Sueños de ciencia - Jesús Navarro Faus - E-Book

Sueños de ciencia E-Book

Jesús Navarro Faus

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Beschreibung

Julio Verne es considerado a menudo un visionario, un profeta de la ciencia y de la técnica que anticipó en sus narraciones inventos extraordinarios como el cohete espacial o el submarino. Muchos de los estudios y libros recientes sobre el prolífico escritor francés insisten en mostrar la falsedad de los tópicos que hay a su alrededor. No obstante, Verne sí que participó de una manera particular en el esfuerzo de divulgación de la ciencia tan característico del siglo XIX. En la actualidad, sus novelas aún despiertan la curiosidad y el gusto por el conocimiento, uniendo aventuras y saber, odiseas de exploradores y de científicos dentro de un mundo extraordinario y maravilloso. Sueños de ciencia recapacita, desde la perspectiva actual, sobre la descripción de la ciencia y de la sociedad que realiza Julio Verne en su obra. Este libro no es tan solo una forma diferente y provechosa de aproximarse a la producción novelística de Verne, sino que constituye una extraordinaria invitación a gozar de sus narraciones sin complejos ni ideas preconcebidas.

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Seitenzahl: 248

Veröffentlichungsjahr: 2011

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Director de la colección:

Juli Peretó

Coordinación:

Soledad Rubio

Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información,en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

© Jesús S. Navarro Faus, 2005

© De la presente edición:

Càtedra de Divulgació de la Ciència, 2005

www.valencia.edu/cdciencia

[email protected]

Publicacions de la Universitat de València, 2005

www.uv.es/publicacions

[email protected]

Producción editorial: Maite Simón

Diseño del interior y maquetación: Inmaculada Mesa

Corrección: Isidre Martínez Marzo

Diseño de la cubierta: Enric Solbes

ISBN: 84-370-6238-1

Realización ePub: produccioneditorial.com

INTRODUCCIÓN

El origen de este libro está en una conversación con Martí Domínguez, en la que hablamos sobre si Verne puede o no ser calificado de visionario. Las conversaciones con Martí son siempre interesantes, pero a veces tienen consecuencias inesperadas, y en este caso tuve que releer mi colección de Verne para preparar algunas charlas y artículos sobre este tema. Más tarde, el director de la colección «Sin fronteras» me pidió que escribiera un libro con motivo del centenario de la muerte de Verne, y el resultado es el que tiene el lector en sus manos.

Este libro no tiene la pretensión de hacer un estudio exhaustivo de la obra de Verne, entre otras razones y sobre todo, porque para hacer tal tipo de estudios, hay que hacer intervenir la historia, la literatura, el análisis de textos o la sociología, y yo no soy competente en estas diversas materias. El propósito del libro es mucho más modesto, lo que no está en contradicción con el subtítulo del libro, que ha de ser entendido a la manera verniana. Los protagonistas de Viaje al centro de la Tierra se quedaron a un centenar de kilómetros de profundidad: ni el profesor Lidenbrock, ni Axel, ni Hans alcanzaron el centro de la Tierra, pero sí sobrepasaron los treinta kilómetros de la corteza superficial, en una especie de viaje iniciático para el joven Axel. Yo espero que este libro, que contiene las reflexiones de un lector de Verne, pueda ser un provechoso viaje iniciático para quienes todavía no le conozcan. Para el lector en general, el libro invita a hacer una lectura de la obra de Verne que sobrepase la corteza de los tópicos y de las ideas preconcebidas.

Yo descubrí a Verne en la biblioteca de la escuela primaria. Eran ediciones, seguramente de Bruguera, que tenían la originalidad de presentar cada cuatro o seis páginas un resumen ilustrado en forma de tebeos, por lo que eran muy populares entre los escolares. Desde entonces, siempre he gozado con su lectura. Reconozco que cuando he vuelto a leer a Verne, como ha sucedido durante la preparación de este libro, no he dejado de sentir una cierta inquietud leyendo por enésima vez las dificultades que afrontan sus personajes, lo cual en gran parte debe atribuirse a su estilo narrativo. Pero, debido a mi profesión de físico, en las sucesivas lecturas, de joven y de mayor, me he ido fijando en los aspectos relacionados con la ciencia, y me ha parecido interesante intentar precisar qué idea de la ciencia aparece en su obra. En cierta manera, como explicaré más adelante, se trata de volver a la visión que tenían sus contemporáneos hasta la década de los años 1880. Pero el paso del tiempo permite observar otros aspectos, y por ello en el libro he intercalado capítulos sobre algunas novelas seleccionadas junto a otros capítulos de tipo más general sobre Verne y su época.

