Sobre la Brevedad de la Vida - Sobre la Felicidad - Séneca - E-Book

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Seneca

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Beschreibung

Séneca destacó como intelectual y político. Consumado orador, fue una figura predominante de la política romana durante los reinados de Claudio y Nerón.  A causa de este extraordinario prestigio, fue objetivo tanto de benefactores como de enemigos. Como escritor, Séneca pasó a la historia como uno de los máximos representantes del estoicismo. Su obra constituye la principal fuente escrita de filosofía estoica que se ha conservado hasta la actualidad. Abarca tanto obras de teatro como diálogos filosóficos, tratados de filosofía natural, consolaciones y cartas. En esta edición, dos de los textos más importantes y profundos de Séneca: Sobre la brevedad de la vida y Sobre la felicidad.

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Séneca

SOBRE LA BREVEDAD DE LA VIDA

“De brevitate vitae”

SOBRE LA FELICIDAD

“De vita beata”

Sumario

PRESENTACIÓN

SOBRE LA BREVEDAD DE LA VIDA

SOBRE LA FELICIDAD

PRESENTACIÓN

Acerca del autor

Lucio Anneo Séneca a (Corduba, 4 a. C.-Roma, 65 d. C.), llamado Séneca el Joven para distinguirlo de su padre, fue un filósofo, político, orador y escritor romano conocido por sus obras de carácter moral.

Hijo del orador Marco Anneo Séneca, fue cuestor, pretor, senador y cónsul sufecto durante los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, además de tutor y consejero del emperador Nerón. Su papel de tutor durante la infancia de Nerón es representado en la famosa obra de teatro Britannicus de Racine.

No recibimos una vida corta, somos nosotros quienes la acortamos. La vida es larga si sabemos aprovecharla.

Séneca

Séneca destacó como intelectual y político. Consumado orador, fue una figura predominante de la política romana durante los reinados de Claudio y Nerón, siendo uno de los senadores más admirados, influyentes y respetados. Entre los años 54 y 62, durante los primeros años del reinado de su joven pupilo Nerón, Séneca gobernó de facto el Imperio romano junto con Sexto Afranio Burro. Esto le granjeó numerosos enemigos, y se vio obligado a retirarse de la primera línea política en el año 62. Acusado, tal vez falsamente, de participar en la conjura de Pisón contra Nerón, su antiguo alumno lo condenó a muerte, y se suicidó en el año 65.

Como escritor, Séneca pasó a la historia como uno de los máximos representantes del estoicismo. Su obra constituye la principal fuente escrita de filosofía estoica que se ha conservado hasta la actualidad. Abarca tanto obras de teatro como diálogos filosóficos, tratados de filosofía natural, consolaciones y cartas. Usando un estilo marcadamente retórico, accesible y alejado de tecnicismos, delineó las principales características del estoicismo tardío, del que junto con Epícteto y Marco Aurelio está considerado su máximo exponente.

La influencia de Séneca en generaciones posteriores fue inmensa. Fue citado por escritores y filósofos cristianos como Lactancio, San Agustín y San Jerónimo. Durante el Renacimiento fue "admirado y venerado como un oráculo de edificación moral, incluso cristiana; Fue un maestro de estilo literario y un modelo para las artes dramáticas".

Acerca de la Obra

Las obras que nos quedan de Séneca se pueden dividir en cuatro apartados: los diálogos morales, las cartas, las tragedias y los epigramas. La filosofía de Séneca se expresa en estas obras. No escribió una obra sistemática de filosofía; su pensamiento filosófico, sus ideas estoicas, se manifiestan a lo largo de toda su obra.

Los diálogos son once obras morales conservadas en un manuscrito de la Biblioteca Ambrosiana. Si se exceptúa el conocido con el nombre Sobre la ira, son relativamente cortos. El largo diálogo Sobre la ira está dedicado a su hermano Novato, que le había pedido que le escribiera sobre el modo de mitigar la ira.

En el exilio escribió el tratado Sobre la providencia, dedicado a Lucilio hijo. De su exilio es también el diálogo más exquisito y el más lleno de detalles personales, que escribió a su madre: De la consolación a Helvia. Junto al tratado Sobre la providencia hay que colocar el De la constancia del sabio, escrito probablemente después del año 47. Vuelto a las tareas de gobierno, redacta el diálogo Sobre la brevedad de la vida, escrito con toda probabilidad en el año 55. A su hermano Galión (que recibe su nombre por su padre adoptivo, Julio Galión) le dedicó el diálogo La vida bienaventurada, una curiosa defensa de su forma de vida de filósofo estoico.

