Sueña conmigo - Almma Balcázar - E-Book

Sueña conmigo E-Book

Almma Balcázar

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Beschreibung

¿Qué pasaría si las experiencias que vivimos cuando dormimos tuvieran consecuencias en la realidad? Mientras Alana Dottirgulbrand aprende a dominar el don de manipular los sueños, la intervención de una misteriosa presencia llevará consecuencias fatales a sus creaciones oníricas. El destino de su familia está marcado por una maldición: la descendencia masculina, así como sus padres, está destinada a morir de forma trágica. Criada por sus tías, Alana ha crecido en estrecha relación con la magia, el poder de la naturaleza y los dones otorgados por las diosas del panteón nórdico. Mientras tanto, se ha dejado llevar por sus aventuras eróticas, aunque negada a encontrarse con el verdadero amor. Guiada por una responsabilidad con su estirpe matriarcal, en Sueña conmigo deberá encontrar la forma de cambiar el futuro familiar y comprender los límites de su magia.

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SUEÑA CONMIGO

Almma Balcázar

 
SEGUNDA EDICIÓN
Junio 2023
Editado por Aguja Literaria
Noruega 6655, departamento 132
Las Condes - Santiago - Chile
Fono fijo: +56 227896753
E-Mail: [email protected]
Sitio web: www.agujaliteraria.com
Facebook: Aguja Literaria
Instagram @agujaliteraria
ISBN: 9789564090764
DERECHOS RESERVADOS
Nº inscripción: 2020-A-10569 
Almma Balcázar
 Sueña conmigo
Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita del autor,bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obrapor cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático
Los contenidos de los textos editados por Aguja Literaria son de la exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan el pensamiento de la Agencia
TAPAS
Imagen: Sandro Tsitskhvaia
Diseño: Sandro Tsitskhvaia y Jimena Cortés
Dedicado a las personas que amo,

en especial mi familia, por la paciencia

y el gastado asombro que tienen

ante todas mis ocurrencias.

A Luis, mi amigo,

quien me dio el nombre

para uno de mis personajes.

Y a mi Monarca por su compañía.

ÍNDICE

Una historia familiar

Nacimiento de un legado

El futuro de un universo

La iniciación

Una oveja disfrazada

Vindicta

Nott Sueño I

Nott Sueño II

Nott Sueño III

Una roja enseñanza

Una flor en sol menor

La biología de un atardecer

El secreto del espejo

Nott Sueño IV

Nott Sueño V

El guardián de los sueños

Nott Sueño VI

La magia del olvido

La manzana del Edén

Una noche celeste

Calor de invierno

Fuerzas sutiles

El nacimiento de un dragón

Magia sanadora

Luna alada

Epifanía

Protegiendo un sueño

La fantasía de la verdad

Sin escape

Nunca sola

Lid

Investidura

El encuentro con una verdad

Semillas en la montaña

Sueño infinito

Los años han envejecido, solo queda tiempo para contar esta historia una última vez. La historia de Alana, hija de Astra Dottirgulbrand y un hombre fallecido, del cual solo recordaba verlo saltar desde lo alto de un ático. Ella tenía seis años, mientras que él, de puntillas al borde de un silencio eterno y con el alma echando alas, esbozó en sus labios un “Perdóname” antes de precipitarse al vacío. La niña se quedó sin voz tras un grito desgarrador. 

Aquella tarde habían pasado un día familiar al visitar el Museo de Gustav Tarla, inaugurado en fecha reciente. Era un monumento a la historia de la vieja Escandinavia, narraba su origen e historia vikinga junto a un pasado teñido de sangre y tesoros. En el museo, el padre se quedó mirando un cuadro durante largo tiempo, mientras Alana, de la mano de su madre, observaba maravillada un drakkar, con aquellas tablas moldeadas y la imaginación presa por la voz del guía, que contaba las aventuras sangrientas de los tripulantes. 

De pronto, se alejó de su madre, tras indicarle con un gesto que se reuniría con su padre. Astra asintió con la cabeza y la siguió con la mirada hasta casi verla llegar a él. En ese momento, desprendió su atención para continuar escuchando el relato.

El padre despegó sus ojos del cuadro para observar las escaleras que se encontraban a un costado, para luego dirigirse hacia allí enceguecido, sin advertir la cercanía de su hija. Comenzó a subir apresurado los escalones, alejándose de la vida, mientras Alana lo seguía hasta llegar a lo más alto, donde presenció su inexplicable despedida. 

