Un baile de máscaras - Susannah Erwin - E-Book

Un baile de máscaras E-Book

Susannah Erwin

0,0
2,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Un beso a medianoche con su némesis había sido solo el principio… Nelle Lassen no podía creer que hubiese caído en los brazos del infame Grayson Monk, ¡y que le hubiese gustado! Al quitarse las máscaras había resultado evidente que a él no le importaba nada la amarga historia que habían compartido sus familias en el pasado. Y cuando le había ofrecido a Nelle darle un empujón a su carrera, ella había aceptado a pesar de las dudas. ¿Querría utilizarla como novia por interés? ¡Eso era indignante… pero muy tentador!

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 167

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2020 Susannah Erwin

© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Un baile de máscaras, n.º 2141 - noviembre 2020

Título original: Cinderella Unmasked

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

 

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1348-953-7

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

Nelle Lassen agarró la larga falda del vestido de fiesta dorado y turquesa al tiempo que apoyaba la sandalia de tacón en el primer peldaño de la escalera de piedra que había en el histórico Ferry Building de San Francisco. Apartó el pie.

Si se daba la media vuelta en ese momento, podría volver a casa, quitarse las joyas prestadas y ponerse unos cómodos leggins y su sudadera favorita, hacerse un ovillo en el sofá y, con el ordenador abierto sobre las piernas, dar una vuelta por sus redes sociales y ver un capítulo de su serie favorita. Así era como le gustaba pasar las noches que tenía libres.

O, al menos, así era como las había pasado hasta que toda su vida había cambiado de repente. Antes de que hubiesen manchado su reputación, se hubiese quedado sin trabajo y de que su autoestima se hubiese desmoronado como un castillo de arena durante la marea alta. Había tardado varios meses en levantar cabeza y todavía tenía mucho por hacer, pero gracias a su compañera de piso y mejor amiga, Yoselin Solero, había superado dos importantes obstáculos: una nueva ciudad y un nuevo empleo. Y, con ellos, un nuevo nombre: Nelle, la abreviatura de su nombre real, Janelle.

Oyó pitar su teléfono, que llevaba escondido en el bolsillo, bajo varias capas de tul, y lo sacó.

–Estoy en la gala –dijo.

–¿Dentro? –le preguntó Yoselin.

Nelle apoyó ambos pies en el escalón.

–Casi.

–Sube esas escaleras –le ordenó su amiga.

Nelle se echó a reír.

–¿Me estás espiando?

Dos pisos más arriba apareció una figura ataviada con un gorro pirata, una blusa amplia y unos pantalones justo por encima de la rodilla.

–Sí –respondió Yoselin al teléfono mientras la saludaba con la mano–. ¡Date prisa! Hace frío fuera. Te esperaré al otro lado de la puerta.

El viento le golpeó las mejillas a Nelle como para darle la razón a Yoselin y esta se estremeció. Según el calendario estaban a finales de junio, pero a juzgar por aquel viento, en San Francisco podía hacer un tiempo invernal incluso en pleno verano. Nelle respiró hondo. La primera prueba de su nueva vida la esperaba al otro lado de aquella puerta.

Puso los hombros rectos. Ni siquiera Yoselin sabía lo importante que aquello era para ella. Se había obligado a sonreír y a aceptar la invitación a aquella fiesta al saber que el invitado de honor era Grayson Monk, inversor de capital de riesgo, filántropo y protagonista de muchas portadas en las que se empezaba alabando sus logros profesionales para terminar exaltando su atlético físico, su aspecto de surfero y su penetrante mirada.

Grayson Monk era, además, el hijo del hombre que había estado a punto de destruir a su padre.

Su teléfono volvió a sonar y Nelle se echó a reír.

–Ya casi estoy –dijo antes de colgar.

Aquello era ridículo. Estaba en San Francisco, no en Nueva York. Se dedicaba a conseguir fondos para una organización benéfica de ayuda a la infancia y no a realizar la planificación financiera de una firma boutique. Además, iba de invitada y ya no era el blanco de los celos de un compañero de trabajo que, además, había sido su novio. No tenía por qué temerle a nadie en aquella fiesta, ni siquiera a Grayson Monk.

