en ese sentido, puedo asegurar que tengo el privilegio de conocer a Miguel.
Desde hace algunos años nos seguimos a través de Twitter, donde hemos comparado puntos de vista, siempre de manera amigable y nutrida, sobre temas tan diversos como su aversión a Tom Cruise, el cine de Stanley Kubrick y nuestra mutua admiración por Ian McEwan y la adaptación al cine que hiciera Joe Wright deExpiación. El diálogo entre nosotros nunca ha cesado. Todas las semanas intercambiamos por lo menos un mensaje. Y, a pesar de que jamás nos hemos visto cara a cara, la familiaridad con la que nos tratamos jamás me ha parecido extraña o fuera de lugar. Dicho de otra manera, Miguel y yo somos tan amigos como uno puede serlo sin jamás haberse visto.
Como toda buena amistad, la nuestra se alimenta de gustos afines, opiniones diversas y, en mi caso, de admiración. No me sorprende que este libro sea un compendio, porque así es la sabiduría de su autor:enciclopédica. Lo mismo va para el amplísimo abanico de sus intereses. En un solo día, Miguel igual tuitea sobre poesía y sobre literatura mexicana, que sobre teatro y grandes actrices de antaño. Me da la impresión de que es un auténtico troglodita cultural, y las páginas siguientes dan fe de ese apetito, gravitando en torno a lo que es su mayor pasión: el cine.
Aquí están Errol Flynn y Jeanne Moreau; Liv Ullmann y John Cassavetes; Richard Burton y Marilyn Monroe. Este compendio de figuras ilustres abarca un cine sin el corsé de las fronteras. La única línea que vincula una entrada con otra es el cariño del autor por el tema y la importancia dentro del séptimo arte de los actores, actrices, directores y escritores que aquí aparecen. Sabemos el refrán que disuade a cualquiera que pretenda abarcar de más, pero yo exhorto al lector para que deje las preocupaciones en la caja registradora. La selección de este libro es variada, mas nunca arbitraria. La urdimbre intertextual está en la prosa de Miguel, quizás lo que mejor revela su carácter: lúdica sin olvidar el rigor de su oficio, digerible sin caer en atajos ni recursos fáciles. Me consta que el autor sabe escribir sobre otras artes, pero este es, como diríamos aquí en México, «su mero mole». Leerlo cuando escribe de cine, sea sobre Akira Kurosawa o Walt Disney, es siempre un deleite.
Hay libros enciclopédicos que no son más que un juguete. Todos los hemos visto alguna vez, decorando anaqueles de aeropuertos, secciones de los más vendidos en librerías y hasta tiendas de ropa parahipsters:ejemplares de edición lujosa que solo pretenden entretener, brincando de la A a la Z con el único propósito de hacernos perder el tiempo de manera amena, sin que tengamos que leerlos durante más que unos minutos.
A pesar de que este diccionario es, sin duda, algo divertido, claramente no es un juguete.
Es un mapa cinematográfico con una luz encendida en muchísimos países, con tantos de los protagonistas del séptimo arte como vale la pena rescatar o recordar. Léase pues, como una puerta de entrada a lo que llamamoscinefiliao como una invitación para desempolvar la filmoteca personal y volver a ver lo mejor de Ingmar Bergman o lo más sobresaliente de John Ford. No importa. La riqueza de este volumen está en su polivalencia.
Además, este diccionario es un viaje a través de las filias y fascinaciones de su autor, al que solo conozco a través de sus letras. Para mí ha sido un gran paseo a través de sus mitos. Y estoy seguro de que para el lector también será así.
DanielKrauze
Sic transit Gloria Swanson
¿Qué —o bien,quién— es un mitómano?
Existen tantas acepciones para el término, que resulta más difícil de clasificar de lo que usted se imaginaría.
Según el honorable Diccionario de la Real Academia de la Lengua, es un adjetivo perteneciente, relativo o aplicable a la mitomanía, que es (acorde a la misma fuente) una «tendencia morbosa a desfigurar, engrandeciéndola, la realidad de lo que se dice» y también (más relevante para lo que nos ocupa) una «tendencia a mitificar o a admirar exageradamente a personas o cosas».
Habitualmente, en muchos lugares de habla hispana, mitómano tiene una connotación negativa —casi despreciativa— para referirse a una persona quemiente por sistema.De hecho, algunos lo usan como insulto para agraviar a alguien que se alimenta de fantasías, ya sean leídas o vistas en la pantalla. Lo cual lleva a la siguiente acepción:mitómanocomo alguien que —más allá de transformar la realidad mediante el cultivo de su imaginario— siente adoración o fervorosa devoción por los personajes famosos, las películas memorables y los elementos que las componen: una frase, una localización, una presencia, un objeto de intriga, o bien, deseo.
Esta segunda acepción es algo más acorde con lo que usted y yo somos:mitómanos.
Comience por aceptar esta triste realidad y seguramente disfrutará de la lectura que sigue.
Y por favor, acérquese al espejo más cercano y repita después de mí ante su imagen reflejada: «Soy un mitómano». Notará la liberación al ver que tal cosa no es oprobio, sino que se trata de un privilegio.
Quisiera contarle, si me lo permite, una anécdota. En algún momento de 1981, poco antes de cumplir el de la voz siete años, mi abuelo Miguel —todos tenemos un tótem bueno en nuestra infancia que es al mismo tiempo mentor y cómplice; ese gentil hombre era el mío— me llevó una tarde al cine Bella Época, situado en la colonia Condesa, en la ciudad de México. Se trataba de uno de esos palacios cinematográficos que han dejado ya de existir, tragados por ese monstruo corporativo conocido como elmultiplex, y cuyo local ahora alberga una librería(podría ser mucho peor, créame). En ese tiempo, el Bella Época exclusivamente se dedicaba a proyectar programas dobles de cintas «clásicas».
No recuerdo ya cuál fue la primera película (supongo que seríaVacaciones en Roma, pero no estoy seguro) del programa aquel día, pero nunca olvidaré la segunda: en pantalla, la Quinta Avenida de Nueva York (un Nueva York que, como es natural, ahora ya solo existe preservado en esa cinta) a temprana hora de la mañana. Una joven con vestido de fiesta negro, perlas ostentosas, gafas de sol enormes y peinado de peluquería intacto se acerca a los escaparates de Tiffany & Co. mientras mordisquea un trozo de pan y bebe chocolate a sorbos. Suena entonces el célebre tema de Henry Mancini sobre los créditos y yo, aún niño, caigo completamente enamorado de lo que veo. La imagen se tatúa en mi mente, indeleble, como cada fotograma de la cinta, que volverá a mí de manera casi orgánica a lo largo de más de treinta años, en manifestaciones de lo más diversas: como una manera de aproximar a otros al cine, como referencia ineludible de la cultura popular, incluso como el pretexto para enamorarse a primera vista de una escena que resulta imposible sacarse de la memoria conforme esta se alarga mientras nuestras vidas menguan irremediablemente.
Así es como uno se descubremitómano.
Usted lo sabe, confiese, porque también le ha ocurrido, ¿no es verdad?
