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Las obras filosóficas de Lucio Anneo SÉNECA (ca. 4 a.C.-65 d.C.) han ejercido un duradero influjo sobre la cultura occidental y contienen una formulación significativa de las ideas del estoicismo maduro. "Sobre la felicidad" - De vita beata- plantea algunas cuestiones centrales de la ética antigua: la relación del placer con la virtud y con la felicidad, el ideal humano, la figura del sabio, la significación del concepto de naturaleza aplicado al hombre, la justificación de las riquezas, los supuestos religiosos de la ética, etc.
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Veröffentlichungsjahr: 2024
SOBRE LA FELICIDAD
Capítulo I: La opinión común y el acierto
Capítulo II: Razón y opinión
Capítulo III: La felicidad verdadera
Capítulo IV: Definiciones del sumo bien
Capítulo V: La libertad del sabio
Capítulo VI: Placer y felicidad
Capítulo VII: Oposición de la virtud y el placer
Capítulo VIII: Vivir según la naturaleza
Capítulo IX: El placer sobrevenido
Capítulo X: La actitud ante el placer
Capítulo XI: Impotencia de la sabiduría epicúrea
Capítulo XII: El peligro del epicureísmo
Capítulo XIII: El verdadero sentido de la doctrina de Epicuro
Capítulo XIV: El riesgo del placer
Capítulo XV: Obedecer a Dios es libertad
Capítulo XVI: La felicidad del sabio
Capítulo XVII: Los principios y la conducta
Capítulo XVIII: La malevolencia no respeta a nadie
Capítulo XIX: La envidia, origen de la maledicencia
Capítulo XX: El valor del esfuerzo filosófico
Capítulo XXI: Las preferencias del sabio
Capítulo XXII: El papel de las cosas preferibles
Capítulo XXIII: El uso de las riquezas
Capítulo XXIV: El arte de dar
Capítulo XXV: El apego a las riquezas
Capítulo XXVI: El necio y el sabio
Capítulo XXVII: El ejemplo de los filósofos
Capítulo XXVIII: La amenaza prevista
Todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felices, pero al ir a descubrir lo que hace feliz la vida, van a tientas, y no es fácil conseguir la felicidad en la vida, ya que se aleja uno tanto más de ella cuanto más afanosamente se la busque, si ha errado el camino, si éste lleva en sentido contrario, la misma velocidad aumenta la distancia. Hay que determinar, pues, primero lo que apetecemos; luego se ha de considerar por dónde podemos avanzar hacia ello más rápidamente, y veremos por el camino, siempre que sea el bueno, cuánto se adelanta cada día y cuánto nos acercamos a aquéllo que nos impulsa un deseo natural. Mientras erremos de acá para allá sin seguir a otro guía que los rumores y los clamores discordantes que nos llaman hacia distintos lugares, se consumirá entre errores nuestra corta vida, aunque trabajemos día y noche para mejorar nuestro espíritu. Hay que decidir, pues, a dónde nos dirijamos y por dónde, no sin ayuda de algún hombre experto que haya explorado el camino por donde avanzamos, ya que aquí la situación no es la misma que en los demás viajes; en éstos hay algún sendero, y los habitantes a quienes se pregunta no permiten extraviarse; pero aquí el camino más frecuentado y más famoso es el que más engaña. Nada importa, pues, más que no seguir, como ovejas, el rebaño de los que nos preceden, yendo así, no a donde hay que ir, sino a donde se va. Y ciertamente nada nos envuelve en mayores males que acomodarnos al rumor, persuadidos de que lo mejor es lo admitido por el asentimiento de muchos, tener por buenos los ejemplos numerosos y no vivir racionalmente, sino por imitación. De ahí esa aglomeración tan grande de personas que se precipitan unas sobre otras. Lo que ocurre en una gran catástrofe colectiva, cuando la gente misma se aplasta, nadie cae sin arrastrar a otro y los primeros son la perdición de los que siguen, puedes verlo suceder en toda vida; nadie yerra sólo por su cuenta, sino que es causa y autor del error ajeno. Es dañoso, pues, apegarse a los que van delante; y como todos prefieren creer que juzgar, nunca se juzga acerca de la vida, siempre se cree, y nos perturba y pierde el error que pasa de mano en mano. Perecemos por el ejemplo de los demás; nos salvaremos si nos separamos de la masa. Pero ahora la gente se enfrenta con la razón, en defensa de su mal. Y sucede lo mismo que en los comicios, en los cuales los mismos que han nombrado a los pretores, se admiran de que hayan sido nombrados, cuando ha mudado el inconstante favor; aprobamos y condenamos las mismas cosas; éste es el resultado de todo juicio que se falla por el voto de la mayoría.