Un mundo de artefactos - Javier de Lorenzo - E-Book

Un mundo de artefactos E-Book

Javier de Lorenzo

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Hace unos doce mil años se produjo la Revolución agrícola por la cual unos grupos de homínidos se convirtieron en la especie humana a la que pertenecemos. En este brevísimo lapso temporal esta especie ha colonizado la Tierra y se ha convertido en la única que puede decidir sobre su destino: en unos segundos puede suprimir la especie usando el arsenal atómico o, afrontando problemas éticos más graves si cabe, modificar las especies y también la humana mediante la ingeniería genética; con la inteligencia artificial y la robótica, con la mecánica cuántica, ha transformado el comportamiento de los individuos y de la sociedad al construir el mundo de artefactos (materiales, simbólicos y conceptuales) en el que vivimos y en el cual ya hay que distinguir entre persona humana y cibernética. Esta breve historia propone un recorrido por las distintas revoluciones científicas y técnicas que han llevado, en sucesión cada vez más acelerada desde el siglo XVII, al dominio de energías como la eléctrica, la termodinámica o la electrónica, con los cambios sociales, políticos y económicos aparejados. Partiendo de las preguntas "dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí", se invita al lector a imaginar un futuro y, sobre todo, a pensar en cuál puede ser, en el momento actual, el puesto del hombre en el cosmos. "Un recorrido sintético, riguroso y reflexivo que abarca desde la Revolución agrícola de hace unos 12.000 años hasta la actual explosión tecnocientífica".  La Voz del Sur

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Un mundo de artefactos

Breve historia de la ciencia y de la técnica

Javier de Lorenzo

COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOS

Serie Filosofía

© Editorial Trotta, S.A., 2020

Ferraz, 55. 28008 Madrid

Teléfono: 91 543 03 61

E-mail: [email protected]

http://www.trotta.es

© Javier de Lorenzo Martínez, 2020

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

eISBN: 978-84-9879-963-7

CONTENIDO

Prólogo

1.Dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí

2.Memoria de especie

3.La creación del ámbito conceptual: Grecia

4.Edad Media y Renacimiento

5.Todo es materia en movimiento

6.Ilustración, inventores, revoluciones

7.La lucha por la vida

8.La explosión tecnocientífica

9.Dónde estamos y adónde vamos

10. Coda final

Índice onomástico

Índice general

ÍNDICE GENERAL

Contenido

Prólogo

1.DÓNDE ESTAMOS Y CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ

Dónde estamos

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

2.MEMORIA DE ESPECIE

La Revolución agrícola…

… y sus elementos base…

… iniciando lo conceptual, lo simbólico

Las primeras grandes civilizaciones

3.LA CREACIÓN DEL ÁMBITO CONCEPTUAL: GRECIA

Primera etapa: el esplendor ateniense

Razonemos como razonan los geómetras

Segunda etapa: la escuela de Alejandría

Visión del cosmos. Los cuatro elementos

4.EDAD MEDIA Y RENACIMIENTO

De la fuerza bruta a las máquinas

De gremios y universidades

Las traducciones

Los sistemas de numeración

La imprenta

Del cosmos al cuerpo humano

5.TODO ES MATERIA EN MOVIMIENTO

La naturaleza está escrita en lenguaje matemático

La cosmovisión mecanicista

El aire, un fluido que pesa; del vacío y otras cosas

Las academias

6.ILUSTRACIÓN, INVENTORES, REVOLUCIONES

Conocer, enseñar, clasificar

1789: la Revolución francesa

Lavoisier y la Revolución química

La primera Revolución industrial

7.LA LUCHA POR LA VIDA

La lucha por la vida: las especies y su evolución

De las especies a los microorganismos

… y al cerebro humano

Termodinámica: calor y temperatura. La flecha del tiempo

Electricidad y magnetismo. De ondas y partículas

8.LA EXPLOSIÓN TECNOCIENTÍFICA

Radioactividad natural

Radioactividad artificial y energía nuclear

El universo, un sistema dinámico

La Tierra, otro sistema dinámico: la tectónica de placas

Biología molecular

9.DÓNDE ESTAMOS Y ADÓNDE VAMOS

Dónde estamos

Adónde vamos

Biología genética o biotecnología

Inteligencia artificial y robótica

10.CODA FINAL

Índice onomástico

Índice general

El hombre occidental, desde que nace hasta que muere, vive en un espacio de artefactos construidos según la geometría métrica euclídea.

El hombre, desde que nace hasta que muere, vive en un mundo aritmético, y de pesos y medidas.

El hombre, desde que nace hasta que muere, vive en un espacio topológico, de abiertos y cerrados, de adentros y afueras, de fronteras.

El hombre, desde que nace hasta que muere, vive como un punto más de los numerosos big data que se construyen en el momento actual.

El hombre, desde que nace hasta que muere…

. . . . . . .

El hombre, desde que nace hasta que muere, vive en un mundo de artefactos, en un mundo matemático.

PRÓLOGO

1. La especie humana, tal como la vivimos hoy, surgió hace unos doce mil años a consecuencia de la Gran Revolución: la Revolución agrícola. Hasta ese momento, y durante millones de años, hordas de homínidos procedentes de África, y en sucesivas oleadas, han ido recorriendo la superficie terrestre. La domesticación de animales y plantas fijó alguna de esas hordas al terreno para dar paso a sociedades de las que somos descendientes. Sociedades que han ido sufriendo cambios, cada vez más acelerados, hasta llegar al día de hoy en un lapso de tiempo que es, medido en tiempo geológico, un mero instante.

Los miembros de estas colectividades, en principio agrícolas, se han ido acomodando, adaptando a esos cambios y transformaciones que han afectado, por un lado, a la biosfera como naturaleza y, por otro, a lo que se califica de humano.

Lo que era naturaleza con su proceso evolutivo propio se ha ido convirtiendo en parte de la especie humana, porque lo que era natural se ha ido transformando no solo por su proceso evolutivo específico, sino por la acción de esa especie con la que se ha ligado de modo absoluto. Muy pocos lugares se pueden estimar hoy día como «naturaleza virgen» en los diferentes continentes. Hoy la naturaleza aparece convertida en paisaje por la mano del hombre con algunos rincones que se acotan y bautizan con términos como «parques naturales» para que, bajo ese cartel, sean «protegidos» y cuidados hasta de su propio proceso evolutivo específico, con la idea de una cierta «conservación» de los mismos, aunque se conviertan, simultáneamente, en reclamo y negocio turístico.

En la especie humana también el término «natural» ha ido cambiando y lo que se consideraba como tal en unos momentos históricos pasa a ser algo censurable en otros. Así, desde la Antigüedad clásica, y pongo por ejemplo Grecia, la esencia o naturaleza del ser humano consistía en una escisión de esclavos y dueños según el nacimiento. Era propio del esclavo, era su auténtica esencia o naturaleza, ser esclavo, como afirmó Aristóteles en nombre del pensamiento griego o un marino británico como Matthews, ya en el siglo XVIII, en nombre ahora del pensamiento propio de su época. Afirmaciones en nombre del pensamiento occidental, donde esa posición era la admitida como sociopolíticamente correcta. Lo que estaba de acuerdo, por otra parte, con el fenómeno de la esclavitud, que ha existido desde los principios de la especie humana hasta hace muy pocos años.