Ahora que usted se ha reconocido como parte de este selecto club de mitómanos, verá que este libro es más que un simple diccionario (si bien en el sentido más elemental del término, lo es) enciclopédico, onomástico y biográfico. Acaso tiende más a ser una suerte dedevocionario, como aquellas compilaciones de vidas de santos que tan de moda estaban en el sigloxvi; en efecto, se trata de algo mucho más personal, es una especie de altar donde se adora a nuestros mitos más amados, a nuestros monstruos sagrados.
Y no me refiero solo a actores o directores; también hay referencias a lugares, personajes y cosas.
Pero antes de seguir, uncaveat emptor, lector:
No espere, por favor, encontrar aquí la filmografía detallada o alguna anécdota de la vida de (Dios nos guarde) ese tal Tom Cruise antes de convertirse en alguien famoso. De hecho, a duras penas encontrará referencias aquí sobreese hombre. ¿Por qué? ¡Pues porque ya se ha escrito demasiado sobre él! ¡Y sobre James Dean! ¡Y sobre Bogart! (hay tanto publicado en otros libros acerca de él, que no hace falta que hablemos deBogie,aunque sí de él con Lauren Bacall, que irradiasex appealen estas páginas). ¡Y Angelina Jolie! ¡Y Marilyn Monroe! (aunque ya saben lo que se suele decir: que sobre Marilyn nunca se habrá escrito lo suficiente).Muchos de ellos han sido tanmanoseados(por ponerlo de alguna manera) que pierden, cada vez que ocurre, esa pátina, esemystiquetan particular que hace a un monstruo sagrado lo que es, convirtiéndose más bien enclichés.
Pero tomemos otros ejemplos que, aunque el público no recuerde de primera mano, usted como indudable cinéfilo y mitómano identificará en seguida: ¿qué hace un mito a Jeanne Moreau? ¿Su aire altanero y definitivamente sensual en las películas que hizo para Malle —Ascensor para el cadalso,Los Amantes— o Truffaut —Jules et Jim,La novia vestía de negro? ¿Su boca de labios carnosos y permanente fruncido? ¿Su lacónica mirada? ¿Su frescura tan singular al cantarLe tourbillon? ¿Todo esto en conjunto o hay algo más? Y así muchos otros elementos: la chica de la antorcha y el león de la Metro, la intensidad atormentada de Montgomery Clift, las piernas interminables y la risa contagiosa de Paula Prentiss, el sufrimiento en los divinos ojos de Natalie Wood, el socarrón cinismo de Michael Caine, las perversiones públicas y virtudes domésticas de Alfred Hitchcock, las múltiples fobias y el enfático romanticismo de Woody Allen.
La adoración del mitómano se manifiesta en las cosas más disímbolas: el esbelto cuello de Audrey Hepburn; la manera de fumar de Charlotte Rampling, los modales exquisitos de Deborah Kerr; el deseo de emborracharse con John Huston o de enjugar las conmovedoras lágrimas de Liv Ullmann, quizás de hallar refugio en uno de los consoladores abrazos de Meryl Streep.
Aún más allá, hay otros ejemplos: el desencanto glamuroso con abrigo de piel de leopardo de Mrs. Robinson, los largos corredores del palaciego e inexplicable hotel en Marienbad; el insólito esplendor en las mugrientas ruinas de Grey Gardens; la monocorde voz de HAL 9000, ver cómo un gorila colosal se desploma desde las alturas mientras Fay Wray —como harán en otros tiempos Jessica Lange y Naomi Watts— se desbarata en llanto ante la tragedia que involuntariamente ha provocado.
Sé que usted, como buen cinéfilo, conoce todo esto de lo que le hablo, ¿a que sí?
Ha sentido cómo se le eriza la piel mientras una esmeradamente grotesca Bette Davis sirve una bandeja cubierta a esa mártir que encarna Joan Crawford, prisionera en su sillita de ruedas. Ha sentido el impulso de gritar«¡No! ¡No levantes la tapa, Blanche!»pero es demasiado tarde y la maldita lisiada grita, horrorizada, mientras Baby Jane ríe con nefastas carcajadas. Usted ha sentido la misma angustia oprimiéndole las entrañas cuando, pálida y temblorosa, una casi virginal Mia Farrow (con aquel corte de pelo tan emblemático y muyin)se acerca lentamente a una siniestra cuna negra, rodeada de brujos neoyorquinos, para conocer a su infernal primogénito, o ha sentido el impacto que provoca una oleada de coraje en las venas cuando Scarlett O’Hara, acuñada en la volátil Vivien Leigh, levanta un puño de la tierra rojatechnicolorde Tara y jura que no volverá a pasar hambre; también el gozo irresistible que da una voltereta en el corazón al ver cómoFräuleinMaría —ese portento de luz cálida y sonido hermoso más conocido para algunas generaciones como Julie Andrews— se pasea alegremente por Salzburgo acompañada por una feliztroupede prepúberes que andan por ahí ataviados con los restos de un juego de cortinas de Damasco. Todo eso y más, sabemos que le suscita una reacción emotiva.
Eso, ya lo sabe ahora, justamente esoesla mitomanía, la cinefilia, el amor que sentimos por lo reflejado en pantalla.
Si usted en algún momento ha intercalado en su argot personal durante cualquier conversación frases como «Una oferta que no podrá rechazar», «Francamente, querida, me importa un bledo», «Abróchense los cinturones, esta noche va a haber tormenta», «De todos los antros de este mundo tenía que entrar en el mío», «¡El horror, el horror!», «¿Qué le habéis hecho a sus ojos, malditos?», o «¿Estás hablándome a mí?», definitivamente es usted unmitómano. Lo mismo puede deducirse si conoce la diferencia entre Marlene Dietrich y Greta Garbo; si sabe cuántas veces y con quién estuvo casada Elizabeth Taylor. Si sabe qué cámaras prefería John Ford, qué demonios eraRosebudy lo que significa; si recuerda cómo empieza, en un angustioso segmento onírico, el8 ½de Fellini.
Los cinéfilos, así como los múltiples narradores invisibles del estremecedor cuentoQueremos tanto a Glendade Cortázar —el mismo que al publicarse ciertamente debió dar pesadillas a Glenda Jackson, ¿quién la culparía por cambiar de tercio y abandonar los platós por la política?—, somos muchos y estamos, literalmente, en todas partes.
Somos del mismo modo, hermandad y legión secreta. Tal vez nos reconozcamos en la fila para comprar entradas, tal vez contrabandeamos los clásicos resucitados en DVD o, más recientemente, en esta era de la alta definición y el 3D, en BluRay.
Usted, mitómano,mon frère, mon semblable, también está todavía enamorado ¿a que sí? de Julie Christie (o de Warren Beatty, ¿por qué no?). Mientras existan uno, o dos, o tres, que mantengan vivos en su memoria los nombres y rostros, los lugares y cosas que aparecen en las páginas siguientes, hay esperanza para que no muera el verdadero espíritu del cinema. Y eso, igual que la sonrisa de Audrey Hepburn, siempre llena el corazón de uno con esperanza, aunque sea sentado en completa soledad, en una sala de cine.
MiguelCane
Mitómano
Plegaria del Buen Mitómano
Santa Ingrid, patrona de los cinéfilos
Ora pro nobis.
Tú que en manos de Cukor te pusiste
y a cambio un Oscar recibiste,
Ora pro nobis.
