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Manuel Navarro Luna. Correspondencia, nos acerca al poeta que con sus versos conquistó el corazón de Cuba e Hispanoamérica. La selección de estas cartas, realizada por Reyna Ivette Aguilera Torres, nos permite conocer la esencia, la materia prima del ser humano que fue, que es, quien es reconocido como el Poeta de la Revolución.
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Seitenzahl: 138
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Colección Anazca
Ediciones ORTO
2024
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.
Selección: Reyna Ivette Aguilera Torres
Edición: Ángel Larramendi Mecías
Corrección: Marlene Moreno Sosa
Diseño y composición: Yuris Y. Baldoquín Suárez
Versión Epub: José A. Valdor Illana
© Sobre la presente edición
Ediciones ORTO, 2024
ISBN: 9789597238492
Ediciones ORTO
Plácido # 161
esquina a Pedro Figueredo
Manzanillo, Granma, Cuba.
Manuel Navarro Luna (Jovellanos, Matanzas, 29 de agosto de 1894 La Habana, 15 de junio de 1966) es considerado uno de los poetas civiles más importantes del siglo XX. De ello dan fe sus libros Padre nuestro (1953), Poemas mambises (1959) y Odas mambisas (1961), entre otros textos de indudable valor literario; pero no podemos ignorar que fue Navarro Luna, primero, un poeta delicado e intimista, capaz de "levantarse temprano y tener un amor…" como todo ser humano.
Para muchos quizás resulte suficiente leer los versos escritos a su madre doña Martina, en aquella hermosa elegía, para hacerse una idea del hombre todo ternura y pureza que habitaba en él; pero nada como la correspondencia, sobre todo la escrita por él, para conocer la esencia, la materia del ser humano.
Algunos podrán preguntarse: ¿qué nos puede decir la vida privada de un autor respecto a su obra?, ¿no son los poemas, y solo los poemas los que importan para explicar al poeta?, ¿no es un tanto indecoroso hurgar en la vida privada de los otros?; y a ellos les decimos que creemos firmemente que el poeta desde que publica su primer texto, ya sea en un diario, mimeografiado, en una gacetilla o en alguna de esas autoediciones en las que los jóvenes poetas tallan sus primeras esperanzas literarias pasa a ser un hombre expuesto, exhibido y en riesgo; un hombre al que su vida privada pasa a ser historia pública, más allá de que esto sea deseable o no.
Las cartas incluidas en este volumen cubren un período que va desde 1923 a 1962. En las escritas a su hija Ana Guillermina, que integran la primera sección del volumen junto a las escritas a otros familiares, la mayor parte de las veces encontramos un sentimiento profundo de padre, que quizás solo encontremos en las que José Martí escribiera a María Mantilla. En ellas el poeta se desborda en afectos y no faltan los consejos del padre amantísimo, que confía en el futuro de su hija y que cree, ciegamente, en su pureza, bondad, inteligencia y dedicación.
Finalmente debemos aclarar que en este libro hemos optado no por recoger lo más significativo del amplísimo epistolario del poeta que se conserva en importantes instituciones del país y en los archivos personales de grandes figuras de las letras y el arte, sino una muestra del material que se conserva en el Centro de Promoción de la Cultura Literaria Manuel Navarro Luna, de la ciudad de Manzanillo; casa en la que viviera el autor.
El editor
Diciembre, 20 de 1923
Srta. Guillermina Lauten Zayas
Secretaria del Comité de damas
Ciudad
Mi distinguida, mi preciada amiga:
Ud. no sabe cuánto le agradezco los conceptos vertidos en su carta de ayer, Guillermina! Si le dijese que una de las más agradables satisfacciones que he experimentado en la vida se la debo a ella, no le diría créalo usted una mentira. Ahora bien: en cuanto a que mi interrogación de ayer sea, casi, una ofensa… no, no, Guillermina. No digo con la palabra, ni siquiera con el pensamiento sería capaz de intentarlo. No podría ocurrir nada en el mundo que fuese capaz de poder llevar ni intención, no ya mi palabra, a semejante cosa. Si alguna vez he hablado con verdadera, con profunda sinceridad es esta. Además, no podría hablarle a usted, aunque quisiera, de otro modo.
