Restaurant Emilia - Hans Schmidt - E-Book

Restaurant Emilia E-Book

Hans Schmidt

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Beschreibung

Emily, una adolescente sin experiencia en la vida por vivir sumergida en el estudio y en los libros, en unas vacaciones conoce y se enamora apasionadamente de Max, un muchacho con una historia de pobreza y sufrimientos desde muy pequeño que, no obstante, han moldeado su carácter y sus valores, convirtiéndolo, para Emily, en el hombre perfecto. El sueño de Max es tener algún día su propio restaurant, y hacia allí dirige sus anhelos y esfuerzos, con la ayuda de Emily. Pero la madre de la chica, de pensamiento elitista y con traumas de infancia, calificará de irracional el amor de su hija, porque además de sobreprotegerla, odia a Max por la clase que representa. Por otro lado, un cabo suelto en el pasado de Max pondrá varios obstáculos, hasta que desencadena una horrible e inesperada tragedia. Una historia romántica atípica en la que los protagonistas logran sobreponerse a todos los obstáculos, aunque a costa de crisis existenciales profundas que son el escenario de luchas entre sus ángeles y demonios internos. De esta batalla surgen diálogos memorables en los que se ensaya una respuesta para el sentido de la vida, y abre puertas de esperanza para los personajes, y también para los lectores.

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HANS SCHMIDT

Una historia de amor

Hans SchmidtRestaurant Emilia : una historia de amor / Hans Schmidt. - 1a ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4869-6

1. Novelas. I. Título.CDD 863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Índice de contenido

1 - ¿QUIÉN SOY?

2 - LA ULTIMA PIYAMADA

3 - LA CITA

4 - AMANECER

5 - PASEO DESVELADO

6 - ESTUDIO CON ASISTENCIA

7 - DULCE DESPERTAR

8 - COMPLICACIONES

9 - FIESTA DE REVELACIONES

10 - MAMÁ

11 - PROYECTOS ENTRE SÁBANAS

12 - LLAMADA DEL PASADO

13 - DOLOR

14 - CAFÉ SIN AZÚCAR

15 - DERRUMBE

16 - UN PADRE

17 - LECCIÓN DE MAGIA

18 - EL ADIÓS

19 - EMPRESARIOS

20 - DEUDA Y ORGULLO

21 - TARJETA DE COMPROMISO

22 - TRES CAFÉS

23 - LA ABUELA HIPPIE

24 - QUIERO LA FAMILIA UNIDA

25 - LAS CONSUEGRAS

26 - UN LENTO BAJO LA DUCHA

27 - FIESTA DE COMPROMISO

28 - LA PESADILLA COMIENZA

29 - LA CLAUSURA

30 - EN BUSCA DEL PASADO

31 - VLADIMIRO Y MAX

32 - AL ESTRELLATO

33 - PROYECTOS ENTRE SÁBANAS II

34 - PREPARATIVOS

35 - LA CEREMONIA

36 - CONSUMACIÓN

37 - ROJO Y MARFIL

38 - DAÑO DEVASTADOR

39 - TRISTE DESPERTAR

40 - MAX, EL DESCONOCIDO

41 - RESTAURANTE EN PROBLEMAS

42 - MI AMIGA EMILY

43 - PESADILLA

44 - RESÍGNATE, EMILY

45 - ABRAZO DE ESPÍRITUS

46 - ENCUENTRO Y DECEPCIÓN

47 - NO ESTÁ MUERTO QUIEN PELEA

48 - FESTEJANDO LA VIDA

A mi familia, por aguantarme y sostenerme en todo momento

A mis maestros, por su paciencia y sus enseñanzas

A mis amigos, por su compañía y comprensión

Y al Eterno, por darme familia, maestros y amigos.

Emilia empezó a despertar dos días después de la operación.

Abrió los ojos lentamente y lo que pudo ver es que ya no estaba en la fiesta. No se escuchaba música. Ya no estaban sus amigos. Ya no estaba en el restaurante. Y ya no estaba vestida de novia.

Estaba en una cama de hospital con el pecho vendado y dolorido, conectada a sueros, sondas y cables, y rodeada de aparatos que hacían “bip” todo el tiempo. Todo lo que veía eran las telas de un biombo. Ya no había olor a deliciosa comida de fiesta. Invadió sus fosas nasales un deprimente olor a sanatorio.

¿Qué había pasado? Trató de recordar lo de aquella noche y no podía. Así que tuvo que ir a lo más elemental y empezar lentamente a recordar su historia.

1

¿QUIÉN SOY?

Me llamo Emilia pero me dicen Emily. Soy una chica de 16 años.

En mi sociedad solíamos terminar el colegio a los 16 años y casarnos jóvenes, aunque hoy en día, finalizando el año 2000, el matrimonio ya no es una prioridad entre la juventud.

Me crié con una madre que me exigió muchísimo en los estudios. Y por esto prácticamente no tuve amigas en la escuela. Mucho menos amigos varones ni relaciones románticas. Mis padres son contadores, y dentro de sus sueños de clase media, quieren que estudie mucho para que me dedique a los negocios y llegar a ser independiente y exitosa.

Mi único amigo (con el cual nos criamos juntos desde bebés) es Billy. Muchas veces mi madre me agobiaba con las exigencias escolares y me deprimía. Y Billy, que siempre tiene un buen humor a toda prueba, me levantaba el ánimo.

