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Lori Foster

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Beschreibung

Hqn Diamante 9 Lo último que Olivia Anderson quería era un marido... y un hijo. Lo único que deseaba era una o dos noches de pasión. Tony Austin no quería una esposa, pero estaba loco por tener un hijo. Lo único que necesitaba era una mujer que tuviera un hijo suyo y luego desapareciera de su vida. Podría ser el acuerdo perfecto, pero no siempre los planes salen bien...

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

© 1997 Lori Foster. Todos los derechos reservados.

UN ACUERDO PERFECTO, Nº 9 - octubre 2022

Título original: Scandalized!

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Este título fue publicado originalmente en español en 2006.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

™ Harlequin, HQN Diamante y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

 

I.S.B.N.: 978-84-1141-243-8

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Uno

Dos

Tres

Cuatro

Cinco

Seis

Siete

Ocho

Nueve

Diez

Si te ha gustado este libro…

Uno

 

 

 

 

 

«Es la mujer perfecta para engendrar a mi hijo».

Tony Austin analizó detenidamente los rasgos y la estructura corporal de ella. Ya lo había hecho antes, pero esa vez fue más minucioso. Ella no era una belleza, pero eso no era un problema porque la belleza no era esencial para su plan. Y sin embargo, sí era muy atractiva por su arrebatadora presencia, su seguridad en sí misma y su elegancia.

Aunque intentó controlarse, los ojos se le iban continuamente tras ella y al final Olivia Anderson advirtió que la estaba mirando y esbozó una leve sonrisa de curiosidad que dejó a Tony sin aliento. Él sacudió la cabeza: su reacción se debía a la emoción del plan que había pensado y a nada más.

Sólo podía deberse a eso.

Como siempre, ella estaba muy elegante. Llevaba un sencillo vestido negro y zapatos de tacón también negros, pero eso no era lo que había aumentado su interés por ella. Él había tomado una decisión y ella era una parte importante de esa decisión, aunque ella aún no lo supiera. Tony se frotó las manos lleno de expectación.

Conocía a Olivia Anderson desde hacía tres años, eran socios de negocios, y sabía que ella sólo había acudido a esa fiesta para fortalecer esa asociación. La relación entre ellos dos no tenía nada de personal y él pretendía que siguiera así.

Dos días antes, ella le había presentado una propuesta para expandir su negocio: quería abrir una nueva tienda de su cadena de lencería en otro hotel Austin Crown. Él todavía no le había dado una respuesta, pero lo haría esa noche. Y luego sería él quien le propondría algo.

Por primera vez en mucho tiempo, Tony estaba nervioso antes de plantear una propuesta de negocio. Entonces vio que Olivia se acercaba a él con sus andares decididos y elegantes y en lo único que pudo pensar fue en que ambos crearían a un bebé precioso. Y la recibió con una sonrisa.

 

 

«Va a concedérmela».

Olivia se estremeció de emoción. Tony había estado mirándola toda la noche y sólo podía deberse a una razón. La sensación de victoria inminente la recorrió.

Él le sostuvo la mirada mientras ella se acercaba y sonrió levemente de medio lado, destilando una sensualidad que Olivia sabía que conquistaba a todas las mujeres. Pero a ella sólo la conquistaría dándole las noticias que ella esperaba.

Para ella, su negocio era su vida y no se permitía el tiempo ni el deseo de nada más. Y estaba segura de que a él le ocurría lo mismo. Al menos con ella.

Ella conocía bien la reputación de Tony con las mujeres, eran ellas quienes construían esa fama. Lo ensalzaban como un amante espectacular, aunque no se sabía bien cuántas lo decían por experiencia propia. Él nunca hablaba de sus relaciones y a ella le parecía una persona muy cauta. Parecía que le daba igual lo que se dijera de él.

Ella intentaba no prestarle atención como hombre; su único interés hacia él era de carácter laboral. Pero tenía que reconocer que a veces no lograba evitar pensar en… Se obligó a no seguir con esos pensamientos y elevó su refresco a modo de saludo. Estaban a las puertas de la terraza, sin nadie cerca que pudiera oír su conversación, rodeados de una atmósfera íntima y acogedora.

–Hola, Tony.

