Te quiero, pero ahora no - Carolina de Toro García - E-Book

Te quiero, pero ahora no E-Book

Carolina de Toro García

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Beschreibung

Dicen que el primer amor nunca se olvida. Pero sí se acaba. O no. Este es el caso de Vega y Martín. Una historia de idas y venidas a lo largo de los años. Cuando pueden estar juntos no quieren y cuando quieren, no pueden. El tiempo será el encargado de ponerles en su lugar para que, al fin, se digan todo eso que nunca se habían atrevido a sacar de su interior. Para que comprueben si se han superado el uno al otro o si, en cambio, no pueden vivir sin estar juntos. Porque toda historia merece tener su final tanto para bien como para mal. Así, tendrán que escoger un camino en el que seguir unidos o separados para siempre. Todo ello acompañado de la que será la banda sonora de sus vidas.

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Carolina de Toro García

Te quiero,

pero ahora no

Historia de una canción de amor

1ª edición: julio 2022

© Carolina de Toro García

© De la presente edición Terra Ignota Ediciones

Diseño de cubierta: TastyFrog Studio

Terra Ignota Ediciones

c/ Bac de Roda, 63, Local 2

08005 – Barcelona

[email protected]

ISBN: 978-84-125779-0-7

THEMA: FRD 2ADS

Esta es una obra de ficción. Todos los personajes, nombres, diálogos, lugares y hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor, o bien han sido utilizados en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas o hechos reales es mera coincidencia. Las ideas y opiniones vertidas en este libro son responsabilidad exclusiva de su autor.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

(www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45)

Carolina de Toro García

Te quiero,

pero ahora no

Historia de una canción de amor

Aunque Tú No Lo Sepas

Sin Miedo A Nada

Blanco y Negro

Después de Todos Estos Años

Lips Of An Angel (Labios de Ángel)

Durante Una Mirada

Respirar

Lo Que No Ves

Bipolar

Quédate A Dormir Conmigo

Con Las Ganas

Héroes Antagónicos

We Found Love (Encontramos Amor)

Tú Me Llevas

Por El Miedo A Equivocarnos

Desolado

Cuánta Decepción

Son Sueños

El Primer Día del Resto de Mi Vida

El Último Día

Volverá

No Puedo Vivir Sin Tí

Yo Te Esperaré

Promesas Que No Valen Nada

Casi Humanos

La Tormenta de Arena

A Cualquier Otra Parte

Pienso En Aquella Tarde

Cosas Que No Sé De Ti

Jóvenes Eternamente

We Are Young (Somos Jóvenes)

Impossible (Imposible)

Tu Jardín Con Enanitos

De La Tierra Hasta Marte

Esta Vez

Más De Lo Que Aposté

La Mujer de Verde

El Fin del Mundo

Me Da Igual

Me Niego

Pídeme La Vida

Adiós

Una Foto En Blanco y Negro

La Distancia

Cada Dos Minutos

Teléfono

Wings (Alas)

The One That Got Away (El que se marchó)

What About Us

(¿Qué pasa con nosotros?)

You Found Me (Me encontraste)

Ti Porto Via con Me (Te Llevo Conmigo)

Aléjate de Mí

9 Días

No Me Doy Por Vencido

Buscando El Sol

Con Los Pies En El Suelo

Faded (Desvanecida)

Despertar

Verdades A Medias

Mientes

No Digas Nada

Un Beso En Madrid

Let Her Go (La Dejas Marchar)

Soy de Volar

Después de Ti

Si Por Mí Fuera

Todavía

Tu Foto del DNI

Lo Siento

Lady Madrid

Vuelve

Y Mírame

Mi Accidente Preferido

Sabes

+

Tattoo

Verso Acabado. Punto

Say You Won’t Let Go (Dí que no te irás)

No Te Has Ido y Ya Te Extraño

Vas A Quedarte

Como Si Fueras A Morir Mañana

PLAYLIST

ÚLTIMA ESTROFA:

AGRADECIMIENTOS

A mis padres y mi familia, por enseñarme que los sueños no tienen límites si luchas por ellos.

