Esposa por encargo - Susannah Erwin - E-Book
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Esposa por encargo E-Book

Susannah Erwin

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Beschreibung

Contrató a una profesional para que le buscara una esposa, pero no podía ser la mujer a la que deseaba. Para salvar su negocio, Luke Dallas necesitaba casarse. Y contrató a Danica Novak para buscarle a la mujer adecuada. ¿Cuál era el problema? La hermosa y cautivadora Danica les estaba desviando de su objetivo, porque los dos sentían una atracción mutua, pero Danica se negaba a renunciar a cualquier relación que no implicara amor.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

 

© 2019 Susannah Erwin

 

© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Esposa por encargo, n.º 2133 - febrero 2020

Título original: Wanted: Billionaire’s Wife

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1348-100-5

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

Después del temprano vuelo en el que había cruzado el país, lo que Danica Novak quería era darse una ducha y dormir al menos diez horas. Lo que consiguió fue tener que presentar una reclamación para recuperar el equipaje que le habían perdido, un trayecto en taxi a su oficina de Palo Alto en el que el taxista se había encontrado con todos los semáforos en rojo y otra discusión con los del seguro médico de sus padres respecto a las facturas médicas de su hermano.

Esta era la tercera vez que hablaba con alguien de la sociedad médica desde el aterrizaje del avión y aún no eran las once de la mañana en California.

–¿Que no cubren el tratamiento? –mientras hablaba, rebuscó en el bolso algo con lo que pagar al taxista. La tarjeta de crédito no le servía de nada, como había descubierto al intentar utilizarla para comprar comida en el avión. Su repentino viaje a Rhode Island la había despojado de los últimos ahorros–. ¿Que no pueden reducir los costes?

Danica hizo un esfuerzo por mantener la calma y la voz modulada. Durante la adolescencia, al tener que ayudar a su padre con los papeles para abrir una lavandería, había aprendido que enfadarse con los burócratas no llevaba a ninguna parte.

–Sí, lo comprendo, a usted le han dicho que el tratamiento es reservado y opcional. ¿Podría hablar con el manager, por favor? ¿Oiga? –se quedó mirando el móvil. La llamada se había cortado o la habían colgado.

El taxista tocó el claxon para llamar su atención.

–Señorita, tengo que marcharme. Necesito que me pague.

–Sí, un momento, por favor –Danica dejó el móvil y rebuscó de nuevo en el bolso. El billete de veinte dólares para las urgencias tenía que estar en algún lado…¡Ya! Juntó el billete con los otros que tenía en la mano, pagó al taxista, salió del coche y dio por bienvenidos los rayos de sol de ese lunes por la mañana.

Danica abrió la puerta del edificio de oficinas. Le parecía que había pasado un siglo desde que había salido de allí a toda prisa para ir a casa de sus padres. Aún no se había recuperado de la impresión que le había hecho ver a su hermano Matt, siempre un torbellino de actividad, completamente inmóvil en la cama de un hospital.

Matt, nacido ocho años antes que ella, había sido un bebé sorpresa, la alegría de toda la familia. En el último año de instituto, había atraído la atención de muchas universidades debido a ser una joven promesa en el campo del atletismo. Esas habían sido sus perspectivas hasta dos semanas atrás, cuando un accidente durante un partido de fútbol americano le había dejado con traumatismo craneoencefálico, fractura de fémur y una lesión en la médula espinal.

Ahora, por fin, había salido de peligro y el pronóstico era bueno, se esperaba que se recuperara completamente. Sin embargo, los médicos estaban preocupados porque no estaba respondiendo todo lo bien que se esperaba al tratamiento convencional. Había una terapia experimental que quizá pudiera acelerar la recuperación de Matt, pero no lo sabrían a no ser que encontraran la forma de pagar por la terapia, ya que el seguro médico se negaba a cubrir los gastos.

Danica iba a conseguir el dinero de una forma u otra. Les había dicho a sus padres que ella se encargaría del asunto y lo haría.