Repasando en su memoria aquellos dolorosos recuerdos, siempre se preguntaba si aquel cuadro que contemplaba con especial atención gatilló su desquiciada decisión. Al hacer memoria de aquel ritual fúnebre, observaba a su madre en el preludio de un salón, tranquila y sin derramar una lágrima, la mirada perdida tras la ventana sin cristal de su mente, filtrando el aire que se hacía pesado con cada inspiración. Su rostro estaba moldeado por la nada, reflejaba una franca ausencia ante la confusa situación. Por su parte, Alana veía las siluetas difuminadas de todos los que deambulaban a su alrededor, percibía sus voces distorsionadas al contemplarse rodeada de cirios y abrazada a la escultura del magnífico y marmolado dragón, al cual rogaba que acabase pronto eso que parecía un horrible sueño. 

Una historia familiar

Para entender es necesario volver atrás. La historia de una vida muestra los mejores momentos y los peores errores. Para avanzar y mejorar, hay que mirar los detalles, sanarlos y resignificarlos. En los orígenes se encuentra el punto de partida, mucho antes del propio nacimiento, en el principio del lazo de amor que dio la semilla del genealógico árbol, aquel que graba en genes la madera de la vida. Un tallado deficiente puede dejar en peligro la próxima floración e impregnar de un otoño permanente la estación que siempre debió ser primavera.

A partir de aquí, se narra la historia. Los Gulbrand eran una familia de renombre a finales del siglo XII. Sus arcas rebosaban una ostentosa fortuna, gracias a los buenos negocios del único heredero del apellido. Su nombre era Adámas, un gran negociante y explotador de diamantes, quien con el cumplimiento de un visionario sueño vio engrandecida su riqueza y estatus; tras ser favorecido con la conveniente opulencia de los lujos, dejó a la sucesión asegurada de comodidades. Este magnífico señor poseía un rostro inexpresivo, siempre se preocupaba por exhibir un grado extremo de pulcritud, a tal nivel, que su círculo cercano afirmaba que el perfeccionismo fue creado gracias a él; esta cualidad le sirvió para alcanzar los más altos estándares en todo acto realizado. Desde su nacimiento, su futuro matrimonial estaba arreglado y lo aceptó sin problemas, pues siempre pensó que aquella mujer había sido creada para él. De la unión nació una niña, quien heredó el patronímico nombre de Nisa Dottirgulbrand, además del gran negocio que continuó acrecentando la fortuna.

La familia poseía tres grandes terrenos distribuidos en el centro, norte y sur de aquel país nórdico, con más de veinte hectáreas cada uno. En ellos se alzaban enormes edificaciones antiguas, llamadas casonas de forma modesta, fortalezas castillosas construidas para la comodidad de un gran apellido.

Cada una de las casonas presentaba diferentes fachadas y estructuras externas, pero en su interior los espacios se repetían, excentricidad de un enamorado esposo con la única finalidad de que su amada se sintiese siempre en casa. Por este motivo, ordenó construir los castillos bajo estrictas características arquitectónicas, un gran regalo al que aquella mujer respondía con un cariño incondicional, al acompañarlo a lo largo del país o a cualquier parte del mundo. Durante estos viajes, alababa y se comportaba como la perfecta dama de compañía de un hombre de negocios bastante ocupado, ya que debía sortear variadas actividades en política, sumando a esto su influencia en el crecimiento y enriquecimiento de la región, además de su apoyo a la conectividad, tras entregar los recursos necesarios para la construcción del camino vial. En ese camino relincharía el tren al cruzar todo el territorio, para conectar y mantener un puerto en las cercanías de cada casona y encontrarse siempre con el abrazo maternal de la familia.

La primera en construirse fue ubicada en el centro del país, hoy es uno de los pocos lugares antiguos que conserva la ciudad. Está conformada por enormes pilares con robles y fresnos, frondosos arces rojos y otras variedades de robustos verdes, rodeada de una enorme muralla de piedra que delimita los metrajes resguardados de la historia. Ese espacio almacena el último recoveco no urbanizado y ha visto cómo la ruidosa ciudad crece a su alrededor sin dejarse intervenir por ella.

