Trauma, miedo y amor - Franz Ruppert - E-Book

Trauma, miedo y amor E-Book

Franz Ruppert

0,0

Beschreibung

El trauma es la causa principal de los problemas de salud, tanto psicológicos como físicos. La energía y el contenido del trauma se transmiten a través de la relación maternofilial, esto es, los traumas familiares son absorbidos por la psique de los niños generación tras generación. Esta nueva comprensión de la psique y del trauma permite aplicar un enfoque terapéutico diferente: la psicotraumatología multigeneracional. Esta se opone a un tratamiento exclusivamente farmacológico y se basa en una nueva teoría explicativa y una nueva técnica psicoterapéutica para tratar las denominadas enfermedades psíquicas.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 527

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



FRANZ RUPPERT

TRAUMA, MIEDO Y AMOR

HACIA UNA AUTONOMÍA INTERIORCON LA AYUDA DE LAS CONSTELACIONES

Traducción de DANIEL DIETZ

Herder

Título original: Trauma, Angst und Liebe. Unterwegs zu gesunder Eigenständigkeit. Wie Aufstellungen dabei helfen

Traducción: Daniel Dietz

Diseño de la cubierta: Gabriel Nunes

Edición digital: José Toribio Barba

© 2012, Kösel Verlag, una división de Verlagsgruppe Random House GmbH, Múnich

© 2018, Herder Editorial, S. L., Barcelona

ISBN digital: 978-84-254-4214-8

1.ª edición digital, 2018

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com).

Herder

www.herdereditorial.com

Índice

PRÓLOGO

1. ¿CUÁL ES EL ORIGEN DE LOS PROBLEMAS PSÍQUICOS?

Motivos para hacer psicoterapia

La constelación de la intención

2. ¿QUÉ ES LA PSIQUE?

Cuerpo y psique

Red psicosomática

Características de la psique

Capacidades psíquicas

Conciencia y voluntad

Psique y realidad

Sincronización de procesos psíquicos

Psique y supresión de la realidad

Psique y cerebro

Monismo materialista

«Alma» y «mente»

3. ¿QUÉ ES UNA PSIQUE SANA?

Condiciones para el desarrollo de una psique sana

Integración y coherencia

Capacidades de una psique sana

Necesidades simbióticas satisfechas

Vínculo seguro

Necesidades de autonomía satisfechas

¿Egoísmo o autonomía sana?

4. TRAUMAS COMO ORIGEN DE «TRASTORNOS» PSÍQUICOS

Estados de bienestar, estrés y trauma

Definición general de trauma

Desconexión y fragmentación de la psique como consecuencia del trauma

Miedo

El modelo de la personalidad fragmentada

Amor

Sexualidad

Roles sociales como estrategias de supervivencia

Tipos de trauma

Traumas existenciales

Traumas de pérdida

Traumas simbióticos y de vínculo

Traumas del sistema de vinculación

Trauma y cerebro

5. PSICOTRAUMATOLOGÍA MULTIGENERACIONAL

Accidentes y catástrofes civiles

Guerras

Violencia sexual

Transmisión de traumas a través de padres traumatizados

Cooperación con los afectados

Apertura de los procesos de asimilación y de terapia

Constelaciones como método central

6. PSICOTERAPIA BASADA EN EL MÉTODO DE LAS CONSTELACIONES

De la constelación familiar a la constelación de traumas

La constelación de la intención

Constelaciones en la terapia individual

Validez y fiabilidad del método de las constelaciones

Requisitos para constelaciones válidas

Pragmatismo sin metafísica

7. EJEMPLOS DE TERAPIAS INDIVIDUALES Y DE GRUPOS

Hombres y mujeres en la guerra de parejas

Las guerras como causas y consecuencias de traumas

Consecuencias de las guerras hasta la cuarta generación

Muertes horribles y las consecuencias en la familia

Adopciones

Traumas antes, durante y después del nacimiento

Complicaciones en el parto

Traumas y síntomas de enfermedad física

8. ¿CÓMO PODEMOS VOLVER A ESTAR PSÍQUICAMENTE SANOS?

Ponerse en camino

Los cuatro pasos del proceso de curación

Percibir y sentir en vez de desahogar

Reconocer y abandonar las ilusiones

Comprender el sentido de los síntomas

Renunciar a sentimientos absorbidos y a ilusiones simbióticas

Dolor y sentimientos saludables

Encuentro amoroso con uno mismo

Poder sentirse y expresarse de nuevo

Estar y mantenerse en sí

9. MARCO DE CONDICIONES SOCIALES Y CULTURALES PARA LA SALUD PSÍQUICA

Dejar de traumatizar

Crear espacios seguros para el desarrollo de los niños

Desarrollar culturas de autonomía sana

BIBLIOGRAFÍA

INDICE DE EJEMPLOS

Prólogo

Para la quinta edición de mi libro Almas confusas,* la editorial me propuso hacer una revisión completa del texto. Sin embargo, tras intentarlo en varias ocasiones, comprobé que no era posible porque mis ideas científicas y la práctica de mi trabajo terapéutico habían cambiado demasiado en los diez años transcurridos desde la publicación del libro en 2002.

En lugar de querer mejorar Almas confusas con añadidos y correcciones, me pareció mejor cederle el lugar histórico que ocupa en el desarrollo de mi trabajo. En ese libro expreso tanto mis conocimientos como mis equivocaciones del período 1994-2002. La utilidad de ese libro sigue siendo mostrar que hasta las más graves enfermedades psíquicas diagnosticadas como «psicosis» y «esquizofrenia» se pueden comprender y tratar de forma efectiva bajo el enfoque de la psicotraumatología multigeneracional. La psicotraumatología multigeneracional es una nueva teoría explicativa y una nueva técnica psicoterapéutica para tratar las denominadas enfermedades psíquicas. Se opone a un tratamiento exclusivamente farmacológico en el campo de la psiquiatría.

El presente libro se adhiere a muchas conclusiones que publiqué por primera vez en Almas confusas, pero las amplía e incluso las corrige donde es necesario. Presenta el estado actual de mis experiencias y conocimientos. Sigo considerando que los traumas son la causa principal de los problemas de salud, tanto psicológicos como físicos, que todos sufrimos. En mi trabajo psicoterapéutico, sigo viendo con claridad que la energía y el contenido de un trauma se transmiten de generación en generación a través de la relación maternofilial, es decir, los traumas de las generaciones anteriores son absorbidos por la psique de los niños.

El concepto teórico que intenta definir este proceso es el de «trauma simbiótico». De este tipo de trauma surgen las distintas formas de «enredos simbióticos» que a su vez conllevan una variedad de anomalías psíquicas y de «enfermedades».

Entre tanto, he reemplazado el concepto de «alma», el cual crea confusión por su connotación religiosa y espiritual en varios idiomas,* por la definición más clara de «procesos psíquicos». Este concepto de psique ayuda también a comprender con más exactitud el de trauma de la psique. Los traumas son sucesos que llevan a la psique a suprimir realidades de la conciencia no soportables, en lugar de crear conexiones con la realidad. Además, otorgo una clara posición central en la definición del concepto de trauma al fenómeno de la fragmentación de la personalidad en tres partes diferentes.