En ese ambiente, se acaba calificando de humanista, desde el siglo XIV, a una parte de esos dueños o ciudadanos: los que no trabajaban y dedicaban su tiempo a cultivarse en los campos de las letras, identificadas con las humanidades. Una acepción que, en cierta manera, sigue perviviendo en la actualidad, con todos los matices que se quieran agregar.

Es un tema permanente caracterizar lo humano, la naturaleza humana, la esencia del ser humano. Hoy se hace atendiendo precisamente a los cambios y transformaciones científico-tecnológicos que esos seres han ido produciendo. Unos cambios que, en proceso acelerado, han conducido desde el siglo XIX en particular a movimientos de carácter sociopolítico y económico de tipo más igualitario en las sociedades occidentales. Procesos que han llevado, y con dudas, a considerar la esclavitud como una aberración no natural cuando hasta ese siglo había sido lo políticamente correcto, lo que se consideraba esencia de la naturaleza humana, al menos de una parte de ella.

En nombre de lo científico-tecnológico, apoyándose en la inteligencia artificial y la robótica, se pasa a discutir acerca del poshumanismo, que se ve como sociedades pobladas de robots, después de dar vueltas al transhumanismo. Se discute el papel de los robots en una sociedad futura y, a través de medios como el cine, se vuelve a imponer una imagen donde la esclavitud se hace parte del escenario, pero ahora con revueltas y revoluciones donde los humanos terminan convirtiéndose en esclavos de los robots, de sus criaturas. Esclavitud ligada siempre al trabajo como acepción que sigue muy presente en el subconsciente colectivo, como una herencia más de la memoria de especie que sigue perviviendo en la actualidad.

2. Los procesos de cambios y transformaciones se deben, en última instancia, a la ciencia y a la técnica, que hoy se han convertido, al unirse, en tecnociencia. Son consecuencia de los artefactos conceptuales y tecnológicos que va construyendo la especie humana a partir de la Gran Revolución agrícola y que han permitido, precisamente, su realización como especie humana, como la especie a la que hoy pertenecemos, con sus claros y oscuros.

Intentar la captación de cómo esta especie ha llegado hasta aquí desde hace tan solo doce mil años exige adentrarse en la historia de esos artefactos conceptuales y tecnológicos que, en el fondo, son los que han propiciado la aparición de ideologías, creencias, dogmas… En cualquier caso, la Ciencia y la Técnica son los últimos responsables del tipo de sociedad en el que nos encontramos, un tipo de sociedad cuyos miembros se han ido convirtiendo, en el llamado mundo occidental, en artefactos entre artefactos. La captación de la historia de estos artefactos, de los procesos que conllevan y que denominamos ciencia y técnica, su papel en el desarrollo de una especie que se ha convertido en humana gracias a esa construcción y su desarrollo, no es fácil en los momentos actuales. Y ello por una consecuencia más de los avances científico-tecnológicos de los últimos tiempos: la información que le llega a todo ciudadano occidental, que se ha convertido en abrumadora. Radio, teléfono, redes sociales, televisiones… y de tal manera que el periódico, la revista o el libro impresos se van quedando como artefactos obsoletos porque las noticias que publican aparecen, ya, anticuadas, sustituidas por otro aluvión de noticias que llegan por los medios anteriores… Información abrumadora, y siempre de urgencia, sin pausas para una meditación, un comentario sosegado… A eso se agrega Internet y la gran Enciclopedia Universal, Wikipedia, abierta a todos los públicos, culmen de una de las grandes ambiciones de los ilustrados del siglo XVIII: conseguir una enciclopedia con todo el saber que pueda ser consultada por los ciudadanos de todos los países de manera absolutamente gratuita y libre.

Todo ello ha creado un grave problema: con tanta información, y siempre de urgencia, se plantea como cuestión qué puede hacer el ciudadano para filtrar esa información y quedarse con el auténtico saber, con el que importe. Lo que se plantea no es ya el volumen informativo, sino la selección de esa información. Lo que se pide y exige hoy día a un ciudadano para ser considerado auténtico ciudadano es que esté informado para tomar decisiones correctas; y aquí surge el problema: ¿hasta dónde esa información y cuánta?

Se está dando el caso paradójico de que con tanta información el auténtico saber va quedando ausente. No hay tiempo para digerirla, por utilizar estos términos, y como todo está en Internet, la memoria queda en suspenso, no hace falta ejercitarla. Si se requiere de un dato, de una biografía, de un recuerdo incluso, basta apretar unos botones y esos datos y muchos otros más o menos enlazados a ellos están ya a disposición, inmediata, del que los requiera.

Pero ha surgido, con todo ello, un nuevo problema: no se sabe, ni hay suficientes medios, para averiguar si esa información es realmente veraz o es mera tergiversación de lo ocurrido realmente. Porque las redes sociales permiten que el ciudadano opine de todo y sobre todo, en muchas ocasiones sin criterio alguno y, lo que es peor, que se hagan circular informaciones interesadas que provoquen reacciones viscerales, incontroladas en aquellos que las reciben. Se ha llegado a afirmar sin pudor que más del 25 % de lo que circula por las redes es falso y la mitad del resto, muy dudoso. Pongamos un ejemplo, de los más suaves: publicada una obra literaria, la editorial pide unos comentarios, opiniones en las redes sociales. De modo inmediato, se publican una serie de opiniones; y se encuentra que entre esas opiniones hay algunas, incluso muy largas y aparentemente bien documentadas, que llevan un remate final: quien opina termina confesando que, cuando tenga tiempo, leerá la obra de la cual ha hecho ese largo comentario, incluso critica… Se opina y valora hasta de lo que se desconoce.

Las redes sociales han hecho que surjan, junto a las informaciones interesadas de grupos específicos, lo que se denomina troll o autor anónimo: aquel que opina de todo, sea política, educación, sociedad…; a la vez que está pendiente de cualquier opinión o noticia para corregir al autor de la misma, a cualquiera que opine de otra manera a la suya. Uno de los objetivos de este tipo de autor es, ciertamente, llamar la atención, pero desde el anonimato. Es un papel que ha permitido que muchos ciudadanos muestren una radical deshinibición porque el anonimato les da una cierta protección y, con ella, la posibilidad de descargar sus odios, los rencores acumulados en su interior.

Esa masa de información más o menos adecuada, correcta o no, también ocurre en cuanto al hacer científico y tecnológico. Con ella se ha hecho dogma, para algunos, que si «la ciencia dice que», hay que aceptar lo que dice, aunque no se sepa qué dice, como palabra sagrada, y las noticias diarias parecen colmar esa palabra. Hay otros que, por el contrario, aunque sean minoría, rechazan cualquier progreso por considerarlo «artificial» frente a lo «natural», «ecológico», «no contaminado», «antitransgénico», etc. Tanta información diaria impide saber dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí, cómo la especie a la que pertenecemos se ha ido transformando desde la Revolución agrícola hasta el día de hoy.

3. Lo que pretendo en las páginas que siguen es dar una información que responda a las dos últimas cuestiones planteadas. Una información dirigida y que no busca ser, precisamente y por ello, exhaustiva. Sí lo más clara posible y buscando aquellos momentos que considero básicos para responder adecuadamente a esas preguntas y que permitan, desde esas respuestas, analizar críticamente el entorno, cribar las informaciones que nos llegan. Y, sobre todo, que se hagan nuevas preguntas en un momento clave para la especie humana. Un momento realmente espectacular si nos convertimos en observadores de los procesos que se han ido produciendo, cada vez más acelerados, y que estamos viviendo.