La segunda casona, ubicada al norte, posee la misma tipología de castillo medieval y está delimitada por barrotes de hierro forjado y una variedad de pinos, álamos, enormes robles y amarillos abedules, que susurran por las tardes al adormilado sol. En la cercanía, luego de pasar por la enorme puerta trasera, se encuentra un brazo de río con un rústico puente; al cruzarlo, se llega al panteón familiar. Si se continúa río arriba, es posible contemplar una cascada naciente de la montaña verde, que en su cima descubre una enorme explanada, interrumpida por un imponente bosque circular perfectamente delimitado; este ruedo verde es llamado Botón de Patrick.

Por último, la tercera casona y última en terminar su construcción, está ubicada al sur y su portal despide al sol, como también las otras dos obras de ingeniería. La diferencia de este lugar es su clima cálido, al contrario del resto de la región. Emplazado en el centro, se alza un laberinto de puzzlegrass, acompañado por una vertiente que adorna el final del verde pasadizo. La historia familiar cuenta que los hombres pueden ver a las náyades bañarse en sus aguas, un hermoso espectáculo mientras no se acerquen a ellas. Esto se encuentra resguardado por un murallón de piedra cubierto de verde moho.

Estos maravillosos lugares fueron desde el siglo XIII la escuela formadora de la encapsulada modalidad educativa familiar, luego se acoplaron a una educación externa que cambió y derribó la antigua normalidad que se mantenía hasta ese entonces. Así se enseñó a cada heredera a manejar el gran poder que llevaba en su sangre. 

Nacimiento de un legado

Era el día primero del siglo XIII. Con jolgorios se recibió el nuevo año, tanta felicidad hacía que Nisa Dottirgulbrand, la trastatarabuela de Alana, se sintiera poderosamente incentivada a encontrar pronto el amor. Para esto, siguió al pie de la letra los rituales que sus amigas acostumbraban a realizar. Su padre la observaba divertido y con una sonrisa generosa en su rostro, mientras ella comía pétalos de una flor, en la cual había escrito con miel símbolos rúnicos y el nombre de su platónico amor, un hombre mayor que ninguna había podido atrapar y que sin duda deseaba para sí. 

Al poco tiempo, aquel hombre inalcanzable para muchas pidió su mano en matrimonio. La complicidad de la pareja era tan dulce como la miel con la que talló aquellos pétalos en esa mágica noche; sin embargo, no duró largo tiempo. Él sentía debilidad por su mujer y por todas las otras, incluso sus amigas más cercanas. Obsesionada de rencor al enterarse de que había sido víctima de infidelidad y enceguecida por el dolor, Nisa se embarcó en una aventura que cambiaría su destino para siempre y el de toda su descendencia.

La magia era conocida en cada rincón de Escandinavia, se decía que en aquel lugar floreció desde lo más profundo de los infiernos. En el pueblo se conocía a una de sus oscuras creaciones, un ser horripilante de iracunda personalidad, pero con un poder capaz de controlar las siete leyes que convierten a cualquier ser en invencible. Poseía el poder de convertir el bronce en oro y los corazones en piedra, habitaba los rincones más profundos de la soledad, en un lugar que ni el mismísimo Odín se atrevería a visitar. El camino hacia la criatura era difícil, pero más aún encontrarla. Para esto se debía realizar un ritual de conexión previo para que el puente se mostrara. Para tal efecto era necesario seguir algunas exigencias especiales, comenzando con la escritura detallada de una carta que explicara los deseos que impulsaban el contacto; luego, durante la noche, se dejaba junto a uno de los dos candiles que permanecerían encendidos en ambos costados de la cama, solo se permitía la compañía del menguante de la luna. Bajo su luz, se elevaba una oración pautada en uno de los más antiguos lenguajes desprendidos del puente del conocimiento, llevado por Odín de su travesía por los mundos. Al realizar la invocación, una de las doce deidades discriminaba si la petición era sincera y se encargaba de realizar el paso conector hacia el oscuro ser. 

Nisa, llegado el momento, a medianoche y con el destello de la luna a media luz, impulsó con lentitud el brote de las palabras de sus fríos labios y roto corazón, para cobijarse confiada en el blanco nido. Luego, besó la carta para acomodarla y dormir serena con la ilusión de una respuesta.