La psicotraumatología multigeneracional se enfrenta, a través de la teoría del trauma simbiótico, a un tabú de la sociedad profundamente arraigado. Los traumas de las madres son considerados el origen principal de los trastornos psíquicos de sus hijos. De esta manera, el trabajo terapéutico obtiene un claro enfoque: no se trata de solucionar los enredos emocionales en una familia o de reconciliarse con los padres, sino de liberarse de padres traumatizados, tanto en lo práctico como en lo psíquico, y de salirse de enredos simbióticos con el sistema familiar. Se trata de integrar las partes de la propia personalidad que han sido disociadas a consecuencia del trauma simbiótico y de todo otro trauma relacionado con este. El objetivo general de esta terapia es acrecentar las partes sanas de la persona y estimular su capacidad de desarrollar un modo de vida autónomo y responsable. Para ello, es necesario abandonar el mundo de las ilusiones simbióticas y cualquier otra estrategia de supervivencia. Estas evitan el contacto con la realidad traumatizante, interfieren en el acceso a la empatía con uno mismo y bloquean, por tanto, el contacto de una persona con su interior y con su entorno. Se trata de evitar ser víctima o agresor, ya sea interna o externamente, y de acceder a un estado de desarrollo psíquico sano.

Esta nueva comprensión de la psique y del trauma permite aplicar un enfoque terapéutico diferente. Basado en esto, no solo he desarrollado un nuevo método, sino un concepto de psicoterapia propio con el que, a través de la representación mediante personas, se hacen visibles externamente espacios psicológicos internos y se ponen en marcha procesos de cambio oportunos. Lo he denominado la «constelación de la intención».

Con el método de la constelación de la intención se trabaja con la intención que el paciente tiene en ese momento. Esto evita esfuerzos terapéuticos inútiles, cuando un paciente no puede o no quiere expresar una intención que lo lleve a un cambio. Al mismo tiempo, protege a la persona del peligro de sobrepasarse emocionalmente y de traumatizarse de nuevo durante la terapia.

Nuestros sentimientos pueden volver a fluir libremente con la corriente de la vida cuando conseguimos salir de nuestros enredos e integramos nuestras partes disociadas. Volvemos a ser personas con vitalidad y en contacto con la realidad y con nosotros mismos. Somos capaces de aproximarnos a otras personas, si así lo decidimos, y estar a solas cuando necesitamos tranquilidad y distancia. En ese momento estamos unidos simbióticamente de manera constructiva y al mismo tiempo somos autónomos.

*Verwirrte Seelen. Libro no traducido al castellano. (N. del T.)

* A diferencia de en otros idiomas, en alemán la palabra Seele, traducida generalmente al castellano como «alma», significa también «psique». (N. del T.)

1. ¿Cuál es el origen de los problemas psíquicos?

Motivos para hacer psicoterapia

Soy profesor de educación superior y psicoterapeuta. ¿Por qué vienen personas a mi consulta y buscan ayuda psicoterapéutica? En mi experiencia, se trata sobre todo de los siguientes motivos:

relaciones de pareja que van mal;complicaciones en las relaciones con los hijos;algunas personas se sienten solas, no tienen pareja y anhelan una relación duradera;otras se sienten aisladas en grupos o en comunidades;muchas personas sufren miedos, depresiones y otras, en ocasiones, psicosis;algunas arrastran síntomas físicos molestos, otras sufren enfermedades crónicas pesadas o, incluso, cáncer;a veces son conflictos en el trabajo que ya no pueden sobrellevar solas.

Con más frecuencia, los problemas psíquicos, los «trastornos» o incluso las «enfermedades» se manifiestan en relaciones interpersonales conflictivas. Se expresan también a través de marcados síntomas de sufrimiento psíquico y físico.

Solicitar ayuda psicoterapéutica no es, a mi parecer, una señal de debilidad, sino de conciencia de uno mismo. Ofrece la oportunidad de que el deseo de liberarse de dependencias y de acceder a su propia fortaleza tenga un efecto. Aproximadamente el 80% de las personas que esperan obtener una mejoría en su situación vital echando un vistazo a su mundo interior, en terapia individual o de grupo, son mujeres. Quieren comprenderse mejor y crecer a nivel personal. Las mujeres parecen expresarse más abiertamente sobre sus sentimientos y relaciones que los hombres. Desean responsabilizarse en mayor medida de su propia vida y mejorar las relaciones con sus parejas y sus hijos.

Los motivos por los que los hombres buscan ayuda terapéutica son a menudo haber sido abandonados por sus parejas o esposas, los conflictos en el trabajo o la pérdida del empleo. Me alegro cuando los hombres no evitan sus problemas psíquicos y buscan ayuda terapéutica para averiguar las causas psicológicas de sus problemas vitales y de relación.

Por ejemplo, un hombre me escribió:

Me gustaría hacer una terapia individual con usted. En situaciones de estrés pierdo el control sobre mí: tengo taquicardia, me cuesta respirar, no puedo pensar correctamente y, en parte, me vuelvo también agresivo, por lo que insulto a los demás y les digo cosas de las que posteriormente me arrepiento. Esto me preocupa cada vez más. La causa debe estar seguramente en mi padre. Era alcohólico y sumamente colérico, por lo que de niño tuve muchas veces miedo a morir. Bajo presión, este miedo sigue aflorando hoy en día. He llegado a entender mentalmente lo que me sucede, pero luego me siento indefenso ante ello. ¡Espero que tenga usted tiempo para atenderme y ayudarme a liberar este bloqueo para que mi vida vuelva de nuevo a fluir correctamente!

Esta consulta abierta y reflexiva indica el nivel de madurez psicológica de la persona. En el trabajo con este cliente, el niño pequeño, al que había disociado en su interior, salió a la luz y pudo acceder emocionalmente de nuevo a él. Este niño pequeño ya no suponía un «bloqueo» para él, sino una fuente de felicidad y de fuerza vital.

Tras veinticinco años de trabajo de psicoterapeuta, estoy convencido de que cada persona, ya sea hombre o mujer, puede experimentar un restablecimiento a nivel psíquico si trabaja en ello y persigue esta meta. Sanar heridas psíquicas es únicamente una cuestión de tiempo, paciencia, valor y disposición a superar las resistencias internas.

Las experiencias realizadas con los años me muestran que, con gran regularidad, los problemas actuales que sufrimos y que no podemos solucionar solos, nos remiten a conflictos psíquicos no resueltos de nuestro pasado. Nos indican que los viejos conflictos todavía no se han terminado en nuestro mundo interior. De esta manera, a menudo accedemos al inicio de nuestra niñez, a nuestro nacimiento, y quizá a nuestra concepción.

Ejemplo 1

Encontrar un hombre adecuado para mí

(Laura)

En un taller de grupo, Laura se sienta a mi lado para hacer una constelación. Es una mujer de edad media, se muestra simpática y agradable y es, en mi opinión, atractiva. Me cuenta que no ha tenido ninguna relación estable con un hombre desde que se divorció doce años atrás. Las relaciones amorosas cortas que ha tenido han sido a distancia o con hombres casados. Ella se lo explica de la siguiente manera: «Creo que tengo miedo de ser abandonada y los hombres casados ya me han abandonado».

Le pregunto a Laura sobre su infancia. Me cuenta que cuando era un bebé de dieciséis meses de edad la llevaron a vivir con su tía porque su madre fue internada en un hospital por un largo período de tiempo. Tras un año, volvió a vivir con su madre. Para ella, la relación con su madre ha sido siempre muy difícil.

Le pregunto a Laura sobre la vida de su madre. Es la quinta de ocho hermanos, de los cuales uno murió tempranamente antes de nacer ella. En ese momento, Laura recuerda que, antes de su propio nacimiento, su madre había perdido una hija en el noveno mes de gestación.

Por el momento tengo suficiente información y le pregunto a Laura cuál es la intención de su constelación. Laura me dice que desea saber cómo puede volver a tener una relación con «un hombre adecuado para mí». Le sugiero que escoja una persona del grupo para que represente su intención y que la posicione en la sala. Le pido que se mantenga junto ella.