–Hola, Olivia –dijo él en un tono más sensual que de costumbre–. ¿Estás divirtiéndote?

Él no había adoptado el carácter frío y distante, profesional, con que solía tratarla; al contrario, parecía atento a ella. Olivia miró alrededor la estancia recién redecorada fingiendo un interés que no sentía. Esa fiesta se ofrecía para celebrar la renovación del hotel más céntrico de la cadena, que existía desde hacía décadas y que, con la nueva decoración, competiría con otros hoteles de lujo.

–Todo es encantador, Tony. ¿Por qué no iba a divertirme?

Él sonrió más ampliamente y entrecerró los ojos.

–Me parece que no estás mucho para fiestas. Pareces preocupada –respondió él, y ladeó la cabeza levemente–. ¿Ansías regresar a tus negocios?

Olivia terminó su copa mientras pensaba cómo responder.

–Me preguntaba si ya habrías tomado una decisión. Ya sé que una fiesta no es el lugar más adecuado para discutir algo así, pero… –dijo ella, y al mirarlo se lo encontró observándola atentamente–. ¿Te importaría darme alguna pista?

Tony soltó una risita e ignoró su petición. Ella era muy buena para conseguir lo que quería en los negocios, pero él también lo era.

–¿Quieres otra copa?

–No, gracias –contestó ella.

–¿Ya has bebido suficiente?

–¿Suficiente refresco? Creo que puedo tolerarlo. Tú, sin embargo… –dijo ella, le agarró el brazo con el que sostenía su copa y se la acercó a la nariz.

No olía a alcohol. Olivia frunció el ceño.

–Yo tampoco bebo alcohol. Ya hay suficientes socios míos emborrachándose, alguien tiene que mantenerse sobrio para supervisar todo esto –explicó él.

Olivia no pudo evitar mostrar su sorpresa.

–¿Así que nunca te permites una copa?

–Alguna vez sí, por ejemplo un buen vino con una buena cena. Pero no es lo habitual.

–Yo soy abstemia.

–¿Por razones personales?

Olivia dudó. Era curioso cómo conocía a Tony desde hacía años y nunca habían hablado ni se habían visto fuera del entorno laboral, y de pronto estaban comentando temas personales, incluso íntimos. Aunque a ella no le importaba. Ella siempre había creído que, cuanto mejor se conocía a un socio, mejor se podía luego negociar con él. Y ella deseaba cerrar muchos tratos con Tony Austin. Olivia asintió y respondió:

–Razones muy personales. Detesto el alcohol.

–Quizás algún día me digas por qué.

–Quizás.

Tony se quedó callado unos momentos mientras la estudiaba con la mirada.

–¿Tienes algún objetivo de aquí a cinco años, Olivia? –le preguntó de pronto–. ¿Algo hacia lo que estés dirigiendo tus esfuerzos?

De nuevo, Olivia sintió una ola de emoción y trató de reprimirla. Él estaba demostrando un interés que nunca antes había mostrado y eso sólo podía significar que aprobaba su forma de gestionar su negocio. Tony Austin era la personificación de la excelencia en los negocios, de él se podía aprender mucho.

Se decía que él había duplicado la cadena de hoteles Austin Crown en los últimos tres años, desde que se había hecho cargo de la gestión tras la muerte de su padre. Gracias a él, los hoteles habían pasado de ser mediocres a elegantes y exclusivos. Todo el mundo deseaba celebrar allí sus convenciones.

Los empleados estaban encantados con él y alababan lo buen jefe que era. Él solía ser portada de las revistas de negocios como director de una de las cadenas de hoteles más florecientes del momento. Los hoteles Austin Crown se extendían por todo el país y seguramente en breve estarían por todo el mundo.

Olivia observó a Tony apoyarse contra la pared. Él tenía unos hombros muy anchos, que su elegante traje no lograba disimular. Era un hombre muy bien proporcionado, de treinta y pocos años y con más energía y determinación que cualquiera que ella conocía. En ese momento, su pelo castaño, abundante y ondulado, le caía sobre la frente, enmarcando sus ojos verdes. Olivia sonrió.

–Claro que tengo un plan, de lo más sustancioso además. Si quieres, te lo comento.

