Testigos no deseados. Periodistas y conflicto en América Latina - Gabriela Polit Dueñas - E-Book

Testigos no deseados. Periodistas y conflicto en América Latina E-Book

Gabriela Polit Dueñas

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Beschreibung

Gabriela Polit Dueñas analiza el trabajo de cinco periodistas de tres países distintos: Marcela Turati, Daniela Rea y Sandra Rodríguez Nieto, de México; Patricia Nieto, de Colombia, y María Eugenia Ludueña, de Argentina, reconocidas por su periodismo literario, resultado de su calidad y mérito al ejercer su profesión en condiciones de extremo peligro. La autora afirma que lo que impulsa y define la escritura de las periodistas es cómo retratan la respuesta afectiva que las situaciones provocan tanto en ellas como en las personas involucradas. El volumen analiza los desafíos emocionales, el estrés y las traumáticas condiciones que se enfrentan en las más opresivas circunstancias de sus regiones. Polit Dueñas combina el trabajo periodístico con análisis textuales y reflexiones teóricas acerca de los dilemas éticos que se deben confrontar en el periodismo.

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Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial

Índice

Dedicatoria

Agradecimientos

Introducción

Algunas reflexiones sobre el campo

La periodista como autora

Formas de publicación

La soledad del y de la periodista

I. Escribir sobre el sufrimiento: las cronistas y su oficio

La ética de la mirada, la ética de la escucha

II. Caer en el silencio: el trabajo de Patricia Nieto

La periodista

Lo indecible

El silencio como cuidado

Encontrar una voz

Los prólogos

III. Una fenomenología de los afectos: Marcela Turati

La guerra contra el narco

La traición a lo que es correcto

Marcela Turati, la periodista

El libro: Fuego cruzado: las víctimas atrapadas en la guerra del narco

El peso de las palabras

IV. El caso de Juárez: Sandra Rodríguez Nieto

El crimen

Sandra Rodríguez Nieto, la periodista

El libro: La fábrica del crimen

El culpable

El silencio

La brecha moral de Juárez

V. Maternidad y desaparición de los desaparecidos: crónicas de Daniela Rea

Lecciones del Cono Sur

Figuración, desfiguración y la periodista como madre

Las desapariciones forzadas en México

El libro: Nadie les pidió perdón: historias de impunidad y resistencia

VI. Los juicios por delitos de lesa humanidad: María Eugenia Ludueña

María Eugenia Ludueña, la periodista

La ley y los derechos humanos

El juicio

VII. Las paradojas del periodismo bello: Patricia Nieto

Patricia Nieto, la periodista

Una alianza precaria entre el periodismo y la estética

La ciudad

El libro: Los escogidos

La relación con los muertos

Coda

Apéndice

Lista de periodistas asesinados

Periodismo en tiempos de COVID

Escucha

Cobertura y tecnología

Reportear el COVID

Las muertes / los muertos

La intimidad de lo público

Referencias

Notas al pie

Índice de nombres citados

Aviso legal

Dedicatoria

Para todxs lxs periodistas desaparecidxs, abusadxs, violadxs y amenazadxs, y aquellxs que están encarceladxs. Para lxs periodistas que siguen haciendo su trabajo a pesar de los riesgos.

Este libro está dedicado a la memoria de lxs periodistas asesinadxs y desaparecidxs en América Latina y el Caribe entre 1992 y 2022.

1992

Virgilio Fernández, Herminio Pedro Yauri Bustamante, Adolfo Isuiza Urquía, Alejandro Pérez, Ismael Jaimes, Iván Darío Pelayo, Manuel Martínez Espinoza

1993

Francisco Parada, Carlos Grant, María Carlín Fernández, María Verónica Tessari, Bienvenido Lemos, Carlos Lajud Catalán

1994

Jessé Medina Parra, Eustorgio Colmenares, Jorge Martín Dorantes, João Alberto Ferreira Souto

1995

Reinaldo Coutinho da Silva, Ernesto Acero Cadena, Gabriel Cruz Díaz, Marcos Borges Ribeiro, Juan Carlos Vásquez, Ruperto Armenta Gerardo, Zaqueu de Oliveira, Aristeu Guida da Silva

1996

Norvey Díaz

1997

Jairo Elías Márquez Gallego, Víctor Hernández Martínez, Jesús Abel Bueno León, Edgar Lopes de Faria, Benjamín Flores González, Francisco Castro Menco, Freddy Elles Ahumada, Gerardo Bedoya Borrero, José Luis Cabezas

1998

Amparo Leonor Jiménez Pallares, Bernabé Cortés Valderrama, Nelson Carvajal, Óscar García Calderón, Philip True, Manoel Leal de Oliveira, José Carlos Mesquita, Luis Mario García Rodríguez

