Tragaluz de noche - Pura López Colomé - E-Book

Tragaluz de noche E-Book

Pura López Colomé

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Beschreibung

Pura López Colomé (1952) propone en este poemario un viaje de ida y vuelta, un viaje circular de la connotación y la denotación al significado, y viceversa. Viaje que por subjetivo y abstracto que parezca, resulta, en verdad, objetivo y concreto: la lengua vivísima dentro del lenguaje, y éste, vivísimo dentro de la poesía.

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TRAGALUZ DE NOCHE

PURA LÓPEZ COLOMÉ

TRAGALUZ DE NOCHE

LETRAS MEXICANAS FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Primera edición, 2003Primera edición electrónica, 2013

D. R. © 2003, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-1735-4

Hecho en México - Made in Mexico

Índice

Primera ParteLENGUA ANTIGUA

Canción de cuna

Quimera

Anhelo de haikú

Sacrificio

Rey

Voz de astro

Texto

Breve episodio

Oráculo

Tutela

El fiel de la balanza

Crisálida

Enjambre

El tenderero

Para siempre

Aún

Las formas del viento

Escritura Palmer

Un navío cargado

Glosa

Remanso

Vástago

Segunda ParteANTIGUA LENGUA

Fatum

El coro susodicho

En sus trece

Un decir

Niveas cataratas del Niágara

Vidas de santos

Aspaviento

A duras penas

Luz natural

Stricto sensu

¿Cabrá la crueldad en este sitio?

Demiurgo

Montana

Cisma

Adoptivo

Algodón

Azahar

Materia médica

Un acantilado

Antípodas

Artículo de fe

Desideratum

Entre volcanes

El viejo panteón

PRIMERA PARTELENGUA ANTIGUA

Canción de cuna

al diapasón Ritter-Anguiano

PARÁBOLA el arrullo.

En tonos lisos empalma

con la lejanía del mundo,

la última grieta de la cueva,

este cráneo. Que resuena.

El eco

en tu cuerpo

todo oídos.

Tiempo de cuna.

1

Una niña, una niñita,

no apta para tonadillas tiernas,

tan de negra, de negrita.

Entre el primer año y el segundo,

tal vez ni eso. Que atención presta

al silbido que se asoma y se retira

del asombro de ese entonces.

Se siente misma,

por el frescor del viento tropical

que invade la pieza

inflando las cortinas, meciéndolas

a diestra y a siniestra,

crinolinas de ese quicio

y barcos que parten y abandonan

su estampa rumbo a un mar en las entrañas

cuyas olas no revienten

en el más allá. Que vuelvan

al alba.

Haya palabras,

luz y oscuridad con nombre,

certeza y lumbre:

vida mía.

Vida mía esto, vida mía lo otro,

vaivén de buque,

abanico que abre estelas

en la lozanía de un rostro.

No llores,

tu sal disolverá

estas espumas.

Eres

del aire, música

que conservará dentro las arenas

las que tus pies descalzos conocieron

para no llevar a cuestas la congoja.

Que las sombras te aligeren

y coral y perla sean verdad

ante el cambio total de la marea.

La tempestad.

2

Que si la vida se adelgaza,

sangre en aceite,

lienzo que se teje y se desteje

casi desde el primer

de acá para allá

de ti para mí

de la madre

a la tiniebla.

Del canto al muro.

El vientecillo sobre las sienes

aclara el paisaje.

Cuerda, estambre, hilo

y si la cabellera llega a ser así

un amasijo, una pelota

una maraña desértica en vuelo

rumbo a relatos llenos de pasión,

los inconclusos.

Rumor que enhebra lo de cada quien,

rumor que apresa no la arena,

el desierto mismo,

y vamos ya a la lluvia, al embrujo

entre sanar, enfermar, sanar y arrullo

milagro de recuperar la vista

entre un afligirse y otro.

Nada, nada, navega hasta amar.

Dormida

sal a tu encuentro. Sal de los mares,

las lágrimas, los espacios

mortales.

Y como ese ser de aire, de viento luego,

querrías sorber las mieles donde lo hacen las abejas,

no conformarte con menos, saberte huésped

de honor en el banquete de este huerto cerrado,

y como un loco que también se sabe tal

volar sobre el lomo de un murciélago,

no de un cisne, una paloma o un gorrión.