Tú que viste que Hollywood no es el infierno
aunque tampoco un paraíso maldito,
Ora pro nobis.
Tú que a Hitchcock adorabas
y un pedestal dejaste te creara,
Ora pro nobis.
Tú que a Rossellini te entregaste
y hermosos hijos le engendraste,
Ora pro nobis.
Tú que a Cary Grant besaras
y así nuestra libido iluminaras,
Ora pro nobis.
Vela nuestro sendero al entrar
en las salas oscuras del alma.
Perdona nuestro involuntario mal gusto,
como nosotros perdonamos las secuelas idiotas.
No nos abandones en manos de ejecutivos desalmados,
directores ególatras, niteenagersamericanos.
No permitas que el cinema se disuelva, y líbranos delremake.
Amén
Adams, Brooke
(1949)
Bellezón americano de distinguidas facciones —desciende por rama paterna de los presidentes John Adams y John Quincy Adams—, creció en un entorno privilegiado; su padre era un alto ejecutivo de la CBS, y fue amiga de infancia deSigourney Weaver. Estudió teatro con Stella Adler y, tras figurar en algunos telefilmes ysoap operas, hizo carrera en el cine; apareció con Christopher Walken enLa zona muerta(1983), adaptación de la tremebunda novela deStephen King, a la fecha uno de los filmes más bellos y terroríficamente realizados por David Cronenberg. Después, alcanzó éxito popular con la miniserie de cultoLace(«¿Cuál de vosotras, zorras, es mi madre?»). Ahora parcialmente retirada, goza las infinitas bondades de la maternidad y del matrimonio con Tony Shalboub (más conocido comoMonk),con quien ocasionalmente colabora solo por gusto. Su nicho en la iconografía fílmica lo obtuvo a pulso con dos trabajos estrenados en 1978:Días de gloria, intrigante melodrama existencialista de ambientación rural dirigido por Terrence Malick que incluía un sórdido triángulo amoroso con unos entonces imberbes Richard Gere y Sam Shepard; y, más memorable aún, su participación en la versión de Philip Kaufman del estremecedor clásicoLa invasión de los ultracuerpos,donde, cogida de la mano de Donald Sutherland, corre despendolada y sin aliento, aterrada e insomne, por un primoroso San Francisco que, sutil e inexorablemente, se tornasiniestro. Su interpretación permanece, al igual que ese atroz alarido delator, en la memoria colectiva; nadie que la haya oído gritar la podrá olvidar jamás.
Adjani, Isabelle
Isabelle Yasmine Adjani(1955)
Diva francesa de origen argelino-alemán, protagonista de treinta cintas en cuatro décadas. Fue una magnífica Adèle Hugo paraTruffaut, hizo de Emily Brontë para Techiné, de Camille Claudel (en la cinta homónima de Bruno Nuytten), de Margarita de Valois, toda bañada en sangre —enLa Reina Margot(1994) de Chèreau—, así como de la amiga misteriosa dePolanskienEl quimérico inquilino(1976). Su más impactante trabajo escénico, como una casada infiel que tiene un amante venido literalmente de otro mundo, fue para Andrzej Zulawski enPosesión(1981). La peculiar cinta, mezcla de horror surrealista y culebrón doméstico con tintes de Guerra Fría, causó franco estupor y por ella, además de simultáneamente porCuarteto —de James Ivory, sobre una novela de Jean Rhys, donde el maquiavélico matrimonio compuesto porAlan BatesyMaggie Smithla convierte en supoupéesexual en el París de laJazz Age—, obtuvo el premio a mejor actriz en el festival de Cannes y su primer César (hasta hoy ostenta el récord de cinco, más que ninguna de sus compatriotas). Durante años fue pareja de Daniel Day-Lewis pero este la abandonó, preñada del hijo de ambos (Gabriel, nacido en 1995), para casarse con la hija de Arthur Miller. Su belleza turbadora es obra de genes que desafían el paso del tiempo (aunque no faltan los que especulan si no habrá hecho el proverbial pacto con el diablo, al estilo Dorian Gray).
Aimée, Anouk
Françoise Sorya Dreyfus(1932)
Sus ojazos negros, irresistibles para la cámara, atrajeron a Jacques Demy, que la hizo protagonista enLola(1959), y aFellini, que la llevó enLa Dolce Vita —como linda millonaria en bancarrota moral— y en8 ½, como la atribulada mujer de Guido Anselmi. EnUn hombre y una mujer(1966) de Lelouch, dio un giro como la madre viuda, sensible y carismática que tiene un románticoaffaircon un padre viudo, sensible y carismático (el guapo Jean-Louis Trintignant); juntos estos dos pusieron de moda el tema musical de Francis Lai (todos ustedes lo han tarareado al menos una vez), los Ford Mustang y algunas tiernas escenas de sexoau naturel. Por esta cinta fue candidata a un Oscar —perdió ante la enorme (literalmente)Liz Taylorde¿Quién teme a Virginia Woolf?—, y obtuvo el rol de Justine en la adaptación deGeorge CukordeEl cuarteto de Alejandríade Durrell, que fue un tremendo fiasco.Robert Altmanla llevó en el esperpéntico reparto dePrêt-à-Porter(1994) como una diseñadora legendaria que en su último pase de modelos manda a la industria de la moda a tomar por saco, algo que haría ella con el cine poco después.
Alexander, Jane
Jane Quigley(1939)
Bostoniana actriz de —y con— carácter. Extraordinaria presencia en Broadway, causó controversia al lado de James Earl Jones enLa gran esperanza blanca(retrato de Jack Jefferson, campeón de boxeo que, a principios del sigloxx,convivía con una prostituta blanca), cuya versión cinematográfica de 1970 le valió una nominación al Oscar (primera de cuatro). Aparece enTodos los hombres del presidente (1976) y enKramer contra Kramercomo la confidente deDustin Hoffman. Fue galardonada por hacer de Eleanor Roosevelt en televisión. Su mejor trabajo es la memorableTestament, dirigida por Lynne Littmann (1983). Ahí es Carol Wetherly, sorprendente ama de casa y madre de familia cuyo mundo colapsa al estallar repentinamente la guerra nuclear. Sutil, sin dar pábulo a paroxismos ni a histerias, su interpretación es un prodigio de rango emocional. Fue ministra de cultura en la administración Clinton y ocasionalmente reaparece en diversos platós, por diversión; lo hizo como una sabia enfermera enLas normas de la casa de la sidra(1999) y como la cruel madre de Diane Arbus (Nicole Kidman) enRetrato de una obsesión,robándole, hábil y conspicua, cada una de las escenas en que aparecen juntas.
Allen, Nancy
Nancy Anne Allen(1950)
Rubia y despampanante neoyorquina que desempeñó un rol clave en el Hollywood de los 70 y 80. Conoció aBrian De Palmaen las audiciones paraCarrie(1976) —este le dio el papel de una joven caprichosa y perversa que baña en sangre de cerdo a la mártir titular— y luego acabó casándose con él. A sus órdenes, protagonizó dos filmes inquietantes:Vestida para matar(película que le causó una fobia permanente a los ascensores) yEstallido mortal, interpretando en ambos a putas (bastante astutas). También trabajó con Robert Zemeckis en su debutQuiero estrechar tu mano(1978) como adolescente beatlemaniaca, y con Spielberg en1941. Su última aparición importante fue como la oficial Anne Lewis en la sagaRobocop(1987-93). Su matrimonio conDe Palmaacabó de manera desastrosa ya que solo quería darle cierto tipo de papeles (de puta), y además no le permitía trabajar con otros directores. Esto afectó a su carrera, que nunca se recuperó del todo tras el divorcio. Ahora es activista contra el cáncer de mama, al que ha sobrevivido.