La representante escogida para la intención de Laura la mira con buenos ojos y considera buena su intención. Poco después observa tristeza en la mirada de Laura. A su vez, Laura empieza a sentirse agitada. Siente el deseo de huir (figura 1).

Figura 1. Laura y su intención.

Le sugiero a Laura que elija un representante para la parte de su psique que siente el impulso de huir. Sin embargo, una vez elige una representante para ello, esta no tiene deseo de huir, sino que, al contrario, se siente tranquila y quiere quedarse ahí. Laura y la representante de su intención, que se encontraban hasta ese momento una frente a la otra, se giran hacia esta nueva representante y se sitúan una al lado de la otra. Laura ya no se siente agitada y está más tranquila (figura 2). La representante de la parte que deseaba huir quiere acercarse. Inicialmente, Laura no quiere que se le acerque, pero, tras un tiempo, accede a que se aproxime un par de pasos.

Figura 2. El impulso de huir.

Sugiero a Laura que escoja dos nuevos representantes: uno para su madre y otro para sí misma, cuando era un bebé de dieciséis meses. Tras hacerlo, las representantes de su madre y del bebé se abrazan inmediatamente. La representante de Laura de pequeña llora y apoya su cabeza sobre el hombro de la representante de su madre (figura 3). Curiosamente, la madre de Laura dice que la quiere, pero que no puede estar ahí para ella.

Figura 3. Laura, su intención, su madre y Laura de bebé.

A continuación pido a Laura que escoja un representante para la niña que nació muerta antes de que ella naciera. Tras hacerlo, la representante de la madre se vuelve más y más inquieta. Dice: «¡Esto no puede ser!». Se separa de la representante de Laura de pequeña, que se apoyaba sobre su hombro, y se aleja. La representante del bebé pierde así su apoyo y cae al suelo. Se encoge en posición fetal y empieza a llorar desconsoladamente. El bebé grita llamando a la madre, pero esta no regresa (figura 4).

Figura 4. La madre de Laura se aleja del bebé.

A Laura le afecta la desesperación que expresa la representante de ella cuando era un bebé. Después de un rato se dirige hacia ella junto con la representante de su intención. La empieza a acariciar, a consolar y a abrazar. El bebé continúa llamando a su madre y Laura trata de explicarle que su madre se ha ido, pero que ella (Laura) está ahí como parte adulta. El bebé no lo consigue entender. Continúa llorando y Laura trata de consolarla en vano (figura 5).

Figura 5. Laura intenta consolar al bebé.

Tras un rato, la representante del bebé le dice a Laura: «Me debes decir que formamos parte la una de la otra». Cuando Laura lo hace, rompe a llorar también y se abrazan tumbadas en el suelo. Además, es importante para Laura que la representante de su intención se encuentre detrás de ella y que la toque. Después de un tiempo, la representante del bebé propone levantarse. Laura y su intención la ayudan a ponerse en pie. Parece que el bebé tratara de mantenerse en pie con sus piernas aún débiles y de dar sus primeros pasos. Lo consigue con la ayuda de Laura y de la representante de su intención, y se muestra feliz y orgullosa por ello. Poco después comienza a reírse con fuerza y Laura acaba contagiándose de esta alegría. Se siente muy feliz al estar en contacto con la representante del bebé.

Laura, su intención y el bebé están de pie juntas. La representante del impulso de huir se coloca frente a ellas. Le pregunta a Laura si puede acercarse un poco más. Laura lo permite, pero no quiere que se acerque del todo. Entre tanto, la madre de Laura observa la situación desde la distancia con buenos ojos y le dice a Laura que ahora está muy orgullosa de ella. Finalizamos la constelación con esta imagen (figura 6).

Figura 6. Laura entra en contacto consigo misma.

Dos días después del taller, Laura me escribe diciéndome: «El taller del fin de semana fue bastante agotador para mí, aunque a pesar de ello fue muy bueno y también bonito. Me va realmente bien y me siento feliz».

¿Cómo podemos interpretar esta constelación, la intención inicial, el desarrollo y el resultado?

Por una parte, la intención de Laura parece clara y expresa una necesidad comprensible de tener una relación estable con un hombre. Por otra parte, Laura muestra su ambivalencia durante la entrevista inicial: es consciente de que busca expresamente hombres con los que no es posible tener una relación estable (hombres casados o que viven lejos de ella). La expresión «un hombre adecuado para mí» es por ello extrañamente confusa. ¿Que no encuentre una pareja adecuada depende de los hombres o depende de ella? Laura desea por un lado cercanía, pero al mismo tiempo le tiene miedo y la evita. Por ello, es importante que en la constelación se vea claro cuál es el origen de esta confusión.Del desarrollo de la constelación podemos concluir que hay una parte de Laura que tiene dificultad para aceptar la cercanía. La separación temprana de su madre parece ser el origen. Cuando Laura tenía dieciséis meses de edad, su madre desapareció de repente por más de un año. Esto no lo comprende un bebé y por eso llora y reclama a gritos a su madre. Cuando un niño pequeño hace esto por un tiempo, se arriesga a consumir toda su energía en ello y a exponerse a sí mismo a una situación crítica. Por este motivo, acaba teniendo que poner en marcha un mecanismo psíquico de defensa que le permita seguir viviendo aun sin su madre. La parte de su psique que busca a su madre sin interrupción tiene que ser reprimida y ceder ante la parte que está dispuesta a adaptarse a la nueva situación y a la madre sustituta. Por tanto, el bebé sufre una fragmentación de su psique. En el caso de Laura, el problema de vínculo se acrecentó al ser recogida de nuevo por su madre tras un año, momento en que la parte de su psique que se encargaba de su supervivencia ya se había acostumbrado a su tía como sustituta de su madre.La ausencia de la madre de Laura fue motivada por una enfermedad física que requirió un tratamiento médico prolongado, aunque, según la constelación, la razón profunda podría estar en el trauma de haber dado a luz a una niña muerta antes de que Laura naciera. Esta pérdida debió ser tan horrible para la madre que solo pudo reprimir y disociar esta experiencia e intentó evitar el contacto con su nueva hija enfermándose.Al contactar emocionalmente con su parte infantil disociada y, por tanto, aún existente, Laura pudo ayudarla a liberarse de ese estado, a volverse más autónoma y a conectarse de nuevo con el desarrollo originalmente previsto para ella.De esta manera, se pudo acercar a sí misma. Perdió su urgente necesidad de recurrir a su mecanismo de supervivencia inicial, es decir, querer huir de su desasosiego, cuando entra en una relación más estrecha (imitando también aquí al mecanismo de supervivencia de su madre). Al final soportó mejor un acercamiento a sí misma. Ante un contacto estrecho, su miedo a ser abandonada no la llevó automáticamente de nuevo a una huida interna y a una fragmentación de la psique. Pudo marcar sus límites e indicar conscientemente con qué nivel de cercanía se sentía cómoda.Mientras Laura evite el contacto consigo misma, no encontrará a nadie que sea adecuado para ella o bien solamente encajará con parejas que no permitan mantener una relación estable. Laura podrá encontrar, por tanto, un hombre adecuado cuando se haya encontrado a sí misma. Para ello necesita integrar de nuevo en su psique a su bebé traumatizado y disociado.

El resultado de esta constelación se puede resumir de la siguiente manera: cuando tenemos una fragmentación de la psique debida a experiencias traumáticas de nuestra infancia, no podemos establecer una buena relación con nosotros mismos. Escenificamos repetidamente nuestro problema original —en este caso el problema de vínculo entre Laura y su madre—, en nuestras relaciones actuales. Como no tenemos confianza en nosotros mismos y no manejamos bien nuestro miedo, rabia o dolor, no desarrollamos confianza hacia las personas que son o podrían ser cercanas a nosotros. Una buena relación con nosotros mismos es la base de una buena relación con otras personas. Para ello, necesitamos averiguar cómo salir de nuestras fragmentaciones internas y anular los patrones de reacción o de comportamiento automáticos que son anacrónicos y no corresponden al estado actual de nuestro desarrollo psíquico.