Durante el período de retiro de la vida política escribió Cuestiones naturales, libro dedicado a Lucilio que trata de fenómenos naturales, en el que la ética se mezcla con la física.

Escrita en prosa y en verso, pero aislada de sus demás obras, como caso único está la Apocolocyntosis, una sátira feroz de la deificación de Claudio, con crítica política y malicia personal, como responsable que fue de su destierro.

De toda la obra poética de Séneca, sus diez tragedias son el fruto de una actividad creativa, independiente, que ejerció a lo largo de su vida, pero especialmente en el periodo intermedio de la educación de Nerón, quien era un gran aficionado al teatro y a la declamación.

Sabemos que en efecto las compuso porque Tácito (Annales, XIV, 52) cuenta que se reprochaba a Séneca el haberlas escrito siguiendo el gusto que por ellas demostraba Nerón. Diez tragedias han llegado hasta nosotros, de las cuales ocho parecen en efecto de su autoría: Phaedra, Troades, Thyestes, Phoenissae, Medea, Oedipus, Agamemnon y La locura de Hércules. Una, no obstante, es dudosa en la atribución: Hercules Oeteus / Hércules en el Eta; y otra, ciertamente, es apócrifa: Octavia.

Sobre la brevedad de la vida

“De brevitate vitae” es un texto escrito por el filósofo romano Séneca en el año 55 d. C. e incluido en su obra Diálogos. Este libro, dedicado a Paulino, quien probablemente fue cuñado de Séneca, es quizas el que más influencia ha ejercido en la posteridad, sobre todo en los autores españoles del Siglo de Oro.

En él, Séneca afirma que la vida, aunque lo pueda parecer, no es breve, sino que es el individuo quien hace que así lo sea. Uno de los motivos por los cuales se considera que la vida es corta, es porque no se sabe aprovecharla.

Para Séneca, aquel que mejor vive la vida, es el sabio, ya que recuerda sabiamente el pasado, sabe aprovechar el presente y dispone el futuro. Esta unión de los tres tiempos, hace posible que la vida del sabio sea larga; y muy corta la de aquellos que se olvidan del pasado, descuidan su presente y miran al futuro con miedo y temor.

Sobre la felicidad

“De vita beata” es un diálogo escrito por Lucio Anneo Séneca sobre el año 58 d. C. Está destinado a su hermano mayor Galión, antes llamado Novato, al que también había dedicado su primer diálogo, titulado De la ira. El diálogo sobre la felicidad está dividido en 28 capítulos que presentan el pensamiento moral de Séneca en plena madurez.

Séneca, de acuerdo con la doctrina estoica, arguye que la naturaleza es razón (en griego logos) y que la persona deberá emplear su facultad de razonar para vivir en concordia con la naturaleza y de este modo alcanzar la felicidad. El filósofo romano propone el seguimiento de una secuencia lógica en el planteamiento vital, empezando por la definición de los objetivos que la persona quiere conseguir. En la toma de decisiones apuesta por el desprecio a los caminos del vulgo ("el camino más trillado y más conocido es el que más nos engaña") puesto que todos "prefieren creer a juzgar" y "el error [...] de mano en mano [...] lleva al precipicio" (Cap.I).

SOBRE LA BREVEDAD DE LA VIDA

La mayor parte de los mortales, Paulino, se queja de la malicia de la naturaleza, porque somos engendrados para un tiempo escaso, porque estos espacios de tiempo que nos da discurren tan velozmente, tan rápidamente, que, salvo muy pocos, a los demás la vida les deja plantados en los propios preparativos de su vida. Y por esta desgracia, en su opinión común, no sólo gimen la gente y el vulgo ignorante: este sentimiento ha provocado las quejas también de insignes varones. De ahí viene la proclama del mejor de los médicos: «La vida es corta, largo el conocimiento»; de ahí viene el pleito, muy poco apropiado en un hombre sabio, de Aristóteles, cuando presenta una reclamación contra la naturaleza: «Ha otorgado a los animales tanta vida que la alargan cinco o diez generaciones, para el hombre, engendrado para tan numerosas y notables cosas, mucho más próximo se halla el término». No tenemos escaso tiempo, sino que perdemos mucho.