Aunque Tú No Lo Sepas

La luz del despertador iluminaba la habitación indicando que ya era hora de despertarse. Momento de empezar la misma rutina de siempre. Vega se levantó sonriente. Con una buena sensación en el cuerpo. Como si hubiera descansado como nunca en los últimos meses. Se dirigió al baño para lavarse la cara y mirarse al espejo cuando, de repente, encontró el motivo de su buena sonrisa. Una sonrisa algo inusual en su despertar, porque por las mañanas tenía la misma cara de seta plana que podría tener cualquiera que madruga. Enseguida trató de borrar esa imagen feliz de su rostro. Y no solo de su rostro, sino también de su mente. Le había vuelto a ocurrir. Había vuelto a soñar con él.

¿Por qué? No entendía el motivo. Nunca había dejado de soñar con Martín. Aun estando completamente enamorada de su pareja, David. Pero, desde luego, jamás le había ocurrido de forma tan constante y permanente en el tiempo. «¿Será porque hace mucho que no nos vemos?», pensaba. Se sentía infiel de pensamiento al que consideraba el amor de su vida. Pero si hay algo que no se puede controlar son los sueños. No era la primera vez que le sucedía. Y siempre trataba de buscar la razón. Ella misma era consciente de que no seguía enamorada de Martín. Además, ya habían pasado tantos años desde la última vez que habían estado juntos. Unos cinco aproximadamente. Pero ¿cómo borrar diez años de tener a alguien en el pensamiento? ¿Cómo hacerlo del tirón? No es como una tirita que te despegas de una herida. ¿Sería por eso? ¿Le marcó tanto que siempre quedaría un resquicio de su historia en su mente? Se supone que el relato de cada uno le acompaña de alguna forma para siempre. Y eso no quiere decir más.

En cambio, Martín seguía apareciendo todas las semanas en los sueños de Vega. Y ella continuaba buscando las causas sin, al final, querer darle más importancia. La ignorancia era la mejor respuesta. Porque, por esa razón, ella decidió dejar de verle. Bastante había trastocado ya su vida. Vega había roto con todo, tantas y tantas veces por él. No era capaz de ser consecuente consigo misma. Martín era su punto débil. Fue su punto débil. Y, tiempo después, consiguió que dejara de serlo. Fue su gran logro. Él destruía, indirectamente, todos los cimientos que ella pudiera construir con alguien. Y ahora, su base junto a David era de lo más sólida.

En su móvil, tenía el whatsapp de buenos días de su chico. Su sonrisa se volvía a dibujar en sus labios. Realmente le quería. «Yo también te quiero», le escribió Vega. Sin embargo, el sueño de esa noche volvió a aparecer en su mente. No podía evitarlo. Y es que era de esos que parecen tan reales que te embriagan y se clavan en toda tu alma. Martín la miraba y la besaba. Suavemente. Sin prisas. Solo ellos dos. Y, por una vez entre ambos, todo estaba bien. Todo tenía sentido por una vez. Porque entre Vega y Martín, nunca existió un rumbo claro. Un sinsentido que a ellos poco les podía importar. Aunque Vega siempre deseó que pudiera llegar a tenerlo, jamás fue así. Por eso, nunca nada podía salir bien.

Se preguntaba qué podía estar haciendo Martín. ¿Le pasaría lo mismo a él con ella? No en la misma medida. Pero Vega pudo apreciar cómo, recientemente, él le había dado like en todas sus últimas fotos de Instagram. Meras casualidades sin más. Estaba segura de que, si se diese la ocasión, él volvería a caer con ella y viceversa, como había ocurrido siempre. Pero Vega no quería. Esa historia ya tenía su punto y final. Con lo que sí estaba indecisa era con si le escribía para comprobar qué tal estaba. De vez en cuando, sí que se mandaban mensajes. Evidentemente, ya no como antes. Ahora se limitaban a tener una relación cordial en la que los temas de conversación eran siempre los mismos. Como por pura educación. Cada vez que Vega soñaba con Martín se debatía entre escribirle o no. Sentía que mandar un mensaje después de esos sueños no era lo correcto. Pero al mismo tiempo sentía esa necesidad. Y siempre ganaba su autocontrol y rechazaba esa iniciativa. Porque sabía que, sin tener que soñar con él, le escribiría en otra ocasión sin haber un solo interés detrás más que el de saber qué tal le va la vida. Esa era su forma de seguir unida a él. Triste, ¿verdad? Pero cuando no queda nada, no hay nada que mantener.