Un momento en el que se está considerando la existencia, nada menos, de dos tipos de personas: la humana y la cibernética. Cada una con sus derechos, y se supone que también con sus deberes. Un momento en el que la especie humana ha tomado en sus manos su propio destino sobre la superficie terrestre y puede hacer desaparecer esa especie sobre la biosfera gracias a sus arsenales atómicos, o puede alterar el genoma de cualquier especie y, en particular, de la suya propia.

El espíritu crítico del ciudadano no puede quedar anclado, escindido en las dos consideradas culturas, la científica y la humanística. El hombre que solo se considera de letras no hace otra cosa que ocultarse a lo evidente: el manejo que hace a diario, a todas horas, de una serie de artefactos que han sido diseñados y construidos gracias, precisamente, a lo que ignora y pretende seguir ignorando. Pretensión que a veces intenta ocultar alegando que se centra en las humanidades, con lo cual parece afirmar que las construcciones científico-tecnológicas son obra de alienígenas. Trata de ignorar o de ocultar que la historia de la especie humana en estos doce mil años va ligada íntimamente a la ciencia y la técnica que la especie a la que pertenece, la especie humana, ha ido construyendo, elaborando. Y esto es algo que todo ciudadano debe conocer, integrar en lo que habría que considerar, auténticamente, de humanidades.

Desde esta convicción insisto en afirmar que el momento que se está viviendo obliga a plantearse muchas cuestiones de toda índole y no solo a nivel profesional o ético. Para ello, se debe saber, con algo de precisión, dónde estamos y, sobre todo, meditar en cómo hemos llegado hasta aquí. Desde estas dos coordenadas, tratar de reflexionar sobre nuestra situación en la biosfera, sobre nuestro presente y futuro inmediato. Sabiendo que esta especie a la que pertenecemos, en el brevísimo tiempo que lleva sobre la superficie terrestre, se ha expandido por esa superficie colonizando casi todas las regiones. Con ello ha demostrado una capacidad agresiva y adaptativa excepcional; adaptación a las situaciones que va construyendo de un modo radicalmente agresivo a su entorno y que, en principio, no parece haber perdido esa capacidad, aunque la situación actual exija de una atención especial.

Hay que tener presente que cuando se habla del papel de la ciencia y la técnica, no se olvida, en modo alguno, que los artefactos que ha ido elaborando la especie humana para convertirse y continuar siendo especie humana, no son artefactos estrictamente materiales, sino también conceptuales y simbólicos. Con ellos ha provocado cambios en los modos de pensar, de actuar; ha dado origen a nuevas ideologías, nuevos dogmas, ha creado y manejado formas de energía como la electricidad o la termodinámica con las que ha modificado las estructuras sociales, ha hecho surgir el proletariado y la lucha de clases, los distintos socialismos, la forma de democracia que todavía hoy se mantiene.

4. Debo hacer, al menos, dos advertencias: la división que adopto por siglos es, como toda división cronológica, arbitraria. Se puede afirmar que, por ejemplo, el siglo XX comienza al iniciarse la Gran Guerra, la de 1914, en Europa con el incidente de Sarajevo, por las repercusiones que tuvo en todos los órdenes, por la reestructuración geopolítica mundial a la que dio origen. Y que ese siglo termina en 1989 con la demolición del muro de Berlín, con la guerra de los Balcanes y Sarajevo nuevamente de protagonista. Y así con los demás siglos. Sin embargo, por razones de comodidad, he adoptado el tópico establecido pensando en el lector, para que no tome como extravagancia los nuevos límites que pudiera ir poniendo. Creo que ello le distraería de lo que ha de considerar más importante: el contenido del texto.

En un libro de estas características parece obligado expresar el agradecimiento a quienes, de una u otra manera, han colaborado o ayudado en su confección. Alargaría en exceso el texto y siempre habría algún olvido, inexcusable. Por ello me limito a expresar ese agradecimiento a Alejandro Sierra Benayas por la amable acogida de este libro en su editorial Trotta; a Alejandro del Río, porque gracias a su labor esta obra aparece como la tiene en sus manos el lector; en otro orden de cosas, a Teresa Martín Santos, auténtico punto de apoyo para mi mantenimiento vital; y a aquellos alumnos que recorrieron conmigo las etapas iniciales de esta breve historia de la ciencia y la técnica, de esta, en el fondo, breve historia de la humanidad.

1

DÓNDE ESTAMOS Y CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ

DÓNDE ESTAMOS

1. Es una pregunta cuya respuesta parece clara: en el tiempo, y nos encontramos en el tercer milenio en uno de los calendarios, el gregoriano, en el cual medimos artificialmente el tiempo; en el espacio, nos encontramos en España, un país de Europa occidental del planeta Tierra que pertenece al sistema solar miembro de una de las miles de millones de galaxias existentes y a la que se nombra Vía Láctea; en lo político-social, en una sociedad enmarcada en un Estado que pretende ser de bienestar.

Realmente lo que menos importa son estas coordenadas; lo que importa es observar que se vive en una sociedad estructurada, colonizada por artefactos. Artefactos que, por serlo, han sido diseñados, producidos, distribuidos, consumidos por lo que calificamos de seres humanos y que, en el fondo, son seres convertidos en artefactos entre artefactos.

De hecho, se vive en un entorno espacio-temporal-social donde lo que podría ser considerado artefacto, porque no se da por sí en la physis, en la naturaleza —como se dan las amapolas, por ejemplo—, se considera todo lo contrario, se ha convertido en lo natural. Artefactos construidos, fabricados a base de otros artefactos previos como los vestidos que antes se fabricaban con productos que se consideraban «naturales», tales que lana o algodón y que ahora se hacen a partir de productos ya previamente manufacturados como los sintéticos y fabricados en serie con ayuda de otros artefactos.

Artefactos materiales son las casas o los edificios en los cuales se vive, las ciudades, las carreteras asfaltadas o no; la bombilla, el ordenador, el teléfono —móvil o fijo—, la mesa en la que se apoyan, la televisión, la silla en la que ahora están sentados, el coche, los utensilios de cocina, las ropas con las que se cubren o las monedas que emplean en sus intercambios de consumo. También se pueden considerar artefactos materiales, ahora vivos, los animales de granja —vacas, cerdos, gallinas…— que han dejado de ser «libres» para ser fabricados en serie para consumo humano. Igualmente son artefactos, aunque no materiales, los mitos, las creencias, las ideologías construidas por el hombre a lo largo de su historia, como lo son un teorema matemático, unas teorías como la física newtoniana o la mecánica cuántica, un poema, un cuarteto de cuerda, una novela, una película. Estos últimos, y resalto los términos, hacen soñar, desear, imitar, rechazar, pensar, en una palabra, hacen vivir con y gracias a los artefactos materiales anteriores. Unos y otros estructuran un cierto estar en el mundo, condicionan la conciencia, designe lo que designe este término, de los individuos.

2. El mundo en el que nos encontramos inmersos está constituido por esos tipos de artefactos que se pueden clasificar en tres grandes bloques: materiales, simbólicos, conceptuales. Artefactos entre los cuales y de los cuales vivimos como seres auténticamente escindidos. Han ampliado las experiencias vitales de todos, experiencias que no quedan tan solo en el ámbito tecnológico, que es el más llamativo en estos momentos, porque son experiencias que se siguen dando y viviendo en ámbitos como el simbólico, el conceptual.

Esos ámbitos han dado paso a un hábitat, a un artefacto muy especial. La ciudad, la casa, el entorno espacial que nos rodea son constructos, artefactos materiales construidos atendiendo hoy día a un diseño previo realizado utilizando unos instrumentos propios de lo conceptual: los proporcionados por la geometría métrica euclídea, ayudada por el cálculo diferencial e integral.