1999

Ricardo Gangeme, Pablo Emilio Medina Motta, Rodolfo Julio Torres, Guzmán Quintero Torres, Hernando Rangel Moreno, Jaime Garzón

2000

Zezinho Cazuza, Jean Léopold Dominique, Julio César da Rosa, Alfredo Abad López, Gustavo Rafael Ruiz Cantillo, Juan Camilo Restrepo Guerra

2001

Juan Carlos Encinas, José Luis Ortega Mata, Flavio Bedoya, Parmenio Medina Pérez, Brignol Lindor, Salvador Medina Velázquez, Jorge Enrique Urbano Sánchez, José Duviel Vásquez Arias, Jorge Ibraín Tortoza Cruz

2002

Domingos Sávio Brandão Lima Júnior, Tim Lopes, Efraín Varela Noriega, Héctor Sandoval, Orlando Sierra Hernández, Elizabeth Obando, Walter López Maxime Séide

2003

Luis Antônio da Costa, Guillermo Bravo Vega, Luis Eduardo Alfonso Parada, Jaime Rengifo Revero, Juan Carlos Benavides Arévalo, Nicanor Linhares Batista, Héctor Ramírez, Pablo Jesús Mejía Lechuga

2004

Gregorio Rodríguez Hernández, José Carlos Araújo, Francisco Arratia Saldierna, Juan Emilio Andújar Matos, Ricardo Ortega, Carlos José Guadamuz, Alberto Rivera Fernández, Antonio de la Torre Echeandía, Martín La Rotta, Samuel Román, María José Bravo, Francisco Javier Ortiz Franco, Óscar Alberto Polanco Herrera, Jaime Alberto Madero Muñoz, Ricardo Mendoza

2005

Dolores Guadalupe García Escamilla, Julio Hernando Palacios Sánchez, Rafael Enrique Prins Velásquez, Julio Augusto García Romero, Laraque Jean Roberson, João Cândido de Amorim Filho, Jacques Roche, Raúl Gibb Guerrero, José María Ramos da Silva, José Alfredo Jiménez Mota

2006

Bradley Roland Will, Roberto Marcos García, Atilano Segundo Pérez Barrios, Gustavo Rojas Gabalo, Jorge Aguirre, Ajuricaba Monassa, Milton Fabián Sánchez, José Luis León Desiderio, Eduardo Maas Bol, Raúl Marcial Pérez, Adolfo Sánchez Guzmán, Roberto Marcos García, José Manuel Sánchez Nava, Misael Tamayo Hernández, Enrique Perea Quintanilla, Ramiro Téllez Contreras, Jaime Arturo Olvera Bravo, Rafael Ortiz Martínez, José Antonio García Apac

2007

Agustín López Nolasco, Flor Vásquez López, Mateo Cortés Martínez, Amado Ramírez Dillanes, Jean-Rémy Badio, Carlos Salgado, Tito Alberto Palma, Miguel Pérez Julca, Rodolfo Rincón Taracena, Luiz Carlos Barbon Filho, Saúl Martínez Ortega, Gamaliel López, Gerardo Paredes

2008

Alejandro Zenón Fonseca Estrada, José Armando Rodríguez Carreón, Carlos Quispe Quispe, José Fernando González, Miguel Ángel Villagómez Valle, Felícitas Martínez, Teresa Bautista Flores, Normando García, Mauricio Estrada Zamora

2009

Norberto Miranda Madrid, José Emeterio Rivas, José Orel Sambrano, Everardo Aguilar, Christian Gregorio Poveda Ruiz, Eliseo Barrón Hernández, Bladimir Antuna García, María Esther Aguilar Cansimbe

2010

Carlos Alberto Guajardo Romero, Luis Carlos Santiago Orozco, Francisco Gomes de Medeiros, David Meza Montesinos, Joseph Hernández Ochoa, Nahúm Palacios Arteaga, Valentín Valdés Espinosa, Clodomiro Castilla Ospino, Rodolfo Maya Aricape, Marco Aurelio Martínez Tijerina, Guillermo Alcaraz Trejo, Juan Francisco Rodríguez Ríos, José Ochoa Martínez, Miguel Ángel Domínguez Zamora, Ramón Ángeles Zalpa, Evaristo Ortega Zárate