Vega seguía con ese sueño en la mente. Todos sus sueños con Martín tenían la misma característica: la luz. Una iluminación como si del Edén se tratara. Todo tenía brillo y parecía sacado de los efectos especiales de las películas. Una iluminación fuerte y clara que hacía difícil distinguir la realidad de la propia ficción. «Yo aquí fantaseando contigo y tú sin tener ni idea de nada», volvía a pensar. Aunque él no lo supiera seguía en los pensamientos de Vega. Al menos en los más inconscientes. Aunque él no lo supiera, Vega se llenó la cabeza de ilusiones que jamás vio cumplidas. Aunque él no tuviera ni idea, casi todas las mañanas, desaparecía de los sueños de Vega mientras ella despertaba chocando con su realidad. Martín no lo sabía, pero en las fantasías de Vega sucedían tantas cosas. En tantos besos se entrelazaban tantos sentimientos que nunca, jamás, llegaron a buen puerto. Pudieron tenerlo todo y sus sueños jamás pudieron llegar a cumplirse. Quizá, simplemente, no estaban destinados a ello.

El problema de Vega no era soñar con Martín. El inconveniente era que cada vez que soñaba con él, recordaba todas las veces que había estado con él. Rememoraba cómo un día, sin quererlo, se enamoró a primera vista de él y desde entonces no pudo olvidarlo. Recapituló cómo una vez perdieron su oportunidad por no atreverse a hablar de sentimientos. Y, metida en ese bucle, no podía evitar seguir rememorando aquella noche en la que él volvió a ella declarándole su amor, sin miedo a nada.

Sin Miedo A Nada

Vega no había podido parar de echar la vista hacia su pasado. Sus recuerdos con Martín no paraban de presentarse en su cabeza. En concreto, esa noche en la que fueron a una fiesta en casa de Sergio para celebrar su cumpleaños. Juntos, compartieron risas en una noche prácticamente veraniega por el momento. Aunque ya hacía aire para tener a mano una pequeña chaqueta. Las carcajadas, las anécdotas, los baños en la piscina y los vaciles continuaron hasta que tocó la hora de bailar.

Digamos que, ahí, fue cuando comenzó la segunda parte de su historia. La primera tuvo lugar cuando años antes los dos eran conscientes de que se gustaban mutuamente. Alguna vez lo llegaron a hablar, pero la cosa nunca pasaba de ese punto. Y Vega, ya cansada de esperar a que tomaran una decisión, siguió con el rumbo de su vida. Una historia efímera y casi sin importancia para ellos, sí, pero que fue un gran desencadenante de la relación que tuvieron después. Un vaivén que dejó mucha huella en Vega y, por qué no, también en Martín.

Martín trataba de encontrar una buena excusa para acercarse a Vega, pero a falta de tener una buena razón decidió que lo más fácil era ir al grano. Todos los amigos permanecían sentados en el porche, cuando Vega se dirigió hacia otra mesa para servirse una bebida. Martín aprovechó para seguirla, pues sentía la necesidad de estar junto a ella. Ese breve momento en el que estuvieron los dos solos, alejados de los demás, fue el instante en el que Martín abrió todo un nuevo bucle en sus vidas.

—Vega, ¿puedo darte un beso? —preguntó soltando la primera bomba.

—¿Perdón? ¡Claro que no! —contestó extrañada con un tono nervioso. Para nada podía esperar que eso pudiera pasar. Su historia, para ella, formaba parte de un mal pasado. Y creía que ya estaba enterrada. Los cimientos de su vida comenzaban a desmoronarse y la espina de su vida volvía a remover grandes sentimientos.

La conversación se vio interrumpida por más amigos que les arrastraron hasta ellos con el fin de bailar, ya fueran las canciones de Juan Magán o de Don Omar. Unas buenas canciones del reguetón «antiguo» y de electrolatino animan a cualquiera. Pero en ese instante Vega no estaba para bailar, aunque lo intentaba. Las palabras de Martín resonaban en su cabeza todo el rato y ella tan solo podía preguntarse «por qué». Por qué tenía que hacerle eso. «Ya se podría haber quedado callado», pensaba. Sin embargo, al mismo tiempo, sentía cierta curiosidad. Quizá porque siempre le llevaba en su corazón por más que creyera no sentir nada por él. Se sentía tan ofuscada en sus palabras que no pudo evitar responder mal a Luis cuando le cogió de la mano para bailar.

—Luis, perdona, pero no me apetece. Déjalo —respondió Vega con lágrimas en los ojos.