Usted podrá haber tropezado con la maledicencia; pero la maledicencia no la herirá a usted nunca, porque se me antoja pensar que ella no dispone del suficiente poder para ello. Hay muchas almas en torno de las cuales, como un privilegio, se forma un singular ambiente de blancura al que no puede llegar sino aquello que sea blanco. Usted es una de ellas. El mundo, ciertamente, está poblado de corazones egoístas, de corazones enclavados en la tierra; pero, a cambio de eso, hay otros corazones, como el suyo, que están siempre en concordancia pura con las cosas más altas; corazones que no pueden permanecer un solo momento sobre el suelo, precisamente porque tienen alas, alas en perenne vibración y en continuado ímpetu de vuelo. Por eso dudo mucho que usted se pueda acostumbrar algún día a ser menos idealista de lo que hoy, como usted me dice en su carta. Se nace ángel, Guillermina, como se nace flor.
En el Concurso de Maternidad, nosotros no hemos sido los primeros, no. Han sido ustedes. A ustedes le debe Manzanillo ese gesto de civilidad, considerado que sea el asunto desde el punto de vista social. Considerado desde otro punto de vista cualquiera, las madres le deberán a ustedes un altísimo gesto de caridad. Porque no se ha hecho algo, como dice usted. Se ha hecho mucho, se ha hecho demasiado. Y todo se le debe a ustedes. Nada más que a ustedes.
Devotamente
Manuel Navarro Luna
Director de La Montaña
Manzanillo, junio de 1926
Srta. Guillermina Lauten Zayas
Ciudad
Guillermina, alma:
Estoy delante de tus ojos, en la misma actitud, implorante y dolorosa, de siempre. Los días pasan, uno tras otro, y no logra conmoverte la evidencia sin nombre de mi amor. Sin embargo, mi amor renueva, en cada día que transcurre, sus impulsos, y, en cada hora, su fiebre es más intensa. Algunas veces, mi propio corazón me produce lástima; porque lo veo luchar, con la más grande de todas las entregas, con la más firme de todas las pasiones, sin que haya podido encontrar todavía lo que tanto anhela en su obsesión infinita. Todo podrá ocurrir en este mundo, menos que flaqueen las fuerzas de mi adoración ni que deje la oblación de mi espíritu de deshojar, en el fulgor de cada hora, sus mejores lirios. Y si tú sabes esto, ¿por qué no me respondes?
Manuel
México D.F, 9 de septiembre de 1949
Sr. Gustavo Navarro Lauten
Manzanillo
Mi tan querido hijo Gustavo:
Ya sabes que murió José Clemente Orozco, a mi juicio el más grande pintor de México. En el Palacio de Bellas Artes, donde está tendido, hicimos una guardia de honor Paul Eluard el gran poeta francés, Marinello, Guillén, Miguel Otero Silva, Valentín Tejada y yo. No tengo que decirte que, haciendo esa guardia, experimenté una de las más grandes y profundas emociones de mi vida. Toda la entrada del Palacio de Bellas Artes que es grande y precioso como pocos edificios de México, está colmado de las coronas de flores más espléndidas que yo he visto; y, durante muchas horas, las guardias de honor no han cesado, cubiertas por todas las más altas personalidades de México, y por todo el pueblo mexicano que adoraba a su pintor máximo.
Ya sabes que se me confirió el honor para mí altísimo de presidir las dos sesiones de la Comisión de Escritores Latinoamericanos, en la cual estaba presente nada menos que Ralph Roeder que es, sin disputa, una de las más grandes figuras universales del pensamiento y de las letras contemporáneas. Lo cierto es que este hombre, de una modestia singular autor de la mayor biografía de Juárez ha hecho una gran liga conmigo, al extremo de querer que yo me vaya a vivir con él y su esposa aquí en México. Pero de él, y de todo lo demás, te hablaré más tarde.