Las paredes de las habitaciones son perpendiculares a los suelos y techos, y paredes, techos y suelos conforman espacios delimitados por planos paralelos entre sí; las ventanas y las puertas se diseñan y fabrican atendiendo a una forma rectangular como los libros, las mesas, los folios, o, de tener otras formas, también se diseñan y fabrican atendiendo a los mismos artefactos conceptuales.

Y he dicho son porque, en general, esas formas no las percibimos como son en sí, como han sido diseñadas y construidas: el paralelismo no se percibe. La geometría métrica euclídea es una de las geometrías más antiintuitivas de las construidas por el hombre: sabemos cómo son algunas de estas formas, aunque no las percibimos como tales.

Si el hábitat en el que vivimos es geométrico métrico euclídeo, nuestra acción diaria viene enmarcada por otro elemento matemático, ahora aritmético. Al pagar un café, una fotocopia, un libro, una entrada para un concierto, al hacer la compra en el supermercado, hay que contar. Un contar que supone sumar, restar, calcular… Al mirar un reloj para ver el tiempo que, pongo por caso, tardaré en llegar a un lugar, se siguen viendo cifras, calculando números. Y no hago referencia a las noticias de la radio, por ejemplo, donde todo es número y tantos por ciento, el de muertos y heridos en uno u otro atentado, en uno u otro bombardeo, el número de manifestantes o de parados, las cifras de Hacienda, los millones de euros depositados en los llamados paraísos fiscales…

También se tienen momentos en los cuales se organiza un viaje estudiando rutas y viendo planos con sus elementos topológicos, de lugar, incardinados. Elementos topológicos que, por otro lado, se viven a diario porque se entra y sale de habitaciones pasando así por la frontera de entornos abiertos o cerrados, de interior a exterior o al contrario. Lo mismo que al hacer fotografías, al ver una película en cine o televisión se manejan unos rudimentos de otro tipo de geometría, la proyectiva, que no es métrica.

Y no puedo dejar a un lado la matemática computacional, la que se encuentra en la base de los ordenadores, los teléfonos móviles, en la de cualquier tipo de artefactos y de tal manera que se puede afirmar que nos encontramos en un mundo digitalizado por lo que, de ser hackeados o tener un fallo o incluso un parón eléctrico, se puede llegar a paralizar la vida del país. Una matemática que está en la base de la informática y, con ella, de todo lo relacionado con algoritmos y, consecuentemente, con la inteligencia artificial y su compañera la robótica, con la nanotecnología.

Lo que acabo de indicar es que junto a los artefactos materiales, el mundo en el que nos encontramos está constituido de artefactos conceptuales y entre ellos he destacado los matemáticos —geométricos, aritméticos, topológicos, estadísticos, computacionales—. Los artefactos matemáticos se muestran, realmente, invisibles en su radical presencia, pero sin ellos no existiría la sociedad en la cual nos encontramos.

Artefactos como elementos constantes ante nuestra conciencia que dejamos a un lado en nuestro pensar y vivir, como si no estuvieran ahí, y nos imaginamos una conciencia llena de fenómenos trascendentes o inmanentes pero jamás semejantes a aquellos que condicionan nuestra vida minuto a minuto, día a día. Incluso algunos intentan captar los objetos como son fenomenológicamente ante nuestra conciencia, pero nunca encuentran las formas geométricas, los cálculos, los topos, los algoritmos, en esas experiencias fenomenológicas.

Artefactos materiales, conceptuales, pero también los hay simbólicos. Entre las coordenadas en las cuales nos encontramos mencioné que estamos inmersos en una sociedad que exigimos sea de bienestar. Exigimos educación gratuita, sanidad gratuita, servicios gratuitos, seguridad social gratuita, exigimos opinar de todo y, sobre todo, participar en todo. Pero, a la vez, asumimos que el Estado sea, al menos, proteccionista: lo hacemos responsable de que la Administración funcione, de que no haya parados, que proteja a la sociedad de posibles atentados garantizando a la vez la libertad de todos y cada uno de sus miembros, que sea responsable de la moral ciudadana a través de la enseñanza y que también sea el recaudador de impuestos para llevar a cabo las labores encomendadas.

Inmersos en una sociedad que se cree laica, pero que realmente se estructura bajo una burbuja o ámbito simbólico, mítico-religioso, porque se encuentra inmersa en unas creencias y unas ideologías que se viven con una fe radical y basadas ahora en unas convicciones bajo rúbricas muy diversas y que se acogen a recetas como las de democracia, progreso, evolución, género, igualdad, feminismo, derechos «humanos», etc., avaladas en todo caso por «lo científico», porque «lo dice la ciencia».

Dogmas y creencias mítico-religiosas, con sus valoraciones asociadas, que se estiman tan fundamentales para nuestro actual modo de vivir que se intentan imponer a cada miembro de estas sociedades occidentales, condenando a quienes no los aceptan. Tan fundamentales que aparentemente también se tratan de imponer a otras sociedades a las que, si es preciso, se las intenta «revolucionar» con «primaveras democráticas», pero se las termina bombardeando, eso sí, con drones o aviones no tripulados para que los muertos no sean los de nuestra sociedad, sino los de aquellas a las que se bombardea por no aceptar nuestros artefactos ideológicos, mítico-religiosos y económicos.

Nuestra sociedad occidental vive encerrada bajo los ámbitos conceptual, tecnológico y simbólico que proporcionan un mundo de creencias, un mundo lleno de dogmas que, por adoptarse como tales, se muestran intocables y se han convertido en los principios reguladores del comportamiento de los individuos. En el fondo se tiene que vivir la vida, escindida, en cada uno de ellos. Vivir porque hoy día en el trabajo conceptual hay que ayudarse del ordenador, del correo electrónico, hay que enlazar lo conceptual y lo tecnológico para intentar lograr un conocimiento que vaya desde el átomo hasta el cosmos. Y no solo lograr o conseguir un conocimiento, sino simplemente vivir, comunicándose con otros, trasladándose de un lugar a otro, descansar o escuchar un cuarteto.

3. Situados en un mundo de artefactos hay que destacar que vivimos momentos muy especiales como miembros de las sociedades occidentales: los avances científico-tecnológicos están provocando profundas transformaciones en las relaciones sociales y políticas, en el comportamiento individual. Menciono, simplemente, unos ejemplos.

En lo tecnológico hay que recordar los primeros aparatos de televisión, en blanco y negro, y el paso a la televisión en color, los mandos a distancia, la multitud de canales; contemplar en ese televisor los primeros vuelos a la Luna, las estaciones espaciales convertidas hoy en rutina… O el ordenador, y unos simples datos: en 1975 Gates y Allen fundan Microsoft; el 24 de agosto de 1995 lanzan Windows 95 y en cinco semanas venden siete millones de copias; Google —nombre homenaje al número gúgol: 10100— surge el 27 de septiembre de 1998. La revolución provocada en la telefonía móvil con el iPhone que se anuncia en enero de 2007 y se comercializa en junio de ese año y ha convertido a los viandantes en aparatos ligados a un aparato cuando marchan por la calle… A todo ello se suma la creación de Internet donde se tiene la Enciclopedia Universal, Wikipedia, y, sobre todo los nuevos medios de opinión a través de las llamadas redes sociales constituidas por Twitter, Facebook o whatsapp.