Allen, Woody
Allan Stewart Königsberg(1935)
Agudo satirista y sorprendente romántico, oriundo delboroughde Brooklyn, comenzó como monologuista con el personaje de Woody Allen (de hecho, cambió legalmente su patronímico a Heywood Allen en 1953), la quintaesencia del neoyorquino neurasténico con plétora de fobias, que derrocha sarcasmo a borbotones. Sus inicios en clubes nocturnos fueron difíciles, debido a su pánico escénico. Debutó como dramaturgo conNo te bebas el agua(1966) y fue a instancias deWarren Beatty—al que ha parodiado en filmes comoDelitos y faltasyMisterioso asesinato en Manhattan,con los insufribles tipos interpretados por Alan Alda— que incursionó en el cine, como guionista de la estrambóticaWhat’s Up Pussycat?, que acabó yéndosele de las manos, lo que le sirvió para saber que si no tenía control total sobre la cinta, no la hacía y punto. Ha participado como actor, básicamente interpretándose a sí mismo, para directores comoJohn Huston(en suspoofde James BondCasino Royale),Paul Mazursky, Martin Ritt y Jean-Luc Godard. Como director tiene varias facetas (comedias gamberras, sofisticadas y hasta negras, amén de algunos melodramas, un musical y un muy sólidothriller),y ha rendido tributo a sus grandes iconos (Bergman,Fellini,Kurosaway losHermanos Marx, entre otros). Amén de su oficio, también son célebres sus relaciones sentimentales con susleading ladiesDiane Keaton—para quien escribióAnnie Hall, y llevó enInteriores, claro homenaje aBergman,yManhattan— yMia Farrow—que actuó en todas las cintas de su «época de oro» en los 80, con obras maestras comoLa rosa púrpura del Cairo,Zelig,Hannah y sus hermanas, Broadway Danny Rose,Otra mujer, yAlice, su propia versión de laJulieta de los EspíritusdeFellini—. La próspera mancuerna se rompió escandalosamente al involucrarse aquel sexualmente con la enigmática Soon-Yi Previn, hija adoptiva de Mia, so pretexto de que «el corazón quiere lo que el corazón quiere». En 1997 la convirtió en su esposa. En consecuencia, su único hijo biológico, Satchel (hoy Ronan Seamus Farrow), lo repudió. Ha cultivado una carrera paralela como clarinetista con la New Orleans Jazz Band, con quienes toca todos los lunes por la noche (salvo en época de rodaje) en el Café Carlyle del Upper East Side de Manhattan, zona de confort de la que en años recientes se apartó para explorar localizaciones más exóticas como Londres, París, Venecia, Barcelona, Oviedo (ciudad que le dedicó una escultura con su imagen), y Roma. Conforme accede al título deauteur, la consistencia de sus filmes ha sido dispareja en la última década, aunque el ritmo de una cinta por año (o casi) desde 1969 parece no hacerle mella. De hecho, parafrasea aGroucho Marxcuando suele decir «Esta es la película que hice y si no les gusta, no hay problema, acabo de rodar otra».
Almendros, Néstor
Néstor Almendros Cuyás(1930-1992)
Nativo de Barcelona, a los dieciocho huyó del franquismo a Cuba y en La Habana fue reseñista de cine. Estudió en el Centro Sperimentale di Cinematografia, en Roma. Volvió a la isla atraído por la revolución de 1959, aunque posteriormente renegaría de ella por su inhumano trato a los homosexuales y por la censura aplicada tanto a su orientación como a su obra. Esto no impidió que dirigiera el documentalConducta impropia, que denuncia los brutales abusos de la homofóbica dictadura castrista. En Europa colaboró con Vicente Aranda(Cambio de sexo),Barbet Schroeder(Maîtresse),Eric Rohmer(Pauline en la playa)yTruffaut(El último metro). Su llegada a Hollywood aportó un toque de clase a filmes comoKramer contra Kramer, Días de Gloria(por el que ganó un Oscar en 1978) yLa decisión de Sofía(1982), en la que su lente capta la demoledora entrega deMeryl Streep, como Sofía Zawistowska, en una de las escenas más brutales del cine: verse obligada a entregar a su pequeña hija a un oficial de Auschwitz-Birkenau. Su exquisita e impasible mirada en el rostro de la actriz transforma lo que pudo ser histeria melodramática en un golpe perdurable a las entrañas —y el corazón— del espectador.
Almodóvar, Pedro
Pedro Almodóvar Caballero(1949)
A un mismo tiempo artífice y consecuencia de la «movida madrileña», amado y vilipendiado en igual medida, creció en un pueblo de Castilla-La Mancha, sometido a una obsesiva dieta de comedia y melodrama cinematográficos, la misma que ha aplicado como pátina a su obra, que podría describirse como una consistente mezcla de devoción cinéfila, sarcasmo, furor histérico, culebrón, esperpento folclórico ypathos.Tras pasar doce años como empleado de Telefónica haciendo cortometrajes en su tiempo libre, se lanzó al ruedo artístico en 1980 con la ecléctica comediaPepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, cinta estilo comedia procaz explotada por John Waters —al que obviamente buscaba emular—, hecha sin presupuesto y a trompicones, pero donde asoman las obsesiones que exploraría en toda su primera etapa, la que lo puso en el mapa. En 1987 apareceLa ley del deseo(una de sus mejores cintas, no les quepa duda), que marca un punto de inflexión en su estilo; al año siguiente estrenaMujeres al borde de un ataque de nervios,delirante comedia madrileña de enredos con barniz «feminista» que fue unacause célèbrey lo elevó a la fama internacional, que aún retiene. Excepcional director de actrices —en su honor se acuñó el término «chica Almodóvar» para figuras como Carmen Maura, Alaska, Victoria Abril, Marisa Paredes, Rossy de Palma, Cecilia Roth o Penélope Cruz entre otras—, ha reincidido siempre en desvelar los entresijos del místico femenino desde su óptica amanerada pero fiel a la vida, más cercano a unCukor, un Sirk y un Rossellini que a las tendencias actuales, con estrambóticas tramas pobladas por madres abnegadas, putas alegres, travestis en crisis, yonquis simpáticos, pervertidos varios y aprendices de santa; así ha logrado algunos filmes notables, y hasta un par de obras maestras:Todo sobre mi madre(1999), emotiva carta de amor al más puro estilo Tennessee Williams dedicada a las madres, las actrices y los travestis, que le valió un Oscar, y la también oscarizada (por su impecable guión)Hable con ella, cinta más sosegada en la que explora la solidaridad masculina, algo infrecuente en su canon, que sigue dando frutos de los más distintos gustos y tonos nunca exentos de los exóticos histerismos que son sutrademark.