Nuestra vida es suficientemente larga y se nos ha dado en abundancia para la realización de las más altas empresas, si se invierte bien toda entera; pero en cuanto se disipa a través del lujo y la apatía, en cuanto no se dedica a nada bueno, cuando por fin nos reclama nuestro último trance nos percatamos de que ya ha transcurrido la vida que no comprendimos que corría. Así es: no recibimos una vida corta, sino que nos la hacemos, y no somos indigentes de ella, sino dilapidadores. Tal como los caudales vastos y dignos de un rey, en cuanto van a parar a un mal dueño, al instante se desvanecen y, en cambio, por más que sean modestos, si se ponen en manos de un buen administrador, crecen con su uso, así nuestra vida resulta muy extensa para quien se la organiza bien.

¿Por qué nos quejamos de la naturaleza? Ella se ha portado bondadosamente: la vida, con que sepas servirte de ella, resulta larga. <Pero> a uno lo domina la avaricia insaciable, a otro su oficiosa aplicación en inútiles empeños; uno se empapa de vino, otro se embota de indolencia; a uno lo agota su ambición siempre pendiente de las decisiones de los demás, a otro su arrebatado deseo de comerciar le lleva alrededor de todas las tierras, de todos los mares, con la esperanza de una ganancia; a algunos los atormenta su pasión por la guerra, sin dejar nunca de estar atentos a los peligros ajenos o angustiados por los suyos; los hay a quienes desgasta en una voluntaria esclavitud su veneración a sus superiores, en absoluto agradecida; a muchos les han mantenido ocupados sus pretensiones a la fortuna de otros o su preocupación por la propia; a los más, que no van detrás de nada concreto, los ha lanzado a renovados proyectos su volubilidad errática, inconstante, disgustada consigo misma; a algunos no les gusta nada a dónde pudieran enderezar su rumbo, sino que su destino los sorprende languideciendo y bostezando, de manera que no dudo de que sea cierto lo que en el más grande de los poetas está dicho a modo de oráculo: «escasa es la porción de la vida que vivimos». De hecho, todo el trecho restante no es vida, sino tiempo. Los acosan y cercan por todas partes los vicios y no los dejan alzarse ni levantar los ojos para contemplar la verdad, sino que los retienen hundidos y fijos en su pasión. Nunca les es posible volver en sí. Si tal vez les toca por casualidad algún sosiego, como un mar profundo, en el que también después del vendaval hay agitación, se remecen y nunca tienen reposo de sus pasiones. ¿Piensas que hablo de esos cuyas desgracias están de manifiesto? Mira a aquellos a cuya prosperidad se arrima la gente: están ahogados por sus bienes. ¡Para cuántos resultan abrumadoras sus riquezas! ¡A cuántos ha chupado la sangre su elocuencia y la obligación diaria de ostentar su talento! ¡Cuántos andan demacrados por sus continuos placeres! ¡A cuántos no les deja ninguna libertad el hacinamiento de clientes que los asedia! En fin, repásalos todos desde los más bajos hasta los más altos: éste convoca, éste comparece, aquél está en un aprieto, aquél lo defiende, aquél lo juzga, ninguno se ocupa de sí mismo, cada uno se desgasta por el otro.

Pregunta sobre esos cuyos nombres son bien sabidos, verás que se los reconoce por estas señales: aquél es servidor de aquél, éste de aquél; ninguno es su propio dueño. Además, la irritación de algunos es verdaderamente insensata: se quejan del desaire de sus superiores porque no han tenido tiempo para ellos cuando querían una audiencia. ¿Se atreve a quejarse de la altanería de otro uno que nunca tiene tiempo para sí mismo? Él, sin embargo, con un aire ciertamente impertinente, pero te ha mirado a veces, a ti, seas quien seas, él ha inclinado sus oídos a tus palabras, él te ha acogido a su lado: tú nunca te has dignado mirarte ni escucharte. Así pues, no tienes por qué hacer valer ante nadie esos buenos oficios, puesto que, cuando los llevabas a cabo, en realidad no querías estar con otro, sino que no podías estar contigo.