Mi madre no quiere a mi lado ninguna amistad que baje mi nivel intelectual o mi rendimiento en la escuela. Y Billy no es precisamente muy inteligente. Pero mi madre tolera su amistad solo porque él es hijo de una familia amiga, sino yo estaría totalmente sola en el mundo. Más que un amigo, lo siento como un hermano, porque tiene una mente muy infantil e inocente. Hasta hacemos piyamadas juntos desde que éramos niños, y hoy aún con 16 años, las seguimos haciendo. Me encanta divertirme como niña de vez en cuando.

Un día, nuestros padres decidieron, como regalo de finalización de estudios, hacernos pasar el verano en un campamento de la isla. Un campamento de lujo, en una isla bellísima, con cabañas de madera individuales para cada chico o chica, y bien equipadas con baño, teléfono, cama, televisor, escritorio y otras comodidades.

Ese verano hicimos amigos allí. Y en esa isla conocí a Max, un chico lindo que hizo gran amistad con Billy.

En esas vacaciones sostuve una charla con una de las coordinadoras de la isla, Betsy, y me sorprendió su nivel de conocimiento sobre las cosas de la vida y de la muerte, temas que la gente no sabe, o no le interesan, quizás porque no hay mucha literatura sobre eso. Más conversaba con Betsy, y más la admiraba, porque era un libro abierto sobre los misterios del más allá.

Me convencí de que mi vida tendría otro sentido y sería mucho mejor si yo accedía a ese conocimiento. Y le pedí que me enseñara lo que sabía. Su saber era extenso, porque lo había adquirido estudiando grandes y gruesos libros sobre esoterismo, que no estaban al alcance de cualquiera.

Le pedí por favor si podía prestármelos. Me respondió que eran tres, pero de uso estrictamente personal y no se podían prestar a nadie. Después de mucho insistirle con ruegos, accedió, pero con la advertencia que debía estudiarlos, aprenderlos bien, como si fuera a rendir examen, y devolvérselos en el lapso de unos días, pues no me los podría prestar de nuevo nunca más. Y con tal de tener entre mis manos esos preciados volúmenes, le prometí que los leería de cabo a rabo. De todos modos, no me entregó los tres juntos, sino solo uno, y después me entregaría los otros dos. Tendría que quemarme las pestañas estudiándolos, pero ya vería cómo me las arreglaría, porque mis padres no se tenían que enterar de que yo estudiaba algo en mis vacaciones, y mucho menos esoterismo, puesto que ellos querían que tuviese mi mente descansada y afinada para una brillante carrera de economía y negocios después de las vacaciones.

Un día, Billy me invitó a una velada con él, (que antes las llamábamos "piyamadas"). A Billy le encantaban estas actividades, las planificaba muy bien, y las hacía muy divertidas como cuando éramos niños, con bailes, artesanías, música, cocina, disfraces... Y al igual que siempre, había planeado esta velada solo para nosotros dos. Pero yo, a último momento, decidí –sin avisarle a Billy– invitar a Max a nuestra actividad.

2

LA ULTIMA PIYAMADA

Invité a Max porque me pareció un chico simpático, que podría sumar diversión a la velada. Cuando apareció y lo vi bien, me pareció más que lindo. Sentí por él lo que no había sentido por ningún chico antes. Me nubló los sentidos y durante toda la "piyamada" me comporté como una boba, y no podía parar de mirarlo. Me parecía tan seguro, tan serio, que de repente me vi como una nenita tonta disfrazándome y jugando como siempre lo hacía con Billy. Quería dar ante Max la imagen de una chica que se sabe divertir, pero con madurez. Lamentablemente a mi amigo le sorprendió y entristeció que, de repente, yo ya no siguiera la corriente de los juegos que había propuesto. Me sentí mal por él, porque había planificado esto toda la semana. Pero Max me despertó sentimientos que nunca había tenido, y ya que lo tenía cerca, no lo iba a dejar escapar. De todos modos, se percató de que Billy no estaba contento, así que para no lastimar más su amistad, dijo que gracias por la invitación, pero que tenía que irse.

Lo acompañé hasta la calle y antes de despedirlo sentí la necesidad de decirle algo.

—Gracias por venir...

—Gracias a ti por invitarme. Los juegos que inventa Billy son muy divertidos.

—Yo también la pasé muy bien. La verdad que te invité como amigo pero después...

(¡Ay! ¿Qué le digo? ¡No sé cómo seguir!)

—¿Qué pasó? ¿Me porté mal?

—¡No, para nada, Max! Estuviste fantástico. Es que a medida que estabas a mi lado y conversamos, me fue pasando algo... raro.

—¿Qué te pasó?

(Uy, aquí viene. Se lo tengo que decir.)

—Me empecé a preguntar ¿cómo es que a este chico la novia lo dejó venir a una piyamada?

—Pero... si no tengo novia.

(¡Iupii! ¡No tiene novia! ¡Hay que atacar!)

—Eso yo me dije también. Que a lo mejor tuviste la libertad de venir porque no tienes novia. Después empecé a preguntarme –Emily hizo una risita y lo miró a los ojos, sonriendo– ¿cómo es que un chico tan lindo no tiene novia?

(¡Uy, se quedó tildado! ¡No tendría que haberme largado a decirle lindo tan pronto!)