Altman, Robert
Robert Bernard Matthews Altman(1925-2006)
Adquirió su oficio como cineasta con más de 60 películas industriales realizadas en su natal Kansas City en los 50, antes de que, gracias al éxito deThe Delinquents—presuntodocudramaacerca de los recurrentes «rebeldes sin causa», tan en boga entonces—, se aventurase en Hollywood como director de TV, practicando técnicas que serían sutrademarken seriales comoBonanzay¡Combate!Su primer filme «oficial»,Aquel frío día en el parque(1969), protagonizado porSandy Dennis, lo llevó a Cannes por primera vez y también mostró su habilidad para polarizar audiencias: a lo largo de su carrera sería amado y odiado a partes iguales. La fama le llegó en 1970 conM*A*S*H, socarrona sátira de la guerra de Corea, con Elliot Gould y Donald Sutherland como un par de médicos frescos como lechugas en pleno campo de batalla, que ponen patas arriba un campamento militar. Con ella puso en práctica su peculiar estilo de reunir elencos multitudinarios y polifónicos, con diálogos improvisados y guiones que pueden resultar dispersos. Exploró a lo largo de cuatro décadas géneros como el terror psicológico —Imágenes(1972) conSusannah York—, el melodrama detectivesco —El largo adiós(1973), en la que se dio el lujo de reinventar al mismísimo Chandler—, el surrealismo lisérgico —3 Mujeres(1977), con Shelley Duvall ySissy Spacek, es un filme tansui generisque hoy resultaría inconcebible como producto de estudio, aunque lo hizo con la 20thCentury Fox—, una comedia romántica y algo parecido a la ciencia ficción —Una pareja perfectayQuinteto, ambas de 1979— y el western —su maravillosa y revisionistaMcCabe y Mrs. Miller,con banda sonora de Leonard Cohen, y la fallidaBuffalo Bill y los indios. Más célebres son sus piezas tamaño familiar, como el monumental fresco de la clase media y sueñosamerican-styleque esNashville(1975),La boda(1978),El ejecutivo(1992) o la sencilla obra maestraShortcuts(1993), que describe tres días en la vida de un puñado de habitantes de Los Ángeles y que basó en amargos textos de Raymond Carver. Estos son filmes en los que explora diversas viñetas de la idiosincrasia estadounidense sin establecer juicios, pero con un humor y un patetismo que van cogidos de la mano. Aunque trabajó hasta el fin de su vida —incluso lo hizo tras un trasplante de corazón—, su última gran obra fueGosford Park(2001), retorcida comedia de asesinatos con gran mansión incluida, reparto tumultuoso con lacrème de la crèmedel teatro inglés, un guión deslumbrante —Helen Mirren espeta una inolvidable: «Soy la sirvienta perfecta. No tengo vida»— y amorosos guiños aLas reglas del juego(1938), de Renoir. Pese a sus desiguales resultados, su canon como un auténtico independiente es sólido y su legado es que, ahora y para siempre, exista un tipo de película conocida comoaltmaniana(véaseMagnolia, de P. T. Anderson).
Anderson, Judith
Frances Margaret Anderson-Anderson(1898-1992)
Décadas antes de que laKidman, la Watts o laBlanchettvinieran al mundo, esta fue la primera gran importación que hizo Hollywood de Australia: de severas facciones y voz estentórea,Alfred Hitchcockla vio ideal para encarnar a la sádica Mrs. Danvers, la severa ama de llaves de Manderley enRebecca, que sistemáticamente torturaba a la pobrecita Joan Fontaine —efectivamente medrosa y abrumada, ya queHitchcockle hizo creer durante todo el rodaje que Anderson la odiaba con toda su alma, con el fin de motivarla—. Participó en filmes memorables comoLaura(1944, Preminger),Los Diez Mandamientos(1956, Mille) yLa gata sobre el tejado de zinc(1958), aunque su principal pasión fue el teatro, donde fue una Lady Macbeth insuperable (dirigida porOrson Welles). Pese a su aspecto intimidante, dícese que en la vida real era una buena mujer, con desmesurado afecto por los caballos que criaba en Santa Bárbara, donde falleció de una neumonía, tras aparecer como matriarca en el popular culebrón de TV ambientado en su ciudad de adopción.
Anderson, Wes
Wesley Mortimer Wales Anderson(1969)
Creador de hermosas fábulas fracturadas (véaseMoonrise Kingdomcomo ejemplo de esto) que por su estilo tan coherente y personal se ha ganado, pese a su prodigiosa juventud, el título deauteur. Nativo de Texas, de un particular y exquisito sentido de la composición de escenas (y de la moda), ha generado un notable seguimiento de culto mediante una filmografía más bien compacta, pero plena de personajes, momentos yset-piecesque lo justifican con creces.AcademiaRushmore(1998) sirvió para mostrar a Bill Murray desde otra óptica —algo que aprovecharían despuésSofia Coppolay un sobrevalorado Jim Jarmusch— y utilizó a conciencia una espléndida banda sonora basada en temas de la invasión inglesa (el mejor uso de The Who desde queKen RussellhicieraTommy).Hay quienes, en reconocimiento a su talento como director, dicen haberse convencido de que Luke y Owen Wilson, Ben Stiller yGwyneth Paltrowpodíanactuar, hasta verlos como parte del reparto de su magistral obraLos Tenenbaum(2001), aunque en esa cinta la verdadera e indiscutible estrella esGene Hackmancomo un padre irresponsable, jeta, estafador, chantajista, excéntrico y adorable. Admítalo, después de verla, usted también quiso ser un Tenenbaum.
Andrews, Julie
Julia Elizabeth Wells(1935)
Es inconcebible pensar que quien es sinónimo de la felicidad para generaciones de niños tuviera una infancia fea y asquerosa, pero así fue: el hombre al que conoció como su padre no era su padre ni era nada, y cuando ella era aún muy pequeña, su madre se divorció para casarse con un cantante demusic hallque bebía de lo lindo y al que nunca quiso porque intentaba meterle mano cuando andaba borracho. Vivió en barrios miserables de Londres hasta que su voz de soprano coloraturafue descubierta y le sirvió para sacar de apuros a su desdichada familia. A los dieciocho años ya era la sensación del West End con el musicalLos novios.Con él llegó a Broadway, donde cosechó éxitos comoMy Fair Lady—creó el personaje de Eliza Doolittle, al lado de Rex Harrison— yCamelot. En 1963, cuando la Warner iba a realizar la versión cinematográfica del musical de Lerner y Loewe, el propio Jack Warner, en un arrebato de soberbia, le hizo el feo al llamar íntegro al elenco original al plató, bajo la dirección deGeorge Cukor, pero sustituyéndola porAudrey Hepburnporque «era un filme muy caro y ella no eranadie». Pese a la humillación, aceptó la oferta deWalt Disneyde protagonizarMary Poppinsy obtuvo un Oscar como mejor actriz al año siguiente —Audrey ni siquiera fue nominada—, y eso que acababa de debutar. Al recibir la estatuilla, muy educadamente le dio las gracias a Warner, ya que «sin su ayuda, aquello no habría sido posible». Se consagró con musicales comoMillie, una chica moderna—azucarada comedia romántica en la que bailaba claqué conJames Fox— y la monumentalSonrisas y lágrimas, dirigida por Robert Wise, que le dio el icónico rol deFräuleinMaría, lozana encarnación de todo lo bueno, lo saludable, lo dulce y lo tierno que hay en el mundo, imagen contra la que posteriormente luchó sin denuedo durante años: para lograrlo permitió queHitchcockla mostrara yéndose a la cama, como si fuera una fresca, conPaul Newmanen la primera escena deCortina rasgada(¡el público lo encontró imperdonable!), y a su marido,Blake Edwards, plantarle un bonito bikini amarillo (en el letárgico melodrama de espíasLa semilla del tamarindo), y salir enseñando sin pudor las tetas y soltando tacos a granel en la ácida y amargaSois hOnrados Bandidos(1981). Finalmente lo conseguiría con el rol de una mujer que alcanza el éxito haciéndose pasar por un hombre que se hace pasar por una mujer enVíctor o Victoria, sofisticado vodevil de dobles y triples sentidos sexuales que le valió su última nominación al Oscar y que la ayudó a romper por fin con la percepción de que, aun fuera de las pantallas, esta rosa inglesa era —en sus propias palabras— «incapaz de ir al baño a echar un zurullo, de soltar palabrotas o de tener un orgasmo».
