Populismo radical en el Perú: - Alvarado Chávez Mariana - E-Book

Populismo radical en el Perú: E-Book

Alvarado Chávez Mariana

0,0

Beschreibung

¿Qué es el etnocacerismo? ¿Qué clase de proyecto político representa? ¿Cuáles son sus límites? Este ensayo busca responder estas preguntas sobre la base de un análisis de los contenidos del periódico y los libros de Antauro Humala. Con ese objetivo, rastrea los orígenes del etnocacerismo, y analiza las acciones y los discursos de su líder a la luz del contexto económico, social e institucional en el que se desarrollan.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 253

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Mariana Alvarado Chávez es investigadora en el Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Ginebra. Tiene un doctorado de la Universidad de Nueva York y maestrías del Politécnico de Zúrich y la Pontificia Universidad Católica del Perú. Sus proyectos de investigación buscan entender cómo diferentes formas de desigualdad afectan la relación entre los ciudadanos y el Estado, con un enfoque en América Latina.

Populismo radical en el Perú: la invención del etnocacerismo

Serie Zumbayllu 8

© Mariana Alvarado Chávez

© Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2022

Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú

[email protected]

www.fondoeditorial.pucp.edu.pe

Imagen de portada: Francisco Pretell y Alessia Rosasco

Diseño de logo de serie: Augusto Patiño

Dirección de Comunicación Institucional (DCI) de la PUCP

Diseño, diagramación, corrección de estilo y cuidado de la edición:

Fondo Editorial PUCP

Primera edición digital: febrero de 2023

Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio,

total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores.

Las opiniones vertidas en este libro son de entera responsabilidad de su autor.

Hecho el Deposito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2023-00714

e-ISBN: 978-612-317-820-8

Contenido

Presentación

Introducción

¿Qué es el etnocacerismo?

Estrategia

1Soldados políticos

El gobierno del general Velasco

¿Un ejército político en la actualidad?

Relaciones cívico-militares

2La construcción política del etnocacerismo

Antecedentes

Segundo hito: Andahuaylazo (enero de 2005)

Primer hito: Locumba (octubre-diciembre de 2000)

La organización del etnocacerismo

El martirologio

3Las propuestas del proyecto

Inventando comunidades

El proyecto político etnocacerista

La historia revisitada

El militarismo

El darwinismo social

El marxismo burdo

4La estrategia populista

El debate sobre el populismo

Populismo y democracia

El populismo radical

Los límites del populismo radical

Epílogo

Referencias

Presentación

«El canto del zumbayllu se internaba en el oído, avivaba en la memoria la imagen de los ríos, de los árboles negros que cuelgan en las paredes de los abismos».

José María Arguedas, Los ríos profundos

¡¡¡Zumbayllu!!! ¡¡¡Zumbayllu!!!, resuenan los gritos alborotados que sacan al niño Ernesto de la desazón, la melancolía, la soledad, el aislamiento y la incertidumbre que lo agobian en el internado donde lo ha dejado abandonado su padre.

¡¡¡Zumbayllu!!! ¡¡¡Zumbayllu!!!

¿Qué podía ser el zumbayllu?

El zumbayllu da título a uno de los capítulos más hermosos de Los ríos profundos. Como explica la estudiosa Isabelle Tauzin-Castellanos: «es un trompo al que Ernesto atribuye poderes mágicos. La danza del juguete restablece la comunicación entre los alumnos mientras lo contemplan, alzando el vuelo y bañado por la luz del sol»1.

Un trompo que da vueltas interminables sobre su eje. Y en su incesante movimiento, canta. Y en su incesante movimiento, brilla. Y en incesante movimiento, recoge la luz. Nos lleva del pasado al futuro, comunica, dialoga.

El Fondo Editorial PUCP presenta una nueva serie de ensayos cortos, en un formato de bolsillo y a un precio asequible, con el fin de que la voz de nuestra comunidad llegue a todas las personas que aman al Perú.

En el año del bicentenario les presentamos nuestra serie Zumbayllu.