2011

Noel López Olguín, José Agustín Silvestre de los Santos, Alfredo Antonio Hurtado Núñez, Pedro Alfonso Flores Silva, Edinaldo Filgueira, María Elizabeth Macías Castro, Rodolfo Ochoa Moreno, Gelson Domingos da Silva, Luciano Leitão Pedrosa, Darío Fernández Jaén, Luis Emmanuel Ruiz Carrillo, Luis Eduardo Gómez, Medardo Flores, Nery Jeremías Orellana, Héctor Francisco Medina Polanco, Humberto Millán Salazar, Yolanda Ordaz de la Cruz, Miguel Ángel López Velasco, Merardo Alejandro Romero Chávez, José Oquendo Reyes, Julio Castillo Narváez, Valderlei Canuto Leandro, Marco Antonio López, Manuel Figueroa Hernández

2012

Mário Randolfo Marques Lopes, Valério Luiz de Oliveira, Regina Martínez Pérez, Adrián Silva Moreno, Décio Sá, Guillermo Quiroz Delgado, Byron Baldeón, Eduardo Carvalho, Paulo Roberto Cardoso Rodrigues, José Noel Canales, Erick Alejandro Martínez Ávila, Víctor Báez, Marco Antonio Ávila García, Gabriel Huge, Guillermo Luna Varela, Federico Manuel García, Zane Plemmons, Miguel Morales Estrada, Adela Jazmín Alcaraz López

2013

José Roberto Ornelas de Lemos, Édison Alberto Molina, Mafaldo Bezerra Goes, Walgney Assis Carvalho, Rodrigo Neto, Cláudio Moleiro de Souza, José Naudín Gómez, Juan Carlos Argeñal, Manuel Murillo Varela, Aníbal Barrow, Alberto López Bello, Jaime Guadalupe González Domínguez, Marcelino Vázquez, José Darío Arenas, Víctor García, Sergio Landa Rosado

2014

Octavio Rojas Hernández, Edgar Pantaleón Fernández Fleitas, Pablo Medina Velásquez, Fausto Gabriel Alcaraz Garay, Marcos de Barros Leopoldo Guerra, Santiago Ilídio Andrade, Pedro Palma, Gregorio Jiménez de la Cruz, Luis Carlos Cervantes, Yonni Steven Caicedo, Hernán Cruz Barnica, Jorge Torres Palacios, Pablo Medina, Carlos Mejía Orellana, Mario Alberto Crespo Ayón

2015

Rubén Espinosa Becerril, José Moisés Sánchez Cerezo, Israel Gonçalves Silva, Ítalo Eduardo Diniz Barros, Luis Antonio Peralta Cuéllar, Djalma Santos da Conceição, Evany José Metzker, Flor Alba Núñez Vargas, Gerardo Ceferino Servían, Gleydson Carvalho, Filadelfo Sánchez Sarmiento, Danilo López, Juan Carlos Cruz Andara, Jacobo Montoya Ramírez, Joel Aquiles Torres, Édgar Hernández García, Abel Manuel Bautista Raymundo, Gerardo Nieto Álvarez, Juan Mendoza Delgado, Erick Arriaga

2016

Marcos Hernández Bautista, Maurício Campos Rosa, Elidio Ramos Zárate, Mario Roberto Salazar Barahona, Jesús Adrián Rodríguez, Agustín Pavia, João Miranda do Carmo, João Valdecir de Borba, Álvaro Aceituno López, Salvador García Olmos, Aurelio Cabrera Campos, Pedro Tamayo Rosas, Francisco Pacheco Beltrán, Moisés Dagdug Lutzow, Anabel Flores Salazar, Nicolás Humberto García, Hernán Choquepata Ordóñez

2017

Maximino Rodríguez Palacios, Miroslava Breach Velducea, Luis Gustavo da Silva, María Eugenia Vásquez Astudillo, Luis Manuel Medina, Leónidas Martínez, Igor Abisaí Padilla Chávez, Cecilio Pineda Birto, Edgar Daniel Esqueda Castro, Javier Valdez Cárdenas, Salvador Adame Pardo, Carlos William Flores, Cándido Ríos Vázquez, Edwin Rivera Paz, Luciano Rivera Salgado, Ricardo Monlui Cabrera, Jonathan Rodríguez, Luís Gustavo da Silva

2018

Carlos Domínguez Rodríguez, Carlos Pureza, Jesús Báez do Nacimento, Ueliton Bayer Brizon, Jefferson Pureza Lopes, Leslie Ann Pamela Montenegro del Real, Jesús Alejandro Márquez Jiménez, Leobardo Vázquez Atzin, Mario Leonel Gómez Sánchez, Raúl Rivas Bravo, Javier Ortega, Vladjimir Legagneur, Agustín Silva Vásquez