Andress, Ursula
(1936)
Escultural belleza suiza a quien su primer marido, John Derek, le apañó una carrera en el cine. Como actriz era totalmente inepta, pero su atractivo visual adquirió proporciones legendarias gracias aAgente 007 contra el Dr. No(1962), filme debut de la saga 007 en el que, como Honey Ryder, dio pie al mito de la chica Bond de cuerpo despampanante y estrambótico patronímico (las más de las veces, con doble o triple sentido). La escena en la que emerge de las aguas de Jamaica en un bikini blanco es para muchos el equivalente fílmico al nacimiento de Venus de Botticelli; ciertamente esa toma, dirigida por Terence Young, nunca envejecerá.
Antonioni, Michelangelo
(1912-2007)
Su manera radical (y, digámoslo, un tanto esnob) de hacer cine lo separó muy pronto de la tradición neorrealista que regía en Italia desde la posguerra; su filme proto-feministaLas amigas(1955) estableció un estilo de largas tomas y diálogos escasos, guiones moralmente ambiguos y una obsesión con la incapacidad del hombre de la calle de lidiar con la vida moderna. Esto lo consolidó en una ambiciosa tetralogía —en la que la despampananteMonica Vitti, su pareja en ese tiempo, figura de modo prominente— compuesta porLa aventura(1960), la exquisita y dolorosaLa noche(1961, con laMoreauy Mastroianni),El eclipse(1962, con un hermoso y salvajeAlain Delon) yEl desiertorojo (1964, su primer filme en color), donde exploraba la incomunicación de sus personajes, sofisticados y civilizados, aunque incapaces de expresar sentimientos ante el colapso de sus mundos. Gracias a estos filmes, laVittise convirtió en sensación y él en maestro de maestros. En 1966 cogió un cuento de Julio Cortázar,Las babas del Diablo, y lo dejó irreconocible comoBlow Up: Deseo en una mañana de verano, filme que adquirió estatus de culto a toda pastilla. Su carrera perdió algo de lustre después de la intriganteEl pasajero(1975), protagonizada porJack Nicholsony Maria Schneider, y volvió a sus raíces teatrales, aunque había sembrado su trabajo en otros cineastas como Andrei Tarkovsky, Wim Wenders (Paris, Texasdebe muchísimo a Antonioni) y Gus van Sant. Siguió filmando más esporádicamente hasta 2004 y tres años más tarde, el día siguiente a la muerte deIngmar Bergman, dejó de existir, quizás rehusando vivir en un mundo donde su brillante y admirado colega estuviera ausente.
Ashby, Hal
William Hal Ashby(1929-1988)
Cineasta de culto, que hoy muy pocos recuerdan (una desgracia, créanme) y cuyo estilo radicaba precisamente en no tener estilo: se mimetizaba con las necesidades del guion que le dieran para filmar. Tuvo sus inicios en la intimidad de la sala de montaje y, tras ganar un Oscar (porEn el calor de la noche),dio el salto a la dirección. Antes de caer en una decadencia de drogas psicotrópicas y depresión que le trajo una muerte prematura, tuvo una era de gloria en los 70 como uno de sus directores más significativos, con las cintasHarold y Maude—deliciosa comedia negra con tintes románticos que narra la relación entre un adolescente morboso (Bud Cort) y una octogenaria extraordinaria (la formidableRuth Gordon), con banda sonora de Cat Stevens—; la ácidaShampoo(1975),vanity projectdeWarren BeattyconJulie Christiey Goldie Hawn, que satirizaba la política y estilos de vida de los ricos y desvergonzados de Beverly Hills; la controvertidaRegreso sin gloria(1978) conJane Fonday Jon Voight, sobre los veteranos que volvían mutilados física y emocionalmente de Vietnam; yBienvenido, Míster Chance(1979), con la que se considera la última gran actuación de Peter Sellers.
Astaire, Fred
Frederick Austerlitz(1899-1987)
Bailar era lo suyo. Lo hizo de maravilla con su hermana Adele, y luego con la fabulosa Ginger Rogers, conJoan Crawford, con su eterno colegaGene Kellyy hasta con un perchero. Bailó sobre mesas giratorias, sobre paredes, bailó en el techo. Bailó sin descanso, como si en sus pies llevara las proverbiales zapatillas rojas y no zapatos de claqué. Inició su carrera en el vodevil siendo niño y de ahí pasó a Broadway, donde se convirtió en una sensación como bailarín y coreógrafo, a lo que siguió el paso al cine, primero a las órdenes del fenómeno conocido como Busby Berkeley. Era muy improbable como galán, ya que cortaba figurín escuálido, con amplia frente (la RKO frunció el ceño ante su incipiente calvicie) y ojos azules que rezumaban carisma; esto le bastó para trascender el tipo y con la mano en la cintura convertirse en el protagonista de decenas de filmes musicales de los grandes estudios, en los que básicamente interpretaba versiones glamurosas de sí mismo —como en el caso deBoda Real(1951) oUna cara con ángel(1957, junto a la divina Audrey)—. Cuando a finales de los 60 dejó de bailar debido a su edad, buscó establecerse como «actor serio» y no le fue nada mal, aunque su elección de papeles fue poco memorable. De hecho, recibió una candidatura al Oscar en 1974 por aparecer en el reparto multiestelar deEl coloso en llamasdonde, inevitablemente, bailó con lo que quedaba de aquel bellezón que fuera Jennifer Jones. Buen esposo, políticamente conservador —algo que nadie hubiera imaginado al verlo—, el gran Fred se volvió figura icónica en vida, cosa que disfrutaba enormemente, aunque era incapaz de firmar un autógrafo: le ganaba el pudor. Su último filme fueHistoria macabra(de 1981, muy poco afortunada adaptación de una espléndida novela de terror del enorme Peter Straub), que también sirvió como desangelado telón a las carreras de dos amigos suyos, igualmente legendarios: Melvyn Douglas y Douglas Fairbanks, Jr.