Fondo Editorial PUCP

1El otro curso del tiempo. Una interpretación de Los ríos profundos. Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos y Lluvia Editores, 2008, p. 34.

¡Mamacita los Cholos reservistasnos van a fusilar!¡Sí los queremos desaparecer del mapa,como a todo virus maldito!¡Somos, nosotros los indios etnocaceristas,el antibiótico de la Nación! [...] ¡Disputaremos por colgar al último congresista con las tripas del último vladigeneralillo![...] [El Perú] ¡Es un corral de humanoides! Y nosotros, los reservistas etnocaceristas,¡lo regeneraremos en una Nación de ciudadanos!

Yuyali, 2004.

Introducción

Desde sus primeras apariciones, hace ya más de veinte años, los principales medios de comunicación de la capital han tratado al etnocacerismo con una mezcla de desprecio y burla. Apelativos como «payasada», «iluminados», «aprendices de dictadores», «activista fascista» y hasta «anormal» han aparecido en las páginas (e incluso en los editoriales) de uno de los periódicos más serios del país. Sin embargo, el tratamiento de este fenómeno político no ha sido muy serio. Se ha recurrido con demasiada insistencia al ataque personal y se ha dejado de lado, salvo en contadas ocasiones, el análisis de la propuesta y los contenidos del etnocacerismo, en los que debería basarse una crítica fundamentada.

Por su parte, los análisis políticos y académicos también han escaseado: se han desarrollado pocos, y estos se han concentrado en los levantamientos etnocaceristas y en el examen de su coyuntura para explicarlos. No se ha prestado suficiente atención al movimiento etnocacerista, a sus propuestas y a su trayectoria política.

Este tipo de aproximaciones, tanto las periodís-ticas, que reducen el etnocacerismo a un fenómeno folclórico, cuando no risible; como las académicas, que se limitan al análisis de coyuntura, no contribuyen lo suficiente a su conocimiento, y distraen la atención de un debate serio en torno a él. Pese a sus características singulares, o precisamente debido a ellas, el etnocacerismo no ha sido analizado de manera cabal y desapasionada. No obstante, sus orígenes y propuestas, si bien inusuales, podrían estar indicándonos situaciones nada desdeñables. Su aparatosa construcción podría estar mostrándonos el desarrollo de un movimiento político novedoso. O podría tratarse simplemente de una nueva versión de un proyecto ya conocido. Sin embargo, eso solo lo podremos saber luego del análisis y esto es precisamente lo que pretendo hacer en este ensayo, con el fin de contribuir a una comprensión más mesurada y completa del etnocacerismo.

¿Qué es el etnocacerismo?

El etnocacerismo es un movimiento político peruano cuyo origen inmediato se encuentra en el conflicto armado interno del periodo 1980-2000. Durante el conflicto, los sectores de Infantería del Ejército fueron los encargados de poner en práctica una estrategia contrasubversiva inspirada en los Estados Unidos que sustituyó «la falta de conocimiento por la definición de una población genérica como el presunto enemigo: los ayacuchanos, los quechuahablantes»2. Frente a esta situación, un grupo de tenientes de Infantería liderado por los hermanos Antauro y Ollanta Humala conformaron, en 1989, un movimiento de oposición a la estrategia contrasubversiva llamado la «Logia Etnocacerista». Ellos reaccionaron reivindicando el bagaje cultural de las poblaciones maltratadas y presentándolas como herederas de una cultura milenaria que era necesario recuperar en lugar de eliminar.

Desde ese momento, los etnocaceristas desarrollaron un discurso ecléctico al que se sumaron elementos, en un proceso de construcción largo y sensible a la influencia del entorno. Como veremos, a partir del primer levantamiento, en octubre de 2000, se empezó a construir, de manera consciente y organizada, un proyecto político. En ese sentido, resulta difícil interpretar el significado real que tuvieron ciertos acontecimientos en el momento en que fueron realizados, ya que la versión etnocacerista que estudio en este ensayo supone ya un proceso de reinterpretación y presentación interesada de los mismos.