Independientemente de su historia familiar.

Pisó con fuerza los escalones y, al acercarse a la puerta, entrevió el salón en el que se celebraba la fiesta y se le escapó un grito ahogado.

–Ya no estás en Kansas –se susurró a sí misma–. Esto sería increíble incluso en el mundo de Oz.

El edificio ya era impresionante, uno de los pocos que había sobrevivido al terremoto de 1906 y al incendio que había destruido casi todo San Francisco. El vestíbulo de entrada era muy grande, rectangular, interrumpido en el centro por un atrio que permitía a los recién llegados mirar hacia los locales comerciales que había debajo. Los techos, muy altos, estaban salpicados de luces. Los enormes ventanales, con forma de media luna, estaban cubiertos por un enrejado que hacía pensar en hileras de estrellas. Sobre el suelo de mosaico habían colocado mesas de cóctel con manteles de alegres colores, lo mismo que los disfraces de los invitados que charlaban y reían a su alrededor. Al fondo había un escenario con un podio y varios instrumentos musicales y, justo delante, espacio libre para bailar durante la fiesta, cuyo tema era «Venecia junto a la bahía».

Yoselin la saludó desde la mesa de bienvenida, con los ojos brillantes tras la máscara negra decorada con una calavera sobre dos tibias cruzadas.

–Por fin. Estaba empezando a pensar que se te habían quedado los zapatos pegados a las escaleras. Los discursos están a punto de empezar, ya te iré diciendo quién es quién.

La mujer que había sentada detrás de la mesa le sonrió.

–Bienvenidas al Carnaval junto a la bahía. ¿Me pueden decir sus nombres?

–Nos ha invitado Octavia Allen –respondió Yoselin, nombrando a uno de los miembros de la dirección de Create4All, donde trabajaban tanto Nelle como ella.

Había sido Octavia la que había decidido que ambas asistiesen a la gala para intentar conseguir más fondos para su organización. Yoselin, que era la directora ejecutiva, ayudaría a la señora Allen a convencer a sus donantes de que aumentasen las ayudas mientras que Nelle, que era la nueva directora de desarrollo, tenía la tarea de conseguir donaciones importantes de personas que, hasta entonces, se le habían resistido a Octavia Allen.

–La señora Allen ya está aquí –comentó la otra mujer sonriendo todavía más–. Ustedes estarán en su mesa, la número diecisiete, en primera fila, delante del escenario.

Luego miró solo a Nelle.

–¿Ha traído máscara?

Nelle levantó la mano. Los niños que iban a clases de arte en Create4All habían decorado cada milímetro de la máscara blanca que ella había comprado en una tienda de manualidades con lentejuelas plateadas, cristales opalescentes y perlas, creando una pieza inspirada en el mar que tenía de exuberancia lo que faltaba de sofisticación.

–Qué… original –comentó la mujer–. No olviden que hay que llevar las máscaras puestas hasta que termine la fiesta, a medianoche.

–A esa hora volveremos a convertirnos en las cenicientas de todos los días –le dijo Nelle a Yoselin.

Su amiga se echó a reír.

–Vamos a buscar a Octavia y una copa. No necesariamente en ese orden.

Nelle se puso la máscara, respiró hondo y siguió a su amiga fiesta adentro.

 

 

Grayson Monk esperó entre bastidores, junto al escenario, y escuchó los sonidos procedentes del otro lado de las cortinas de terciopelo. Al parecer, la gala iba bien. La comida era de primera categoría, había sido preparada por un reconocido chef. El vino y el champán eran excelentes. Los invitados estaban deslumbrantes, las conversaciones eran brillantes y abundaban las sonrisas. En resumen, aquello era lo que había esperado de un evento organizado por la Peninsula Society. Lo habitual.

Aunque también había algo distinto y no sabía el qué.

Tardó un minuto en darse cuenta de que la diferencia estaba en él.

En el pasado, había visto aquella gala anual como el precio a pagar por hacer negocios en Silicon Valley, pero eso iba a cambiar esa noche.