Al entrar en el edificio, que compartían cuatro empresas, encontró el vestíbulo vacío, como casi siempre. Cerró los ojos y respiró hondo. Tenía que ponerse a trabajar, la presentación de Rinaldi Executive Search para la empresa Ruby Hawk Technologies iba a tener lugar dentro de dos días y tenía que ser perfecta. La secretaria de Johanna Rinaldi le había prometido ascenderla a consultora de talento si la presentación tenía éxito.

Agarró una copia de la revista Silicon Valley Weekly del mostrador de recepción con la esperanza de ponerse al día de las últimas novedades en el campo de la industria tecnológica mientras recorría el pasillo que la llevaría a las oficinas de Rinaldi. Y como si el universo entero se hubiera puesto de acuerdo en recordarle la importancia de la presentación, la portada de la revista presentaba una foto de Luke Dallas, el director ejecutivo de treinta y tres años fundador de Ruby Hawk Technologies.

Como la mayoría de la gente de Silicon Valley, Danica estaba asombrada del meteórico ascenso de Ruby Hawk Technologies; pero el hombre al frente de esa empresa, Luke Dallas, ejercía sobre ella una extraordinaria fascinación. Un escalofrío le recorrió el cuerpo mientras contemplaba en la foto los sorprendentes ojos azules del hombre al que vería en persona dentro de dos días.

Un mes atrás, Danica se había enterado de que Ruby Hawk había cancelado el contrato con la agencia especializada en conseguir talento de alto nivel. Sabía que Johanna y Luke habían estudiado juntos dirección de empresas y había utilizado esa información para conseguir una reunión con el fin de convencer a Ruby Hawk de que utilizaran sus servicios. Luke Dallas iba a asistir a la reunión.

No podía ser que ese hombre fuera tan atractivo en persona, pensó Danica con los ojos fijos en la foto. El fotógrafo debía de ser muy bueno, quizá la luz…

Tan ensimismada estaba que apenas evitó chocarse contra el ancho y musculoso pecho de un hombre, a quien lanzó una rápida sonrisa a modo de disculpa y continuó con el artículo que estaba leyendo mientras rebuscaba en el bolso las llaves de la oficina.

Le llevó un segundo darse cuenta de quién era ese hombre. Levantó la cabeza y se le quedó mirando. De repente, se le secó la garganta y se le aceleraron los latidos del corazón.

Luke Dallas estaba delante de la puerta cerrada de Rinaldi Executive Search. En carne y hueso. Un metro noventa y tres de estatura. Cabello oscuro ondulado. Inmaculadamente vestido.

Danica se había equivocado. Ese hombre era mucho más atractivo en persona que en la foto. Irresistible. Se notaba que era un hombre que conseguía lo que quería sin importarle cómo.

Hipnotizada por la fuerza de esa mirada, tembló al ver que la expresión de él se endurecía. La atmósfera se tornó tensa.

 

 

Aquel debería haber sido un día triunfal. Sin embargo, le dolía la mandíbula de tanto apretar los dientes. Era una nueva sensación. Jamás perdía el control, al margen de la situación.

Pero aquella mañana, durante un encuentro informal antes de firmar los papeles de la venta de su empresa, se había visto en medio de una emboscada preparada por Irene Stavros y su padre, Nestor.

Al salir de la reunión, tras el ultimátum de Nestor, había ido directamente a la empresa de Johanna Rinaldi, la única persona que podría sacarle de la trampa que Nestor le había tendido tan hábilmente.

¿Dónde demonios se había metido Johanna? La oficina estaba cerrada y nadie contestaba al teléfono. A punto de perder la paciencia se había topado con aquella mujer que le miraba con ojos desmesuradamente abiertos. Unos ojos bonitos, verdes y grandes. Un hombre podría hundirse en las profundidades de esos ojos.

Entonces, ella parpadeó y él volvió a sumirse en una furia contenida.

–¿Puedo ayudarle en algo? –preguntó él; en parte, para disimular haberse quedado mirando a esa desconocida, al margen de lo atractiva que pudiera ser; por otra parte, porque no era Johanna y, en esos momentos, era la única persona a quien quería ver.

–Usted es Luke Dallas. Pero la entrevista que tenemos con usted no es hoy, sino el miércoles.

–¿Trabaja en la empresa de Johanna?

–Sí. Sí, trabajo para Johanna. Soy Danica Novak.