Lo que sabemos es que a la disconformidad con la estrategia contrasubversiva se sumaron elementos como la oposición a Montesinos y su influencia corruptora sobre la cúpula de las Fuerzas Armadas. Un par de años después, se incorporó la idea del antagonismo racial entre las élites gobernantes y las masas empobrecidas. Esto no solo estableció una especie de panandinismo, que promovía la integración de las naciones con una alta densidad demográfica andina, sino también la idea de una oposición entre «blancos» y «cobrizos». Este factor étnico será el elemento distintivo del etnocacerismo, el cual combinará el nacionalismo étnico, el marxismo y el darwinismo social para sostener que es necesario recuperar la identidad de la etnia cobriza con el fin de fortalecerla, ganar la lucha contra los blancos y poder construir una verdadera nación.

Este discurso, que plantea una oposición radical entre los blancos y los cobrizos, sostiene que los primeros han subyugado a los segundos hasta ahora, pero que estos tienen la capacidad necesaria para ganar la lucha por la supervivencia, como lo demuestra su pasado imperial. De este modo, se construye una versión de la historia en la que se ensalza el pasado incaico, se presenta a la conquista y a la colonización como un periodo que dura hasta la actualidad y se destacan ciertos hitos en la lucha cobriza contra esta «globocolonización»(Tupac Katari, Tupac Amaru, Rumi Maqui, Velasco, entre otros). A partir de esta lectura, se concluye en términos milenaristas, que el triunfo del etnocacerismo y la recuperación de la raza cobriza son inevitables.

El propósito de este movimiento es entonces conquistar el poder, ya sea por las armas o por la vía electoral, para desde allí ejecutar las reformas necesarias para refundar los sistemas político, económico, social y cultural sobre una base verdaderamente nacional (es decir, cobriza). Como parte de su trayectoria, los etnocaceristas han protagonizado dos levantamientos que han ayudado a situar su proyecto político en la escena política peruana. El primero de ellos tuvo lugar en la provincia de Locumba (2000) y estuvo liderado por los hermanos Humala. El segundo tuvo lugar en la ciudad de Andahuaylas (2005), bajo el liderazgo de Antauro Humala, y provocó la progresiva diferenciación de los proyectos políticos de los hermanos. Estos levantamientos ayudaron a dar visibilidad a la propuesta política del etnocacerismo y el último marcó su refundación bajo el liderazgo indiscutido del mayor (r.) Antauro Humala.

Esta historia permitió al etnocacerismo formar una base de apoyo integrada principalmente por reservistas y licenciados del Ejército, quienes difundieron su programa a lo largo y ancho del país a través del periódico de circulación nacional Antauro3. A partir de este fundamento inicial, el etnocacerismo consiguió apoyo en los sectores más radicalizados de la sociedad. Ellos han organizado comités regionales y escuelas de adoctrinamiento en diversas ciudades del país, lo cual permitió difundir la propuesta etnocacerista a pesar del encarcelamiento de su líder desde enerode 2006.

Objetivo de este ensayo

¿Qué tipo de proyecto político representa el etnocacerismo?, ¿cuál es su relación con las doctrinas y la experiencia del Ejército peruano?, ¿cuál ha sido su trayectoria y cómo se relaciona esta con sus propuestas?, ¿cuáles son las ideas fuerza de su discurso y cómo afectan a su posibilidad de expansión? Estas son las preguntas que guiarán este ensayo. Con ellas quiero ubicar, en primer lugar, el contexto en el que surge el etnocacerismo, entendido en términos tanto económicos y sociales como institucionales. En segundo lugar, entender cómo este contexto se vincula con los contenidos y características del etnocacerismo. Por último, analizar el tipo de proyecto que estas características configuran, el lugar que en él ocupan sus distintos componentes y los límites que encuentra.