Bacall, Lauren
Betty Joan Perske(1925)
Era tan solo una tierna adolescente cuando su voluntariosa madre la llevó a hacerse un reportaje fotográfico que le daría celebridad instantánea. De la mano de la incomparable Diana Vreeland, editora de modasextraordinaire, estableció lo que se llamó el ‘look’:mezcla de esa mirada de chiquilla altanera y un mohín desdeñoso que era irresistible incitación al pecado de la carne. Howard Hawks la vio enHarper’s Bazaary le pagó un viaje a Hollywood de inmediato para ponerla frente a frente con Bogart enTener y no tener. Proverbiales chispas saltaron por doquier y el resto todo mundo lo sabe: de la noche a la mañana,Bogieabandonó a su conflictiva esposa, Mayo Methot (con la que a lo largo de su matrimonio protagonizó una plétora de grescas y reyertas públicas, algunas incluso a punta de pistola), y 18 meses después de conocerla se casó con ella. Además de otras cintas que realizó junto aBogie—El sueño eterno, La senda tenebrosayCayo Largo—, Betty (como la llaman los amigos de verdad) brilló con luz propia en varios filmes, de los que quizás el más destacado seaCómo casarse con un millonario(1953) en el que compartió pantalla —y derrochó encanto— con Betty Grable yMarilyn Monroe; su rol como lasexycazafortunas Schatze Page le procuró tanta fama que hasta el Pato Lucas se disfrazó de ella en una ocasión. Tras la muerte de Bogart tuvo unaffaircon Frank Sinatra y pasó la década de los 60 casada con Jason Robards, al que dejó por ser un borrachales incorregible. Antes de aceptar papeles segundones en cine, prefirió refugiarse en Broadway, donde alcanzó estatus de diva rápidamente, y no fue hasta que pasaba de los cincuenta cuando volvió ante las cámaras, en calidad demostre sacréy actriz fetiche para algunos directores iconoclastas comoLars von Triery Jonathan Glazer, que le dio un papelazo enReencarnacióncuando ya había llegado a los ochenta. Residente en el famoso edificio Dakota de Manhattan (donde fue vecina de John Lennon y Yoko Ono, que le caían rematadamente mal), es una mujer deslenguada y desprovista de falsa modestia o pudor. Aireó todos sus trapos sucios en dos autobiografías a cara lavada y, todavía hoy, se mantiene como una de las pocas leyendas en activo que le quedan a Hollywood, al que ella misma siempre llamó con menosprecio «ese poblacho repleto de idiotas».
Bambi
Tierno cervatillo de cola blanca y mirada inocente que, junto a sus entrañables amigos, Flor la mofeta y Tambor el conejo, fue adaptado porWalt Disneyen 1942, como su quinto largometraje, a partir de la novela del austriaco Felix Salten. Generaciones enteras de espectadores acudieron en su infancia a presenciar su nacimiento en un paraje del bosque, fueron partícipes de sus alegres juegos de infancia, y luego cruelmente traumatizados como testigos del brutal asesinato —que muchoscreenhaber visto, cuando en realidad sucede fuera de la pantalla— de su santa madre a manos de un cazador, así como por la fría y distante pose del arrogante padre que lo conmina a vivir solito. Pero no todo es vileza y lesión emocional en la cinta; también ha tenido una función inesperada como el primer filme ambientalista de la historia, que ha influido en conciencias activistas a lo largo de siete décadas desde su estreno.
Bancroft, Anne
Anna Maria Louisa Italiano(1931-2005)
De chispeante inteligencia y gran sentido del humor; tan versátil que lo mismo podía ser comediante exquisita que mujer desesperada; tótem de fortaleza o bomba sensual, vivió sin perder en ningún momento el estilo. Hija de inmigrantes italianos, creció en el Bronx, donde defenderse cotidianamente de los frescos callejeros no le fue ajeno; estudió con Lee Strasberg y tras aparecer en algunos teleteatros bajo el alias de Anne Marno, se mudó a Hollywood, donde cambió su nombre artístico e hizo su debut en cine como cantante de cabaret, junto a Richard Widmark yMarilyn MonroeenBruma en el alma(1952). Decepcionada por los papeles que le ofrecían (incluyendo uno como damisela raptada por un gorila), abjuró del cine y se lanzó al teatro, obteniendo su primer Tony por su debut en Broadway al lado de Henry Fonda enCualquier día en cualquier esquina. Después vendría su interpretación como Annie Sullivan enLa maestra milagrosa, dirigida por Arthur Penn, que la llevó al cine en 1962 conPatty Dukecomo Helen Keller, y que les valió sendos Oscar a ambas (ya habían recibido Tonys por los mismos papeles). Otros filmes:Siempre estoy sola(1964), de Jack Clayton, basado en una novela de Penelope Mortimer, donde encarnaba a una londinense que se embaraza compulsivamente para retener a su marido calavera (Peter Finch),7 mujeres—filme final deJohn Ford— y, naturalmente,El graduado, donde fueMrs. Robinson, seductora madurita (aunque ella solo tenía treinta y cinco años cuando la rodó) que se enreda con un inocente muchachito imberbe. Si bien este es su rol más reconocido —algo que a ella no le hacía la menor gracia, pues sentía que eclipsaba el resto de su trabajo—, tuvo muchas otras participaciones brillantes, algunas a las órdenes de su segundo marido, Mel Brooks, al que conoció en un plató televisivo: la conquistó sobornando a la maquilladora del programa para averiguar dónde almorzaría, la alcanzó en el restaurante y jamás se volvieron a separar. Algunos otros de sus momentos fílmicos memorables fueron como una veteranaprima ballerinaenMomento de decisión(1977), enEl hombre elefante(1980, dirigida porDavid Lynch), en elremakedel clásico de LubitschSer o no ser(obviamente, con Mel),84, Charing Cross Road—basada en el relato autobiográfico de Helene Hannf— y como la Madre Superiora en el melodrama de Norman JewisonAgnes de Dios, donde hacía sombra, sin apenas esforzarse, aJane Fonda. En su madurez hizo una especialidad de interpretar variantes de la madre judía: desde la insoportable (enBuscando a Greta, deLumet), a la adorablemente neurótica (enA casa por vacaciones, deJodie Foster), la moderna (enMás que amigos, debut de Edward Norton como director), y la siniestra (enMalicia, de Harold Becker). También escribió, produjo y dirigió la películaFatso(1980), donde también actuó con Dom DeLuise, considerado un estupendo filme independiente. En contra de lo que les ocurría a muchas de las actrices de su generación, se negaba a ir de divina, y no era raro encontrarla por Nueva York haciendo la compra como cualquier maruja. Es la madre de Max Brooks, que saltó a la fama por derecho propio como elpopeposmoderno del culto al zombi.