El libro se basa fundamentalmente en una lectura directa de los Viajes extraordinarios, que es el nombre de la serie formada por las novelas de Verne. Por esta razón aparecen tantas citas en el texto, que he traducido directamente de las ediciones en francés. Las citas me permiten justificar mis opiniones, pero también transmitir al lector una idea del humor peculiar de Verne, de su estilo a veces teatral o de sus descripciones líricas. Por otra parte, como la colección «Sin fronteras» tiene la vocación de divulgar la ciencia, he procurado hacer también algunas consideraciones, desde la perspectiva actual, de algunos aspectos concretos de la física o de la química que aparecen en los Viajes extraordinarios. Estas consideraciones están en la mayor parte de los casos al alcance de los estudiantes de bachillerato, y son una sugerencia para que los profesores interesados puedan proponer en sus clases actividades relacionadas con lecturas de Verne.

Quiero agradecer a Danielle, a Fernando, a Jorge (P) y a Juli su paciencia al leer el borrador del manuscrito y sus comentarios, sugerencias y críticas que tanto me han ayudado a mejorar la versión final.

Capítulo 1

IDEAS PRECONCEBIDAS

Muchos de los estudios y libros recientes sobre Jules Verne insisten en mostrar la falsedad o las limitaciones de los tópicos persistentes que se le atribuyen. Este libro no será una excepción y voy a empezar considerando algunas de estas ideas preconcebidas. Los tópicos tienen la vida muy larga, como es bien sabido, y aún más aquellos que se refieren a personajes famosos. En algún momento, en vida o ya muertos, se les atribuyen ciertas características que posteriormente, por comodidad, belleza, ausencia de espíritu crítico o simplemente por falta de información, son aceptadas generalmente sin ningún tipo de dudas. «Julio Verne: ese desconocido» es el lamento con que Miguel Salabert tituló un buen libro escrito hace ahora unos veinte años, y ya descatalogado. El título de Salabert recoge la impresión que tenía Verne en los últimos años de su vida. A pesar de su celebridad, se sentía «el más desconocido de los hombres». Posiblemente le pesaban los tópicos que se le atribuían. Sin necesidad de que el lector haya leído a Verne, creo que lo relacionará con alguna de las siguientes descripciones que se suelen hacer de él.

En muchas librerías las obras de Verne se encuentran en los sectores infantil y juvenil, porque se considera un escritor para niños o para adolescentes. Y no falta razón a quienes así opinan: condicionado por los intereses de su editor, escribió libros dirigidos a adolescentes, con una finalidad educativa. Pero en su momento, obras como por ejemplo De la Tierra a la Luna o La vuelta al mundo en 80 días fueron publicadas en primer lugar en diarios normales y corrientes, en forma de episodios o folletines. Los primeros lectores eran, por tanto, adultos. En el caso de La vuelta al mundo en 80 días, muchos corresponsales de prensa extranjera en París, sobre todo de los Estados Unidos, debían telegrafiar diariamente un resumen de las aventuras de Phileass Fogg, como si fuera un reportaje real, para que los lectores de sus diarios contuvieran su impaciencia hasta que llegara el episodio completo y traducido. Ciertamente, no es algo que se hiciera con historias infantiles. ¿Será, pues, que sus obras tratan de viajes y aventuras y por tanto interesan a un sector más amplio? También esto es cierto: Verne escribió novelas de viajes y aventuras en una época en que la geografía era muy popular, cuando las sociedades industriales europeas querían acabar la exploración de la Tierra para colonizarla mejor. De todos modos, la identificación de Verne con la literatura infantil está tan enraizada que hasta no hace muchos años, en los países anglosajones prácticamente no se encontraban más que ediciones de sus novelas convenientemente expurgadas para adaptarlas a la peculiar idea que tienen algunos editores de lo que ha de ser una literatura infantil. Desgraciadamente, la misma costumbre censora se ha dado también entre muchos editores españoles, y ha desvirtuado el propósito de muchas de las novelas.

