Proyecto Miravales - Leonardo G. D. Palermo - E-Book

Proyecto Miravales E-Book

Leonardo G. D. Palermo

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Beschreibung

"La primera visión de Ludovico: Me desperté a medianoche sobresaltado, mi almohada estaba humedecida por lágrimas de sangre. Y en una imagen surreal, por una afiebrada convulsión, vi nítidamente cómo bestias infernales se alimentaban de carne humana al compás de los estruendos de bombas entre el humo y el azufre. Comprendí de inmediato que no era un sueño más, ni siquiera una abominable pesadilla. Esas visiones se volvieron a repetir de mil formas diferentes y mi deber desde ese momento fue poner sobre aviso al mundo entero por lo que estaba a punto de comenzar. Sin comprender que la estupidez no tiene dueño, religión ni fronteras. Dios ha muerto".

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Proyecto Miravales

Leonardo G. D. Palermo

Palermo, Leonardo G. D.

Proyecto Miravales / Leonardo G. D. Palermo. - 1a ed. - Villa Sáenz Peña : Imaginante, 2023

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-631-6578-03-7

1. Ciencia Ficción. 2. Narrativa Argentina. I. Título

CDD A863

Edición: Oscar Fortuna.

Diseño de tapa: Raquel Chanampa

Conversión a formato digital: Estudio eBook

© 2023, Leonardo G. D. Palermo

© De esta edición:

2023 - Editorial Imaginante.

www.editorialimaginante.com.ar

https://www.instagram.com/imaginanteditorial/

www.facebook.com/editorialimaginante

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra bajo cualquier método, incluidos reprografía, la fotocopia y el tratamiento digital, sin la previa y expresa autorización por escrito del titular del copyright.

Dedicado

 

A nuestro querido y tan maltratado planeta tierra. (Tomemos conciencia).

 

Agradecimiento: A la A y la Z. A mis Amores y a mi querido amigo León Paló; ese malogrado Zaratustra trasnochado y descafeinado, que predica con el verbo entre luces y sombras. Y aunque quiera evangelizar con su sermón de auténticamente imperfecto, nuestra amistad está garantizada.

Prólogo

La difícil carga que lleva sobre sus hombros el vidente L.G.D.P, rara vez pueda contarse con palabras. Más difícil aún, es interpretarlas.

He aquí que los sucesos catastróficos que sacuden al planeta, cada cierto tiempo, fueron vistos muchos antes de que sucedan, por ciertos humanos con capacidades diferentes al común de la gente. En este caso, el famoso astrofísico deja sus manuscritos para que lleguen a las manos de un posible salvador. Antes que la desidia humana TERMINE CON TODO…

 

 

 

El bien y el mal imposibles de ganar…

Capítulo 1

15 de abril 2015

Un astrofísico argelino-español, cuyas iniciales eran L.G.D.P, apasionado por la astrología y futurología, predijo que la transición de era entre Géminis y Acuario estaba causando devastación y tragedia en el planeta y en sus habitantes por igual. Según su pronóstico, ese periodo de tiempo tenía aproximadamente 180 años y estaba por llegar a su punto más álgido. También agregó y aseguró que los días oscuros venían por delante, guiados por los cuatro jinetes del apocalipsis que avanzan por un mal entendimiento de las potencias dominantes.

A partir del primer jinete, la creación de un nuevo polo económico de países emergentes, liderados por Rusia y China, traería consigo el malestar anglosajón y el de sus opulentos socios, apenas entrado el año 2020. Afirmaba que la primera gran ola sería una especie de pandemia que cubriría con su manto de muerte la faz de la tierra. Luego de años de pestes, aparecerían mágicamente la cura y los remedios, no antes de una buena limpieza poblacional, preferentemente en barrios de bajos recursos.

El segundo jinete del cataclismo cabalgaría con estruendosos ruidos de cañones y con una hambruna feroz colgada del cuello. Conflictos bélicos de diversas magnitudes prosperarían como flores fétidas y hediondas de los jardines del infierno.