Por detrás, Martín tendió su mano hasta la de Vega. Había mucho ruido entre la música y los gritos de la gente. Se acercó a su oído y le pidió que se dirigieran a otro sitio para poder hablar con tranquilidad. Vega accedió rápidamente y abandonó el gentío esperando a que Martín también lo hiciera. Él tardó un minuto más. Quizá estaría avisando a sus amigos de que iban a tardar en volver.

Vega se situó en el pasillo interior de la casa y apoyó su espalda en la puerta del baño. Martín se colocó frente a ella y al fin empezaron a hablar con valentía.

—¿Por qué me has dicho eso? —preguntó Vega desconcertada.

—Vega, sin más rodeos: te quiero.

—¿Y has esperado hasta ahora para decírmelo? No me lo termino de creer.

—Deberías creerme —insistió Martín tratando de resolver las dudas de Vega.

A ella no le salían las palabras. Martín apoyó su frente sobre la de Vega y los dos permanecieron en silencio unos segundos sin saber qué decir. De vez en cuando, cruzaban sus miradas hasta fijarlas por completo. Martín deseaba besarla más que nada en el mundo. Vega tenía sus dudas de que Martín estuviera siendo sincero. Le daba miedo que al día siguiente todo quedara en una historia más que contar a sus amigas. Pequeñas lágrimas recorrían el rostro de Vega. Y, justo en ese instante, un chico pasó por su lado cantando y dedicándoles la primera frase del estribillo de Sin miedo a nada,de Alex Ubago y Amaia Montero. Lo que provocó que Martín le lanzara la peor de las miradas. «¿Qué perspectiva estaríamos transmitiendo desde fuera?», se preguntaba Vega recordando aquel momento. «¿Existiría amor de verdad o sería un simple cuento?».

—Yo también te quiero —se atrevió a pronunciar Vega después de admitir mentalmente que en el fondo no le había olvidado nunca.

Poco a poco, sus labios se fueron acercando y, por fin, se besaron. Ambos se fundieron en pequeños y suaves besos. Besos que al mismo tiempo dolían en su interior y que empañaban los ojos de Vega. ¿Cómo no podía haber amor entre ambos? Nadie que no sienta amor se besa así. Al mismo tiempo cerraban los ojos, y cuando los abrían, volvían a clavar sus miradas en el otro. Permanecían abrazados en silencio. Para ellos daba igual que estuvieran ante la puerta del baño. Para ellos el mundo se había parado. No existía nada más. Aunque Vega todavía estaba desconcertada, disfrutaba de ese momento. «¿Podremos estar juntos ahora que nos hemos sincerado?», reflexionaba. Igualmente, ahora no quería tener ese tipo de conversación. No quería cargarse ese momento. Tenía miedo de poder decir cualquier cosa que estropeara ese acercamiento. Ahora, tan solo estaban los dos y Vega pensaba que eso les llevaría a estar unidos sin ningún tipo de dificultad. ¿Sería así?

Blanco y Negro

Al llegar a su casa a las cinco de la mañana, Vega escribió un mensaje a sus amigas para contarles todos los detalles de aquella inesperada noche. Y, al día siguiente, ya se había convencido de que tenía que hablar con Martín de lo que había sucedido. También se lo contó enseguida a su hermana Natalia. Estaba más que ilusionada. En cambio, su hermana no parecía estar tan feliz con el asunto. Su intuición le decía que algo malo iba a ocurrir. Y así fue. «¿Puedo llamarte?», le escribió Vega a Martín. Al cabo de unos minutos Martín le devolvió el mensaje con una llamada. Y ahí, empezó el siguiente desencadenante de esta relación. Un vínculo de idas, venidas y reencuentros que tenían lugar muy espontáneamente.

—Vega, tengo que hablar contigo. Lo nuestro no puede ser. Nunca saldría bien.

—¿Por qué dices eso? Anoche me dijiste que me querías. —A Vega se le detuvo el corazón. Literalmente, deseaba desaparecer. Se sentía ridícula.

—Sí, eso te dije. Pero no cambia las cosas. No quiero estropear nuestra amistad —aseguró Martín.

—No entiendo nada —lloraba Vega. Su mundo se había venido abajo. Sus ilusiones se habían desvanecido. Y lo peor es que no quería luchar por ello. Porque si él no quería luchar por estar junto a ella, ¿por qué tendría que hacerlo Vega?