La constelación de la intención

El procedimiento terapéutico con el que trabajo principalmente, y que se aplicó en el ejemplo citado, se llama «constelación de la intención». He desarrollado este método paso a paso basándome en mi experiencia con las «constelaciones familiares». Entré por primera vez en contacto con las constelaciones familiares en 1994, al participar en los talleres de Bert Hellinger. Las probé a continuación en mí mismo y las empleé intensivamente en mi consulta de psicoterapeuta. De este modo, tuve cada vez más claro cuáles eran las ventajas y las desventajas de esta técnica. Mi forma de trabajar hoy en día ya no tiene nada que ver con la filosofía original o con el método de las constelaciones familiares. Por ello, denomino «constelaciones de traumas» a mi manera de trabajar con este método.

El método de la constelación en sí mismo, es decir, el fenómeno de la «representación», me sigue fascinando. ¿Cómo es posible que personas elegidas como representantes en una constelación puedan comprender, de una manera aparentemente intuitiva, el mundo interior de otra persona, aunque nunca la hayan visto antes? Basado en mi experiencia de casi veinte años, me atrevo a decir que este método puede ser válido si se aplica con las debidas precauciones. Experimento con regularidad que los pacientes se sienten perfectamente reconocidos y reflejados a nivel interior por los representantes de una constelación. Si en alguna ocasión no es el caso, los pacientes lo suelen decir y se encuentra una causa para ello. A menudo, los hechos que salen a la luz en una constelación, y que ninguno de los representantes puede conocer, son confirmados posteriormente de forma sorprendente.

El formato particular de constelaciones con el que trabajo desde 2010 lo denomino «constelación de la intención». Está basado en mi teoría de la psicotraumatología multigeneracional y no es solamente una técnica, sino la aplicación metódica de un concepto psicoterapéutico (Ruppert, 2002, 2007, 2010a, 2010b). En este libro mostraré, a través de numerosos ejemplos, cómo se puede aplicar este método de manera apropiada.

Algunas preguntas sobre el método de las constelaciones, que hace años eran de gran actualidad, ya han sido respondidas y se han aclarado muchas dudas. Sin embargo, siento también que, tras años de intenso trabajo terapéutico, el viaje de descubrimiento no ha llegado todavía a su fin. Las experiencias realizadas requieren aún de sistematización y de precisión. Las investigaciones sobre el vínculo, el cerebro y la teoría del trauma generan, a ritmo veloz, muchos conocimientos nuevos que requieren ser integrados en un concepto global.

La búsqueda de los pasos eficaces con los que efectuar procesos de cambios psíquicos sanadores solo se puede dar en la práctica terapéutica diaria. Con frecuencia, acuden a mí personas que ya han probado muchas de las formas de ayuda que se les ha podido ofrecer. Algunos de sus problemas fueron resueltos y otros se mantuvieron intactos por completo. Esto me demuestra que la psicoterapia, en general, tiene que seguir desarrollándose. Aún no entendemos muchas cuestiones o solo inicialmente y en pequeñas proporciones. Si no comprendemos la psique humana en toda su extensión, muchos de nuestros esfuerzos por restablecernos psíquicamente terminan siendo en vano o quedándose a medio camino. Incluso pueden llegar a ser más dañinos que útiles.

Este libro, como continuación de mis publicaciones anteriores, se centra principalmente en las siguientes cuestiones:

¿Cómo se puede definir de forma más clara el punto de referencia de la psicoterapia, es decir, la «psique» humana?¿Qué significa, por tanto, la «salud psíquica»?¿Qué lógica siguen cada uno de los pasos necesarios para sanar la psique humana?¿Cómo se pueden aplicar los pasos de forma óptima con la ayuda del método de las constelaciones?¿Qué es lo que hace que las constelaciones sean un procedimiento válido de psicoterapia?¿Qué conclusiones podemos sacar de estos conocimientos para prevenir la aparición de enfermedades psíquicas?¿En qué puntos se podrían tomar precauciones a nivel social para fomentar la salud psíquica en general?

2. ¿Qué es la psique?

Cuerpo y psique

Toda persona tiene un cuerpo que se compone de materia, por lo que de este modo participamos de la diversidad de propiedades de lo material. Tal como reconoce la física moderna, la materia consiste tanto de partículas sólidas como de ondas electromagnéticas. Por eso, las personas están formadas por sustancias sólidas y son al mismo tiempo sistemas energéticos de diversas formas.

La palabra «psique» proviene del griego y significa «soplo de aire». En ocasiones se traduce como «aliento de vida» o «fuerza vital». Esto significa que, para los hombres de las antiguas civilizaciones, su mundo interior no era algo comprensible de forma concreta. En su intento de explicar ese aspecto enigmático de su interior, imaginaron de todo con su fantasía. La parte no puramente material de la existencia fue, incluso para las personas más inteligentes, un gran misterio hasta la época moderna.

En la antigüedad griega eran los poetas, además de los filósofos, los que narraban con gran maestría historias sobre la vida de los hombres, el amor, la muerte, las pasiones y el destino. En uno de sus dramas, una mujer de nombre Psique se convierte en la amante de Eros, el dios del amor. Ambos tienen que superar innumerables dificultades antes de que puedan unirse como pareja. En estos dramas y conflictos, los hombres de la Antigüedad proyectaban sus propias experiencias vitales en el mundo de los dioses del Olimpo.

Puesto que la psique, es decir, el percibir, el sentir y el pensar del intelecto humano, es difícil de comprender como algo material, se la considera con frecuencia como algo inmaterial y completamente separado de la materia. La psique parece entonces algo añadido al cuerpo humano desde el exterior, lo que conduce a la idea de que son independientes entre sí. En todas las culturas existe esta visión dual que considera que el cuerpo y la «psique», o el «alma», son algo separado por principio.

Desde mi punto de vista, la psique (sigo usando este término que se ha generalizado en el contexto científico desde que la psicología es una disciplina universitaria) es una acción conjunta de materia, energía e información, de igual manera que el cuerpo es una interacción de cualidades materiales, energéticas y de información. ¿Cómo podríamos imaginarnos, de lo contrario, un corazón con vida si no es con la energía que lo mantiene en movimiento y con la información que regula la intensidad y la frecuencia de sus latidos?

Aunque separar el aspecto físico del psíquico de una persona viva pueda ofrecer ventajas por motivos teóricos y analíticos, no lo considero sostenible desde un punto de vista práctico. Si consideramos nuestro cuerpo y nuestra psique como algo separado, o si tratamos el cuerpo y la psique de otras personas como dos elementos que no forman parte el uno del otro, estamos fragmentando. Separamos algo que es inseparable. Con ello, incluso podemos hacernos daño a nosotros mismos o a otros. En el caso más extremo, tratamos la totalidad de una persona viva como si fuera carne sin mente o una mente sin carne. En cambio, en mi opinión, cada persona es, en cada segundo de su existencia y con cada fibra de su ser, una unidad de materia, energía e información que se desarrolla de forma conjunta.

Red psicosomática

El desarrollo del ser humano comienza con el crecimiento de las células del cuerpo en las que se forman paralelamente cada vez más propiedades psíquicas. Tras la unión del óvulo y el espermatozoide, los programas de energía, información y acción de los genes tienen la función de hacer avanzar sistemáticamente el desarrollo del embrión mediante la comunicación celular. Existen programas de información genéticamente codificados que hacen posible la división y la creación de células. Proporcionan a cada célula su lugar y función específicos en la globalidad del organismo en formación.