Con respecto al tercer jinete, dijo:

—Más luego… —planteó con voz lánguida y apesadumbrada—, vendrán terremotos y maremotos con gigantescos tsunamis. —Y se ahogó en el tormento.

Aunque muchos de sus colegas coincidían en este punto, descreyeron todo lo anterior. El derretimiento de los casquetes polares era un hecho y todas las estimaciones hablaban de no menos de cinco siglos. Sin embargo, logró sobreponerse y dio una vuelta de tuerca y comentó que, bajo las aguas, 7777 ciudades junto con 3333 millones de personas no podrían escapar de la ira de Dios o del encargado de turno sustituto y tomaría por sorpresa a todos los incrédulos y a los creyentes por igual. Los grandes ríos recibirían las aguas de los mares durante meses y arruinarían cosechas, y el ganado se ahogaría y sumergiría poblados enteros en un hedor nauseabundo y pestilente. Miles de islas desaparecerían de la noche a la mañana, mientras que otras aparecerían en lo que antes eran sólidos continentes y las grandes represas no podrían retener el líquido vital, lo cual causaría desastres inimaginables en los próximos 300 años. Apenas un 10 % de las tierras albergaría alguna posibilidad de sustento, pero serían tantas las santas bocas hambrientas que todo esfuerzo sería insuficiente. Luego vendrían las grandes fisuras en la corteza terrestre, que se abrirían como grandes heridas en un cuerpo mutilado. Ríos de alquitrán y fuego fluirían desde las entrañas del planeta, quemando todo a su paso. Y concluyó su nefasta profecía con la visualización de un mapamundi muy distinto al actual, para cuando entráramos en el nuevo siglo del escorpión, gobernado por Neptuno y Júpiter. Y todo esto no solo por las causas naturales, sino también por un general loco, una mujer que hipnotizaría con la mirada y seres que vendrían de otros mundos...

Por supuesto que todo este alocado argumento causó cierta gracia y fastidio en el mundo científico. Le retiraron la membresía, lo expulsaron y le aseguraron que había perdido totalmente el juicio y no lo dejarían terminar su tesis. Y, aunque gritó desaforado como un loco, nadie quería escuchar qué otras desgracias traería el cuarto jinete.

Desahuciado e incomprendido, buscó acallar esas voces que retumbaban como campanas de catedral en su agitada mente y se trasladó a Buenos aires, Argentina, donde creyó que encontraría algo de paz en el sur de la provincia y que pasaría sus últimos años junto a su mujer Fila y unos viejos amigos de juventud. Allí, demasiado aburrido, se unió a un grupo de la internacional socialista que lo cautivó e instruyó sobre cuestiones políticas y otros campos filosóficos. Mientras, siguió estudiando las cartas astrales y creyó estar a salvo de una pandemia que se aproximaba inexorablemente.

23 de noviembre de 2019

Un famoso multimedio de vanguardia socialista en Madrid invitó a Ricardo Durero, un provocador tercermundista que, teniendo la posibilidad de expresarse libremente, sacó de su portafolio de plástico barato decenas de fotos que él mismo había tomado, varios cuadernos de notas y muchas tapas de periódicos prolijamente recortados. Luego afirmó:

—En mi país hay un gobierno muy desprolijo y permisivo que, a espaldas del pueblo, realiza negocios nada claros; entre ellos, hace la vista gorda a grandes migraciones humanas. Hubo noches que vi con mis propios ojos cómo desembarcan, de grandes lanchones en medio de las noches más oscuras, cientos de personas vestidas de pescadores o con ropa vulgar. Luego son recogidos por decenas de camiones mineros que los trasladan por la ruta 22 desde Bahía Blanca hasta una base supuestamente espacial, propia en la provincia de Neuquén. Yo creo que allí los entrenan y adiestran como agentes secretos o algo por el estilo…

Luego de haber capturado la atención de los periodistas que lo rodeaban como a una celebridad, se explayó a sus anchas:

—Eso no es sorprendente porque, después de releer viejos diarios, supe que los intercambios entre países eran fecundos y que, luego de varios meses de instrucción, los reparten como golosinas en los miles de supermercados de origen, tanto en Argentina como en los países hermanos. ¡Lo sorprendente es que, con esos graciosos e inocentes rostros asiáticos, nos están invadiendo!