2019

Francisco Romero Díaz, Jorge Celestino Ruiz Vázquez, Leonardo Gabriel Hernández, Néhémie Joseph, Nevith Condés Jaramillo, Norma Sarabia Garduza, Rafael Murúa Manríquez, Mauricio Lezama, Jorge Enrique Rodríguez, Edgar Joel Aguilar, Telésforo Santiago Enríquez, Omar Iván Camacho, Rogelio Barragán Pérez, Santiago Barroso, Jesús Eugenio Ramos Rodríguez

2020

Christoff Griffith, Germán Vallecillo Jr., Israel Vázquez Rangel, Jorge Miguel Armenta Ávalos, José Abelardo Liz, Julio Valdivia, Lourenço Veras, Luis Alonzo Almendares, María Elena Ferral Hernández, Pablo Morrugares Parraguirre, Benjamín Vásquez Hernández, Saúl Tokeroma, Daysi Lizeth Mina Huamán, Felipe Guevara, Abelardo Liz, Jorge Posas, Pedro Arcángel Canelas, Víctor Fernando Álvarez Chávez, Jaime Daniel Castaño Zacarías

2021

Alfredo Cardoso Echeverría, Gustavo Sánchez Cabrera, Jacinto Romero Flores, Marcos Efraín Montalvo, Ricardo Domínguez López, Pedro Alfonso Guadrón Hernández, Benjamín Morales Hernández, Saúl Tijerina Rentería, Manuel González Reyes, Fredy López Arévalo, Felipe Romero, Jorge Molontzín Centlal, Marcos Efraín Montalvo Escobar

2022

Alfonso Margarito Martínez Esquivel, Armando Linares López, Francisco Sandoval, Heber López Vásquez, John Wesley Amady, Maximilien Lazard, Wilguens Louis-Saint, Givanildo Oliveira, María Guadalupe Lourdes Maldonado López, José Luis Gamboa Arenas, Roberto Toledo, Juan Carlos Muñiz, Jorge Luis Camero, Antonio de la Cruz, Dom Phillips, Edwin Josué Andino, Francklin Tamar, Frantzsen Charles, Fredid Román Román, Gerardo Delgado, Humberto Coronel, Juan Arjón López, Luis Enrique Ramírez, Maximilien Hassan, Orlando Villanueva, Rafael Emiro Moreno Garavito, Ricardo Alcides Ávila, Romelson Vilcin, Sheila Johana García Olivera, Tayson Lartigue, Wilder Alfredo Córdoba, Yessenia Mollinedo Falconi, Alan González.

Flaubert se llamaba a sí mismo una pluma humana: yo diría que yo soy un oído humano.

Svetlana Alexiévich

¿Qué significaría escribir escuchando? ¿Qué implicaría una política del oyente? Me guardé estas preguntas al empezar a trabajar. El libro que ahora tienes entre las manos es un intento de escribir escuchando.

John Gibler

La palabra siempre es plural, pero tal vez pocos géneros como la crónica nos recuerden esa básica verdad con tanta fuerza. La palabra del cronista no puede dejar de ser la palabra del otro: una tensión en la que se dan cita, al menos, otros dos.

Cristina Rivera Garza

En la medida en que la verdad sea o tenga límites, sus propios límites, y asumiendo que sabe poner límites, por así decirlo, la verdad sería cierta relación con lo que la limita o determina.

Jacques Derrida

Agradecimientos

La primera página de un libro suele redactarse cuando todo lo demás está escrito, cuando por fin se logra el objetivo que nos propusimos al empezar un proyecto y estamos satisfechos, orgullosos y aliviados incluso de haberlo concluido. El proceso de investigación y escritura de este libro ha sido distinto; ha venido con una lección de humildad. Durante los años que dediqué a Testigos no deseados fueron asesinados muchos —demasiados— periodistas. Conocí a algunos de ellos, otros eran amigos de amigas, por lo que algunas de esas muertes fueron cercanas. He sido testigo del dolor de periodistas que perdieron a sus colegas, y también de las varias formas en las que los sobrevivientes se armaron de entereza para continuar su labor. Aunque devastadora, gran parte de su lucha pasa desapercibida. Su compromiso, valentía, compasión y persistencia son encomiables. Su empatía e incansable búsqueda de justicia no cesan pese al miedo, al dolor. Ésa es la lección que aprendí de Patricia Nieto, Marcela Turati, Sandra Rodríguez Nieto, Daniela Rea y María Eugenia Ludueña, quienes compartieron conmigo su tiempo, sus ideas y su trabajo. Esa lección se quedó en mí y trasciende lo plasmado en las páginas de este libro. Estoy en deuda con cada una de estas grandes mujeres.

