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Pulso y onda es considerado uno de los libros más importantes dentro de la producción literaria de Manuel Navarro Luna, publicado inicialmente en 1932 con prólogo de Juan Marinello. El poemario está dividido en dos secciones "Libro de las canciones" y "Libro de las elegías" e incluye doce poemas. Los versos de este libro son versos nuevos porque en ellos el poeta, que ya anteriormente había dado a conocer su poemario Surco se aleja de sus hermanos de ayer. Son estos, poemas limpios de retórica y de exégesis trascendente; son poemas humildes, imposibles de silenciar; son poemas en los que la esperanza y el amor pujan por alzarse sobre los surcos, blandiendo su verdad implacable.
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Seitenzahl: 40
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Edición y corrección: Ángel Larramendi Mecías
Diseño de cubierta: José A. Valdor Illana
Composición: José A. Valdor Illana
Versión Epub: José A. Valdor Illana
Ilustración de cubierta: Navarro Luna: luz y verso; Eliott Prada González
ISBN: 9789597238485
Ediciones Orto 2024
Aun cuando la calidad poética es evidente a lo largo de toda la obra de Manuel Navarro Luna, Pulso y onda, el poemario que hoy tienes en tus manos, junto a La tierra herida, ofrece su mejor hazaña creadora. Es aquí donde su generosa maestría mayor novedad y elocuencia. En este libro se superan las maneras modernistas y vanguardistas.
En Pulso y onda se aprecia una poderosa renovación de temas y manera líricas; y el poeta cobra en él mayor estatura, al dar salida a sus impulsos generosos de liberación humana.
Sobre este libro diría el español Rafael Alberti: “Pulso y onda nos dice del conflicto espiritual del hombre plantado en la línea crucial entre la vieja y la nueva cultura. Nos dice también de las grandes eficacias de este poeta, que es uno de los más auténticos valores de esa tierra de los grandes nombres que es Cuba”.
Este libro es la presencia feliz de un poeta nuevo. Merece, por ello, este comentario apasionado. Apasionado. No hay otro modo de ser sinceros.
¿Y, dónde está aquí la novedad merecedora de alborozo? Hemos filosofado demasiado en esto de la novedad lírica y en el pecado nos hemos traído la penitencia. Porque no se ofendeimpunemente a los dioses con ruidos perturbadores. Sobre nosotros ha venido el más duro castigo, el castigo babélico de la confusión. Habrá necesidad ahora de empezar otra vez, habrá que vestir paños de humildad para acercarse, virgen la expectación, a los poetas. Será obligado apaciguar las sabias malicias para oír de nuevo los candores. Y tendremos ahora que pasar la mano sobre el poema como sobre la llama de la vela. Y penetrar, con rápido movimiento de la mente y de los dedos, si el calor que nos araña la piel es rescoldo avivado con fatiga de técnicas o fuego primigenio de finas puntas poderosas.
Lo nuevo –¿cómo se ha olvidado?– está en nosotros. Debemos, por ello, ir hacia el verso limpiamente, confiadamente, con la esperanza de encontrarnos. Cuando coincide la obra lírica con nuestro sentido vital, cuando la adecuación entre nuestra exaltada intimidad y el canto que se nos da es absoluta, declaramos nuevo al poeta entre gritos alegres. Nos aplaudimos en verdad a nosotros mismos. Porque lo dicho en el verso nace en último extremo de una realidad envolvente –política, en el sentido griego y anchísimo de la palabra–, y la forma en que lo dicho se acomoda no es sino el modo plástico que la misma realidad rezuma. De esta realidad está hecha nuestra novedad interna, nuestra actualidad. El poeta nos da lo que esperábamos. Nos contesta con nuestra misma pregunta.
El instante presente no es de reposo clásico sino de fiebres mesiánicas; no es de hombres quietos sino de conciencias aborrascadas; no es de culminaciones aristocráticas sino de pugnas entrañables. Vive en la masa creadora el instinto certero de su destino. En el hombre artístico una contradicción de su conciencia y de su mano que le lleva en ocasiones al equilibrio doloroso de las fuerzas en contienda, camino de la más desgarradora impotencia. Y hay quienes piden versos a sílabas contadas y poema transparente!
Los versos de este libro son nuevos porque no recuerdan a sus hermanos de ayer y porque –¡nova novorum!–, al leerlos hemos oído removerse nuestra tierra escondida. Es que en ella estaba clavada ya la raíz estremecida de estos versos. Todo aquí es nuestro.