—¡¿Qué?! ¡Joder! —acotó el periodista Pepe Rodríguez, intrigado por la inquietante historia de su invitado, y lo alentó a seguir— Vamos, hombre, continúe, continúe.

—Mi investigación comenzó de alguna manera forzada por las circunstancias del momento. Para ser preciso, más por un descuido de borrachera que por oficio al periodismo.

En ese momento, hizo una pausa y sorbió un traguito de agua de una botellita térmica con el escudo del C.A.I. que previamente había sacado de su portafolio y había dejado sobre el margen derecho del escritorio a dos cuartas del micrófono central. Se secó el bigote con un pañuelo también del club deportivo y continuó su arenga:

—Esto que voy a comentar sucedió la noche del 30 de diciembre de 2017 cuando, con unos amigos del partido comunista, festejamos el fin del año y terminamos la noche llenitos de dulce vino en una cantina del puerto. Allí estuvimos hasta que nos cerraron las puertas en las narices y, mientras regresábamos a nuestros hogares, un infernal movimiento de lanchas que venían de todos lados de mar adentro nos llamó la atención. Ocultos detrás de unos viejos conteiners, todavía con una botella de licor en la mano para el último brindis, vimos el resto de la operación. Al principio, el miedo nos sacó la borrachera de golpe. Después, ya algo repuestos, los seguimos a la distancia en mi camioneta Dodge 200 hasta que nos quedamos sin nafta a poco de salir, por lo que aparcamos al costado del camino, mientras el convoy seguía su curso.

»Al día siguiente, apenas nos despertamos, sobre el capot de la camioneta cubierta por una fina capa de polvo, mi amigo el astrofísico argelino-español había hecho unos garabatos con su dedo índice. Dijo que se mantuvo despierto por si pasaba algún baqueano samaritano que nos podría sacar del apuro y, mientras esperaba tranquilo en la inmensidad de la noche, le vino una revelación. Por esa razón le tomé unas cuantas fotos al dibujo, creyendo que podría necesitarlo en algún momento. Él era todo un entendido en asuntos estelares y predicciones cósmicas… Pobrecito, que en paz descanse. Y lo damos por muerto a pesar de que nunca encontramos su cuerpo porque se hizo de enemigos muy peligrosos a causa del filo de su lengua. Pero, volviendo al relato, luego emprendimos el regreso con el poco combustible que alguien le prestó mientras las dudas sobre esos chinos nos carcomían la cabeza. En los días sucesivos hizo varias preguntas por aquí y por allá, y soy testigo porque yo lo acompañé en persona. Se movía como pez en el agua entre los caseríos circundantes al puerto y, de todas las declaraciones que recogió, llegó a la conclusión de que esos intrusos amparados por la negrura de la noche eran parte de un gran ejército que estaban formando para conquistar los países del sur (Argentina y Chile). Sus cartas lo reflejaban con toda claridad y, al verlo con sus propios ojos, concluyó que eso mismo estaba pasando en otros tantos países bananeros. Hizo la denuncia como era debido en la departamental, en prefectura, en comisarías, en la municipalidad, pero en todos lados obtuvo las mismas respuestas: “Asuntos de Estado” y “No jodas, gallego de mierda, o sos boleta” (“gallego”, por el marcado acento musical que tienen ustedes, se entiende, ¿no?). Cuando quisimos profundizar en el tema, recibimos varias golpizas, tanto yo como la gente de mi partido al cual represento como presidente. También soy o, mejor dicho, era el delegado del puerto ingeniero White en la terminal de carga de cereales. Allí pasó exactamente lo mismo: golpizas, amenazas de muerte y mi renuncia forzada. Por último, la desaparición de mi amigo fue un acto anunciado. Estoy convencido de que no fue casual. Esto me llevó a peregrinar por los medios periodísticos y reclamar justicia, también para advertir a la humanidad lo que mi amigo predijo con tanta vehemencia: “¡Los chinos serán los amos de la humanidad y el resto seremos sus esclavos!”».