El sistema de las hormonas y de los neurotransmisores es otro elemento fundamental que dirige a un ser vivo. Las hormonas son las sustancias que activan o relajan el organismo. Pueden dirigir la atención de este, acelerar sus actividades o bloquearlas. Los neurotransmisores definen, en dosis precisas, el nivel de excitación del organismo y activan una gran cantidad de corrientes y vibraciones electromagnéticas.

Un organismo no podría sobrevivir sin un sistema inmunitario altamente inteligente que lo proteja de los ataques externos. Los antígenos, los fagocitos, los linfocitos y una fenomenal memoria para la creación de anticuerpos forman la base de un sistema altamente eficiente, que tiene que ganar, día tras día, la batalla contra nuevas influencias nocivas que amenazan al organismo.

La psique está constituida por innumerables rutas nerviosas conectadas entre sí y que convergen en el cerebro como una gran unidad. Es capaz de condensar y agrupar en unidades coherentes una gran cantidad de información, la que existe fuera del cuerpo y la que se crea a cada segundo en el interior del organismo.

La información genética, el sistema hormonal, el sistema inmunológico y la psique, con sus innumerables ramificaciones nerviosas, son, por tanto, los elementos fundamentales, hasta ahora conocidos, que conforman la «red psicosomática» que se entreteje en un organismo (Faulstich, 2010). Están en continuo intercambio entre sí de numerosas formas e impregnan al ser vivo desde el momento de su creación hasta el de su muerte (figura 7). Por ello, opino que la psique es una característica y un elemento fundamental de un organismo. En el transcurso de la evolución, no ha cesado de diferenciarse cuanto mayor ha sido la complejidad del organismo. En la especie humana, el desarrollo de la psique no ha alcanzado, con seguridad, un estado definitivo.

Figura 7. La red psicosomática y sus sistemas secundarios.

Características de la psique

En términos generales, la función de la psique es proporcionar el acceso a las diferentes realidades que sean significativas para un organismo en continuo proceso de desarrollo y cambio. Por una parte, lo es la realidad formada por los hechos que ocurren fuera del organismo, es decir, el «mundo», lo que, desde la perspectiva del ser vivo, es el «entorno». Por otra parte, lo es la realidad propia del organismo en sí, desde su superficie visible hasta su «mundo interior» oculto, por tanto, todo lo que él es.

Según mi comprensión, la psique consiste en numerosos procesos de procesamiento de información altamente complejos que reposan en bases materiales y energéticas. Dado que el entorno es tan complejo, también tiene que serlo la psique. Por ese motivo, es «multimodal», es decir, utiliza distintos canales para proveerse de la información que necesita en su entorno correspondiente.

Estos procesos psíquicos cumplen funciones específicas para la supervivencia de un organismo y para la conservación de su especie. Los programas de procesamiento de información necesarios para ello poseen la extraordinaria capacidad de ajustarse a los cambios del entorno del ser vivo. Permiten la adaptación a los distintos y siempre cambiantes contextos naturales y sociales específicos de la especie. Por eso, una cualidad particular de la psique es manejar las realidades cambiantes de forma «inteligente», es decir, con la ayuda de complejos procesos de procesamiento de información.

Los programas psíquicos no son solamente adaptativos, también son enormemente creativos. Pueden combinar de forma novedosa la información existente y crear otra nueva. Son incluso capaces de ser parcialmente conscientes de sí mismos y de percibir su propia lógica interior.

Ya que, al parecer, no solo los humanos disponemos de una psique, podemos afirmar lo siguiente: la psique reproduce de forma específica la realidad que es relevante para los distintos tipos de organismos, es decir, solo se representa a nivel psíquico la parte de la realidad existente que sirve para la conservación de la especie y que es útil para su multiplicación. Por esta razón, la porción del entorno y del mundo propio que es relevante para los seres humanos es distinta a la de, por ejemplo, peces, pájaros o monos. Los procesos psíquicos son formas de captación y de procesamiento de información altamente específicas para cada tipo de organismo.

Dado que los especímenes femeninos y masculinos de una especie que se reproduce sexualmente tienen funciones diferentes para el mantenimiento de la especie, tiene que ser también diferente su psique. La edad de un organismo también desempeña un papel. Por ello, son distintas las psiques de hombres y mujeres, como lo son las de personas jóvenes y mayores.

Por tanto, la psique no refleja nunca de forma completa el entorno y el mundo interior específico de una especie, sino únicamente en fragmentos. El mundo propio particular de cada organismo es reflejado psíquicamente de manera selectiva según sea necesario para sus distintas etapas de desarrollo.

Los organismos son conscientes, en diferentes grados, de esta representación psíquica multimodal, selectiva, adaptativa y creativa del mundo propio y de su entorno. Una gran parte transcurre de forma completamente inconsciente como procesos de control psíquicos, algunos sucesos alcanzan niveles de conciencia ligeros (por ejemplo, en caso de urgencia, solo como señal de dolor) y la representación interior en imágenes y palabras, que podemos calificar de claridad consciente, consta solamente de unos cuantos fragmentos de la realidad.

En el concepto de psique se tiene que diferenciar, según la buena tradición psicológica, entre los procesos psíquicos inconscientes, semiconscientes y conscientes. El componente inconsciente de la adaptación, superación y aprovechamiento de la realidad facilitada por la psique de un organismo es, con gran probabilidad, mucho mayor que el consciente. Desde un punto de vista evolutivo, la parte inconsciente corresponde a los programas más antiguos, siendo la conciencia un producto de la evolución más tardío. Por ejemplo, el conocimiento de que los hijos son fruto del contacto sexual es, en el contexto de la historia de la humanidad, relativamente nuevo. En este sentido, no es necesario tomar ninguna decisión consciente para procrear, sino todo lo contrario, la conciencia puede incluso llegar a ser un impedimento para ello.

También los animales son, aparentemente, conscientes de sus condiciones de vida. Cuanto más desarrollados y «sociales» son, más conciencia parecen tener. Frans de Waal describe la asombrosa capacidad de conciencia de chimpancés y bonobos (de Waal, 2007). Sin cuestionar las capacidades psíquicas conscientes de animales o plantas, la psique humana ha alcanzado, entre los distintos tipos de seres vivos, el mayor grado de conciencia sobre su realidad, tanto externa como interna:

Hemos adquirido un inmenso conocimiento diferenciado sobre nuestro entorno hasta las galaxias más lejanas.Podemos incluso internarnos en el campo de conciencia de otras especies de seres vivos.Disponemos de la capacidad de encontrar acceso a nuestro propio inconsciente.