Mi respuesta se basa en cuatro ideas. La primeraidea es que el etnocacerismo es un tipo de populismo radical, y como tal presenta una particular combinación de aspectos arcaicos y modernos. Los aspectos modernos se encontrarían en la existencia de un liderazgo, un objetivo político claro, una organización y una estrategia populista para alcanzarlo. Los elementos arcaicos, como las referencias milenarias, el darwinismo y el mesianismo del discurso serían eminentemente funcionales al logro de su objetivo, en la medida en que favorecerían el acercamiento a cierto sector de la población.

La segunda idea rescata el papel jugado por el Ejército en el surgimiento del etnocacerismo. Así, sostengo que la recurrencia de intervenciones militares en la política nacional es fruto de una doctrina militar que destaca el rol tutelar de las Fuerzas Armadas y de su desencuentro con el papel asignado a ellas en una democracia. Asimismo, afirmo que la trayectoria política y militar del Ejército durante el gobierno de Fujimori explica la desactivación del rol político institucional del mismo, el desarrollo de sectores descontentos y el protagonismo de los soldados políticos. Por otro lado, creo que los sentimientos de afinidad que desarrollan los licenciados y reservistas entre sí, y hacia las instituciones castrenses, así como las posiciones que ocupan en sus comunidades, los convierten en medios ideales para la transmisión del mensaje etnocacerista.

La tercera idea asevera que el etnocacerismo, como proyecto político, explota las condiciones de fragmentación, exclusión y resentimiento que persisten en el país. Para ello, reconoce esta situación, ofrece una explicación de su carácter injusto y propone una vía de reivindicación que potencia la animadversión existente dándole un carácter liberador. Al hacerlo, no solo profundiza los clivajes4 sociales históricos, sino que introduce un nuevo clivaje étnico para intentar lograr el apoyo del sector que considera mayoritario: el de los llamados cobrizos. De este modo, inventa una nueva identidad e intenta aglutinarla sobre la base de su oposición a un enemigo común —los blancos—, a través de un discurso radical que incita a la violencia.

La cuarta idea explica los motivos por los que este movimiento no ha tenido éxito electoral hasta la actualidad. Las características hasta ahora presentadas, si bien sirven para acercarse a cierto sector de la población, también determinan los límites de expansión del etnocacerismo a otros sectores. Las características radicales y excluyentes de su discurso le impiden llegar más allá de una estrecha base de apoyo. No obstante, en un contexto de alta fragmentación política, no podemos descartar la posibilidad de que Antauro Humala, nuevamente en libertad, juegue un rol electoral importante sobre la base de esta minoría radicalizada. Otra posibilidad, dada la fluidez que caracteriza su discurso, es que en los próximos años este sea modificado con el objetivo de alcanzar a un público más amplio.

Estas ideas son desarrolladas a lo largo de cinco capítulos. En el primero analizo al Ejército peruano como un ejército político con la intención de establecer la influencia de la historia y doctrina de esta institución en Antauro Humala y el resto de soldados políticos que lo apoyan. En el segundo capítulo reviso la trayectoria del etnocacerismo desde su formación, con el objetivo de mostrar el dinamismo de su proceso de creación y las variaciones que ha sufrido el proyecto desde sus orígenes. En el tercer capítulo analizo las principales propuestas del discurso etnocacerista, ofreciendo al mismo tiempo una interpretación de sus orígenes y finalidades. En el cuarto capítulo parto de los elementos presentados en los anteriores para argumentar que el etnocacerismo es un populismo radical. Por último, en el quinto capítulo desarrollo algunas conclusiones, así como algunas nociones y preguntas en torno al futuro del etnocacerismo.