Luke estrechó la mano que ella le había tendido y la vio sonrojarse.

–Al parecer, sabe quien soy.

–Sí, claro –la mujer agitó la revista que llevaba en la mano izquierda–. Aquí está su fotografía.

Ella le sonrió y esos ojos que le habían parecido preciosos antes se le antojaron deslumbrantes. Después, se fijó en el encabezamiento de la portada de la revista.

–¿Le importa que vea eso? –preguntó él, y ella le dio la revista.

Luke leyó el artículo. El periodista que lo había escrito, Cinco Jackson, se había enterado de que él estaba en tratos con Stavros Group, a pesar de lo mucho que se había esforzado por mantenerlo en secreto. El artículo hablaba de los rumores que corrían acerca de la adquisición de su empresa como algo inminente.

Iba a resultarle imposible entrar en el edificio de Ruby Hawks sin que sus empleados le hicieran preguntas sobre la venta de la empresa y lo que eso iba a suponer para ellos.

Gracias a su familia y a unas acertadas inversiones que había hecho, Luke no habría necesitado trabajar para llevar una vida extremadamente cómoda. Pero eso era porque sus padres tenían dinero. Él no se lo había ganado.

Se negaba a hacer lo que sus hermanastros hacían, vivir de sus herencias. Él quería construir algo, como había hecho su abuelo. Y quería que durara, al contrario que el legado de su bisabuelo. Los grandes almacenes Draper y Dallas hacía mucho que habían desaparecido; por el contrario, las innovaciones de Ruby Hawk en biorretroalimentanción y tecnología neuronal podrían mejorar la vida de muchas personas durante generaciones.

Estrujó la revista que tenía en la mano. Él era el dueño de Ruby Hawk. Había creado la empresa y había invertido su propio dinero en ella. Ahora, necesitaba más capital para que la empresa siguiera desarrollándose, para demostrar a toda esa gente que le acusaba de ser un aficionado ricachón que tenía lo que se necesitaba para ser un visionario de una tecnología.

Había sopesado diversas opciones para conseguir capital, pero ninguna le había ofrecido lo que quería: financiación, control e independencia en el negocio. Entonces, había aparecido Irene Stavros y le había sugerido que hablara con su padre. Un mes atrás, había recibido una oferta de Nestor.

En principio, la oferta había sido perfecta. Stavros Group compraría Ruby Hawk e invertiría el dinero necesario para que la empresa pudiera expandirse al tiempo que permitiría que Ruby Hawk continuara operando con toda independencia. La junta directiva, con Luke a la cabeza, seguiría siendo la misma y podría tomar decisiones sin interferencias de Stavros Group. Anticipando la firma del contrato, Luke había comprado nuevos aparatos tecnológicos muy caros. Pero al reunirse con Nestor para firmar los papeles, había descubierto la trampa que este le había tendido. A menos que aceptara las condiciones de Nestor, no podría seguir pagando a sus empleados pasados seis meses.

Y ahora aquel artículo. Gracias a revelar los términos del contrato, sus empleados esperarían que sus participaciones en la empresa valieran millones una vez concluida la transacción.

Tenía que conseguir que se firmara el contrato.

–¿Dónde está su jefa? Llevo aquí media hora y no ha aparecido nadie. ¿Qué clase de empresa es esta? –Luke devolvió la revista a esa mujer.

–Una empresa muy profesional. Debe haber una explicación.

Luke arqueó las cejas y se miró el reloj.

–Yo acabo de llegar del aeropuerto. Johanna debe estar en alguna reunión fuera de la oficina. Aunque eso no explica por qué Britt no responde al teléfono… –murmuró ella entre dientes–. Espere aquí un momento, voy a ver si están las luces encendidas.

La mujer abrió la puerta y después la cerró tras de sí. Luke oyó una exclamación seguida de un golpe. Justo en el momento en que iba a entrar para ver lo que pasaba, ella salió, cerrando la puerta de nuevo.

La mujer tenía el rostro blanco como la cera .

–Verá…creo que será mejor que espere en la cafetería de al lado. Tienen un café muy bueno y…

–No. ¿Qué es lo que pasa? ¿Hay alguien herido?

Ella negó con la cabeza.