Barrymore, Drew
Drew Blythe Barrymore(1975)
En contra de la creencia popular, su debut en cine no fue enE.T. El extraterrestre(1982), dirigida por su padrino, Steven Spielberg; en realidad ya tenía experiencia haciendo anuncios y había tenido una breve aparición como hija de John Hurt y Blair Brown en algunas de las secuencias más alucinantes del filme deKen RussellEstados alterados(1980), si bien es cierto que su primer trabajo notable es como Gertie, la adorable criaturita de coletas cuyo hermano establece una amistad interestelar con una criatura alienígena de enorme cabeza —y de paso pone a la familia en grave peligro, al caerles encima los crueles agentes del gobierno federal. Como era de esperar ante una niña tan maja y tan simpática, Hollywood se enamoró perdidamente de ella, como hiciera generaciones antes con Shirley Temple yJudy Garland. Que además fuera la única heredera aparente del legendario clan de histriones Barrymore —que incluyera a sus tíos Lionel, Diana y Ethel y a su abuelo, el célebre John— hizo que todos los ojos se volvieran a ella, lo que dio como resultado una infancia vivida en público: a los ocho años iba a discotecas como Studio 54, a los diez fumaba como una carretera y a los doce estaba enganchada a la coca, por lo que acabó en una clínica de desintoxicación. A los trece era una farmacia ambulante. Con la intervención del rockero David Crosby —que asumió su tutela cuando sus padres, divorciados, ya no podían con ella—, superó su rebeldía adolescente y se convirtió —para su propia sorpresa— en una de las estrellas más populares y reconocidas de su generación (las cintas que ha protagonizado desde 1997 han recaudado más de 500 millones de dólares en total), alcanzando una mayor libertad de trabajo al convertirse en productora —y más recientemente, directora— de sus propias películas, e ingeniándoselas no solo para mantenerse sobria —lleva más de veinte años sin drogarse ni un poquito— sino para mantener los pies en la tierra (es la celebridad más humilde que se pueda usted imaginar) y recuperarlo todo pese a la fama y sus riesgos, algo que no todos los niños actores que fueron sus contemporáneos lograron, quedándose varios cadáveres bien parecidos tirados en la cuneta —como fue el penoso caso de River Phoenix.
Bates, Alan
Alan Arthur Bates(1934-2003)
Apuesto y virilleading manbritánico, cuya carrera despuntó en los 60 como uno de losangry young men(Albert Finney y Tom Courtenay eran otros) de la época; tras debutar como el fugitivo que un grupo de niños confunden con Jesucristo enCuando silba el viento(1961), fue el carismático protagonista de cintas comoUna clase de amor(primer filme deJohn Schlesinger),Lejos del mundanal ruido,Georgy girl,Zorba el griego(como contraparte deAnthony Quinn), y tres brillantes filmes de la época:Rey de corazones(1966), fábula pacifista y delirante de Philippe de Brocca;Mujeres enamoradas(1969), deKen Russell, una especialmente acertada adaptación de la novela de D. H. Lawrence en la que, encarnando a Rupert Birkin —alter egodel autor— sostiene una homoerótica lucha grecorromana con Oliver Reed, totalmente en cueros; así como la inolvidable y exquisitaEl mensajero(1971), de Joseph Losey, donde comparte cartel y trágico romance clandestino conJulie Christie—la actriz con quien más filmes hizo— y que aún hoy es considerada uno de los grandes clásicos del cinema moderno. Versátil y risueño, en los 70 resurgió como galán al aparecer como un pintor sensible ysexyque enamora de manera fulminante a una perplejaJill ClayburghenUna mujer descasada(1978, Paul Mazursky) y, al encontrar una sequía de personajes protagónicos, migró a las filas del actor de carácter, encontrando refugio en la BBC y en el teatro, aunque en cine siguió activo: su último gran rol fue como el mayordomo enGosford Park(Altman). En la vida privada, siempre tuvo fama de ser un irresistible seductor con las damas; de hecho mantuvo relaciones muy tórridas con actrices (entre ellasCharlotte Rampling, Joanna Pettet e Irene Papas) y se casó con la modelo Victoria Ward, de quien enviudó y con la que tuvo hijos gemelos: Benedick y Tristan, y que murió en 1990 por un ataque de asma. No fue hasta algunos años después de su deceso cuando se supo públicamente que tuvo relaciones sexuales regulares con miembros de su mismo sexo; a lo largo de su vida, sostuvo tórridos romances (a escondidas) con actores, patinadores artísticos y diversos artistas decorativos, ardiente secreto que ocultaba de modo hermético y con temor, no tanto porque durante su juventud la homosexualidad todavía fuera delito penado con cárcel en Inglaterra, sino para evitar ofender los rígidos valores victorianos de su madre, quien ejerció una profunda e intimidante influencia en su vida.
Batty, Roy
Replicante fugitivo (e increíblemente parecido a Rutger Hauer) que ha visto cosas que no creerían (¡y con las que alucinarían!): naves en llamas más allá de Orión, rayos C destellando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser… Todos esos momentos que se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.
Beatty, Warren
Henry Warren Beaty(1937)
El primer día de rodaje deLa primavera romana de la señora Stone, Vivien Leigh, que acababa de recuperarse de la estrepitosa debacle de sus veinte años de matrimonio con Laurence Olivier, estaba en compañía del dramaturgo Tennessee Williams cuando vieron llegar al joven que interpretaría algigolóPaolo —y que había obtenido el rol siguiendo a Williams hasta Puerto Rico, ofreciéndole «hacer cualquier cosa» a cambio—. La Leigh entornó sus ojos a lo Scarlett O’Hara y le dijosotto voceaMiss Nancy: «Si ese es el diablo, que me lleve». Hacia 1960, recién graduado en los platós de Elia Kazan donde hizo la maravillosaEsplendor en la hierba(por la que una generación de jovencitas, junto conNatalie Wood, se volvieron literalmente locas por él), Beatty era un hombre joven y más que guapo,hermoso. Sin embargo, hay que reconocer que no salió de la nada, como mucha gente cree: ya había pasado varios años haciendo teatro (y muchos sacrificios de todo tipo) en Nueva York, a donde fue siguiendo los pasos de su hermana mayor, esa maravilla llamadaShirley MacLaine, que fue bailarina en Broadway antes de queHitchcockla llevara al estrellato. Rebelde y orgulloso, no quiso que esta le echara un cable y si destacó, fue a base de esfuerzo y descabellados albures —como el que se jugó con Williams— luchando contra el encasillamiento como galán de moda y objeto sexual. Si bien lo consiguió en su carrera, buena parte de esta se vio opacada en los 60 y 70 gracias a su aptitud innata como mujeriego: fue pareja —en distintos momentos— de Joan Collins, Leslie Caron, la mismaWood—y la hermana de esta, unastarletllamada Lana—, Michelle Phillips y, durante diez años, vivió en una suite del Beverly Hills Hotel conJulie Christie, quien finalmente lo dejó en 1977, aunque quedaron como amigos, aduciendo que aunque lo querría siempre, no podía estar con alguien cuyo sentido de la fidelidad consistía en no tener a dos mujeres en la misma cama simultáneamente. Tras obtener un Oscar por su primer filme como director —la espectacularRojos, en la que hizo de John Reed y durante cuyo largo y accidentado rodaje se lió conDiane Keaton—, bajó el ritmo de su carrera (en algo contribuyó el protagonizar la espantosaIshtarconDustin Hoffman) y se centró más en la política (es liberal de pura cepa y muy expresivo al respecto) y en ser perseguido por la prensa rosa, al sostener un escandalosoaffaircon Madonna, hasta que durante el rodaje deBugsy(1991)Annette Bening