Para sorpresa suya, vio que Tony detenía a uno de los camareros que se paseaban entre la multitud.

–La señorita Anderson y yo vamos al despacho de dentro. Por favor, tráiganos bebidas, sólo cócteles sin alcohol, y asegúrese de que nadie nos moleste a menos que sea absolutamente necesario.

El camarero asintió, recogió sus copas vacías y se marchó. Olivia se estremeció de emoción. «Va a darme la tienda». Tony la asió del brazo y comenzó a atravesar la multitud. Varias personas se los quedaron mirando, pero ella los ignoró. Tony asentía frente a cualquiera que los mirara durante más tiempo del que dictaba la educación, pero él estaba acostumbrado a aquello; siempre despertaba chismorreos. Después de todo, él era el chico del pueblo que había logrado triunfar y siempre había entrometidos deseando encontrar algún trapo sucio. Pero estaban en Willowbrook, Indiana, donde Tony había nacido y crecido, y quien realmente lo conocía no hacía caso de los rumores.

Olivia ensayó en su mente su discurso para presentarle su plan y convencerlo de que le concediera el local; quizás así ella lograra su objetivo antes de cinco años.

Llegaron a un sala tenuemente iluminada que olía a cuero de lujo y a Tony. Ella sintió una oleada de excitación: posiblemente en esa habitación lograra lo que llevaba tanto tiempo esperando. Todo lo que ella tenía en su vida, lo que tendría siempre, era su negocio. Se había entregado completamente a ello, que le había devuelto todo lo que ella esperaba. Ver cómo crecía su negocio era casi como tener la vida que había deseado. Casi.

 

 

Tony cerró la puerta y se apoyó contra ella. Era gracioso, pero hasta esa noche no se había dado cuenta de lo deliciosa que podía ser Olivia Anderson cuando estaba emocionada, cuando sonreía… Por supuesto, él había observado atentamente y aprobado cada rasgo suyo, pero nunca los había unido todos y observado en conjunto. En ese momento, comprendió lo atractiva que ella resultaba.

Olivia se había recogido su largo pelo castaño en un elegante moño. Ella siempre estaba elegante, tenía más clase que ninguna de las mujeres que él conocía. Y le gustaban sus ojos, castaños también como su pelo: dejaban traslucir sus emociones, su profunda personalidad y su pasión. Pasión por su trabajo, por supuesto.

Él se apartó de la puerta y encendió una lámpara que añadió un leve brillo a la amplia habitación. Él sabía que estaba siendo un poco cobarde, pero prefería que la luz fuera tenue para poder arroparse con las sombras mientras le hacía su propuesta.

–¿Alguna vez has estado casada, Olivia? –preguntó él abruptamente.

A ella le sorprendió enormemente la pregunta. Negó con la cabeza.

–No. Y tampoco planeo una alianza así en un futuro próximo.

–¿Una alianza? –preguntó él con una sonrisa.

Ella tenía una forma de lo más extraña de abordar las cosas, como si todo fuera un asunto de negocios.

Olivia se encogió de hombros, buscó un asiento con la mirada y se sentó en una silla junto al enorme escritorio de él.

–Mi trabajo es mi vida. Y me gusta que sea así.

Tony se sentó en la silla frente a Olivia y se acarició la barbilla, pensativo. Aunque esperaba una respuesta así de ella, escucharla de sus labios lo dejó inquieto. Una mujer como ella, con su inteligencia, su personalidad y su belleza, no debería pasar su vida sola.

–¿Qué edad tienes?

Ella parpadeó atónita.

–Veintiséis –respondió–. De hecho, mi plan a cinco años lo formulé el año pasado. Para cuando cumpla los treinta, espero haber creado un negocio boyante con al menos tres tiendas más.

Él continuó con su objetivo:

–No te dejas mucho lugar para tener un marido, un hijo o alguna otra relación personal.

Ella frunció el ceño y lo miró con cautela. Tony supo entonces que tenía que replegarse, tenía que dejarle un poco de espacio. Pero el problema era que la paciencia no era su fuerte. Cuando quería algo, lo quería al instante.

Y quería un bebé.

Alargó la mano para asir la de Olivia, pero ella apartó la suya bruscamente y luego pareció avergonzarse de haberlo hecho.