La inteligencia artificial y su compañera fiel, la robótica, han propiciado logros que han llevado a proclamar que nos encontramos en los inicios de la «cuarta revolución industrial», más potente que las anteriores, las provocadas por la máquina de vapor, la electricidad o la electrónica.

Si la robótica obliga a la búsqueda de nuevas formas de trabajo como ya ocurriera en las anteriores revoluciones, esa búsqueda adquiere unas dimensiones mucho más profundas. Se puede afirmar que la robotización ha ido colonizando ciertos aspectos clásicos como los de la productividad industrial y la de servicios, en cuyos terrenos ha provocado la aparición de un paro estructural y una crisis económica que no son hechos momentáneos, sino estructurales. Como ejemplo se tiene la eliminación de millones de puestos de trabajo que se calcula en un 12 % en los países occidentales en lo que llevamos de siglo. En China se anunció para 2016 que las fábricas Samsung pasarían de 150 000 empleados a solo 60 000; mientras que los fabricantes del iPhone anuncian la pérdida de más de un millón de puestos de trabajo. En estos dos últimos casos, los trabajadores «seres humanos» son reemplazados por otros artefactos, los robots, en un proceso que se califica de fabricación total automatizable. Con una precisión: es un proceso que va más allá de esos terrenos y afecta, cada vez de modo más acelerado, a todos los campos de la actividad humana. En el Parlamento Europeo se ha planteado sustituir el término «robot» por el de «persona cibernética» a partir de 2018, lo cual supone que, como tal persona, cuando se la tenga como trabajadora en una fábrica, en una oficina, en un hospital, en casa, haya que darla de alta en la seguridad social de cada uno de los países miembros.

Es una revolución la que estamos viviendo que ha llevado a plantear la distinción entre dos tipos de personas: humana y cibernética. Para algunos científicos, todo ello constituye el mayor peligro que se cierne sobre la especie humana, mayor que el de una posible guerra nuclear o la degradación del medio ambiente.

En esta cuarta revolución integro la acción humana sobre la biosfera, que es algo más que la tan difundida intromisión en la capa de ozono. Una acción permanente desde la Revolución agrícola, pero que en el último siglo se ha llevado a cabo de manera tan radical que los geólogos consideran que se ha entrado en una nueva fase geológica, el Antropoceno, cuyo punto inicial sitúan en el año 1950 por los residuos radioactivos provocados por las bombas atómicas.

4. Si nos situamos en el Antropoceno, donde el ser humano se ha convertido en un elemento que condiciona hoy día las transformaciones de la biosfera, se tiene otra revolución quizá más profunda por sus consecuencias éticas: la producida en los terrenos de la biología. En ella se ha pasado a la biotecnología con el manejo de los genes mediante un instrumento, el CRISP/Cas9. Esto supone la posible manipulación del genoma de todas y cada una de las especies conocidas, incluida la especie humana, de manera precisa y casi totalmente fiable. Sabiendo que la actuación que se realiza en los genes se hereda, se incorpora a la especie; en otras palabras, sabiendo que los caracteres adquiridos se heredan. Aunque, como el hacer científico es imparable, se anuncia que se están logrando técnicas de manipulación que dejen intacto ese genoma y actúen únicamente sobre el individuo, con lo cual se permiten afirmar que se pueden dejar a un lado los problemas éticos que esa actuación conlleva.

Avances en el interior de los tres ámbitos que, en su transcurrir, conducen a la aparición de nuevos conceptos, de un nuevo tipo de habla y escritura y, con él, de una nueva manera de comportarse, de estar en el mundo. Un estar en el mundo radicalmente nuevo porque, en estos momentos, la especie humana se ha convertido en un agente esencial para el destino del planeta Tierra o, más bien, de su biosfera y, en ella, de la propia especie humana.

Hay que observar que todos estos logros tan revolucionarios muestran dos caras, son armas de doble filo que sitúan a la especie humana como la que tiene en sus manos su destino. No se trata ya de adelantar o atrasar su obligada desaparición, que está fijada astronómicamente, sino más bien de cómo va a ser esa existencia desde ahora hasta esa desaparición obligada como especie sobre la Tierra. No hay que olvidar que desde que una acción se muestra posible, esa acción se termina llevando a cabo.

Desde esa experiencia vital que todos hemos vivido, que todos estamos viviendo, desde el reconocimiento tanto de vivir escindidos en esos tres ámbitos como de experimentar unos cambios realmente espectaculares, en todos los sentidos, de estar viviendo una serie de permanentes revoluciones —seamos o no conscientes de ellas— con la inteligencia artificial y la robotización, la ingeniería genética, la nanotecnología…, es inmediato tratar de responder a otra pregunta:

¿CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ?

5. Los cambios y transformaciones que se han vivido y se están viviendo, y que han llevado a que la especie humana sea aquí y ahora una de las mayores fuerzas geológicas terrestres, se han apoyado en unos factores básicos, esenciales:

• el hacer científico, en sus diversas caras;

• el hacer técnico, ingenieril.

Dos elementos unidos actualmente en el sentido de que no hay ciencia por un lado y técnica por otro, sino que se han convertido en dos caras de un mismo y único hacer, la tecnociencia.

Son dos factores que han radicalizado los rasgos constitutivos de la especie humana, los que se originaron en la Revolución agrícola y están reflejados en la agresividad y la capacidad de adaptación que se manifiestan, muy en esquema, en los tres puntos siguientes:

1. Capacidad manipuladora sobre lo que nos rodea, plantas, animales o minerales, lo que obliga a la construcción de cierto tipo de artefactos.

2. Guerras para defender los terrenos sembrados, los animales domesticados, pero también para obtener lo ajeno; obliga a construir artefactos específicos.

3. Esclavitud: se requiere mano de obra para llevar a cabo la manipulación sobre el entorno. Se justifica «racionalmente» afirmando que el esclavo es esclavo por su naturaleza o esencia.

Los dos factores básicos unidos en la tecnociencia han propiciado un tercero:

• La aparición de sucesivas «revoluciones» que han llevado a modificar las circunstancias político-sociales, los comportamientos y creencias de las sociedades y de los individuos.

Revoluciones que en lo técnico y en lo científico se han venido produciendo básicamente desde los siglos XVII y XVIII en sucesivas oleadas —las llamadas cuatro revoluciones industriales— que han llevado a la reafirmación de los distintos sistemas capitalistas que hoy día rigen los países occidentales y que han provocado y provocan cambios radicales en las circunstancias económicas, en los procesos productivos y de intercambios, en los procesos de distribución y consumo.

Las revoluciones conceptual-tecnológicas han sido y son las causantes, en último término, de las transformaciones en las sociedades occidentales, no las ideologías; han sido y son la causa de que la prosperidad aumente, la educación se generalice, la sanidad crezca, disminuya la mortalidad infantil, cambie el papel social de la mujer, la esperanza de vida se alargue, surjan el proletariado y las clases sociales…, en otras palabras, que se modifiquen las condiciones de la sociedad y de ese estar en el mundo del individuo.

Han sido y son las que han propiciado la aparición de algunas ideologías bajo el ámbito simbólico que han acelerado o retrasado esas revoluciones en el mundo occidental, pero que no han logrado impedirlas. Revoluciones apoyadas por la radicalización y amplificación de los tres rasgos constitutivos de las sociedades desde la Revolución agrícola: agresividad y capacidad de adaptación con sus secuelas de manipulación del entorno, guerras, esclavitud. Son las que han conducido a la cuarta revolución industrial.