–Señores y señoras, nuestro filántropo del año, ¡Grayson Monk!

Los aplausos inundaron la sala y un joven con auriculares le hizo un gesto para que hiciese su entrada.

Grayson subió al escenario y le dio la mano al presidente de la Peninsula Society, que también era quien había organizado la celebración. Después, se giró hacia la multitud, dio las gracias a la organización por aquella maravillosa velada, respiró hondo y se dispuso a exponer el motivo por el que había accedido a aceptar aquel premio.

El discurso.

–Como algunos sabéis, he estado quince años al frente de Monk Partners. Estamos orgullosos de haber ayudado a las principales y más audaces empresas de la construcción. Algunas de las principales compañías tecnológicas han conseguido el capital que necesitaban gracias a nosotros. Como, por ejemplo, Medevco, que bajo la dirección de Luke Dallas y Evan Fletcher ha cambiado la industria de la tecnología médica para siempre. Y es todo un honor poder hacer algo por la comunidad que tenemos el privilegio de considerar nuestro hogar.

Tragó saliva. De momento, solo había dicho lo mismo que tantas otras veces. Sin embargo, la siguiente parte del discurso…

–Pero todo lo bueno se acaba. Así que, con el permiso de la Peninsula Society, quiero aprovechar esta oportunidad para anunciar que voy a dejar las riendas de Monk Partners.

Hubo expresiones de asombro y Grayson levantó amabas manos y sonrió.

–No os preocupéis, Monk Partners seguirá estando en tan buenas manos como antes. Philip Adebayo ocupará mi lugar y el resto del equipo seguirá siendo el mismo. El compromiso será el mismo, la cartera de clientes y los socios, también. Solo es posible que cambien el nombre.

Aquello hizo reír a algunas personas, no a muchas, pero a algunas. Grayson se relajó. Lo peor ya había pasado. Solo le quedaba lidiar con las repercusiones.

–Sé que todos queréis volver a la fiesta, así que voy a terminar aquí. Si tenéis alguna pregunta, mañana por la mañana habrá una persona en mi despacho respondiendo a las llamadas…

–¿Y qué vas a hacer ahora? –le preguntó alguien desde el fondo de la sala.

Grayson se hizo sombra con la mano e intentó buscar con la mirada, pero, aunque hubiese sido capaz de averiguar quién le había hecho la pregunta, las máscaras le habrían puesto difícil que lo reconociese.

–Veo que hay quien no puede esperar a mañana –bromeó–. Como muchos sabéis, mi padre está delicado de salud y, aunque suene a tópico, voy a centrarme en mi familia un tiempo.

Hizo una pausa, esperando escuchar murmullos de aprobación, pero lo que oyó fue que seguro que estaba esperando ocupar el puesto de su padre en el Congreso.

Aquello le sorprendió. Distinguió una voz femenina, joven y hostil, muy hostil.

Esa no era la reacción que había esperado.

–Bueno… –balbució, él, que no balbuceaba nunca–. Os echaré de menos a todos. Tal vez a Vikram y a Helen no.

Señaló hacia donde se encontraban sus más fieros competidores y la multitud se echó a reír. Aquello estaba mejor.

–Aunque gracias por haberme mantenido alerta. Y muchas gracias por el premio y, sobre todo, por vuestro apoyo y amistad.

Todo el mundo aplaudió. Grayson levantó la mano a modo de despedida y salió del escenario, alegrándose al ver quién lo esperaba allí. Había mencionado Medevco por un motivo. No solo había sido su inversión más rentable, sino que los dos hombres que estaban al frente de la empresa se habían convertido en sus dos mejores amigos. Todavía se alegró más al ver que uno de ellos, Luke Dallas, tenía una copa de balón con whisky esperándolo.

–Enhorabuena –le felicitó Luke, tendiéndole la copa.

Grayson le dio un sorbo y sintió el calor del líquido ambarino en la garganta.

–¿Por el premio? La mitad le pertenece a tu esposa, que, en la gala del año pasado, me prometió que me daría media hora de tu tiempo si hacía una donación a la organización.