–No me parece que sean necesarias esas preguntas tan personales. Creía que estabas contento con nuestros negocios juntos…

–Más que contento. Tienes un negocio de éxito, tus dos tiendas han beneficiado a mis hoteles. No veo por qué ha de ser un problema que quieras expandir tu negocio.

Olivia respiró aliviada y sonrió.

–Gracias, eso era lo que esperaba oír. Debo admitir que me has confundido con todas esas preguntas personales. Sé que es importante para ti conocer a tus socios y asegurarte de que no cambiarán sus prioridades de repente y olvidarán su negocio. Si eso es lo que te preocupa, te aseguro que…

–Me gustaría tener un bebé.

La interrupción de él dejó a Olivia con la boca abierta. Tony advirtió cada detalle: aquella boca carnosa y suave, su lengua rosada… Olivia también tenía una piel muy hermosa, que sería un punto favorable más aparte de su envidiable salud y su increíble ingenuidad.

Ella carraspeó y soltó una risita nerviosa.

–Me parece que, anatómicamente, eso es imposible.

–No si encuentro a la mujer adecuada que lleve al bebé en su vientre.

Ella se quedó con la boca abierta de nuevo. Tony decidió dejar de fijarse en sus labios perfectos. Y justo en ese momento, le salvó el que llamaran a la puerta.

Tony esperó hasta que el camarero se hubo marchado para retomar la conversación. Miró a Olivia, que seguía perpleja.

–Veo que estás confundida, Olivia, pero ante todo te aseguro que ese asunto no tiene nada que ver con tu negocio. La tercera tienda es tuya, independientemente de eso. Firmaré el contrato el lunes por la mañana y te lo enviaré por mensajero.

Olivia lo miró aún más perpleja y tardó unos segundos en responder.

–Gracias.

Él le ofreció un refresco.

–Sin embargo, me gustaría discutir otro asunto más contigo.

–Ya me he dado cuenta.

Él sonrió ante el tono seco de ella.

–Como acabo de decirte, quiero un bebé. En la actualidad tengo a gente excelente que puede ocuparse de la marcha diaria de mi negocio, así que ya no necesito dedicarle tantas horas como antes. Puedo permitirme criar a un hijo con todos los privilegios, pero sin malcriarlo. Me aseguraré de criar al bebé con un buen sentido de la moralidad y fuertes convicciones y…

Olivia se inclinó hacia delante y tocó a Tony en el brazo. A Tony le gustó la sensación, un estremecimiento que lo recorrió entero, pero se reprendió a sí mismo por reaccionar de esa forma que se había prohibido. Afortunadamente, Olivia no pareció darse cuenta.

–No tengo ninguna duda de que serás un padre maravilloso, Tony.

Él sintió que lo inundaba una agradable calidez.

–Gracias.

–De nada. Pero ¿qué tiene todo eso que ver conmigo?

–Pues… que quiero que tú seas la madre.

Ella no reaccionó exactamente como él esperaba: se tapó la boca con una mano y, tras una larga pausa de perplejidad, emitió una risa casi histérica. Tony se puso en pie, la tomó de los brazos y la levantó de la silla.

–¡Olivia! ¿Estás bien?

Ella sacudió la cabeza y soltó otra risita.

–¿No he dejado clara mi posición? ¿No acabo de decir que mi negocio es mi vida? No puedo casarme y menos para…

–¿Casarte? ¡Por Dios santo, yo no quiero casarme contigo! –la cortó él, e inmediatamente se dio cuenta de lo mal que había sonado y trató de explicarse–. Sólo necesito que lleves en tu vientre a mi bebé. Una vez que hayas dado a luz, eres libre para hacer lo que quieras. Podrás trasladarte a otro lugar que elijas, pero tendrás que irte, eso sí. No quiero que nada interfiera mientras crío a mi bebé, y ni tú ni yo deseamos un escándalo. He pensado que la zona noroeste sería un buen lugar para ti.

–Tú quieres que yo sólo…

–Te prestes a darme un bebé –terminó él.

Aún la tenía agarrada de los brazos y sintió que ella se tensaba y empezaba a temblar. La soltó.