Quiero dar las gracias a quienes me acompañaron a lo largo de la gestación de este libro, en particular a Cristian Alarcón, quien con mucha generosidad me invitó a integrarme a su red de periodistas. Las y los participantes de los talleres organizados por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI, ahora Fundación Gabo; en adelante FG) en Ciudad de México, en 2009, y en Buenos Aires, en 2011, generosamente me acercaron a su intimidad con el oficio y me hicieron cómplice de la vulnerabilidad a la que las y los somete su escritura. Durante una visita a las oficinas de la Fundación en Cartagena, su entonces director ejecutivo Ricardo Corredor Cure compartió conmigo generosamente sus experiencias e ideas y la historia de la institución. Asimismo, Jaime Abello, su director general, me ofreció su amistad durante nuestros encuentros en las ciudades de México, Austin, Buenos Aires, Medellín y Bogotá.

Sylvia Molloy, quien falleció cuando trabajábamos esta edición, siempre fue una luz y una inspiración. Sylvia, Aníbal González, Julio Ortega, Charlie Hale y Jason Borge leyeron las primeras versiones de la presente obra cuando era sólo un proyecto, y me alentaron desde el principio. Testigos no deseados originalmente fue escrito en inglés. Ayudaron a que el texto viera la luz por primera vez Sara Castro-Klarén y John Beverley, que lo incluyeron en su serie Illuminations de la University of Pittsburgh Press. Joshua Shanholtzer, mi editor, fue un apoyo fundamental para su publicación.

Las rutas migratorias de nuestras lenguas tienen cómplices: Katie Jensen, Katy Sobering, Martha Acherio y Sam Ginsburg revisaron los borradores iniciales de la primera versión. Sarah Ropp abordó con un interés intelectual genuino y con sumo cuidado la versión previa a la publicación. Estoy más que agradecida con todos por su arduo trabajo, el entusiasmo y la paciencia mostrada en el proceso de escritura de la ecuatoriana que destrozaba el inglés. A los estudiantes de los seminarios que impartí entre 2015 y 2018 en la Universidad de Texas en Austin les debo más de lo que pueden imaginar. Michael Flynn me enseñó otra manera de entender el trauma. Adriana Pacheco y Dinorah Cossío me ayudaron con referencias importantes para el capítulo sobre Daniela Rea. Valeria Rey de Castro me escuchó con atención y su brillante trabajo sobre Argentina sirvió de guía e inspiración para el capítulo sobre María Eugenia Ludueña. Gracias a todos y todas.

No habría sido capaz de terminar este libro si no fuera por el año sabático de investigación que me otorgó el Instituto Teresa Lozano Long de Estudios Latinoamericanos (LLILAS, por sus siglas en inglés) en la primavera de 2018, así como por el apoyo económico del Instituto de Humanidades en College of Liberal Arts (COLA, por sus siglas en inglés), la beca de investigación universitaria de la Escuela de Estudios Graduados y la beca de investigación Mellon para el verano, otorgada por LLILAS. Estos apoyos económicos me dieron la oportunidad de realizar trabajo de campo y disponer de tiempo para escribir.

El argumento mejoró y se enriqueció después de los diálogos que entablé con colegas y estudiantes en la Universidad Autónoma de Sinaloa en Culiacán; en la Academia Naval de Estados Unidos en Annápolis; en la Universidad San Francisco en Quito; en la Universidad de Virginia en Charlottesville; en El Colegio Nacional en Ciudad de México; en las conferencias de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) en Puerto Rico y Lima, y en la conferencia de la Asociación de Literatura Comparada de Estados Unidos (CLAS) en Nueva York. Las reseñas que recibí de lectores anónimos de la versión del capítulo II que publiqué en la Latin American Research Review (Polit Dueñas, 2017), los comentarios y las sugerencias tanto de Juanita Aristizábal y Juliana Martínez como de los lectores anónimos del capítulo IV, publicados en la Revista de Estudios Hispánicos, fueron muy significativos para afinar la versión extendida que constituye este libro.

En la ruta de regreso a mi lengua, los cómplices para la edición de Testigos no deseados han sido otros. Les debo un agradecimiento enorme a Socorro Venegas, por su genuino interés en el manuscrito; al equipo editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México, por su trabajo cuidadoso: a Petronella Zetterlund, por su meticulosa traducción; a Patricia Rubio Ornelas y Rosalía Chavelas Peña, por su esmerada lectura. El dialogo de ida y vuelta de estas versiones ha enriquecido y afinado mis ideas. Nuevamente doy las gracias al Instituto Teresa Lozano Long de Estudios Latinoamericanos, de la Univeridad de Texas en Austin, por el apoyo financiero para hacer posible esta versión en español.