–Me alegro de haber hecho que te diesen el premio –respondió la esposa de Luke, Danica, que estaba al lado de este–. Porque Luke es mío.

Luke y Danica se sonrieron con adoración. A pesar de que ya llevaban más de un año casados, a Grayson todavía le sorprendía ver cómo Luke, que era una persona taciturna, mostraba tan abiertamente sus sentimientos. Si bien era cierto que Danica era una buena compañera para su amigo: inteligente, altamente cualificada y atractiva. Estaban hechos el uno para el otro.

Luke había tenido mucha suerte al encontrarla. Grayson dudaba que él fuese a tenerla también. Y no buscaba relaciones poco duraderas, las aventuras de una noche no eran para él.

Aunque, en esos momentos, tampoco estaba buscando una relación seria.

–Luke te ha felicitado por ser el centro de las conversaciones esta noche –intervino Evan Fletcher, socio de Luke en Medevco.

Le tendió un vaso de agua a Danica y conservó una copa de vino tinto para él.

–Casi no he podido llegar hasta aquí –continuó–. Todo el mundo quería comentar la noticia que acabas de dar. Prepárate para que se abalancen sobre ti en cuanto salgas de aquí.

Grayson clavó la vista en el fondo de la copa. ¿Por qué no había inventado nadie una copa que se rellenase sola? A él le parecía una buena inversión.

–Aquí empieza.

Evan dio un sorbo a su copa de vino e hizo una mueca.

–¿El qué empieza? ¿Tu jubilación a los treinta y cinco años? Dime que vas a comprar una isla con espacio para invitados. Y que me vas a invitar a mí.

Grayson negó con la cabeza.

–No me voy a retirar.

–Entonces, ¿por qué has hecho todo este…?

Evan movió la mano en la que tenía la copa y unas gotas de vino tinto cayeron al suelo.

Grayson lo miró fijamente.

–¿Vas a beberte eso o lo vas a utilizar como arma arrojadiza?

Evan miró la copa y buscó un lugar donde posarla. La dejó sobre una mesa baja que había junto a un sofá.

–El año que viene quiero estar en el comité que organiza la gala para poder escoger el vino.

–Responde a la pregunta de Evan. Si no te vas a retirar, ¿por qué has dado semejante noticia? –preguntó Luke con el ceño fruncido.

Grayson decidió contárselo, al fin y al cabo, pronto sería del dominio público.

–No se lo contéis a nadie. Todavía. Mi padre va a anunciar que dimite. Y, cuando lo haga, habrá elecciones para decidir quién ocupa su lugar en el Congreso durante el año que queda. Y voy a presentarme.

Danica dio un grito ahogado, Luke sonrió y le dio la mano a Grayson.

–Enhorabuena. Por supuesto, tienes mi apoyo. Aunque podrías habérnoslo contado antes.

–Si te soy sincero, me sorprende que os sorprenda –comentó él–. Siempre ha sido mi intención seguir los pasos de mi padre en política.

–¡Hola! –saludó alguien alegremente a sus espaldas.

Grayson se giró y vio a Bitsy Christensen, la presidenta de la gala que, como siempre, llegaba con el teléfono en la mano. Iba seguida por varias personas cargadas con instrumentos musicales.

–Pensé que estaríais probando la comida –comentó Bitsy–. La banda tiene que instalarse, así que me temo que os tengo que echar de aquí.

–Por supuesto.

Grayson les hizo un gesto a Luke y a Danica para que echasen a andar delante de él y luego se giró hacia Evan, que tomó su copa de vino.

Los siguientes segundos pasaron a cámara lenta.

Evan se dirigió a la salida, pendiente de la copa de vino que llevaba en la mano mientras Bitsy echaba a andar hacia él con la mirada clavada en el teléfono. Ninguno de los dos levantó la vista hasta que chocaron. Justo delante de Grayson.

El teléfono salió volando por los aires. Lo mismo que la copa de vino.

