Un millonario de orejas grandes - Daniela Pita Mazzetti - E-Book

Un millonario de orejas grandes E-Book

Daniela Pita Mazzetti

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Beschreibung

Estos cuentos están dedicados a la ciudad de Minas, Lavalleja, Uruguay y a su gente. La atmósfera de sus cerros está en ellos y tanto adultos como niños los leerán con agrado.

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UN MILLONARIO DE OREJAS GRANDES

Daniela Pita Mazzetti

Pita Mazzetti, Daniela

Un millonario de orejas grandes / Daniela Pita Mazzetti. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Imaginante, 2022

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-987-8919-63-8

1. Narrativa Uruguaya. I. Título.

CDD U863

Edición: Oscar Fortuna.

Correcciones: Silvina Espósito.

Diseño de cubierta: Raquel Chanampa.

© 2022, Daniela Pita Mazzetti

© De esta edición:

2022 - Editorial Imaginante.

www.editorialimaginante.com.ar

www.facebook.com/editorialimaginante

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra bajo cualquier método, incluidos reprografía, la fotocopia y el tratamiento digital, sin la previa y expresa autorización por escrito del titular del copyright.

ISBN 978-987-8919-63-8

Conversión a formato digital: Libresque

A Minas y su gente,

a Milo Prieto Ardaz y

al Dr. Walter Halegua.

Índice

CubiertaPortadaCréditosDedicatoriaIntroducciónEl misterio de la profesora de pianoUn millonario de orejas grandesAzul, cigüeña, azulEl tesoro del besoViendo soñar a GastónEl pluviómetro del amorMi hijo el ambientalista¿Heliotropo, violeta o lila?Sobre la autora

Introducción

En estas páginas, mi tercer libro, quiero volcar mi agradecimiento a la vida por haber nacido en Minas, ciudad que cultiva sueños y aprendizajes entre sus sierras. Dedicarle a esta ciudad y a todos los minuanos este libro. También al Doctor Walter Halegua, ayer compañero de estudios, y hoy un profesional admirable que ha hecho mucho por mi salud con su sapiencia. Y al querido Milo Prieto Ardaz, en su primer añito, para que cuando aprenda a leer sepa que algún cuento fue escrito pensando en él. Gracias a la querida familia Correa por la fotografía de Pancracio, el perrito que ilustra la portada. A las integrantes del soñado taller literario Armoniletra: Cristina (las dos, Cris y Lady), Walconda, María Gloria, Elisa, Suami, Julia, Margarita y Yaneth que crecen cada día en sus creaciones en los divertidos momentos que compartimos, sobre todo en la pandemia.

Gracias, Minas, este libro es para ti, de una minuana.

El misterio de la profesora de piano

Cada vez que caminaba por las veredas de piedra laja de aquella ciudad, desde una vieja casa surgían, siempre a la misma hora, los acordes de un preludio de Chopin. Cuando el sonar de las campanas de la iglesia llamaba a misa, inmediatamente aquella música comenzaba a oírse, para embeleso de los peatones. Se decía que esa casona había pertenecido a una profesora de piano, de la cual nadie supo más nada. “Excelente profesora”, comentaban. No muy dada a relacionarse con vecinos, tampoco se le conocían familiares. Salía lo mínimo de su casa. Solía pedir a domicilio el pan, la leche, azúcar, frutas y verduras. Una vez por semana, una señora concurría a hacerle la limpieza a la casa, pero nunca vio a la profesora, le dejaba la puerta abierta y el dinero de su pago en una mesita. Sus pocos alumnos sólo hablaban con ella de solfeo, compositores, claves de sol, pentagramas, bemoles y corcheas. Sólo un alumno había abandonado las clases, porque se la pasaba estornudando; hubo algo en aquella residencia que le ponía nervioso, aunque no supo identificar la causa. Alguna vez la habían invitado para dar un concierto en la comarca, mas ella declinó ir, por razones de salud.

Una noche, desapareció misteriosamente.

Dicen que el último en verla fue el párroco. Los vieron hablando un buen rato, pero el hombre jamás dijo palabra de los temas que trataron. También estornudaba al retirarse y sacaba pañuelos de sus bolsillos. Luego de eso, ella dio sus últimas clases y se despidió de sus alumnos. Por un tiempo, no hubo ningún movimiento en la casa de la profesora, y aunque en la oscuridad nocturna ninguna luz se veía, a la hora de la misa, era infaltable sentir aquella música por toda la cuadra y más allá.

Los vecinos escudriñaban entre los amarillentos voiles de las ventanas, intentando dilucidar si era un disco que sonaba o quizá alguien tocando el antiguo piano, algún fantasma musical que anidaba en el lugar o una radio a pilas, porque la electricidad ya la habían cortado.

Pasaron muchos años y el preludio nunca faltó cuando sonaban las campanas de la catedral.