Pornografía y obscenidad - David. H. Lawrence - E-Book

Pornografía y obscenidad E-Book

David H. Lawrence

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Beschreibung

"¿Qué es, entonces, la pornografía? En cuanto al arte, no es ni la carga ni la estimulación sexual. Ni siquiera es la intención deliberada del artista de despertar o de excitar sensaciones sexuales. No hay nada de malo en las sensaciones sexuales en sí mismas, siempre y cuando se manifiesten sin rodeos y no solapadamente o a escondidas." Pornografía y obscenidad, ensayo publicado en 1929, es la última obra de David Herbert Lawrence. En este ensayo Lawrence denuncia la dictadura de los "guardianes de la moral" y aboga por una sexualidad liberada de la masturbación y del ocultamiento. Se trata de un opúsculo breve en el que se pone en evidencia un puritanismo de dos caras que aún puede verse en nuestros días.

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D. H. Lawrence

Pornografía y obscenidad

Traducción de

Iair Kon

Traducido por Iair Kon

© 2022. Senda florida

España

ISBN 978-84-19596-18-5

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.

Impreso en España / Printed in Spain

Índice

Prólogo | 5

Pornografía y obscenidad | 8

Vida de D. H. Lawrence | 38

Prólogo

A principios del siglo xx, la Europa de las luces y el progreso se encamina hacia uno de los episodios más trastornados de su historia, fruto de una civilización imbuida de su propia hipocresía. La guerra será un punto de inflexión en el pensamiento de muchos intelectuales británicos hastiados por el racionalismo victoriano que se torna incapaz de ofrecer explicaciones cabales para un fenómeno tan degradante.

D. H. Lawrence percibe que, en el mundo moderno del cual forma parte, las emociones más elementales del ser humano ya no tienen resguardo. En ese contexto, casi como una paradoja, él mismo y sus escritos encarnan una genuina afección emocional: su sensibilidad se exacerba, y cada palabra que esgrime condensa un vitalismo apasionado. Lo hace, según la ocasión, con lenguaje explícito, con ironía desvergonzada o con delicadeza incomparable; basta leer El amante de Lady Chatterley (1928) o La serpiente emplumada (1926) para comprobarlo.

Pornografía y obscenidad fue publicado por primera vez en 1929, un año antes de la muerte del autor, causada por la tuberculosis. Ese mismo año, varias de sus pinturas fueron calificadas de obscenas y confiscadas por la policía en una exposición de la Galería Warren de Londres. Este hecho fue determinante en la formulación de ciertas ideas de Lawrence sobre la censura y sobre algunas costumbres de la época en general, que tienen su germen en El transgresor (1912).

En la predisposición a la vigilancia del censor hay algo de perversión. El censor es quien quiere espiar y ver todo para prohibir y ocultar: es un vicario de lo verdaderamente obsceno y pornográfico. Lawrence observa ese ocultamiento en los rodeos del decir puritano del realismo, que se tornan cómplices de la falsedad reinante. El “cochino secretito”, acariciado y calentado por el lirismo amoroso y el sentimentalismo de los “modernos disimuladores”, puede entenderse como el compendio de un círculo vicioso que reproduce las perversiones más arraigadas.

Ante tanta corrupción, expresarse sin remordimientos, sin mentiras, puede ser una forma de liberación: expresarse con la palabra y expresarse con el cuerpo, en la unión sexual más desprejuiciada, sin esconderse, pues esconderse es dar lugar a prácticas onanistas, masturbatorias, egocéntricas. El autoencerramiento es uno de los males de la cultura occidental: “La libertad es una realidad muy grande, pero significa, sobre todas las cosas, liberarse de las mentiras. Es, ante todo, liberarme de mí mismo, de la mentira de mí mismo, de la mentira de la importancia de mí mismo, incluso para mí mismo; es liberarse de la máquina masturbatoria y encerrada en sí misma que soy. Y, en segundo lugar, liberarse de la gran mentira del mundo social, la mentira de la pureza y del cochino secretito”.

Con razón dice Borges que Lawrence “sintió, como los paganos y Walt Whitman, que en el amor físico hay algo de sagrado”1. Una suerte de teofanía en la reunión física con el otro, un matiz primitivo, que se vislumbra con saludable frescura en las escenas de Bocaccio o de Rabelais: “Si de mí dependiera haría que todo el mundo leyera los relatos vivaces del Renacimiento; de ese modo contribuiría a deshacernos de unas cuantas pretensiones puritanas, que son el mal de nuestra civilización moderna”.

Contra ese “mal de nuestra civilización moderna”, un misticismo de fuerzas naturales interiores. Contra la mojigatería, la potencia ritual del erotismo, componente misterioso de toda obra de arte. He aquí, entonces, lo que Barthes llama un “texto de goce”: aquel que hace vacilar los fundamentos históricos, culturales, psicológicos del lector, porque pone en crisis su relación con el lenguaje2. Eso es lo que Libros del Zorzal, con esta edición de Pornografía y obscenidad en la excelente traducción de Iair Kon, quiso ofrecer a sus lectores.

Federico Juega Sicardi

Pornografía y obscenidad

La definición de estas dos palabras, como suele suceder, depende por completo de los individuos. Lo que para uno es pornografía para otro es la risa del genio. Según nos dicen, la palabra designa por sí misma “lo relativo a las putas”, la escritura de la puta. ¿Pero qué es una puta hoy en día? Si fuera una mujer que acepta dinero de un hombre a cambio de acostarse con él, habría que decir entonces que en el pasado la mayoría de las esposas también se vendían y que muchas putas se entregaban gratis si lo deseaban. Una mujer que no tenga una pizca de puta no es, por lo general, más que un palo seco. Y probablemente la mayoría de las putas tenga una pizca de generosidad femenina.

¿Por qué ser tan radical, tan categórico? La ley es algo sombrío y sus juicios no tienen nada que ver con la vida. Lo mismo ocurre con la palabra “obsceno”: nadie sabe qué significa. Supongamos que deriva de obscena, “aquello que no puede ser representado en escena”: ¿cuánto más avanzado está usted? ¡Nada! Lo que es “obsceno” para Tomás no lo es para Lucía o para José. De hecho, el significado de una palabra lo deciden las mayorías. Si una obra de teatro escandaliza a diez personas del público y no a los otros quinientos espectadores, entonces es “obscena” para diez e inofensiva para quinientos: por mayoría, en consecuencia, la obra no es obscena. Sin embargo, Hamlet escandalizó a todos los puritanos en la época de Cromwell y actualmente no escandaliza a nadie. Algunas de las obras de Aristófanes escandalizan a todos en nuestros días mientras que, aparentemente, no perturbaban para nada a los griegos de aquella época.