Sin acudir al cuervo.

3

Cuélgate aquí, en este regazo,

infante que anida

del nacer hasta el morir,

saliendo sólo a veces,

sólo furtivamente,

sólo por necesidad,

a sorber la tibieza del destino.

De aire, de mieles y de vuelos vivos

el regocijo en tu sonido natural.

Descansa, alteza

encerrada en una torre,

parpadea

ante escenas que valgan

la pena.

Cuerpo presente,

comienzan

a visitarte en tu ataúd,

a hacer ronda en torno a tu figura

sin poder tocarte

como a las cuerdas deslizantes

la vía láctea

de una lira, sarcófago

de quien se entierra vivo,

a quien se ha dado embocadura

para la emigración.

Piel tan fina, encaje de papel de arroz,

sin testimonios,

sin historia.

4

De la víspera de la gran batalla

hay huellas

en los cristales, en los muros,

en los pisos de claustros

donde tu versión de lo sublime

era el badajo de una enorme

campana de bronce.

Se te advirtió el recorrido:

por compañía tendrías

una canción de cuna

que pulsarías por dentro.

Nadie osaría interponerse:

por única vez,

manos a la obra.

Sin muertes en tu haber,

tributos incumplidos.

Abre las arcas, monarca.

Abre ventanas y sana.

Sé mundo mudo,

sin aldabones.

5

La nota final,

nota monárquica de invierno,

frío que se posa sobre sí.

Que acompaña a quien pregunta

y se pregunta cómo, con tal rabia,

elevará la belleza una plegaria

cuya acción no sea más fuerte

que una flor.

Llave de la torre.

Si me curara,

si sanara,

si pudiera mirar por el resquicio

sintiéndome entero aunque fugaz,

arriesgaría de nuevo la salud.

Que jugaría conmigo tarareando

amapolas

que pueden adornarte dentro,

entre tus campos y jardines,

delicias de ningún amo y señor.

Mejor verter líquidos mágicos

por los lagrimales

y:

solloce de alegría

la entraña infecta,

la guadaña.

Aire desencadenado,

manjar que se distancia

en cuanto la boca vuela.

6

Desde la caja de madera,

palo de rosa o palo escrito,

guitarra, cofre y urna,

germina un llamado al enemigo.

Estancia en espera del hechizo

que te hará libre

para henchirte de aromas embriagantes,

para armonizar sin yerro

y sentirlo.

Músico del curar,

sea tu acción la de la flor.

Fecunda la materia,

enciéndela, tienes la palabra:

Suscitare, hacer mover,

devolver el movimiento,

poner delante tuyo

un ánimo antiquísimo

con todos sus recuerdos.

Dios

de la muerte,

duerme inerme

entre informes brazos.

La cuna llama.

Quimera

En una soledad propia del mar

A honduras de la vanidad humana

Y del orgullo de la vida

Thomas Hardy

Versos a la pérdida del Titanic

UN MILISEGUNDO, un segundo dividido,

entre si y ci, qui,

partido, quebrado:

En la cima,

en la parte superior de una montaña

o de cosas semejantes, la cresta de las olas,

por ejemplo, o bien “inflorescencia

con un eje principal

terminado en una flor y ramificaciones laterales

con sus flores respectivas”.

En la sima,

cavidad o grieta muy profunda en el terreno,

abismo, precipicio, despeñadero.

En el firmamento,

cielo, bóveda celeste, capa del cielo,

esfera, espacio que se ve por encima

de nuestras cabezas, donde están los astros.

Que recibe este nombre particularmente

cuando se le considera por la noche.

En el fundamento, en

el cimiento,

parte más baja que el suelo

que le otorga solidez. Terreno

sobre el que descansa un edificio.

Apoyo sobre el que se sostiene algo

no material.

En sentido figurado, desde el principio mismo.

Entre uno y otro:

1

Érase una conjunción de astros

que en épocas lejanas propiciaría

la inmovilidad de las personas.

Ahí

un número bien definido de gente joven

acompañado de algunos que habían vivido más

tuvo a bien sumergirse

hasta el fondo mismo de los mares

y quedar inmerso en su labor.

Un azar dio fin a la tarea.

Largos, larguísimos instantes

previos

a la extinción del fuego.