También se considera a Jules Verne como un anticipador, o aún más, como el profeta de la ciencia y de la técnica. Ahora bien, a pesar de ser un escritor del siglo XIX, sus libros se continúan editando en el siglo XXI. Es de hecho uno de los autores más traducidos, según el Index Translationum de la UNESCO, en unas ciento cincuenta lenguas. Por delante de él sólo están las producciones de Walt Disney, las novelas de Agatha Christie y la Biblia, por este orden. Por tanto, si las profecías, supuestas o reales, escritas hace más de cien años, ya hubieran sido verificadas, ¿qué interés tendría continuar leyéndolas actualmente? A menos que aceptemos que todavía quedan predicciones por identificar y verificar, como si Verne fuera un Nostradamus en el que se deben encontrar las claves del futuro, habrá que buscar otra explicación al interés que todavía suscita su obra. Paralelamente a esta visión, también se le considera como uno de los padres de la ciencia ficción, junto con E. A. Poe y H. G. Wells. Y, en efecto, algunas de sus obras pueden considerarse ciencia ficción, en el sentido de conjeturas racionales hechas ficción, pero no en el sentido actual que hace pensar en fuerzas extrañas, invasiones de extraterrestres, materiales mágicos, situaciones misteriosas, etc., que se relaciona más bien con la obra de H. G. Wells.

El Espanto es el nombre de un ingenio polivalente creado por Robur, el protagonista de Robur el conquistador y Amo del mundo. El vehículo se transforma en coche, en barco, en submarino o en avión. En esta ilustración, extraída de Amo del mundo, se ha transformado de barco en avión para salvar las cataratas del Niágara. Obsérvense las ruedas del invento, idénticas a las de los primeros automóviles de finales del siglo XIX, y obsérvense también las alas del avión. Parece que Verne sea un precursor de Batman.

Muchos de estos tópicos se afirman en una enciclopedia como la británica. En la edición de 1994 se afirma entre otras cosas que anticipó un cierto número de dispositivos y desarrollos científicos, como por ejemplo el submarino, la escafandra autónoma, la televisión y los viajes espaciales. Creo que es buena idea continuar con la Enciclopedia Británica para explorar una de estas posibles anticipaciones, y me referiré al submarino. Recordaré al lector que en los años 1869 y 1870, Verne publicó Veinte mil leguas de viaje submarino, donde el capitán Nemo viaja a bordo de su submarino Nautilus. Pues bien, en la británica podemos leer que entre 1620 y 1624 navegó por el Támesis un submarino construido por el holandés Drebbel según los planos que hizo el inglés Bourne en 1578. Podemos leer también que en 1727 ya existían en Inglaterra catorce patentes de submarinos. Aún más interesante es leer que en 1800 el ingeniero americano Robert Fulton construyó un submarino, precisamente con el nombre de Nautilus, que presentó a Napoleón Bonaparte para que combatiera contra los ingleses. Para no hacer la lista más larga, citaré un antecedente más próximo a nosotros: Narciso Monturiol y su Ictíneo, con el que en 1859 se sumergió en el puerto de Barcelona durante veinticuatro horas. Por tanto, no es cierto que Verne anticipara el submarino.

Pero el Nautilus de Verne estaba propulsado por motores eléctricos, algo que no sucedía con los submarinos reales que he citado. ¿Sería éste el aspecto anticipador? Pues tampoco. La Enciclopedia Británica nos informa que durante la guerra de Secesión americana, la marina de los confederados mandó construir algunos submarinos y se llegó a diseñar un prototipo que funcionaba con baterías eléctricas. No llegó a funcionar porque en aquellos momentos los motores eléctricos no eran los más adecuados, pero la idea ya estaba en la mente de los constructores navales. En resumen, esta breve inmersión por la Enciclopedia Británica nos permite concluir que ya existían submarinos operativos antes incluso de que Verne naciera. También permite concluir que los mitos tienen la vida larga y que incluso una enciclopedia como la británica se hace eco de ellos, aunque esté en contradicción con otra información que en ella se recoge.

Pero los contemporáneos de Jules Verne veían las cosas de otra manera, al menos hasta los años 1880. Veamos, si no, lo que escribía Émile Zola en un artículo publicado en 1866 en el diario L’Événement:1

Jules Verne es un fantasioso de la ciencia. Pone toda su imaginación al servicio de deducciones matemáticas, toma las teorías y deduce hechos verosímiles o prácticos.