Los últimos agradecimientos van a mis seres más queridos, los que hacen posible la vida cotidiana y, a veces, también hacen que parezca imposible. Familia Polit Dueñas, todos ustedes son la razón de mi sonrisa. Les extraño todos los días de mi vida, aunque sé que, si viviera en Quito, no sería la investigadora que soy: las celebraciones de cumpleaños, las primeras comuniones, las bodas, los aniversarios, los tecitos, los paseos y las reuniones informales absorberían todo mi tiempo. WhatsApp ayuda. Este libro es de la Mami, la mujer más sabia, curiosa, inteligente, tolerante, divertida, aventurera y buena. Ojalá pueda ser como eres tú, Mami. Otra parte del libro es también del Papi, mi luna creciente que cada mes me sonríe, me cuida y me da esperanza. A mi familia en Argentina, porque los recuerdos del tiempo en San Vicente me inspiran. María José sabe que algunos vienen salpicados de rosé, un color muy necesario en el proceso de escritura. A mi querida amiga Graciela, por cocinar, por ayudarme a doblar ropa, a sobrevivir la crisis de los calcetines perdidos, y por siempre estar ahí.

A mis adorados hijos Camilo y Luis, que se hicieron adolescentes mientras escribía la versión en inglés de este libro y que se fueron a la universidad después del año de encierro, cuando trabajaba en esta versión. Nada me ha dado más felicidad ni más estrés que verlos crecer. Parece un cliché, pero intentar amarlos correctamente es la experiencia más dura que he vivido. Un libro sobre el sufrimiento no es lo que mejor retrata esta experiencia ni la lección que aprendo de ustedes en su transición a la vida adulta. Espero que algún día lo quieran leer para que sepan lo que pienso acerca de emociones complejas y que aprendan lo que hacen los periodistas en nuestros países. Para terminar, a Javier, por tu impaciencia con mis interminables cavilaciones durante nuestras caminatas con Gloria Polit y con mi interminable necesidad de conversar. No será menor después de este libro, aunque la pandemia nos quitó palabras. Ahora que la vida toma otro ritmo, que el libro sale en español, también han cambiado los hábitos. Gracias por las veces que me escuchaste y por las que no. Eso también me ayudó a aclarar mis ideas. Has sido mitad madre, mitad padre en nuestra casa; eso hace que este libro sea mitad tuyo. Tendrás que leerlo (otra vez).

Introducción

El 15 de mayo de 2017 —en vísperas de terminar el borrador de este libro—, en Culiacán, su ciudad natal, mataron a balazos a Javier Valdez a plena luz del día. Era el sexto periodista asesinado ese año, pero no sería el último. Su muerte fue un golpe porque hasta ese momento todos creíamos que la reputación y el reconocimiento de los que gozaba tanto dentro como fuera de México le brindarían cierta protección. Su asesinato mostró que estábamos equivocados: nadie está seguro en este país.

Cuando me llegó la noticia de su muerte, pensé que todo lo que había escrito hasta entonces era inútil. Que por sofisticado que fuera mi argumento —o cualquier alegato sobre los riesgos que corren los periodistas—, las palabras fracasarían. No hay manera de construir sentidos ante un asesinato como el de Javier. Persistí, inspirada en las palabras de Eve Kosofsky Sedgwick cuando dice (1985): “Nuestras obsesiones son las formas más duraderas de capital cultural”; y mis obsesiones, respecto a las vidas difíciles de las y los periodistas y las de sus seres queridos, seguían ahí. El trabajo periodístico de Javier fue el primero que analicé. Él me enseñó la importancia de comprender las condiciones en las que trabaja este gremio y, con eso en mente, analicé sus crónicas en un libro anterior. Aún recuerdo cuando lo vi por última vez en Ciudad de México, en 2009, días después de que una bomba explotara en las oficinas de Ríodoce, semanario del que fue cofundador y donde trabajó hasta el día en el que lo mataron. Cuando lo vi en Cuidad de México, todavía temblaba de pánico. Ocho años pasaron desde ese día hasta su asesinato. Ocho años en los que Javier vivió con miedo.

Este libro no tiene la facultad de cambiar las condiciones de miedo en las que viven y trabajan muchos periodistas en la región, pero espero que, aunque sólo sea un acercamiento intelectual que busca genuinamente comprender sus experiencias, lean el mensaje cifrado de que no están solos. Éste es un trabajo escrito desde la preocupación, el cuidado y el deseo de visibilizar su labor.