Esa noche, mientras la consciencia de Nisa vagaba entre sueños, recibió una visita en su habitación. Aquella presencia se sorprendió al ver su exuberante belleza, recorrió su enmarcada silueta, cubierta por sábanas de seda blanca, y sintió un enlace poderoso hacia su alma. Aquel mágico ser, alucinado de aquella sensación, comenzó a leer la carta. A medida que avanzaba entre oraciones y líneas, se ancló a los sueños de Nisa para desencadenar recuerdos de felices y amargos episodio de su vida: infancia, amores, primer beso. Hizo esto ante un impulsivo deseo de conocerla, ya que al verla tan hermosa, entre blancos y luces bajas, recibió un sentimiento palpitante de un esperanzador salvataje. 

Al amanecer, Nisa descubrió que la carta no estaba. En su lugar encontró una pluma negra y la ventana abierta de par en par, mientras avanzaban hacia ella los recuerdos de un sueño extraño y se desprendían en retazos de imágenes y sensaciones ocultas tras registros borrosos.

La mañana siguiente a esa, tras un luminoso sueño, se le entregaron indicaciones para la preparación de un viaje. El puente había sido mostrado y abiertas las puertas del camino, así que tras aprovisionarse de lo necesario, montó su caballo y emprendió una aventura sin saber con exactitud cuánto duraría. La situación era bastante incierta, pero la locura cegadora de la traición, propiciada por el deseo intenso y desenfrenado de venganza, no la hicieron dudar. 

Emprendió la aventura galopante, avanzaba ciega de indicaciones hasta frenarse ante dos caminos. Ambos se internaban en maravillosos parajes verdes, aunque uno de ellos lucía menos frondoso. Lo eligió, pero al darle la instrucción a su caballo para que avanzara, una pluma negra cayó frente a sus ojos con un sutil vaivén, hasta posarse en la cabeza del animal, que relinchó con brusquedad y se elevó en un acto inexplicable que casi la tumba. En cuanto logro tranquilizarlo, advirtió que era una señal y eligió el otro camino. 

Continuó cabalgando durante horas con la incertidumbre de estar perdida. No obstante, percibía una extraña sensación, como si pudiesen sentir su corazón. Al verse sin rumbo de nuevo, otra pluma descendió frente a ella, haciendo que su caballo retrocediese; frente a esto, cogió con fuerza las riendas y apresuró el galope. 

Cansada y bajo ruidosas hojas que se movían con el viento en lo alto de gruesas ramas, el sonido de una cristalina corriente la llamó a refrescar su sed. Reflejada en el agua, pensaba en lo poco agraciada que se veía y se culpaba por ser engañada. “¡Cómo alguien podría amarme!”, exclamaba, golpeando el agua con fuerza. Con amargura caían sus lágrimas desbordadas, al reprocharse sus historias y experiencias, mientras un amargo sabor cubría su boca. Entre tal oscuro desahogo, se durmió rendida con el alma en el infierno.

En su sueño recibió una visita, pero solo podía escuchar una voz que le dio las indicaciones sobre la segunda parte del camino, además de llevarla a un oscuro recoveco de su memoria: con catorce años, se encontraba en su habitación observando desde su ventana, muy triste. No quería ser vista, aquel chico a quien le había envuelto su corazón como regalo, la despreció bajo una horrible y lapidaria apreciación. Presa de la angustia, unos brazos cálidos la cobijaron con suavidad por sus hombros, mientras musitaban: 

—Esa persona es solo un astro de un vasto universo. Una opinión o acción no es una verdad absoluta, lo que importa es la mirada que tengas de ti misma, tu mundo y la fuerza que eliges entregar para que este gire.

Al día siguiente, luego de tanto andar bajo las directrices entregadas, reconoció la cercanía de su destino. Observó a lo lejos la maravillosa boca de un fiordo y las elevadas laderas. Jamás había estado tan lejos de casa y sintió que un miedo gélido se apoderaba de su cabeza ante el reconocimiento de tan enorme belleza que, de no ser por la infortunada carta amorosa que le tocó jugar, nunca hubiera descubierto. Además, no se había cuestionado lo que en ese momento se abría como alas ante sus ojos, aquella alternativa de una vida que era mucho más que un esposo infiel y un pueblo de mentes cercadas, con costumbres y exigencias heredadas. Dudó si debía continuar, pero en ese preciso momento de cuestionamientos incesantes, escuchó tras de sí una sutil voz que ya le resultaba familiar, pues correspondía con la de sus sueños:

—Estás en el lugar correcto.

Ante el susurro, Nisa se volteó para ver a una hermosa mujer de abultada cabellera rojiza hasta la cintura, con un largo vestido que cubría sus pies. Le acercó un canasto con hierbas recién cortadas, mientras la invitaba a avanzar junto a ella. 