Capacidades psíquicas

Cuando pregunto a los asistentes de mis conferencias lo que significa para ellos la palabra «psique», la respuesta que recibo a menudo es que son los sentimientos subjetivos. Sin embargo, los sentimientos son solamente una parte de la totalidad de la psique. La psique humana consiste en un gran número de capacidades diferentes:

La psique abarca varias formas de percepción. Podemos ver, oír, oler, saborear y sentir lo que existe en la realidad con diferentes propiedades como cuerpos sólidos, ondas de energía o sustancias químicas.La psique comprende diversas formas de sensaciones y sentimientos. Tenemos sensaciones corporales y podemos sentir miedo, rabia, dolor, amor, orgullo o vergüenza en relación con lo que percibimos. Solo a través de las sensaciones y los sentimientos, la realidad percibida se convierte en una realidad subjetiva de interés para el organismo que la percibe y adquiere un sentido subjetivo. Sin sensaciones ni emociones, no hay motivaciones. Sin sensaciones corporales ni sentimientos, la realidad percibida permanece en el exterior. Los sentimientos forman, por ello, la base de la subjetividad y de la individualidad. Ojos que no ven, corazón que no siente: así sería la vida de las personas si no existieran los sentimientos. Las reacciones emocionales tienen un papel importante en el desarrollo superior de una especie. A través de los sentimientos, se establece una relación intensa con otros seres vivos y se puede formar también un vínculo único con uno mismo. Los sentimientos están, por un lado, directamente ligados a situaciones vividas y permiten, por otro, una relación duradera con condiciones ambientales y con otros seres vivos. Por ejemplo, cuando alguien a quien queremos o tememos no está con nosotros, el sentimiento de amor o de miedo hacia esa persona está presente en nuestra psique. Los sentimientos mantienen el contacto con el presente y el pasado de una forma particular. Quien no siente nada, recuerda poco del pasado. Los sentimientos intensos pueden evocar con fuerza sucesos pasados como si estuvieran ocurriendo en el presente.La psique se compone de varias formas de pensamiento. El pensamiento puede ser asociativo, es decir, asocia percepciones y estados interiores que coexisten en el tiempo y en el espacio, mediante ideas o fantasías más o menos intuitivas o arbitrarias. Los procesos de pensamiento pueden estar orientados de forma instrumental y aspirar a la solución de problemas a corto plazo. También se puede pensar de forma analítica y lógica, analizando la unidad fundamental de lo percibido y sentido y esforzándose por identificar orígenes, causas, condiciones y efectos de las realidades. El pensamiento analítico y lógico intenta ir al fondo de lo que ocurre a nuestro alrededor y en nuestro interior y diferenciar lo importante de lo que no lo es. Presta atención a conceptos definidos con exactitud. Los conceptos poco claros y las contradicciones lógicas son para el pensamiento analítico-lógico una indicación importante de que la realidad no es comprendida lo suficiente.Un elemento fundamental de la psique humana es su capacidad de expresión lingüística. A través del lenguaje se puede adquirir una conciencia más profunda del entorno y del mundo interior. Que las realidades puedan ser descritas correctamente con palabras es la base para poder enfrentarlas mejor.La psique humana dispone de una serie de formas de memoria que apoyan los procesos de percibir, sentir y pensar mediante el almacenamiento de información a corto y a largo plazo. Estos sistemas de memoria conservan modelos de percepciones o de sentimientos, palabras, conocimientos, vivencias o rutinas de actuación y enriquecen el abanico de experiencias para nuevas exploraciones de la realidad. Los recuerdos son conscientes, y pueden ser, por tanto, evocados «explícitamente», o inconscientes, y se encuentran «implícitos» en la red psicosomática como modelo de reacción que puede ser activado. Hoy en día partimos de que, en la fase inicial del desarrollo humano, los recuerdos son únicamente implícitos y que solamente a partir del segundo año de vida, con la progresiva maduración del cerebro, es posible tener un recuerdo explícito de lo vivido. La pregunta de hasta dónde alcanzan los recuerdos implícitos sigue sin tener respuesta. La práctica psicoterapéutica parece indicar al menos que, tanto las experiencias prenatales como las del propio nacimiento, pueden marcar sustancialmente la psique humana. Probablemente incluso los sucesos alrededor de la concepción dejen un rastro de información en el organismo. En este contexto, se habla de «memoria del cuerpo» o «memoria celular», a la que se puede acceder a través de métodos de terapia regresiva, por ejemplo la hipnosis, o que se puede expresar en dibujos y juegos de niños (Eschenbach, 1994).En los seres humanos la psique implica la capacidad de ser consciente de uno mismo. Esto quiere decir que la psique humana tiene, al menos parcialmente, una idea sobre su propia existencia y sobre cómo funciona. En grandes proporciones es autorreflexiva y puede, de este modo, cambiarse y reprogramarse a sí misma de forma consciente. «¿Quién soy yo?» es la pregunta para la identidad. La identidad puede significar algo diferente en las distintas fases de la vida: ¿quién soy yo como niño, como adolescente, como joven, como adulto, como anciano? Como niño se toma, en primer lugar, a los propios padres como referentes y modelos para formar la propia identidad. La persona que no sabe quiénes son su madre y su padre tiene un gran problema de identidad. Los adolescentes buscan ídolos en los grupos de su generación y en los medios de comunicación a los que emular. A medida que vamos haciéndonos mayores, se vuelve más claro que no podemos vivir la vida de otros, sino que tenemos que encontrar nuestro propio camino.Los procesos psíquicos pueden ocurrir de forma aislada o transformarse en conductas o acciones. Las reacciones reflejas e instintivas pueden ser la consecuencia de percepciones. Pueden producirse acciones impulsivas o pueden desarrollarse estrategias de actuación bien pensadas. Los procesos psíquicos de elaboración conducen, en ocasiones, a tomar la decisión consciente de no actuar y de no hacer nada.

Todos los módulos de la psique —percepción, emoción, cognición, yo, reacción, acción— se conectan entre sí a través de las experiencias de una persona y se almacenan y se recuerdan como estados mentales. Al igual que en un sistema modular, las funciones psíquicas individuales pueden ser conectadas y desconectadas. Los procesos de percibir, sentir, pensar, recordar o ser consciente de uno mismo pueden variar en una escala de cero a cien. Podemos no ver, oír u oler nada o explotar completamente las capacidades de nuestros órganos sensoriales. Podemos no sentir nada o ser muy sensibles. Podemos actuar sin pensar en nada o podemos reflexionar sin interrupción y sin hacer nada. Entre el mínimo y el máximo funcionamiento de la psique, hay una gran cantidad de posibilidades intermedias.

Para que la psique pueda cumplir su función en toda su extensión, los programas especiales de percibir, sentir y pensar tienen que estar conectados entre sí. Es necesario un proceso de asociación e integración que junte lo inicialmente captado por separado y que, a lo largo del desarrollo de la persona, se convierta en una red de estructuras psíquicas cada vez más densa, que permita comprender las diversas realidades de forma cada vez más precisa.

Al igual que el cuerpo humano, la psique también está compuesta de una serie de soluciones de compromiso. La respiración y la ingestión de alimentos, la excreción y la sexualidad utilizan, por ejemplo, los mismos orificios corporales; para la movilidad es necesario encontrar una solución que no descuide la estabilidad, etc. Esto ocasiona peligro de accidentes o infecciones y riesgo de un excesivo desgaste de los recursos corporales. En muchos casos, las características psíquicas son también fórmulas de compromiso que intentan armonizar las diferentes necesidades y deseos. Un cuerpo viviente y una psique activa no son algo absoluto y perfecto. Por ello, la «disociación», es decir, desconectar temporalmente funciones particulares de la psique, forma parte del funcionamiento de una psique sana. En ocasiones, es razonable no sentir profundamente todo lo que vivimos, no percibir todo lo que ocurre a nuestro alrededor y no preocuparse por todo lo que hablen otras personas.

Para comprender las funciones psíquicas, es necesario también tener en cuenta la dimensión temporal, ya que las representaciones psíquicas se difuminan y envejecen con el paso del tiempo. Por eso, es necesario actualizar constantemente las experiencias y los conocimientos con el fin de que las personas mantengan una relación con la siempre cambiante realidad. Las construcciones de la realidad elaboradas en nuestra psique cambian a lo largo de nuestra vida lenta y constantemente. Sin embargo, en ocasiones ocurren crisis personales o colectivas en las que nos sentimos forzados a renunciar a nuestras imágenes de la realidad obsoletas, a buscar nuevos conceptos y a dar prioridad a formas más precisas de reflejar la realidad en la psique.