—¿Yo... te parezco lindo? –preguntó el chico, sorprendido.

—Lindo no... una preciosura.

(¡Idiota! ¡La embarraste más! Bueno... al carajo, ya estoy quemada.)

—Eh... quiero decir que a cualquier chica le parecerías lindo...

—Es que la mayoría de las chicas lindas que conozco ya tiene novio. Como por ejemplo, tú con Billy...

(¡Lo sabía! ¡Se estaba conteniendo por Billy!)

—¡Billy no es mi novio! Es solo un buen amigo. Somos amigos desde bebés y por eso hacemos esas piyamadas juntos. Pero no somos novios.

—Ah... ¡qué sorpresa! Realmente pensé que eran más que amigos.

—No. Solo amigos.

—Entonces... ¿tú tampoco tienes novio?

(¡No! ¡No tengo novio, tonto! ¡Ya tienes que darte cuenta de que estoy libre!)

—Me pasa lo mismo que a ti: todos los chicos que conozco ya tienen novia. Tú eres el primer lindo que conozco sin novia–lo mira a los ojos.

—Y tú también eres la primera chica hermosa que conozco que no tiene novio.

(¡Me dijo hermosa!¡ ¡Me dijo hermosa! ¡Ay, me muero!)

—Ay, Max... ¿En serio te parezco hermosa?

—Eres la chica más linda que he conocido.

(¡No puedo creer! ¡Me está piropeando! ¡Y yo no sé cómo contestarle algo lindo! ¡Me sorprendió tanto que solo pongo esta sonrisita estúpida!)

—Emily ¿Quieres que te confiese algo...?

—¿Qué?

—Varias veces durante la velada... deseé que Billy no estuviese...

(¡Por Dios! ¡Esto se viene!)

—Max... me haces poner colorada..

—Parece que no estás muy acostumbrada a que te digan estas cosas...

(¡Claro que no! ¡Y menos que me las diga un bombón como tú!)

—No, para nada. Y además tengo que hacerte una confesión yo también...

—Dime.

(¡Ay, por Dios, que nerviooos! )

—No quería admitirlo, pero varias veces en la noche... yo también tuve ganas de que la fiestita... fuese solo para nosotros dos.

—¿De veras?

—Te miraba y te miraba... y me corría algo por dentro que... me hacía tener ganas de... quedarme sola contigo...

—Emily... qué hermoso lo que me dices...

(¡Ya está adentro! ¡Ya está adentro! ¡Solo un tironcito más!)

Max quedó un momento en silencio.

(Ay, ¿qué pasó? ¡Me tiré a la pileta y se quedó tildado de nuevo! ¡Por favor dime algo!)

—¿Tienes algo que hacer mañana a la noche? –preguntó Max, tímidamente.

(¡Ay Dios! ¡Se va a producir el milagro!)

—¡No! ¡No tengo nada mañana a la noche!

(¡Cálmate tonta! ¡Estás sonando como desesperada y lo vas a asustar!)

—Entonces... ¿Quieres venir a mi cabaña? No soy tan bueno como Billy para hacer veladas, pero procuraré algo bueno para cenar, mientras escuchamos unos buenos temas, y luego si quieres, podemos ver una película.

(¡Sííi!! ¡Síííííííi!... ¡Por fin! ¡Me invitó a su cabaña! ¡No lo puedo creer! ¡Gracias, Dios!)

—Sí, Max. Me encanta la propuesta.

(Ay, ¡qué lindo sería una cena romántica con música suave, y los dos abrazaditos viendo una película de amor!... ¡Ayy!... ¡quiero abrazarlo fuerrrrte!)

—Bueno, te espero mañana a las diez. ¿podría ser?

—Sí, perfecto, allí estaré.

—Bueno, voy a ver qué preparo de rico para cenar con mi Emily –dijo mirándola a los ojos con una sonrisa.

(¡Por Dios! ¡Dijo "mi Emily"! ¡Ya me considera suya! ¡Ya soy su novia!?)

—... y no te pongas nada sofisticado. Ven así como estás ahora.

—¿Por qué?

—Porque así te conocí y así me gustas...

Emily casi se derrite cuando escucha eso. Su amor le reveló sus gustos y empezaba a imponer sus condiciones. Le encantó que él fuese suavemente dominante ya desde el principio. Y sintió la agradable sensación de ser protegida, deseada y contenida por alguien que no le exigía que se vistiera sofisticado. Que le gustaba ella tal cual era.

Le parecía un chico fascinante. No podía esperar para esa primera cita. Contaba las horas y los minutos. ¿Tendría su primer beso?

3

LA CITA

(Me siento tonta yendo a mi primera cita vestida como siempre, pero bueno... así lo pidió él. ¿Me habré puesto demasiado perfume?)

Llegó hasta la puerta de la cabaña y pensó:

(Bueno... ¡aquí vamos!)

Toc, toc.

(¿Cómo me recibirá? Mira si entro y ya me da un beso... ¡Ay, vamos, Emily! ¡No te ilusiones! No va a hacer eso. Es un chico demasiado correcto. ¡Pero de acá tienes que salir novia! Hay que lograr primero el primer abrazo y luego buscar el beso. Cuando lo besas ya eres novia... ¡y ya es tuyo!)

Se abrió la puerta y apareció Max, vestido como siempre.