–Voy a entrar –con cuidado, apartó la temblorosa mano de esa mujer del pomo de la puerta.

–No, por favor, no…

Ignorando las protestas de ella, Luke abrió y entró. Sorprendentemente, encontró la oficina vacía. No había empleados, ni siquiera escritorios, solo una silla rota y estanterías metálicas vacías.

–He pensado que quizás nos hubieran robado, pero… –Danica, a sus espaldas, no acabó la frase.

Luke sacudió la cabeza.

–No, esto lo ha hecho una empresa de mudanzas.

A Luke se le hizo un nudo en el estómago. Johanna había desaparecido. ¿Cómo podía irle tan mal ese día?

–Yo he estado ausente dos semanas –dijo Danica con voz débil–. Dos semanas solamente.

Ella, como una zombi, entró en un despacho. A su paso, dejó caer el bolso y el contenido se desparramó por el suelo. Antes de que a él le diera tiempo a apartar los diferentes objetos, ella se tropezó.

Luke, rápidamente, la agarró por los hombros y evitó que cayera. Tan cerca de ella, notó que su cabello mostraba un sinfín de diferentes tonos dorados que iban del castaño claro a un rubio casi blanco. Unas pecas salpicaban la pálida piel de esa mujer por encima de una nariz respingona. Olía a vainilla y a canela. Tenía unos labios suaves, sensuales y, durante unos segundos, estuvo tentado de probarlos.

Entonces, la realidad le golpeó con fuerza.

El plan que había ideado para salvar Ruby Hawk había desaparecido con los muebles de las oficinas de la empresa Rinaldi.

 

 

–Gracias por agarrarme –dijo Danica.

–Respire hondo –le aconsejó él–. Vamos, respire.

Danica le obedeció, permitiéndose apoyarse en él, deleitándose en el sentido de confianza y seguridad que los brazos de ese hombre le proporcionaba.

Pero entonces, bruscamente, Luke Dallas la soltó.

–Lo siento, pero tengo que marcharme inmediatamente.

«Piensa, Danica. Piensa con rapidez». Sabía que si ese hombre se marchaba de allí ella perdería una oportunidad de oro profesionalmente, y toda esperanza de conseguir el ascenso que le habían prometido.

Tenía que encontrar a su jefa. Seguro que había una explicación para lo que había pasado.

–Johanna ha debido trasladar la oficina durante mi ausencia. Era difícil comunicarse conmigo donde yo estaba –lo que era cierto. En el hospital donde estaba Matt los teléfonos móviles no estaban permitidos–. Deje que la llame.

Danica agarró el bolso y metió en él los objetos desparramados por el suelo. Pero… ¿dónde estaba su teléfono móvil? Lo había tenido en la mano durante el trayecto en taxi…

Ahí se lo había dejado, encima del asiento, mientras buscaba el dinero para pagar el trayecto.

–¿Ocurre alguna otra cosa? –preguntó él mirándola duramente.

–No, nada. Me he olvidado de algo, eso es todo –respondió Danica como si no pasara nada. Pero no logró engañar a ese hombre.

–A mí me parece que es todo lo contrario. Aquí ocurren muchas cosas, empezando por esta oficina vacía –declaró Luke Dallas cruzando los brazos.

–Deme quince minutos para averiguar qué pasa. ¿De acuerdo?

Él asintió y Danica se dirigió al cubículo en el que había trabajado hasta ese momento, donde él no podía verla. Pero, al instante, se le encogió el corazón. En su espacio privado de trabajo solo había una caja con unos cuantos objetos personales; entre ellos, un cómic de acción que su hermano le había regalado cuando ella se mudó a California.

Pegada a un lateral de la caja había un sobre color crema con las iniciales de Johanna. Abrió el sobre, sacó una nota y leyó:

 

Hola, Danica.

No quería molestarte mientras estabas con tu familia. La cuestión es que el Grupo Stavros me ha ofrecido una gran oportunidad. ¡Me han dejado al frente de la operación de caza de talentos en Asia y la zona del Pacífico! Tendré la oficina en Sydney y viajaré por todo el mundo. Me necesitaban inmediatamente, por eso no podía esperar a que volvieras.