Quiero que me digas, cómo andas tú con tus estudios, y cuándo tienes que salir para La Habana. No sé nada de ustedes, y me interesa que me digan algunas cosas.
Yo me encuentro muy bien. En una casa que es como la nuestra, donde la familia que me tiene en su seno es como si fuera mi propia familia.
Ya saben la dirección:
Calzada Obrera Mundial
No. 311, apartamento 3
Colonia del Valle
México; D.F.
PD/. Bueno, mi querido hijo: un gran abrazo de tu padre. Abrazo que es para todos. Dime cómo está tu mamá.
Navarro Luna
México D.F, 12 de septiembre de 1949
Mi tan querida Llillí, mi tan querida Vieja, mis tan queridos todos:
Ayer se celebró el acto de clausura del Congreso. Fue, en verdad, una cosa estupenda, que no fácilmente puede describirse. A pesar de que el Congreso ha sido un poco combatido por la prensa reaccionaria vinculada a los intereses peores que quieren desatar una nueva guerra para que la humanidad se desangre en aras, solamente, de las ganancias de unos pocos, este acto por la Paz celebrado en México ha tenido una grandiosidad enorme, y una enorme resonancia. Todas las repúblicas latinoamericanas han estado representadas en dicho acto, en el cual han participado los hombres más notables de nuestro continente, y no pocos de Europa, como Gyraudy y Paul Eluard, este último conocido mío desde hace mucho tiempo, por referencias y recados. Eluard es uno de los más grandes poetas de Francia, un poco mayor, sin duda, que Luis Aragón.
En todas las sesiones del Congreso, han estado presentes los grandes pintores de México Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, que ya son amigos míos. Rivera es hombre de gran modestia, no así el otro, a quien le gusta el "figurao", como decimos los cubanos. Tal vez esto le haga daño a una personalidad tan sobresaliente como Siqueiros, ya que es sabido, de viejo, que no hay hombre verdaderamente grande que no sea modesto. En una de mis cartas anteriores, que ya ustedes deben tener en su poder, yo les hablaba de Ralph Roeder, el enorme autor de El hombre del renacimiento libro del que ya tengo un ejemplar encuadernado dedicado por su autor, y les decía de su magnífica modestia. Me recordó mucho este hombre a Benito Nova Santos, aquella extraordinaria figura de la ciencia y de las letras españolas ya desaparecida.
Me siento perfectamente bien. En este momento me encuentro en la redacción del periódico La Voz, en donde les escribo. A mi lado se encuentra el estupendo Carbajal, en cuya casa, como saben, vivo. Estoy pasando días muy buenos en México. Pero les digo que aún, por los grandes trabajos y el gran ajetreo del Congreso, no he podido ver más que algunas calles y algunos edificios de esta magnífica ciudad. Ahora bien: basta nada más llegar a ella, y verle la cara, aunque no sea más que por arribita, para saber que se trata de una de las ciudades más interesantes que existen, tanto por su gran fuerza humana como por su colorido y sus matices.
Estoy invitado para visitar Acapulco, donde estaré, pasando por Tasco y por Cuernavaca, unos tres días. Desde ese lugar si llego a aceptar la invitación, les escribiré. Ayer puse en correo unas cuantas tarjetas postales para varios amigos de esa, con los cuales tenía compromiso de escribirles o saludarles.
Ustedes deben escribirme, y decirme cómo anda Martinita. Si ya fue para La Habana y cómo anda ella en su asunto. Díganle, enseguida, que deben ver en La Habana a Díaz Soto para que éste, si lo cree posible, le diga algo a Mongo Miyar, de acuerdo con lo que ya él y yo hemos hablado.
Quiero saber algo, también, de Gustavo. Saber, por ejemplo, si ya se fue para La Habana y cuándo tiene sus exámenes.
Mi dirección vuelvo a darla, por si la necesitan, por si la quieren de nuevo: Calzada Obrero Mundial, 311, apartamento 3, Colonia del Valle México, D.F.
Bueno, queridos, besos y abrazos para todos.