Estrategia

Para responder a las preguntas planteadas líneas más arriba me he basado en fuentes escritas que cubren el periodo que va desde los orígenes del etnocacerismo hasta el año 2009. He elegido esta periodización porque mi objetivo es describir y analizar las acciones y discursos del etnocacerismo tal como se presentan a sus seguidores en los principales medios de difusión del proyecto durante su etapa de mayor dinamismo. En ese sentido, tomo como fuentes primarias el periódico y los libros de Antauro Humala, a través de los cuales transmite y reafirma sus ideas. Dos consideraciones adicionales influyeron en la elección de esta estrategia. En primer lugar, el hecho de contar, a partir de las fuentes mencionadas, con abundante material disponible para ser sistematizado y analizado. En segundo lugar, el convencimiento de que la realización de entrevistas al líder no me proveería de la información que buscaba, en la medida que su discurso estaría mediatizado. Como veremos más adelante, el discurso de Antauro Humala se caracteriza por su flexibilidad, por lo que es improbable que se mantuviera constante al margen de que su interlocutor fuera un reservista o una politóloga de la PUCP.

Mi fuente principal es entonces el libro de Antauro Humala Etnonacionalismo, izquierda y globalidad (visión etnocacerista), publicado en el año 2006. Si bien Antauro publicó también el libro Ejército peruano: milenarismo, nacionalismo y etnocacerismo en el año 2001, privilegio el segundo libro en la medida en que plasma la visión etnocacerista en su versión más elaborada. El primer libro, al haber sido escrito en una fase inicial del movimiento (según Antauro, empezó a escribirlo en 1998), y antes de la ruptura con el hermano, no recoge los desarrollos posteriores del discurso etnocacerista.

Además de los libros, me baso también en los artículos escritos y las entrevistas concedidas por Antauro Humala, publicados en los distintos números de los quincenarios Ollanta y Antauro. Considero también las entrevistas realizadas a Antauro que figuran en el libro de Pedro Saldaña, Conversaciones con Antauro Humala. Por último, uso también los artículos escritos por los reservistas etnocaceristas y publicados en los quincenarios, bajo la presunción de que expresan la visión oficial, en la medida en que aparecen en el vehículo de difusión del proyecto.

Vale la pena destacar que para la reconstrucción de la trayectoria del etnocacerismo complemento sus propias manifestaciones (en sus libros y artículos), con artículos de diarios publicados mientras duraban los hechos. Principalmente, me he basado en los artículos de El Comercio, bajo la presunción de que su transmisión de los acontecimientos es competente y fiable.

Utilizo como principales marcos de interpretación de la información recogida los conceptos de «ejércitos políticos», de Koonings y Kruijt; «invención de la tradición», de Hobsbawm; «comunidades imaginadas», de Anderson; y «populismo», de Vilas, Ianni, Weyland, De la Torre y otros. Asimismo, tomo la noción de «proyecto político» de Dagnino, Olvera y Panfichi, como herramienta analítica que me permite estudiar las ideas, intereses y cosmovisiones que orientan la acción política del etnocacerismo más allá de sus distintos formatos organizativos (logia, movimiento, partido, etc.)5.

Por último, vale la pena destacar que aunque este ensayo se propone estudiar el etnocacerismo de una manera desapasionada, ello no implica desconocer el peligro del discurso radical, esencialista y violento que promueve. Este tipo de propuestas no hacen sino potenciar y naturalizar las tensiones y divisiones existentes en el país, por lo que representan un obstáculo al encauzamiento pacífico de las diferencias que esperaríamos observar en el ámbito político.

2 Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), 2003a, p. 334.

3 Este periódico, fundado en 2002, se llamó inicialmente Ollanta, pero cambió de nombre en febrero de 2006, como resultado de la diferenciación de los proyectos de cada hermano. Vale la pena destacar que, si bien cambia el nombre, el carácter personalista del movimiento se mantiene.

4El término «clivaje» se utiliza para describir las líneas de fractura que dividen a la sociedad en grupos con intereses similares. Tradicionalmente se utiliza para referirse a divisiones sociales o culturales determinadas históricamente y de naturaleza relativamente estable, como la división urbano-rural. Sin embargo, cualquier clivaje o división social puede politizarse, convirtiéndose en uno político.

5 Koonings y Kruijt, 2003; Hobsbawm, 1983a y 1983b; Anderson, 1993; Vilas, 1994; Ianni, 1975; Weyland, 1996 y 2001, De la Torre, 2004 y 2007; Dagnino, Olvera y Panfichi, 2006.