Y añade:

Es una idea excelente novelar la ciencia para hacerla accesible a los profanos. No creo que se pueda llegar a ser muy sabio leyendo este tipo de libros, pero por lo menos dan la curiosidad de saber; y además son interesantes, tienen el gran mérito de ser sanos y saludables.

Como segundo testimonio me referiré a la publicación de «La isla misteriosa», hecha en París en 1876, traducida al castellano para El Correo de Ultramar. Se trataba de un obsequio de este diario para sus suscriptores. Tenía un largo prefacio firmado por Lucien Dubois, del que cito:2

Jules Verne es el Walter Scott de la ciencia. Y si en este género falso y peligroso de la novela histórica, el nombre de Walter Scott reclama una excepción en su favor, esta misma excepción se ha de otorgar también a Verne en la novela científica por el motivo triple de la ciencia, del talento y del éxito. El éxito es popular, el talento es considerable, la ciencia es tan variada como real.

Finalmente, más precisa y detallada es la opinión de Pierre Larousse. En su Grand dictionnaire universel du XIX siècle (1876) escribió que Verne

ha creado un nuevo género literario, la novela científica y geográfica, aportando raras cualidades que le han dado rápidamente su reputación: la invención para variar y dramatizar los temas, la observación moral, el gusto y el espíritu lógico para escoger a los personajes apropiados a la acción y dirigirlos manteniendo su carácter a lo largo de todas las peripecias e incidentes, un arte de la puesta en escena, un talento descriptivo de los más destacables, y unos serios conocimientos científicos.

Y aún añade: «Estas obras, escritas para la gente joven, tienen la rara buena fortuna de agradar a todas las edades». Para sus contemporáneos, las catorce o quince novelas publicadas entre 1863 y 1876 se identificaban con la ciencia y con cierta manera de divulgarla, claramente apreciada en general.

Pero el mito de Verne profeta ya estaba formado en los últimos años de su vida, en contra de la opinión del propio autor, como demuestran los siguientes extractos de entrevistas. En 1895, la periodista M. A. Belloc le hizo una entrevista para la revista The Strand Magazine, de Londres.3 En un momento la mujer de Verne, presente en la entrevista, explica a la periodista que «muchas de las “anticipaciones” de mi marido, supuestamente imposibles, se han convertido en realidad». Pero Verne no está de acuerdo y declara:

Es una simple coincidencia, y sin duda ello se debe al hecho de que cuando yo he inventado completamente una «anticipación» científica me he esforzado en hacerla tan simple y tan verosímil como fuera posible. La exactitud de mis descripciones se debe al hecho de que desde hace mucho tiempo tengo la costumbre de tomar muchas notas de libros, diarios y revistas científicas de todo tipo. Estas notas, ordenadas por materias, me han suministrado un arsenal de un valor incalculable para mí. Estoy abonado a una veintena de diarios. Soy lector asiduo de publicaciones científicas y naturalmente estoy al corriente de todos los descubrimientos o inventos que se producen en todos los campos de la ciencia, astronomía, fisiología, meteorología, física o química.

En otra entrevista, aparecida en el diario americano The Pittsburgh Gazette en 1902, dice Verne refiriéndose a los automóviles, submarinos, dirigibles o artefactos semejantes:4

Cuando en mis escritos me he referido a ellos como cosas reales, ya estaban medio inventados. Yo simplemente he hecho ficción de algo que posteriormente debía convertirse en un hecho, y mi objetivo al proceder de esta manera no era profetizar, sino difundir el conocimiento de la geografía entre la juventud, vistiéndola de la manera más atractiva posible. Cada hecho geográfico y científico contenido en cualquiera de mis libros ha sido examinado con gran cuidado, y es rigurosamente exacto.

La geografía fue en efecto una de sus pasiones; escribió un grueso libro sobre la Geografía de Francia y sus colonias, y otro en varios volúmenes sobre los grandes viajes y viajeros, cosa poco conocida, incluso entre muchos de sus lectores. En lo que se refiere a las anticipaciones, Verne consideraba inventos que estaban a punto de hacerse realidad e, ignorando aspectos técnicos aún no superados, los convertía en realidad insertándolos dentro de una novela. Como dato revelador, Verne nunca sitúa la acción de sus novelas en un futuro lejano, sino al contrario, prácticamente en el mismo momento en que escribe la novela. La acción es prácticamente contemporánea al lector, y Verne transmite así su convicción de que la realización práctica está al caer. Se encuentran algunas excepciones a esta regla, pero todas ellas en novelas que fueron retocadas o escritas completamente por su hijo.