Navarro Luna
Mayo 8 de 1951
Mi querida Lillí:
"Si deseas que pronto de tu vida se aleje
la galera sombría que te trae las penas…
ten paciencia y aguarda. La paciencia es el eje
moral, el gran secreto de las almas serenas…"
Son unos viejos versos de Amado Nervo que tú conoces, y que yo trato de que tú recuerdes ahora. Porque anoche recibimos un telegrama tuyo, con el que me das la medida de tu desesperación, mas que tu impaciencia. Comprendo todo lo que tienes que estar pasando; pero hay que tener calma. Porque, si no la tienes, es peor. El telegrama lo contestamos en seguida. Supongo que ya lo tendrás en tu poder. En él te pedíamos que vieras a Manuel Molina, cuya dirección es San Lázaro 1216 y le preguntaras si ya había matriculado las asignaturas de Gustavito. Gustavo le mandó el dinero, y la documentación necesaria el día primero de este mes. Y como todavía no he tenido noticia ninguna de Molina, tenemos la natural intranquilidad no vaya a ser que haya ocurrido algo anormal. Aunque así paso la vez pasada. Es posible que, cuando recibas esta carta ya Gustavo esté matriculado. De todas maneras, haz el favor de ver a Molina. Dice Gustavo que él tiene teléfono y que no recuerda si es el U 7772 o U 7277. Puedes llamarlo a cualquiera de esos dos teléfonos o ir personalmente a verlo. Con lo que él te diga pones un telegrama para tener la seguridad de lo que hay.
Hoy, en el avión que llega ahí por la tarde, te mando el café prometido; van dos tazas. Ojalá lo encuentres bueno. Cuando estaba colándolo y, después armando la caja para mandártelo, le decía a las muchachas: "Fíjense cómo se porta un esposo modelo".
Dicen la nena y Lolita, no esperes tu regreso para hacer el vestido; Pía, que mandes el modelo y la muestra para hacerlo ahora, a fin de que tú veas allí si le queda bien, o no.
Estamos a siete. Todas las cuentas del pasado mes, ya están liquidadas. Es que se está cobrando. Ríos pago tres meses.
Es raro que Marinello no haya ido a verte porque, con seguridad, Joaquín Ordoqui le ha dicho que tú te encuentras en La Habana. Resulta doloroso tener que constatar, al cabo de tanto y tantos años, la fulastrería de algunos amigos y compañeros. Pero… estás bien.
Todos estamos bien. No te inquietes por nada. No te parezca esto una jactancia, ni mucho menos. Pero aquí, estando yo, no puede pasar nada. ¿Qué carajos va a pasar?
Abrazos muy fuertes a Pía y Luis. Para ustedes, el cariño de su
Navarro Luna
PD/. Si son veinte aplicaciones las que tiene Edicta que hacerse y ello además, te obliga a permanecer en La Habana hasta fines de este mes, no será posible que te alcancen los trescientos pesos que te mando y que ya te habrá entregado Teresita. Qué le hemos de hacer. Tú dirás lo que te haga falta para mandártelo y… nada más.
Mayo 13 de 1951
Mi tan querida Llillí:
Anoche, muy temprano, te pusimos la Nena y yo un telegrama firmado por ella y su hermano. Pero cuando vino Gustavo, como a las diez está viniendo muy temprano a dormir-, me dijo que te había cursado otro, también firmado por él y su hermana. De modo que tendrás dos telegramas, en vez de uno en tu poder el Día de las Madres. Y tendrás, también, carta de los tres, porque hoy te escribimos Gustavo, la niña y yo.
Cuando regreses verás qué bien está la niña. Te ha extrañado mucho. Te extraña enormemente, es lo cierto. Pero como tiene el cuidado ahora redoblado por parte de todos, la niña está más gruesa y con mejor color. Durante todo este tiempo que tú faltas de casa, no ha tenido el más leve malestar; el más leve catarro. Ayer le empezó un pequeño dolor de garganta, y, enseguida, con unas gárgaras que le hizo Emely, de miel de caña y limón, se le quitó. Por la noche estaba perfectamente bien. Yo pensé en un catarro perdido.