¡Britt ya tiene otro trabajo! Ah, por cierto, si no te importa, recuérdale a Britt que envíe los teléfonos al servicio de mensajería telefónica.

Te llamaré cuando esté más tranquila y disponga de tiempo. Ahí tienes tu última paga y el número de teléfono del abogado a cargo de la disolución de la empresa, por si necesitas ponerte en contacto con él para algo.

¡Ciao!

 

Johanna

 

Danica sacó del sobre el papel con la nómina y un extra de dos semanas por despido. Dos semanas. ¿Eso era todo lo que Johanna creía que se merecía? ¿Después de tres años de absoluta entrega, de ayudar a sacar a flote esa empresa y de no tomarse ni un solo día de vacaciones durante esos tres años? El viaje del que acababa de regresar, una emergencia, había sido la única vez que había pasado más de cuarenta y ocho horas sin pasarse por la oficina en esos tres años.

Se sentó en el suelo. Aquello era peor que cuando su novio la dejó. Al menos, entonces había tenido trabajo y había podido ayudar a su familia económicamente. Pero ahora… Ahora ni siquiera tenía un coche viejo. Le había pedido a su compañera de piso, Mai, que lo vendiera para poder pagar el alquiler y los gastos de la casa, ya que se había gastado los pocos ahorros que tenía en el billete de avión. Tampoco podía pedirle a Mai que pagara por ella, la situación económica de Mai era casi tan precaria como la suya.

Danica siempre había visto el lado bueno de las cosas. Hasta ese momento. Lo veía todo muy negro.

 

* * *

 

Luke observó a Danica mientras esta se dirigía a su cubículo con la cola de caballo moviéndose de un lado a otro y aire totalmente despreocupado. No pudo evitar fijarse en los movimientos de otras partes de la anatomía de ella. Una pena que estuviera mintiendo respecto a Johanna. Él había intentado ponerse en contacto con ella sin conseguirlo.

Lo que tenía que hacer era regresar a su oficina y pensar en cómo salir de aquel atolladero.

De repente, oyó lo que le pareció un sollozo ahogado. Sacudió la cabeza. No iba a dejarse engañar por unas lágrimas de cocodrilo. Agarró el pomo de la puerta.

Un segundo sollozo resonó en la estancia vacía. Seguido de un tercero.

Luke se dio la vuelta y se dirigió al cubículo.

La encontró con los ojos enrojecidos rompiendo un papel en trocitos pequeños.

–Johanna se ha ido a vivir a Sydney –declaró ella con una triste sonrisa.

–¿Tiene su teléfono?

Ella sacudió la cabeza.

–Me ha dejado una nota, escrita en papel. Se la enseñaría, pero la he roto en pequeños pedazos. Supongo que habrá que cancelar la reunión del miércoles.

–Sí –respondió Luke sintiendo algo parecido a un gran pesar, pero lo descartó–. En fin, tengo que irme ya. Buena suerte.

Luke le ofreció la mano y ella se la estrechó. La mano de esa mujer parecía estar hecha a su medida.

Luke se aclaró la garganta.

–Si Johanna se pusiera en contacto con usted, dígale que necesito…

Luke se interrumpió al ver un trozo de papel cerca de uno de sus zapatos. Leyó «Stavr…», en cursiva.

–¿Por qué ha ido Johanna a Sydney?

Danica se encogió de hombros.

–En la nota que me ha dejado dice que ha encontrado el trabajo de sus sueños –Danica dio una patada a los trozos de papel que había en el suelo.

–¿En qué empresa? –preguntó Luke mientras se le contraían los músculos del vientre.

–El Grupo Stavros. ¿Por qué?

El golpe fue muy duro. Ahora comprendía hasta qué punto Nestor e Irene le tenían acorralado. ¿A qué otras personas de su círculo habían logrado atraer? Estaba seguro de que si llamaba a Gwen, la última mujer con la que había tenido relaciones, la encontraría rodando alguna película producida por el Grupo Stavros fuera del país.

–¿Cómo es posible que no lo haya visto venir? –se preguntó Luke apretando los dientes.

Danica dejó de romper el papel y le miró a los ojos.

–¿Qué tiene que ver con usted el nuevo trabajo de Johanna?