Y ya que hablamos de Verne profeta, actualmente nos puede provocar una sonrisa leer en la mencionada entrevista que:

Yo no creo que de aquí cincuenta o cien años se publiquen todavía novelas, al menos en forma de libros. Serán completamente reemplazadas por los periódicos, que han tomado ya un gran poder sobre la existencia de las naciones que progresan.

No podemos decir que esta profecía se haya verificado: cien años después de su muerte, la novela no se porta mal, a pesar de la importancia actual de la prensa, y sobre todo de la televisión.

Una de las últimas entrevistas a Verne fue hecha en 1904 por Victor Breyer, uno de los primeros periodistas del ciclismo en Francia. La entrevista5 fue publicada en el mes de noviembre de 1904 en L’Auto. Automobile et Cyclisme. El periodista le cuenta que le leyó cuando estaba en la escuela y que conserva buenos recuerdos de aquellas lecturas. Quiere que le hable de la manera profética que ha tenido para ver y describir los grandes descubrimientos «que serán sin lugar a dudas la gloria del siglo naciente», es decir, el siglo XX. Verne le responde:

Usted exagera. Yo no he predicho nada de nada. Es una pura coincidencia si algunas de las ficciones que yo he imaginado para construir mis novelas han sido realizadas más tarde.

El periodista insiste porque «¿no se ha convertido en realidad el Nautilus?» Verne lo niega:

En primer lugar, en el momento en que yo daba a luz al capitán Nemo, ya existían submarinos. En segundo lugar, mi Nautilus, que su imaginación de escolar le mostraba no solamente realizable sino casi perfecto, tiene un enorme defecto. No se puede mover, porque yo supongo que su fuerza motriz, la electricidad, es suministrada por el medio marino. Y admitiendo incluso que tal cosa pueda llegar algún día, no estamos ahora más avanzados que hace veinte años.

A pesar de esta rotundidad, el periodista publicó la entrevista con el subtítulo «Entrevista a un profeta». Seguramente ya lo tenía preparado antes de la entrevista y no iba a dejar que la opinión que Verne tenía de sí mismo se la desluciera.

No he podido averiguar en qué momento de su vida se creó el mito de la anticipación, pero creo que sí se puede asegurar que a partir de 1882 pasó a convertirse para la opinión general en escritor para la infancia. Es el año en que su editor Hetzel creó la «Biblioteca de los Premios Escolares», en la que reeditó muchas de las novelas de Verne. Como buen comerciante, Hetzel consiguió que los libros de esta colección fueran comprados por el Ministerio de Instrucción Pública, para ser distribuidos en las escuelas a final de curso como premio para los mejores escolares. Hasta los años 1960, escuelas e institutos franceses mantenían todavía la tradición de regalar libros, no necesariamente de Verne, a los escolares que tenían las mejores notas en cada materia.

Autor para la infancia y para la adolescencia, novelista de la geografía y de la ciencia, anticipador, padre de la ciencia ficción... Todos los tópicos suelen tener algún aspecto real, pero no agotan una obra que, como su autor, es poliédrica. Verne volvió a ser leído por adultos entre los años 1960 y 1970, a partir del momento en que Barthes, Foucault y otros mandarines de la cultura francesa se interesaron por su obra. Sus libros fueron reeditados en los años setenta, y al mismo tiempo aparecieron muchos estudios sobre Verne y su obra, desde diferentes perspectivas. Las interpretaciones que de ella se hicieron (estructuralistas, psicoanalíticas, hermenéuticas, sociológicas, oníricas, políticas, iniciáticas...), demuestran que su obra admite diversas lecturas, y no se puede limitar a una única perspectiva. Aunque en este libro se destaque la visión de la ciencia en la serie de los Viajes extraordinarios, he procurado no reducir éstos a este único aspecto.

1 Citado en J. M. Margot: «Jules Verne et son temps», Encrage Édition, Amiens, 2004, p. 21.

2Ibidem, p. 64.