–Como bien has dicho, para mí es anatómicamente imposible hacerlo. Y no quiero que creas que voy a tener un comportamiento indecoroso contigo: hay procedimientos médicos para garantizar la correcta inseminación de mi esperma. Todo será…

Ella se tambaleó hacia atrás como si él la hubiera golpeado.

–Estoy haciéndolo muy mal, ¿verdad? –dijo él, consternado–. Lo creas o no, ésta es la primera vez que me siento inseguro mientras propongo un negocio. Porque eso es lo que es, Olivia, un puro y simple negocio.

Él esperó a que ella dijera algo, pero como ella continuaba callada y atónita, Tony añadió:

–¿Y bien? Podrías hacer esto un poco más fácil si dijeras algo… lo que fuera.

–Lo haría si supiera qué decir.

Él asintió y respiró hondo.

–Necesitas tiempo para pensártelo. ¿Qué te parece si volvemos a sentarnos y te expongo mis razones para haberte escogido, los beneficios a los que accederás si aceptas este trato, cómo tengo pensado tratar las cuestiones legales pertinentes y…?

–Es un tema muy amplio, sobre todo teniendo en cuenta que es casi medianoche. He tenido un día muy ajetreado y mañana por la mañana tengo que seguir trabajando –dijo ella con voz aún temblorosa, pero al menos se sentó en la silla.

Tony suspiró aliviado. Ella no estaba acusándolo a gritos de acoso sexual ni había salido en estampida de la habitación. Afortunadamente, Olivia era una mujer razonable. Era una de las primeras cualidades que le habían atraído de ella.

–Antes de nada, quiero que sepas que me gustas mucho, Olivia. No para que seas mi esposa ni para ninguna otra relación personal, sino como donante de genes. Tu inteligencia me sobrecoge, sobre todo dadas las pocas ventajas que has tenido en la vida. La forma en la que has superado…

–Disculpa, ¿cómo sabes tú nada de las ventajas o desventajas que he tenido en la vida? –le preguntó ella molesta, elevando la barbilla.

Tony pensó en mentirle, pero decidió no hacerlo. Ella era demasiado inteligente.

–Hice que te investigaran. Déjame que te lo explique y comprenderás por qué me resultaba necesario hacerlo –respondió él.

Esperó unos instantes pero, como ella simplemente siguió mirándolo sin decir nada, él le relató sus averiguaciones:

–Sé que tus padres, de clase media-baja, murieron en una inundación cuando tú tenías dieciséis años. Sé que lograste sacar adelante unos estudios universitarios mientras trabajabas al mismo tiempo; que has conseguido todo lo que posees con tu esfuerzo y tu ingenio, sin que ni tu familia ni tus amigos te hayan ayudado. De hecho, hasta donde yo sé, no tienes familia ni amigos cercanos.

Ella seguía sin moverse ni decir nada, con una expresión de orgullo y de sentirse invadida a la vez. Tony continuó nervioso y emocionado a la vez.

–Nunca has tenido una relación larga con un hombre, llevas un estilo de vida modesto y sencillo, tienes muchos ahorros y eres reservada. Los únicos acontecimientos a los que asistes son los que están relacionados con los negocios.

Ella continuó en silencio un largo momento.

–Has sido muy exhaustivo –comentó por fin.

–Tenía que asegurarme de que valías para esto, Olivia. Por favor, intenta comprenderlo. No quiero una mujer que, después de dar a luz, decida que quiera quedarse con el bebé, conmigo o con ambos. Todo lo que he averiguado de ti demuestra que no tienes ningún interés en atarte a nadie, ni ahora ni en un futuro próximo. Eso es así, ¿verdad?

Olivia giró la cabeza y fijó la vista en la pared.

–Cierto, así es –dijo, y se estremeció–. Pero tampoco tengo ningún interés en retrasarme nueve meses en mi vida. Quedarme embarazada ahora no sólo interrumpiría mi agenda, además afectaría a mi reputación. Todo el mundo cotillearía acerca de mí.

–No tanto, si te prometo que puedes conseguir ese objetivo a cinco años en uno solo, que te respaldaré para que así sea. Y tampoco si hago que te traslades inmediatamente o te doy lo que necesites para que te tomes un permiso por maternidad más largo.