—Perdón, pero estoy buscando a alguien especial. —El desconcierto de Nisa era evidente.

—La has encontrado.

La mujer la guio a través de una pradera con elevado pasto, lo que hizo dificultoso el avance. La pelirroja aparición, acostumbrada al recorrido, le llevaba distancia, lo que impedía el diálogo y dejaba de lado los cuestionamientos que Nisa guardaba en el límite de la lengua. Luego de varios minutos de caminata, el pastizal terminó de forma abrupta, para dejar una mohada alfombra que cubría la base de una de las más altas laderas. 

La mujer comenzó a subir por medio de un improvisado camino, a medida que le gritaba, desde la ascendida lejanía, que dejase su caballo entre los arbustos; señaló una corraliza natural, donde se encontraba otro caballo, o eso parecía. Al observarlo, Nisa descubrió que tenía más de cuatro patas, pero para ese entonces estaba muy cansada, así que dejó que esa explicación la calmara. Tomó una fría bocanada de aire antes de emprender la suicida escalada a través de un hilo discontinuo de rocas sobresalientes.

—¡Apresúrate, el té se enfría! —Los gritos de aquella aparición resonaban en medio del paisaje de rocosas depresiones cicatrizadas que dejaron los glaciares. 

El lugar era acogedor, cálido y olía a vainilla con notas de albahaca.

—Alayna es mi nombre. —Le ofreció unos dulces rollitos de masa crujiente—. Debes estar cansada por el largo viaje. —Sirvió una caliente infusión. 

Nisa respondió que era tal su cansancio, que hasta creyó ver un caballo de seis patas. Alayna sonrió, guardándose la respuesta al comentario; luego, añadió que la infusión le devolvería las fuerzas.

—¿Qué te trae hasta este lugar? —Dio un soplante sorbo a su bebedizo.

—Creo que lo sabes, ¿verdad?

—¡No soy Odín, por las diosas! 

Nisa rio divertida. Aquella mujer sabía la respuesta y lo que escondía ese corazón en llamas, pero necesitaba conocerla más, despojarla de la envoltura caparazonada que solo los humanos con abundantes riquezas y títulos de nobleza poseían, como parte del ropaje distintivo de una clase especial, aquella no veía con buenos ojos la transgresión de los cánones o cualquier diferencia que no se ajustara al rígido entorno social.

Nisa inició la historia de su trágico desencuentro amoroso, poseída por el rencor que crecía en intensidad con cada recuerdo. En un momento, Alayna le ofreció más infusión, su delicada vasija parecía a punto de romperse ante la fuerza iracunda que era utilizada para narrar la desventura.

—Bébelo, te sentirás mejor, te lo aseguro.

Nisa dio algunos sorbos antes de continuar el relato. Su corazón se apaciguó con lentitud, cada gota del brebaje calmaba sus latidos y relajaba su voz, mientras la amargura y el resentimiento desaparecían como el vapor tras un soplido. Así, desde la transmutación de aquel sentir, ascendieron con energía, cual serpiente que se arrastraba por sus entrañas, la fuerza y la determinación de Nisa. Percibió una gran seguridad que se arremolinaba en una ensalada de sensaciones nunca experimentadas. En ese trance hacia una nueva consciencia, levantó sus manos y las observó como si fuera la primera vez, pensando en cuánta belleza poseían, mientras articulaba movimientos sutiles con ellas. 

Alayna la estimulaba por medio de frases para que continuara con aquel descubrimiento, hasta que le acercó un reflejo de sí misma cristalizado en un pulido trozo de piedra nacarada. A medida que se miraba, sus facciones mejoraban, su cabello crecía y abultaba, las mejillas tomaron un nuevo color rosa, sus labios se acentuaron y la nariz se perfeccionó. Al fijar su mirada en el busto, este se extendió de manera leve y su silueta se ajustó, los muslos crecieron hasta adquirir formas curvas, mientras su piel se volvía tersa y suave.

—¿Qué me has hecho? —A pesar de su sorpresa, una sonrisa iluminaba el rostro de Nisa. 

—Siempre has sido tú. Esos sorbos cálidos que bebiste, solo retiraron el velo empañado que te cegaba. —Alayna le dedicó una satisfecha y dulce mirada.