1Soldados políticos

Este capítulo recoge la literatura sobre los ejér-citos políticos para plantear que el Ejército peruano ha sido, desde mediados del siglo XX, un ejército político. Con ello nos referimos, siguiendo a Koonings y Kruijt, a «aquellas instituciones militares que consideran su participación o control sobre la política interna y los asuntos de gobierno como parte central de sus legítimas funciones»6. Sin embargo, proponemos que esta trayectoria fue interrumpida durante el gobierno de Alberto Fujimori. Como veremos, sus esfuerzos por cooptar, corromper y subordinar a las Fuerzas Armadas para que no se opongan a su propio proyecto lograron retirar de los niveles más altos de la jerarquía militar a los individuos más autónomos y críticos. Con ello, las Fuerzas Armadas como institución dejaron de ser un ejército político, pero los intereses y doctrinas que caracterizan a estos ejércitos continuaron presentes en la oficialidad, los mandos medios y bajos. Por tanto, proponemos que lo que tenemos ahora son soldados políticos, que siguen desarrollando proyectos no institucionales para incidir de distintas maneras sobre la política. Uno de estos soldados es Antauro Humala y su proyecto político7 es el etnocacerismo.

El surgimiento de un proyecto como el etnoca-cerista desde entornos castrenses adquiere entonces mayor sentido si vemos la trayectoria del Ejército peruano como un ejército político, en el que se forman soldados políticos. La asunción de un rol político por parte de las instituciones militares suele plasmarse en doctrinas que justifican y explican la intervención militar en la política nacional. Si bien esta intervención en muchos casos expresa una postura institucional de las tres fuerzas, ejército, marina y aviación, nos centraremos en el Ejército porque «casi siempre marca el tono [...] su capacidad para ocupar sitios estratégicos lo convierte en el actor clave al cual las otras armas tienden a seguir»8.

En el caso peruano, el hecho de que 51 de 74 presidentes hayan sido oficiales muestra hasta qué punto nuestras Fuerzas Armadas tienen una tradición de interés y participación en la política. Si bien la mayoría de estos oficiales fueron presidentes en las etapas iniciales de la República, Antauro Humala reconoce haber ingresado al Ejército como una vía para desarrollar su proyecto etnocacerista. En ese sentido, asegura que en su familia jamás se «visualizó al Ejército como institución necesariamente incompatible con el camino de la revolución»9. Evidentemente, esta imagen revolucionaria y política de dicha institución se basa en las acciones del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas con el general Juan Velasco. De hecho, Velasco encabezó un ejército político que realizó las reformas más importantes del siglo XX en el Perú, y es uno de los mayores inspiradores del etnocacerismo.

Esta alta participación en la política se debe en parte a que los militares se encuentran excepcionalmente situados en la estructura del Estado para ejercer de guardianes de la política y el desarrollo nacional. Así, cuentan con una fuerte identificación «con el destino de la nación y sus valores centrales»10, tienen el monopolio de la violencia legítima, son organizados y disciplinados, y en situaciones de crisis pueden ser la única institución viable y legítima capaz de gobernar. Cuentan entonces con motivos, medios y, en ocasiones, con oportunidad.

Desde la década de 1960, distintas tradiciones de estudio de los ejércitos políticos enfatizan algunos de estos aspectos para explicar sus intervenciones políticas. Yo me centraré en un análisis interno de la institución militar. De este modo, resaltaré sus doctrinas, formas de organización y las «variables del contexto social que los llevaron hacia intervenciones políticas sistemáticas y hacia alianzas cívico-militares particulares»11. En ese sentido, cobran relevancia su orientación fundamental con respecto al destino de la nación, la plasmación de esta orientación en una doctrina militar, la identificación de los amigos y enemigos de la nación, y el establecimiento de alianzas cívico-militares.