—Emily, bienvenida a mi humilde cabaña –dijo con voz muy cordial, pero que a Emily le pareció seductora.

Le tomó la mano y se la besó con mucha delicadeza.

(¡Me corrió una cosa por todo el cuerpo...!)

Sin soltarle la mano, la atrajo hacia el interior de la cabaña. Había un aroma a comida deliciosa, y una mesa, si bien modesta, bien preparada con dos platos y dos velas.

En un rincón había un equipo de música pequeño pero de buena calidad en el cual se escuchaba una suave música de jazz, que creaba un ambiente muy agradable.

(Awww... a pesar de que se ve que no es un chico de muchos recursos, procura dar buena imagen y que yo me sienta cómoda. Es maravillosamente atento.)

—Bueno, señorita Emily, nuestra cena está lista. Si me hace el honor... –y le apartó una silla de la mesa para facilitarle sentarse.

(¡Qué caballero que es! ¡Espero no arruinarla cometiendo una torpeza o quedándome sin tema de conversación!)

Cuando Emily se sentó, Max trajo una gran bandeja de metal brillante con una tapa. Emily se sintió algo nerviosa porque eso aparentaba ser una comida lujosa de alta cocina y temía no estar a la altura de las circunstancias.

Cuando el chico destapó la bandeja, se vio que en su interior había la más espectacular pizza que Emily había visto en su vida. Estaba preparada con un alto nivel de exquisitez de detalles e ingredientes, digno de una pizzería europea. No solo fue una sorpresa agradable, sino que también fue un alivio, porque no iría a hacer el ridículo al comer incorrectamente alguna comida sofisticada. No pudo dejar de expresarle su admiración.

—¡Wau, Max! ¡Esto es impresionante! ¡Qué linda sorpresa!

—Dudé si preparar una pizza porque podría no estar a tu nivel. A lo mejor te gustaría algo más sofisticado...

—No, Max, ¡para nada! ¡Esta pizza es espectacular! ¡Nunca había visto algo así!

—Me alegro que te guste. Quería darte algo bueno en nuestra primera cita.

(¡Dijo nuestra primera cita! ¡Eso quiere decir que quiere seguir saliendo conmigo!)

—¿Quieres algo de tomar? En la heladera tengo gaseosa.

—¿Y tú qué vas a tomar?

—Cuando hago pizza me gusta acompañarla con cerveza. ¿Tomas cerveza?

—No, nunca he probado. No sé si me gustará.

Max sacó de su pequeña heladera una botella de gaseosa y una lata de cerveza, y las puso sobre la mesa. Destapó la gaseosa con habilidad y sirvió su contenido en la copa de su invitada. Luego llenó su copa con cerveza de la lata.

—Bueno. Vamos a comer.

El muchacho cortó la pizza con mucha delicadeza, lo cual indicaba que la masa era muy tierna, y le sirvió la primera porción a Emily. Ella pensó "Hombre clásico, no hay duda: toma cerveza", bebida que ella la consideraba de gente ruda porque era tan amarga que a ella nunca le gustó. Aunque en el fondo le agradó mucho que Max, por dentro de esa caballerosidad y delicadeza que mostraba, tuviera un lado rústico de "macho cervecero", y pensó que esa rusticidad iba a llevarla al punto de comer la porción de pizza agarrándola con la mano. Sin embargo, el chico, con mucha clase, usó el cuchillo y tenedor que tenía a los lados del plato y Emily hizo lo mismo.

Cuando le tomó el sabor al primer bocado de aquella pizza, quedó encantada. Cerró los ojos en una expresión de placer mientras masticaba lentamente, y dijo:

—Max, nunca en mi vida había probado una pizza como esta.

—Y nadie más la ha probado. Estrené esta receta solo para ti.

—¡Gracias Max! ¿Tienes muchas recetas de pizza?

—De pizza no muchas. Pero sí de otras comidas.

—¿Eres cocinero?

—Mi mamá trabajaba en un restaurant. Un día ella se enfermó y tuve que aprender a cocinar yo. Pensé que se sanaría en días, pero llevó años y en ese tiempo yo cocinaba para toda la familia.

—¿Y tu padre no tenía trabajo?

—Mi padre falleció cuando yo era pequeño.

—Oh, lo siento.

—Vivo solo con mi madre, y una tía que vive con nosotros porque nos ayuda a pagar el alquiler. Con ella vino su hija, que es pequeña y también vive con nosotros.

—¿Y tu tía no sabe cocinar?

—No cocina bien, y además trabaja todo el día.

—¿Así que tú eras el cocinero de la familia?

—No solamente para la familia. Para que, en los años que le llevó recuperarse, mi mamá no perdiese su trabajo, tuve que ir yo a trabajar en el restaurant en el puesto de ella. Tuve que hacer de todo. Pero aprendí mucho.

(Este chico es admirable. No solo se crió sin padre, sino que además tuvo que ser el hombre de la casa y proveedor. Y lo cuenta con total naturalidad, sin ninguna expresión de queja o sufrimiento. Con solo 17 años, es todo un hombre.)

—Max, no sé qué decirte. Admiro tu espíritu de sacrificio al salvar el puesto de tu madre, y además cocinar para tu familia. ¿Tu mamá se mejoró?

—Sí, ya está casi recuperada, aunque no sé si como para volver a trabajar. Sigo cocinando yo, porque mi tía vuelve tarde y cansada de su empleo.