Pepe Rodríguez levantó la cabeza de los papeles que tenía en sus manos. Lo miró a los ojos lleno de indignación y estupor y apagó el grabador, retiró el micrófono que estaba sobre su escritorio y no tenía claro si debía darle un pésame de alivio por su amigo muerto o echarlo a patadas en el culo por la disparatada historia que acababa de escuchar. Sin embargo, en su cabeza rondaba el nombre de un astrólogo que una vez trabajó en el diario, y se le antojó preguntar cómo se llamaba su amigo argelino-español antes de sacar conclusiones.

—Antes de continuar con su dudosa historia, pongamos blanco sobre negro y cuénteme, ¿cómo llegó hasta aquí y quién era su amigo?, porque me viene a la mente un charlatán que predecía el futuro y jamás acertó siquiera a qué signo del zodiaco pertenezco, y eso que hemos trabajado varios años juntos después de que lo echaron del Real Observatorio de Madrid por embustero...

—Si he llegado aquí desde tan lejos —contestó Durero, extremadamente enojado—, es para traer el mensaje de Ludovico Gasti Darían Palacios. ¡Ahora soy su voz y tengo la obligación de poner al mundo sobre aviso! ¡Los chinos serán nuestros amos! ¡Cuidémonos de los chinos!

El hombre gritó lleno de bronca e impotencia y desafió con el pisapapeles que había tomado prestado del escritorio cuando el personal de seguridad lo quiso sacar a empujones. Pepe Rodríguez se disculpó con su audiencia y puso de fondo un tema musical de Julio Iglesias para calmar los ánimos entre sus compañeros que no entendían el cambio abrupto de su humor. Prendió un cigarrillo y se retiró al balcón que tenía las ventanas abiertas para seguir con la mirada el destino de Durero. Mientras, chupaba una larga bocanada de humo y se secaba discretamente una lágrima que quería delatar su fastidio al recordar a ese hombre flaco y encorvado, de pelo plateado y nariz en gancho, que una vez lo había invitado a caminar por la plaza España y le había prometido revelar algo catastrófico que le quitaría el sueño. Luego le había pedido que se sentara a su lado en un banco medio destartalado pero alejado del público y le rogó con su acostumbrada parsimonia que por ninguna razón cumpliera los deseos de su mujer de ir a vacacionar a Barcelona.

Primero lo había tomado como una broma, segundos después, de muy mal gusto, pero broma al fin. Había sacudido la cabeza como un perro mojado y contestado que eso de estudiar tanto a los astros lo estaba volviendo loco de atar. Ludovico insistió y contó detalles de una tragedia en una autopista donde su auto Peugeot 2008 rojo granate estaría involucrado. Rio nervioso, lo mandó a la mierda y volvió a paso redoblado al trabajo. Una vez calmado, habló con la gerencia del canal de noticias y exigió que eligieran entre el charlatán melancólico de Ludovico o él. Un mes después, fue el único sobreviviente de su grupo familiar. En el accidente, perdieron la vida su mujer Marcia y su pequeña hija Sofía. Luchaba con sus emociones, pero se dejó vencer y los ojos se le inyectaron con una telaraña de sangre que amenazaba con explotar. Se asomó a la ventana a punto de caer y le gritó a Durero que por favor regresara.

Año 2020 El origen del mal, año bisagra

—Esto no es casual... ¿Qué opina usted, almirante J.S. Pintos?