Grayson consiguió alcanzar el teléfono antes de que chocase contra el suelo. Por desgracia, el vino le cayó encima, manchando la camisa blanca de su esmoquin. La chaqueta y la corbata, como eran negras, no parecían manchadas, pero él olía como si se hubiese caído en una cuba.

No podía salir de allí así. Intentó limpiarse la camisa con unas servilletas de papel, pero no lo consiguió.

–¡Oh, no! –exclamó Bitsy–. Oh.

–Preguntaré a los encargados del catering si tienen toallitas húmedas –se ofreció Evan, desapareciendo detrás de las cortinas.

Bitsy le quitó a Grayson el teléfono de la mano.

–Tenemos disfraces de sobra –comentó–. Por si a alguien se le olvidaba. Siempre hay que estar preparados, ¿no?

Miró a Grayson de arriba abajo y empezó a escribir un mensaje.

–Mi asistente no tardará en llegar. Le he dicho que traiga el disfraz de payaso Pierrot, que debe de ser más o menos de tu talla.

¿De Pierrot? Estupendo. Iba a salir de allí vestido de payaso con un enorme pijama blanco.

Se puso en un rincón para dejar pasar a los músicos y esperó a que llegase el disfraz mientras repasaba mentalmente el resto de objetivos que se había fijado para aquella noche: quería hablar con los posibles donantes para la campaña, tranquilizar a los inversores acerca de su partida y…

Sabía que no le caía bien a todo el mundo, pero, en general, tenía buena relación con todo el mundo. Había sido un líder desde la niñez, había conseguido que su equipo de natación ganase el campeonato estatal y, cuando había decidido dejar la piscina, había montado Monk Partners gracias a su capacidad para convencer a los empresarios para que trabajasen con él. En esos momentos era una de las empresas con mejor trayectoria de Silicon Valley. Pero siempre había sabido que seguiría los pasos de su padre. Era una tradición familiar. Su bisabuelo había sido gobernador de California. Su abuelo había formado parte del Tribunal Supremo. Así que ocupar el puesto de su padre en la Cámara de Representantes sería la culminación de su carrera.

El disfraz llegó perfectamente doblado en una bolsa de plástico, haciéndolo volver al presente. Grayson sacó la túnica blanca, los pantalones anchos y un gorro en forma de cono. Era todavía más ridículo de lo que se había imaginado. Estaba volviendo a meterlo todo en la bolsa, pensando que prefería salir con la camisa manchada de vino, cuando se le ocurrió que aquella podía ser una oportunidad única.

Los siguientes meses iban a ser frenéticos. Su vida social, que ya era casi inexistente debido a las largas jornadas de trabajo, desaparecería por completo. Y si ganaba las elecciones… entonces tendría que olvidarse de pensar en sí mismo. Nadie esperaría que apareciese vestido de payaso, así que podría disfrutar de sus amigos y de la velada sin preocuparse por nada más. Ya tendría tiempo para responder a las preguntas de todo el mundo la semana siguiente. Esa noche iba a disfrutar. Era su última noche de libertad.

Y tal vez pudiese descubrir por qué alguien había expresado en voz alta la preocupación que, en el fondo, él también tenía.

 

* * *

 

Los invitados que compartían mesa con Nelle y Yoselin empezaron a charlar animadamente en cuanto Grayson desapareció del estrado. La única que se quedó en silencio fue Nelle, que se dedicó a beberse el cóctel de zumo de arándano y vodka con la esperanza de que este calmase el calor que sentía en las mejillas.

Había visto fotografías recientes de Grayson, por supuesto. Incluso había visto apariciones suyas en televisión. ¿Quién no? Había salido en los medios de comunicación desde que, ocho años antes, había conseguido sus primeros mil millones de dólares a la tierna edad de veinticinco años. Pero en la vida real era más alto y fuerte. Las cámaras no podían captar la intensidad de su mirada ni el encanto de su sonrisa.

Había sentido calor por todo el cuerpo cuando había mirado en su dirección. Nelle había sabido que miraba hacia allí porque el hombre que le había hecho la pregunta en voz alta se encontraba varias mesas detrás de la suya, pero su carisma la había golpeado igualmente como un tsunami