3 Entrevista traducida en la recopilación de F. Lacassin: Textes oubliés, Union Générale d’Éditions, París, 1979, p. 355.

4 F. Lacassin: op. cit., p. 383.

5 J. M. Margot: op. cit., p. 226.

Capítulo 2

TRES CIUDADES

En los últimos años de su vida, Jules Verne mantuvo una extensa correspondencia con Mario Turielo, un joven periodista italiano interesado en su obra. En una de las cartas escritas en 1902 le decía:

La historia de mi vida no es muy interesante, y la narración de mis viajes no lo sería mucho más. Un escritor no interesa, ni en su país ni en el mundo entero, más que como escritor.

Ya he dicho que el propósito de este libro es hacer una aproximación a la obra de Verne destacando sobre todo la idea que en ella se da de la ciencia. En cierta manera se acordaría, pues, con su opinión acerca de qué importa conocer de un escritor. Sin embargo, sí que considero importante dar ahora unos datos biográficos mínimos, así como unas pinceladas sobre la situación en Francia durante el siglo XIX, porque ayudará a situar la obra en su contexto histórico. El lector interesado en conocer con más detalle su vida podrá consultar alguna de las biografías que se citan en la bibliografía.

La vida de Jules Verne transcurrió prácticamente en tres ciudades francesas: Nantes, donde nació en 1828 y residió hasta 1848; París, donde fue a estudiar Derecho y vivió hasta 1869; y por último, Amiens donde residió desde 1871 hasta su muerte, en 1905. Entre 1869 y 1871 vivió en Crotoy, un pueblo de pescadores próximo a Amiens, en el que desde 1865 ya pasaba algunas vacaciones. Parece natural dividir este capítulo en tres partes, siguiendo las estancias en cada una de estas ciudades.

NANTES

La ciudad de Nantes está situada a orillas del río Loira, a unos cuarenta kilómetros del océano. Durante los siglos XVII y XVIII fue un puerto importante, puerta de entrada de azúcar y especies en Francia. Como en otros puertos europeos de la época, la actividad principal era lo que se ha llamado «comercio triangular», en referencia a los tres viajes que formaban un circuito cerrado. Los barcos transportaban primero pacotilla desde Europa a África, sobre todo a la denominada costa de los esclavos, en el golfo de Guinea. Desde África transportaban esclavos a las costas del Caribe, al Brasil o al sur de las colonias británicas en el continente americano. El circuito se cerraba con el transporte a Europa de algodón, azúcar y otros productos tropicales. Este comercio permitió el enriquecimiento de armadores y comerciantes de muchos países europeos. Durante el primer tercio del siglo XIX, todavía se hacía desde Nantes lo que se decía «negocio del ébano», eufemismo por tráfico de esclavos, en ocasiones disfrazado en forma de un contrato que los esclavos firmaban al subir a bordo y que se perdía por el camino. Pero en 1848, a partir de la abolición de la esclavitud en Francia y en sus colonias, el puerto de Nantes perdió su importancia comercial.

El joven abogado Pierre Verne llegó a Nantes en 1826 desde Provins, pequeña ciudad cerca de París, para adquirir un bufete de procurador que había quedado libre. Su familia tenía una cierta tradición de juristas: su padre era magistrado en Provins y su abuelo había sido notario en París. La instalación resultó sin duda satisfactoria, porque en 1827 se casó con Sophie Allotte de la Fuÿe, de una familia de armadores y negociantes enriquecidos con el comercio colonial durante el siglo XVIII. Pierre y Sophie eran muy religiosos, y habían recibido una rígida educación, basada en la disciplina y la obediencia, que sin duda transmitieron a su descendencia. El primer hijo, Jules-Gabriel, nació el 8 de febrero de 1828. El matrimonio tuvo cuatro hijos más: Paul (1829), Anne (1837), Mathilde (1839) y Marie (1842). Los dos hermanos estuvieron muy unidos toda la vida, y se consideraban mutuamente amigos íntimos.

Las ilustraciones juegan un papel importante en las novelas de Verne, quien daba instrucciones precisas a los dibujantes. El profesor Aronnax, personaje que hace de narrador de Veinte mil leguas de viaje submarino, está representado con la fisonomía del propio Verne. A menudo, los héroes vernianos son dibujados en idéntica actitud: brazos cruzados, mirada al infinito, actitud desafiante ante el mar.