—¿Y tu mamá te dejó pasar un verano aquí?

—No quería venir. Pero mi mamá insistió en que yo necesitaba un descanso. Acepté porque ella queda a cargo de mi tía, y porque a lo mejor mamá también necesita descansar de mí.

—Digamos que a tu madre le debo que tú estés aquí... conmigo.

—Sí– dijo Max con una risita.

—¡Qué hermoso ese tema! – dijo Emily en relación a la música que sonaba en su equipo–¿Cómo se llama?

—Es un tema clásico de los 80. Se llama "The Power of Love" de Jennifer Rush ¿Te gustan los temas románticos internacionales?

—Sííí... ¡Me encantan! Sobre todo los viejitos. A mi padre también le gustan mucho.

—Esos eran ideales para bailar lento.

—¿"Lento"?

—Sí. En la época que nuestros padres eran jóvenes, en las fiestas o discotecas ponían música para bailar movido, pero a cierta hora de la noche, me contaba mi mamá que ponían los temas románticos, que servían para bailar "lento".

—¿Y cómo es bailar lento?

—¿Quieres que te enseñe?

—¡Bueno!

Max se levantó de su silla, e invitó a Emily a que se levantara también.

—En este baile, el chico toma a la chica por la cintura con ambas manos –y puso sus manos en la cintura de Emily. Ésta se estremeció.

(¡Ay, por favor! ¡Me está tomando por la cintura! ¡Me muero!)

—Luego –siguió explicando Max–, la chica pone sus muñecas en los hombros del chico, y cruza sus manos por detrás de su cuello.

Emily lo hizo con mucho nerviosismo porque era la primera vez que tocaba a Max. Sentía que lo tenía "atrapado", y ella también se sentía "atrapada" con sus manos en la cintura, y esto le causaba una sensación grata, aunque extraña en todo el cuerpo.

—Una vez que la pareja se toma a la distancia que les resulte cómoda, empiezan a moverse muy suavecito... ambos al mismo ritmo...

(¡Ay, te tengo agarrado y con tu carita tan cerquita!... ¡Con solo un tirón podría besarte! ¡Qué tentación!)

—Max, ¡qué tema hermoso!

—Es hermoso y tiene un significado especial, porque según contó mi madre, bailando este tema se enamoraron con mi papá. Con este lento, tuvieron su primer beso.

(¡Parece que no solo yo me tiento con este tema! ¡La madre de Max tampoco pudo resistir estar tan cerca! ¡Ay, es un momento de decisión! Quiero besarlo pero no me animo...)

—¡Qué hermoso recuerdo! Y además, el tema es especial para enamorarse...

Emily estaba tentadísima de acercarlo, pero solo hizo nerviosos movimientos con sus dedos detrás del cuello de Max. Éste lo notó, y empezó a acercarla suavemente.

(¡Me está llevando de a poco hacía él! ¡Esto se viene!...)

Quedaron con sus cuerpos pegados uno al otro y con sus rostros muy cerca, casi en contacto. Pero el muchacho no hizo nada. Solo la miraba a los ojos en forma profunda y tierna, que hacía que ella se derritiera.

(¡Por favor, Max! ¡Estoy esperando tu beso, y el tema se termina!)

Hasta que uno de los dos no aguantó más, acercó lentamente el rostro para que los labios se encontraran... y lo hicieron.

(¡Al carajo con todo! ¡Tuve que decidirme yo porque tú no te decidías, tonto!)

Emily, al sentir el calor de los labios de él, abrazó más fuerte a su amor mientras lo besaba.

(¡Ay. Dios! ¡Gracias por decidirme! ¡Amo a este chico! ¡Es todo un hombre y una persona maravillosa!)

Max la sujetaba de la cintura con suavidad pero con firmeza, y Emily, mientras exploraba con delicadeza los labios de él, hacía un esfuerzo para contenerse y no abrazarlo demasiado fuerte. A medida que el beso progresaba, ambos se animaban a explorarse las lenguas. Cuando Max recorrió la boca de Emily, ésta sintió una picazón y calor en su entrepierna.

(¡Ay! ¿Qué es esto? ¡Las mariposas no eran en la panza como me dijeron! ¡Las siento más abajo!)

Esta sensación que la invadió, no era solo en la entrepierna, sino en todo el cuerpo, con un calor que nunca había sentido antes, y que la avergonzaba un poco. Así que procuró pausar un poco el beso. Separó sus labios de los de él, y lo miró a los ojos. Max percibió en su mirada un brillo de inmenso amor, entrega y ternura.

—Te amo...

—Yo también te amo, mi Emily hermosa...

Y su beso paseaba por sus labios, por las mejillas, se dirigía hacia el mentón, y más abajo.

(¡Me está buscando el cuello! ¡Y esta sensación es cada vez más fuerte! ¿Qué hago? ¿Lo detengo o dejo que siga? ¡Tengo miedo de descontrolarme!)

Cuando decidió detenerlo, ella ya estaba con la cabeza hacia atrás, y los labios de él acariciaban su cuello muy suavemente.

Ella enderezó la cabeza y lo miró con ojos chiquitos de mucho cariño. Y se olvidaron de la cena. Todo desapareció. Solo estaban ellos dos, que se movian lentamente al ritmo de una música que apenas escuchaban.