La psique convierte las necesidades vitales generales del organismo y las necesidades de supervivencia personales y de conservación de la especie en la práctica de vida. Comer, beber, dormir o practicar sexo se vuelven comportamientos o rutinas específicos de la vida diaria mediados por los procesos psíquicos. Si queremos saber por qué las personas hacen esto o aquello, necesitamos comprender su psique. En ella está la llave para entender lo que hacen las personas. Quien no trate de entender la psique humana, no comprenderá nunca lo que ocurre a su alrededor.

Conciencia y voluntad

Cuanto más compleja se convierta la psique de un ser vivo y con ella cuanto más crezca el grado de libertad para reaccionar de diferentes formas ante el mundo exterior e interior, más se dará la necesidad y la posibilidad de una instancia central que dirija las percepciones, regule los sentimientos, ordene los pensamientos y tome decisiones de actuación. Esta instancia, la que en psicología denominamos con distintos nombres, por ejemplo nuestro «yo», nuestra «mismidad» o nuestra «identidad», se tiene que construir paulatinamente con el desarrollo del organismo.

Como se puede reconocer sin dificultad al observar a un bebé, esta instancia interior general no existe desde el principio. Ningún niño viene al mundo y puede decir inmediatamente «yo». No sabe ni siquiera que sus manos, brazos y piernas son partes de él mismo. Poco a poco comprende que su cuerpo forma parte de él. Por eso, entre otras cosas, es necesario proteger tan ampliamente a un bebé para que no se haga daño. Todo parece indicar que esta instancia «yo» se forma sobre todo con el contacto con otras personas y especialmente con la madre, el padre y los hermanos.

La conciencia es igualmente un resultado posterior del desarrollo. Habitualmente, la psique asimila la información, la que fluye hacia el organismo y la que se genera en él mismo, de manera inconsciente. Podemos suponer que un 99% de los procesos psíquicos ocurren inconscientemente. La mayor parte se da de forma automática y no requiere ninguna conciencia. La conciencia es más bien un módulo adicional de la psique para todos aquellos casos en los que estar atento a la realidad de forma consciente es necesario o ventajoso para el ser vivo. Ser consciente es especialmente necesario cuando se trata de tomar decisiones, solucionar problemas y escudriñar realidades que se muestran contradictorias. Ser consciente requiere tiempo y esfuerzo. De ahí que sea, en la totalidad de los sucesos psíquicos, más bien un estado de excepción que el habitual, tal como afirman los neurocientíficos desde hace algún tiempo (Roth, 2001; Singer, 2002).

Cuanto más capaz sea una persona de comprender conscientemente su entorno y a sí misma, tanto mayor y más compleja se vuelve su conciencia. Ya que nuestra vida es sobre todo una vida de relaciones, desarrollamos también una conciencia particular sobre la calidad de estas y podemos convertirnos en verdaderos maestros en comprender conscientemente las estructuras de relaciones sociales. El proceso de volverse consciente se acompaña, en condiciones normales, del deseo de adquirir aún más conciencia. Esto ocurre, especialmente, en aquellos casos en los que tener más conciencia resulte beneficioso.

Con el desarrollo progresivo de una persona, entra en juego otra cualidad psíquica que denominamos voluntad consciente. Los impulsos vitales iniciales son dirigidos mediante reflejos e instintos de forma inconsciente y automática. Los reflejos primitivos son, por ejemplo, el de prensión, succión, parpadeo, pataleo o marcha automática. En los reflejos basta una estimulación sensorial para que se desencadenen actividades motoras más o menos complejas. Los instintos desempeñan un papel importante, por ejemplo, en situaciones de amenaza, en la búsqueda de alimento, en el apareamiento o en el ser padres. Los instintos inconscientes dirigen la atención de forma natural en la dirección que es esencial para la supervivencia. Por ejemplo, las madres psíquicamente sanas reaccionan instintivamente de forma protectora cuando ven que un peligro amenaza a su hijo.

La voluntad consciente humana, cuya base se supone en el córtex prefrontal, es el resultado de la historia evolutiva y del desarrollo individual. Por esta razón, existe en el organismo una instancia que puede regular y direccionar los procesos psíquicos, los cuales se desarrollan de forma más o menos refleja, instintiva y automática. Esta voluntad presupone la existencia de conciencia. Solamente cuando sé lo que quiero y lo que no, puedo expresar esta voluntad mediante palabras, acciones u omisiones. La voluntad se expresa sobre todo, y de forma más clara, en las decisiones. Con cada decisión consciente que una persona toma, gana en individualidad, identidad personal y autonomía. En condiciones favorables, una persona puede desarrollar a lo largo de su vida una clara voluntad individual con la que fijar y alcanzar sus objetivos de forma consciente, por iniciativa propia y con sus propios medios, tanto como lo permitan las circunstancias.

La conciencia y la voluntad propias son cualidades que, entre todos los seres vivos, atribuimos mayormente a los humanos. Nos sentimos muy orgullosos de no ser solo seres biológicamente preprogramados que obedecen a causalidades fisicoquímicas. Esto tiene ventajas, pero también inconvenientes. Las ventajas son:

Poder reconocer conscientemente una parte de lo que existe a nuestro alrededor y en nosotros;no estar sometidos de forma completamente impotente a reflejos e instintos;poder cambiar lo que nos amenaza;poder crear lo que nos parece agradable;poder convertirnos en individuos autónomos.

Los inconvenientes son:

En circunstancias, alejarnos excesivamente del organismo vivo que somos y dar demasiada poca importancia a sus necesidades, considerarlo como un objeto y pensar que podemos tratarlo a nuestro antojo y someterlo a nuestra voluntad;creer equivocadamente que nuestro «yo» es el centro del universo y que este «yo» desarrolle una vida propia total, se invente su propio mundo y vea conexiones que en realidad no existen.

Psique y realidad

Las preguntas «¿qué es lo que podemos reconocer como seres humanos?» y «¿es el mundo así como nos parece?» tienen una larga tradición filosófica. Grandes pensadores como David Hume, Immanuel Kant, Karl Popper, por nombrar solo a unos pocos, han contribuido con importantes argumentos a la teoría del conocimiento, los cuales no habría que relegar al olvido en el marco de la psicología y de la psicoterapia (Chalmers, 2010).

La psique proporciona al ser vivo un acceso a la realidad y produce, al mismo tiempo, un tipo de realidad propia. En su función de herramienta que permite al organismo acceder a la realidad, se vuelve a la vez un recurso que crea una forma específica de realidad para este organismo. Para no caer en el dilema de la teoría del conocimiento, según la cual no existe ninguna realidad que sea independiente de la psique, es necesario diferenciar entre tres dimensiones distintas de la realidad:

La realidad objetiva existente e independiente de la existencia de una psique («el mundo en sí»);la realidad elaborada por la psique para el organismo, que resulta de la transformación psíquica de la realidad objetiva en una experiencia subjetiva de esa realidad («el mundo como lo reconoce el organismo»);la realidad inventada libremente por la psique, que juega con las realidades percibidas y, en caso extremo, ya no tiene relación con la realidad objetiva. Este tipo de realidad se muestra, por ejemplo, en sueños, fantasías, ficciones, creaciones literarias, películas, mundos imaginarios llenos de dioses, brujas, ángeles, duendes o seres de toda clase. De esto puede originarse todo un cosmos de representaciones mitológicas que, probablemente, se materialice en el mundo exterior mediante objetos concretos y, por ese motivo, en ocasiones parezca una realidad objetiva. De esta manera, el organismo psíquicamente activo crea un mundo propio. Lo que una persona considere real a raíz de la actividad de su psique, no tiene por qué ser, por tanto, verdadero. Puede tratarse igualmente de una alucinación, una proyección de sentimientos del interior al exterior, un pensamiento dirigido por interés, una mentira e incluso un autoengaño.