Sin duda, la actividad portuaria de Nantes influenció a Jules Verne, que siempre fue un apasionado por el mar. Una sobrina suya, Marguerite Allotte, de la Fuÿe, publicó en 1928 una biografía utilizando diversos testimonios y escritos familiares. Debido a que la familia Verne no quería publicar sus archivos, esta biografía fue durante mucho tiempo de gran valor para los estudiosos vernianos, porque sólo en ella se podían encontrar fragmentos de cartas y otros escritos. Pero desde que los documentos de la familia fueron adquiridos por el Ayuntamiento de Nantes, se ha podido comprobar que Allotte censuraba y modificaba libremente, para dar una imagen de su tío más presentable desde su punto de vista. La sobrina llegó incluso a escribir una carta falsa, imitando la escritura del joven Verne, para no dejar dudas sobre su ortodoxia católica. Y también inventó algunas historias, reinterpretando la memoria familiar sobre la infancia y juventud de Jules. Algunos biógrafos han aceptado de forma poco crítica muchas de las afirmaciones de la sobrina, incluso las más noveladas. Por ejemplo, cuenta Allotte que, cuando Jules tenía once años, se enroló secretamente como grumete en un barco, con el precioso nombre de Coralie, que partía hacia India. El intento fue abortado en el último momento por el padre, que castigó severamente al frustrado grumete con una tunda de azotes ante toda la familia reunida, una semana de aislamiento a pan y agua, y la promesa de que «no viajaré más que en sueños». Pero según los estudios vernianos más recientes, esta historia tan adornada no es más que una leyenda que se puede desmentir fácilmente. De hecho, Verne nunca ha hablado ni ha hecho alusión a este incidente. Sus Recuerdos de infancia fueron escritos en 1890 para ser publicados, en principio, en los Estados Unidos, aunque finalmente aparecieron en Francia en los años 1990. Allí sólo habla de un día en que, yendo de paseo por el puerto con su familia, subió a escondidas a un barco «cuyo vigilante hacía guardia en una taberna de los alrededores», para curiosear y soñar que zarpaba. Parece pues que, con el paso del tiempo, los recuerdos familiares convirtieron este incidente en una fuga, consciente o inconscientemente, en un intento de mostrar cómo el presente ya estaba contenido en el pasado. Con semejantes buenas intenciones, cuando ya era un escritor famoso, algunos de sus condiscípulos recordaban, con gran cantidad de detalles, que en la escuela ya se pasaba el tiempo dibujando máquinas extrañas, cosa de la que Verne tampoco ha hecho nunca la menor mención.

Lo que sí es cierto es que los dos hermanos Jules y Paul eran unos apasionados del mar y querían convertirse en marinos. En su época los hijos podían a lo sumo proponer, pero eran los padres quienes decidían, o más exactamente, decidía la autoridad del padre. Los planes familiares habían establecido que el primogénito Jules sería abogado, para hacerse así cargo del bufete paterno. La vida en el mar fue el privilegio de Paul, que llegó a ser capitán de la marina mercante. Las hermanas, como era normal para ciertas clases sociales de la época, se casaron con los partidos decididos por los padres, cuyo factor decisivo era la posición económica del futuro marido.

La educación de Jules Verne empezó en la escuela privada de la señora Sambin, dedicada a enseñar las primeras letras a los hijos de la burguesía local. El marido de la señora Sambin era un capitán de la marina mercante que desapareció en alta mar poco tiempo después de casarse. Algunos biógrafos imaginan a la señora Sambin contando a sus pupilos su trágica espera, más de treinta años sin noticias ni del barco ni de los tripulantes. No podemos saber si era así, pero lo que sí sabemos es que en 1890 Verne escribió la novela Mrs. Branican, que trata de una mujer que recorre todos los mares en busca de su marido, capitán de altura, de quien no tiene noticias en muchos años. Todas las opiniones sensatas le dicen que se le ha de dar por muerto, pero Mrs. Branican está convencida de que su marido está aún vivo, y vivo lo encuentra al final de la novela. Es inevitable relacionar a Mrs. Branican con Mme. Sambin y ver en la novela un intento de dar un final feliz a la dura realidad que padeció su maestra.