De repente, Emily sintió que Max empezó a caer suavemente hacia atrás, y al tenerlo abrazado, la arrastró a ella en su caída. En su lento baile, sin darse cuenta, habían llegado al borde de la cama, se tropezaron y ambos cayeron sobre ella.

Él quedó acostado boca arriba con Emily encima. El chico estaba tan concentrado en besarla, que se asustó cuando sintió que caía. Pero luego, al comprobar que cayó sobre la cama y tenía a Emily sobre él, su expresión de susto pasó a la de alivio.

Emily estaba confundida y avergonzada. Temió que el chico pensara que ella lo había empujado. Se apartó a un lado, y quedó acostada, apoyada sobre los codos y con los pies afuera de la cama, como Max.

—Perdóname. Emily. Me entusiasmé tanto contigo que no me di cuenta de que estaba la cama atrás. No pienses mal de mí...

—¡No Max, perdóname tú! Fui una tonta. Debí fijarme por donde bailábamos.

(¡Qué vergüenza, por Dios! ¡Este chico debe pensar que soy una de esas...!)

Quedaron ambos en silencio, y se miraban con ojos de pedirse disculpas uno al otro, y después de unos instantes se dieron cuenta de que sus mutuas expresiones eran graciosas. Empezaron a sonreír lentamente, y de pronto Emily no pudo contener la risa.

—¡Pero tu cara cuando te caías! ¡Ni que te estuvieras cayendo a un precipicio!

—¡No sé si me sorprendió más caerme o aterrizar contigo encima! –rió Max.

—¡Ay, Max! ¡Me avergüenza haberte hecho esto en nuestra primera cita! –dijo Emily, que sonreía sonrojada.

—No te preocupes, Emily. No debemos ser la primera pareja que se cae bailando.

—¡Sí, pero podríamos habernos caído en... otro lado! –comentó Emily con una sonrisita cómplice.

—Si hubiéramos caído en otro lado, creo que no estaríamos riéndonos ahora...

—Emmm... es cierto.

Max se sentó en la cama y ella hizo lo mismo. Él le tomó la cintura nuevamente, acercó su rostro al de ella, y la miró a los ojos:

—Me encantó este accidentito...

Cuando quedaron tocándose las narices, Emily susurró:

—A mí también –y le puso una mano en el hombro.

Sus besos se volvieron más suaves y más lentos. Sin darse cuenta, perdieron de a poco su posición sentada, hasta que, cuando se dieron cuenta, estaban ambos bien acostados, con sus cabezas en la almohada, y se habían quitado el calzado, quedando ambos solo con sus calcetines.

(¡Ay, no! ¿En qué momento me saqué mis zapatos??)

Emily abrió los ojos y miró a Max, asustada. Éste se percató de la preocupación de Emily, así que le prodigó una dulce sonrisa y le dio un cariñoso beso en la punta de la nariz.

—Eres una chica bien educada. Por lo menos te sacas los zapatos para subir a la cama. Yo algunas veces vuelvo tan cansado que me acuesto sin siquiera sacarme los tenis...

—Ay, amor, soy un desastre...

—¿Por qué?

—Vengo a nuestra primera cita, y además de hacerte tropezar y caer, me saco los zapatos y me acomodo más en tu cama. Eso no es de chica bien educada.

—No lo veo así. Te portaste como una chica enamorada, pero nunca dejaste de ser una dama.

—¿Te parece que es de una dama acostarse en tu cama en la primera cita?

—Mi amor, te portaste como una dama del siglo 21. No pretendo que te portes como una dama del siglo 19.

—Entonces, ¿no te molesta mi comportamiento?

—Para nada. No me sentí molesto en ningún momento contigo. ¿Tú en algún momento tuviste miedo de que yo fuera un atrevido?

Emily lo miró a los ojos.

—Nunca, amor. Fuiste un caballero en todo momento. Tan caballero, que tuve un poco de temor de no estar a tu altura.

—¿Un caballero que prepara pizza y toma cerveza? –sonrió Max.

—Un hombre– y le tomó el rostro con ambas manos para besarlo.

Max la abrazó y empezaron a besarse con intensidad. Cada tanto ella despegaba su boca y le susurraba al oído:

—Te amo, Max.

De tanto en tanto ella se entusiasmaba y se subía encima de él, lo besaba en el rostro y luego bajaba hacia el cuello. En esos momentos, Max decía:

—Me encanta ser tuyo.

Emily dejaba de besarlo y recostaba su cabeza sobre el pecho de él. Y quedaban así un largo rato, en el que ella disfrutaba el calor y los latidos de su corazón. Luego se acostaba a su lado y con su mirada, lo invitaba a que se ponga sobre ella. Max, con mucha delicadeza, lo hacía, ella lo abrazaba del cuello, como cuando bailaban, y él, con una mano en su espalda y la otra en su cintura, se aventuraba hacia el cuello.

Ella entonces le tomaba la cabeza y le acariciaba el pelo, sin darse cuenta que a veces lo tironeaba un poco hacia abajo, como para llevar la cabeza de Max hasta su pecho.

Pero el chico no deseaba aventurarse hacia un área íntima, y sus labios emprendían el regreso hacia el rostro de Emily.

4

AMANECER

En cierto momento, hicieron una pausa, en la que Emily se acostó a su lado, puso la cabeza en su pecho y le dijo:

—Ay, Max. Todavía no puedo creer haberte encontrado y que te fijaras en mí. ¡Todo esto es tan hermoso!