6. Lo anterior me lleva a una afirmación muy tajante: el hacer científico, tal como lo entendemos hoy día, surge en el llamado mundo occidental y básicamente a partir del siglo XVII. Todo lo demás es, respecto a la ciencia en sí, precedente. Con una especie de ironía: siempre que alguien tiene una idea original, algún historiador —en general, mediocre— rastreará para decir que hubo precedentes, que ya otros tuvieron esa idea; que, por supuesto, no la llegaron a formular jamás como la formula el autor de referencia, pero…

En el siglo XVII se produce la Revolución científica, que supone la construcción y aceptación de una nueva visión del cosmos, de la naturaleza, visión que se convierte en tan sacralizada como la anterior. Visión en la cual el hombre pasa a ser «dueño y señor de la physis», en palabras de René Descartes, uno de los grandes pensadores y científicos de todos los tiempos situado justamente en los inicios de esa revolución calificada de mecanicista.

Terminará siendo el hombre, no un Ser supremo o un delegado del mismo, quien se dé o establezca su regulación sociopolítica mediante la elaboración y establecimiento de constituciones. Estas siguen el esquema hipotético-deductivo matemático: se formulan unos postulados o leyes y se solicita que se admitan; admitidos, hay que actuar conforme a los mismos, hay que seguir esos postulados, esas leyes que determinan, realmente, el campo de juego político-social. Son postulados que pueden ser cambiados, modificados y reemplazados por otros. Lo único que se muestra necesario es el hecho de establecerlos, de formalizar unas reglas de juego para que todos puedan jugar. Es el more geometrico demonstrata para la ética en Spinoza; el Leviatán de Hobbes para lo político.

Lo mismo que, y para completar las reglas del juego, terminará estableciendo, en lo político, un sistema oficialmente democrático autorregulado por partidos, mientras para su autorregulación en lo económico llegará a la creación de los sindicatos.

En el proceso se han de construir los artefactos correspondientes para manipular y tratar de apropiarse de esa physis de la que, por otro lado, la especie humana forma parte. Artefactos que no son únicamente técnicos materiales o de producción y consumo, sino básicamente técnico-conceptuales —lo que algunos denominan «cultura»— con los cuales llevar a cabo esa dominación en pugna, en muchas ocasiones, con el ámbito simbólico. Artefactos teóricos o conceptuales y materiales o tecnológicos que se plasman en la experimentación.

El papel de un posible Ser supremo cambia radicalmente en esta nueva visión del cosmos y deja de tener la imagen que se le atribuía en otras visiones para quedar abocado a unas experiencias de carácter básicamente individual o, más radicalmente, se le acaba dejando sin papel alguno al establecer la «muerte de Dios».

7. Hay, es claro, una base y unos precedentes para llegar a ese cambio de visión que tampoco se produce de manera instantánea. Unos precedentes y una base que califico de Memoria de especie y que se origina en la Gran Revolución, la agrícola, hace unos doce mil años. La primera gran revolución porque marcó, realmente, a la especie humana, ya que la convirtió en lo que es hoy, una especie manipuladora de la physis a base de artefactos con una actitud básicamente agresiva contra todo lo que la rodea.

Esta actitud básicamente agresiva se plasma, en una de sus caras, en el terreno conceptual, en el proceso de interrogar. Interrogar en el campo epistemológico supone una actitud agresiva, manipuladora, porque no basta hacer, sin más, la pregunta; hay que actuar, materialmente, sobre el objeto sobre el cual se interroga, y esto supone una agresión a ese objeto que se resume en una orden: ¡Experimenta! La experimentación científica, que es un acto agresivo por excelencia, es clave para los procesos epistemológicos por los cuales estamos aquí y ahora. Y el experimento científico se constituye como tal, precisamente, en la Revolución científica.

Indagar, preguntar, proponer respuestas que se pueden alterar ante nuevos resultados, son actos que permiten la afirmación: «No todo está hecho, no todo viene dado en la physis», pero también que no todo conocimiento es algo definitivo, cerrado, eterno, sino que exige de la permanente pregunta, de un ir más allá continuo. La naturaleza, como cada uno de sus miembros, como el cerebro humano, como la especie humana, se muestra en permanente cambio como una physis dinámica y no estática, pero, a la vez, manipulable según aprendió la especie humana para convertirse en dicha especie desde la Revolución agrícola en primer lugar y desde la Revolución científica en segundo.

8. De ese hacer científico-técnico como causante de este «¿Cómo hemos llegado hasta aquí?», de alguna de sus repercusiones en lo social, es de lo que vamos a hacer una historia, una concisa historia. Con unas precisiones previas:

Es claro que no se puede desarrollar en un breve curso todas las ideas y conceptos que se han ido construyendo a lo largo del tiempo y que tampoco es factible detenerse en las matizaciones que corresponderían a una obra más larga; con el reconocimiento de que ni siquiera en este caso se captarían todos los acontecimientos que han podido ser determinantes para ese «estar aquí». Hay que limitarse al intento de exponer, de todos ellos, los que de alguna manera han podido ser más decisivos, y siempre desde la perspectiva actual.

Cuando he dicho «matizaciones», me refiero a que se pone el acento, en las historias en general, en los aciertos, en los logros y se dejan a un lado los fracasos, las ideas equivocadas, lo que aparentemente no ha conducido a posteriores avances salvo en muy contadas ocasiones. Solo se los tiene en cuenta cuando esos fracasos se han terminado convirtiendo en logros porque provocan una inversión epistemológica. O no se mencionan cuestiones que se consideran marginadas o no propias del hacer científico, que siempre se enfoca como una empresa muy seria, por lo que hay que dejar a un lado las muchas ironías y humoradas que plasman los constructores de la ciencia y de la técnica. Matizaciones y cuestiones que también aquí estarán ausentes por razón de espacio y tiempo.

Valga un ejemplo. Se cita a Newton como el gran genio del que se afirmó: «Dios dijo: hágase la luz, y surgió Newton»; en general, en las historias de la ciencia, del pensamiento, solo se encontrarán panegíricos de él. Si se va más al detalle, se encuentra que Newton dedicó la mayor parte de su vida a la alquimia —que no se considera un hacer científico, precisamente—, intentando la transmutación o transustanciación de los metales en oro; utilizó a su sobrina como señuelo para obtener el título de lord; su objetivo al escribir Philosophiae naturalis principia mathematica era la demostración ontológica de la existencia de Dios; hasta que no murió Hooke no publicó la Óptica, para no tener que reconocer sus deudas conceptuales con el mismo e incluso consiguió eliminar el retrato de Hooke en la Academia británica para que no quedara de su imagen rastro alguno en el futuro. Y esto referido a un auténtico genio…

En cuanto a la bibliografía, hay muchas y muy buenas historias de la ciencia y del pensamiento científico. Pero hoy se dispone de un instrumento, de un medio de excepcional interés y valor que es consecuencia, una más, de los procesos revolucionarios que vivimos: se dispone de Internet y, en la red, de Wikipedia. Ya he indicado que Wikipedia ha conseguido que el conocimiento pueda ser compartido por todos los miembros de la especie humana, sin distinción de tipo alguno; basta un ordenador o un teléfono móvil. Con otra cara, por supuesto: lo que hoy sobra, realmente, es información, una información que hay que cribar, seleccionar, para convertirla en conocimiento. Con este cuidado, es a este medio al que, básicamente, remito para cada uno de los temas, de los conceptos y de las figuras que se vayan mencionando.