A partir de ese momento, Nisa vio con claridad y tomó consciencia de su cuerpo y la hermosura que poseía. Entendió el verdadero valor y el significado del amor propio, esto le entregó las alas de la libertad. Además, asumió el compromiso que Alayna le pidió de forma encarecida: mantener esa nueva imagen incluso frente a la tormenta de autosabotaje que muchas veces la lapidaba. De esta forma, su cuerpo se vistió de alma, dejando visible la esencia de su ser, aquel que mostraba una inagotable belleza, a diferencia de la destructiva imagen que se inventaba a diario. Su vida se transformó a partir de esas gotas de amor que la purificaron. Conocido es que el amor todo lo mejora, al manifestarse en su existencial extensión.

Aquella mujer, inmersa en el refugio paralelo de su mundo, era incapaz de dimensionar la manera en que su vida cambiaba. Detuvo su mirada para observar con lentitud a Alayna, la admiró desde el cabello hasta los pies, antes de asegurar que jamás imaginó que fuera tan bella; cuando le hablaron de un ser mágico que podría ayudarla, conjeturó que se trataría de una malévola aparición.

—En cambio luces como una sirena perdida en una verde floresta. —Nisa inclinó su cabeza con ternura. 

Ambas respondían a la conversación con dulces sonrisas. En algún momento, Nisa agregó que sus palabras eran coherentes con el encanto de tu voz, y esbozó una expresión cálida mientras recorrían sus rostros con miradas. A partir de ahí, la charla continuó entre dimes y diretes.

Alayna, en busca de cualidades y carencias, interrogó a Nisa para conocer a profundidad a aquel ángel que tenía enfrente.

—¿Cuáles son tus dones? 

Nisa esbozó una mueca de duda.

—Francamente, no entiendo a qué te refieres.

—¿Tienes algún poder especial? ¿Cantas, bailas, tocas algún instrumento? 

—¡No! —Se apresuró a contestar.

—Entonces ¿qué te gustaría hacer?

Los ojos de Nisa se iluminaron al contemplar una ilusoria imagen mental, antes de responder con un suspiro:

—Danzar, mover mi cuerpo al ritmo de un impulso.

Se acercó al oído de Alayna para susurrarle un secreto: amaba bailar. Luego se levantó de manera brusca y, ayudada por la expresión de sus manos con aire de reproche, explicó que la danza era considerada rebelde y obscena por sus padres. En aquel castillo de princesa donde la seriedad y el cumplimiento de normas sociales era lo principal, el baile no estaba permitido. Nisa siempre rumiaba la idea de que si sus familiares experimentasen la rebosante fuerza que florecía desbordando de su ser, no la condenarían.

—Pasión. 

En definitiva, la palabra expresada por Alayna explicaba aquella expresión sin restricciones que daba rienda suelta a la emoción, la cual satisfacía sus deseos y encendía su alma. Nisa concluyó, a modo de resignación, que solo restaba vivir la vida que otros elegían para ella y construir lo que todos construían. 

Alayna la rescató de ese encasillamiento mental con una nueva pregunta:

—Si no existiesen reglas, normas ni prototipos, ¿qué harías? 

El rostro de Nisa se alumbró con una sonrisa:

—Danzaría libre, expresaría lo que para mí es la más hermosa forma de arte. 

Con un brindis, Alayna celebró sus respuestas e hizo que resonaran las copas de fondo:

—¡Todo siempre se puede cambiar!

Fue una maravillosa velada. Discutieron temas poco debatidos y bebieron brebajes exóticos, mientras se revelaba ante los ojos de Alayna el mensaje que escondía la antorcha de Loki, aquella estrella que alumbró esa noche. Consistió en un evento astrológico inusual que apareció para manifestar sus secretos, ya que esa señal confirmaba lo que sintiera hacia Nisa esa primera vez, la posibilidad de encontrar un predecesor. 

A partir de ese momento y con la ratificación astral, Nisa se convertiría en la heredera del poder de Alayna, quien le entregaría los conocimientos de un dogma con el cual podría ayudarse y ayudar a los demás; gracias a esto, manejaría aquello que para un humano común era imposible. De esta forma, le ofreció un pacto que fue aceptado sin titubeos, aunque Nisa no entendía la dimensión de aquel acuerdo; sin embargo, sentía que su destino se anclaba en aquella voz, a partir de la cual nació la vertiginosa sensación de no saber hacia dónde su vida, en ese momento incierta, la llevaría; no obstante, vislumbraba un prometedor porvenir.