—Yo soy el que debería estar agradecido de que una chica como tú acepte una cita en mi humilde cabaña. Y que me hayas perdonado la torpeza de caerme.

—No, Max. Perdóname tú por querer llevar tu cabeza a mi pecho. Te amo tanto que a veces me entusiasmo demasiado, pero tú me contienes.

—Yo sé que quizás quieres brindarte entera, pero yo prefiero disfrutarte lenta y gradualmente, como a las cosas bellas de la vida.

(Este chico es un santo y es poético hasta para corregirme. Ahora me doy cuenta de que con los avances que le hice, él podría haberse abusado de mí, pero no lo hace porque me ama y quiere protegerme. Esta clase de chico es muy difícil de encontrar... ¡Lo amo!)

De repente, ella abrió los ojos, levantó la cabeza y miró hacia la ventana, que estaba de espaldas a Max.

—¿Qué sucede, Emi? – preguntó él.

—¿Está... amaneciendo??

Max se dio vuelta para mirar, y lanzó una risita.

—Efectivamente, mi amor. Te has pasado toda la noche en mi cabaña.

—¡Por Dios! ¿Cómo nos pudimos pasar toda la noche acostados besándonos??

—A mí también me sorprende. Pero es la magia del amor, que vence al tiempo– respondió Max, con una sonrisa.

—Lo siento, Max. No puedo quedarme. Tengo cosas que hacer –dijo Emily.

—¿Vendrás otra vez, o yo tendré que visitarte? –preguntó Max mientras ella se ponía sus zapatos.

—Yo te llamo... – le dio un gran beso de despedida, y salió por la puerta.

La prisa de Emily no se debía al horario sino al hecho de que recién se había percatado de que tenía su entrepierna mojada, y pensó que se le había escapado orina.

Una vez en su cabaña, revisó su ropa interior y su protector femenino, y comprobó que estaba mojado, no con orina, sino con un líquido transparente y aceitoso que nunca había visto antes.

Ella había tenido su menarca a los 11 años y su madre le explicó en detalle los fluidos típicos de la zona. Pero nunca le había mencionado este tipo de líquido. Emily se vio obligada a echar mano de las enciclopedias que tenía en su pequeña biblioteca, y entre los fluidos mencionaba uno que efectivamente era transparente y aceitoso, y que, según el texto, era "producto de la excitación sexual de la mujer".

Emily empezó a atar cabos. ¿Esto habrá sido por el fuerte calor y picazón que sentía cuando él recorría su boca con la lengua? Era muy probable, porque esa sensación nunca la había sentido, y este líquido nunca lo había visto antes.

(Emily, debiste ser un poco más discreta con los avances que le hiciste a ese chico, ¡ya tu cuerpo se estaba preparando para el sexo! Quizá esté bien cuando llevas meses saliendo ¡pero no para la primera cita! ¡No quedaste embarazada solo porque ese chico es un santo!)

Pero la chica, mientras su conciencia la regañaba, solo podía recordar esos deliciosos momentos, y volvió a sentir un poquito esa sensación que indicaba la entrada a lo más dulce de su juventud.

5

PASEO DESVELADO

A media mañana, Billy visitó a Emily en su cabaña y se disculpó por su mala actitud con Max. Ella se conmovió por este gesto ya que se sentía culpable por haber invitado al chico y haber arruinado la piyamada. Así que a pesar de que tenía mucho sueño por no haber dormido, aceptó la invitación de Billy para ir a dar un paseo a la montaña. Tomó su mochila y salieron.

Pasaron por la cabaña de Max para invitarlo a él también al paseo. No tenía muchas ganas de ir por dos razones: Una era que tenía mucho sueño, porque no había dormido. Y la otra era porque se sentía culpable de haber arruinado la velada que él había organizado.

Pero cuando vio que ella también (a pesar de que tenía mucho sueño) había hecho el esfuerzo de levantarse para ir al paseo, decidió tomar su mochila y acompañarlos. Emily y Max se miraron con una sonrisita cómplice. En el fondo temían que su amigo atara cabos por notarlos a ambos desvelados.

Pero el buen Billy parecía muy contento de que estén ambos en el paseo, y no parecía acordarse para nada del desaire de la otra noche, ni mucho menos sospechar lo que hubo entre su amiga y Max.

Era una mañana bastante fresca, y emprendieron el camino al bosque de la montaña. Al principio la pareja estaba separada y a ambos lados de Billy, a medida que avanzaban por el camino, Emily fue acercándose más a Max y dejó a Billy a un costado.

Llegaron a un lugar que era ideal para sentarse y acampar un rato, porque tenía una vista panorámica muy bella. Billy quiso preparar un café y fue a buscar leña para encender un fuego, dejando a Max y Emily solos.

—Me encantó lo de anoche–susurró ella.

—A mí también.

Emily lo tomó de una mano y empezó a acariciársela.

—¿Cuándo podremos tener otra nochecita como esa? – preguntó, mirando con picardía a los ojos a Max.

—Cuando tú quieras, mi amor. Mi cabaña es tuya– le sonrió el chico.

—Ay, Max... –empezó a decir Emily, algo sonrojada– ¿Quieres que te confiese algo?

—Ya sé. ¿Querrías que Billy no estuviese?

Emily soltó una risita.