La posición vigilante de los militares respecto a la política suele derivarse de «la noción de que los ejércitos políticos están en el centro de la construcción de la nación»12. Así, se ven y se presentan como responsables de la fundación de la nación y, por lo tanto, también de su destino. Estas concepciones se plasman en lo que se conoce como «el principio de primogenitura», que sostiene que si no fuera por los sacrificios de las Fuerzas Armadas la nación no existiría13. Como sabemos, este principio no necesariamente se basa en hechos comprobados (especialmente en América Latina, donde los ejércitos se forman una vez lograda la independencia), pero lo importante es que se considera cierto y funciona como base del rol tutelar de las Fuerzas Armadas.

En el Perú, la Independencia fue alcanzada el 28 de julio de 1821 «por el concurso de dos ejércitos extranjeros, de Argentina y Venezuela, con una participación limitada de los peruanos»14. Las Fuerzas Armadas como institución militar profesional no se crearon formalmente hasta1896, con la Misión Francesa. Sin embargo, cada año celebramos la Independencia, el 28 de julio, con un desfile militar que «presenta a las Fuerzas Armadas como las creadoras de la Nación, adicionalmente las “instituciones tutelares de la Patria”»15. Por su parte, el discurso institucional del Ejército considera el 9 de diciembre de 1824, día de la Batalla de Ayacucho, la fecha de su fundación. De este modo, pasan por alto el hecho de que esta batalla fue comandada por un general extranjero (Antonio José de Sucre), para asociar «el nacimiento del Ejército peruano con el evento que selló la Independencia de la república. Es decir, consideran a su institución como la forjadora de la patria libre y soberana y por ello sienten que tienen una responsabilidad para con ella»16. Así, los sucesos reales son oscurecidos para sostener el mito de la primogenitura.

Estos sucesos reales tienen que ver con la contratación de una Misión Francesa en 1896 para profesionalizar el Ejército tras la derrota en la Guerra del Pacífico (1879-1883). Como producto de esta misión se crean la academia militar y las escuelas de oficiales que funcionan hasta hoy17, y se organiza la estructura de las Fuerzas Armadas y de los cuerpos de oficiales18. Asimismo, se burocratiza el Ejército, estableciendo reglas de ascenso estrictas y respetadas, y un alto grado de disciplina y de lealtad a la institución19. Gracias a ello, el Ejército se convierte en una institución profesional y autónoma y, como consecuencia, más poderosa e influyente políticamente20.

No obstante, sobre la base del principio o mito de la primogenitura, los militares desarrollan una fuerte identificación con la nación y los «objetivos nacionales permanentes», lo que los lleva a considerarse sus guardianes. Este tipo de interpretaciones implican una alteración fundamental del papel de las Fuerzas Armadas, pasando «de un concepto de la seguridad territorial a uno político-institucional»21. Ello lleva a que las amenazas que tienen que enfrentar no sean solo externas sino también internas, que pongan en peligro la estabilidad y continuidad del Estado. Esto contrasta con una concepción ideal del ejército profesional no político como «“empleados civiles en uniforme” [...] [cuya] “definición de misión” clásica invoca la ejecución técnica de la defensa del territorio nacional bajo la supervisión de la autoridad civil legítima»22. Vemos entonces cómo se amplía de manera sustancial el ámbito de lo que los militares consideran legítimamente como su jurisdicción, para incluir aspectos de política y desarrollo internos. Esta concepción, que constituye la esencia de los ejércitos políticos, deja abierta la puerta de la intervención militar en política.

Como adelantamos, estas creencias se plasman en doctrinas específicas que serán impartidas desde los centros de formación militar. Estas doctrinas suelen partir de «nociones idiosincrásicas sobre la historia y la identidad nacional» para desarrollar consideraciones sobre el orden social deseado, las «amenazas a la estabilidad, y la subsiguiente identificación de los “amigos y enemigos” de la nación»23.