Nuestros proyectos tienen su génesis particular. Son producto de nuestras trayectorias académicas, de nuestras inquietudes intelectuales y, quiero creer, de cierto destino formado por nuestras lecturas, algunos eventos imprevistos y los encuentros con personas que tal vez cambian el rumbo de nuestras inquietudes iniciales. Con certeza, Javier sembró la semilla de las preguntas planteadas en este libro y que de alguna manera ya estaban presentes en Historias de narcos, pero lo que me ayudó a afinarlas fue la invitación de Cristian Alarcón a participar en los dos talleres que organizó en colaboración con la Fundación Gabo. El primer encuentro fue en Ciudad de México en 2009, donde volví a ver a Javier. Fue una reunión cuya finalidad era facilitar el diálogo entre investigadores y periodistas que trabajaban el tema de la violencia en América Latina. El segundo, celebrado en Buenos Aires en 2011, tenía un formato semejante al de otros talleres coordinados por la FG: reporteros jóvenes llevaban el borrador de una historia y muchas preguntas sobre cómo transformarlo en una crónica. En estos encuentros conocí a periodistas de toda América Latina y participé en una dinámica de escritura colectiva que ha guiado mis reflexiones sobre el trabajo periodístico en la región.

En la primera reunión escuché a periodistas explayarse sobre los riesgos y retos de su profesión. Compartían sus experiencias: las complicaciones que enfrentan al tratar la corrupción policial, la presión emocional al escuchar a personas que buscan a sus seres queridos sin el apoyo ni la atención de las autoridades, la empatía necesaria para comprender las complejas manifestaciones de resiliencia y la responsabilidad requeridas para escribir acerca de la crueldad evidente en las varias maneras de matar. Durante el segundo encuentro comprendí los enormes restos que enfrentan al escribir. Me es muy difícil expresar a cabalidad la lección de denuedo y sencillez que fue ser testigo de lo ardua y dolorosa que es la búsqueda de palabras cuando se quiere describir el sufrimiento de los otros y lo difícil que es reproducir las voces de las víctimas y reportear sin obliterar ni embellecer esas experiencias. Fue igualmente revelador aprender acerca del apoyo limitado —o inexistente— que reciben por parte de las instituciones para las que trabajan. A lo largo de esas reuniones me quedó claro que el drama humano de la violencia y el trauma no sólo estaba a kilómetros de distancia en las calles y en los pueblos donde las periodistas se encuentran con los personajes de sus historias, también estaba allí, en el Museo Rufino Tamayo y en la Universidad Nacional San Martín en Buenos Aires, donde tuvieron lugar los encuentros. En esas reuniones entendí que, si quería analizar el trabajo de las y los periodistas, tendría que comprender ese universo desde sus entrañas.

El periodismo es el medio principal por el cual nos enteramos de los problemas más urgentes del mundo, y son los buenos reportajes los que nos plantean el reto de pensar la política de forma distinta, los que pueden resultar intelectualmente atractivos o conmovedores.1 Aun en estos tiempos de fake news y de dramáticos cambios tecnológicos, continúa vigente la idea de Michael Taussig de que las palabras de otros son la vía principal por la cual aprendemos de nuestras “culturas del terror”. Quizá justamente porque vivimos en la era de las noticias falsas, es importante comprender mejor que los riesgos que afrontan los periodistas son más grandes que nunca. Hoy es indispensable entender cómo la tecnología ha redefinido el oficio del periodismo escrito.

A lo largo de estas páginas planteo reflexiones sobre estos fenómenos, pero el objetivo de este libro es específico: se enfoca en las crónicas de Patricia Nieto, Marcela Turati, Sandra Rodríguez Nieto, Daniela Rea y María Eugenia Ludueña que cubren sufrimiento social, acontecimientos violentos y traumáticos. Abordar dichos tópicos requiere energía física y emocional, así como un considerable trabajo intelectual, por eso analizo estas crónicas como fenómenos culturales y busco entender qué hay antes, después y en medio de su proceso de producción. Casi todos los análisis de la violencia se enfocan en los propios acontecimientos violentos o en cómo se los representa. Escasos estudios muestran las condiciones materiales en las que trabajan los periodistas; las exigencias (y los cambios) en el campo de la producción periodística, así como los retos emocionales que encaran estos profesionales al escribir sobre violencia, sufrimiento y trauma. Testigos no deseados explora este universo. Para ello realicé trabajo de campo en Argentina, Colombia y México. Entrevisté a las cinco periodistas mencionadas, realicé observación participativa y, en casi todos los casos, me convertí en la sombra de cada una de ellas. En el transcurso de este proceso me di cuenta de que, aunque sus obras describen masacres, desapariciones forzadas, experiencias migratorias, agresiones físicas, asesinatos, historias de corrupción, efectos de la impunidad, etcétera, lo que impulsa la escritura de estas narrativas y lo que les da forma son las reacciones afectivas de las periodistas con las personas con quienes hablan y ante los acontecimientos que relatan. Me interesa el origen de sus sentimientos de empatía, solidaridad, compasión, indignación, frustración y furia, así como el apego a los sujetos de sus historias porque creo que en estas emociones está el valor y el germen político de sus escritos. Sus crónicas están arraigadas en un profundo compromiso con la búsqueda de justicia.2 Estas características definen estas crónicas, si no de manera explícita, de manera implícita. Mi objetivo es hacerlos visibles.