–¿Harías eso? –preguntó ella, incrédula.

Él contestó sin dudar.

–Por supuesto. Estoy diciendo esto en serio. Puedo permitirme ser generoso y quiero ese bebé. Ya. Mi cumpleaños es el cuatro de noviembre, dentro de poco más de una semana. Para mi próximo cumpleaños, quiero ser padre ya. Entonces tendré treinta y cinco años –dijo él, y dudó un instante porque se sentía expuesto, pero continuó por ella–. Los treinta y cinco se me echan encima. Si quiero tener un bebé, tiene que ser ahora. Aún soy lo suficientemente joven para poder seguir el ritmo de un niño y al mismo tiempo lo suficientemente mayor como para tomar buenas decisiones respecto a su futuro. Si espero, aunque sólo sea uno o dos años, tendré casi cuarenta cuando nazca mi hijo. Tengo que pensar a largo plazo, en cómo la edad que yo tenga afectará a mi hijo o hija durante su adolescencia, cuando más me necesite.

Ella seguía mirándolo, incrédula.

–¿Te preocupa tu… tu reloj biológico? –preguntó ella con un hilo de voz.

A él no le gustó ese enfoque, pero asintió.

–Supongo que es una forma de verlo.

–¿Por qué tienes tantas ganas de tener un hijo? ¿Por qué simplemente no te casas y haces las cosas de la forma habitual? Y sobre todo, ¿por qué yo?

Como ella seguía discutiendo con él y no se había marchado escandalizada, Tony decidió que eso era una buena señal y se animó. Lograría convencerla. Después de todo, era el mejor en los negocios; había tenido que batallar para conseguir tratos más difíciles que aquél.

También era cierto que había conocido a pocos socios tan duros de roer como Olivia. Era una de las razones por las que la había escogido a ella y por las cuales la admiraba.

Tony se inclinó hacia delante, apoyó los codos en las rodillas y siguió hablando.

–Quiero un hijo ahora porque tanto mi hermano como mi hermana tienen hijos. Mi hermano, que es más pequeño que yo, acaba de tener el tercero y eso me ha hecho darme cuenta de lo mucho que me estoy perdiendo y de lo que lo sentiré si no actúo pronto. No me entiendas mal: me encanta ser el tío que los adora, que los malcría, y que todos me rodeen dando saltos y gritos de alegría cada vez que me ven. Es bueno para el alma recibir el amor de un niño, seguramente es el mejor cumplido que una persona puede recibir en su vida. Pero no tengo ninguna influencia real sobre esos niños. Así debe ser, puesto que no soy su padre. Sólo soy su tío, alguien que les hace regalos y de vez en cuando les da consejos. Quiero ser quien se encargue de criar a un niño o niña, quiero dejar una parte de mí tras de mí.

Olivia sonrió.

–¿Estás dándote cuenta de que algún día desaparecerás de este mundo y quieres perdurar, es eso?

–Supongo que sí. Pero eso no es todo. Tener buena mentalidad para los negocios, lograr el éxito de una empresa y conseguir el respeto de los colegas de profesión no es nada al lado de criar a un hijo. Mis hermanos prefirieron no involucrarse demasiado en el negocio, pero están criando unos hijos maravillosos, cariñosos y preciosos. Y ése es un logro mucho mayor que el mío. Yo quiero hacer algo así de trascendente –respondió él, sosteniéndole la mirada–. Y quiero ser amado de la misma forma que ellos: incondicional y totalmente.

–¿Pero no quieres una esposa?

–El tipo de relación que mis hermanos tienen con sus parejas no se da fácilmente –explicó él.

Tony se sentía tan aliviado de que ella no se hubiera burlado de él, que sonrió. Hablar con Olivia estaba resultando mucho más fácil de lo que había creído. Sin darse cuenta, acababa de abrirle su corazón como nunca había hecho con nadie.