Para clarificar estas tres realidades distintas consideremos, por ejemplo, una piedra que está en una carretera. Esta piedra existe, la perciba una persona o no. Probablemente exista en la tierra desde hace mucho más tiempo que los seres humanos. Quizá sea un producto de los millones de años de historia del planeta en el cual nos encontramos ahora mismo; quizá sea producto de la colisión entre un asteroide y la tierra. Las energías físicas y químicas la han formado a través de los tiempos tal como es ahora. Quizá el ser humano haya contribuido de alguna manera para que tenga su tamaño y color actual. En cualquier caso, su existencia no depende de que exista una psique humana. Es un fenómeno del «mundo en sí».

Para un ser humano con un funcionamiento psíquico básico, esta piedra puede significar cosas totalmente diferentes. Únicamente por esforzarnos en agacharnos, cogerla con la mano y observarla de cerca le damos un significado especial, ya que se vuelve el objeto de nuestra atención. Tomamos conciencia de su color y forma, tal como nos permita nuestra vista. Si somos miopes, tendremos que acercar más la piedra a los ojos; si somos présbitas, la alejaremos a una distancia mayor. Si somos daltónicos, probablemente no veamos los reflejos rojos y verdes de la piedra cuando los rayos de la luz inciden sobre ella.

Un niño con esta piedra en su mano puede tener la idea de usarla como proyectil; una niña puede considerarla tan bonita como para querer colocarla en el alféizar de su ventana como decoración. Si activamos nuestros conocimientos de la escuela, podríamos reconocer algunas características de esta piedra como para determinar si es mármol, granito o guijarro, o si fuéramos un geólogo o mineralogista, podríamos identificarla gracias a sus distintos elementos químicos, como cuarcita, ferrita o pirita.

Esta piedra, que ahora sostenemos en la mano, también podría estimular nuestra fantasía. Quizá nos imaginemos que contiene fuerzas mágicas y que puede ayudarnos a alejar las malas energías de nosotros y a superar enfermedades. La psique humana apenas tiene límites a la hora de combinar la realidad con imaginaciones propias y crear así nuevas realidades psíquicas. A modo de ejemplo, se podría mencionar lo variadas que son las historias inventadas por la psique humana sobre el sol, la luna y las estrellas y que no tienen nada que ver con la realidad de estas grandes «piedras» del universo.

Si un objeto sencillo como una piedra puede mostrar dimensiones de la realidad objetivas y subjetivas tan variadas, ¿cuánto más aumentan las facetas de la realidad cuando observamos, por ejemplo, una familia, el Estado, la sociedad o la economía? ¿Qué es entonces la realidad objetiva de una familia? ¿Cuáles son las realidades subjetivas de la convivencia familiar sentidas por cada miembro de la familia, qué características se le atribuye en falso y cómo se interpreta, finalmente, la «familia»? Objetivamente la familia son las personas existentes, es decir, la madre, el padre y los hijos. Cómo son percibidas subjetivamente estas personas como padre, madre o hijos y cómo se ven ellos a sí mismos es en cada familia completamente diferente. Incluso, por regla general, los hermanos de una misma familia la perciben de una forma muy distinta. Las ideas acerca de lo que es y debería ser una familia pueden divergir mucho. Para unos, la «familia» es la representación de amor ideal, armonía y apoyo recíproco, para otros, es una forma de servicio público social y, para otros, a causa de malas experiencias personales, puede ser algo parecido a una prisión o incluso al infierno (König, 2004).

«Subjetivo» significa entonces, por un lado, que en principio solo podemos percibir la realidad objetiva existente a través del filtro de nuestros programas psíquicos con los que comprendemos la realidad y, por otro, que construimos, tanto de manera colectiva como individual, una realidad psíquica a raíz de nuestros temores y esperanzas. No obstante, no hay ningún motivo para suponer que no exista una realidad objetiva independiente de la psique y que con ello no haya una verdad fáctica. Aunque no podamos reconocer nunca «el mundo en sí», sino solo filtrado a través de nuestra psique, sí existen numerosas posibilidades de descubrir las verdades fácticas con la ayuda de progresos técnicos, comprobaciones empíricas y reflexiones lógicas.

En el contexto de la psicoterapia, hechos como los siguientes resultan de gran relevancia:

¿Quién es la madre o el padre de un niño?¿Ha habido violencia o, concretamente, violencia sexual (incesto, abuso)?¿Hubo un aborto o se mató a un hijo después de su nacimiento?

Por consiguiente, estas preguntas deben quedar tan claras como sea posible.

Quien opine que estas cuestiones no tienen que ser aclaradas por principio favorece, al fin y al cabo, a aquellas personas que tengan interés en que se considere que ciertos hechos no han ocurrido. Sobre todo son los agresores los que quieren que sus víctimas no perciban la realidad objetiva, sino que solo capten sus sentimientos subjetivos. Por esta razón, los agresores suelen hacer dudar a las víctimas de su capacidad de recordar. Con frecuencia, las víctimas son leales a los agresores, y no quieren saber ni recordar ciertos sucesos y hechos.

Sincronización de procesos psíquicos

Ningún hijo puede sobrevivir sin sus padres. Sin el apoyo de una comunidad social, los padres no pueden hacer que sus hijos se conviertan en personas adultas. Como seres humanos dependemos los unos de los otros y por eso somos en cierto modo «animales gregarios». Esto se refleja en nuestro cerebro y en nuestra psique.

Aunque las posibilidades de procurarnos a nosotros mismos un acceso a la realidad con la ayuda de nuestra psique son tan variadas, lo hacemos poco, y a menudo de forma muy parcial. Si cada uno de nosotros viviera en su propia realidad, sería muy difícil convivir. De ahí que sea necesario algo que cause una coordinación mutua de los procesos psíquicos para vivir en una realidad común. La necesidad de coordinar los procesos psíquicos en el seno de un grupo se garantiza de diferentes maneras:

A través de los procesos de sincronización inconscientes, los cuales percibimos como vibraciones, sentimientos y empatía y que tienen su base fisiológica en las denominadas neuronas espejo en el cerebro (Bauer, 2005), ocurre una especie de comunicación directa de cerebro a cerebro.A través del deseo subjetivo de pertenecer a un cierto grupo de personas adaptamos, por norma general, nuestras construcciones de la realidad a las del grupo en el que hemos nacido o al que pertenecemos por circunstancias de la vida. Los niños se ajustan a las directrices de sus padres y maestros y utilizan la personalidad más madura de estos para completar sus programas psíquicos aún inacabados. Los adolescentes y los adultos comparten de buena gana sus opiniones sobre la realidad que se difunden a través de la televisión, la radio, los periódicos e internet.La opinión pública crea una imagen propia de la realidad para los diferentes grupos de personas que conviven, formada por una mezcla particular de la realidad existente de forma objetiva y aquella percibida o inventada de manera subjetiva.

Sin embargo, para que esta sincronización de procesos psíquicos no suponga un obstáculo para los procesos de individuación o la supresión de una individualidad ya adquirida, es necesario que existan, por otra parte, mecanismos de delimitación que ayuden a cada persona a no perderse en la masa. Se puede contrarrestar la fuerza absorbente de ser asimilado por las percepciones, sentimientos y pensamientos de los demás con separación, repliegue y el desarrollo de una estructura «yo» estable. Por tanto, poder usar nuestra psique para crear nuestra propia imagen de la realidad o tener que tomar las interpretaciones de la realidad que nos marquen otros es, finalmente, una cuestión de poder o impotencia, de dependencia o libertad.

Psique y supresión de la realidad