Martín decía una cosa y Vega opinaba la contraria. No llegaban a encontrar un punto en común. Sin embargo, él era quien tenía el poder de frenar sus lágrimas que, al mismo tiempo, eran fruto de este incidente. Es lo que tiene ser diferentes. Así eran Martín y Vega. Y Vega así lo había reconocido siempre. En las últimas horas se había imaginado cómo podría ser su vida junto a Martín. Pero, lo cierto es que no alcanzaba a visualizar una imagen muy clara más allá de los pocos momentos que habían vivido. Y es que, en el fondo, no creía que se conocieran a la perfección. Había que rascar de forma más profunda. Por lo que pensaba que, en parte, Martín podía tener algo de razón: nunca saldría bien.

Las amigas de Vega cambiaron la alegría de los mensajes de la noche anterior por indignación. No entendían ese cambio de parecer. Sabían lo importante que era Martín para Vega. Siempre había estado colada por él hasta las trancas. Desde el día que se conocieron. Y sabían que el corazón de su amiga estaba completamente roto. También eran conscientes de que Vega no podría sacarse aquella noche de la cabeza. Y así ocurrió durante un largo tiempo. Porque Vega estaba dispuesta a intentarlo con Martín. Y así fue. Años después de ese rechazo, continuaron las idas y venidas. En concreto, dos meses después se volvían a encontrar. Y, en esa ocasión, era Vega la que se disponía a decir «te quiero» a Martín. Aprovechó una noche en la que se despidió de sus amigos para volver a casa. Al darle dos besos a Martín, soltó las palabras mágicas. A lo que Martín respondió con un: «Y yo». Sin embargo, Vega no supo si lo dijo por quedar bien o si lo sentía de verdad. El caso es que Vega entró a su casa sin saber si había hecho lo correcto, pero satisfecha por hacer lo que de verdad sentía. Y lo que no sabían es que el destino maquinaba cruzar siempre sus caminos y poner al uno ante el otro. Todo ello para poner a prueba su autocontrol. Y la verdad es que ninguno de los dos podía poner fin a su historia. Cada vez iba a más. Y aunque al principio sus encuentros estaban más espaciados en el tiempo, poco a poco se veían cada vez más. Todo ello, por supuesto, sin ningún tipo de compromiso. Vega no quería ni mencionarlo porque le bastaba estar con él. De hecho, tenía miedo de decir cualquier cosa que pudiera acabar con su tipo de relación. Vega se conformaba con esa situación, aunque su corazón latiera a dos mil por hora cada vez que estaba con él. Incluso antes de quedar con él, cuando que pensaba en que se iban a ver, se disparaba solo como si fuera a salirse del pecho. Así continuó cinco años más.

A Vega le encantaba estar con Martín. A veces cenaban juntos. En otras ocasiones veían películas. Las veces que se encontraban con sus amigos, se iban antes para poder huir y estar solos. Creían que su historia era un secreto bien escondido, pero lo cierto es que muchos de sus amigos ya sospechaban. En cambio, hacían como si nada. Pero lo que más le gustaba a Vega era cuando Martín cogía el coche y la llevaba a un sitio perdido para ver todas las luces de Madrid. Allí incluso habían visto amanecer. Las horas pasaban volando cuando estaban juntos. Y eso era lo que menos le gustaba. Después Martín la dejaba en casa y ya no se sabía cuándo volverían a encontrarse. Quién podía saber si ese podría ser su último día juntos.

Después de Todos Estos Años

Años después de toda aquella historia, los encuentros entre Martín y Vega llegaron supuestamente a su fin. «Presuntamente» porque, aunque llevaban cuatro años sin verse, él continuaba apareciéndose de vez en cuando en los sueños de Vega. Y eso provocaba que ella siguiera pensando en él sin querer y teniendo mil dudas que no la dejaban tranquila. Últimamente, había estado muy tentada a escribirle. Sin embargo, aunque trató de evitarlo, aguantó un par de días y al tercero le escribió el mensaje como quien se interesa por un amigo cualquiera.

—¡Martín! ¡Hola!

—¡Hola, guapa! ¿Cómo estás?

—Muy bien ¡Cuánto tiempo! ¿Tú qué tal estás?

—Muy bien también. Te veo muy guapa en tus fotos de Instagram.