2

MEMORIA DE ESPECIE

LA REVOLUCIÓN AGRÍCOLA…

1. El cerebro es un instrumento dinámico, prospectivo y no simplemente receptivo, pasivo. En su prospección no parte de la nada, sino de una base que ha ido construyendo a través de su interrelación con el medio, en lo ya observado, probado. Esa base está constituida, por un lado, por un saber producido a lo largo de su vida y dado por la enseñanza —que en estos momentos es obligatoria—, pero también por el entorno social del individuo, su profesión, sus relaciones y de tal modo que a lo largo de esa vida va obteniendo conocimientos, creencias o valores de muchas maneras. Gran parte de esos conocimientos se integran y difunden, hoy día y en el mundo occidental, gracias a lo que se califica de mundo digital.

En esa base también se encuentra un saber ancestral, un saber que la especie humana posee y que se plasma en una memoria de especie, clave para el proceso evolutivo humano. Este saber es más profundo que el anterior, que el que se va obteniendo de modo gradual y constante a lo largo de la vida; es el que, en cierto sentido, ha condicionado el carácter prospectivo que posee el cerebro y que se ha originado en el proceso evolutivo de la especie humana. Proceso en el cual se han producido, al menos, dos momentos excepcionales.

El género humano surgió hace unos dos millones de años y se escindió en varias ramas, pero hace unos 70 000 o 60 000 años se tiene la aparición de un primer momento excepcional que destacar: surge una rama especial, el Homo sapiens, en África. De manera sorprendente, los miembros de esta rama se expanden por toda la Tierra en un proceso colonizador en el que van aniquilando a los demás ancestros de la misma especie que encuentran a su paso como, por ejemplo, a los neandertales, a los que eliminan con el apoderamiento de sus mujeres, porque las mujeres siempre constituyen un bien muy apreciado, pero muy frágil y escaso —la fiebre puerperal, por ejemplo, ha sido una causa de mortalidad femenina hasta bien entrado el siglo XX—.

Las fechas que antropólogos y paleontólogos manejan son: en torno al -55 000 el Homo sapiens comienza su expansión desde África hacia Asia; desde el -45 000 por Europa Occidental, por un lado, y por Australia, por otro; en el -35 000 asciende por Siberia y hacia el -14 000 pasa a América. Una expansión que le lleva a colonizar, realmente, toda la Tierra en un tiempo que, en medida geológica, es brevísimo, menos de treinta mil años.

Paleontólogos y antropólogos buscan una respuesta a la pregunta de en qué se apoyó, realmente, esta empresa colonizadora sin que, hasta ahora y por lo que he podido leer, la hayan logrado satisfactoriamente. En lo que parecen estar de acuerdo es en la aparición de tres elementos, al menos: por un lado, tendencia a la cooperación con otros individuos, aunque no sean de la misma familia, para luchar por un bien preciado por todos; en segundo lugar, en esa cooperación se desarrolla una agresividad radical contra otros individuos —no solo de otras especies— que también luchan por ese bien y a los que se aniquila si se puede; en tercer lugar, a la confección de armas avanzadas para la época y muy superiores a las que disponían los ancestros de otras colectividades. Lo que está claro es que los miembros de este Homo sapiens se coordinaron en colectividades de cazadores-recolectores.

Hace unos trece mil años, hacia el -11 700, la superficie terrestre sufre un proceso geológico de interglaciación, proceso en el que nos mantenemos, que se ha denominado Holoceno. Al subir la temperatura de la biosfera, los glaciares retroceden, asciende el nivel del mar, se extinguen de modo masivo algunas especies entre las que se encuentran los grandes mamíferos y aves. La subida de las aguas en los océanos provoca la separación de Gran Bretaña del continente europeo, o de Japón e Indonesia en Asia, la de Nueva Guinea en Australia, la separación entre América y Asia con la aparición del estrecho de Bering. Y, lo que es más importante, surge la vegetación esteparia poblada de árboles y de algunos animales que reemplazan a los grandes mamíferos.

De modo casi inmediato se produce un segundo momento excepcional, el más revolucionario en la historia, en la evolución de ese Homo sapiens, de la humanidad: hacia el -9000, y de manera prácticamente simultánea en varios lugares de la Tierra, surge la que se ha denominado Revolución agrícola, un periodo que en 1886 John Lubbock designó con el término Neolítico o nueva edad de piedra. Es cuando se puede decir que surge la especie humana tal y como hoy la conocemos.

En los años veinte del siglo pasado el biólogo soviético Nikólai Ivanóvich Vavílov propuso una serie de focos en los que había presencia de precursores silvestres de las gramíneas que serían posteriormente las plantas cultivadas. Indicó tres grandes lugares de esa presencia que los arqueólogos han confirmado posteriormente: el Próximo Oriente en las zonas que hoy comprenden países como Jordania, Israel, Siria, sur de Turquía y, básicamente, en la zona regada por los ríos Éufrates y Tigris que será la antigua Mesopotamia; una zona en China y otra en el Centro-Sur de América, en los actuales México y Perú.

En estas tres grandes zonas del planeta Tierra, y hacia la misma época, en torno al -9000, se produce la invención de la agricultura y de la ganadería, con el cultivo de las gramíneas y la domesticación de animales, con la consecuente sedenterización en aglomeraciones humanas. Aglomeraciones que dejan de ser colectividades de cazadores-recolectores y se terminan organizando en sociedades complejas en las cuales surgen la estratificación social y la división del trabajo, a la vez que someten el paisaje e imponen su supremacía en virtud de su estructuración. Somos los actuales descendientes de este tipo de sociedades.

2. Insisto en este punto: la Revolución agrícola provoca un auténtico cambio en lo que se califica de humanidad: es el motor y causante de ese cambio, de lo que es hoy la especie humana tal y como la entendemos.

Domesticar plantas y animales supone controlar su reproducción y crecimiento con una finalidad muy clara, el beneficio propio, pero bien entendido que el beneficio es el de la colectividad. Un control que supone manipular las plantas y los animales, ciertamente, pero que como manipulación va mucho más allá de la simple recolección y caza porque encierra la manipulación del entorno físico y no solo vivir, de manera más o menos temporal, en el mismo.

Ese control de la reproducción y del crecimiento no es algo pasivo, sino que se convierte en un hacer, en una práctica por la cual se transforman las especies naturales a las que, en principio, se manipula. Una manipulación que supone una agresividad controlada, pero no por ello menos intensa, y permanente. No se caza para comer y, satisfecha esta acción, no se retorna a la caza hasta que se tiene hambre; ahora esa acción se vuelve constante para asegurarse el consumo futuro. Para ello, se cambia a las especies que se domestica de su hábitat «natural» para que se reproduzcan en uno nuevo, ahora artificial para ellas, pero que se termina convirtiendo en su nicho natural y que el hombre va modificando, transformando. Se pasa así a un nuevo hábitat para los animales y las plantas, lo que supone, además, la radical separación respecto a los animales y plantas primitivos, y se pasa, lo que es más importante, a un nuevo hábitat para el propio hombre. Nuevo hábitat al que este tiene que adaptarse, que acomodarse con los cambios hasta fisiológicos que se producen. Ello obliga a proteger ese nuevo hábitat tanto de las especies primitivas como de otros depredadores, como pueden ser los miembros de otras colectividades humanas con las cuales se entabla guerra pero también relaciones de intercambio que en muchos casos terminan siendo o de dominio o de ser dominado.