—Nooo... si no hubiera tenido que venir aquí, te juro que me daría ganas de ir a tu cabaña para que nos quitemos lo desvelado durmiendo juntitos.

—Ay, mi Emi... – dijo sonriendo, y abrazó a la chica y le besó la frente–. Eres tan dulce...

Y ella lo abrazó, acercó su boca, y se fundieron en un tierno beso.

En eso escucharon, a lo lejos, que Billy se acercaba cantando, y se separaron para que no los viese.

—Disculpen, me demoré un rato porque no encontraba leña seca. Vamos a preparar un desayuno calentito.

Max encendió el fuego y Emily preparó un café bien fuerte para calentarse y de paso para despejarse, porque el desvelo aún le hacía pesar los párpados.

—¿Dormiste bien anoche, Emily? Se te notan un poco de ojeras– observó Billy.

Max notó el pequeño gesto de sorpresa que hizo Emily, y quiso ayudar.

—Quizás se entusiasmó con...– empezó a decir Max, y Emily abrió grandes los ojos de alarma.

—...con el estudio ¿verdad? –completó el muchacho, e hizo que la chica se aliviara, aunque sea a costa de una mentirita.

—Ehmm... sí. Betsy se puso exigente– respondió Emily, con el rostro escondido tras el jarrito del que bebía–. No me presta los libros por mucho tiempo.

—Ah. Porque me entregó ayer tarde un par de libros de estudio para ti, y me encargó que te los pase– contó Billy–. Al final con mis actividades se me hizo tarde, y no te los pasé porque no quise molestarte a la noche. Disculpa. Ahora cuando volvamos te los entrego. ¿Qué hiciste anoche? ¿Estuviste repasando lo anterior?

Emily casi se atraganta con el café.

—Esteee... Sí. Me di cuenta de que me había olvidado algunos conceptos y decidí pegarles una ojeada.

—Ah, me parece muy bien, Emi. Se ve que te entusiasmaste con el estudio. Lamento haberte levantado temprano. A lo mejor querías dormir un poco más.

—No, está bien. Tengo que convertir en rutina levantarme temprano y hacer una sana caminata.

—Y esto de desayunar en medio de la naturaleza es genial– comentó Max.

—No saben qué contento estoy de que estemos los tres juntos de nuevo –dijo Billy–. Quiero pedirles disculpas a los dos por la forma en que me porté en la velada. Programé actividades solo con ella y no estaba acostumbrado a que participe otro. Y por eso me molesté. Estuve mal. Y me quedé más mal todavía cuando tú, Max, te fuiste tan de repente, que Emily tuvo que salir detrás de ti. Pensé que ella te convencería de volver, pero no volviste. Así que creí que los dos estarían enojados uno con otro y además conmigo –concluyó Billy, mirando a ambos con expresión de culpa.

—No Billy, para nada, no te preocupes.

—¿Ustedes dos están bien? Tú, Max ¿no te enojaste con Emily?

—¡Nooo... para nada!– intervino ella–. Incluso Max me pidió disculpas a mí. Se comportó maravilloso –dijo Emily con una sonrisa para Max.

—Ya veo... ¡qué lindo grupo que formamos! –observó Billy–. Y qué bueno que me hayan perdonado ese enojito. En ese momento pensé dos cosas: o que se hayan enojado entre ustedes, o por el contrario... que se hayan enojado conmigo y que hagan piyamadas entre ustedes sin mí.

Este comentario tomó totalmente por sorpresa a Max y le causó tanta gracia que no pudo reprimir una risa. A Emily, que quería ocultar cualquier indicio de relación con el muchacho, no le hizo gracia el comentario ni la reacción de Max.

Pero después, cuando vio que Billy también reía, el ambiente se entibió y ella también empezó a sonreír, aunque con cautela, porque Max, mientras reía, le dirigía cada tanto unas miraditas cómplices que la hacían poner colorada.

Tuvieron un desayuno muy ameno entre chismes, risas y charlas, y cuando el sol estuvo a medio camino en el cielo, emprendieron el regreso. Fueron cada uno a su cabaña, y Billy tomó los libros que le había dado Betsy y fue a la cabaña de Emily para entregárselos.

—Gracias, Billy. Me entregaré por completo a la lectura de éstos. Quiero devolvérselos pronto a Betsy.

—Bien. Procuraré no molestarte en tu cita con... los libros.

Cuando oyó esto, el pecho le dio un vuelco. Ya era la segunda indirecta que escuchaba de Billy. ¿Podría ser que él sospechara algo?

6

ESTUDIO CON ASISTENCIA

Emily, preocupada por lo que su amigo Billy pudiera sospechar, se le pasó por la cabeza cortar por un tiempo con Max para, por un lado, no despertar sospechas, y por el otro lado, para poder leer tranquila.

Tomó los libros que le había dado Billy, creó en su cabaña un ambiente de estudio, y se dispuso seriamente a leer esos gruesos volúmenes.

Pero le costaba lograr concentración, y cuando la lograba, le costaba memorizar. A cada momento aparecía en su mente el recuerdo de aquella memorable noche con Max. Fue una noche de sensaciones fuertes e indescriptibles, que nunca había tenido antes. Una sensación de entrega plena... de fusión, no solo de labios, sino de almas. Y se dio cuenta de que eso era lo que llamaban Amor. Y era maravilloso.