—Muchas gracias —le agradeció Vega mandándole el emoji sonrojado. En cambio, al mismo tiempo pensó en su novio David. Seguro que no le gustaría saber de ese comentario.

—Deberíamos vernos. Hace mucho de la última vez. El otro día hablando con Amaya me dijo de quedar. ¿Te apetece venir?

—Claro que sí —respondió Vega entusiasmada.

A los pocos minutos, ya tenían fecha y hora. Dicho y hecho. Lo cierto es que Martín había puesto bastante interés en acelerar todo lo posible las formalidades para poder encontrarse. Al menos esa era la sensación que Vega había percibido. Al cabo de cinco días, los tres amigos se encontraron. Simplemente se acercaron a una terraza a ponerse al día después de tiempo sin verse.

Días antes Vega ya estaba nerviosa. El corazón parecía que se iba a salir del pecho y su estómago se revolvía. En realidad, se trataban de las mariposas de la tripa que ganaban presencia, aunque ella pretendía negarlas engañándose a sí misma. «¿Qué se iba a poner?», pensaba todo el rato. Así estuvo hasta que llegó el gran día en el que sus nervios se elevaron a la siguiente potencia. Las mariposas eran mucho más evidentes si cabe. Se puso una falda azul y una camiseta blanca. Se pintó de forma natural y se hizo media coleta. Después de vestirse le sobraba tiempo, pero esperó para salir a la hora adecuada, pues no quería llegar ni muy pronto ni muy tarde. Miró el reloj unas cinco veces y, cuando llegó el momento, salió de su casa para ir al bar en el que habían quedado.

Al doblar la esquina de la calle, divisó a lo lejos a Martín de pie esperando y puntual como siempre. Amaya todavía no había llegado. Y, en parte, eso era lo que quería Vega. Porque tan solo necesitaba un instante con Martín para darle el ansiado abrazo que llevaba imaginando desde días antes. Tan solo necesitaba eso. Un momento con él para sentirle cerca a través de un abrazo real. Y eso era lo más cerca que podían estar.

—Te veo muy guapa —le repitió Martín.

—Muchas gracias. Yo también te veo muy bien —contestó Vega con una sonrisa.

En los últimos días en los que habían hablado, Martín le había hecho a Vega el mismo comentario varias veces. Vega era consciente de que aquello no era casualidad. Tenía que haber más cosas detrás de esas palabras. Ciertos sentimientos. Y así era. Con esas palabras Martín le estaba diciendo que tenía muchas ganas de verla, que quería estar con ella y revivir viejos recuerdos.

Durante el encuentro entre los tres amigos, hablaron de muchos temas del pasado. De varias fiestas en las que habían estado juntos o de las cosas que habían hecho en los últimos tiempos. Y cuando hablaban de viejos momentos en los que Vega y Martín habían escapado de sus amigos para vivir su secreta historia, aprovechaban para decir lo bien que se lo habían pasado en ese plan. Todo ello sin que Amaya supiera que esos días, en realidad, Vega y Martín habían estado juntos. «Yo en ese cumpleaños me lo pasé muy bien», decía Martín. «Yo también», respondía Vega. Les faltaba guiñarse un ojo para mostrar la complicidad interna que les unía. En general, hablaban de la fiesta que se pegaron. En concreto, se referían a cómo esa noche Martín y Vega acabaron abrazados durmiendo juntos.

Entre risas, Vega y Martín aprovechaban para hacer coincidir sus miradas o incluso tocarse el brazo como si formaran parte de los gestos de su conversación. Cualquier excusa era buena para tener contacto. Se sonreían continuamente. Y ella solo quería estar allí.

Vega, para nada, quería marcharse porque había estado esperando este encuentro con muchas ganas durante los últimos días. Sin embargo, tocaba volver a casa porque al día siguiente había que madrugar para ir a trabajar. Pidieron la cuenta y Martín pagó el refresco de Vega. Ella le dio las gracias y se levantaron para despedirse. Vega no quería irse. Al menos no quería despedirse así. Siempre se habían dicho adiós con un buen beso o un abrazo. Y sabía que no iba poder darle, al menos, un abrazo delante de Amaya. Sería cuanto menos sospechoso. Así que decidió acompañarle a su coche. Llegó el momento. «No, por favor. ¡Que alguien pare el tiempo!», pensaba Vega. Tenían que despedirse. Los dos se fundieron en un abrazo en el que perdieron percepción del mundo exterior. No sabían dónde estaban ni ellos mismos.