En el caso peruano, las doctrinas que ofrecen motivos, justificaciones y estrategias de intervención militar surgieron del Centro de Altos Estudios Militares (CAEM), creado en 1950. Su existencia es el resultado de los esfuerzos del coronel José del Carmen Marín por convencer al general Manuel A. Odría de la necesidad de dar una formación lo más amplia posible a los eventuales oficiales generales, de modo que entiendan que el éxito de un ejército depende de un esfuerzo nacional amplio, que va más allá de la calidad del armamento24. En el CAEM se desarrolla «una doctrina militar de seguridad nacional sui generis y de desarrollo nacional»25 con una fuerte influencia del pensamiento geopolítico europeo.

El papel del CAEM es fundamental para explicar el establecimiento de cierto consenso al interior del Ejército, proporcionando «una ideología y un espíritu común a las jóvenes generaciones de oficiales». De este modo, logra «desenclavar ideológicamente al Ejército»26, dotándolo de independencia y «una distancia cada vez más nítida respecto a las categorías dirigentes (“no tenemos que ser el perro de presa de la oligarquía”)». Al mismo tiempo, se incrementa su nacionalismo, especialmente frente al «imperialismo» norteamericano y surge «una conciencia cada día más exigente de las tareas del desarrollo nacional»27. Esto se plasma en la pretensión de reducir el poder de la oligarquía a través de una reforma agraria, y del capital extranjero a través de la nacionalización de los recursos productivos para desarrollar una economía nacional fuerte y una sociedad más integrada. En ese sentido, se inspiran en las teorías de la CEPAL para desarrollar una doctrina con un fuerte componente nacionalista, reformista y desarrollista: «Progreso Nacional y Desarrollo Integral».

Para la década de 1960, el CAEM se había convertido en «el principal bastión del pensamiento geopolítico en el Perú»28. Este pensamiento, vinculado al concepto de «guerra total», ponía énfasis en una estrategia general, que atendiera a los aspectos geográficos, económicos, sociológicos y políticos de la seguridad nacional29. En ese sentido, el propio general Pinochet destacó que la ciencia geopolítica, que él enseñó en la Academia de Guerra, prepara para estudiar las necesidades del país, sin limitarse a la esfera militar, por lo que muchas políticas aplicadas durante su gobierno, habían sido ya objeto de análisis en las academias militares30. De este modo, la instrucción que el CAEM ofrecía a los oficiales que pasaban por sus aulas los llevaba a interpretar como amenazas a la seguridad nacional elementos de ámbitos muy alejados del militar.

Como consecuencia de estas doctrinas, unidas a la tesis de la seguridad nacional promovida por los Estados Unidos durante la Guerra Fría, los ejércitos políticos «definen la intervención política como la extensión lógica de la acción militar»31. De acuerdo con Finer, estas intervenciones generalmente se dan en momentos de crisis interna32 que puede deberse a una variedad de factores incluyendo conflictos sociales, ingobernabilidad, escándalos de corrupción, pérdida de legitimidad del régimen, agitación, limitaciones socioeconómicas, entre otros. En estos momentos, los ejércitos se basan en el principio de competencia, que sostiene que ellos son más competentes que los civiles «para hacerse cargo de los intereses nacionales y por lo tanto de los asuntos del Estado porque su organización y recursos se lo permiten»33. Las Fuerzas Armadas se consideran, así, superiores, ya que no participan «en la política menuda, las luchas entre facciones o la búsqueda de intereses particulares»34, sino que actúan en pro de los intereses nacionales. Adicionalmente, frente a la lentitud e ineficiencia de gobiernos democráticos que se ven obligados a deliberar y crear consensos, ellos actúan bajo una lógica jerárquica, en la que las órdenes son ejecutadas. Por tanto, frente a unas Fuerzas Armadas eficientes, disciplinadas y organizadas jerárquicamente para cumplir sus objetivos, el gobierno civil se ve como «ineficiente, ineficaz y tal vez sobre todo corrupto, y que ese mal funcionamiento amenaza las instituciones del Estado mismo»35.

De acuerdo con lo anterior, la situación crítica a la que ponen fin suele dotar a los gobiernos militares de algún grado de legitimidad inicial. Sin