Me centro en los datos de una de las zonas de sedenterización, la del Oriente Medio. Desde los trabajos arqueológicos en la zona se sabe que hacia el -9000 se cultivan los cereales trigo, cebada, centeno; leguminosas como guisantes, lentejas; se habían domesticado animales como la oveja, la cabra; hacia el -7500 el cerdo y el buey, así como el perro que, procedente del lobo, se liga al hombre y aprende a ladrar. El gato se hace «amigo» del hombre mucho antes e incluso aparece en un enterramiento del -9500 en Chipre. Lo que se ha observado en estos trabajos es que la caza, ya desde el -9000, parece tener un papel secundario.

La Revolución agrícola provoca cambios profundos en esas colectividades en el ámbito simbólico-religioso, social, cultural, tecnológico; en los comportamientos sociales e individuales; hasta en el alimenticio, con la necesidad de adaptar el organismo al consumo de productos como, por ejemplo, la lactosa. La alimentación no va a depender ya de los azares del entorno, sino de la organización previsora de los colonizadores, con unas inmediatas consecuencias igual que una auténtica explosión demográfica.

Claramente no todo es cultivo, recogida y almacenamiento. Para realizar estas labores se exige la construcción de artefactos y esa construcción va a depender, a largo plazo, de otro elemento, el fuego y su dominio, que también tendrá su repercusión en el terreno alimenticio al establecer la diferencia básica entre lo crudo y lo cocido. Algo posterior, la cerámica aparece como otro elemento importante. Hacia el -7 000 se puede hablar de esa creación e, inmediatamente, las vasijas de barro en Próximo Oriente. Hacia el -3500 se fechan las herramientas de cobre y los primeros trabajos hidráulicos.

Contra toda aparente lógica, el sedentarismo provoca otra enorme expansión que lleva, hacia el -7000, a instalar las nuevas formas de vida en el Levante central —islas del Egeo, Tesalia—, Egipto… El proceso agrícola no se detiene en los lugares donde ha surgido, sino que se extiende con mayor rapidez que la expansión colonizadora anterior por toda la Tierra. Hacia el -6 500 empiezan a aparecer las primeras grandes comunidades en Irak, Siria, Líbano, Turquía… así como en la cuenca mediterránea.

Solo unos datos más: hacia el -3300 aparece la escritura en Mesopotamia a la vez que el uso de la azada, el arado, los tejidos de lino, cestería, perlas de vidrio. Hacia el -3200 se produce la unificación de Egipto, la fundación de Troya, Tiro, Cartago, la civilización cretense. Hacia el -3100 la escritura se introduce en Egipto y hacia el -2900 aparecen monedas de cobre y plata, lo que indica la existencia del intercambio dinerario y no solo de mercancías.

En este proceso aparecen elementos que, de una u otra manera, condicionan la evolución de la especie humana y en un tiempo brevísimo. Es un proceso nada gradual, sino realmente de ruptura, de salto en todos los órdenes. Es una revolución que se lleva a cabo en menos de doce mil años, que es un periodo infinitesimal en el proceso evolutivo: un auténtico relámpago en medio de una noche oscura, parafraseando a Henri Poincaré. Una explosión, un relámpago, que ha llevado a que ese Homo sapiens, ya agrícola y ganadero, vuelva a colonizar toda la Tierra en un periodo de tiempo mínimo, con una explosiva agresividad, y haya eliminado o dejado como residuos en reservas a otros miembros de la misma especie, a otros miembros del Homo sapiens. Explosión hasta en lo demográfico: los antropólogos calculan una población aproximada de unos cinco millones de habitantes en toda la Tierra hacia el -5000; hoy se está en bastante más de los 7000 millones: en solo 7000 años, 7000 millones a pesar de las plagas y de las guerras de exterminio que han ido asolando el planeta.

3. En la Revolución agrícola se originan una serie de acontecimientos y efectos que, desde mi punto de vista, mantenemos en nuestra conciencia y componen lo que denomino nuestra memoria de especie, los cuales condicionan nuestro modo de actuar, como especie, en la biosfera y también como individuos dentro de esa especie.

Manipular y modificar plantas y animales para ejercer el control sobre los procesos agrícolas y la domesticación del ganado, el dominio sobre otras razas y otros pueblos, la expansión sobre la Tierra, suponen unas acciones dirigidas con agresividad sobre todo lo que rodea a cada colectividad. Una manipulación que supone acentuar la radical agresividad sobre ese entorno para la manipulación y sometimiento de algunas especies de plantas y animales pero también para el exterminio del considerado contrario o simplemente diferente.

Esta agresividad entraña la existencia, ahora consciente, de la guerra como un elemento intrínseco a la labor manipuladora sobre el entorno. Guerra para defender el territorio, lo sembrado y recogido, los animales domesticados, los miembros de la colectividad, pero también para apropiarse de lo obtenido por otros. Y la historia muestra esta agresividad, hasta el día de hoy, como uno de los rasgos más distintivos o significativos de lo que se ha calificado de «progreso civilizador».

Por otro lado, sembrar supone unas acciones condicionadas por el obligado conocimiento de que ciertos elementos son semilla para, y enfatizo este para. Desde esas acciones y ese conocimiento se pasa a la creación de otra serie de acciones del hombre en su interrelación con la physis, porque no solo vale recoger lo dado o dar caza a un determinado animal al que se acecha; ahora hay que actuar para modificar a esa physis, una modificación que se hace ya de manera totalmente consciente.

La agricultura y la domesticación animal obligan a construir una serie de artefactos que se encuadran en la creación de lo que hay que considerar manufacturas para roturar la tierra, cortar las plantas, pero también para matar y descuartizar a los animales o para aniquilar al enemigo. Una construcción igualmente de artefactos adecuados para elaborar cuerdas, hilos, anzuelos y embarcaciones que permiten largas travesías además de las vasijas para almacenar lo recogido.

En otras palabras, en el mundo agrícola se tiene que roturar, sembrar, recolectar, almacenar, distribuir, comercializar y construir o fabricar artefactos adecuados para materializar esas acciones, lo que supone potenciar y desarrollar la necesaria imaginación para realizar esa construcción de artefactos materiales. Imaginación que, a su vez, lleva a la construcción de artefactos conceptuales y simbólicos que son los que permiten organizar y estructurar la sociedad en la cual se llevan a cabo esas acciones.

Todo un haz de procesos que llevan a la convicción de que no todo está dado, sin más, en la physis, sino que hay que transformarla o conquistarla de alguna manera. Con lo cual, y a la vez, se va transformando la especie humana tanto en lo estrictamente material como en lo conceptual, y se va transformando y modelando el propio cerebro individual, al igual que se va construyendo y cambiando un ámbito simbólico.

Y todo ello, con un punto especial, que es clave: vivir, por ejemplo, que la espiga de trigo, la de centeno, la de la fruta, están ahí, ciertamente, pero hay que seleccionarlas, prepararlas, convertirlas en semilla para enterrarlas y que, desde ese enterramiento, que supone su desaparición, su muerte, vuelvan a nacer a lo largo de un proceso temporal, que se muestra de manera cíclica.

A todo esto hay que sumar el dominio del fuego. Con el fuego se consigue construir, fabricar cerámicas, vasijas. Artefactos que se harán esenciales para la vida ordinaria con un personaje ciertamente especial, el alfarero. El alfarero maneja la tierra que convierte en vasija con ayuda del agua, el fuego y el aire en el fuelle correspondiente para dar paso a la elaboración, a la construcción de esas vasijas que no solo van a contener