–Es como si ellos formaran una sola unidad: lo comparten todo, se apoyan mutuamente y se divierten juntos. Se entienden tan bien que incluso a veces saben lo que está pensando el otro. Eso me sorprende. A veces, incluso me pone celoso. Yo creía que no era posible una relación así, pero después de comprobar que puede darse, no puedo conformarme con menos. Pero aún no he encontrado a la mujer con quien desarrollar algo así y, sinceramente, estoy harto de buscar. La mayoría de las mujeres no soportan la cantidad de tiempo que dedico a mi negocio a menos que ellas mismas sean mujeres de negocios. Y entonces suelen estar tan centradas en hacerse un hueco en este mundo dominado por hombres, que no tienen tiempo para mí y mucho menos para un hijo.

Tony vio que ella daba un respingo y se dio cuenta de que se había tomado la crítica a nivel personal.

–No lo decía con afán acusador, Olivia. Sé que es más difícil para las mujeres que para los hombres el mantenerse en el mundo de los negocios, que no se os aplican las mismas reglas. Y comprendo tu necesidad de salir adelante. Yo estaba en esa etapa hasta hace poco.

–Hasta que tu negocio ya no requirió tanta atención por tu parte.

–Efectivamente –dijo él.

No iba a pedir perdón por haber alcanzado sus objetivos, pensó Tony. Él se había ganado su tiempo de descanso.

–¿Sabes? Tener éxito tiene sus inconvenientes. Siempre tengo la sensación de que las mujeres me buscan por el dinero que tengo en lugar de por cómo soy.

Olivia lo miró, boquiabierta.

–¿No sabes lo atractivo que eres, lo agradable que resultas, lo sensual que eres? –le preguntó ella sin dar crédito–. Créeme, aunque no tuvieras una cadena de hoteles, las mujeres te perseguirían.

Él se removió inquieto en su silla.

–Pero tú no –susurró él.

Ella pareció arrepentirse de sus palabras, pero Tony no pensaba dejarla desdecirse y tampoco iba a llenar el silencio que se produjo. De pronto se sentía como un depredador, y ella era su presa. Las palabras de ella lo habían llenado de energía y habían despertado un interés en él que hacía mucho tiempo que no sentía. Era algo muy estimulante, aunque estaba esforzándose por ignorar sus sentimientos y concentrarse en sus objetivos. Los cumplidos de ella no eran necesarios para su plan, pero lo llenaban de satisfacción.

Él esperó lleno de expectación cómo respondía ella. Ella le sostuvo la mirada todo el rato.

–Lo cierto es que no. Como he dicho, tengo otros objetivos diferentes de ir detrás de un hombre, independientemente de lo guapo que sea.

Tony entrecerró los ojos y la vio removerse inquieta en su asiento. Sonrió.

–Ésa es otra de las razones por las cuales te he elegido a ti: ni una vez me has mirado de forma sexual.

Olivia parpadeó, perpleja.

–No creo que…

–Ya sabes a lo que me refiero –le cortó él–. Sé que no tengo que preocuparme de que vayas a aceptar mi proposición con la esperanza de engancharme porque no te sientes particularmente atraída hacia mí, ¿no es así?

Ella esperó unos instantes, y respondió:

–Sí, así es.

–Y eres justo lo que busco: admiro tu inteligencia, tienes mucho sentido común, estás sana… He comprobado que en los dos últimos años no has faltado ni un solo día al trabajo. Eres generosa, todo el mundo que te conoce lo dice. Y estás bien formada.

–¿Bien formada? –preguntó ella con un hilo de voz.

Él centró su mirada en las piernas de ella.

–Bien proporcionada –explicó él–. Tienes unas piernas perfectas, los hombros rectos, la espalda erguida. Eres de huesos largos y muy femenina. No tienes exceso de peso pero eres robusta. Si mi hija se parece a ti, será muy guapa.

Sin pararse a pensar en lo que hacía, él detuvo la mirada sobre los senos de ella, deliciosamente moldeados por el vestido negro que llevaba.

–Tengo poco pecho –señaló ella.

Él se obligó a encogerse de hombros cuando en ese momento lo que menos sentía era indiferencia, y luego se obligó a levantar la vista y mirarla a los ojos. Ella lo miraba desafiante, y Tony sonrió ante aquella muestra de vanidad.

–En absoluto, estás bien. Además, si tengo un hijo varón, eso no importará, y si es una chica, no tendré que preocuparme de apartarle a los moscones antes de estar preparado para ello.