Algunos argumentos de este libro dialogan con trabajos recientes en el área de los estudios de la comunicación, sobre todo aquellos relacionados con los nuevos retos que afrontan periodistas en todo el mundo. Sin embargo, buena parte de los trabajos que encontré acerca del periodismo en América Latina ofrece un análisis cuantitativo o una perspectiva sociológica de los cambios en el periodismo en las décadas recientes. La contribución del presente libro al área analizada radica en la combinación de una lectura detallada de las crónicas con el estudio etnográfico de lo que las periodistas experimentan día con día en la práctica de su oficio, es decir, de las condiciones materiales que determinan su trabajo.3

El análisis no se limita a comprender la complejidad de la cultura periodística. Intento leer estas narrativas a la luz de un panorama extenso de lo que las define y de cómo éstas se produjeron. Como crítica literaria, concentro mi análisis en el texto; sin embargo, el trabajo etnográfico incluye descripciones matizadas de las emociones de las periodistas. De este modo, Testigos no deseados ofrece una visión panorámica de los textos y sus autoras.

Siguiendo la metodología de mi libro anterior, tomo prestada la noción bourdiana de “contextualización radical” tal como la presenta en su libro Razones prácticas (1997). Esta noción combina el análisis de elementos inherentes de un texto (forma, estilo y estructura) y elementos exógenos (la trayectoria del autor, su capital cultural y simbólico). Considero el contexto cultural, el conjunto de reglas que determina cómo se debe producir una crónica, el modo en el que la periodista negocia la forma de representar la realidad de la que ha sido testigo y la posición que ocupa en su respectivo campo de producción.4 Para aclarar el concepto de campo, tomo la descripción de Rodney Benson y Erik Neveu del término de Bourdieu: “La teoría de los campos de Bourdieu proviene de Weber y Durkheim en el sentido de que retrata la modernidad como un proceso de diferenciación en esferas de acción semiautónomas y cada vez más especializadas (es decir, el campo político, el económico, el religioso, la producción cultural). Tanto dentro de estas esferas —o campos— como en la relación entre éstas, esencialemente, las relaciones de poder dan estructura a la acción humana” (Benson y Neveu, 2004, pp. 30 y 2-3). Comprender las acciones de las periodistas en su campo implica poner atención a la dinámica interna del ámbito periodístico y a su jerarquía (por ejemplo, qué lugar ocupan los reporteros que cubren asuntos de política, economía, deportes, crónica roja y temas sociales como educación, pobreza, etcétera) para entender, por un lado, los parámetros según los cuales su trabajo es valorado y reconocido, y por el otro, el apoyo institucional que reciben (si es el caso). El análisis además incorpora descripciones de las rutinas de trabajo de las periodistas, así como la presión y la rigurosidad que les imponen los cambios acelerados en la profesión.5

En la reunión en Ciudad de México en 2009 de la FG, los periodistas insistían en la necesidad de aprender una estrategia para “administrar el miedo”. Esto no es lo mismo que controlar el miedo, es aprender a trabajar con miedo, seguir la propia intuición respecto a cuándo dejar la escena de un crimen o cuándo abandonar el hilo de una historia, además de saber qué información debe omitirse a la hora de escribir una crónica. Esta relación casi instintiva ante los peligros de la profesión tiene un papel decisivo en el trabajo de los periodistas latinoamericanos y, con frecuencia, es un asunto de vida o muerte. La expresión “administración del miedo” es también un eufemismo para explicar las condiciones traumáticas de trabajo. Por consiguiente, la contextualización radical de los trabajos que examino requiere explorar los sentimientos de las periodistas: la tensión emocional al escribir bajo amenazas y en contextos de extrema violencia; el trauma al informar después de haber perdido a un o una colega por la violencia contra el gremio; el estado de fragilidad después de entrevistar a sobrevivientes de masacres o desapariciones forzadas.6 La idea de incorporar las descripciones de estos sentimientos y emociones es entenderlos como posibles catalizadores de acciones políticas o formas específicas de escritura (Cvetkovich, 2012, pp. 2-6).7