—Me alegro muchísimo de verte —le susurró Vega al oído.

—Y yo a ti. Nos vemos dentro de poco. ¿Vale?

Los dos se iban felices pero tristes al mismo tiempo. Habían estado juntos pero su historia no se podía repetir. Vega puso rumbo a su casa y a su mente se vino la letra de Después de todos estos años, de Maldita Nerea. Cada palabra de aquella canción resonaba en su mente. Y a ellos les ocurrió algo similar, quisieron tanto del otro y lo gestionaron tan mal que lo perdieron todo. Todo lo que pudo pasar y no fue. Y con ese sentimiento y esa melodía, Vega regresó a casa, pero con la sensación de querer más. De volver a por él. «¿Le escribo o no le escribo? ¿Le escribo? ¡Le escribo!», se decía a sí misma.

—Muchas gracias por invitarme.

—Tú verás. Nos tenemos que ver pronto otra vez, por favor. Estabas muy guapa.

—Al final me lo voy a creer, ¿eh?

—Créetelo. Por cierto. –Cambió de tema Martín.

—Dime.

—Si quieres te invito a ver una peli uno de estos días —propuso Martín provocando en Vega todavía más confusión. Por un lado, se moría de ganas. Por el otro, no quería jugar a ese juego.

—Algún día... —respondió Vega de forma escueta, dando una especie de largas y cerrando esa puerta a la invitación de Martín.

Lips Of An Angel (Labios de Ángel)

Para su sorpresa, al día siguiente, Vega y Martín continuaron con los mensajes de Whatsapp. Las mariposas que había sentido los días anteriores, permanecían en el estómago de Vega. Cada vez iban a más. No podía dejar de estar pendiente de si el móvil sonaba o no. Sin embargo, y como era lógico, se sentía muy mal por estar pensando en Martín. Ella estaba enamorada de David y no de Martín. Así lo sentía. Sabía que jamás podría tener un futuro con Martín como el que le esperaba con David. Con su novio podía ser ella misma. Podía decir y hacer lo que quisiera sin sentir ningún tipo de pudor. Con Martín es probable que no tuviera ese nivel de confianza, pero porque no habían vivido su historia de una forma continuada. En cambio, no sabía qué le pasaba cada vez que le veía. Era como si el mundo se detuviera y su corazón se convirtiera en un imán que le atraía hasta no poder despegar sus ojos de él. La conversación entre Martín y Vega iba tratando distintos temas. Desde el polémico final de Juego de tronos hasta preguntas para conocerse más a fondo.

—¿Y a Vega qué le gusta? —preguntó Martín como si quisieran volver a conocerse. En verdad, había muchos detalles que no sabían del otro.

—Me gusta el chocolate, unos buenos macarrones con tomate, alguna serie divertida, la música a todo volumen, los atardeceres, quedarme empanada observando las azoteas desde la cristalera del autobús… —enumeró Vega siendo consciente de que aquella pregunta no era tan simple como parecía. Que conllevaba una intención detrás—. ¿Y a ti? ¿Qué te gusta?

—A mí las hamburguesas, leer, los amaneceres, el mar, las patatas fritas…

—¡Me apunto a las hamburguesas y a ver el mar! —anotó Vega

—Por cierto, cuando quieras te invito a unos macarrones con tomate si te apetecen.

—No es que sea simple, porque me gustan muchas cosas, pero es que unos buenos macarrones con tomate llegan al alma —respondió Vega evitando, en parte, confirmar una respuesta.

Por un lado, se moría de ganas por decir que sí. En cambio, por el otro, sabía que no era lo correcto. Por eso, optó por no decir nada al respecto. Vega era de esas personas que no es que no supiera mentir, es que no se lo permitía. Debía ser fiel a sí misma y a su forma de pensar y sentir. Y, por encima de todo, respetaba a su pareja. Por ese motivo, lo mejor era callarse y tratar de desviar un poco el tema.

En ese margen de hora, subió un selfie a Instagram. Los likes comenzaron a subir y, por supuesto, no faltó el de Martín. Eso sí, con un toque distinto: dejó un comentario en su foto. Un simple emoji. Pero se trataba de una gran novedad. Sus sospechas se confirmaban, Martín estaba muy pendiente del Instagram de Vega. Los likes en las últimas fotos y ese nuevo comentario lo reafirmaban.